Ser mujer en el Opus Dei (Isabel de Armas)
Ser mujer en el Opus Dei es un testimonio personal de los años que la autora fue miembro del Opus Dei. Si toda memoria, como decía el conocido escritor Jesús Pardo, “trata de reconstruir un pasado de cuya realidad no hay otra constancia que la memoria misma”, sorprende la aventura de esta mujer que, transcurridos ya treinta años desde su salida de la Obra, se lanza a recordar aquellos ocho años que pasó como Numeraria.
Un empeño difícil, e incluso temerario si se publica con un título –Ser mujer en el Opus Dei– que expresa la pretensión de describir la manera de vivir de toda mujer en esa institución de la Iglesia. La sorpresa va en aumento cuando se comprueba que la propia autora reconoce que su experiencia en la Obra es muy corta, nada más que ocho años, durante los que no conoció al Fundador ni tuvo responsabilidades de gobierno e incluso careció de un conocimiento de primera mano de los distintos aspectos de la vocación de las mujeres del Opus Dei.
El libro, siguiendo la ficción de una relación epistolar con una chica joven, empieza con un tono intimista y aparentemente respetuoso con las personas. Pero se rompe enseguida esa línea de moderación en los juicios cuando propone, como paradigma para comprender el Opus Dei, el recuerdo histórico del Partido Nazi y del Partido Comunista de Stalin. Es tan desmesurada la comparación de una institución de la Iglesia –por mucho que a uno no le guste– con esas organizaciones criminales y responsables de los peores genocidios, que se hace difícil creer en la objetividad del testimonio de la autora. Pues no es una comparación desafortunada deslizada en una página, sino que es un paralelismo constante en todo el libro.
El testimonio personal de la autora, escrito con oficio, se ve lastrado con frecuencia por extensas disquisiciones psicológico-teológicas que acaban por cansar al asemejarse, en ocasiones, a un catálogo de lecturas. Además, lo limitado de su experiencia personal obliga a la autora a recurrir a la reproducción de pasajes enteros de la conocida batería de libros denigratorios publicados alrededor de 1992 –con ocasión de la beatificación de S. Josemaría Escrivá– para poder aportar anécdotas negativas, pues ella reconoce no haber presenciado nada especialmente relevante. También intenta paliar su desconocimiento de la realidad completa del Opus Dei, desde un punto de visto histórico-teológico, acudiendo a largas citas de antiguos estudios sociológicos que interrumpen el ritmo narrativo, sin aportar argumentos originales.
“La memoria es la criba de nuestra inteligencia, que es la criba de nuestra sensibilidad”, sigue citando el memorialista Jesús Pardo. Los años de transición entre la década de los sesenta y la de los setenta fueron muy convulsos, de revolución sexual y posconcilio, y la autora describe cómo fue adoptando posiciones feministas cada vez más extremas, hasta llegar a la actualidad donde afirma su conformidad con el divorcio y el sacerdocio femenino. Desde esa sensibilidad enjuicia ahora sus años en el Opus Dei. A la vista de su evolución posterior no resulta extraño que tomara la decisión de no hacer la incorporación jurídica definitiva al Opus Dei, y que comenzara un itinerario ideológico que le llevó a las Comunidades de Base y a la coincidencia intelectual con los teólogos del entorno de la asociación Juan XXIII. De hecho, la última parte del libro es un amplio comentario de sus lecturas de los teólogos de la liberación y del magisterio de Hans Küng.
Al tratarse de unas memorias, el respeto debido a la subjetividad de unos recuerdos personales no impide que la consideración de los hechos relatados pueda poner en duda las interpretaciones de la persona que los escribe. En la evocación de aquellos años sesenta vividos intensamente por la autora, llama la atención el contraste entre la libertad que preside siempre su actuación mientras es miembro del Opus Dei, y las reiteradas acusaciones de autoritarismo y falta de autonomía de la vida en la Obra. Ella misma afirma que, en los momentos más importantes de su trayectoria vocacional en el Opus Dei –su petición de admisión, las diversas etapas de su incorporación jurídica y su posterior salida de la Obra– actuó con plena libertad y autonomía personal, no solo respetada sino fomentada por las directoras de la Obra. Por otra parte, sus acusaciones del control de la intimidad en el Opus Dei, no aparecen reflejadas entre sus recuerdos de aquellos años en los que gozaba con la lectura de los pensadores y teólogos más destacados por su oposición al magisterio de la Iglesia, y durante los que fueron casi constantes –según ella misma reconoce– sus críticas a las directoras y al régimen y estructura de la Obra.
El libro, en definitiva, no responde a las expectativas del título. No pasa de ser un ejercicio memorístico fuertemente influido por tomas de postura ideológicas, que no puede ser tomado en serio en su pretensión de explicar la riqueza existencial de la vocación eclesial de las mujeres de la Obra. Sus experiencias son las propias de aquellos que, en los agitados años del tardofranquismo español y las convulsiones posconcilares, tomaron derroteros cada vez más alejados del magisterio. Sus acusaciones y argumentaciones están tomadas de otros y fueron publicadas hace ya años. Algo se alcanza a entender de las razones que mueven a la autora cuando se cae en la cuenta de que la publicación del libro precedió en pocos días a la canonización en Roma del fundador del Opus Dei.
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