Tener estructuras simples y organizaciones con mínimos niveles jerárquicos, con desarrollo humano y formación interna de las funciones ejecutivas. Tener flexibilidad y rapidez en las decisiones. Operar con las ventajas de la empresa pequeña, que son las que hacen grandes a las grandes empresas.
Mantener la austeridad en tiempos de vacas gordas. Esto fortalece, capitaliza y acelera el desarrollo de la empresa. Asimismo, evita los amargos ajustes en las épocas de crisis.
Estar siempre activos en la modernización, crecimiento, capacitación, calidad, simplificación y mejora incansable de los procesos productivos. Incrementar la productividad, competitividad, reducir gastos y costos guiados siempre por las más altas referencias mundiales.
La empresa nunca debe limitarse a la medida del propietario o del administrador. No sentirnos grandes en nuestros pequeños corralitos.
No hay reto que no podamos alcanzar trabajando unidos, con claridad en los objetivos y con conocimiento de los instrumentos para lograrlos.
El dinero que sale de la empresa se evapora. Por eso reinvertimos las utilidades.
La creatividad empresarial no sólo es aplicable a los negocios. También es la solución de muchos de los problemas de nuestros países. Es lo que hacemos a través de las fundaciones del grupo.
El optimismo firme y paciente siempre rinde sus frutos. Esto, explica Slim Helú, lo heredó de su padre.
Todos los tiempos son buenos para quienes saben trabajar y tienen con qué hacerlo.
Su premisa, explica, es tener muy presente que la gente se va sin nada; para él las cosas sólo pueden hacerse en vida y considera al empresario como un creador de riqueza, misma que administra temporalmente.
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