lunes, 31 de octubre de 2011

Joaquin MUNS: La Necesaria Austeridad

Los malditos círculos viciosos, de Joaquim Muns en Dinero de La Vanguardia
La economía es una actividad en la que constantemente se ha de estar eligiendo entre diversas alternativas de utilización de los recursos limitados con los que contamos. El profesor Robbins acuñó en 1934 la definición tradicional y generalmente respetada de la economía en los siguientes términos: “La economía es la ciencia que estudia la conducta humana como una relación entre unos fines dados y unos medios que tienen usos alternativos”.

Está, pues, en la base de la economía y de la labor del economista: ofrecer criterios para priorizar actuaciones que afectan al uso de los recursos. Y esta labor se ejerce, en la mayoría de los casos, asesorando a políticos o empresarios. Así, los conflictos de intereses entre grupos diversos u opiniones encontradas hallan unos criterios racionales de elección entre, por ejemplo, apoyar las infraestructuras o las políticas sociales y en qué proporciones hacerlo. Inversamente, en los periodos de crisis como el actual, los economistas actúan movidos por los mismos dilemas y por la necesidad de priorizar, aunque en esta ocasión sea recortando, entre sectores y actividades.

La economía no es ajena, por tanto, a los dilemas, pero el problema actual en las economías desarrolladas, sobre todo en Estados Unidos y Europa, no son tanto los dilemas, a lo que ya estamos acostumbrados, como los persistentes y resistentes círculos viciosos que lastran la economía mundial en estos momentos.

Se da un círculo vicioso cuando la aplicación de una medida para hacer frente a un problema dispara un efecto compensador de la medida inicial que fuerza a reforzarla, sin que se vuelva a evitar el efecto compensador indeseado, de modo que se establece un círculo vicioso de causa-efecto-causa y así sucesivamente. Creo que con los ejemplos que explico a continuación quedará claro a qué me refiero.

Planes de austeridad

El primer círculo vicioso obvio es el que se refiere a los planes de austeridad. En ellos, lo que se busca es alcanzar unas metas a la baja del déficit público expresadas en porcentaje del PIB que se quieren alcanzar. Pero las medidas de austeridad que se aplican para conseguir este objetivo deprimen inevitablemente la actividad económica. Esto lleva, a su vez, a un descenso mayor de lo planeado de los ingresos públicos y a un aumento de las prestaciones por paro, que inciden negativamente en la cifra de déficit, alejándola del objetivo esperado. Si se quiere volver a la senda trazada es necesario tomar nuevas medidas de austeridad. Y así sucesivamente hasta que el país estalla socialmente. Al lector no se le escapa que este es el círculo vicioso en el que se encuentra sumida Grecia.

Otro círculo vicioso igualmente nocivo y resistente es el que han puesto en marcha los planes de estímulo monetario aplicados sobre todo en Estados Unidos y en el Reino Unido. Tanto la Reserva Federal (Fed) como el Banco de Inglaterra han puesto en marcha diversos programas por los que crean dinero y lo utilizan para comprar papel del Estado a quienes quieran venderlo. La idea es inundar de dinero la economía con la esperanza de que esta se acelere.

Corto plazo

La realidad es que estos programas han funcionado, si es que lo han hecho, pues hay dudas sobre ello, a corto plazo. Después, la economía ha vuelto a languidecer. La razón fundamental de que la economía no haya respondido de forma más continuada a los estímulos hay que buscarla en la incapacidad de estos planes de estímulo en restaurar la confianza. Esto ha obligado a emprender nuevos planes de estímulo.

El Banco de Inglaterra acaba de anunciar un segundo plan de este tipo y la Reserva Federal está pensando en poner en marcha el que sería el tercero. Estamos, pues, ante un círculo vicioso: estímulo, crecimiento a corto plazo, actividad económica a la baja pasados los efectos iniciales y vuelta a empezar con un nuevo plan de estímulo.

Tres preguntas parecen relevantes en relación con estos círculos viciosos que atenazan nuestras economías: ¿por qué se originan?, ¿qué consecuencias tienen? y ¿qué se puede hacer para superarlos?

El origen de estos círculos viciosos hay que encontrarlo en la actuación tardía, insuficiente y faltada de realismo y de valentía de los responsables políticos y económicos. Todos recordamos las vacilaciones con las que, en la primavera del pasado año, se encaró la crisis griega. Medidas a destiempo, poco realistas e insuficientes se han ido sucediendo desde entonces hasta abocar la situación a un impasse,en el que el pueblo griego, teóricamente el culpable, acabará siendo la víctima.

Otro caso flagrante de política falta de realismo y valentía tiene que ver con el problema de la banca europea. Cuando hace un mes, Christine Lagarde, directora gerente del FMI, manifestó que la banca europea debía recapitalizarse urgentemente, los políticos y banqueros europeos reaccionaron violentamente porque el consenso oficial era que en general la banca europea gozaba de buena salud. No se ha tardado mucho en cambiar de opinión y empezar a discutir un plan de recapitalización de la banca europea. Vamos a ver, ahora, lo que se tarda en llegar a un acuerdo sobre cómo llevar a cabo este proceso.

Consecuencias

A la segunda pregunta de cuáles son las consecuencias de haber actuado de tal forma y haber generado estos círculos viciosos, la respuesta es clara: esta manera de actuar tímida e ineficaz nos ha conducido a una grave crisis en la eurozona, de la que cada vez resulta más difícil desembarazarse. La necesidad de superar esta situación nos lleva al tercer tema, es decir, como romper los círculos viciosos que atenazan a las economías occidentales. Creo que hay que actuar en cinco frentes: abandonar con rapidez las medidas excepcionales con la que los responsables políticos y económicos están dopando la economía; identificar los problemas con valentía y sin demora; actuar con rapidez y decisión para poner en marcha soluciones; limitar drásticamente los temas que requieren aprobación por parte de los 17 parlamentos de los países de la eurozona. Y, finalmente, convocar una Conferencia Intergubernamental a fin de definir, como se ha hecho en otras ocasiones excepcionales, el rumbo que se quiere dar a la construcción europea, incluyendo las reformas necesarias de los tratados.

Hay síntomas claros, en los últimos días, de que los responsables políticos europeos están comprendiendo el alcance de la crisis. Merkel y Sarkozy han prometido un plan completo para afrontarla en un plazo máximo de tres semanas. Esperemos que esta vez sea realidad lo prometido, antes de que los círculos viciosos que cada vez nos oprimen más fuertemente acaben ahogando las economías desarrolladas y, con estas, el resto del mundo.

Joaquim Muns. Premio de economía Rey Juan Carlos I. Fue director ejecutivo del FMI y del Banco Mundial.

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