martes, 1 de noviembre de 2011

Amando de Miguel. Memorias y desahogos

Memorias del sociólogo arriero perigüelano Amando de Miguel
Una lección sobre los últimos sesenta años de la Historia de España





RAMÓN M. CARNERO Las memorias de Amando, aunque tienen la fecha de inicio en 1937, en plena guerra civil española cuando le nacen en Pereruela, no empezarán a ser tales, o sea propias, hasta dos o tres años después, cuando los últimos rayos del sol estival sobre las rojizas arcillas que se extienden por todo el este de Pereruela, grabaron aquel color en su mente mientras contemplaba el crepúsculo desde la dehesa de Judiez, que tenía arrendada su abuelo Amando.


Todo eso no son más que sombras del atardecer hermanas de las Nanas de la cebolla de Miguel Hernández, por el escenario y la escena que en él se vive: tiempos de hambre, de miseria, de racionamiento... Son memorias de sabañones, de latas vacías de comida y llenas de brasas para no pasar frío en la gélida escuela, que estaba por encima de todo. Es evocación de un niño de siete años, Amandín, al que de pronto el mundo se le cae encima, cuando sus padres, sobre todo María, esa madre coraje que él canta, huyendo de ese escenario con sus hijos, lo arranca de sus raíces, le separan de sus amigos, de sus juegos. De aquel caballo que no era el de su tío Pepe que más de una vez lo llevara a la grupa a Zamora. No. Era su caballo. Se lo había regalado su padre al regresar de la guerra cuando él tenía dos años. Era único en el pueblo. Era de cartón. Cinco años jugando con él y compartiéndolo con los amigos por las calles de tierra y las peñas que afloraban en el pueblo, eran visibles en su descarnada piel de cartón. Estaba lleno de matadura. Recuerdo este, que con algún otro, como cuando subía al monte Urgull en San Sebastián con un libro como única compañía, y con Amandín como personaje, evocó para mi libro de vivencias, mitad reales, mitad fantásticas, como corresponde a niños, «Guardianes de Recuerdos».


Rememorar de nuevo aquel caballo y la obligada separación, le hace escribir con un sentimiento contradictorio cargado de nostalgia: «Los caballos de cartón también mueren».


En San Sebastián, aunque la vida es igual de dura, va un colegio de clase distinguida, el de los Marianistas, en cuyo ambiente -dice- se consideraba fuera de lugar; porque en la primera revisión médica para descubrir posible daltonismo en los colegiales, Amando niño, el perigüelano Amandín, al encenderse una luz roja exclamó eufórico en el lenguaje materno, al más puro decir sus paisanos de sus barros, de aquel color de la tierra al atardecer que se había fijado en su memoria, ¡colorao! Los refinados compañeros estallan en una ruidosa carcajada y él cree morirse de vergüenza. Su vocabulario -escribe- debía ser un poco raro. Esa experiencia explica su obsesión, su pasión por la arquitectura del lenguaje.


Una vez dejada atrás la infancia y la adolescencia y con la familia establecida en Madrid, de memorias le queda el relato en primera persona. Ahora sus vivencias, más que el corazón las dicta el catedrático bajo la dirección del sociólogo que estudia la sociedad, que la observa, que deduce, interpreta y pronostica. Y, en ocasiones, sufre las consecuencias que esas consecuencias le acarrean. De ahí, en parte, salen sus desahogos. Aquí ya no es sólo la memoria o el recuerdo personal. Ahora comparte protagonismo con otros muchos testigos y participantes de la vida social, económica, política, cultural, empresarial y del mundo del periodismo. Toda una generación que cambió la vida de España. Más aún. Todos, de alguna manera, formamos parte de esas memorias. Porque su vida, sus andanzas, las peripecias vividas con los que ostentaban el poder en cada momento, llegaban sesgadas, por ejemplo, a su pueblo Pereruela. Y allí, como en otras partes, aún eran interpretadas con la mentalidad propia del lugar siempre sujeta a la voluntad del que manda y la propia capacidad. De ahí que cuando la comunicación se abre a más medios que los controlados por el poder estatal, Amando que sigue fiel así mismo, es visto por el pueblo llano como la caña fustigadora, y le anima a que siga con ella en la mano.


Pero es que también, los que se les llena la boca de democracia y libertad, empuñan las cañas de la censura, de los ceses y componendas, de quien debe ser candidato a grandes premios y opulentos homenajes; de quien colabora y quien es vetado en emisoras de radio, periódicos, televisiones... y hacen realidad la escena cumbre de la platoniana caverna, arremetiendo con todas esas cañas contra Amando cuando regresa para decirles lo que hay fuera.


Magistral lección sobre la reciente historia de España, la de los últimos sesenta años; que seguro a más de uno ha tenido intranquilo pensando en lo que pudiera decir. Lección para los resentidos revisionistas de la historia. Para los que no tiene memoria vivencial de los acontecimientos de la guerra civil española de 1936 y las secuelas posteriores de miseria y hambruna. Ahí se impone la profesionalidad del sociólogo y dicta el catedrático: Se podría pensar que ese nostálgico resentimiento corresponde a los obreros ancianos, los que recuerdan vagamente la guerra civil y sus inmediatas consecuencias. Pero no es así. Incompresiblemente, ese resentimiento se da sobre todo en los socialistas relativamente jóvenes y bien situados.


También hay un hueco para el sarcasmo. Si no se podría dudar de que fuera Amando quien redacta. Y aún para sorprendentes y sorpresivas vivencias que permanecían secretas, porque secreto debe ser el trabajo del espía. El del «espía» Amando trabajando para el CESID tras el 23 F.


Del País Vasco a Madrid. De Madrid a Barcelona y Valencia. EEUU... Todo un arriero, aunque sociólogo, al más puro estilo perigüelano. Hoy aquí. Mañana allá. Claro, que los desplazamientos por España, muchos de ellos eran la consecuencia de tener que desterrarse por presión y amenazas porque sus informes no gustaban a unos pocos. Pongamos el manifiesto de los 23000 en Cataluña. Su idea de los nacionalismos. El estudio sobre El Conocimiento y el uso del Vascuence en Álava, La Ley de Violencia de Género...

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