lunes, 10 de octubre de 2011

Platon el primer Coach

Coaching: la adaptación de un clásico
Revista Capital Humano, Nº 229, Pág. 82, Sección Artículos, 01 de Febrero de 2009
Publicado hace más de 2 años

Inmaculada Aragón Palacios, Juan de Uña Repetto, Consultora y formadora

Coaching

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La cultura no está reñida con el mundo de la empresa privada, ni debe ser menospreciada a la hora de plantear la gestión de una compañía. Novedosos métodos, como el coaching, pueden entenderse también como adaptaciones de una tradición cultural clásica a las circunstancias de hoy en día con el fin de mejorar la gestión y la productividad. Desde la perspectiva actual, podría decirse que la mayéutica de Sócrates es la base sobre la que se desarrolla el método que aplica el coaching. En el presente artículo se analizan las numerosas coincidencias de estos dos sistemas, mayéutica socrática y coaching, a pesar de que entre ellos existe una brecha histórica de más de veintiún siglos.
No son pocos los que, en numerosas ocasiones, lejos de apreciar y valorar el acervo cultural en el que se sustentan las bases de nuestra sociedad actual, se atribuyen logros y avances que, sometidos al examen histórico, rara vez resultan tan novedosos como se pretende. Solo hace falta comparar dos propuestas, la clásica con la moderna, para percatarse de que aquellos cambios que se califican como radicales en realidad suelen ser adaptaciones del pensamiento clásico al entorno actual.

Se analizarán a continuación las ideas de un maestro de la filosofía griega, Sócrates, para compararlas con una metodología que está siendo cada vez más implantada en la gestión empresarial como la última y más novedosa tendencia dentro del campo de los Recursos Humanos: el coaching.

Sócrates: el primer coach
Se fecha el nacimiento de Sócrates en el año 470 a.C. Su padre, Sofronisco, se dedicaba a labrar la piedra, aunque hay autores que lo ponen en duda; y su madre, Fenaretes, es descrita por Platón como una comadrona. En cualquier caso, parece que su familia debió de ser relativamente acomodada para la época. Completó en Atenas su educación juvenil, ciudad que tuvo que abandonar en tres ocasiones para cumplir con su obligación de soldado. Alejado de la vida política, centró su vocación en la investigación incesante de sí mismo y de los demás, tarea a la que consagró toda su vida hasta que murió ejecutado en el año 399 a.C., condenado por corromper a la juventud con creencias contrarias a la religión del Estado. Sócrates no escribió sus enseñanzas filosóficas. No obstante, conocemos su pensamiento gracias a las obras de otros autores como Platón, Jenofonte e incluso por afirmaciones de Aristóteles.

Numerosas anécdotas nos han llegado de este excepcional filósofo, si bien resulta especialmente reveladora la que se conoce como el incidente del Oráculo de Delfos. Se cuenta que Querefonte, amigo y admirador de Sócrates, preguntó al Oráculo de Delfos si existía algún hombre que fuera más sabio que Sócrates, a lo que el Oráculo contestó que no. Esta respuesta sorprendió inicialmente a Sócrates y le impulsó a interrogar a aquellos que parecían sabios, hasta que se percató del verdadero significado de la respuesta del Oráculo: ningún hombre sabe nada verdaderamente, pero es sabio únicamente quien conoce que no sabe, no así quien se figura erróneamente que sabe e ignora su propio desconocimiento. Solo el que es consciente de que no sabe es quien busca el verdadero conocimiento, mientras que quien se cree en la posesión de una sabiduría ficticia no realiza esta labor de investigación, despreocupándose de la verdad, de la virtud y de sí mismo, sin ser capaz de percibir hasta su propia ignorancia.

Se ha querido explicar que Sócrates, a través de esta experiencia, concibió que su misión consistía en buscar la verdad segura y cierta, la verdadera sabiduría, a través de un examen exhaustivo de sí mismo y de los demás; de sí mismo en relación con los demás y de los demás en relación consigo mismo.

Para ello, y con el único fin de hallar la verdad, Sócrates utilizaba un sistema mediante el cual, haciendo uso de la conversación, procuraba averiguar las ideas y razonamientos que su interlocutor tenía sobre un determinado tema. Así, abordaba a quien se prestaba a mantener una conversación con él y, mediante el uso de la ironía, cuestionaba las proposiciones y definiciones dadas por la otra persona con la intención de averiguar si efectivamente era capaz de definir alguna cuestión de forma universal y cierta, de forma sabia. De este modo, se ponía de manifiesto cómo, en realidad, las respuestas dadas provenían de un saber ficticio y cuestionable a la luz de la lógica.

Se comparaba el arte irónico de Sócrates con el pez torpedo, pues comunicaba a quien le tocaba una sacudida eléctrica equiparable a la de este animal marino, desarmándole, enfrentándole a su propia ignorancia y encaminándole hacia la búsqueda de sí mismo y de la verdadera sabiduría. Por tanto, una vez que Sócrates conseguía que el otro fuera consciente de su propia ignorancia era cuando le estimulaba para iniciar el camino hacia un mejor conocimiento de sí mismo y de su relación con los demás. Este arte, que ha sido comparado con el que desarrollaba su madre, comadrona, era el método inductivo que usaba para ayudar a que el otro alumbrara las ideas que poseía y que desconocía tener, cegado hasta ese momento por su ilusión de sabiduría ficticia y preconcebida. Mediante el empleo de lo que se conoce como la mayéutica, Sócrates no trasladaba conocimientos ni aleccionaba a su oyente sobre doctrina alguna sino que trataba de estimular el interés por la búsqueda del verdadero conocimiento. No en vano, él mismo se declaraba estéril de sabiduría y, aunque era capaz de interrogar a los demás demostrando la ignorancia del otro, debía aceptar las críticas de quienes le reprochaban que él tampoco conocías las respuestas.

En las formas era un método sutil dado que, en numerosas ocasiones, Sócrates se declaraba ignorante sobre una cuestión, esperando la respuesta del otro, o bien dirigía la conversación en un sentido de forma que se empleara el término sobre el que quería investigar. En ese momento, bien porque se daba una respuesta bien porque se mencionara el término deseado, era cuando el interlocutor era interrogado acerca del tema sobre el que se declaraba conocedor o sobre el término que Sócrates le había conducido a emplear, para así poder preguntar si sabía de qué se trataba y si podía definirlo. Cuando le daban una contestación, Sócrates solía manifestarse satisfecho pero, acto seguido, ponía una serie de reparos o dificultades que no acababa de entender. Para intentar aclarar estos puntos oscuros iba haciendo preguntas, dirigiendo el diálogo de forma intencionada hasta que finalmente se ponía de manifiesto que la definición inicialmente dada era incorrecta. Era obligado entonces retroceder el camino andado, reformular la proposición inicial y someterla nuevamente al aplastante examen de la lógica socrática. En ese proceso se avanzaba hasta que se conseguía, en algunas ocasiones, llegar al éxito final en la cuestión tratada.

El objetivo de Sócrates al llevar a cabo este método no era el de humillar o desconcertar, se proponía descubrir la verdad de manera que sirviera para vivir conforme es debido, para obrar sabiendo qué es lo correcto. Sócrates identificaba saber y virtud, pues el hombre no puede tender más que a saber lo que debe hacer o lo que debe ser; y tal saber es la virtud misma. Por tanto, su crítica no era destructiva, ni frívola, ni con afán de demostrar su superioridad o agudeza dialéctica sino que su motivación residía en la necesidad de llevar a cabo una misión. Promoviendo lo que en sus interlocutores había de bueno conseguía instruirse a sí mismo para ser virtuoso.

Coaching: la adaptación de un clásico
La palabra "coaching" procede del término ingles coach que significa entrenar. Su implantación como modelo de apoyo en el ámbito empresarial podría situarse aproximadamente en 1980, cuando empezó a emerger el concepto de coaching ejecutivo. Aunque existen otros tipos, como el coaching personal, el que más se ha implantado y el más aplicado es el que se desarrolla dentro del ámbito profesional, dentro del entorno empresarial.

El coaching, en el contexto actual de la empresa, es un método mediante el cual el coach, entrenador, tutor o director del proceso y la persona implicada en dicho proceso, coachee o cliente, buscan desarrollar el potencial de esa persona de forma metódica y estructurada. Es un sistema basado en el diálogo del coach con el cliente y su objetivo final es alcanzar una mejora de las capacidades personales del cliente usando los recursos y habilidades que él mismo posee, aunque aún no hayan sido suficientemente potenciados.

Por tanto, el coach no alecciona, ni da consejos, únicamente guía y orienta al cliente provocando su razonamiento, de forma que éste llegue al convencimiento personal sobre el camino a seguir. Por medio del coaching se consigue que el cliente sea consciente de sus propias habilidades y que sea capaz de desarrollarlas y aplicarlas en todas sus facetas del día a día.

El coach no es un entrenador, pues no es necesario que sea experto en la materia que se trata, se declara vacío de conocimiento sobre la cuestión, ya que la fuente del potencial que se debe desarrollar está precisamente en el cliente. Sería un error, por tanto, que en este método el coach transfiriera sus propias experiencias al cliente, puesto que éste debe aprender de sí mismo y no del coach. Además, no da ni consejos ni advertencias, ni determina la acción del cliente, se limita a provocar el razonamiento antes de que actúe en el sentido que él mismo elija.

El coaching se diferencia de la acción del psicólogo en que, como ya se ha dicho, es el propio cliente el que deduce por sí mismo sus propias respuestas. Además, el coaching es una herramienta que se utiliza para mejorar la forma de actuación y habilidades del cliente en el futuro, sin que haya que retroceder a los errores del pasado, ni detenerse en el presente, como podría hacer un psicólogo.

Por ello, el coaching es un proceso mediante el cual no se pretende enseñar conocimientos nuevos, sino que proporciona las herramientas precisas para que el cliente pueda dar lo mejor de sí mismo con sus propias habilidades y capacidades.

El coaching no es una terapia, puesto que el cliente no está enfermo, tan sólo tiene un deseo de mejorar personal o profesionalmente haciendo un uso más eficaz de sus propios recursos.

Aunque las respuestas están en el cliente, la labor del coach en el proceso es fundamental. Un buen coach debe ser una persona capaz de crear una relación de confianza, ser un buen comunicador; debiendo además tener una adecuada capacidad de análisis y empatía. Debe ejercitar todas esas habilidades durante el proceso para conseguir estimular al cliente. Debe descargar sobre él, al igual que el pez torpedo, una sacudida tal que le haga replantearse su actuación, sus miedos, sus dificultades, para que una vez alcanzado ese estado pueda ayudarle, como lo haría una comadrona, a que él mismo alumbre sus ideas y desarrolle sus capacidades.

Por tanto, el coach no necesita encontrar buenas respuestas sino que debe saber escuchar prestando atención a lo importante y plantear adecuadamente las preguntas para ir guiando con éstas de forma intencionada al cliente de manera que así consiga él mismo sus propias soluciones. El coach debe ayudar a la búsqueda de respuestas desde otros puntos de vista por lo que, con sus preguntas, debe hacer que el cliente se replantee los esquemas preconcebidos e interiorizados. Debe hacer que el cliente se cuestione aquello que cree cierto para comprobar durante el proceso si efectivamente lo es.

El coaching es un método que se desarrolla, en la mayoría de los casos, entre dos personas: coach y cliente. Además, es aconsejable que el coach sea ajeno a la organización empresarial para que las sesiones puedan llevarse a cabo en un ambiente más adecuado de trabajo y para generar más fácilmente la confianza necesaria.

El coach debe esforzarse por crear un entorno de confianza y confidencialidad para que el cliente pueda liberarse de su aislamiento y compartir con él sus impresiones, aquellas que no es capaz de poner en común con otros colaboradores internos de la propia empresa. En ningún caso se sentirá puesto en evidencia ni cuestionado profesionalmente ante sus colegas, por lo que será capaz de reconocer mejor aquello que le está impidiendo progresar.

En definitiva, puede afirmarse que el método socrático y el coaching comparten su esencia. No obstante, si por algo es novedoso el coaching, si por algo tiene especial valor en la sociedad moderna, es precisamente por haber sabido encauzar y adaptar una teoría y unos métodos de una época tan lejana para que tengan una aplicación práctica y eficaz en la actualidad.

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