Una joven mujer desesperada por las presiones de su madre, quien le recrimina haberse dejado embarazar, toma a su hijo recién nacido y lo arroja a una quebrada, muy cerca de donde vive. Dos horas después denuncia ante las autoridades que fue víctima de un asalto y que los delincuentes se llevaron a su hijito.
Un hombre movido por la ambición de heredar una enorme propiedad, en las afueras de la ciudad, invita a su hermano a un paseo del campo y apenas se descuida, aprovechando que caminan muy cerca de un precipicio, lo empuja. Lo único que recuerda es la mirada de desesperación del sujeto cuando caía con violencia, dando tumbos en un despeñadero.
Una mujer y su amante deciden quitar al marido de en medio. Tras reunirse varias veces, acuerdan darle muerte. Y un viernes en la noche, aprovechando que llega borracho, lo muelen a golpes. Acto seguido lo llevan al patio de la casa, cavan una zanja, lo arroban y construyen encima una losa de concreto.
La relación de incidentes sobre los que usted habrá leído en sinnúmero de ocasiones, pone de relieve la condición de maldad que agobia al mundo y que se refleja en actitudes como la violencia, la maldad, la traición, la hipocresía, la opresión y las acciones arbitrarias.
Nos asalta un interrogante: ¿De dónde provienen? Y la respuesta, que encontramos en la Biblia, es bastante sencilla pero profunda: la raíz de muchos males que acosan al género humano, está en el propio corazón del hombre.
Dios reconoce la maldad del hombre
Desde el comienzo mismo de la humanidad quedó al descubierto la maldad del hombre. Lo apreciamos inicialmente en Caín, quien dio muerte a su hermano Abel y en las posteriores generaciones que se desprenden de la genealogía de Adán.
Dios reconoció esa malicia perjudicial tal como lo describe el autor del Génesis: “Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne...”(Génesis 6:3. Reina Valera Versión Antigua).
Se trata de una fuerza interior que motiva a quienes no tienen al Señor gobernando en sus corazones. Está por encima de sus capacidades. En cierta medida es algo que no pueden vencer.
Alguien lo describió como una inclinación natural hacia la maldad que gobierna el desenvolvimiento de aquellos en quienes Dios no es el Rey supremo. Las Escrituras describen que “Y vio Jehová que la malicia de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. Y arrepintióse Jehová de haber hecho al hombre en la tierra, y pesóle en su corazón.”(Génesis 6:5, 6).
Es preocupante advertir que antes y también ahora, se experimenta una generalización del mal, propiciado por las propias personas. Seguirán en ese mundo de tinieblas en tanto persistan en hacer las cosas a su manera. Y no podemos desconocer que las actitudes dominadas por la maldad no glorifican al Padre celestial.
La maldad desencadena caos
En una sociedad donde Dios no ocupa el primer lugar, reina el caos y se expande sin control, porque siempre encontrará alimento en quienes no se rigen por valores y principios.
Cuando el “desgobierno” toma fuerza, ocurre lo que al comienzo de la humanidad:”Y corrompiose la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia. Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda la carne había corrompido su camino sobre la tierra.”(Génesis 6:11, 12).
Las nuevas generaciones estarán permeadas por una situación similar ya que la malicia no se erradica con el sólo propósito ni incluso con propósitos humanos de buena voluntad. Es necesario aplicar un remedio desde la raíz.
Dios quiere transformar su corazón
Dios ama a los pecadores, pero no ama el pecado. Él y nadie más que Él, cuando le abrimos la puerta de nuestro corazón, puede obrar la transformación que tanto anhelamos. Él no solo comprende nuestro anhelo de cambio sino que también nos ayuda a lograrlo, alcanzando así crecimiento en los niveles personal y espiritual.
Cuando terminó el diluvio y las aguas se agotaron sobre la tierra, Noé mostró su agradecimiento a Dios con un sacrificio de animales. “Y edificio Noé un altar a Jehová, y tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocausto en el altar. Y percibió Jehová olor de santidad; y dijo Jehová en su corazón: No tornaré más a maldecir la tierra por causa del hombre; porque el intento del corazón del hombre es el mal desde su juventud; ni volveré más a destruir todo viviente, como he hecho.”(Génesis 8:20, 21).
Es esencial que usted cambie y crezca en todos los órdenes, restableciendo su relación con el creador. Él tratará con su vida y, por supuesto, transformará su corazón.
¿Cómo hacerlo? Es muy sencillo. Puede hacerlo ahora mismo. Basta que le diga: “Señor Jesucristo te recibo en mi corazón como mi único y suficiente Salvador. Gracias por perdonar mis pecados por tu sacrificio en la cruz y darme una nueva oportunidad. Haz de mi la persona que tú quieres que yo sea. Amén.”
Si hizo esta oración, lo felicito. Es el primer paso para emprender desde hoy un ascenso hacia una vida renovada y con propósito en Cristo Jesús.
Ahora tengo tres recomendaciones para usted. La primera, que haga de la oración un principio diario, para hablar con Dios. La segunda, que aprenda en la Biblia los principios que le permitirán alcanzar mayores niveles de crecimiento personal y espiritual. Y la tercera, que comience a congregarse en una iglesia cristiana. Adelante. ¡Hoy es el primer día de su nueva vida!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario