Síndrome de Peter Pan y Síndrome de Simón, dos títulos que ponen nombre a uno de los males más extendidos en la sociedad actual y, especialmente, en el género masculino. No es una epidemia grave ni mortal, no se trata en quirófanos ni en reuniones de urgencia de gabinetes médicos, no protagoniza las portadas de las revistas médicas, pero puede llegar a ser un padecimiento doloroso y, a la larga, lastrar la vida de una persona.
El de Peter Pan es el síndrome que se manifiesta en el pánico al compromiso y las responsabilidades, un síntoma que convierte a los treintañeros en personas alegres, entusiastas y joviales, pero necesitadas de protección, permanentemente insatisfechos e intolerantes a la frustración. El síndrome de Simón, por su parte, es una variante del anterior que hace referencia a aquellos solteros empedernidos, narcisistas y obsesionados con el éxito, cuyo ego ahoga al de todos los que estén a su alrededor y que, en realidad, está blindado a los sentimientos e indefenso ante ellos.
Éstas y otras patologías sociales afectan cada vez más frecuentemente a los jóvenes y adultos de hoy en día, y en mayor proporción a los varones, lo que lleva a afirmar al psiquiatra y escritor Enrique Rojas que “hoy en día hay una epidemia de inmadurez emocional” a la que es necesario hacer frente.
Para ello, Rojas ha escrito un libro titulado No te rindas, una especie de “calendario sobre el ser humano”, literario y psicológico, que ofrece algunas claves para la realización personal, para el conocimiento de uno mismo, y para seguir adelante a pesar de las dificultas que se presentan. Rojas explicó en la presentación del libro que él, como psiquiatra, desciende continuamente “al sótano de la personalidad de mucha gente” y de ahí saca conclusiones globales, hay ciertos problemas que se repiten en muchas cabezas.
Por ejemplo, los que causa el amor. “Enamorarse es crear una mitología privada de la otra persona”, explica Rojas, quien añade además que “lo que salva a las mujeres es que saben que todos los hombres son iguales, y lo que pierde a los hombres es que creen que todas las mujeres son diferentes”.
Pero hay muchas más circunstancias vitales que amedrentan al individuo, causan depresión, angustia, ansiedad… Las relaciones con la familia (especialmente con los padres), los fantasmas del pasado, la insatisfacción, la amistad o la soledad son algunas de ellas y Rojas desgrana desde No te rindas las claves para reconocerlas, hacerles frente y superarlas.
Como si de un recetario se tratase el médico va soltando pequeñas píldoras textuales en forma de consejos, metáforas o test que ayudarán al lector a aprender a ser optimista, el principal objetivo del título. Porque, como explica su autor, “la felicidad no está en la posada, si no en el camino”, y la clave para encontrarla la lleva cada uno dentro de sí mismo.
Así a lo largo de las estaciones del año y los sentimientos que cada una nos sugieren (el amor y la amistad en primavera, la alegría en verano, la maduración del otoño y el reencuentro con los miedos y fantasmas del pasado en invierno), Rojas va desgranando las fórmulas que cada persona puede aplicar para ser más optimista y, al fin y al cabo, más feliz.
Y para conseguirlo y no rendirse en el intento, el doctor resume en tres puntos las claves de la felicidad, que es “una forma de mirar la realidad” más que un estado de ánimo.
En primer lugar, es necesario “aprender a ver más lo positivo que lo negativo de la vida”. Para ilustrar este consejo, fácil de promulgar pero difícil de aplicar, Rojas recuerda el día en que acudió a examinar a un adolescente que, tirado en el suelo durante un partido de fútbol, se retorcía de dolor. “Te has roto el brazo”, le anunció el médico. “Ha sido la mejor parada de mi vida”, le respondió el joven.
La segunda clave para ser optimistas reside en la “buena educación de la voluntad”, en ser consciente de lo que es positivo para cada cual, más allá del placer inmediato, e intentar conseguirlo.
Por último es fundamental, según Rojas, “tener clara la diferencia entre meta y objetivo”. Las metas son generales y a largo plazo, como por ejemplo, conseguir que el matrimonio funcione. Los objetivos, sin embargo, son más inmediatos y medibles, como por ejemplo, evitar discusiones innecesarias con la pareja o tener pequeños detalles con ella. A base de conseguir objetivos uno se va a cercando a la meta.
Pero, sobre todo, hay que tener clara una constatación muy obvia pero que a menudo se olvida: “la felicidad no se da en el superhombre, si no en el hombre verdadero”, apostilla Rojas.
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