sábado, 12 de febrero de 2011

Carlos Fuentes en Bogota: 13 de Febrero 2011

El escritor mexicano fue invitado para el cierre del foro por los primeros 100 años de EL TIEMPO.
El cierre del foro que se realizó este viernes por los primeros 100 años de EL TIEMPO estuvo a cargo del escritor Carlos Fuentes. A continuación, algunos apartes de su ponencia:

"La eternidad, cuando se mueve, se convierte en tiempo".

Quisiera que esta bella frase fuese mía.

No lo es.

Es de Platón.

Y creo que Platón la dijo para separar la "duración de las cosas sujetas a mudanza" -el tiempo humano- de la eternidad, "perpetuidad que no tiene principio ni fin".

Lo digo en Bogotá, la "Atenas de América": con Grecia, la historia se mueve de la eternidad al tiempo y el tiempo eterno -atributo de Dios- lo es también de tiranos que se quieren saber inmortales.

El gobierno democrático, en cambio, se sujeta a las reglas del tiempo humano: dura, pero muda. Y muda, aunque dure. O sea, no dura para siempre.

(...) La historia que hicimos y que haremos: en estas palabras se cifra el tiempo humano y también, el tiempo diario, y el diario EL TIEMPO de Bogotá, que me honra invitándome a hablar, en respuesta a la pregunta "¿a dónde vamos?", relacionada con la evolución del pensamiento y el papel de la prensa en una América Latina en proceso de cambio.

¡Menuda tarea!

Para cumplirla, me guío por una relación fundamental entre educación, conocimiento, información y desarrollo.

Sin educación no hay conocimiento, sin conocimiento no hay información y sin información no hay desarrollo.

O dicho en reversa, para que haya desarrollo, hace falta información, la información requiere conocimiento y el conocimiento depende de la educación.

El abismo de la pobreza en los países del llamado Tercer Mundo se traduce en niveles decrecientes de educación. Hay 900 millones de adultos iletrados en el mundo, 130 millones de niños sin escuela y cien millones de niños que abandonan sus estudios en los grados primarios. Las naciones del sur cuentan con 60 por ciento de la población mundial de estudiantes, pero con sólo el 12 por ciento del presupuesto mundial para la educación (...).

La base de la desigualdad en América Latina es la exclusión del sistema nervioso: tenemos sed, queremos respirar. La estabilidad política, los logros democráticos y el bienestar económico no se sostendrán sin un acceso creciente de la población a la educación.
¿Puede haber desarrollo cuando sólo el 50 por ciento de los latinoamericanos que inician la primaria, la terminan? ¿Puede haberlo cuando un maestro de escuela latinoamericano sólo gana 4.000 dólares anuales, en tanto que su equivalente alemán o japonés recibe 50.000 dólares al año?

(...) El desarrollo de nuestros países depende de una coordinación programada de esfuerzos para renovar o crear infraestructuras: puertos, carreteras, represas, urbanismo. Sólo que ningún proyecto de desarrollo nacional prosperará sin la base educativa: sin la escuela, sin el maestro, sin el alumno.

¿Estamos llegando a la aldea más lejana de la montaña, de la selva, del desierto?

¿Cómo, si no, llegamos?

¿Y qué nos pasará, si no llegamos?

Las respuestas, en gran medida, dependen del otro gran tema de este día: la información.

Informar a los educadores.
Informar a los gobernantes.
Informar a los empresarios.
Informar a la sociedad civil.

(...) Entramos al siglo XXI con una evidencia: el crecimiento económico depende de la calidad de la información y esta, de la calidad de la educación (...).

El presidente Clinton nos recuerda que al asumir la presidencia en 1993, sólo había cincuenta websites. Al dejar la Casa Blanca ocho años más tarde, había 350 millones.

Juan Ramón de la Fuente, ex rector de la UNAM, nos recuerda, a su vez, que hoy circulan en Internet cincuenta millones de mensajes diarios.

Primero, en cuarenta años, la radio logró sumar cincuenta millones de oyentes. La televisión, desde 1950, atrapó igual número de televidentes.

Pero en sólo cinco años, Internet alcanzó la suma que a la radio le tomó cuarenta años y a la televisión otro medio siglo.

En el año 2000, había 300 millones de usuarios de Internet. Hoy, hay 800 millones.

Se acusa a los medios más novedosos de aislar (...).
Túnez y Egipto acaban de demostrar que la relación uno a uno no excluye la comunicación del yo con el nosotros a través de múltiples individualidades eslabonadas en una gran colectividad que, al conocerse, se da cuenta de que el mundo oficial la ignora y que, al conocerse, también se da cuenta de su poder colectivo.

Internet, Facebook, Twitter, reúnen a las multitudes que hemos visto en las calles de Túnez, El Cairo y Alejandría. Esas multitudes representan a una clase media y una clase trabajadora ignorada por el estrecho círculo del poder ejercido desde arriba y sólo para los de arriba, con algunos mendrugos arrojados a los de abajo. Sólo que los de abajo son la mayoría.

El efecto de los medios en el mundo árabe debe alertarnos a todos, y la mejor manera es acudiendo a los otros dos factores que aquí he mencionado, al lado de la educación y la información: el desarrollo y el conocimiento (...).

Miro la palabra "cultura" en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua. "Resultado o efecto de cultivar los conocimientos humanos".

¿Y cómo se cultivan los conocimientos humanos?

A través de la educación.
A través de la información.
Ambas están en crisis.

La educación, por dos motivos. El primero, por todo lo que aún nos falta por hacer en un continente con un 50 por ciento de iletrados de facto.

El segundo, todo lo que nos falta por hacer para pasar de la plena alfabetización a una política de continuidad de la educación (...).

El tiempo que nos tocó nos niega la comodidad de creer que la educación concluye alguna vez, en algún grado anterior al resto de nuestras vidas.

Esto significa que, por una parte, las escuelas pierden el monopolio de la enseñanza y, por la otra, la prensa pierde el monopolio de la información, pero, también, que mantenerse informado en el largo período posescolar y posuniversitario es un deber y un derecho, inseparables del ejercicio de la ciudadanía, y que este derecho, esta obligación, lo son de nuestra prensa.

La información también está en crisis, pero acaso en una crisis de crecimiento, que expande los medios nuevos pero no sacrifica los anteriores.

Se suponía, en el siglo XIX, que la aparición del periodismo de masas sentenciaría a muerte al libro. Balzac aprovechó el dilema para escribir una gran novela sobre el periodismo, Las ilusiones perdidas.

Se suponía que la radiotelefonía, a su vez, mandaría a la prensa escrita al gran cementerio de las antigüedades.

No fue así. Radio y prensa convivieron y aunque Marshall McLuhan anunció la muerte del libro y la conversión del medio en mensaje, la televisión no enterró ni a la literatura, ni a la prensa, ni a la radio.

¿La nueva edad que se anuncia, la era de la tecnoinformación, matará a las formas de comunicación anteriores?

No lo creo.

La radio, lejos de perecer, está hoy más viva que nunca y mejor adaptada a los horarios, tempraneros o nocturnos, de la vida moderna.

La televisión no hace sino aumentar y diversificar su oferta: los canales televisivos suman varios miles.

¿Es la prensa escrita la víctima propiciatoria de la nueva -o última modernidad? Sí, hay grandes diarios que cierran o se achican, o se ofrecen por Internet.

Acaso, quizás, la prensa escrita, como la literatura, sólo llegue en su forma actual a los menos aunque a los mejores, aunque yo, como escritor, tengo el gusto de mancharme diariamente las manos con la tinta fresca de un periódico y otros ciudadanos, más jóvenes, leen el mismo periódico en una pantalla.

Al cabo, sin embargo, yo no creo que lo nuevo desplace totalmente a lo anterior.

Imagino que las cosas acabarán por equilibrarse, coexistir, al cabo de generar nuevos defectos junto con nuevos valores. El valor mayor, lo he convertido en tema de este discurso, es contribuir a la educación y a la información y en consecuencia al conocimiento y al desarrollo humanos.



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martes, 8 de febrero de 2011

Harv EKER La mente millonaria

Uno de los libros que me marcó más en los últimos tiempos fue “Los Secretos de la mente millonaria” de T. Harv. Eker. Lo leí hace unos 6 meses y desde entonces, todas las decisiones que tomo en relación al dinero y las opiniones que me formo en relación a diferentes aspectos del mundo financiero son basadas en lo que aprendí en el libro.

Básicamente el libro nos enseña a detectar cuál es nuestro “patrón del dinero” (money blueprint). El “patrón del dinero” es básicamente todas aquellas ideas, preconceptos, cosas aprendidas de nuestros padres, amigos, colegio, sociedad, etc. sobre el dinero.

Increíblemente, me di cuenta que tenía dentro de mi muchos preconceptos adquiridos de la sociedad y de mis padres. Aquellas cosas que oímos una y otra vez, como por ejemplo: “Pobre pero feliz”, “Los ricos nunca podrán ir al cielo”, “Los ricos se creen dueños del mundo”, “los ricos hacen lo que les da la gana”, “los ricos son explotadores”, etc., etc., etc.

Todos estos pensamientos nos afectan y hacen con que de una u otra manera cometamos ciertos errores que solo los pobres y personas de clase media cometen. No hay nada de malo con las personas pobres y de clase media, pero su educación financiera es bastante escasa.

En el libro, T. Harv Eker nos habla de lo que él llama “archivos de riqueza”, que son todas aquellas diferencias entre la filosofía de vida de los ricos y por otro lado de los menos adinerados.

En resumen, aquí te dejo los 17 archivos de riqueza escritos por T. Harv Eker:

Archivo # 1

Los ricos piensan: “Yo creo mi vida”

Los pobres piensan “La vida es algo que me sucede”

Archivo # 2

Los ricos juegan el juego del dinero para ganar

Los pobres juegan el juego del dinero para no perder

Archivo # 3

Los ricos se comprometen a ser ricos

Los pobres desearían ser ricos

Archivo # 4

Los ricos piensan en grande

Los pobres piensan en pequeño

Archivo # 5

Los ricos se centran en oportunidades

Los pobres se centran en obstáculos

Archivo # 6

Los ricos admiran a otras personas ricas y prósperas

Los pobres envidian a las personas ricas y prósperas

Archivo # 7

Los ricos se relacionan con personas positivas y prósperas

Los pobres se relacionan con personas negativas y sin éxito

Archivo # 8

Los ricos están dispuestos a promocionarse a ellos mismos

Los pobres piensan de manera negativa en relación a la venta y auto promoción

Archivo # 9

Los ricos son más grandes que sus problemas

Los pobres son más pequeños que sus problemas

Archivo # 10

Los ricos son excelentes receptores

Los pobres son pésimos receptores

Archivo # 11

Los ricos eligen que se les pague según sus resultados

Los pobres eligen que se les pague según el tiempo empleado

Archivo # 12

Los ricos piensan: “las dos cosas”

Los pobres piensan: “o se tiene una cosa, o se tiene la otra”

Archivo # 13

Los ricos se centran en su fortuna neta

Los pobres se centran en lo que ganan con su trabajo

Archivo # 14

Los ricos administran bien su dinero

Los pobres administran mal su dinero

Archivo # 15

Los ricos hacen que su dinero trabaje mucho para ellos

Los pobres trabajan mucho por su dinero

Archivo # 16

Los ricos actúan a pesar del miedo

Los pobres dejan que el miedo los detenga

Archivo # 17

Los ricos aprenden y crecen constantemente

Los pobres piensan que ya lo saben

Obviamente como todo en la vida hay excepciones y no todos los archivos de riqueza se aplican a todos los ricos o a todos los pobres, pero yo estoy de acuerdo en que se aplican a su gran mayoría.

Los Secretos de la Mente Millonaria es un libro que vale la pena al 100%. En el libro podrás encontrar una explicación completa para cada archivo de riqueza. Te recomiendo que lo lea

sábado, 5 de febrero de 2011

Toomy Final en Santiago

Robredo y el colombiano Giraldo jugarán la final del ATP de Santiago
EFE. Santiago de Chile 06/02/11 - 01:07.


El tenista español Tommy Robredo y el colombiano Santiago Giraldo disputarán este domingo la final del ATP de Santiago tras vencer sus partidos de semifinales.

El español, número 52 del ránking mundial, se impuso al italiano Fabio Fognini por 4-6, 6-2 y 6-3 en algo más de dos horas de partido.

Giraldo, por su parte, derrotó a otro italiano, Potito Starace, por 4-6, 7-6(2) y 6-2 en un disputado encuentro que se le puso cuesta arriba en la primera manga, aunque se llevó el tercer set con relativa comodidad.

Robredo y Giraldo se verán las caras este domingo en las canchas del estadio santiaguino de San Carlos de Apoquindo, en los pies de la cordillera de los Andes.

LOS ROLLOS DEL MAR MUERTO Y LAS RAICES SECRETAS DEL CRISTIANISMO

El atraso en la publicación de los Rollos es el escándalo académico por excelencia del siglo XX, afirmó Geza Vermes, investigador de la Universidad de Oxford, Inglaterra. Encontrados en varias cuevas del desierto de Judea, los Rollos del Mar Muerto son el eslabón perdido entre el judaísmo del primer siglo de nuestra era, que agonizaba bajo la opresión de los romanos, y el cristianismo primitivo que se transformaría en una nueva religión un par de siglos más tarde. En este libro, Jorge Dulitzky analiza los antecedentes históricos de Israel, desde la época de Alejandro Magno hasta la destrucción del Templo de Jerusalén durante el año 70 de nuestra era. Ese análisis permite apreciar el modo como surgieron las diversas sectas judías, en especial la de los esenios, que se establecieron en Qumran, construyeron un monasterio y lograron ocultar sus manuscritos en once cuevas, descubiertas en 1947 por un grupo de beduinos de la tribu taamireh que, según la versión más difundida, buscaban una cabra extraviada. La mayor parte de los Rollos quedó en manos de lÉcole Biblique de Jerusalén, que recibió órdenes de no difundir ninguna información sobre su contenido, emanadas directamente de la Congregación para la Doctrina de la Fe dirigida entonces por Joseph Ratzinger, actual papa Benedicto XVI. Sesenta años después de su descubrimiento, recién ahora están apareciendo algunas traducciones fragmentarias de su explosivo contenido, cuyo análisis permite comprender el carácter militante de Jesús y el clima de violencia que vivía la población de Judea bajo la ocupación romana.


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Jorge Dulitzky "Todos los pueblos quieren un pasado glorioso"

Jorge Dulitzky
"Todos los pueblos quieren un pasado glorioso"
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"Todos los pueblos quieren un pasado glorioso"
Este investigador especializado en Egipto da su versión del éxodo . / Eva Fisher

Siempre le intrigó el éxodo y ciertos hechos que desencadenó, como el mágico cruce del Mar Rojo. "Lo curioso es que en Egipto no figura absolutamente nada sobre la salida de los hebreos conducidos por Moisés. Sin embargo, los egipcios eran cronistas minuciosos, grababan todo lo que ocurría en las paredes de sus templos. ¿Qué pasó?", se pregunta Jorge Dulitzky.

"He recorrido largamente ese fabuloso país, y busqué respuestas en los yacimientos arqueológicos, y así fui reconstruyendo una versión muy distinta del éxodo, pero igualmente sorprendente", sigue.

Jorge Dulitzky es escritor e investigador. Autor de Moisés, el hombre; Mujeres de Egipto y de la Biblia; Akhenatón, el faraón olvidado, y ¿Quién condenó a Jesús?, actualmente está terminando un estudio sobre un personaje ineludible, María Magdalena.

"La historia comienza en el siglo XIV antes de Cristo, cuando el faraón Akhenatón, o Amenofis IV, proclama el monoteísmo y sustituye a Amón Ra, el dios politeísta de la religión oficial, por Atón, un dios representado por un disco. Ya no se trataba del sol, sino de la energía solar, un concepto revolucionario para la época. El monoteísmo era algo que estaba latente y Akhenatón necesitaba desprenderse del clero tradicional, que era poseedor del 30 por ciento de la riqueza del país. Entonces, trasladó la capital a la ciudad de Amarna, pero los sacerdotes reaccionaron y Akhenatón fue asesinado. Otro tanto ocurrió con su sucesor, Tutankamón, hasta que el abuelo político de Tutankamón hizo las paces con el clero politeísta, se restableció el culto a Amón Ra y los rebeldes abandonaron Egipto. Las negociaciones fueron curiosas porque, finalmente, se convino que los responsables de este intento de reforma no eran los monoteístas, sino la propia ciudad de Amarna.

–¿La ciudad de Amarna?

–Todo eso está escrito: se decía que el ambiente era licencioso. Por ejemplo, se hablaba de que en lugares públicos se exhibían esculturas que mostraban a la reina Nefertiti, esposa de Akhenatón, totalmente desnuda. Que había orgías, bailes extraños, que las mujeres se pintaban de manera provocativa. Algunos estudiosos sospechan que Amarna podría haber sido un nombre común para las míticas Sodoma y Gomorra. Sin embargo, la ciudad no fue destruida. En 1907, debajo de una capa de arena de 30 centímetros se encontró una urbe sin rastros de violencia. En el estudio del mayor escultor de la ciudad se hallaron 130 bustos de Nefertiti sin terminar. Había tumbas sin usar que 60 nobles, cuyos nombres y cargos estaban enumerados en una lista grabada en una pared, habían hecho construir para ellos.

Había esqueletos de animales domésticos con sus collares y correas. Es decir, la ciudad había sido abandonada en perfecto orden. Bien, esos hombres y esas mujeres que dejaron Amarna fueron los que dieron origen al pueblo hebreo. Ese fue el éxodo.

–¿Quiere decir que los hebreos en realidad eran egipcios?

–Efectivamente, nunca hubo judíos en Egipto.

–¿Y Moisés? ¿Y el cruce milagroso del Mar Rojo?

–Moisés es un personaje conceptual, como tantos otros personajes en la historia de la humanidad. Y no he inventado nada, es lo que dice Sigmund Freud en Moisés y el monoteísmo, un libro que publicó en 1937, en Londres, poco antes de morir. Además, Moisés, Moses, es una palabra egipcia, no es un nombre en sí mismo; sería como un sobrenombre o la parte de un nombre; significa hijo de. Por otra parte, ¿qué sentido tenía cruzar el Mar Rojo de esa manera espectacular? ¿Por qué no lo hicieron por tierra como lo hacía todo el mundo? Entonces no existía el Canal de Suez, Fernando de Lesseps lo construyó en 1869. Todo esto fue el tema de mi primer libro, Moisés, el hombre, fruto de 20 años de estudio.

–¿Y la separación de las aguas?

–Esa también es una tradición egipcia. Creían que era un poder que tenían los faraones. Cuentan que un faraón salió a navegar por su lago sagrado, junto con la preferida de sus favoritas. En determinado momento, a ella se le cayó un aro al agua y comenzó a llorar desconsoladamente. El faraón le dijo que no se preocupara, que le regalaría uno mucho más valioso, pero ella siguió llorando. Entonces, el faraón ordenó detener la barca, hizo un gesto con la mano, y las aguas del lago se separaron; en ese momento uno de sus esclavos bajó al fondo del lago, rescató el aro y se lo entregó a la favorita. Esa historia fue escrita 2000 años antes de la era cristiana. Pero hay otro detalle: el famoso becerro de oro. ¿No le suena raro que un pueblo de esclavos, que según la historia tradicional se fue de Egipto poco menos que con lo puesto, pudiera construir un becerro de oro? No es sencillo. ¿Consiguieron donaciones? No, los rebeldes monoteístas que salieron de Egipto eran gente culta y con buenos recursos económicos.

–¿Por qué se creó esa leyenda?

–Todos los pueblos quieren un pasado glorioso. Sabemos que la Biblia se empezó a escribir en el siglo IX antes de Cristo. Toda la primera parte está basada en tradiciones, a veces orales, en relatos de 400 o 600 años. La Biblia está llena de metáforas, de simbolismos; recuerde la creación de Adán como una escultura de barro. O la de Eva, de una de sus costillas. Por otra parte, no soy el único investigador que llegó a estas conclusiones; una versión similar tiene la Sociedad Bíblica de Nueva York.

Jorge Dulitzky para Pilar Rahola sobre el Papa

De Jorge Dulitzky para Pilar Rahola sobre el Papa


Querida Pilar,

Ante todo, gracias por mencionar mi nombre en uno de tus últimos artículos.

Quiero darte mi opinión sobre el tema de la muerte del Papa, pues tengo un enfoque alternativo al tuyo, que leí en el Diario El País hace pocos días.

Aquí va:

Creo que el planeta, salvo raras excepciones, vive un exceso de religiosidad.
No existe ninguna religión que sea mejor que otra, pero la gran pelea está en las religiones llamadas 'monoteístas', la primera creada por el poco recordado Akenatón, en Egipto, cuya idea la llevó quienquiera que haya sido Moisés a Canáan, que luego de varias herejías - la primera de Pablo de Tarso - se instaló como heredera del Imperio Romano en Roma y luego aparecieron los musulmanes, invocando al mismo Abraham que resulta patriarca de todos los monoteísmos vigentes.

Las sucesivas religiones se impusieron por las armas, y pese a decir que invocan al mismo Dios, mataron para demostrar que su versión es mejor que la del vecino.

La religión, que surgió en el rincón de los tiempos como un homenaje a la misteriosa capacidad femenina de traer gente al mundo y por la cual dominaron las diosas durante 25 mil años, pasó a manos de los hombre, que supieron aprovechar el miedo humano a los cataclismos y a la muerte. Zeus, dios del trueno, destronó a Hera, diosa del amor. Así las cosas, las religiones se apoyaron en 'proteger' a sus fieles contra esos miedos, y luego del advenimiento del capitalismo, a la seguridad que en el 'más allá' nos espera una vida mejor, ya que en el 'más acá' las cosas son duras.

La religión, tal como la predicaba Jesús, era algo íntimo, que cada quien resolvía orando en casa, sin necesidad de iglesias y boato. Pero esa clase de prédica sólo sirve para la gente que tiene mucha capacidad de conocerse y auto-gestionarse. El sociólogo americano Reissman creó la terminología 'inner directed men' y 'outer directed men', estos últimos sujetos, presas de Hitler y cuanto tirano existió en este pobre planeta.

Freud, definió a la religión practicada en público como una neurosis colectiva.
Por lo tanto, una enfermedad (de difícil curación).

Estoy convencido que nuestro mundo, luego del siglo XX caracterizado por guerras de un grado de crueldad inusitado, con industrias de la muerte, con un despliegue de riquezas irritante que coexisten con paises enteros que se mueren de hambre, está entrando en un fanatismo religioso casi medioeval, que permitió que Bush gane las últimas elecciones, pues el electorado piensa que es el único capaz de detener el ataque del otro fanatismo religioso que viene de Oriente. El mundo está envuelto en una guerra religiosa que, detrás del deseo de dominio, el petróleo, el agua, y la mano de obra barata, voy a imponer a mi Dios que es mejor que el tuyo.

Así llegamos a este fenómeno por el que cuatro millones de personas acuden para ver a pocos metros el cuerpo muerto de Juan Pablo II, quien, críticas aparte, pienso que fue un gran hombre, muy coherente con su pensamiento, y que dirigió la iglesia en momentos difíciles. Juan Pablo no puede percibir el homenaje, salvo para los que crean muy seriamente que él observa desde el cielo. (Aristóteles decía que la gente prefiere creer a saber).

Los grandes noticieros de todo el mundo se dedicaron a cubrir este evento hasta el hartazgo, dejando de lado otras noticias. El manipuleo mediático es tan grosero, que pareciera que se terminó la guerra en Irak, en Oriente Medio y ni siquiera supimos de un atentado en Cairo.

No cabe duda, tal como decís. que el Vaticano está haciendo una fastuosa campaña de marketing con este 'parque de atracciones' creado alrededor de la muerte del Papa. Pero ellos piensan que hay que volver a traer a casa a los millones de fieles que se fueron pasando a las veinte mil variantes del cristianismo, buscando una religión más realista y coincidente con la forma de pensar de la gente de esta época.

Los fieles deberían preguntarse qué opinaría Jesús de este despliegue, de esas riquezas acumuladas, de los curas gordos y de los que hacen votos de castidad y se entretienen con los creyentes más jóvenes. Dostoievsky lo intentó en los Hermanos Karamazov y Jesús apenas se salvó de la Inquisición...

El problema es que nuestros mensajes sólo circulan entre la gente que piensa de determinada forma, pero no entre los que necesitarían leerlos.

Te envío un cariñoso saludo

Jorge Dulitzky

mujeres en la biblia

Las mujeres en la Biblia
Profesor Michael F. Hull, Nueva York

NUEVA YORK, 23 de noviembre de 2002 www.ZENIT.org.
- Padre Michael Hull, profesor de Sagrada Escritura en el seminario St Joseph de Yonkers de Nueva York, pronunciada durante la videoconferencia patrocinada por la Congregación vaticana para el Clero el 29 de octubre sobre el tema «Las Mujeres en la Sagrada Escritura».

«Al principio... Dios creó a Adán, le hizo a imagen de Dios. Los creó varón y mujer» (Génesis 1: 1, 27; 5: 1-2). Y desde el principio (de la Biblia) sirven como personajes en la épica revelada por Dios sobre la elección y la redención que se inaugura con la misteriosa mezcla del infinito amor de Dios y de la «felix culpa» de la humanidad.

Desde el principio de la creación se refleja al Creador en unidad. ¿Cómo es posible hablar entonces de «mujeres en la Sagrada Escritura» o de «hombres en la Sagrada Escritura», si Génesis 1-3, por ejemplo, apenas podría admitir tal extrapolación?

Por un lado, parecería que hablar de «mujeres en la Sagrada Escritura» resulta una abstracción demasiado arbitraria de la representación bíblica de las personas humanas. Por otro lado, tal abstracción podría ayudarnos a discernir más claramente la voluntad de Dios al centrarnos en ciertos momentos de su gracia de los que son testigos mujeres particulares en la Biblia.

Llegados a este punto, debemos ser prudentes. Un examen de todas las mujeres de la Biblia, al igual que un examen de todos los hombres de la Biblia, se presentaría amorfo y desarticulado. Pero un examen de una pocas mujeres clave, con papeles sobresalientes en la elección y redención, presentaría ventajas de cara a la comprensión del tema.

Comenzaremos por el principio del Antiguo Testamento, continuaremos con el Nuevo Testamento, y concluiremos con un escenario final.

El elegido
El Antiguo Testamento es la historia de la elección. Es la historia de la elección de un pueblo --hombres y mujeres-- por Dios. Adán y Eva gozaban conjuntamente de los dones preternaturales. Esto se hace especialmente conmovedor en que cada uno come individualmente de la fruta prohibida. El pecado de desobediencia no le viene a uno por culpa del otro: ambos son culpables y ambos son castigados.

Sin embargo, la pérdida de los dones preternaturales y el destierro del Jardín del Edén no causa la aniquilación de la «imagen de Dios» o la dependencia de la humanidad de Dios. Adán y Eva son los procreadores, y es Eva la que reconoce que su primer hijo, Caín, es un don de Dios – «He tenido un varón con el favor de Yahvé» (Génesis 4:1). Asimismo, Eva vio la mano de Dios en el nacimiento de Set para restaurar la pérdida de Abel; es con el nacimiento del primer hijo de Set cuando los hombres empezaron a invocar el nombre del Señor (Génesis 4:25-26). Y de esta manera los hombres y las mujeres invocaron al Señor, con frecuencia con resultados mezclados de confusión, destrucción y restauración, hasta que el Señor escogió a un antepasado y a una antepasada en las personas de Abraham y Sara.

La llamada inicial a Abraham (Génesis 12:1-3) no es hecha a un individuo solamente sino también a un hombre casado (Génesis 11:29). Así, Sara es depositaria integral de la promesa del Señor de bendecir a Abraham, su progenie y su tierra. A pesar de la cobardía de Abraham al ofrecer a Sara al Faraón de Egipto (Génesis 12:10-20) y a Abimelek de Gerar (Génesis 20:1-7), el Señor la protege.

Sin embargo, la falta de confianza de Abraham en la fuerza de Dios es paralela a la falta de confianza de Sara en la promesa de Dios. Es Sara quien envía a Hagar (la egipcia) a su marido para forzar la promesa de Dios (Génesis 16:1-6); es Sara quien duda de Dios y se ríe de la perspectiva de un hijo a su avanzada edad (Génesis 18:9-15).

El intento de dar la vuelta al plan de Dios a través de la fecundidad vicarial de Hagar con Ismael es tanto una falta de Abraham como de Sara, y es rechazada por Dios. Aunque Dios muestra compasión por Hagar e Ismael, permitiéndoles participar parcialmente en las promesas hechas a Abraham (Génesis 16:7-14; 21:13-21), no habrá heredero sin la intervención directa de Dios y su reconocimiento.

Con la intervención divina (Génesis 21:1-2), Sara concibe y da a luz a Isaac. Así también, Génesis 22 cuenta el reconocimiento de Isaac por Abraham como un don de Dios en una de las más conmovedoras perícopas del Antiguo Testamento. Las bendiciones sobre Abraham y Sara son abundantes. La progenie es completa en Abraham y Sara. Sólo queda la tierra. Sara se convierte en el signo por el cual Canaán será reclamada para siempre por los descendientes de Abraham y Sara. A la muerte de Sara, Abraham compra una cueva a Efrón el Hitita en Canaán y la entierra allí (Génesis 23:1-20), puesto que resulta inverosímil que la madre y antepasada sea enterrada en suelo extranjero.

Rebeca
De igual manera, no es plausible que su hijo, Isaac, pueda casarse entre gente extranjera. Abraham lo despacha a sus parientes y a los de su mujer para encontrar una compañera aceptable, Rebeca. Isaac presenta la cobardía de su padre; como actuó el padre, actúa el hijo, Isaac está dispuesto a arriesgar la integridad de Rebeca por su propia seguridad (Génesis 26:1-11).

El papel de Isaac, a parte de engendrar a Esaú y Jacob, es pequeño en comparación con el de Rebeca. Es a Rebeca, no a Isaac, a quien Dios revela la naturaleza que lucha en su vientre, que el menor usurpará al mayor (Génesis 25:23). La preferencia de Isaac por Esaú no favorece el plan de Dios, pero el amor de Rebeca por Jacob es recompensado por la venta de la primogenitura por Esaú.

Además, gracias a sus maquinaciones, es Rebeca quien sirve de instrumento a la voluntad de Dios al obtener la bendición para Jacob en vez de para Esaú, y es Isaac quien se queda en la oscuridad ante los planes de Dios. Esaú se casa entre extranjeros, los Hititas (Génesis 26:34-35). La enemistad entre los dos hermanos, que comenzó en el vientre de Rebeca, continúa como un motivo que se repite y que causa que Jacob se refugie con los parientes de Rebeca para encontrar una esposa aceptable, Raquel.

Jacob y Raquel se convierten en los padres de las tribus que forman el pueblo hebreo. Es a través del primer hijo de Raquel, José, que la bendición, la progenie y la tierra alcanzarán un cumplimiento intermedio en Egipto. Raquel es la verdadera esposa de Jacob, aquella que él desea y ama más, y la madre de José y Benjamín. Raquel es aquella de quien Dios se acuerda al abrir su vientre con José y accediendo a su deseo por segunda vez con Benjamín antes de su muerte en el parto (Génesis 30:23-24; 35:16-18).

Además, su cuerpo se convierte en otra marca para reclamar Canaán, cuando Jacob la entierra en Belén (Génesis 35:19; 48:7). Y aunque cada tribu no está ligada a Raquel directamente, los progenitores de la prosperidad en Egipto son sus dos hijos, José y Benjamín. Sin Raquel, es imposible concebir la fortuna y fertilidad de los hebreos como la descubrimos al inicio del Éxodo.

A partir de Eva, Sara, Rebeca y Raquel se constituye y prospera todo un pueblo. Cuando es oprimido y esclavizado aquel pueblo, son las mujeres –Sifrá y Puá, las parteras, la hermana no nombrada del Faraón y la madre no nombrada de Moisés- quienes protegen al futuro líder de los hebreos, Moisés, a quien Dios escoge para guiar a su pueblo al cumplimiento de la elección en la tierra prometida, porque Dios ha oído el grito de sus súplicas (Éxodo 3:7). La elección del pueblo hebreo es precursora de la redención de todos los pueblos en Jesucristo. Y al igual que las mujeres juegan un papel vital en la elección, también juegan un papel vital en la redención.

El redimido
El Nuevo Testamento es la historia de la redención. Es la historia de la redención de todos –hombres y mujeres- por Dios. En el centro de la redención, por supuesto, está el Redentor, Jesucristo, uno con el Creador, el Padre, y el Santificador, el Espíritu Santo. Los santos evangelios tienen como objetivo describir las palabras y hechos inmediatos del Redentor, así como otros libros cuentan las palabras y hechos de sus apóstoles y discípulos.

Hablar de cualquier persona, hombre o mujer, después de la venida del Verbo encarnado, es hablar de él o de ella en relación con dicho Verbo. Específicamente, los evangelios hablan de una serie de hombres y mujeres en la vida y obra de Jesús, en donde la elección del Padre es transubstanciada en la Redención por el Hijo a través del Espíritu Santo.

No hay mayor exaltación de la raza humana que el hecho de que el Hijo de Dios se haga hombre y nazca de mujer. No hay ser humano más cercano a Dios que su madre, María, quien como Theotokos lo lleva en su seno con un amor más allá de las palabras. María es la mujer más importante en el orden creado y por fuerza la más importante mujer de la Biblia.

María es la «nueva Eva», con cuyo fiat el plan de Dios para la redención se pone en marcha para que las faltas que comenzaron con la primera Eva puedan ser expiadas en su Hijo. Es en el momento de su obediencia sacrificial en la Cruz cuando Jesús confía la Iglesia a su madre y su madre a la Iglesia (Juan 19:25-27). Esta exaltación de su madre manifiesta la importancia de las mujeres en su vida y provee el paradigma de su relación de respeto y compasión con las mujeres.

Hay mujeres en los momentos más significativos de la vida de Jesús. Isabel, con Juan Bautista todavía en su vientre, es la primera mujer (además de María) en adorarlo y en reconocer el cumplimiento de la promesa de Gabriel a María (Lucas 1:42-45).

Y es la voz de Raquel la que entona el luto por los Santos Inocentes (Mateo 2:16-18; ver Jeremías 31:15; 40:1), cuya matanza por Herodes es la prefiguración del rechazo de Israel y del asesinato del Mesías en la Cruz. Hay más mujeres que hombres a los pies de la cruz (Mateo 27:55-56; Marcos 15:40-41; Lucas 23:49; Juan 19:25-27).

Se recuerdan más las actividades de las mujeres ocurridas inmediatamente después que las de los hombres (Mateo 27:61; Marcos 15:47; Lucas 23:55-56; ver Juan 19:40-42). Las mujeres están entre los primeros testigos de la Resurrección (Mateo 28:1-6; Marcos 16:1-12; Lucas 24:1-12; Juan 20:1-2, 11-18). Por lo tanto, las mujeres están presentes de manera substancial en la Encarnación y en la Redención.

Hay también mujeres que son muy significativas en el ministerio terrenal de Jesús como beneficiarias de su respeto y compasión. Según Lucas (8:1-3), había muchas mujeres discípulas de Jesús, que viajaban junto con Él.

De hecho, el recuerdo de la presencia de Jesús en la casa de Marta y María, donde Jesús tendría más mujeres escuchando sus enseñanzas que ocupándose de otras cosas, ilustra el respeto de Jesús por las mujeres (Lucas 10:38-42; ver Juan 11:1); puesto que deben cooperar en su propia salvación, las mujeres necesitan aprender de Jesús tanto como cualquier otra persona.

De igual manera, las mujeres necesitan reformar sus vidas. Juan (4:7-42) recuerda el respetuoso encuentro de Jesús con una mujer samaritana. Queda claro que Jesús sabe que ella es una samaritana, y muy pecadora, pero él no la regaña. Por el contrario, le explica quién es Él y lo que significa su venida. Los discípulos de Jesús no lo entienden, pero el Señor sabe exactamente con quién está tratando y a través de esta mujer muchos samaritanos llegaron a creer (Juan 4:39).

Jesús pone también de relieve la generosidad y ejemplo de una pobre viuda como una lección para sus discípulos (Marcos 12:41-44; Lucas 21:14). Quizás el retrato más llamativo del respeto de Jesús por las mujeres (y amor por las pecadoras) se dibuja cuando pone a una prostituta como un ejemplo para Pedro (Lucas 7:36-50). En la cena en la casa de un fariseo, una prostituta limpia los pies de Jesús con sus cabellos y lágrimas y los unge con aceite. Lucas indica que es el fariseo el que cuestiona a Jesús en su interior, pero es a Pedro a quien se dirige la lección sobre el pecado y el perdón.

De esta manera, la compasión de Jesús por las mujeres es ilimitada. Él levanta a la hija de Jairo de la muerte (Mateo 9:18-19, 23-26; Marcos 5:21-24, 35-43; Lucas 8:40-42, 49-56) y al hijo de la viuda de Naín (Lucas 7:11-17). Al ver a una mujer doblada por la enfermedad, no puede dejarla sin curar, aunque ella no pidió su compasión e incluso auque el hecho pueda levantar la ira de algunos al realizarse en Sábado (Lucas 13:10-13; ver Mateo 12:11-12; Juan 5:1-18). La compasión de Jesús por las mujeres no se limita a las hijas de Israel, puesto que Jesús arranca un demonio de la hija de una mujer sirofenicia (Mateo 15:21-28; Marcos 7:24-30).

Posiblemente el momento en que más se mueve a compasión Jesús tiene lugar en Juan 8:1-11. Jesús está enseñando en el templo cuando los escribas y fariseos le llevan a una mujer que había sido sorprendida en adulterio; su intención es apedrearla, porque su culpabilidad está clara y la ley de Moisés así lo prescribe.

Pocas son las palabras de Jesús: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra». A sus palabras, ellos se marchan, pero la mujer se queda de pie frente a él. Y Jesús dice a la mujer adúltera palabras que resumen su compasión hacia la raza humana que Él redime – «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más».

El testimonio bíblico de las mujeres
El escenario del testimonio bíblico de las mujeres muestra cómo comparten íntimamente con los hombres los momentos bíblicos más significativos. En todos, por lo que resulta vano intentar separar el testimonio de las mujeres del de los hombres o viceversa. Los acontecimientos bíblicos transcendentales de la elección y de la redención no tienen diferencias de sexo; son momentos de una identificación entre Dios y la humanidad que como mejor se entienden es de acuerdo a una experiencia humana unificada, más que de acuerdo a alguna posible forma de tensión entre el hombre y la mujer.

Sin embargo, en el momento en que podemos distinguir las figuras bíblicas para aprender de los éxitos o errores de nuestros predecesores en la fe, nos damos cuenta que tenemos mucho que aprender del testimonio de las mujeres bíblicas. Tres temas generales resultan evidentes: el lugar de la humanidad en la elección de Dios, el lugar de la humanidad en la redención del Señor; y la fundamental dignidad de la humanidad.

Primero, los hombres y las mujeres son instrumentos en la elección de Dios desde los inicios. La historia del acto creativo de Dios es tanto una historia sobre Eva como sobre Adán. La preparación del pueblo elegido por Dios es tanto una historia sobre Sara, Rebeca y Raquel como sobre Abraham, Isaac y Jacob. Todo lo que comienza con la teofanía de Dios a Moisés en Éxodo 3 se ha preparado en concierto con los hombres y las mujeres de su elección, para que Israel pueda convertirse en «un reino de sacerdotes, una nación santa» (Éxodo 19:6; ver Isaías 61:6).

El Antiguo Testamento proclama un principio divino sobre la preocupación de Dios por su creación. Es una preocupación que coloca a los seres humanos –tanto hombres como mujeres- en una relación con Él, gracias a la cual pueden participar en una asociación con Él, a pesar del pecado original y anticipar su redención por Él en la persona de su Hijo.

Los hombres y las mujeres participan en igualdad en su promesa de bendición, de progenie y de tierra hecha a Abraham. También son herederos en su significado más profundo de la promesa inicial, una realidad velada en el Antiguo Testamento y revelada en el Nuevo: que obtendrán no sólo bendición sino también la redención, no sólo progenie sino también vida eterna, y no sólo tierra aquí sino también un hogar en el cielo.

Segundo, los hombres y las mujeres son instrumentos en la redención del Señor. Al igual que Dios permitió su participación en el Antiguo Testamento, también permite su participación en la vida y la labor terrenal del Redentor. Dado el carácter único de la persona y naturalezas –divina y humana- de Jesús, no existe analogía alguna con cualquier hombre o mujer que resulte ilustrativa, ni hay hombre o mujer que se le pueda comparar.

No importa lo digno que se vuelva un hombre o una mujer por su imitación de Cristo, no importa cuánto merezca un ser humano la dulía, la latría sólo se debe a Dios –Padre, Hijo y Espíritu. Sin embargo, con relación a esto, la Bienaventurada Virgen María se queda sola en medio de los seres humanos. Su papel clave en la elección y en la redención es singular. Por la divina providencia, María merece nuestra hiperdulía. Como Eva era «la madre de todos los vivientes» (Génesis 3:20) en un sentido natural, María es la madre del Redentor y madre de los redimidos, es decir, «la madre de todos los vivientes» en un sentido sobrenatural.

La elección llega a su plenitud de manera maravillosa en la redención. Por eso, Pedro puede reinterpretar correctamente la comprensión de Éxodo 19:6 por la que Israel se constituye en el nuevo Israel, la Iglesia, «linaje elegido, sacerdocio real, nación santa» (1 Pedro 2:9). En la nueva situación, como apunta Pablo, «ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si sois de Cristo, ya sois descendencia de Abraham, herederos según la Promesa» (Gálatas 3:28-29).

Finalmente, la bondad del Señor para su pueblo, hombres y mujeres, ejemplifica la realidad de la dignidad humana en el orden creado. Desde el principio, hombres y mujeres fueron hechos a «imago Dei», y gracias a la Encarnación todos los hombres y mujeres están invitados a participar de los frutos de la Pasión y la Resurrección. La imagen que nos presenta el Antiguo Testamento de las mujeres hace obvia el respeto y compasión de Dios por ellas.

Con respecto a nuestra edad contemporánea, al comenzar el tercer milenio del cristianismo, las mujeres deben ver su papel en la historia de la salvación como algo crítico para la revelación y redención de Dios. Las mujeres necesitan centrarse en los beneficios de Dios para con ellas, especialmente en su elección de una mujer como la madre de su Hijo. La cima de la gratuidad de Dios y el testimonio colectivo de la Biblia demuestran la importancia de las mujeres en la voluntad salvífica de Dios.

Desde el principio, hombres y mujeres han sido llamados a la unión con Dios. De hecho, es una mujer, hablando a otras mujeres, quien resume todo el testimonio bíblico presentado a la humanidad, cuando Isabel dice a María: «¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (Lucas 1:45).

Juan Marse Caligrafia de Sueños

Ajuste de cuentas


La señora Mir se empeña en ser feliz. Una alocada aspiración que sostiene en la descarnada escena de la posguerra. Juan Marsé revive su adolescencia en la novela Caligrafía de los sueños.

El despacho de Juan Marsé está lleno de memoria. No podía ser de otra manera. El escritor, recreador en su obra de la memoria personal y colectiva de una ciudad y de una época, es dueño de un universo estético determinante en la literatura española del siglo XX. Entre libros, fotografías de estrellas del cine de los años cincuenta, de escritores como Camus y Stevenson, y de familiares, salta a la vista un retrato de Fred Aguilar. En él aparece sentado, con las piernas cruzadas y muy atractivo, el poeta Jaime Gil de Biedma. Juan Marsé, mientras dibuja una sonrisa contagiosa, explica: "Lo heredó Josep Madern y me lo regaló poco antes de morir. Cuando Jaime miraba este retrato solía decir, no me parezco, pero dentro de veinte años, me pareceré"

Juan Marsé
Juan Marsé
A FONDO

Nacimiento:
08-01-1933

Lugar:
Barcelona

* Documento: Primeras páginas de Caligrafía de los sueños, de Juan Marsé.

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* webs en español
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"La señora Mir busca la felicidad. Lo hace de forma algo alocada y ridícula, pero está en su derecho"

"Más que eso; yo opino que la búsqueda de la felicidad es una obligación del ser humano"

"Lo importante de una novela es que te transmita una experiencia relacionada con la vida"

Seis años después de Canciones de amor en Lolita's Club, Marsé (Barcelona, 1933, premio Cervantes 2008) reaparece con una novela de reencuentros con su imaginario: Caligrafía de los sueños (Lumen). En ella se hallan la escenografía real mítica de su barrio, la novela de formación, las aventis, el inconfundible estilo de una prosa ásperamente perfecta, una historia de amor y un niño que se enfrenta a descubrimientos y a decisiones. Hay ciertas similitudes entre la biografía de Marsé y la adolescencia de Ringo, por eso es inevitable la primera pregunta.

PREGUNTA. ¿Estamos ante la novela de su vida?

RESPUESTA. Pues no. No conseguiría distinguir eso que se llama novela de una vida porque puede que más adelante escriba otra que merezca esa distinción. Se me escapa el concepto. No obstante, sí tiene algo de recapitulación de unos temas habituales en mi narrativa. Temas y subtemas que remiten a otras novelas, y aún más la escenografía. Quería hacer algo diferente, pero ha salido esto.

P. En Caligrafía de los sueños vuelve a ser determinante la adolescencia.

R. La infancia y la adolescencia son importantes para todo el mundo, no sólo para los escritores. En esta novela se cuenta el tránsito de la adolescencia al umbral de lo que será la madurez, pero no lo considero el tema central. Para mí, el tema central es la señora Mir.

P. En la página 20, Ringo intuye que "lo inventado puede tener más peso y solvencia que lo real, más vida propia y más sentido, y en consecuencia más posibilidades de pervivencia frente al olvido".

R. Eso es un homenaje a la ficción. A veces hay más verdad en la ficción literaria que en la realidad cotidiana. Por ejemplo, a menudo leo cosas en la prensa que no me las acabo de creer. Lo diré de otro modo: para mí, Madame Bovary es más real que doña Esperanza Aguirre, pero insisto, no es más que un homenaje a la ficción narrativa.

P. Ringo trabaja en un taller de joyería, actividad que usted también desarrolló. Una vez más, su prosa parece limada, no sobra ni falta nada. ¿Le influyó ese trabajo a la hora de pulir la prosa?

R. En el taller aprendí a trabajar artesanalmente, con mucha paciencia, era un trabajo muy de manitas que aparentemente no tiene que ver con la escritura. Pero yo juraría que sí tiene que ver: el gusto por escribir a mano y la buena caligrafía... yo sé que esto hoy empieza a ser historia, pero no estoy seguro de que sea superfluo. Todo lo que tenga que ver con escribir a mano me gusta: plumas, bolígrafos, libretas... no sé, serán resabios de la época en que, en mi caso, no había ni máquina de escribir.

P. El padre de Ringo desinfecta cines. Está obsesionado con exterminar unas ratas curiosamente azules...

R. Lo único que puedo decir al respecto es que mi padre trabajó en los servicios municipales de higiene, desinfección y desratización de locales públicos. Me tuve que informar de los métodos de sesenta años atrás para acabar con las ratas azules que al parecer abundaban y eran muy vistosas.

P. Como contrapunto, en los carteles de esos cines aparece una gata como salida de El embrujo de Shanghai.

R. De alguna manera Shanghai era un nombre que en aquel entonces estimulaba la imaginación, la aventura y ese exotismo oriental de Las mil y una noches. En el cine Selecto (muy presente en la novela) pasaban dos películas y varietés. Salía un mago disfrazado de chino, luego un baturro, luego una cupletista... todo muy variado... y luego también una vedette disfrazada de gata con botas que, la verdad, ahora no la veo muy oriental, pero en fin...

P. Ringo y sus amigos viven con verdadero entusiasmo las aventis.

R. Hay un capítulo dedicado a la aventis. Jugábamos a contar aventis cuando no teníamos ni siquiera una pelota de trapo. Contábamos mentiras... es un juego, tenía que ser así. No veo necesidad de explicar en qué consistía exactamente porque está en casi todas mis novelas. Por supuesto, sólo se justifica si hace avanzar la acción o perfila mejor algunos rasgos de los personajes... En fin, si aporta algo al asunto del que trata la obra.

P. La señora Mir sufre un desengaño, pero insiste a Paquita, la dueña del Bar Rosales, que la felicidad hay que buscarla cueste lo que cueste.

R. La señora Mir, personaje central de esta historia, busca la felicidad. Lo hace de forma algo alocada y ridícula, pero está en su derecho. Más que eso; yo opino que la búsqueda de la felicidad es una obligación del ser humano. El padre de una amiga mía decía que quería escribir unas memorias y titularlas Hem vingut a aquest mon a passar l'estiu (Hemos venido a este mundo a pasar el verano) y siempre me ha gustado esa idea.

P. A Ringo le pasa lo mismo que a usted, que va al conservatorio de la calle Bruch y no le permiten estudiar solfeo...

R. A Ringo le fastidia que no le dejen estudiar en el Conservatorio Municipal de Música. Por su cuenta consigue aprender un poco de solfeo, es decir, a leer partituras..., pero en su casa no hay dinero. Un cura de mi parroquia, Mosén Amadeo Oller, me enseñó a leer música, luego tomé clases durante algún tiempo hasta que tuve que dejarlo, y lo dejé. En aquel entonces hubiese preferido ser músico y no escritor.

P. Pero alguna satisfacción encontrará en la literatura.

R. Mira, en todas las entrevistas que me hacen se plantea una contradicción flagrante por parte mía: el tema es mi propia persona y mi obra, pero resulta que hablar de mi persona y de mi obra es lo que más me aburre en el mundo, y además recuerdo aquel consejo de Hemingway que dice: "No hables de lo que escribes, porque si lo haces tocarás algo que no debes tocar, y eso se hará pedazos y no te quedará nada". Claro, parece incongruente que se entreviste a un escritor y diga esto, pero toma nota.

P. En Caligrafía de los sueños volvemos a encontrarnos con un personaje que viene de vuelta de muchas cosas, Abel Alonso, ex futbolista, que parece recién salido de una reunión en el Alsaka con los personajes de Si te dicen que caí, y que recuerda a Jan, el ex boxeador de Un día volveré.

R. Son observaciones de mi experiencia en las tabernas del barrio. Bebedores solitarios en actitud reflexiva o depredadora, era una imagen común de hombres derrotados en esa época. Yo trabajo con imágenes. No con ideas. Yo no digo voy a hacer una novela de derrotados de mi barrio. Yo tengo una imagen en la memoria, y esa imagen me sugiere una historia.

P. También se reencuentra con su escenografía tradicional, ese barrio de su infancia que ya es infinito.

R. Yo trabajo sobre un mapa urbano real. Trabajo sobre jardines de verdad con ranas de cartón. Todo tiene que ser real, los nombres de las calles, los cines..., pero lo que allí sucede y los personajes es inventado.

P. ¿Puede la literatura servir para ajustar cuentas?

R. Con la vida. La literatura es un ajuste de cuentas con la vida, porque la vida no suele ser como la esperábamos. Uno busca un sentido a todo esto y a la vez un vago placer estético. ¿Por qué tomarnos tanto trabajo si la literatura no puede cambiar el mundo, no influye en la mejora de nada, ni siquiera cuando denuncia los peores crímenes de la humanidad? No lo sé, pero su origen y su fin está en dar testimonio, tanto de las pesadillas como de los sueños felices de todos nosotros.

P. Ringo siente el impulso de escribir: "Cree que solamente en ese territorio ignoto de la escritura y sus resonancias encontrará el tránsito luminoso que va de las palabras a los hechos...".

R. Ringo está en conflicto con la realidad: no la acepta, la repudia. Sin embargo, llegará un momento en que tendrá que pactar con ella y lo hará de una forma singular, mediante la impostura. Es la reflexión de un lector en la época peor de la represión franquista. En los cuarenta, un refugio eran los libros. Los territorios preferidos de Ringo son los de las novelas.

P. La posguerra significó un duro retroceso cultural y dejó a una generación sin oportunidades. ¿Por eso le atrae esa época?

R. No invento absolutamente nada si digo que el franquismo fue un atraso que nos remite al siglo XIX, pero si hablo de esa época no es por eso. Tiene que ver con mi infancia y mi adolescencia. Y una serie de hechos importantes de la vida de mi familia es consecuencia de los problemas de esa época. Claro que me hubiera gustado nacer en otro país y en otra época y hasta con otro sexo, por supuesto, pero justo me tocó esto, mira que es mala suerte...

P. ¿Qué lugar ocupa la memoria en su obra? ¿Qué opinión le merece la ley de memoria histórica?

R. ¿Qué otra cosa hace un escritor sino trabajar con la memoria? ¿Qué es un escritor si no es memoria? Estoy totalmente a favor de la ley.

P. ¿Qué considera de suma importancia en una novela?

R. Lo importante de una novela es que te transmita una experiencia relacionada con la vida. Debe ser por eso que he perdido el gusto por el género de la ciencia-ficción, aunque reconozco que hay grandes autores en ese género, pero especular con mundos que no existen no me convence. Me considero un escritor condenadamente realista. Y distingo muy bien entre imaginación y fantasía: lo primero me estimula, lo segundo sólo me entretiene. Tampoco me gusta la novela de ideas. Pero, por encima de todo, en una buena novela lo que brilla no es el intelecto, es otra cosa.

P. También nos reencontramos con bailes populares como el de la Cooperativa La Lealtad. ¿Le gustaba ir?

R. La Cooperativa La Lealtad estaba en lo que hoy es el Teatre Lliure, en Gràcia. Era uno de tantos bailes que tenían que ver con asociaciones culturales obreras, tenían lugar los domingos por la tarde. Necesitaba recuperar ese escenario y busqué información sobre él. Yo acudí un par de veces a los 16 años...

P. Entonces queda claro que el tal Marsé que en Últimas tardes con Teresa aprovecha el bullicio de un baile para pellizcar el culo de la joven burguesa era usted.

R. Sí, era yo. Me di ese gustazo.

Ser mujer en el Opus Dei (Isabel de Armas)

Ser mujer en el Opus Dei (Isabel de Armas)
Ser mujer en el Opus Dei es un testimonio personal de los años que la autora fue miembro del Opus Dei. Si toda memoria, como decía el conocido escritor Jesús Pardo, “trata de reconstruir un pasado de cuya realidad no hay otra constancia que la memoria misma”, sorprende la aventura de esta mujer que, transcurridos ya treinta años desde su salida de la Obra, se lanza a recordar aquellos ocho años que pasó como Numeraria.

Un empeño difícil, e incluso temerario si se publica con un título –Ser mujer en el Opus Dei– que expresa la pretensión de describir la manera de vivir de toda mujer en esa institución de la Iglesia. La sorpresa va en aumento cuando se comprueba que la propia autora reconoce que su experiencia en la Obra es muy corta, nada más que ocho años, durante los que no conoció al Fundador ni tuvo responsabilidades de gobierno e incluso careció de un conocimiento de primera mano de los distintos aspectos de la vocación de las mujeres del Opus Dei.

El libro, siguiendo la ficción de una relación epistolar con una chica joven, empieza con un tono intimista y aparentemente respetuoso con las personas. Pero se rompe enseguida esa línea de moderación en los juicios cuando propone, como paradigma para comprender el Opus Dei, el recuerdo histórico del Partido Nazi y del Partido Comunista de Stalin. Es tan desmesurada la comparación de una institución de la Iglesia –por mucho que a uno no le guste– con esas organizaciones criminales y responsables de los peores genocidios, que se hace difícil creer en la objetividad del testimonio de la autora. Pues no es una comparación desafortunada deslizada en una página, sino que es un paralelismo constante en todo el libro.

El testimonio personal de la autora, escrito con oficio, se ve lastrado con frecuencia por extensas disquisiciones psicológico-teológicas que acaban por cansar al asemejarse, en ocasiones, a un catálogo de lecturas. Además, lo limitado de su experiencia personal obliga a la autora a recurrir a la reproducción de pasajes enteros de la conocida batería de libros denigratorios publicados alrededor de 1992 –con ocasión de la beatificación de S. Josemaría Escrivá– para poder aportar anécdotas negativas, pues ella reconoce no haber presenciado nada especialmente relevante. También intenta paliar su desconocimiento de la realidad completa del Opus Dei, desde un punto de visto histórico-teológico, acudiendo a largas citas de antiguos estudios sociológicos que interrumpen el ritmo narrativo, sin aportar argumentos originales.

“La memoria es la criba de nuestra inteligencia, que es la criba de nuestra sensibilidad”, sigue citando el memorialista Jesús Pardo. Los años de transición entre la década de los sesenta y la de los setenta fueron muy convulsos, de revolución sexual y posconcilio, y la autora describe cómo fue adoptando posiciones feministas cada vez más extremas, hasta llegar a la actualidad donde afirma su conformidad con el divorcio y el sacerdocio femenino. Desde esa sensibilidad enjuicia ahora sus años en el Opus Dei. A la vista de su evolución posterior no resulta extraño que tomara la decisión de no hacer la incorporación jurídica definitiva al Opus Dei, y que comenzara un itinerario ideológico que le llevó a las Comunidades de Base y a la coincidencia intelectual con los teólogos del entorno de la asociación Juan XXIII. De hecho, la última parte del libro es un amplio comentario de sus lecturas de los teólogos de la liberación y del magisterio de Hans Küng.

Al tratarse de unas memorias, el respeto debido a la subjetividad de unos recuerdos personales no impide que la consideración de los hechos relatados pueda poner en duda las interpretaciones de la persona que los escribe. En la evocación de aquellos años sesenta vividos intensamente por la autora, llama la atención el contraste entre la libertad que preside siempre su actuación mientras es miembro del Opus Dei, y las reiteradas acusaciones de autoritarismo y falta de autonomía de la vida en la Obra. Ella misma afirma que, en los momentos más importantes de su trayectoria vocacional en el Opus Dei –su petición de admisión, las diversas etapas de su incorporación jurídica y su posterior salida de la Obra– actuó con plena libertad y autonomía personal, no solo respetada sino fomentada por las directoras de la Obra. Por otra parte, sus acusaciones del control de la intimidad en el Opus Dei, no aparecen reflejadas entre sus recuerdos de aquellos años en los que gozaba con la lectura de los pensadores y teólogos más destacados por su oposición al magisterio de la Iglesia, y durante los que fueron casi constantes –según ella misma reconoce– sus críticas a las directoras y al régimen y estructura de la Obra.

El libro, en definitiva, no responde a las expectativas del título. No pasa de ser un ejercicio memorístico fuertemente influido por tomas de postura ideológicas, que no puede ser tomado en serio en su pretensión de explicar la riqueza existencial de la vocación eclesial de las mujeres de la Obra. Sus experiencias son las propias de aquellos que, en los agitados años del tardofranquismo español y las convulsiones posconcilares, tomaron derroteros cada vez más alejados del magisterio. Sus acusaciones y argumentaciones están tomadas de otros y fueron publicadas hace ya años. Algo se alcanza a entender de las razones que mueven a la autora cuando se cae en la cuenta de que la publicación del libro precedió en pocos días a la canonización en Roma del fundador del Opus Dei.

ISABEL DE ARMAS SERRA

JOSEMARÍA ESCRIVÁ Y PEDRO ARRUPE:

CARA Y CRUZ ¿DE UNA MISMA IGLESIA?



Isabel de Armas

2009, 460 páginas, Editorial IEPALA

Email: editorial@iepala.es







Reproducimos la introducción





INTRODUCCIÓN



José María Escrivá y Pedro Arrupe nacieron en la primera década del siglo XX, en 1902 y en 1907 respectivamente; uno, al pie del pirineo aragonés, en Barbastro, población de unos cinco mil habitantes, otro, en una villa tranquila y lluviosa, Bilbao, ciudad de ochenta y dos mil habitantes. José María era el segundo, pero el primer varón, de los seis vástagos que llegaron a tener José Escrivá (o Escriba) y Dolores Albás, y Pedro, el quinto y único varón, después de cuatro niñas, de los hijos de Marcelino Arrupe y Dolores Gondra. El padre de José María tenía en Barbastro un comercio de telas que quebró, su infancia fue, por tanto, la de un niño de pueblo en un hogar con serios problemas económicos. El padre de Pedro era arquitecto de profesión y, su infancia fue la de un niño de ciudad en un hogar de clase media bien instalada. Los dos formaban parte de familias muy religiosas, y ambos fueron educados en colegios de curas. José María deseaba ser arquitecto, después pensó hacerse carmelita y, por fin, y a pesar suyo, optó por el sacerdocio, tal vez por ser la salida más realista dadas sus circunstancias personales. Pedro eligió la carrera de Medicina, para curar cuerpos, pero, en cuarto curso descubrió que lo suyo era la cura de almas, y también decidió hacerse sacerdote; el primero, del clero regular y, el segundo, de la Compañía de Jesús. Escrivá cursó sus estudios en Logroño y en Zaragoza. Arrupe lo hizo en Loyola, en San Salvador de Oña y, más tarde, en Bélgica, Holanda y Alemania...


Ya sacerdotes, los dos jóvenes recién ordenados, soñaban con ensanchar su mundo hasta llegar a ser universales, para hacer llegar a Cristo hasta el último rincón de la tierra en un siglo dominado por los grandes descubrimientos de la ciencia y de la técnica; en un tiempo en el que el pensamiento y las ideas desbordantes son cada vez menos fijas; en un mundo dominado por guerras y masacres, y también por un utópico deseo de paz. José María Escrivá, hoy San Josemaría, fundó el Opus Dei para "poner a Cristo en la cumbre de todas las actividades humanas", y su organización consiguió convertirse, en pocos años, en la institución religiosa de la Iglesia católica más exitosa del pasado siglo. Pedro Arrupe, para seguir a Jesús y hacer que otros le siguieran, quiso ser misionero-jesuita, y lo fue durante veinticinco años, hasta el momento de ser elegido General de la Compañía, la orden religiosa y con más prestigio de la Iglesia católica.



Escrivá y Arrupe fueron hombres de fe; de esa fe que mueve montañas. El hacer de ambos nacía de su identificación personal con Jesucristo como viviente. Místicos: sus palabras brotaban de las comunicaciones del Señor en la oración y, aún más, en la contemplación. Ambos querían ser fieles a Dios que se les manifestaba con proximidad y luminosidad. Creían en un mismo Dios Trinitario: Dios creador de cielos y tierra, Dios con nosotros Jesucristo-, y Dios en nosotros -el Espíritu dador de vida-. Sin embargo, sus praxis acabaron por ser bien distintas.



Esto, en principio, no tendría que suponer mayor problema. En la Iglesia católica, a pesar de su estructura jerárquica, siempre ha habido un amplio pluralismo, expresado a través de escuelas teológicas, corrientes de espiritualidad, Iglesias nacionales, etc. Lo que quizá no había habido antes, o había habido en menor grado, era un pluralismo en el que las diversas instancias operan desde distintos paradigmas y se refieren a creyentes que, aun viviendo en el mismo meridiano de la historia occidental, parecen situados en mundos de valores distintos.



Un Dios con muchos nombres o con muchos rostros no es especialmente problemático mientras no sean recíprocamente excluyentes. En cambio, un Dios con dos rostros enfrentados sí que es desconcertante, problemático, y puede llevar a fuertes desaguisados y rupturas. Escrivá y Arrupe, en su madurez, llegaron a adoptar, en el terreno de la acción, posturas contrapuestas, hasta llegar a ser como la cara y la cruz de una misma moneda; dos estilos de vida, de praxis, dentro de una misma Iglesia.



La institución más nueva y la institución con más solera nunca se llevaron bien. Entre el año 1939 y el 1946, sus relaciones, en su momento, fueron calificadas de "tempestuosas". ¿Razones, motivos? Por competencias y semejanzas, por paralelismos. En los años de la posguerra española de 1936, los jesuitas tenían en España el monopolio en el apostolado universitario y en los núcleos dirigentes de la sociedad, y el Opus Dei llegó dispuesto a comerles todo el terreno posible. Con el paso del tiempo, los jesuitas sufrieron muchos cambios, sobre todo a raíz del concilio Vaticano II (1962-1965), y se abrieron, con el padre Arrupe ya al frente, a nuevos apostolados, dejando mucho campo libre; todo un campo que el Opus Dei ha ido, gradualmente, ocupando. Muchas fueron las razones religiosas y políticas que marcaron la controvertida trayectoria de Pedro Arrupe al frente de la Compañía de Jesús, durante los años clave del postconcilio. El interés que despierta su trayectoria está aún marcado por el entusiasmo de sus seguidores y por las reticencias de sus detractores. Para los primeros es "profeta de nuestro tiempo" y "testigo de justicia", para los segundos, pieza clave de todos los "desastres" y "tensiones" ocurridos en la Compañía durante sus años de generalato. El presente trabajo quiere ser un intento de aproximación al sacerdote, al misionero, al místico y al gobernante, dispuesto a afrontar, con creatividad y fidelidad, los retos que a su vocación como cristiano y como religioso planteaba la irrupción de un nuevo paradigma a escala mundial.



De San Josemaría, personaje complejo donde los haya -sobre todo por la gran leyenda que montó, o dejó montar, en torno suyo a lo largo de su vida-, de lo que no cabe duda es que, en su momento histórico, supo aglutinar y coordinar las tendencias de un importante sector de la sociedad -primero española y más tarde internacional- que necesitaba ser motivada, impulsada, pues notaba, de alguna forma, que el viejo régimen no tenía reprise. Cambiar la fachada, de momento, era suficiente para inyectar marcha al mismo: un traje nuevo para aparecer como algo novedoso por fuera pero, por dentro igual.



Comparando a los dos personajes, puede comprobarse que Arrupe era tradicional en lo íntimo y del todo avanzado en lo evangélico, y ahí radica su misterio y su magisterio. Renovador de la Compañía de Jesús con la histórica conjunción entre fe y justicia, conjunción absolutamente revolucionaria de la Iglesia contemporánea; un sacerdote místico que encontraba en la Eucaristía el referente esencial de su acción evangelizadora. Pedro Arrupe intentó por todos los medios que la Compañía fuese en su generalato como la que había sido durante varios siglos: la fuerza dinámica de la Iglesia, dispuesta a ocupar los puestos de vanguardia y abrir nuevos caminos de cara al futuro. Escrivá, por el contrario, estaba convencido de que lo importante era volver a lo de antes, a "lo de siempre", pero esforzándose para que eso fuera, o mejor, pareciera lo más "in"; que apareciera como tal. Eso le hizo decir a sus hijos, con dolor y amargura, en marzo de 1975, tres meses antes de morir: "Cuando yo me hice sacerdote, la Iglesia de Dios parecía fuerte como una roca, sin una grieta. Se presentaba con un aspecto externo que ponía enseguida de manifiesto la unidad: era un bloque de una fortaleza maravillosa. Ahora, si la miramos con ojos humanos, parece un edificio en ruinas, un montón de arena que se deshace, que patean, que extienden, que destruyen..."(AGP, RHF 21164, 28 de marzo).



Uno ofrece a los suyos un mundo de inseguridades y contradicciones, mientras que el otro les presenta un mundo de seguridades. Efectivamente, Escrivá ofrece un mundo de seguridades, mientras Arrupe anima a salir de éstas y entrar en caminos desconocidos. ¿Peligros? Inmovilismo, fundamentalismo y fanatismo, uno; activismo irresponsable, liberacionismo, y fanatismo también, otro. Arrupe sentía temor a "dar respuestas de ayer a cuestiones de hoy y de mañana". Escrivá tenía la seguridad de estar "puesto al día para siempre". Arrupe vivió preocupado por una puesta al día permanente. Escrivá lo hizo empeñado, sobre todo en los últimos años de su vida, en volver a lo de siempre: "aggiornamento es fidelidad", decía. Son como cara y cruz de una misma Iglesia.



La existencia o coexistencia de diversas doctrinas y, en ocasiones, hostiles entre sí no es necesariamente una calamidad. La variedad es a menudo una manifestación de vigor. En todo caso, es dudoso que la religión se pusiera más saludable y lustrosa con sólo que los creyentes se plegaran a una concepción única, o con sólo que consintieran en adoptar una nomenclatura unificada. La Iglesia es por esencia múltiple, multiforme, plural y pluralista. En ella han de caber desde los más conservadores hasta los más progresistas, pasando por todos los estadios intermedios y sin que ninguno de ellos se haga dueño absoluto de la situación.



Con mi trabajo no pretendo abarcar la totalidad de los aspectos de las ricas vidas de mis personajes ni de sus obras. Para ello haría falta un mayor volumen de páginas y una erudita formación multidisciplinar de la que, para desgracia del lector y de mis personajes, carezco.



He dividido mi libro en dos partes:



En la primera trato las líneas exteriores, la vida externa de mis personajes; y, puesto que ambos han recorrido la casi totalidad del siglo XX (Josemaría Escrivá falleció el 26 de junio de 1975, y Pedro Arrupe el 5 de febrero de 1991), comienzo cada capítulo de esa primera parte presentando un resumen de los acontecimientos históricos, culturales, políticos, militares y religiosos más importantes de cada decenio de ese siglo.



En la segunda parte trato las líneas interiores, la vida interior de los mismos. A través del contenido de su obra escrita, pretendo poner de manifiesto la interioridad de uno y de otro, apuntando similitudes y diferencias.



Un escéptico amigo me preguntó recientemente: -¿Qué quieres conseguir con este difícil trabajo? ¿Conciliar dos posturas que, hoy por hoy, son irreconciliables? Es una tarea complicada porque puede resultar una historia del bueno y el malo; historia en la que se noten demasiado tus simpatías y tus antipatías, con lo cual puede ocurrir que no satisfagas ni a los partidarios de uno ni a los del otro.



Mi respuesta fue: Bueno, aun así, correré el riesgo.





ISABEL DE ARMAS SERRA