a cordura y el sentido común, las relaciones con nuestro origen, el hogar, la sexualidad, el trato con los muertos, las relaciones paterno-filiales, etc...- Marín traza una historia cultural de la afectividad humana que es, al mismo tiempo, una genealogía de nuestros modos de habitar el mundo.
El enfoque podrá parecer a algunos demasiado “culturalista”, pero el verdadero propósito del autor no radica sino en la localización del nexo común a todas estas perspectivas sobre lo humano. Sí que es cierto que el texto, debido a una buena prosa que gusta de demorarse en el examen de algunos de los grandes tópicos de la cultura occidental y sus personajes emblemáticos -Abraham, Edipo, Ulises, Don Quijote- invita a menudo a fijar la atención más en el detalle que en el hilo conductor. Esto forma parte del atractivo de un estilo argumentativo que funciona mediante sugerencias más que mediante demostraciones concluyentes. Porque lo que en última instancia se evidencia al término de estas historias de idas y vueltas del corazón humano es que lo que de veras nos hace falta para convivir no es sino generar nuestras propias buenas costumbres sociales. Seguramente no baste para ello con mirar a las del pasado. Pero este ejercicio de piedad y rememoración resulta un paso previo imprescindible. En este sentido, tenemos aquí un trabajo muy estimable: los prolegómenos a una teoría de la cordura, sobre la que el autor aún tiene mucho que decir.
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