sábado, 3 de mayo de 2014

La Vida y Muerte de SANTIAGO NASAR Cronicas de una Muerte anunciada

"Crónica de una muerte anunciada" es la séptima novela de Gabriel García Márquez. Se publicó en 1981 y su éxito ha sido y sigue siendo muy notable. Constituye su obra más "realista" pues se basa en un hecho histórico ocurrido en su tierra natal (Colombia). A este respecto dijo Márquez en una entrevista: "No hay ni una sola línea en ninguno de mis libros que no tenga su origen en un hecho real." y en este libro es indudable.
Gabriel García Márquez vivía en una pequeña aldea de Aracataca, situada casi al pie de la Sierra de Santa Marta, en los Andes de Colombia, sobre la costa del mar Caribe, lugar que toma de referencia para la redacción de esta obra.
En Márquez la mezcla entre mito y realidad ofrece libros sorprendentes. El mito sirve como punto de partida a de la realidad, porque alguna vez ha tenido que existir ese mito, de manera absolutamente natural. La misma realidad siempre está potenciada por el conjunto de unas líneas tan cargadas de una atracción que enganchan al lector a la novela desde el principio.
Comienza la novela por el final: diciendo que Santiago Nasar ya esta muerto, y que lo mataron los hermanos Vicario para vengar el honor deshonrado de su hermana Ángela. El relato termina precisamente en el momento en el que Santiago Nasar muere.

Resumen del Argumento:

"Crónica de una muerte anunciada" versa sobre la rara historia de amor que existiera entre Bayardo San Román y Ángela Vicario y el pobre Santiago Nasar, cabeza de turco que propuso Ángela ante la inquietante pregunta de sus hermanos, de quién le había pegado. La historia ocurre en un pueblo llamado Manaure

1. Capítulo

El primer capitulo sirve para presentar a Santiago Nasar, protagonista de la historia.
Aquél día Santiago se levanta sobre las cinco y media de la mañana para esperar el buque que traía de paso al obispo. Había dormido poco y mal consecuencia de la borrachera del día anterior. Despertó con dolor de cabeza, tras un rato se puso un pantalón y una camisa de lino blanco, un poco arrugada porque no tenia almidón, porque venia el obispo o sino normalmente se pone el vestido de color caqui y las botas de montar porque acude a El Divino Rostro, la hacienda de ganado que había heredado de su padre y que él administraba. Santiago tenía una gran colección de armas.
Él como su padre dormía con un arma escondida en la funda de la almohada. Aquel día la descargó antes de salir de casa.
Normalmente en casa las tenia descargada para que nadie tuviera la tentación de disparar y ocurriera lo que paso una vez en su casa cuando el era pequeño, una mañana la sirvienta sacudió la almohada para quitar la funda y se le cayó la pistola al suelo y se disparó al chocar contra el suelo, y la bala atravesó el armario del cuarto, atravesó la pared de la sala, paso con un estridente ruido por el comedor de la vecina y fue a chocar contra un santo de tamaño natural que estaba en el altar mayor de la iglesia que estaba en el otro extremo de la plaza , el cual destrozo.
Aquella mañana Placida observo a su hijo desde una hamaca y pensó lo que su hijo había heredado de ella el instinto y de su difunto padre el dominio de las armas de fuego, el amor por los caballos y la maestranza de las aves de presas pero también el valor y la prudencia. Entre padre e hijo hablaban en árabe. Y al final tuvo un amargo recuerdo, su matrimonio era de conveniencia.
Santiago se despidió de su madre y salió del cuarto y entró en la cocina donde estaba Victoria Guzmán, la cocinera, cocinando almuerzo. Santiago se sentó en la mesa y Divina Flor, hija de Victoria le sirvió un tazón de café con un chorro de alcohol como todos los lunes para poder sobrellevar el día, Santiago mastico dos aspirinas y se quedó mirando a Divina y en ese momento Victoria se giró y le ordenó que la dejara. Victoria fue seducida por Ibrahim Nasar durante su adolescencia de donde salió Divina Flor (y no quería que le ocurriera lo mismo a su hija. Victoria aún guardaba rencor a Ibrahim.
La casa era un antiguo depósito de dos pisos con paredes de tablones de madera y un techo de dos aguas. La casa había sido construida cuando por el río aun se podía navegar. En la planta baja hay un salón que servia para todo y al fondo del salón los corrales para los animales, en la planta alta hay dos dormitorios anchos y cinco habitaciones y construyo un balcón, en la fachada construyó dos ventanas para que entrara luz. En la casa existen dos puertas la de delante que siempre se tiene cerrada salvo en ocasiones festivas y la de la parte trasera que es la de más uso.
Victoria y Divina sabían perfectamente que iban a asesinar a Santiago pero ellas se callaron porque querían que lo mataran.
Una vez terminado su tazón de café se levantó y se dirigió a la puerta principal, la cual le abrió Divina y no cerró el cerrojo con la esperanza que se pudiera reguardar de sus asesinos
Alguien que nunca fue identificado metió por debajo de la puerta un sobre con un papel dentro en el cual le avisaban que le iban a asesinar. El sobre no lo vio nadie.
A las seis Santiago salía de su casa camino al puerto, mientras caminaba por la plaza veía todos los desperdicios de la juerga y las botellas que se bebieron en la boda.
El único lugar abierto en la plaza era una tienda de leche al lado de la iglesia donde estaban los gemelos Pedro y Pablo Vicario que tenían 24 años (y eran difícil de distinguir). Clotilde si que vio a Santiago cuando salió de su casa pero se reprimió y no despertó a los gemelos.
Los gemelos aún llevaban la ropa de la boda e iban con un aspecto un poco desastrado por tantas horas de juerga, y aún no se habían afeitado. Se habían dormido después de tres horas de espera, para ellos era el primer sueño desde hacia tres días. Se despertaron con el ruido de la bocina del buque del buque y cuando lo vieron saltaron de la silla pero en aquel momento Clotilde dijo dejarlo para después aunque sea por respeto al obispo. Aunque parecía un soplo del Espíritu Santo pero lo gemelos se lo pensaron mejor.
Margot, me dijo que el buque no se paró pero el obispo tuvo la decencia de saludar a la gente que estaba en el puerto. Santiago se sintió defraudado porque había contribuido con varias cargas, como leña y gallos.
Después del paso del buque Margot invito a Santiago a desayunar en su casa y él aceptó gustosamente. Él le dijo que se cambiaba de ropa y le alcanzaba pero ella insistió en que le acompañara ya porque el desayuno ya estaba servido. Así que Santiago se fue a casa a cambiarse. Nadie se preguntó siquiera si Santiago estaba prevenido, porque a todos les pareció imposible que no lo estuviera. Margot era una de las pocas personas que todavía ignoraban que lo iban a matar. De haberlo sabido lo hubiera agarrado y no lo hubiera soltado. La madre de Margot tampoco lo sabia, era muy extraño ya que era una de las que lo sabía todo. Después de un rato Margot se enteró completamente de la noticia y de un modo brutal: Ángela Vicario, había sido devuelta a la casa de sus padres porque el esposo (Bayardo San Román) encontró que no era virgen. Pero la cuestión es que no se le conoció otro novio a Ángela. Margot volvió a casa rápidamente. Aquella noticia dejo perpleja a su madre la cual salió corriendo hacia la casa de Santiago Nasar y por el camino se encontró con una vecina y le dijo no se moleste ya le han matado.

2. Capítulo

El segundo capitulo comienza con la descripción de Bayardo San Román, un hombre que llego al pueblo en un buque con todas sus cosas. Andaba por los treinta años. Llegó al pueblo con una chaqueta corta y un pantalón muy estrecho y con unos guantes a juego. Todo el pueblo cotilleaba sobre él e intentaba saber más de él. Una noche en el cine dio a entender que era ingeniero de trenes y hasta hablo de construir uno hasta el interior. Sabía mandar mensajes por código morse y buen nadador.
Un día vio a Ángela y a su madre por la plaza y desde aquel mismo momento intento llamar su atención, una noche compró todos los números de la rifa, en la que ella misma estaba cantando los números y el regalo se lo llevó a su casa. No sabia como pero había averiguado que era su cumpleaños.
Ángela tuvo que discutir con sus padres porque creían que su hija le había insinuado algo a Bayardo, así que sus hermanos mayores Pedro y Pablo cogieron el regalo y se llevaron a su dueño. Los gemelos no aparecieron en casa hasta el día siguiente llevando el regalo otra vez y a Bayardo para seguir la parranda...
Ángela era la menor de una familia de escasos recursos, su padre Poncio Vicario era orfebre de pobres y su madre había sido profesora de escuela. Las dos hijas mayores se casaron muy tarde.
La familia Vicario se tomo en serio el compromiso de boda pero puso una condición que Bayardo acreditará su identidad ya que nadie lo conocía. Al cabo de unos días llego la familia de Bayardo al pleno, en el buque de ceremonias del congreso Nacional. Eran cuatro, el padre, la madre y las dos hermanas. La madre, Alberta Simonds era una mulata grande de Curazao, el padre era el general Petronio San Román, héroe de guerras civiles. Luisa no le parecía bien que se casará ya que había seducido a la familia con sus encantos no a Ángela. Ángela no se quería casar con Bayardo ya que sus padres junto a sus hermanas mayores le impusieron esa obligación. Al día siguiente Bayardo le pregunto a Ángela que casa le gustaba más y le dijo la del viejo Xius y por la noche se fue a hablar con él pero el viejo Xius no se la vendió. Dos años más tarde el viejo se murió pero al final se descubrió que el viejo se la vendió.
La familia de Ángela quería retrasar la boda para que el obispo los casará pero Ángela no quería ser casada por un hombre que solo cortaba las crestas de los pollos y lo demás lo tiraba a la basura. El general y su familia y las muchas gentes ilustres que vinieron con ellos trajeron tantos regalos que fue preciso restaurar un local olvidado de la planta eléctrica para exhibirlos.
Al novio le regalaron un coche con su nombre grabado. A la novia le regalaron una cubertería de oro puro para veinticuatro invitados.
La familia vivía en una casa modesta con una terraza en la fachada ocupada casi por completo por macetas y un gran patio trasero con gallinas sueltas y árboles frutales y al fondo un criadero de cerdos donde los gemelos ejercían su trabajo. Al final adornaron la casa, la pintaron, los gemelos se llevaron los cerdos y pidieron permiso para tumbar las cercas de las casas contiguas para poder bailar.
El único sobresalto imprevisto lo causo el novio en la mañana de la boda pues llego a buscar a la novia dos horas tarde y ella se negó a vestirse hasta que no viera al novio en la casa, ya que no había percance más vergonzoso para una mujer que quedarse plantada con el vestido de novia. Santiago no deslumbró el menor cambio en su modo de ser durante la ceremonia ni la fiesta.
El acto formal terminó a las seis de la tarde cuando se despidieron los invitados de honor. El buque abandono el puerto. Los recién casados aparecieron en su automóvil descubierto abriéndose a duras penas paso entre el tumulto. Bayardo se bajo del coche, ordeno que siguieran la fiesta a costa suya y se llevo a la esposa aterrorizada para la casa de sus sueños, la del viejo Xius. La parranda se disperso y varios amigos como Cristo Bedoya, Luis Enrique y Santiago Nasar se fueron a la casa de María Alejandrina Cervantes, por allí pasaron muchos otros, entre otros los gemelos Vicario cinco horas antes de matarlo.
Ángela Vicario había mandado a pedir una maletita de cosas personales y su madre Pura también quiso mandarle una maleta con ropa de diario así que llamó al recadero.
Luego el recadero contó que había encontrado a Bayardo de pie con la camisa de seda sin abotonar y los pantalones sostenidos con tirantes elásticos, Ángela estaba en la sombra de modo que solo la vio cuando Bayardo la agarró por el brazo y la puso en la luz. Llevaba el traje de raso en piltrafas. Los gemelos volvieron a casa un poco antes de las tres de la mañana, llamados de urgencia por su madre. Encontraron a Ángela Vicario tumbada bocabajo en un sofá de comedor y con la cara macerada a golpes. Uno de los gemelos el más espabilado, Pedro Vicario la levanto y la sentó en la mesa del comedor y le preguntó, temblando de rabia, quien había sido, ella se demoro apenas el tiempo necesario para decir el nombre y el nombre fue Santiago Nasar. Ella solo recordaba que la sostenía con una mano y me golpeaba con la otra con tanta rabia que llego a pensar que la iba a matar.
Después de leer el segundo capitulo la historia ya va tomando algo de forma porque después de leer el primer capitulo crees que lo han matado porque se había casado con Ángela pero no la quería. Al final del segundo capitulo ya sabes porque lo habían matado.

3. Capítulo

Al principio del tercer capitulo encontramos una pequeña explicación sobre el abogado y los gemelos.
Los gemelos entraron en la casa rural del padre Amador y pusieron los cuchillos en la mesa. Ambos exhaustos por el trabajo bárbaro de la muerte y tenían la ropa y los brazos empapados y la cara embadurnada de sudor y sangre todavía viva. Fueron a que les perdonará pero el padre les dijo que solo ante Dios no ante los hombres. Los gemelos tuvieron que estar en la cárcel durante tres años en espera del juicio porque no tenían dinero para pagar la fianza para la libertad condicional.
Empezaron a buscarlo por casa de María Alejandrina pero allí no estaba. Luego lo fueron a buscarlo en la casa de Clotilde por donde sabían que iba a pasar porque era el único sitio abierto. Se sentaron a esperarlo.
Después de que su hermana les revelará el nombre pasaron por la pocilga y escogieron los dos mejores cuchillos, uno de descuartizar y otro de limpiar. Los envolvieron en unos trapos y se pusieron en camino al mercado de carnes para afilarlos. Llegaron sobre las 3:20, Faustino Santos un carnicero los vio entrar. Mientras afilaban los cuchillos, Pablo dijo vamos a matar a Santiago. Faustino se quedo con la duda que si iban borrachos o normal así que le contó esto a un agente de policía que un poco más tarde paso por allí a comprar una libra de hígado para el desayuno del alcalde.
Los hermanos Vicario entraron a las 4:10 en la tienda de Clotilde donde pidieron dos botellas de aguardiente, la primera se la bebieron rápidamente pero la segunda poco a poco esperando a Santiago. Los gemelos le preguntaron a Clotilde si había visto luz en la ventana del balcón que era la de Santiago y Clotilde respondió que no y porque lo preguntaban. Los gemelos respondieron que para matarlo. Se quedó perpleja por la respuesta y fue a decírselo a su marido que estaba durmiendo y dijo que era una tontería y que estarían borrachos.
El coronel se vistió con calma y mientras desayunaba un guiso de hígado cubierto de anillos de cebolla, su esposa le contó muy excitada que Bayardo había devuelto a Ángela Vicario y el se burlo diciendo que pasaría si el obispo lo supiera. De camino a la plaza se encontró varias personas que le contaron las intenciones de los gemelos Vicario. Los encontró en la tienda de Clotilde, ni los interrogo, les quito los cuchillos y les dijo que se fueran a casa a dormir. Clotilde se llevo una gran desilusión ya que creían que los iba a arrestar hasta esclarecer la verdad. Los hermanos Vicario les habían contado sus intenciones a más de doce personas.
Según la posterior declaración de Pedro, fue el quien tomo la decisión de matar a Santiago.
Justamente cuando los gemelos salían de la pocilga con los nuevos cuchillos su vecina Hortensia Baute abrió la puerta y se puso a llorar creyendo que ya lo había matado. Siempre que iban al mercado pasaban por casa de la madre de Prudencia Cotes a tomar café pero aquella mañana lo dejaron para más tarde pero la madre de prudencia que traía unos periódicos para achuchar la lumbre saco unas hojas y se las dio a los gemelos para que escondieran un poco los cuchillos
Clotilde había terminado de vender la leche cuando los hermanos Vicario volvieron con otros dos cuchillos envueltos en periódicos con las hojas oxidadas. Faustino luego declaró que fueron a afilar los cuchillos otra vez y chillando dijeron que lo iban a matar.
Los gemelos se pasaron allí bastante tiempo pero no vieron encenderse la luz de la habitación de Santiago.
Antes de irse a dormir Santiago, Jaime y los demás se subieron a la casa del viudo Xius a cantarle a los recién casados. Como vieron el coche en la puerta no se podían imaginar que allí la vida matrimonial acabo dos horas antes. Bayardo había llevado a Ángela a casa de sus padres a pie para que el ruido del coche no lo delatara antes de tiempo.
Después de subir a casa del viejo Xius se despidió y junto a Cristo Bedoya se fueron a casa. Al llegar Victoria, la cocinera le dijo que el café iba a estar pero Santiago le dijo que se iba a dormir y que a las 5:30 de la mañana lo despertará y le trajera una muda como la ropa que llevaba. Subió a su habitación sin encender ninguna luz ya que el foco de la escalera permanecía siempre encendido durante toda la noche.
Se tiró encima de la cama con la ropa que llevaba puesta, ya que una hora después se tenía que levantar a ver al obispo.
El padre Amador se dirigía hacia al puerto, tenia la intención de avisar a Placida pero se le olvido porque tenia que preparar el acto para recibir al obispo y cuando mataron a Santiago se sintió culpable y desgraciado porque no aviso a su madre antes.

4. Capítulo

Este capítulo comienza con el relato de la autopsia que le tuvieron que hacer a Santiago.
El coronel Aponte había tenia una conversación telegráfica urgente con el gobernador de la provincia y este le autorizó para que empezará la investigación mientras le mandaba un juez instructor. El alcalde pensó que el cuerpo se podía mantener refrigerado pero no encontró una nevera de tamaño humano y cuando la encontró no funcionaba. El cuerpo fue expuesto a la contemplación pública en una sala con bastantes ventiladores. Pero a media tarde las heridas empezaron a manar unas aguas de color de almíbar que atrajeron las moscas. El coronel Aponte comprendió entonces que ya no era posible esperar y le ordeno al Padre que hiciera la autopsia. El padre Carmen Amador tuvo que hacer a autopsia ya que el doctor Dionisio Iguarán. La autopsia se hizo acabo en el local de la escuela pública con la ayuda del boticario que tomo las notas y un estudiante de medicina de primer año que estaba allí de vacaciones.
Se murió por la culpa de siete heridas mortales. El hígado estaba casi seccionado por dos perforaciones profundas. Tenia cuatro incisiones en el estomago y una de ellas tan profunda que lo atravesó por completo y le destruyó el páncreas. Tenía otras seis perforaciones menores y múltiples heridas en el intestino delgado. Una que tenia en el dorso le había perforado el riñón derecho. La cavidad abdominal estaba llena de sangre.
Tenía además seis heridas menores en los brazos y en las manos y dos tajos horizontales: uno en el muslo derecho y otro en los músculos del abdomen. Además en el informe puso que tenía una hipertrofia del hígado que atribuyo a una hepatitis mal curada, es decir que le quedaban muy pocos años. El informe concluía decía que la causa de la muerte fue una hemorragia masiva causada por cualquiera de las siete heridas mayores. El cuerpo fue devuelto destrozado totalmente. Lo tuvieron que meter en el ataúd y enterrarlo al amanecer porque estaba en muy mal estado.
Los hermanos Vicario fueron encerrados en el calabozo donde les proporciono jabón y un estropajo para quitarse la sangre y el olor. Le trajeron el almuerzo pero Pedro no probó bocado pero Pablo por su parte comió un poco de todo que le llevaron y un cuarto de hora después desató en una diarrea pestilente. Pedro estaba tan convencido que habían envenenado a su hermano que llamo al alcalde. El alcalde llevo a Pura Vicario a las tres de la mañana para que se despidiera de sus hijos. Fue la familia al completo, hasta las hijas mayores con sus maridos. Antes de irse Pura le pidió al padre que les confesara pero Pedro Vicario se negó y convenció a su hermano que no tenían nada de que arrepentirse. Los gemelos fueron absueltos y se quedaron en Riohacha a solo un día de viaje de Manaure donde vivía su familia. En Riohacha estaba la cárcel. Allí fue Prudencia Cotes a casarse con Pablo que aprendió el oficio del oro en el taller de su padre y llegó a ser un orfebre depurado. Pedro Vicario sin amor ni empleo, se reenganchó tres años después a las Fuerzas Armadas, mereció las insignias de sargento primero, y una mañana espléndida su patrulla se internó en territorio de guerrillas y nunca más se supo de ellos.
Para la mayoría de la gente solo hubo una víctima Bayardo San Román. Suponían que los otros protagonistas de la tragedia habían cumplido con dignidad y hasta con cierta grandeza. Durante años se le recordó como "El pobre Bayardo".
El Alcalde se olvido de Bayardo y cuando se acordó subió con una patrulla y lo encontró inconsciente en la cama.
Estaba en el último grado de intoxicación etílica según informo el doctor. Pero a las pocas horas recobro la razón y los echo a todos de casa. El alcalde informo del episodio al general Pretonio.
El general envío a su mujer con las hijas y otras dos mujeres mayores que parecían ser sus hermanas. El coronel con ayudas bajaron a Bayardo al pueblo y se fueron en el buque.
23 años más tarde se recibió una carta de sus padres (de Bayardo) que no sabían donde estaba y no tenían la menor idea de que iría hacer en un pueblo extraviado sin otro propósito aparente que el de casarse con un mujer que no había visto nunca.
De Ángela Vicario se supo que se había comprado una casa de cemento con un patio muy grande. Después de 23 años había madurado y se había vuelto ingeniosa.
Gabriel García Márquez intento hablar con la madre de Ángela pero se negó totalmente ya que no quería hablar del pasado y se tuvo que conformar para escribir esta crónica. La versión más corriente, tal vez por ser la más perversa era que Ángela estaba protegiendo a alguien a quien amaba de verdad. Le contó todo menos lo que paso con Santiago.
Un día Ángela tuvo que acompañar a su madre a un examen de la vista en el hospital de Riohacha y entraron de pasada en el hotel del puerto y Pura pidió un vaso de agua. Mientras se lo tomaba Ángela hizo un barrido con la vista del salón y allí lo encontró, lo vio pasar a su lado sin verla y lo vio salir del hotel, el corazón se le hizo trizas y cuando llego a casa se tira en la cama a llorar durante tres días. Se volvió loca, loca por el, aún le quería. Al día siguiente le escribió una carta pero espero en vano.
Cansada de esperar le escribió otra carta. Después de seis meses había escrito seis cartas sin repuestas pero se conformo con la comprobación de que el las estaba recibiendo. Entonces Ángela descubrió que el odio y el amor son cosas reciprocas. Escribió una carta semanal durante media vida. La empleada de correos siempre iba a su casa a bordar los viernes por la tarde y de paso a recoger las cartas. Un medio día de agosto mientras bordaba, Ángela sintió que alguien llegaba a la puerta y no tuvo que mirar porque sabía quien era. Estaba gordo y se le empezaba a caer al pelo pero era él, Bayardo San Román había vuelto. Dijo: bueno estoy aquí. Llevaba la maleta de la ropa llena para quedarse y otra igual con casi dos mil cartas que ella le había escrito. Estaban ordenadas por sus fechas, en paquetes cosidos con cintas de colores y todas sin abrir.

5. Capítulo

En el capítulo quinto se desvela con detalles de la investigación y la consecución del asesinato.
La mayoría de quienes pudieron hacer algo para impedir el crimen y sin embargo no lo hicieron, se consolaron con el pretexto de que los asuntos de honor son sagrados. Flora, la novia de Santiago, se fugo con un teniente de fronteras que la prostituyo entre los caucheros de Vichada. El juez instructor apareció doce días después del crimen. Tuvo que pedir refuerzos por la muchedumbre que se precipitaba a declarar sin ser llamada. 20 años después se buscó pero no se encontró el nombre del juez instructor del caso. Lo bueno de esta historia es que no se encontraron ninguna prueba de que Santiago hubiera sido el agresor. Las amigas de Ángela Vicario declararon que les había hecho cómplices de ese secreto desde antes de la boda pero no les había revelado ningún nombre. El juicio solo llego a durar tres días. A todos no le caía bien Santiago, a Polo Carrillo, el dueño de la planta eléctrica, pensaba que su serenidad no era inocencia sino cinismo.
La gente se dispersaba hacia la plaza, en el centro había dos personas, Santiago y Cristo Bedoya pero nadie los avisaron. Yamil Shaium un árabe, amigo del padre de Santiago le iba a advertir pero pensaba que si el rumor era infundado le iba a causar una alarma inútil.
Cristo después de medio escuchar a Yamil salió en busca de Santiago pero no lo encontró. Fue en busca de él, paso por su casa y su dormitorio y allí no estaba y aprovecho para coger un arma de la habitación de Santiago pero se dio cuenta que después del asesinato que estaba descargada. Siguió su busca pero los gemelos, le llamaron desde la tienda de leche y los gemelos le dijeron que le dijera a Santiago que le estaban esperando para matarle. Por detrás de los gemelos apareció Clotilde y le dijo que se diera prisa porque en este pueblo de maricas solo un hombre como tu podías impedir la tragedia. La gente regresaba del puerto y tomaba sus posiciones en la plaza. En la puerta del club Social se encontró con el coronel Aponte y le dijo que los gemelos lo querían matar y tenían nuevos cuchillos. Entonces el coronel prometió ocuparse del tema pero entró un momento al club a confirmar una partida de domino de esa misma noche y mientras estaba dentro ocurrió el asesinato. Cristo Bedoya creía que estaba en su casa desayunando con su hermana y se fue a su casa. A medio camino escucho gritos remotos y le pareció que están reventando cohetes por el rumbo de la plaza. Trato de correr pero cuando llego le pregunto a su madre y le contesto: dicen que lo han matado pero Santiago se había metido en la casa de su novia donde su padre le dijo la verdad, que lo buscaban para matarlo así que se fue la gente se había colocado en la plaza como en los días de desfile. Toda la gente le estaba chillando. Así que entró en la casa de su novia nuevamente buscando la escopeta de caza pero no la encontró. Salió nuevamente a la plaza y hecho a correr hacia a su casa pero su madre cerró la puerta principal creyendo que su hijo ya estaba dentro.
Santiago llego a golpear varias veces con los puños la puerta pero los gemelos ya habían llegado, el se giró y se los encontró allí mismo y empezaron a acuchillarle y no pararon hasta verlo caer en el suelo.
Después de buscarlo a gritos por los dormitorios oyendo sin saber de donde eran los gritos que no eran lo suyos, Placida se asomo a la ventana de la plaza y vio a los gemelos que corrían hacia la iglesia y detrás a Yamil con un escopeta de caza. Creyendo que ya había pasado el peligro salió al balcón del dormitorio y vio a Santiago frente a la puerta bocabajo, tratándose de levantar de su propia sangre. Se incorporó de medio lado y se echo a andar en un estado de alucinación, sosteniendo con las manos las vísceras colgantes. Camino más de cien metros para darle la vuelta a la casa y entrar por la puerta de la cocina. Atravesó el jardín de los vecinos encontrándose con Wenefrida Márquez y ella le pregunto que le pasaba y el le respondió que lo habían matado. Tropezó en el último escalón pero se incorporó de inmediato y hasta tuvo el cuidado de sacudir con la mano la tierra que le quedó en las tripas, dijo Wenefrida después.
Después entró en su casa por la puerta trasera, que estaba abierta desde las seis y se derrumbo de bruces en la cocina.

III.- Caracterización de los Personajes:

1. Personajes Principales:

  • Santiago Nasar: hombre de 21 años que abandona los estudios de secundaria cuando su padre fallece y tiene que actuar como padre de familia y dirigir el Divino Rostro, una hacienda que su padre le dejó en herencia. Es un personaje soñador, alegre, pacifico de corazón fácil, una persona con la que se podía hablar, bello, formal y creyente. Tenía un cierto talento casi mágico para los disfraces.
  • Bayardo San Román: ingeniero de trenes cuya edad ronda los treinta años. Bien vestido, galán con las mujeres, persona con la que se puede hablar, culto. Sabía mandar mensajes por código morse y era buen nadador. Por lo que parecía con dinero y le gustaba mucho las fiestas ruidosas y largas, de buen beber y enemigo de los juegos de manos. Es honrado y de buen corazón.
  • Ángela Vicario: es la menor en su familia, no creyente, muy recatada respecto a los hombres, sabia lo que hacia en cada caso. Maduró después de lo ocurrido y se vuelve ingeniosa. Aunque nadie le pudo sacar nada de lo que pasó aquella noche ni qué pasó con Santiago, la versión más corriente, era que Ángela estaba protegiendo a alguien a quien amaba de verdad. Muy indecisa a la hora de tomar decisiones por si misma ya que sus padres le impusieron su novio. Tenía un aire desamparado
2. Personajes Secundarios:
  • Plácida Linero - Madre de Santiago.
  • Ángela Vicario - Mujer de Bayardo San Román - Prima del narrador.
  • Ibrahim Nasar - Padre de Santiago.
  • Victoria Guzmán - Cocinera de la familia de Plácida.
  • Divina Flor - Hija de Victoria e Ibrahim Nasar. 
  • El Obispo. 
  • Juez Instructor. 
  • Clotilde Armenta - Dueña de la tienda de leche. 
  • Los gemelos Pedro y Pablo Vicario - Hermanos de Ángela Vicario. 
  • Margot - Hermana de Cristo Bedoya 
  • Jaime - Hermano de Margot y Cristo Bedoya 
  • Luisa Santiaga - Madre de Jaime, Margot y Cristo y fue madrina del bautizo de Santiago 
  • Padre Carmen Amador - Cura. 
  • Cristo Bedoya - Amigo de Santiago Nasar. 
  • Don Lázaro Aponte - Coronel de la academia y alcalde municipal 
  • Flora Miguel - Novia de Santiago Nasar. 
  • Bayardo San Román - Un hombre que llego en un buque. 
  • Magdalena Oliva - Vecina del pueblo. 
  • Poncio Vicario - Padre de Ángela Vicario. 
  • Purísima del Carmen - Madre de Poncio Vicario y abuela de Ángela Vicario. 
  • Mercedes - Vecina del pueblo. 
  • Pura Vicario - Madre de Ángela Vicario y esposa de Poncio Vicario 
  • María Alejandrina Cervantes - Vecina del pueblo. 
  • Mercedes Barcha - Vecina del pueblo. 
  • Luis Enrique - Hermano del narrador. 
  • Doctor Dionisio Iguarán - Doctor. 
  • General Petronio San Román - Padre de Bayardo San Román 
  • Alberta Simonds - Madre de Bayardo San Román. 
  • Faustino Santos - Carnicero. 
  • Leonardo Pornoy - Agente de policía. 
  • Rogelio de la flor - Marido de Clotilde Armenta. 
  • Hortensia Baute - Vecina de pueblo. 
  • Prudencia Cotes - Novia de Pablo Vicario. 
  • Suseme Abdala - Matriarca de la comunidad de Arabes asentados en el pueblo. 
  • La monja - Hermana de Margot. 
  • Gabriel García Márquez - Primo de Ángel y de Ángela Vicario. 
  • Meme Loiza. 
  • Aura Villeros - Comadrona del pueblo. 
  • Polo Carrillo - Dueño de la planta eléctrica. 
  • Fausta López - Mujer de Polo Carrillo. 
  • Indalecio Pardo - Vecino. 
  • Escolástica Cisnero. 
  • Sara Noriega - Dueña de la tienda de zapatos. 
  • Celeste Dangond - Vecino. 
  • Yamil Shaium - Árabe. 
  • Próspera Arango. 
  • Nahir Miguel - Padre de Flora Miguel, novia de Santiago Nasar. 
  • Mercedes - Vecina del pueblo (Manaure) 
  • Poncho Lanao - Vecino de Santiago Nasar, vive en la casa de al lado. 
  • Argémida Lanao - Mujer de Poncho Lanao. 
  • Wenefrida Márquez - Tía de Gabriel García Márquez, vive al lado de Santiago Nasar.

Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez

Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez, a todo aquel que quiera practicar el reporterismo, ese periodismo del día, la semana, el mes, el tiempo que sea necesario después del acontecimiento, o mejor, del inicio del acontecimiento, o quizá del primer indicio que percibimos de que ahí había un acontecimiento,hecho o suceso que raramente se hace o sucede sólo cuando refulge o le ponen el foco.
El reportero ha de hacer como el narrador de esa Crónicamemorable: contar lo que vio si lo vio, hablar con los testigos, consultar los documentos que el caso haya producido y, sobre todo, no dotar de sentidono llenar los huecos con la imaginación, elemento altamente tóxico, radiactivo y de peligroso manejo incluso en cantidades de microgramos capaz de convertir Juvenalia en Chernobil.
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Ese narrador es el modelo en el que nunca reparan los deformadores de periolistos: no se adorna, no se la saca, no se pide ser el prota ni es acusica ni lloriquea cuando le vienen mal dadas. Élva, ve, recuerda, pregunta, anota y llega hasta donde puede, y al final tenemos una crónica de una muerte anunciada impecable precisamente porque, pese a lo que permite suponer el título, no es un relato acabado, perfecto; no es un artefacto en el que todas las piezas encajan. De hecho, no sabemos el nombre del narrador –el único reproche que cabe hacerle, si bien es cierto que da abundantes datos que permitirían identificarlo si hiciera falta, esto es, si en lugar de una novela esto fuera un reportaje– ni, quizá, la causa de que Ángela Vicario marcara fatídicamente a Santiago Nasar.
Le ha preguntado varias veces, varios años el narrador a la ángela que propició el asesinato, y jamás ha obtenido respuesta que le satisfaga ("Ya no le des más vueltas, primo. Fue él", acabará zanjando). Y eso es lo que nos cuenta, como por cierto nos ha venido contando que, sobre ese crimen a la vista de todos, los testimonios difieren incluso a propósito del tiempo que hacía aquella mañana. El narrador, en fin, pone el espejo, que refleja una realidad con sus nitideces pero confusa e incompleta. Auténtica. Otros, en parecidas circunstancias, deciden ser muy otra cosa que este narrador ejemplar. Otros, entonces, en vez de bruñir el espejo si falta hiciere se ponen a sacar lustre a la realidad, a ponerla bonita para que luzcan ellos, que de eso se trata. (O, para lo mismo, a afearla). Y si no alcanza con recrearla, pues se la inventan y no pasa nada ¡pero que empiece a pasar!
Los otros. Gabriel García Márquez, sin ir más lejos. No el novelista, que a santo de qué iba a estar yo aquí escribiendo de esto. Sino el reportero que montó una manifestación para poder cubrirla o el que relató las penurias de un alemán inexistente en una sedienta"Caracas sin agua". Lo que hace de él no sólo un contraejemplo de su propia criatura ficticia sino un traidor de carne y hueso a –¡hombre de Dios!– "el mejor oficio del mundo", donde la ética, llegó a sermonear, "no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre" al que lo ejerce, "como el zumbido al moscardón".
Gabo el novelista para el mejor periodismo y Gabo el periodista para el pésimo, pues. Qué cosas, o qué. Vivir para contarla.

El Amor en Tiempos de Colera de Gabriel Girona


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Sábado, 03 de mayo de 2014
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Gabriel García Márquez. La revolución del éxito

Esforcémonos en un ejercicio inútil. Tratemos de imaginar cuánta sería la reputación y cuál el relieve de Gabriel García Márquez en la literatura contemporánea si al conjunto de su obra le sustrajéramos Cien años de soledad.


IGNACIO ECHEVARRÍA | 02/05/2014 |  Edición impresa

Nadie duda que seguiría siendo un escritor muy destacado, autor de libros notabilísimos, algunos ciertamente portentosos. El arte narrativo de García Márquez apenas tiene parangones entre sus contemporáneos. Leyendo algunas de sus novelas o de sus relatos -leyendo, por ejemplo, Crónica de una muerte anunciada-, no es raro que uno se sienta embargado por un sentimiento casi físico de perfección. Pero ni siquiera la suma de todos sus títulos restantes -entre los que se cuentan algunos tan masivamente celebrados y preferidos como El amor en los tiempos del cólera- alcanza una cifra de prestigio y de popularidad comparable a la que por sí sola arroja Cien años de soledad, novela sin duda canónica que además ha batido todos lo récords de venta imaginables.

Parece imposible exagerar las repercusiones de este libro, que dejan muy atrás las de cualquier otro de los que contribuyeron a la expansión de lo que se conoce por el boom de la narrativa latinoamericana. De hecho, cabe sostener que, aun habiéndose publicado en 1967, es decir, cuando ya el boom era un fenómeno internacionalmente aplaudido, Cien años de soledad no solamente contribuyó a amplificar su impacto, sino también a encauzarlo en un rumbo determinado y, hasta cierto punto, a fosilizarlo. El éxito apabullante de esta novela y de las etiquetas empleadas para referirse a ella tuvieron por efecto un engañoso efecto de estandarización de lo que hasta el momento era un movimiento plural, que se nutría de múltiples corrientes, y que incorporaba a su onda expansiva el trabajo de al menos tres generaciones de escritores comprometidos en el proceso de modernización y de emancipación tanto política como cultural emprendido en toda América Latina desde décadas atrás, con coordenadas muy distintas en cada país.

Sin que ello socave los méritos de una novela sin duda excepcional, el éxito deCien años de soledad, y por extensión de la narrativa entera de Gabriel García Márquez -de su fórmula, por así llamarla-, actuó como una losa sobre la diversidad de las tendencias a menudo divergentes que proliferaban en la nueva literatura latinoamericana. Y lo que es más grave: tipificó drásticamente la percepción que en el resto del mundo se empezaba a tener de un continente enorme y complejísimo, en el que por los años en que se produjo el boom operaban importantes fuerzas transformadoras cuyos horizontes de utopía fueron sin duda determinantes de la energía creadora que lo impulsó.

Hasta prácticamente ayer mismo -de hecho, hasta la irrupción de Roberto Bolaño-, varias promociones de escritores latinoamericanos han tenido que pechar con las consecuencias que se derivaron del éxito obtenido por Cien años de soledad y sus incontables secuelas. En un ensayo ya célebre (“Iguanas y dinosaurios: América Latina como utopía del atraso”, recogido en Efectos personales, 2000), Juan Villoro trató de reflejar “cierta visión de la literatura latinoamericana como un parque temático del atraso, donde son posibles excesos de la imaginación e incluso de la realidad que serían intolerables en otros países”. Se quejaba Villoro de que, “para poder circular internacionalmente en el mercado de la cultura”, el escritor latinoamericano tuviera que ostentar “un timbre de color local más marcado”, correspondiente a “cierta necesidad de exotismo impuesta desde fuera”.

Por supuesto que la responsabilidad de esta situación queda lejos de ser enteramente atribuible a García Márquez y a Cien años de soledad, pero no cabe duda de que a los dos les corresponde una buena parte. García Márquez comenzaba su discurso de recepción de Premio Nobel, año 1982, haciendo un sumario recuento de enormidades ocurridas en Latinoamérica desde el Descubrimiento, entre las que incluía cifras astronómicas de niños muertos por inanición, también de ciudadanos exterminados, desaparecidos o exiliados por las dictaduras que se impusieron en buena parte del continente en la década de 1970. “Me atrevo a pensar”, decía, “que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de las Letras”. Y añadía: “Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad”.

Hermosas palabras que contienen una cita implícita de la novela que señaló a García Márquez como representante caracterizado del boom, por entonces ya muy languideciente, y que reflejan muy a las claras de qué modo esa novela aportó las categorías (“descomunal”, “desaforada”) que se emplearon para reducir y estilizar esa realidad a la que remite.

El caso es que lo que tantas veces pasa por metáfora de Latinoamérica, esa saga de los Buendía en la que tiende a reconocerse un trasunto mítico de la peripecia histórica de todo el continente, se limita en definitiva a ilustrar los dramáticos derroteros de las elites que constituyen las castas terratenientes y militares. Macondo es la cifra legendaria de una América criolla, en la que ni la herencia del esclavismo ni las amplias capas indígenas reciben apenas atención, como tampoco la realidad convulsa de las grandes urbes. La “síntesis” histórica que postula no resiste el contraste de la compleja y fragmentada realidad de amplias zonas del continente, y aparece impregnada de la melancolía y del fatalismo que espontáneamente segrega la visión cíclica que de la Historia tiene el propio García Márquez.

En su discurso del Nobel, éste interpelaba a “los europeos” diciéndoles quepodrían ayudar “mejor” a quienes en Latinoamérica luchan “por una patria grande más humana y más justa [.] si revisaran a fondo su manera de vernos”. Pero esa “manera de vernos” permanece aún hoy codificada en amplia medida por la idea de Latinoamérica que han transmitido relatos como los del propio García Márquez, a quien nadie regatea sus convicciones progresistas, pero cuya fascinación por las personalidades singulares y por los poderosos de la Tierra ha quedado ampliamente reflejada en los testimonios de todo tipo que han llovido durante las últimas semanas.

No deja de ser elocuente, en la línea de lo que se viene diciendo, que en un ya viejo Panorama de la actual latinoamericana, publicado en 1972, Josep Maria Castellet señalara como una de sus características “la fantasía como embellecedora de la realidad”. La observación transmite la severa suspicacia con que, por aquellos años de efervescencia revolucionaria, determinados sectores de la izquierda europea recibieron la oleada de “realismo mágico” proveniente de Latinoamérica, precedida de lo que un intelectual comprometido como Elio Vittorini tachaba desdeñosamente de “basura telúrica”.

Pero Elio Vittorini falleció en 1966, y Cien años de soledad se publicó, como ya va dicho, en 1967. Hacia ese año se registró, en el desarrollo del boom, lo que Ángel Rama describe como “un aparte de aguas rotundo”. Mientras algunos narradores ya conocidos (Carlos Fuentes, Julio Cortázar), secundados por otros aún emergentes (Guillermo Cabrera Infante, Salvador Elizondo, Héctor Libertella), extremaban sus apuestas experimentadoras, el éxito protagonizado por García Márquez daba un decisivo espaldarazo a los escritores que trabajaban en una línea menos vanguardista, que enseguida derivó hacia una literatura cada vez más comercial, en la que las modernas técnicas narrativas se ponían al servicio de viejos planteamientos.

Puede decirse que Cien años de soledad supuso un boom dentro del boom, un estallido interno que, dada su potencia, lo desorbitó todo. Sus ventas arrasaron las marcas alcanzadas hasta la fecha por best-sellers como Pedro Páramo (1955) y Rayuela (1963). No cabe duda de que el boom fue propiciado por la aparición de un nuevo público con ambiciones culturales cuya avidez lectora se orientaba espontáneamente al consumo de literatura de calidad. Pero la enorme ampliación del mercado editorial a que dio lugar este nuevo público terminó por subvertir la tendencia inicial: fueron las nuevas estructuras de ese mercado las que, para optimizar sus beneficios, interpelaron a una capa cada vez más extensa de lectores, con la consiguiente rebaja del nivel de exigencia. A un primer momento de floración múltiple y masiva de la oferta literaria, siguió la paulatina concentración de esa oferta en los productos que aseguraban mayor rentabilidad, quedando desplazados a las orillas del mercado los que se dirigían a las élites cultas. Se produjo de este modo una polarización, cuya dinámica repercutió en los propios escritores, cada vez más profesionalizados, y atentos, en consecuencia, a las demandas de un público crecientemente masificado.

La obra de García Márquez sirvió de catalizadora de estas dinámicas. Su triunfo se debió en buena medida a la oportuna y sabia combinación de técnicas modernas y procedimientos de la cultura popular, con el consiguiente obviamiento de las desmesuras vanguardistas. Sin perjuicio de su ambición y de sus logros, la narrativa de García Márquez ofrecía un alivio y una felicidad recobrada a una gran masa de lectores cada vez menos aptos para secundar según qué exploraciones. El modo que tenía de nutrirse de la narrativa oral, de los cuentos tradicionales, del folletín decimonónico, se traducía en una recuperación de la peripecia incesante, de la ligereza, de la ingenuidad, de la “novelería”, que actuaba a contrapelo de las tendencias que venía apuntando la novela moderna.

Muy tempranamente, en 1968, Emir Rodríguez Monegal se refirió a la “Novedad y anacronismo de Cien años de soledad”, admirándose de la “olímpica indiferencia” con que, “en momentos que hasta el menor plumífero se siente autorizado a componer complejas y/o precarias estructuras temporales”, García Márquez “se larga a narrar, con increíble velocidad y aparente inocencia, una historia absolutamente lineal y cronológica, con su principio, su medio y su fin”. Pese a lo cual, al decir de este crítico, el libro contenía “algunas de las novedades más audaces que se hayan ensayado en las letras de este siglo”.

La principal de estas novedades habría sido la fórmula con que García Márquez supo dar carta literaria a eso que en 1949 Alejo Carpentier había bautizado como “lo real maravilloso”, en referencia a la especificidad del mundo americano. Esa fórmula, trivializada bajo la etiqueta de “realismo mágico”, venía a represtigiar aquella categoría, la de “maravilloso”, y venía a hacerlo avalando una concepción inestructurada del mundo que, propia de las sociedades arcaicas, empezaba a serlo también de una sociedad cada vez más tecnificada, enajenada por el sensacionalismo y el constante recurso a los “efectos especiales” de la cultura de masas. Así supo verlo con su característica lucidez el ya mencionado Ángel Rama, quien observó en su momento cómo los modos de percepción que atestiguaba la narrativa de García Márquez “son previos e históricamente anteriores a la visión que aportó la burguesía y que nos proveyó del florecimiento de la novela decimonónica” y sus desarrollos ulteriores. De lo que concluía Rama que “García Márquez volvió atrás y se situó adelante: esa fue su revolución, que, como la de los astros, implica un retroceso y un avance”.

Transcurrido cerca de medio siglo desde la publicación de la obra maestra de García Márquez, se dan las condiciones para evaluar tanto el avance como el retroceso. Y por muchos que sean los escrúpulos que suscite un planteamiento de este tipo, lo cierto es que el balance queda lejos de estar claro.

En uno de los escasos artículos disonantes en el coro de plantos y ditirambos a que ha dado lugar la muerte de García Márquez, Alan Pauls recordaba su paso en 1987 por la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, en Cuba, donde participó en un taller que impartía García Márquez. El taller, según Pauls (“Un fantasma latinoamericano”, en Página 12), carecía de programa alguno, pero se atenía a la siguiente consigna: “Temas latinoamericanos + relato hollywoodiense”. En las sesiones del taller, García Márquez “daba por sentado que las formas que había que elegir eran las formas del éxito, y en materia de cine las formas del éxito eran las formas narrativas de Hollywood”.

Esta decantación hacia “las formas del éxito” -que no hay por qué identificar mecánicamente con lo que se entiende por cultura de masas-, se cuenta entre las consecuencias más directas y perdurables que tuvo el éxito del propio García Márquez. Él mismo, con su renuencia a investirse como intelectual, se convirtió en icono y aval del decisivo cambio de rumbo que por los años setenta, y en virtud de sus méritos, redefinió la industria editorial y el sistema entero de la literatura contemporánea, que estos días ha llorado con buenos motivos a uno de sus santos patrones.