domingo, 12 de junio de 2011

Luis Cernuda plantea a quien se acerca a su figura las mismas dificultades que planteaba su trato personal

Una mitad de luz Otra de sombra /No separadas: confundidas, escribió de él Octavio Paz.

Contradictorio y difícil, Luis Cernuda plantea a quien se acerca a su figura las mismas dificultades que planteaba su trato personal. Combinaba de manera desconcertante fragilidad y desprecio, altivez y carencias, delicadeza y exabrupto, exquisitez y grosería, retraimiento y exhibicionismo. No deja de ser sorprendente que quien hizo un programa de vida de la insociabilidad - a veces turbulenta, a veces huidiza- se preocupase de manera tan extremada por su aspecto físico y su indumentaria.

Y con esa dificultad se habrá enfrentado también Rivero Taravillo a la hora de abordar el recorrido minucioso por la vida y por los poemas de Luis Cernuda, el día a día circunstancial de la peripecia personal que se vuelca siempre en su literatura y del que surgieron versos y libros como Vivir sin estar viviendo, Con las horas contadas o Poemas para un cuerpo.

Sólo podemos conocer la poesía a partir del hombre, había escrito Luis Cernuda en un artículo sobre Eluard. Y por eso, tras el primer volumen -Luis Cernuda. Años españoles (1902-1938)–, los años que aborda Rivero Taravillo en la segunda entrega de la biografía de Cernuda fueron decisivos en el giro que dio la obra del poeta, que encontró su tono de voz más auténtico en la poesía inglesa, tan frecuentada en sus diez años de exilio en Inglaterra, y que no abandonó cuando se trasladó a Estados Unidos para acabar instalándose en México.

En pocos poetas del 27 se unen tan intensamente obra y biografía, de manera que La realidad y el deseo, Ocnos o Variaciones sobre tema mexicano contienen la autobiografía del poeta más que el Historial de un libro o que su voluminosa y dispar correspondencia.

Porque frente a la hipocresía de la pareja Salinas – Guillén (¿Qué tenemos nosotros que ver con este marica? No me es antipático, me repugna), Cernuda era incapaz de simulaciones en su vida y en su obra. Y esa actitud, que en sí misma no le añade valores literarios al texto, permite leer su poesía en clave autobiográfica, y además la mantiene viva, porque sigue circulando por ella la sangre de lo verdadero y su voz nunca parece la de un impostor.

Y, sobre todo, esa verdad radical y esa severa falta de autocomplacencia que recorre su obra justifica una biografía como esta, que se puede leer también como una espléndida antología del mejor Cernuda, uno de los poetas más poderosos y decisivos del siglo XX en España y América.

Porque, más allá de su dolorosa historia personal, libros como Las nubes o Desolación de la quimera acabarían marcando el rumbo de la poesía en español a ambos lados del Atlántico.

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