sábado, 21 de mayo de 2011

Carolina Coronado

“Carolina Coronado: un universo romántico” es la nueva exposición que ocupa la Sala de las Musas del Museo de la Biblioteca Nacional. Un especial homenaje a esta destacada escritora del Romanticismo español con motivo del centenario de su muerte.

Una escritora a la que la Biblioteca Nacional trata de acercar al gran público, mostrando tanto su perfil literario como personal.

Carolina Coronado Romero de Tejada (1820-1911), de cuya belleza y la admiración que despertaba dejaron testimonio tanto el pintor Federico Madrazo, como algunos escritores románticos contemporáneos. Con inquietud literaria desde muy joven, Carolina Coronado se rodea e introduce pronto en el grupo de escritores progresistas y románticos, siendo su residencia madrileña punto de reunión y tertulia. Pese a la censura, Carolina Coronado consiguió publicar sus obras en revistas y periódicos. Autora polifacética, Carolina escribió tanto poesía como novela y teatro, llegando a estrenar una de sus obras teatrales, “El cuadro de la esperanza” (1846).

El Museo de la Biblioteca Nacional presenta en las vitrinas de la Sala de las Musas, una sala destinada a mostrar piezas únicas, las obras de Carolina Coronado, así como otros documentos de gran interés conservados en la Biblioteca. Así, se expone la correspondencia que Carolina mantuvo con uno de sus maestros, Juan Eugenio de Hartzenbusch, destacado representante del drama romántico y autor de "Los amantes de Teruel"(1837). Unas cartas en las que la escritora deja un vivo testimonio tanto de sus intereses literarios como de su visión sobre otros aspectos de la época que le tocó vivir.

Una muestra que es espejo de una época en la que la mujer tenía que salvar innumerables prejuicios para participar en la vida pública y abandonar, siquiera esporádicamente, las restringidas parcelas de la vida doméstica a las que se reducía su vida cotidiana. Carolina Coronado es una de esas mujeres que, a través de la literatura y la política, consiguió la admiración y el respeto de los intelectuales de su época, siendo ya reivindicada su figura en el siglo XX por su sobrino Ramón Gómez de la Serna en su libro “Mi tía Carolina Coronado”, publicada en 1935.

La exposición “Carolina Coronado: un universo romántico” permanecerá abierta al público del 10 de mayo al 25 de septiembre de 2011 en la Sala de las Musas del Museo de la Biblioteca Nacional.

Poesía de Carolina Coronado
A dónde estáis, consuelo de mi alma (1840)


¿A dónde estáis, consuelos de mi alma,
cantoras de esta edad, hermanas mías,
que os escucho sonar y nunca os veo,
que os llamo y no atendéis mi voz amiga?
¿A dónde estáis, risueñas y lozanas
juveniles imágenes queridas?...
Yo quiero veros, mi tristeza acrece
la soledad mi padecer irrita;
a darme aliento a mitigar mi pena
venid, cantoras, con las sacras liras.
He visto alguna vez que al cuerpo herido
flores que sanan con su jugo aplican,
de mi espíritu triste a la dolencia
yo le aplicara la amistad que alivia.
Flores, que la salud de pobre enferma
pudierais reanimar con vuestra vista,
¿por qué estáis de la tierra en el espacio,
colocadas tan lejos de mi vida?...
Ése es, cantoras, de infortunio el colmo,
ésa en el mundo la mayor desdicha;
sufrir el mal, adivinar remedio
y no lograrlo cuando el bien nos brinda.—
No he de lograrlo sola y olvidada,
como el espino en la ribera umbría,
de mi cariño las lozanas flores
lejos de la amistad caerán marchitas.
Nunca os veré; mi estrella indiferente
no marca en mi vivir grandes desdichas,
pero tampoco ¡ay Dios! grandes placeres,
tampoco venturosas alegrías.
¿Qué valen las desgracias si a sus horas
de tormentoso afán sigue la dicha?
Es menos bella la existencia, hermanas,
pálida, melancólica, indecisa;
que no tenga un azar de los que rinden
ni una felicidad de las que animan.
¡A Dios, auras de abril, rosas de mayo,
cantoras bellas de la patria mía!
Yo no puedo estrecharos en mis brazos,
yo no puedo besar vuestras mejillas;
pero al ardiente sol mando un suspiro
y a la luna, al lucero y a la brisa
para que allá, donde en la tierra os hallen,
lo lleven en sus alas fugitivas.
¿Qué dais, hermanas, de mi amor en pago?
Dadme canciones tiernas y sencillas
reflejo puro de las almas vuestras,
consuelo activo de las ansias mías;
y así podré exclamar «¡nunca las veo,
sin verlas moriré, mas logro oírlas!»

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