Pocas veces un Premio Nobel de Literatura ha desatado tal revuelo en los medios culturales de América Latina y de Europa, como el otorgado recientemente a Mario Vargas Llosa. Sin duda, la tensión de la espera (las perennes nominaciones jamás atendidas), la incisiva posición política del autor frente a los regímenes totalitarios, su claro apoyo a una economía de mercado y al libre comercio, y su rompimiento diáfano y sin dobleces con el régimen cubano, entre otros factores, contribuyeron de algún modo a que, una vez conocido el veredicto, se desatara una auténtica guerra mediática, solo eclipsada por el otorgamiento del Nobel de la Paz al activista chino Liu Xiaobo, quien cumple condena de once años por haber redactado un manifiesto en demanda de reformas democráticas en su nación.
Varias veces he expresado a través de este mismo medio mi admiración por la obra y la personalidad del autor peruano (ver archivo). Es más, recuerdo haber recibido "críticas" por parte de algunos lectores rojitos al expresar sin ambages que Vargas Llosa es el mejor escritor vivo de habla española. A su entender -y haciéndose eco con lo expresado alguna vez por Hugo Chávez- el autor de "La fiesta del chivo" no es más que un ignorante, un analfabeto que recibe salario del Pentágono o de la CIA para decir lo que dice en los mejores diarios del mundo.
Sé que va a sonar extraño lo que voy a afirmar acá, pero sigo considerando a Mario Vargas Llosa el mejor escritor vivo de la lengua española, a pesar de haber ganado el Premio Nobel de Literatura. Sí, a pesar del "triunfo", porque ganar el Nobel no eleva a un autor (el que sea) a la máxima dignidad en el contexto de una determinada obra literaria, humanitaria, o de un hallazgo científico. En el presente caso Vargas Llosa dignifica al ya muy desprestigiado Premio Nobel y a sus jueces, que en otras oportunidades no han tenido mucho tino a la hora de sopesar las fortalezas literarias de los candidatos, otorgándoseles a personajes oscuros, con baja calidad estilística, cuyas obras han respondido a corrientes y modas que han durado un suspiro y no han logrado trascender por un solo instante la muerte física de sus hacedores. En otras circunstancias la mezquindad y la ceguera de los árbitros del Nobel han sido tales, que le han negado el galardón a verdaderos genios de las letras, como fue el caso de Jorge Luis Borges, quien supuestamente tiró por la borda sus altas posibilidades de merecerlo porque -a decir de los estudiosos del tema- se dejó condecorar por el dictador de Chile Augusto Pinochet. Entonces, surge de inmediato la interrogante: ¿Cómo se lo otorgaron a Gabriel García Márquez si su amistad con el gorila de Cuba es histórica, notoria y comunicacional? ¿Acaso se es más o menos dictador porque se esté a la derecha o a la izquierda del espectro político de una nación? Sátrapa es sátrapa: rojo rojito o azul azulito. El color no importa a la hora del atropello y la vulneración de los derechos humanos de la gente. Es aquí precisamente en donde atina políticamente Vargas Llosa, y aquí nace también el coraje de muchos seguidores del régimen venezolano contra el gran escritor.
Transijo que en el 2010 los jueces del premio han estado a la altura del inmenso compromiso histórico del filántropo Alfred Nobel, y con sus decisiones han perfilado un claro repudio a cualquier tipo de totalitarismos y un apoyo a sus más connotados gladiadores. El hecho de otorgárselo a Vargas Llosa, considerado políticamente de derecha y un acérrimo crítico de los regímenes fuertes de América Latina, y a Liu Xiaobo, disidente del régimen comunista de la China, que lucha por la apertura política de su país, dice bastante a la hora del necesario análisis en torno al despertar del viejo y romántico sueño comunistoide, que mucho daño le ha hecho a las naciones que lo han sufrido en su seno, y tantas injusticias conllevó contra regias personalidades del mundo de las letras y de las ciencias.
¡Enhorabuena!
No hay comentarios:
Publicar un comentario