jueves, 2 de junio de 2011

Susan Greenfield: Cientifica Inglesa

Susan Greenfield
El efecto Web, según la científica inglesa
Miércoles 02 de agosto de 2006 | Publicado en edición impresa



LONDRES.– “Ahora hay chicos que van a clase de comunicación porque no están acostumbrados al diálogo interpersonal. Sólo saben manejarse con una pantalla adelante. Las personas se están convirtiendo en asexuadas”, dice la científica Susan Greenfield, a quien llaman, con toda razón, “la baronesa en minifalda”.

Son las 9 de la mañana en la formalísima Royal Institution, a metros de Bond Street, la calle más tradicional de Londres, y hay que atravesar oficinas de burócratas y científicos para llegar, arriba, al escritorio de Greenfield, que es la directora de esa histórica institución para la investigación en Gran Bretaña.

Greenfield, una londinense de 56 años que fue elegida la mujer del año por el periódico The Observer, es la principal especialista inglesa en el estudio del cerebro y es profesora de Farmacología en la Universidad de Oxford. Aparece, para la entrevista, con una pollera negra que apenas le cubre los muslos y con su igualmente emblemático pelo rubio cayendo hasta la cintura. El equipo se completa con zapatos con plataformas y el Rolex de hombre que es imperativo para las mujeres esta temporada.

Tanto detalle no es anecdótico. Greenfield llega hasta cualquier extremo en su afán de popularizar la ciencia y demostrar que no es sólo “para tragas y hombres vestidos de gris”, como le gusta decir. Incluso llegó a posar con ropa de diseñador de moda para Hello!, la versión inglesa del semanario Hola, entre otras varias actividades de divulgación que suelen sacudir al establishment científico.

El último proyecto de Greenfield -tan conocida entre sus pares de la neurología por su trabajos académicos como por el público general por sus series para la BBC y sus best sellers como "La vida secreta del cerebro"- fue estudiar, a través de los cambios tecnológicos, cómo será el futuro. El resultado fue un nuevo éxito editorial: "La gente del mañana", editado por Penguin.

"Estamos entrando en un nuevo mundo. No diría que es atemorizador, aunque todo lo nuevo da - buuu- miedo, pero sí que requiere que meditemos sobre él. No podemos atravesarlo como sonámbulos", explica Greenfield con los encantadores sonidos onomatopéyicos que son su marca registrada al hablar por la TV.

-¿Por qué decidió escribir sobre las tendencias actuales que marcan hacia dónde vamos?

-Porque la gente comete un gran error al mirar al futuro. Cree que las nuevas tecnologías que ya lo están marcando, como Internet, serán como la televisión o la heladera, y que, en consecuencia, no afectarán nuestra vida, más allá de hacerla más cómoda. Es mentira: estas novedades son mucho más invasivas y expansivas, a tal punto que afectarán la manera en la que pensamos, sentimos y actuamos. Mi especialidad es el cerebro, por lo que soy muy consciente de cuán permeable es a lo que pasa alrededor, de que no existe una personalidad inviolable. Me preocupa ver cómo en la política o en las escuelas se toman decisiones sin pararse a reflexionar sobre los efectos que ya están teniendo estos cambios tecnológicos sobre los seres humanos.
-¿Por ejemplo?

-Basta con mirar a los chiquitos de hoy, que prácticamente manejan una computadora desde que nacen. Posiblemente, esto les esté afectando la manera de pensar y actuar. Pero nadie se detiene a reflexionar sobre el tema, y en cuanto llegan al jardín, como no saben sentarse quietitos, cada vez se multiplican los que reciben diagnósticos de desórdenes de atención. Son chicos acostumbrados a una pantalla que -¡pim! ¡pam! pum!- los estimula todo el tiempo. Tocan botones y explotan ruidos y colores. Después entran en el aula y los educadores pretenden que se queden concentrados escuchando a la maestra en la silla. ¡Pero no tienen ninguna experiencia ni práctica en eso! Están acostumbrados a que se les fomente una capacidad de atención limitada en su cerebro. La mayor parte de nosotros aprendió a concentrarse cuando nuestros padres nos leían cuentos para entretenernos. Si eso se reemplaza por televisión y computadora, es totalmente irresponsable que no se estudie el efecto que está teniendo en los chicos antes de diagnosticarles cualquier cosa o incluso antes de diseñar las políticas educativas.

-¿En qué es distinto el uso que le da a la computadora un chico que prácticamente nació con ella y un adulto?

-Son chicos que no distinguen entre información y conocimiento. Cuando uno lee un libro, el autor nos toma de la mano y nos va llevando, y a uno puede no gustarle el camino, pero no tiene otra alternativa, salvo cerrar el libro, que seguirlo. Hay un argumento lineal. No se leen tres cuartos del libro, se vuelve para atrás y luego se salta para adelante. Es diferente con una computadora. El buscador te lleva a donde quieras. Para aquellos de nosotros que crecimos sobre la base de una historia lineal, sobre la que se apilaba otra historia lineal, ya tenemos en la cabeza una serie de narrativas que nos permiten construir un marco de referencia. Ese marco sirve para relacionar una cosa con la otra, para dar un significado a lo que encontramos. Entonces, cuando de adultos tomamos un buscador, sabemos dónde ir y qué descartar. Si uno jamás hubiera tenido ese trayecto conceptual en la cabeza, ¿cómo sabría qué es lo importante? Se va a elegir lo que es más lindo, lo de colores más fuertes, que es como te enseña a elegir la computadora. Es un mito que la computadora sea sólo una herramienta. Nosotros tenemos sabiduría porque tenemos estas historias. Ellos tienen información que se les tira -¡pam!-, así, en la cara, y que no saben cómo clasificar. Lo que hay que hacer urgente es trabajar con educadores, psicólogos y técnicos informáticos para ver cómo pueden estos chicos reproducir el marco conceptual que nuestras generaciones sacaron de los libros para relacionar una cosa con otra. Y hasta que se logre, seguir insistiendo en los libros

-Dos temas nuevos que periódicamente son grandes titulares en los diarios: los riesgos de la comida genéticamente modificada y los de los celulares. ¿Cuánto hay que preocuparse?

-La gente dice que no va a comer alimentos genéticamente modificados hasta que no se pruebe que son sanos, pero que va a usar su celular hasta que se pruebe que es peligroso. Una inconsistencia interesante, ¿no? El tema es que no se puede probar que los alimentos genéticamente modificados no vayan a traer problemas, pero hasta ahora no se pudo probar que traigan riesgos. Desde que se popularizaron no aumentó significativamente la cantidad de tumores. Si estoy en el supermercado y veo dos tomates iguales, uno genéticamente modificado y otro no, personalmente elijo el más barato. En cuanto a los celulares, si uno es un adulto y necesita ser ubicado constantemente, bueno, de haber daño cerebral, igual ya está hecho. Yo seguiría con mi celular. Ahora, si estamos hablando de un niño, con un cerebro mucho más vulnerable y con mucho más tiempo por delante para tener un teléfono pegado a la oreja, sería más cuidadosa. Pero, en realidad, la razón por la cual no me gusta ver chicos con celulares no es principalmente el miedo a cómo puede afectarles el cerebro.
-¿Cuál es esa razón, entonces?

-Los celulares nos están alejando de placeres como mirar el cielo al caminar o hablar con otra gente. No hay nada más triste que entrar en un restaurante y ver a la gente hablándole a un aparatito en lugar de hablar entre sí. Fomentar eso desde la niñez es aberrante. También me entristece el dominio de los mensajes de texto. Nos estamos manejando con iconos en vez de con ideas, y eso es muy peligroso, porque es un símbolo de la superficialidad, de hacia dónde van las relaciones entre personas... si es que en el futuro siguen existiendo estas relaciones.
-¿Por qué habrían de desaparecer?

-Las personas se están volviendo asexuadas. El estereotipo de nerd de las computadoras es alguien que no quiere tener esta cosa sudorosa, complicada, olorosa y llena de carnes que es no sólo el sexo, sino cualquier relación humana, y parecería que esto marca el camino al que vamos. Ahora hay chicos que van a clases de comunicación porque no están acostumbrados al diálogo interpersonal: sólo saben manejarse con una pantalla delante. Hablar cara a cara con alguien con feromonas, sin saber qué decir por anticipado, teniendo que improvisar rápido y teniendo que "leer" el lenguaje del cuerpo del otro está camino a convertirse en una destreza del pasado que deberá ser enseñada especialmente, en vez de asumir que saldrá automáticamente.
-¿Así vamos a ser más felices o infelices?

-Vamos a ser gente más sana que vive de manera más cómoda, en el sentido de sentir frío o dolor, pero la felicidad es un concepto muy amplio.

-¿Cuán importante es sacar a la ciencia del laboratorio?

-Tan importante como democratizar la educación es democratizar la ciencia. Si no lo hacemos pronto -y esto es válido para Gran Bretaña, pero también para la Argentina o para cualquier país con un cuerpo de científicos fuerte-, estaremos camino a una sociedad dividida donde los científicos son considerados unos tragas disfuncionales, o ignorados, o con el poder de hacer lo que quieran. A lo que debemos apuntar es a un punto intermedio, una sociedad en la que todos puedan contribuir al debate. Y uno sólo puede contribuir al debate si entiende las ideas, los conceptos básicos, de los temas científicos que están dando vuelta. No es que todos tengan que convertirse en especialistas, pero creo que hay que popularizar la ciencia sea como sea para que la gente no le tenga miedo y se sienta parte responsable de este futuro común que está construyendo.

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