Los especialistas en psicoterapia o en psicoanálisis estamos acostumbrados a coexistir en un campo teórico heterogéneo, que recuerda mas a la Torre de Babel que a una comunidad de experiencia científica.
Me adhiero a la opinión de quienes opinan que la búsqueda y construcción de un territorio común de experiencia y de discusión seria muy deseable y permitiría discusiones útiles para el progreso de nuestro campo. Existen sin duda intentos en ese sentido, pero también se mantiene un tipo de practica teórica (y política) en la que los que comparten puntos de vista parecen satisfechos con repetirse los unos a los otros aquello en lo que ya están de acuerdo y excluir de su campo de interés aquello que pueda poner en tela de juicio los consensos ya admitidos en cada grupo o escuela.
A veces, y esto afortunadamente me parece bastante común, la forma de trabajar de clínicos experimentados de escuelas distintas es tan parecida que uno se pregunta en que puedan consistir las diferencias teóricas que les aparentemente distancian. Otras veces, sin embargo, las diferencias pueden ser tan notables que uno se pregunta como es posible que prácticas tan diferentes puedan agruparse remotamente bajo el mismo campo.
Como ejemplo de esto último, recuerdo una comunicación oral en un congreso de Psicoterapia en que un terapeuta de grupo leyó transcripciones parciales de sesiones de grupo de pacientes con esquizofrenia, que según explicó, verbalizaban reiteradamente su deseo de cosas tales como "devorar el pene del terapeuta" o de "alimentarse del pecho de su psiquiatra". Teniendo en cuenta que en mi experiencia de 25 años trabajando grupos de personas con esquizofrenia jamas había escuchado nada ni remotamente parecido, la comunicación de mis colegas me hizo preguntarme con inquietud qué clase de cosas podrían esos terapeutas estar diciendo a sus pacientes.
Para comentar un poco este punto de las diferencias teóricas entre las escuelas muy afines entre si, esta semana he investigado la conocida historia del distanciamiento de S. Freud, el inventor del psicoanálisis y C.G. Jung, uno de sus mas brillantes seguidores y, durante un tiempo, el hombre que parecía elegido por Freud para “heredar” el liderazgo del grupo freudiano.
Como señala acertadamente E. Jones, biógrafo “oficial” de Freud, al principio de su capítulo “Disensiones”, hubo dos tipos de razones que operaron como causas de las disensiones. Escribe Jones que “la opinión general, con razón, trata de juzgar las diferencias entre las teorías de Freud y las de aquellos de sus discípulos que se distanciaron de él basándose en los méritos objetivos de sus respectivos puntos de vista, si bien no siembre se llega a alcanzar esa loable finalidad”. Y a continuación explica que “la investigación en psicoanálisis, solo puede lograrse por la superación de resistencias que se oponen siempre a tal propósito”.
La superación de estas “resistencias”, que afectan potencialmente al juicio del paciente y del analista en la misma medida, se lograría en el caso del segundo mediante un “psicoanálisis didáctico” que permitiría a los candidatos analistas elaborar cabalmente sus múltiples resistencias de manera duradera, de manera que no pudieran operar como obstáculos en la compresión de la teoría, ni en la aceptación de sus postulados, ni en su aplicación clinica.
Esta breve introducción permite situar el contexto en el que se pueden comprender las disensiones entre Jung y Freud.
Todos los biógrafos (Jones, biógrafo “oficial”, pero también R. W. Clark y L. Breger) explican como Jung, siendo un joven psiquiatra de la escuela de Bleuler, se sintió atraído con entusiasmo por la teoría freudiana y se puso en contacto con él. Si bien no se le ocultaron algunos puntos de desacuerdo, en particular, el de que la teoría “exigiese” considerar como “sexual” la energía del aparato psíquico del sistema freudiano. Ya en su primera carta a Freud – según L. Breger- Jung escribe: “a mi me parece que su terapia depende no solo de los efectos desatados por la abreacción (expresión emocional) sino también de ciertas relaciones personales, y yo considero que, si bien la génesis de la histeria es predominantemente sexual, no lo es de manera exclusiva”.
Jung era médico de un hospital psiquiátrico, estaba habituado a trabajar con pacientes con trastornos muy graves y probablemente en ese campo, aunque mas de quince años mas joven, contaba con una experiencia clínica en ese campo particular que Freud no hubiera podido igualar. La respuesta de Freud a las francas, discretas y corteses discrepancias de Jung fue afectuosa y seductora: “Me aventuro a albergar la esperanza de que en el transcurso de los años se acercará más a mi de lo que ahora cree posible”.
Los biógrafos coinciden en que Jung siguió sintiendo reservas respecto de que la teoría sexual de Freud pudiera explicar lo que el veía cotidianamente en su hospital, pero atribuyó la discrepancia a que el material observacional era completamente distinto.
Las reservas de Jung hacia esta teoría sexual parecieron desvanecerse tras un encuentro personal en 1907. Bleger opina que el encuentro “disipó las dudas de Jung, que aceptó la teoría sexual, y sintió que se encontraba ante un hombre extraordinario”, que además le halagaba, expresándole sin reservas la buena opinión que se había formado de él. Aunque Jung seguía encontrando dificultades para aplicar la teoría sexual freudiana a su observación clínica, ahora las atribuía a una insuficiente comprensión de la teoría freudiana y las sometía al criterio de su nuevo mentor, situación que se prolongó durante años.
Jung se convirtirtió en un defensor de Freud en Suiza -en momentos difíciles para la teoría freudiana- y comenzara a cimentar una creciente carrera profesional apoyado en el Psicoanálisis, alentado por Freud que veía en él su sucesor al frente de la “causa” psicoanalítica.
Sin embargo, la experiencia clínica de Jung le seguía haciendo difícil usar las ideas freudianas en su terapéutica y en su pensamiento de la clínica de la psicosis, y esta tensión se mantuvo, creció y con el tiempo se hizo abierta e insostenible.
Del estudio de su correspondencia mutua, Bleger opina que en ese periodo “Jung parecía verdaderamente interesado en descubrir algo nuevo, en encontrar respuestas a preguntas que lo acuciaban". Bleger cree que en esa época el “estilo investigador” de Freud tenia mas que ver con encontrar argumentos que apoyasen su teoría que en ponerla a prueba contrastándola con la realidad, es decir, que eran investigaciones que buscaban argumentos para apoyar las hipótesis aceptadas de de antemano.
Otro biógrafo, R. W. Clark, explica que el problema final fue que respecto a la teoría sexual de Freud, tenían convicciones clínicas diferentes y que fracasaron en “ponerse de acuerdo en discrepar”.
El desenlace de esta tensión entre Jung y Freud condujo a su separación y la interrupción de su amistad. El reproche que Jung dirigió a Freud al final de su relación fue que Freud tendía a tratar las discrepancias teóricas - y sin duda él se sintió incluido- como el producto de resistencias de los escépticos en vez de tratar de refutarlas con argumentos clínicos.
En una de sus últimas cartas le espetó: “Quisiera indicarle que su técnica de tratar a sus discípulos como si fueran enfermos es un disparate. De ese modo produce hijos abyectos o criaturas desvergonzadas”.
Es un buen momento para evocar los comentarios de Jones citados antes. Si Jung no podía, como proponía Freud, aceptar que la etiología de la esquizofrenia era el resultado de un conflicto de naturaleza sexual, corría el riesgo de que en el mundo psiconalítico se interpretara que sus “resistencias” a aceptar las verdades psicoanalíticas “reveladas” por la investigación freudiana se lo impedían, y eso podría cuestionar – al menos ante los demás psicoanalistas- su habilitación para practicar el psicoanálisis de manera autorizada.
Recordemos también que Freud cimentó su teoría de la psicosis en su famoso “Caso Schreber”, paciente que analizó a partir de un libro autobiográfico y al que en realidad no trató nunca, interpretándola en buena parte – y perdón por la esquematización excesiva- como una forma de reacción psíquica inconsciente defensiva ante su homosexualidad inconsciente.
Eso, para Jung, en contacto cotidiano con pacientes como Schreber, resultaba seguramente inaceptable. De hecho, antes de su ruptura oficial, en sus conferencias americanas en la Universidad de Fordham, sin escatimar reconocimientos a la obra de Freud, tampoco ocultaba su proyecto de enmendar algunos aspectos de sus fundamentos. En los términos del desarrollo de una disciplina científica normal, esto parecería completamente normal, regular y esperable, pero para la forma particular de constituirse la disciplina psicoanalítica, esto resultaba para Freud totalmente inaceptable.
Ante este problema, una vez precipitada la ruptura personal, en el contexto de una serie de interesantes circunstancias personales que los distintos biógrafos describen minuciosamente, toda vez que Freud tomó medidas y movilizó a sus incondicionales, los partidarios de Freud pudieron sencillamente ignorar los argumentos de Jung y aceptar las tesis de las resistencias junguianas. Así éste cayo "en desgracia" para los psicoanalistas “ortodoxos”, como ya antes había sucedido con Adler y como después sucedió con tantos otros.
La lectura actual de las ideas de uno y otro acerca de la etiología de la psicosis produce una impresión parecida a la que se podría tener releyendo las discusiones medievales entre los partidarios de las teorías heliocéntrica o geocéntrica del Universo. Galileo fue condenado a prisión perpetua por sostener que es en realidad la Tierra la que gira alrededor del Sol, considerado como el centro de la imagen del Universo. Irónicamente, en la actualidad, según S. Hawkins, la forma actual de concebir el Universo desde la Teoría de la Relatividad hace que la pregunta de cual es su centro ya no tenga sentido. Es decir, que si la pregunta es “donde esta el centro del universo”, esa pregunta no tiene sentido, o al menos no lo tiene en el de establecer algo parecido a una Verdad absoluta.
Resulta más interesante para mi preguntarme qué nos pasa a los seres humanos, que somos capaces de tomar decisiones que conducen a la hoguera –a veces literalmente – a personas por las cosas que piensan cuando discrepan de nosotros.
Si pensamos en la disputa teórica entre Freud y Jung, a mi modo de ver, la discusión actual sobre la etiología de la psicosis ha cambiado de tema va por otros derroteros. Considero que lo mas justo que podemos decir sobre los puntos de vista de Freud sobre la psicosis es que, al igual que otros clásicos importantes (como Kaeppelin, Laborit o Durkheim), han aportado pilares importantes en la construcción del edificio del Saber del que se benefician nuestros pacientes, pero que sus saberes no deberían ser mistificados.
Creo que, como decía al principio, el campo de la psicoterapia y del psicoanálisis se verían beneficiados por un modo de trabajo e investigación menos centrados en la aceptación pública -¿acrítica? - de las opiniones de figuras más o menos carismáticas como líderes de las escuelas y mas en la investigación personal y la reflexión colectiva sobre los enigmas que la clínica nos ofrece cada día.
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