jueves, 8 de diciembre de 2011

Michelle Langley, autora del libro Women's Infidelity.

Al menos esa es la tesis que defiende Michelle Langley, autora del libro Women's Infidelity. Según ella, el patrón que siguen las mujeres infieles es común a la mayoría y, si sus parejas supieran reconocerlo, podrían atajar sus problemas sentimentales a tiempo, quizá, de evitar una ruptura.

Ese comportamiento lo divide Langley en siete etapas:

1- Las mujeres ‘empujan’ a los hombres hacia el compromiso.

2- Lo consiguen.

3- Pierden el interés por el sexo.

4- Se sienten atraídas por alguien más.

5- Empiezan a engañar a su pareja.

6- Cuando están con ella, aparece el mal humor y se vuelven resentidas.

7- Empiezan a decirle a su pareja que necesitan tiempo para ellas.

La autora asegura que, después de investigar durante más de diez años el comportamiento femenino, está convencida de que las creencias generales de la sociedad están mal encaminadas y, si no cambian, cada vez será mayor el número de mujeres infieles y de matrimonios infelices. “Actualmente, son las mujeres las que dan el primer paso en un 70 - 75% de los divorcios”, afirma.

Según Langley las mujeres más propensas a dar ese paso son las que tienen alrededor de treinta años y llevan cuatro de matrimonio. “Es muy común que estas mujeres experimenten una crisis de madurez similar a la crisis de los 40 masculina”, explica.

Esa crisis de identidad suele comenzar con la pérdida del deseo sexual. Mujeres que, supuestamente, tienen todo lo necesario en la vida (un marido, una casa, un trabajo y expectativas cercanas de tener hijos) comienzan a sentirse vacías y no encuentran sentido a esa vida. La crisis de identidad que arrastra el descenso del deseo sexual provoca que muchas vean las relaciones con sus maridos más como un trabajo que como un placer, lo cual no hace otra cosa que aumentar la frustración.

En estas circunstancias las mujeres son mucho más vulnerables a volcarse con una relación nueva, incluso aunque sean el tipo de persona que siempre ha renegado de la infidelidad. El hecho de involucrarse con otra persona (lo que suele conllevar un alto apego emocional, aunque la relación sea exclusivamente sexual) les proporciona una ilusión renovada. Sin embargo, en la otra cara de la moneda se encuentra la culpabilidad, que provoca que una gran mayoría de las mujeres que ha comenzado una relación extramatrimonial intentevolcarse más en su pareja, en un vano intento de mitigar un sentimiento de culpa que las atormenta.

Sin embargo, muchas no son capaces de cortar con su amante y de ahí vienen las frecuentes justificaciones que se dan a ellas mismas del tipo “mi marido no sabe valorarme” o “no me trata como merezco”.

En opinión de la psicóloga Eva Solanas este tipo de justificaciones son más bien el intento de encontrar un motivo para continuar con la aventura extramatrimonial. "Con el 'no me ha llamado' o 'se ha olvidado de San Valentín' se reafirman precisamente en lo que quieren hacer, continuar la relación con su amante", explica. "Es como si buscaran razones donde a veces no las hay para seguir haciéndolo", añade.

¿Me quedo o me voy?

Si la relación infiel continúa adelante, las mujeres se ven atrapadas en un dolor desconocido y difícilmente mitigable: la necesidad de elegir entre su marido y su amante.

‘Dopadas’ por los efectos químicos que produce el enamoramiento y los primeros meses de relación con una persona, estas mujeres suelen pensar que han encontrado en su amante a su alma gemela, pero a la vez les resulta difícil y doloroso renunciar a su marido y al proyecto de vida que han construido junto a él. Aun siendo conscientes de lo injusta que es su actitud para con su pareja, muchas son capaces de alargar esta situación, este ‘limbo’, durante años. Con frecuencia piensan que la confusión desaparecerá un día como por arte de magia pero, por lo general, el milagro no ocurre, explica Langley.

Para Solanas no se trata tanto de no poder decidirse, si no "de querer tenerlo todo". "Estas mujeres quieren conservar la estabilidad de su matrimonio pero también quieren recuperar de alguna forma la ilusión que tenían en los primeros años de relación", explica.

Pero postergar la decisión eternamente no siempre sirve. "Hacemos esto en muchos aspectos de la vida (cuando hay que elegir entre dos trabajos, cuando sopesamos si mudarnos...) porque es la postura más cómoda", asegura la sexóloga. Esta actitud, continúa, "está directamente relacionada con el miedo, el miedo a perder alguna de las dos opciones -marido o amante, en este caso- o el miedo a elegir y equivocarse", amplía. "Pero la vida consiste en tomar decisiones", recuerda.

Finalmente, o la decisión de la mujer o alguna circunstancia externa (que se descubra la infidelidad, que el amante se canse y se vaya) provocan o bien el divorcio o bien la vuelta de la oveja al redil.

En el primer caso, la mujer que decide divorciarse lo hace conscientemente de que necesita (y puede llegar a tener) algo que su marido no puede darle. Independientemente de que continúe o no con su amante, esta nueva mujer sabrá exigir aquello que la hace feliz, pero también convivirá con el dolor y el remordimiento de haber abandonado al marido.

Si la infiel decide, por el contrario, dejar al amante de lado e intentar salvar su matrimonio, se encontrarán con frecuencia con que la relación extramarital le ha servido para reavivar la llama de su matrimonio. Quizá porque han aprendido a valorar aspectos de su marido que antes no apreciaban tanto, o quizá porque el ‘separarse’ emocionalmente de él la ha hecho ver cuánto le añora.

"Cuando estás un poco hastiado, en cualquier campo, no sólo en el amor, un factor externo que te ilusione -como un nuevo proyecto laboral o un viaje- siempre sirve para recargar las pilas y 'volver' con mayor energía y con más ganas", zanja Solanas.

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