domingo, 30 de diciembre de 2012

Mar Cantero Sanchez escribe en Cosmopolitan


“El árbol de los pájaros alegres”, de Mar Cantero

  
Y para continuar con la buena racha que hace creer esta ya gran familia, hoy os traemos la información de una nueva autora que ha decidido unirse a Adarde: Mar Cantero y con su obra “El árbol de los pájaros alegres”. Os dejamos pues con información sobre ella y el libro.
Mar Cantero Sánchez nace en Madrid en Abril del 68. Hace diez años, decide dejar Madrid y se traslada a un pueblecito de la Costa Blanca para estar cerca del mar. Es escritora y articulista, escribe mensualmente en las revistas COSMOPOLITAN y Psicología Práctica, entre otras revistas culturales. Antes escribió para Mente Sana e Integral. Es coach personal, creativa y literaria. Hace años creó sus propios talleres de Escritura Creativa (de los que escribió dos libros) y de Desarrollo personal a través de la escritura (de donde surgió su último libro ESCRIBE PARA SER FELIZ), porque sabe que escribir es terapéutico y una maravillosa herramienta para ayudarse a una misma. Ha ganado varios premios literarios, entre ellos: Finalista del Ateneo Joven de Sevilla en el año 98 y Finalista en el Premio ELLAS, con su novela romántica “El árbol de los pájaros alegres”, que vuelve a reeditarse en breve con otra editorial. Ha publicado seis libros, relatos, poemas, y cientos de artículos, pues escribe desde la infancia.
SINOPSIS:
Jose vive en Madrid, le gusta hacer fotos, está casada desde muy joven y no es feliz. Quiere tener un hijo pero su marido no está dispuesto por el momento. Por ello, decide alejarse un tiempo y acompañar a su tía en su reciente viaje de vuelta a Sevilla. Rosana es sevillana, trabaja en una perfumería del centro para pagarse sus clases de pintura. Ha tenido muchas relaciones y ahora está enamorada de su profesor, que acaba de dejarla por otra mujer. Ambas, primas políticas, se reencuentran en la maravillosa ciudad de Sevilla durante la Semana Santa, tras haberse visto solamente una vez en su infancia. Juntas descubren que el amor es diferente a lo que han conocido hasta ahora y que durante todo este tiempo, no han sido ellas mismas, sino como quisieron los hombres de su vida. Comprenden que en realidad no habían estado nunca enamoradas, pues ahora saben lo fácil que es confundir la atracción sexual con el amor. Con la sensación de haber vivido equivocadas toda su vida, saben que ha llegado el momento de tomar una gran decisión y probar caminos nuevos que las llevarán a quitarse las capas protectoras de su piel y de su corazón, y a abrirse a nuevas experiencias que las llenarán de felicidad y a conseguir la libertad que anhelan. ¿Cómo reaccionarán sus familias? Jose aún tiene que vérselas con Eduardo, su marido, y explicarle la nueva situación. ¿Será capaz de dejarle? Rosana forma parte de una familia numerosa en la que su madre dirige la vida de todas sus hermanas. ¿Se atreverá a decirle que ha llegado el momento de independizarse y salir de casa? Menos mal que las dos tiene un gran sentido del humor que las salva en los peores momentos. Entre risas y con mucho humor, se desarrolla esta doble historia romántica, entretejida con sorpresas y personajes divertidos, que crean situaciones de lo más caótico y humorístico, en el marco de la ciudad de Sevilla en primavera, donde huele a jazmines y los turistas ingleses se sientan en las mesas ocupadas de las terrazas, con el consabido cabreo de los españoles. Y es que, muy pocos conocen esta gran verdad, que: “Spain is diferent.”

Mario Vargas LLOsa sobre Jean Paul SARTRE


Sartre y sus ex amigos

PIEDRA DE TOQUE. Era un soberbio polemista; pero después de veinte años de leerlo y estudiarlo

con devoción, quedé decepcionado de sus vaivenes ideológicos, sus exabruptos políticos y su logomaquia

Estaba ordenando el escritorio y un libro cayó de un estante a mis pies. Era el cuarto volumen de Situations (1964), la serie que reúne los artículos y ensayos cortos de Sartre. Lo encontré lleno de anotaciones hechas cuando lo leí, el mismo año que fue publicado. Comencé a hojearlo y me he pasado un fin de semana releyéndolo. Ha sido un viaje en el tiempo y en la historia, así como una peregrinación a mi juventud y a las fuentes de mi vocación.
Sus libros y sus ideas marcaron mi adolescencia y mis años universitarios, desde que descubrí sus cuentos de El muro, en 1952, mi último año de colegio. Debo haber leído todo lo que escribió hasta el año 1972, en que terminé, en Barcelona, los tres densos tomos dedicados a Flaubert (El idiota de la familia), otra de las tetralogías que dejó incompletas, como las novelas de Los caminos de la libertad y su empeño en fundir el existencialismo y el marxismo, Crítica de la razón dialéctica, cuya síntesis final, prometida muchas veces, nunca escribió. Después de veinte años de leerlo y estudiarlo con verdadera devoción, quedé decepcionado de sus vaivenes ideológicos, sus exabruptos políticos, su logomaquia y convencido de que buena parte del esfuerzo intelectual que dediqué a sus obras de ficción, sus mamotretos filosóficos, sus polémicas y sus úcases, hubiera sido tal vez más provechoso consagrarlo a otros autores, como Popper, Hayek, Isaías Berlin o Raymond Aron.
Sin embargo, confieso que ha sido una experiencia estimulante —algo melancólica, también— la relectura de su polémica con Albert Camus del año 1952, sobre los campos de concentración soviéticos, de su recuerdo y reivindicación de Paul Nizan, de marzo de 1960, y del larguísimo epitafio (casi un centenar de páginas) que dedicó a la memoria de su compañero de estudios, aventuras políticas y editoriales, amigo y adversario, el filósofo Maurice Merleau-Ponty (1961).
Era un soberbio polemista y su prosa, que solía ser siempre inteligente pero seca y áspera, en el debate se enardecía, brillaba y parecía insaciable su afán de aniquilación conceptual de su contrincante. No se equivocó Simone de Beauvoir cuando dijo de él que era “una máquina de pensar”, aunque habría que añadir que ese intelecto desmesurado, esa razón razonante, podía ser también, por momentos, fría y deshumanizada como un arenal. Leída hoy, no cabe la menor duda de que su respuesta a Camus era equivocada e injusta, y que fue el autor de El extranjero quien defendió la verdad, condenando la muerte lenta a que fueron sometidos millones de soviéticos en el gulag por el estalinismo a menudo por sospechas de disidencia totalmente infundadas y sosteniendo que toda ideología política desprovista de sentido moral se convierte en barbarie. Pero, aun así, los argumentos que esgrime Sartre, pese a su entraña capciosa y sofística, están tan espléndidamente expuestos, con retórica tan astuta y persuasiva, tan bien trabados e ilustrados, que suscitan la duda y siembran la confusión en el lector. Arthur Koestler pensaba en Sartre cuando dijo que un intelectual era, sobre todo en Francia, alguien que creía todo aquello que podía demostrar y que demostraba todo aquello en que creía. Es decir, un sofista de alto vuelo.
Sartre considera a Nizan como un ejemplo, porque rompe moldes ideológicos
La evocación de Paul Nizan (1905-1940), su condiscípulo en el liceo Louis le-Grand y en la École Normale Supérieure, a quien lo unió una amistad tormentosa, es soberbia y —adjetivo que rara vez merecían sus escritos— conmovedora. Hijo de un obrero bretón que, gracias a su talento, recibió una educación esmerada, Nizan fue muchas cosas —un dandi, un anarquista, autor de panfletos disfrazados a veces de novelas que seducían por su violencia intelectual y su fuerza expresiva— antes de convertirse en un disciplinado militante del Partido Comunista. Cuando el pacto de la URSS con la Alemania nazi, Nizan renunció al partido y criticó con dureza esa alianza contra natura. Poco después, apenas comenzada la Segunda Guerra Mundial, murió en el frente de una bala perdida. Pero su verdadera muerte fue la pestilencial campaña de descrédito desatada por los comunistas para envilecer su memoria.
Camus rompió con Sartre por la cercanía de éste con el Partido; Nizan, por las diferencias y reticencias que guardaba con aquél. En su ensayo, que sirvió de prólogo a Aden, Arabie, Sartre hace un recuento muy vivo de la fulgurante trayectoria de ese compañero que parecía destinado a ocupar un lugar eminente en la vida cultural y que cesó, de aquella manera trágica, a sus 35 años. En tanto que, cuando refuta a Camus, aparece como un perfecto compañero de viaje, en el que dedica a defender la vida y la obra de Nizan, Sartre es un debelador implacable del sectarismo dogmático que cubría de calumnias infames a sus críticos y prefería descalificarlos moralmente antes que responder a sus razones con razones. El ensayo es también una premonición de lo que podría llamarse el espíritu de mayo de 1968, pues en él Sartre propone a Nizan como un ejemplo para las nuevas generaciones, por haber sido capaz de romper los moldes ideológicos y las convenciones y esquemas dentro de los que se movía la izquierda francesa, y haber buscado por cuenta propia y a través de la experiencia vivida un modo de acción —una praxis— que acercara el medio intelectual a los sectores explotados de la sociedad.
El ensayo sobre Merleau-Ponty es, también, una autobiografía política e intelectual, un recuento de los años que compartieron, como estudiantes de filosofía en la École Normale Supérieure, su descubrimiento de la política, del marxismo, de la necesidad del compromiso, y, sobre todo, su toma de conciencia del odio que les inspiraba el medio burgués de que ambos provenían. Este odio impregna todas las frases de este ensayo y se diría que, a menudo, es él, antes que las ideas y las razones, y antes también que la solidaridad con los marginados, el que dicta ciertas tomas de posición y pronunciamientos de los dos amigos. Sartre es muy sincero y poco le falta para reconocer que, en su caso, la revolución no tiene otro objetivo primordial que borrar de la tierra a esa clase social privilegiada, dueña del capital y del espíritu, en la que nació y contra la que alienta una fobia patológica. En este ensayo aparece la famosa afirmación sartreana (“Todo anticomunista es un perro”) que llevó a Raymond Aron a preguntar a Sartre si había que considerar a la humanidad una perrera.
Leída hoy, su respuesta a Camus era equivocada e injusta
Merleau-Ponty fue el último de los intelectuales de alto nivel con los que Sartre fundó Les Temps Modernes en romper con la revista que, durante años, fue para muchos jóvenes de mi generación una especie de Biblia política. A partir del alejamiento de Merleau-Ponty, en los años cincuenta, sólo quedarían con Sartre los incondicionales, que, durante toda la guerra fría, aprobarían sus idas y venidas y sus retruécanos a veces delirantes en esa danza sadomasoquista que vivió hasta el final con todas las variantes comunistas (incluida la China de la revolución cultural).
Este ensayo impresiona porque muestra la fantástica evolución de Europa en el medio siglo transcurrido desde que se escribió. Cuando Sartre lo publica, la URSS parecía una realidad consolidada e irreversible. La guerra fría daba la impresión de poder transformarse en cualquier momento en guerra caliente y, aunque Sartre y Merleau-Ponty discrepan sobre muchas cosas, ambos están convencidos de que la tercera guerra mundial es inevitable y que, una vez que estalle, el Ejército soviético tardará muy poco en ocupar toda Europa occidental.
La política impregna hasta los tuétanos la vida cultural en todas sus manifestaciones y los extremos apenas dejan espacio a un centro democrático y liberal que tiene pocos defensores en el mundo intelectual. No sólo Sartre y Merleau-Ponty ven en De Gaulle y la Quinta República a un fascismo renaciente y en Estados Unidos a un nuevo nazismo. Semejante disparate es en aquellos años de esquematismo e intolerancia un lugar común. Produce vértigo que pensadores que nos parecían los más lúcidos de su tiempo se dejaran cegar de ese modo por los prejuicios políticos.
Ahora bien. Pese a las orejeras ideológicas que delatan, aquellos debates tienen algo que en el mundo de hoy ha sido barrido por, de un lado, la banalidad y la frivolidad, y, por otro, el oscurantismo académico: la preocupación por los grandes temas de la justicia y la injusticia, la explotación de los más por los menos, el contenido real de la libertad, cómo conciliar ésta con la justicia e impedir que sea sólo una abstracción metafísica, etcétera. En nuestros días los debates intelectuales tienen un horizonte muy limitado y transpiran una secreta resignación conformista, la idea de que aquellas utopías de los tiempos de Sartre y Camus han quedado para siempre erradicadas de la historia. Hoy por hoy, tratándose de política, el sueño está prohibido, ya sólo son admisibles los sueños literarios y artísticos.

martes, 25 de diciembre de 2012

Los Mejores del 2012 para ABC


1- «Contra toda esperanza», Nadiezhda Mandelstam (Acantilado).

Las memorias de Nadiezhda Mandelstam (1899-1980), esposa del poeta Ósip Mandelstam, constituyen un testimonio conmovedor sobre la magnitud del infierno estalinista. Publicado por primera vez en inglés en 1970 por el sello estadounidense Atheneum Publishers, Acantilado nos brinda la espléndida traducción del ruso de Lydia Kúper. Autor de un poema contra Stalin –«aletea la risa bajo sus bigotes de cucaracha»-, Ósip Mandelstam fue detenido en 1933: comenzaba un calvario de deportaciones que acabó con su vida en 1938, en tránsito hacia Kolyma, la última estación concentracionaria de Siberia. Nadiezhda relatará con una prosa tan sencilla como sobrecogedora la crónica de la ingeniería social totalitaria: «No hay nada más terrible que una muerte lenta» escribe sobre la muerte de su marido. Como apunta Joseph Brodsky en el prólogo, la autora de «Contra toda esperanza» se convertía la portavoz de toda una generación –Mandelstam, Ajmátova, Bábel, Bulgakov, Tsvietáieva- aniquilada por la barbarie bolchevique: «A sus espaldas quedaban décadas de viudedad, profundas privaciones, la Gran Guerra (que sobrepasaba cualquier pérdida personal) y el temor diario a ser arrestada por los agentes de la Seguridad del estado por ser la esposa de un enemigo del pueblo. Salvo la muerte, cualquier cosa que le aconteciera sólo podría ser un suspiro».

2- «Malaparte. Vidas y leyendas», Maurizio Serra (Tusquets).

Hablar de Curzio Malaparte en los años de posguerra era tenérselas con un ambiguo superviviente de las tragedias del siglo. Fascista de primera hora, autor de un libro de culto como «Técnica del golpe de estado», Kart Erich Suckert adoptó el pseudónimo de Malaparte «porque Bonaparte ya hubo uno». El italiano Maurizio Serra compone una biografía que tamiza las luces y sombras del seductor y camaleónico autor de bestsellers como «La piel» y «Kaputt». Injustamente olvidado, había recorrido como corresponsal los campos de batalla de Grecia, Finlandia, Polonia, Rumania y Ucrania. Fallecido en 1957 a causa de un cáncer, cultivó hasta el último minuto el narcisismo de quien ha protagonizado vidas legendarias: «Para juzgar a un hombre, hay que examinar atentamente sus retratos», dejó escrito. El secreto de su arte -y de su vigencia como cronista-, concluye Serra, es su «modo» de contar: «Nos pinta un mundo sacudido en sus cimientos, en el que es imposible discernir lo verdadero de lo falso. Y ese mundo es fundamentalmente el mismo en que seguimos viviendo, sesenta años después, en la época de Bosnia, Ruanda y Oriente Próximo».

3- ««Continente salvaje», Keith Lowe (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores).

Teórica y oficialmente la II Guerra Mundial había acabado dejando tras de sí cerca de sesenta millones de muertos. Pero el maremoto de odio no había amainado. Lowe viaja a la terrible Europa arrasada y desolada entre los dantescos años que van de 1944 a 1949 y se encuentra una espiral de venganza que no cesa. No hay estados, apenas hay gobiernos, no hay comercio, no existe prácticamente el dinero, hombres armados pasean por las calles, cientos de miles de mujeres son violadas, escarmentadas en público, la limpieza étnica se extiende en los lugares más ignotos, continúan las luchas fratricidas, el este de Europa es aplastado por la bota estalinista, el caos y el terror se adueñan de un continente en ruinas, hasta el punto de que altos oficiales del Ejército norteamericano piensan que ha comenzado una guerra civil en todo el Viejo Continente. Keith Lowe suscribe uno de los libros más aterradores del año, uno de los momentos más espeluznantes de la Historia de la Humanidad. Parece insólito que después de aquello luego llegaran la unidad, el desarrollo y el progreso para los europeos. Un documento insólito contra la amnesia histórica. Imprescindible.

4- «Guardianas nazis. El lado femenino del mal», Mónica González Álvarez (EDAF).

Los jóvenes historiadores españoles empiezan a incorporar el sesgo de sus maestros y colegas anglosajones y trazan sus libros con la exhaustiva documentación e investigación necesarias, pero con ese toque de cercanía, de proximidad tan habitual entre los británicos. Ese es uno de estos y más recientes casos. Aquí hay nombres, aquí hay apellidos, y las historias están contadas a pie de calle, haciendo que el lector se estremezca con las emociones y las sensaciones más allá de los datos siempre inexorables. Mónica González traza el siniestro perfil de diecinueve mujeres que fueron eje de la represión y la tortura en los campos de exterminio nazis. Un libro que nos mete de lleno en la vida y espantos que estas mujeres, arcángeles y apóstoles del mal, infligieron a miles de seres humanos. El dedo de la historiadora nos señala el camino del infierno. El lector necesitará algo más del valor que siempre se le supone.

5- «Noches azules», Joan Didion (Mondadori).

Como ya hiciera en «El año del pensamiento mágico» (Global Rhythm Press), Joan Didion vuelve a explorar la parte más amarga del sufrimiento en «Noches azules». Si en el primero abordó el proceso de duelo por la repentina muerte de su marido, en este libro la autora estadounidense disecciona con una prosa desgarradora, lúcida y serena la relación que mantenía con su hija Quintana, fallecida en 205 tras una larga y dolorosa enfermedad. Didion decidió titular la novela así porque en la época en que empezó a escribirla sorprendió a su mente «volviéndose cada vez más hacia la enfermedad, hacia la muerte de las promesas». Y es que «Noches azules» es la metáfora de esas semanas, al acercarse el solsticio de verano, «en que los crepúsculos se vuelven largos y azules» y «uno piensa que el día no se va a acabar nunca». Pero los días terminan y llega la muerte de la luz... la muerte. Y, como se pregunta la autora, «¿puede haber para un mortal un dolor mayor que ver a sus hijos muertos?». Didion reflexiona sobre sus recuerdos, la maternidad, la mortalidad y, en definitiva, «la negativa a afrontar las certidumbres del envejecimiento, la enfermedad y la muerte». Un emocionado «Blues funerario» que recupera, para suerte de los lectores españoles, la figura de Joan Didion.

6- «Algún día este dolor te será útil», Peter Cameron (Libros del Asteroide).

Peter Cameron publicó «Algún día este dolor te será útil» en Estados Unidos en 2007, seis años después del 11-S, trasfondo de la novela. El atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York ha ha aparecido, de forma velada o evidente, en un constante goteo de obras culturales, en un intento por cicatrizar una herida que aún sigue supurando en el corazón del mundo occidental. Cameron no busca hacer terapia colectiva ni exorcizar demonios políticos en esta novela, que Libros del Asteroide recuperó con acierto para el mercado español este año. Su protagonista, James Sveck, es un adolescente tan precoz como brillante que vive en un constante estado de insatisfacción (y, de paso, asiste a poca distancia a la caída del World Trade Center). Como un Holden Caulfield moderno, pero menos dramático que el personaje creado por J. D. Salinger, James se desliza por la novela a través de la incisiva prosa de Cameron, brillante en su concepción y desarrollo. Sin tiempo para apiadarnos de los protagonistas, salvo cierto atisbo de complicidad hacia la abuela materna de James, «Algún día este dolor te será útil» es una acertada aproximación al gravitar de la actual sociedad, con familias disfuncionales, psiquiatras de visita diaria y confusa.sexualidad.

7- «El diablo a todas horas», Donald Ray Pollock (Libros del Silencio).

Si Nelson Algren levantase la cabeza y empezase a aporrear el teclado de un ordenador, seguramente el resultado sería algo parecido a “El diablo a todas horas”. O, mejor dicho, sería exactamente “El diablo a todas horas”, primera novela del estadounidense Donald Ray Pollock y segundo libro que publica tras aquella escalofriante y sensacional colección de relatos que, bajo el título de “Knockemstiff”, retrataba con extrema crudeza las penurias y miserias de un pueblo perdido en medio de Ohio. Un paisaje abrupto y desolado que se repite en esta novela y en el que Pollock desparrama a sus personajes para abrirlos en canal y buscar entre vísceras y miserias un atisbo de humanidad. Durísimo relato sobre la redención y el perdón, sobre la soledad y venganza, “El diablo a todas horas” chapotea en esa ciénaga que es la América desamparada y dejada a su suerte a partir de los tropezones y encontronazos de unos personajes tan excéntricos como memorables. Así, en el “El diablo a todas horas" encontramos a predicadores embaucadores, ex soldados traumatizados, jóvenes atrapados en medio de la nada, asesinos en serie sobre ruedas, sherrifs putrefactos y, en fin, todo tipo de gente abollada, tratando de sobrevivir y exhibiendo ingentes cantidades de violencia en el intento. Una novela descomunal ideal para leer junto a “El cantante de Gospel” (1968), estreno literario de ese otro coloso llamado Harry Crews que Acuarela Libros y A. Machado Libros han tenido a bien recuperar. Realismo sucio y manoseado para relatar el pozo sin fondo del Fracaso Americano.

8- «La cápsula del tiempo», Miqui Otero (Blackie Books).

No es una novela al uso, quizá porque, como no cansan de repetirnos nuestros insignes representantes políticos, momentos excepcionales requieren actos excepcionales. Y “La cápsula del tiempo” es un libro excepcional que le da las riendas al lector justo ahora que la crisis parece anular cualquier capacidad de decisión. Inspirado en aquellas lecturas juveniles de Elige tu propia aventura, el periodista y escritor barcelonés Miqui Otero plantea una accidentada travesía por las calles de Barcelona en una velada cargada de simbolismo: la Noche de Reyes de 2013. Unas pocas horas de acción en las que el lector deberá ir escogiendo caminos, tropezándose con personajes excéntricos y adentrándose en historias memorables a partir de decisiones tan aparentemente intrascendentes como a quien darle una moneda en el metro o tomarse o no una última copa en un bar. A partir de ahí –y con la ayuda de un mapa que detalla el recorrido hacia los 37 finales posibles que ofrece el libro-, “La cápsula del tiempo” se erige como atrevida reivindicación de la anécdota y de las decisiones aparentemente intrascendentes, algo que brilla especialmente en ese capítulo de consulta que, bajo el título de “Ante de la duda”, condensa 13 sonadas meteduras de pata histórica en una suerte de reverso irónico del “Momentos estelares de la humanidad de Stefan Zweig. Momentos como la resaca de elefante que le impidió a Julio César ver acercarse la muerte o el error de cálculo estilístico que acabó con los nazis en Rusia que se acaban fundiendo con esas otras historias que, desde la del viajero del tiempo a la de la novela retrofuturista olvidada pasando por la de la familia rumana que planea un golpe sonado contra la familia Billet, configuran tan disfrutable elogio de la duda y de la literatura como espacio recreativo.

9- «¿Por qué nos gustan las guapas?», Todo Rafael Azcona en La Codorniz (Pepitas de calabaza).

Porque nos gusta el inolvidable maestro Rafael Azcona, un genio que llegó a Madrid desde su Logroño natal con un cargamento de talento en esos ojos que se le enternecían con la sonrisa y sin una perra gorda en el bolsillo. Quería ser poeta a sus quince o dieciséis años, tal vez porque era muy tímido, y en vez de vivir las experiencias típicas de aquella edad pasaba el tiempo, incluso las noches, leyendo. Y dibujando sobre el velador de los cafés literarios utilizando como pincel una servilleta de papel enrollada, empapada en los restos de la taza, y compartiendo café con letras con su entrañable Antonio Mingote, cuando lo raro era vivir en aquel Madrid de chantillí y nati, como diría Manuel Alcántara. La editorial Pepitas de Calabaza y Fulgencio Pimentel reúnen en tres volúmenes todas las colaboraciones, gráficas y literarias, algunas completamente «desconocidas y perdidas», que Rafael Azcona publicó en la revista La Codorniz -a donde le llevó Antonio Mingote- entre 1952 y 1958. El primer libro -¿Por qué nos gustan las guapas?- recoge los textos azconianos; el segundo volumen -¿Son de alguna utilidad los cuñados?- continuará desde 1956 a 1958; y el último, Repelencias, dará cuenta de todos los dibujos, viñetas y collages que Azcona publicó en su querido pájaro de papel de 1953 a 1956. Se recupera así la obra «perdida» de quien sería el gran guionista de nuestro cine, extraordinario novelista y un creador que no guardaba nada, y todo lo entregó al nada fatuo fuego de la imprenta. Cuando pasaba por la Redacción de «La Codorniz», en la Plaza del Callao, el también inolvidable Enrique Herreros, que había dejado en la puerta del Palacio de la Prensa la moto que tripulaba en aquel Madrid circa 1950, solía cargar a Rafael Azcona como contrapeso en su sidecar; "en el adoquinado se abrían entonces, sin avisar –por generación espontánea– unos tremendos socavones en los que el contrapeso corría el riesgo de acabar de mala manera, pero la urbana aventura tenía sus compensaciones: Enrique amenizaba el peligro contando cosas que no contaba nadie", rememoría Azcona. Azcona lucha contra la ranciedad desde la ironía. La Codorniz resultó para Azcona una cantera de talento: la composición, el tema, el sonido, la acritud, el dramatis personae de, por ejemplo, obras aboslutamente maestras como «Los muertos no se tocan, nene»; «El pisito», «Los ilusos» o «Pobre, paralítico y muerto», gestadas entre 1956 y 1958, Autodidacta «por fuerza» de la escuela del guión y de la vida, no pasó por el Bachillerato, y su regla de oro se cifraba en 21 palabras: «Procurar no escribir lo primero que se te ocurre, porque es muy posible que ya se le haya ocurrido a otro». ¿Entienden por qué nos apasiona Azcona?

10- «Me hallará la muerte», Juan Manuel de Prada (Destino).

Del amor a la sangre, de las vidas robadas a las perdidas, de un Madrid canalla y burgués a una cuidad de trapalandranes y antihéroes, Juan Manuel de Prada, cinco años después de su (pen)última novela, vuelve por la puerta grande de la Literatura con una narración en todo su esplendor: «Me hallará la muerte» (Destino). Prada nos introduce en una historia de carne y sangre, un fabuloso, sobrecogedor, descarnado retrato de la España de los años 40/50, que gravita sobre el amor, el egoísmo, la pasión, la traición o el dolor. Ahí se dan cita antihéroes que anidan en un Madrid burgués y canalla, trapalandranes, que se alistaban en la División Azul [el contingente español que intenta ayudar a la Alemania nazi a derribar el muro de la Rusia de Stalin] para matar el hambre o huir del desahucio de su alma. Retrato deslumbrante de situaciones y personajes, Prada profundiza en los recodos y rescoldos más escondidos del alma humana para alumbrar la complejidad en la turbamulta. "Me hallará la muerte" se sumerge en el Madrid de Pasapoga, que congregaba a terratenientes en noches de farra, actores de bigotillo perfilado y talle juncal, jerifaltes del Régimen con el bálano embravecido, y coristas estrepitosas de lentejuelas y muslamen. El Madrid de Antoñete y Rafael Gil, y Pablito Calvo y Amparo Rivelles o Aurora Bautista. Y de Ava Gardner, que una noche entró con gran alboroto general, «con ganas de empalmar la resaca del año que fenecía con la borrachera del año entrante...», talla el escritor. El Madrid castizo y solanesco del pintor Gutiérrez Solana, un Madrid homologado a las grandes capitales europeas. “Me hallará la muerte” son tres novelas en una. La primera parte sería una novela picaresca, la segunda -la División Azul y el cautiverio de los españoles en Rusia- sería una novela de supervivencia, de aventuras extremas; y la tercera -el Madrid de los años 50- una novela negra, de intriga criminal. En esa primera parte -novela picaresca- se cuenta la Historia de dos truhanes, simpáticos, que pueden provocar en el lector cierta identificación, que tratan de sobrevivir en un momento especialmente duro, en un Madrid recién salido de la Guerra Civil, aún con las heridas abiertas. De ahí se pasa al episodio del frente ruso y el regreso a España. Antonio, el protagonista, al intentar escapar de la justicia en España -tras asesinar- se dio de bruces con el infierno. Huye de la justicia, y se encuentra con una guerra atroz: la guerra en el frente ruso ha sido la guerra más cruenta que ha habido en la Historia de la Humanidad, no solamente por el número de víctimas, que es impresionante en ambos bandos -tanto en el Ejército invasor como en el soviético-, sino por el armamento que se empleó, verdaderamente brutal: la artillería pesada a manta. Y de ahí el eterno retorno a España. "Me hallará la muerte" es una gran novela sobre la identidad, que el autor emplea como metáfora sobre la dificultad que todo hombre tiene para mostrarse tal y como es. Y sobre la necesidad que todo hombre tiene para mostrarse tal y como es. Y sobre la necesidad que todo hombre tiene de ocultarse o de simular en sociedad. Hallen una lectura prodigiosa en "Me hallará la muerte".

lunes, 17 de diciembre de 2012

Ignacio Vidal Folch


gnacio Vidal-Folch

Ignacio Vidal-Folch de Balanzó (Barcelona1956) es un escritor y periodista español. Es hermano de Xavier Vidal-Folch.1

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[editar]Biografía

Desde principios de los años 80, colaboró en diversos tebeos, llegando a ser coordinador de Bésame Mucho en 1982.1
El arte no paga y No se lo digas a nadie, sus primeros libros, de carácter marcadamente satírico, en la estela de los experimentos formales de Valle Inclán y Bustos Domecq, se publicaron a mediados de losaños ochenta.
Esa década y la siguiente estuvo especialmente activo como periodista. Dirigió sucesivamente la sección de cultura de los periódicos La Vanguardia de Barcelona y ABC de Madrid.
En los años 1989, 90 y 91, durante la transición a la democracia de los países del bloque soviético, fue corresponsal volante del rotativo madrileño en las principales capitales del Este de Europa.
Desde 1995 es colaborador independiente y esporádico de prensa, especialmente del diario El País y del semanario Tiempo.
Con Ramón de España, publicó en 1997 el ensayo El canon de los cómics que incidía especialmente en el cómic europeo y los valores de la narración sobre los de la ilustración.2
Sus últimas novelas, sin renunciar a la veta del humor, se inscriben en la tradición realista y abordan conflictos significativos de la actualidad en diferentes países y ámbitos: el argumento de La libertad (1995) trata de la revolución democrática en RumaniaLa cabeza de plástico (1999), sobre el mercado y las prácticas del arte contemporáneo internacional; Turistas del ideal (2005), sobre el filisteísmo cultural y político; Contramundo (2006), sobre la mentalidad nacionalista. Amigos que no he vuelto a ver (1997) y Noche sobre noche (2010) son compendios de relatos, ambientados en diferentes escenarios europeos.
Algunos de los artículos publicados en 2008 y 2009 en El País sobre escenarios singulares de su ciudad natal han sido reunidos en libro bajo el título Barcelona, museo secreto.
Fue guionista y presentador del programa literario Nostromo, emitido por La 2 de Televisión Española entre 2010 y julio de 2012 (el primer año 22 programas, el segundo, 20 y el tercero solo uno).

[editar]Obras

AñosTítuloTipoPublicaciónColaborador
1980Crónica negraSerial de cómic, 3 números1Joan Navarro
1984ChantalSerie de cómicCimocPepe González (dibujante)
1984Roberto RuinaSerie de cómicCairoRoger (dibujante)
1984Perico CarambolaSerie de cómicEl VíboraComplot!TBOLa VanguardiaGallardo (dibujante)
1985El arte no pagaRelatosAnagrama
1987No se lo digas a nadieNovelaAnagrama
1994Roberto España y ManolínSerie de cómicViñetasGallardo (dibujante)
1994Esto es asíSerie de cómicLa VanguardiaGallardo (dibujante)
1995La libertadNovelaAnagrama
1997Amigos que no he vuelto a verCuentosAnagrama
1997El canón de los cómicsEnsayoGlénatRamón de España
1999La cabeza de plásticoNovelaAnagrama
1999Más lejos y más abajoNoche de Relatos Nº9, NH Hoteles
2005Turistas del idealNovelaDestino
2006ContramundoNovelaDestino
2009Barcelona: Museo secretoEnsayo-guía de la ciudadEd. Alcar
2010Noche sobre noche12 relatos
2011Grandes borrachos danesesCuadernos AlfabiaLars Bang Larsen (historiador de arte)
2012Lo que cuenta es la ilusiónNotas de diarios 2007-2010Destino

Ignacio Vidal-Folch, autor de “Lo que cuenta es la ilusión”


Ignacio Vidal-Folch, autor de “Lo que cuenta es la ilusión”, reivindica el dietario: “El humor es un ejercicio de libertad”.

Lo que cuenta es la ilusión: en parte confesión, en parte acusación, en parte relato, y todo divertido. ¡Agitar, no mezclar! Vertiginosa sucesión de notas introspectivas, relatos literarios,  observaciones de la vida cotidiana e impresiones cazadas al vuelo.
Lo que cuenta es la ilusión es ya desde la ambigüedad de su título un libro irónico y contradictorio; dietario insólito, objeto textual aparte de la tradición hispana del género autobiográfico, relativamente reciente pero que en los últimos años ha dado algunos frutos suculentos.
En Lo que cuenta es la ilusión un millar de comentarios, seleccionados del diario personal del autor, cuentan lo que nos pasa y nos proponen una mirada humorística y melancólica: “El humorista es un moralista, y el exilio va por dentro.” 
Hablamos con el periodista y escritor Ignacio Vidal-Folch, autor de esta obra vagamente crepuscular, humanista e inteligente, que explora el territorio impreciso de lo humano y donde el apunte belicoso y destemplado comparte página con la observación más delicada y más sutil.
¿Lo que cuenta realmente es la ilusión? ¿Podemos vivir sin ella? ¿La hemos perdido, como sociedad?
Churchill decía que el éxito es ir de error en error sin perder el entusiasmo. Por supuesto, el título del libro es irónico, y tratándose de un dietario, o sea de un cuaderno sobre la vida del autor, “ilusión” alude a la definición de la vida en el famoso verso de La vida es sueñoy a todo el espíritu del tiempo del barroco, que tiene cierto parecido con el espíritu del tiempo de hoy mismo.
 ¿Se ha autocensurado al elegir las entradas de este dietario? ¿Qué dejó fuera?
Naturalmente el dietario en bruto es mucho más largo, porque escribo en él cada día, y a veces largamente. He llevado al libro sólo cosas que puedan ser interesantes para el lector, o divertidas, o curiosas. Y no me he autocensurado más que para atemperar un poco (por respeto al lector, y también para no presentarme  como un Job,) la melancolía que suelen tener los diarios íntimos, queal fin y al cabo son monólogos. Y rara vez cuando uno está solo se divierte y se siente con ánimo festivo. La risa y el buen humor vienen con la compañía, preferiblemente humana. Además, uno no reseña más que taquigráficamente la felicidad, en el mejor de los casos y en cambio tiende a extenderse interminablemente sobre las cosas que salen mal o hieren. “Sólo de lo perdido canta el hombre, siempre de lo mismo”, dice un verso de García Calvo
Releyendo su propio dietario, ¿se dio cuenta en perspectiva de cuán importante había sido un detalle que ahora ni recordaba o qué nimia entrada gastó para un algo que usted ahora recuerda traumáticamente?
El dietario publicado es un artefacto, lo veo como un objeto más en el mundo, un objeto que aspira a ser objeto literario. Cuando trabajas en él, y lo corriges, y procuras hacerlo inteligible y sugestivo, por lo menos en la medida de tus posibilidades, ya es materia de trabajo, no algo estrictamente íntimo. Y una vez se lo das al lector, todo eso que cuentas ya no es tuyo. Léautaud, que es autor de un dietario fundamental, creía que corregirlo es traicionar al género. Junger, por el contrario corregía una y otra vez sus dietarios, que a cada edición cambiaban. Creo que Léautaud se equivocó y que Junger acertó. Porque precisamente la superioridad de la escritura es que, a diferencia de la vida, acepta corrección
 ¿Qué le aporta el dietario?
Distancia con uno mismo, lo que en algunos casos no es poco beneficio. Ejercicio de estilo. Es unbanco de ensayos para otros textos, del que a veces salen otros textos que publico en otros formatos. También, al releerlo pasados los años, conocimiento de uno mismo, recuerdos de gente y situaciones. Y por supuesto, el placer de recordar, parece demostrado que contar lo vivido libera endorfinas y proporciona placer. Yo desde luego le recomendaría a todo el mundo que llevase un dietario.
¿Cuáles son sus dietarios preferidos?
Mi preferido es el de Renard, del que traduje una buena selección con Josep Massot. Su modelo, equilibrado entre lo público y lo privado, es perfecto, no vale la pena intentar imitare. Josep Pla me gusta mucho, y algo de él que me gusta mucho es precisamente que no es permanentemente brillante. Junger, por supuesto. Tienen su interés los de Ionesco, y el de los últimos años de Sándor Márai es una maravilla.
Usted, en esta obra, navega entre la ficción y la no ficción, entre la realidad y la creación literaria. ¿Cómo se trabaja esta fina línea de verosimilitud?
Hay poca ficción, todo lo que cuento es aproximadamente lo que ha sucedido, salvo los comentarios sobre literatura. Aunque en verdad todo lo que se escribe es ficción y mentira, aunque involuntaria, en primer lugar porque e lenguaje no replica la realidad como el guante la mano, es sólo una aproximación. Y en segundo lugar porque todos nos hacemos un relato de nuestra propia vida, para darle sentido y dirección, y ese relato suele ser favorecedor. (¡Qué curioso! ¿Verdad?) También los narradores orales, cuando cuentan sus propias peripecias, se reinventan a mayor gloria propia. ¿No ha escuchado en un bar a los empleados de una empresa, o a un grupo de obreros, cuando explican a sus compañeros cómo ha ido la reunión que acaban de tener con el jefe? Según cuentan, le han cantado las cuarenta, le han dicho verdades como puños, y el jefe se ha quedado mudo, atónito, impresionado. Le han dejado con la palabra en la boca, humillado, ridiculizado. ¡Le han dado una buena lección, y si le pica, que se rasque! Es maravilloso. Pero cabe la sospecha de que no fueron así las cosas.
Hay numerosísimas entradas con gran sentido del humor. Brillante surrealismo e ingeniosa ironía. ¿Cuán importante es para usted el sentido del humor en la vida y la literatura?
Hay algún autor que adoro, como Julien Gracq, que no tiene, por lo menos que yo recuerde, una página festiva, humorística. Pero e una excepción. En general el humor es un  ejercicio de libertad, es la ruptura, o la contestación, aunque sea momentánea, de la sintaxis del mundo, y en este sentido un ejercicio libertador. También un signo de humanidad. Los animales en cambio no ríen, sólo buscan comida, se aparean, duermen, pasan miedo y mueren.
La crisis económica, el asesinato de un empresario, la burbuja inmobiliaria, la prohibición catalana de las corridas de toros. La realidad está muy presente en este dietario, aunque tamizada por los ojos de un escritor…
El libro cubre los años 2007 a 2010, empieza dando fe de las primeras señales o rumores de la crisis que se avecina (la crisis en la que estamos todavía) mientras vamos a los conciertos y salimos de viaje. Claro, comenta muchos fenómenos y anécdotas, breves relatos de cosas que se dicen o que se observan, porque el autor es un anecdótico más que un filósofo. He sido periodista muchos años y me ha quedado el gusto por los hechos, por los acontecimientos, propio de la profesión.
Sus encuentros con amigos, la muerte y los recuerdos, sus viajes. ¿Cómo es eso de desnudarse ante el público lector?
Cuando uno se va haciendo mayor, pierde un poco el pudor. De todas maneras me he dejado puesta alguna prenda. Naturalmente estoy muy satisfecho del resultado, del libro como objeto, y espero que a algún lector también le guste y le sea útil de alguna forma, cuando comprueben que le desnudo a él también, y que al hablar de mí hablo de él.
¿Repetirá experiencia con los dietarios?
Estoy escribiendo otras cosas, pero quién sabe… El dietario tal como lo concibo por lo menos, es un género muy agradecido, pues cabe en él casi  toda clase de textos y con la extensión que convenga en cada entrada. Acoge textos que no le cuadran ni a una novela ni a un ensayo…  Versos de otros, versos propios, chistes, anécdotas, lecturas, ideas, aforismos…  Cambios súbitos de tono, de voz… Por su naturaleza fragmentaria y un poco tartamuda parece un género especialmente adecuado a los tiempos que corren.