Puede ser que juzgues que es cosa difícil el orar porque no sabes como hacerlo.
Cada uno de nosotros debe ayudarse a orar: en primer lugar, recurriendo al silencio, puesto que no podemos ponernos en presencia de Dios si no practicamos el silencio, tanto interior como exterior.
Hacer silencio dentro de nosotros mismos no es cosa fácil, pero es un esfuerzo indispensable.
Tan solo en el silencio encontraremos una nueva fuerza y la verdadera unidad.
La fuerza de Dios llegará a ser la nuestra para poder cumplir cualquier cosa tal como se debe; será lo mismo para llegar a que nuestros pensamientos estén unidos a los suyos, para la unión de nuestras oraciones con sus oraciones, para la unidad de nuestros actos con sus actos, de nuestra vida con su vida.
La unidad es el fruto de la oración, de la humildad, del amor.
Dios habla en el silencio del corazón, si te pones frente a Dios en el silencio y la oración, Dios te hablará. Y sabrás entonces que tu eres nada. Dios no puede llenarte de el mismo hasta que tu no conozcas tu nada, tu vaciedad. Las almas de los grandes orantes son almas de gran silencio.
El silencio hace cambiar nuestra visión de las cosas. Tenemos necesidad del silencio para llegara a "tocar" las almas de los demás.
Lo esencial ne es lo que nosotros decimos, sino lo que Dios dice, lo que dice a través de nosotros.
En un silencio así, hablará a nuestra alma y escucharemos su voluntad
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