jueves, 13 de octubre de 2011

Curie Confidencial

Acabo de terminar la lectura de esta obra con verdadero enriquecimiento y deleite. El editor habla de una suerte de “Curie confidencial”, y así lo creo yo también. Tras la lectura de las cuatro partes de este libro se dispone de una semblanza sencilla y emotiva de su marido, Pierre Curie; su propia y mínima autobiografía, solicitada por amigos y benefactores norteamericanos; su diario escrito durante el primer año posterior a la desgraciada e inesperada muerte de su marido y, por último, apuntes de los cuadernos de laboratorio.

Por primera vez se edita en un solo volumen todo este material que perfila dos personalidades de extraordinaria calidad humana. Así fueron esta pareja de científicos que consagraron su vida a la investigación y a su familia, en duras condiciones de trabajo, sin medios, sin dinero, casi sin reconocimiento, que llegó demasiado tarde, especialmente por la muerte prematura de Pierre, acaecida en 1906. Y que tras el descubrimiento de nuevos elementos, como el polonio y el radio, y la radiactividad, buscaron incansablemente su aplicación social, especialmente en el campo de la medicina, sin patentar, vender, ni comerciar con ninguno de sus hallazgos sino todo lo contrario, publicando todo, difundiendo y respondiendo a cuantas cuestiones les planteaban otros científicos.

Pierre Curie nació en Francia en 1859 en una familia armoniosa. Su padre era médico y aunque no pudo desarrollarla, sintió una enorme atracción por la investigación. Tanto a Pierre como a su hermano mayor, Jacques, les transmitieron un desbordante amor por la naturaleza y su observación, lo que se convertiría para Pierre en su pasión y solaz. Cuando conoció a Marie, se refirió a sus padres como personas exquisitas.

Muy pronto comenzó su labor investigadora, de 1880 a 1883 junto a su hermano, que además fue su mejor amigo el resto de su existencia, descubriendo la piezoelectricidad, lo que les valió el Premio Planté en 1883. Pero por necesidades económicas se tuvieron que separar, al ofrecerle a Jacques una plaza de profesor universitario de mineralogía en Montpelier. Pierre acude a París como responsable de prácticas en la Escuela de Física y Química Industriales, donde transcurriría prácticamente su vida científica hasta 1905.

En 1894 le presentan a Marie Sklodowska, una joven polaca nacida en 1867 de padres maestros y llegada a Francia para estudiar, cumpliendo el sueño de su vida, por el que se había sacrificado mucho, ya que la falta de recursos familiares no pudo facilitar más el camino de los cinco hermanos. Su madre muere cuando ella solo tiene 9 años, y para ayudar económicamente en casa y a pesar del inmenso amor que le une a su padre, a los 17 años se emplea como institutriz, estudia esforzadamente por las noches y ahorra con tesón para poder estudiar la carrera en Francia, ya que la Polonia ocupada por el imperio ruso, en la que ha nacido, carece de alegría y libertad.

Foto de familia del matrimonio Curie.Muy poco después Pierre le hace proposiciones matrimoniales. Marie duda ante la separación de lo que más quiere, su familia y su patria, pero se casan al año siguiente, formando una infrecuente pareja unida en la vida y en el trabajo. Los resultados magníficos de su esfuerzo común son bien conocidos, valiéndoles el Premio Nobel de Física en 1903, junto a Henri Becquerel; la Legión de Honor a Pierre en el mismo año y que rechazó -“le ruego que le dé las gracias al ministro y que le informe de que no tengo ninguna necesidad de ser galardonado, sino de disponer de un laboratorio”-; la creación de una cátedra para él en la Sorbona en 1904; y a ella, ya sola, sucederle en la cátedra y la creación del Instituto del Radio; en 1911 el Premio Nobel de Química; también el gobierno francés quiso otorgarle la Legión de Honor tras su heroica y abnegada actividad durante la I Guerra Mundial, pero que como su marido la rehusó; viaje a EEUU en 1921 lleno de reconocimientos y honores, tributados por empresarios, universidades, asociaciones y el propio presidente.

Apenas he esbozado unas pinceladas de la esforzada pero fructífera vida de estos dos científicos; los que desde jóvenes les admiramos por la lectura de la biografía de Madame Curie, tan popular antes en España, recibimos un auténtico regalo con la lectura directa de las ilusiones y pasiones de esta gran mujer, de estos dos honestos y excelentes seres humanos a los que unió un amor poco frecuente. Y los lectores con formación científica podrán apreciar además el relato conciso del devenir de sus investigaciones.

“Supongo que la humanidad necesita gente práctica que haga su trabajo lo mejor posible, sin olvidarse del interés general, pero también precisa soñadores para quienes perseguir sus propósitos es una necesidad tan apremiante que les resulta imposible preocuparse por sus beneficios materiales. Aunque estos idealistas no se merecen grandes riquezas, ya que no las desean, creo que una sociedad bien organizada debería asegurarles unos medios de trabajo eficientes, así como una vida sin inquietudes materiales, de modo que puedan consagrarse a la investigación científica”.

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