Coincido plenamente con Antonio Muñoz Molina en que la portada de un vergonzoso fenómeno mediático destinado a inanimadas masas, en el semanal del periódico El País del pasado 19 de diciembre, marca un antes y un después para la otrora prestigiosa publicación, considerada incluso por sus detractores, hasta entonces, parte de la prensa seria y cabal; y a partir de ahora mismo miembro, aunque sea ilustre, de los tabloides más sensacionalistas y canallas, un triste esclavo más de la difusión, de la insensible cuenta de resultados y los mercados ciegos.
Lo que ya no comparto tanto es su afirmación en el mismo post de que “ese artículo de Vargas Llosa sobre una escuela sueca que, como bien apunta Manuel, no sería posible bajo un sistema económico como el que él mismo preconiza”.
Semejante aserto equivale a satirizar la rancia progresía embolsa doblones y cazadora de prebendas, con los impuestos de los ciudadanos, sin reconocer a la izquierda honrada y tolerante, y hasta idealista e ilustrada, amante de la libertad, que todavía queda. Aunque se esté convirtiendo en un espécimen en peligro de extinción y necesitado de exquisitos cuidados paliativos.
Ni todo el progresismo es tan caradura e ineficaz, ni el liberalismo tan atroz y depredador como lo quieren hacer pintar los que desconocen en que consiste o los que se apropian de su nombre para prostituirlo. El liberalismo más puro y honrado tan solo pretende poner los poderes públicos y el estado en su lugar, buscar su eficiencia y buena gestión, con el objetivo supremo de defender la libertad individual y la libre elección y, por supuesto, la justicia y la igualdad de oportunidades.
El problema lo constituyen todos aquellos que se arrogan un manto de liberalismo, para cometer todo tipo de tropelías y garantizarse la impunidad, al pretender reducir el estado de derecho a una mínima comparsa, inerte y sin función, al servicio exclusivo de sus propios intereses personales, económicos o ideológicos. Intereses ante los que la izquierda gobernante actual claudicó hace ya mucho tiempo. Wikileaks, divina filtración.
El liberalismo, tal y como creo defiende Vargas Llosa, ruego me perdone si estoy equivocado, no es un concepto de derechas o de izquierdas, sino que pretende superar las mordazas ideológicas convencionales, promoviendo la educación de calidad, la cultura y la libertad, jamás el libertinaje y la ley de la selva. Creando ciudadanos libres, algo más que inertes masas de votantes o pasivos contribuyentes manipulables.
El liberalismo no es un concepto de derechas o de izquierdas, sino que pretende superar las mordazas ideológicas convencionales, promoviendo la educación de calidad, la cultura y la libertad, jamás el libertinaje y la ley de la selva
Porque el liberalismo no reniega del estado y su responsabilidad en la educación; de su capacidad bienhechora, correctora de inaceptables desigualdades, que fomente el conocimiento y el progreso. Tan solo abomina de la mala utilización de los dineros, de la manipulación y la burocracia anquilosada y paralizante. El buen liberal no habla en términos de público o privado, de izquierda trasnochada o de derecha troglodita: sus parámetros son la eficiencia, la honestidad y la posibilidad de hacer más con menos; pero, sobre todo, el fomento de la libertad intelectual y física del individuo. Promoviendo la formación y la cultura mediante una enriquecedora educación para todos; motivando y aupando a los mejores para que puedan sobresalir y aportar su eminencia a la sociedad; mediante la formación de ciudadanos libres capaces de forjarse criterio propio; algo más que esta mezquina educación uniformadora en las carencias, que desprecia lo excelso y desanima al que destaca, creadora de una ciudadanía cada día más manejable y con menor capacidad de discernimiento y de elección.
La escuela sueca
El liberalismo reniega de la imposición ideológica y el chanchulleo bastardo como el que domina la España actual debido a un sistema educativo que está hundiendo el país al fabricar en serie analfabetos funcionales incapaces de interpretar y comprender lo que leen, de escribir con corrección, por muchas “habilidades” y “capacidades” que les hayan inculcado. Y de una universidad inerme que jamás podrá nombrar catedrático a ningún premio Nobel o científico extranjero; porque no estaría en condiciones de aportar “méritos” al peso y sufrir las reglamentarias y humillantes chinas en el zapato exigidas por una burocracia iletrada e inquisitorial, incapaz de valorar la diversidad y la valía; méritos que aquí se alcanzan a base de podredumbre y paciencia, una vez que se ha vendido el alma al diablo y despojado de toda ética.
La idílica escuela sueca sería imposible que existiese en esta triste y menguante España sembrada de nacionalismos catetos y antieuropeos, donde las políticas de estado e integradoras no existen, más allá de la imposición del ideario propio del partido de turno. Donde estamos a merced de lo políticamente correcto, para el que manda en cada instante y en cada lugar. Y toda iniciativa, bien sea con fondos públicos o privados, que no siga las pautas y parabienes marcados por la nomenklatura autonómica de turno, o por una burocracia elefantiásica y una legislación excesivamente restrictiva, es irremediablemente sofocada sino directamente cercenada y aplastada.
Tampoco es verdad, necesariamente, que todo lo privado sea bueno y lo público nefasto, como preconizan los extremistas neoliberales, que son los que a menudo hacen más ruido y consiguen con ello que el ciudadano medio acabe asimilando liberalismo con falta de escrúpulos y todo vale. Y que olvidan que esta crisis, sin ir más lejos, ha sido debida a una gestión de lo privado irracional, fomentada y en connivencia con unos poderes públicos, a menudo de izquierdas, con cuya dejadez de sus atribuciones constitucionales han traicionado a sus votantes. Dudo que Vargas Llosa promueva disparates semejantes.
La escuela sueca que visitó el afamado escribidor durante los actos de Estocolmo es perfectamente posible en un país liberal, siempre y cuando no se asimile tan noble término con tanto desvergonzado que lo ha secuestrado; siempre que queden personas, sobre todo docentes, a los que un sistema educativo malvado y atenazador no haya despojado de las ganas de luchar; y, por supuesto, siempre que padres y ciudadanos apoyen activamente tal proyecto.
El comité sueco de los premios Nobel parece que ha entendido perfectamente el liberalismo del Sr. Vargas Llosa al otorgar el inmortal galardón "for his cartography of structures of power and histrenchant images of the individual’s resistance, revolt, and defeat" que, traducido al castellano, significa algo así como: “por su cartografía de las estructuras del poder y sus incisivas imágenes de resistencia individual, rebelión, y derrota”.
Ojalá su ejemplo cundiese entre la adocenada y casposa intelectualidad patria.
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