domingo, 28 de agosto de 2011

Mariano Rajoy y 2

El íder de la oposición recibe a `xlsemanal´ en su galicia natal con su mujer, elvira. A punto de publicar su biografía, nos habla de sus aspiraciones, su familia, sus adversarios y, sobre todo, de las claves de su personalidad. `me acuerdo siempre de las cosas buenas de la gente. tengo buena pasta. Qué quiere que le diga´. un encuentro privado con el hombre con más probabilidades de ser el próximo presidente del gobierno.



Nos cita a las 8 de la mañana en la playa de la lanzada. «a estas horas no hay `paparazzis´ que inmortalicen mis bermudas», se excusa Mariano Rajoy con humor.


Lo cierto es que es su hora habitual de playa. Todas las mañanas camina entre 6 y 7 kilómetros por la arena, a buen ritmo, con Viri a su lado. Comenta con ella, preocupado, la información que le envían sobre la situación económica. A esas horas, su móvil ya no para de sonar. Rajoy es el candidato que más posibilidades tiene de convertirse en un par de meses en el nuevo presidente del Gobierno. Ha logrado aunar las diferentes corrientes del Partido Popular y su liderazgo es hoy incuestionable. Este corredor de fondo de 56 años, cachazudo, socarrón, cauto y reflexivo, es el mayor de cuatro hermanos, todos opositores de éxito -notarios y registradores-. Hijo de juez y padre de dos niños, lleva más de 30 años dedicado a la política y ha sido diputado en el Parlamento gallego, vicepresidente de la Xunta, cuatro veces ministro del Gobierno de la Nación -de Administraciones Públicas, de Educación y Cultura, del Interior y de Presidencia-, vicepresidente del Gobierno, presidente del PP y ahora, por tercera vez, candidato a la Presidencia del Gobierno. Seguro y sereno, acaba de escribir su biografía política (En confianza, ed. Planeta), que se publica la próxima semana. Para hablar de ella, nos recibió primero en su despacho de Génova y, días después, en Sanxenxo (Pontevedra), donde junto a Elvira, su mujer, recorrimos las playas y bosques para él más queridos.


XLSemanal. Publica su biografía justo antes de las elecciones que le pueden llevar a presidir el Gobierno, ¿fue idea suya?
Mariano Rajoy. No. Me han pedido muchas veces que escribiera mi biografía. En alguna ocasión estuve a punto de hacerlo pero, entre que no encontré tiempo y no lo vi claro, decidí no llevarlo a cabo. Está vez lo he hecho y estoy contento. Empecé a escribirla el verano pasado y la he terminado prácticamente hoy.


XL. ¿A quién le ha dado el libro a leer antes de publicarlo?
M.R. A mi mujer, por supuesto, y también lo ha leído... algún político [sonríe y se reserva dar más nombres].


XL. ¿Y le han quitado o añadido cosas?
M.R. No, me han dado opiniones y he cambiado algunas cosas. Lo que me ha sorprendido es que, cuando traté de recordar todo lo que me ha ocurrido en la vida, me di cuenta de que me acordaba de todo: de mi etapa en León, de cuando estaba opositando en una casa en Pontevedra...


XL. ¿Qué pretende que el lector descubra?
M.R. Pretendo trasladar un mensaje triple. En primer lugar, que hay esperanza; y lo hago en un momento en el que España y los españoles están pasando por muchas dificultades. En segundo lugar, cuento mi idea de España; lo que creo que se debe hacer y lo que se puede hacer. Y en tercer lugar, mi trayectoria vital, dentro de la cual una parte muy importante es la política.


XL. ¿Le suele gustar lo que se escribe de usted?
M.R. A veces escriben cosas que a mí me gustan y, otras, cosas que no me gustan tanto; ocurren más en este último caso, tengo que decirlo con absoluta franqueza. Yo quiero transmitir a los españoles una imagen de fiabilidad, de seriedad y de confianza, porque creo que eso es lo que soy, una persona fiable que genera confianza y seguridad.


XL. Usted sabe que, dentro y fuera de su partido, la gente se ha hartado de decir que Rajoy «no tiene imagen».
M.R. ¿Qué es tener imagen? En política hay una parte muy importante que es marketing y propaganda; pero, al final, hay otra mucho más importante: la realidad. Las dificultades desnudan a los políticos que solo piensan en la imagen, y en los momentos difíciles se conoce quién es un buen gobernante. Al final, la gente sabe quién es capaz, quién sabe tomar decisiones y quién está en otras cosas.


XL. ¿Quienes trabajan a su alrededor le dicen -toda- la verdad o le regalan los oídos?
M.R. Mmmmm... -Toda- la verdad me la dice mi mujer y, a partir de ahí, hay dos o tres colaboradores que me dicen, supongo, casi toda la verdad.


XL. ¿Se ha mordido mucho la lengua en su biografía?
M.R. Le voy a decir una cosa: este es un libro que no ha querido herir a nadie. No tiene ningún sentido y no sirve para nada que yo haga un libro para eso y, desde luego, no va en mi carácter porque, a lo mejor por suerte para algunos pero, sobre todo, por suerte para mí, una de las pocas virtudes que tengo es que no soy una persona rencorosa. Tengo la fortuna de que me acuerdo siempre de las cosas buenas de la gente. Cada uno es como es y a mí me ocurre eso, no creo tener ningún mérito.


XL. Cuesta creer que con su memoria de opositor se le olviden algunas cosas vividas.
M.R. Pues es así, salvo que alguien le hiciera daño a propósito a mi familia o a seres muy queridos. Tengo buena pasta, qué quiere que le diga, y estoy contento de ello.


XL. Conforme se acerca a La Moncloa, ¿nota que las críticas dentro de su partido se hacen en voz más baja?
M.R. Bueno, puedo intuirlo; supongo que también es porque les habré convencido [sonríe]. Creo que dentro del partido hay mucha gente que me tiene afecto y aprecio. En los momentos buenos eso es más fácil, pero me lo demostraron en los momentos políticamente muy malos para mí, después de perder las elecciones en el 2008. Eso es muy reconfortante y para mí, que llevo muchísimos años militando en este partido, fue un orgullo sentir el apoyo del 84 por ciento del partido (en el Congreso de Valencia).


XL. Tras perder las elecciones por segunda vez en 2008, ¿no se le pasó por la cabeza dejar la política?
M.R. Sí, pero me influyeron tres factores para seguir: el primero, que me lo pidió todo el mundo, bueno, -casi- todo el mundo; el segundo, que había mejorado los resultados de 2004; y el tercero, que me encontraba con las suficientes ganas, coraje e ilusión para hacerlo, y eso es muy importante porque, si no fuese así, no tenía derecho a engañar a la gente. Apuntarse en los momentos fáciles lo hace cualquiera, apuntarse en los momentos difíciles no.


XL. Hace bien en matizar ese -casi-, porque algunos líderes del partido pensaron que tenía que haberse retirado entonces, ¿usted los quiere a todos por igual?
M.R. Mire, todo el mundo tiene derecho a cambiar de opinión. Una de las virtudes que debe tener un líder político es la de procurar aunar las formas diferentes de ver las cosas en una organización, que en este caso es muy grande. Creo que en este momento las aúno y que en el tiempo que he presidido el partido también ha sido así.


XL. ¿Alguna vez sintió que quisieran moverle la silla?
M.R. Sí, pero hace ya tanto tiempo que lo sentí que ya no me acuerdo [sonríe].


XL. En esto ¿tampoco hay memoria de opositor?
M.R. No. Efectivamente, lo ha dicho usted muy bien [risas]. Esto son sensaciones, no artículos del Código Civil.


XL. Aseguraba antes que su mujer le dice -toda- la verdad, ¿le consulta muchas cosas o ella opina sin necesidad de que le pregunte?
M.R. Supongo que según cómo me vea. Viri es quien me dice las cosas con más sinceridad porque es mi mujer y porque se supone que me quiere más que nadie, ¿no? Ella tiene mucho sentido común, mucha intuición, aunque a veces no coincidimos en algunas cosas.


XL. ¿Por ejemplo?
M.R. Tampoco son cosas muy concretas. A veces me dice que en un debate he estado muy duro, que me he pasado, o que debía haber dicho esto o aquello...


XL. ¿Es más templada su mujer que usted?
M.R. Es templada, sí; igual de templada que lo soy yo, lo que pasa es que ella sufre más. Los políticos, al final, tenemos una cierta costra y las críticas injustas las llevamos mejor. Para las mujeres de los políticos es más duro todo, estoy absolutamente convencido de ello porque, además, los horarios son otros, se le quita mucho tiempo a la familia, uno no controla la agenda, el margen de libertad se reduce muchísimo... Yo a veces le digo a Viri que no lea determinados confidenciales o que no se los tome muy en serio porque, al final, corre el riesgo de colocarse fuera de la realidad.


XL. Visto lo visto, ¿se enamoraría de una política?
M.R. Pues, con franqueza, hoy ni me lo planteo porque estoy enamorado de mi mujer; pero, si no existiera ella, sí; porque detrás de una política o de un político hay un ser humano con los mismos sentimientos que los demás, aunque algunos no se lo crean.


XL. Volviendo a la templanza familiar, ¿en su casa no se oye un grito?
M.R. Pues no, francamente no. Creo que mis hijos nunca nos han visto discutir y no sé si eso es bueno, malo o regular. Es así, qué quiere que le diga. Intentamos que nuestros hijos estén bien educados y sean buenas personas.


XL. ¿Los niños tampoco discuten nunca ni contestan?
M.R. Los niños sí gritan y, cuando contestan, se les advierte. Intentamos razonar con ellos y decirles que no se pueden comportar mal, y habitualmente lo entienden. En mi casa siempre se respiró un ambiente liberal y yo estoy de acuerdo con eso. Creo que el ejemplo que se da a un niño es mucho más importante que los discursos.


XL. Cuenta en su libro que hace los deberes con ellos y que va al colegio a hablar con los profesores.
M.R. Bueno, fui al colegio a esa primera reunión y poco más; pero los deberes, sí los hago. Lo primero que hice con mi hijo Mariano fue comprarle una bola del mundo, al igual que hizo mi padre conmigo cuando yo era pequeño, y con la que me aprendí todas las capitales. Con la bola, le voy explicando a Mariano los continentes, cuáles son los ríos más grandes... Y, como el niño es aficionado
al fútbol, le cuento que tal futbolista es de aquí o de allá... A mí la Geografía me encanta, igual que la Historia. En esto procuro ayudarles.


XL. En caso de que llegue a ser el próximo inquilino de La Moncloa, ¿el papel de su mujer se parecerá más al que adoptó Amparo Illana, Pilar Ibáñez Martín, Carmen Romero, Ana Botella o Sonsoles Espinosa?
M.R. Los papeles han sido todos distintos porque los seres humanos somos distintos. Todas las mujeres de los presidentes del Gobierno, cada una con su estilo, han actuado correctamente y han estado a la altura de las circunstancias, y eso es muy difícil.


XL. ¿Protegerá a su familia de los medios?
M.R. Yo ya salí en el XLSemanal con mi familia, como usted muy bien sabe. Y, por cierto, sigue siendo el único sitio en el que he salido con mi mujer y mis hijos. ¿En adelante? No sé, pero intuyo que será como hasta ahora, una cosa equilibrada. No creo que mi mujer se vaya a dedicar a la política ni que le guste demasiado aparecer en los medios. ¿Y con mis hijos?, exactamente lo mismo; no se van a
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esconder, pero no van a tener ningún protagonismo. Esa es mi opinión. Mi mujer hará lo que quiera, pero puedo intuir que tendrá un comportamiento normal y discreto como hasta hoy.


XL. El matrimonio Zapatero trató de mantener a sus hijas alejadas de los focos, pero aquella foto que se filtró de las niñas con Obama dio la vuelta al mundo.
M.R. El señor Rodríguez Zapatero tiene perfecto derecho a intentar preservar la intimidad de sus hijas, como tendría perfecto derecho a hacer otra cosa. A mí el día que aparecieron esas fotos no me gustó la reacción de mucha gente, creo que eso es injusto y que a ningún ciudadano le gusta que pasen esas cosas.


XL. Se casó usted cuarentón y eso le costó no pocos comentarios que seguro ha escuchado: que si le obligaron a casarse en su partido porque un político con futuro necesita una mujer, que si es usted -mariposón-, que si vamos a tener un presidente gay... Usted decidió hacer oídos sordos y no entrar en este tipo de provocaciones.
M.R. Yo me casé con 41 años... ¡ya va bien! [sonríe]; pero hay quien se casa con 20, con 30 y quien lo hace con 60. Yo me casé a los 41 porque nunca antes había encontrado a nadie con quien yo quisiera casarme y ella casarse conmigo. Esta es la única razón.


XL. Y antes de casarse, ¿conoció poco?
M.R. Mmmm... ¡Pues no!, para qué vamos a engañarnos [se ríe]. Conocí lo suficiente y me casé con quien quise casarme, con quien creí que debía casarme, con la mujer a quien quería, con la que yo era compatible. Explicar el sentimiento de casarse es difícil, porque esa es una de la decisiones más importantes que uno toma en la vida y, sinceramente, tengo que decir que acerté. ¿Y lo demás? Pues mire usted, si tengo que estar pendiente de todo lo que dicen de mí y de las maledicencias que se oyen no podría dedicarme a lo que es verdaderamente importante. Pienso que las principales cualidades de un político son dos: primero, fijar las prioridades y, segundo, fijar los tiempos; y esto creo tenerlo bastante claro, modestia aparte.


XL. Usted se reconoce un hombre apasionado con la política, con su familia, con el deporte... pero, a juzgar por su carácter, la suya debe de ser una pasión muy contenida en todos los aspectos.
M.R. Yo soy apasionado con las cosas que a mí me parecen importantes, pero esto es absolutamente compatible con ser contenido en las expresiones de esa pasión.


XL. ¿Mariano Rajoy lee pocos confidenciales?
M.R. Mariano Rajoy está informado de lo que es importante para su actuación como político y como gobernante. Le voy a decir una cosa: cuando fui ministro de Interior tenía una información mucho mayor que la que tenía la inmensa mayoría de los ciudadanos; sin embargo, llegó un momento en el que pensé que, por tener tanta información, podía acabar por no enterarme de lo que pensaban los ciudadanos y de lo que ocurría realmente en España. Por eso, algo esencial para un político es saber distinguir lo que es importante de lo que no lo es. Para conocer lo que realmente piensa la opinión pública hay que estar atento a muchas cosas, no solo a lo que publican o cuentan los medios de uno.


XL. ¿De cuál se fía más?
M.R. Del contacto real. Estos últimos años he recorrido España de arriba abajo, no hay ninguna provincia en la que yo no haya estado varias veces; ni hay ninguna isla de España a la que no haya ido, ninguna.


XL. ¿Y qué ha visto en los pueblos pequeños?
M.R. En una fábrica de Manzanares, provincia de Ciudad Real, que he visitado hace poco, por ejemplo, una de las cosas que me plantearon, que probablemente a mí no se me hubiera ocurrido nunca, es que los horarios escolares allí terminaban a las dos de la tarde, y eso generaba

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problemas de horario a la empresa, a los padres y a las madres. Escuchando se aprende mucho. Al final, hay un viejo refrán que dice: «Libros (leer), caminos (viajar) y vida (vivir) dan la sabiduría». Y es verdad.


XL. ¿Se considera usted una persona sabia?
M.R. Yo no aspiro a ser un sabio, ni siquiera estoy cerca de serlo. A mí, como a todo el mundo, lo que me gustaría es morir muy tarde y seguir aprendiendo hasta que muera, porque el que renuncie a aprender se está muriendo un poco. Perder la curiosidad es algo que no debe hacer ningún ser humano.


XL. Oiga, ¿cómo es Mariano Rajoy enfadado?
M.R. Normalmente, cuando me enfado no hablo.


XL. ¡Pues esos son los peores!
M.R. Eso me dice mi mujer [se ríe]. Usted puede preguntarle a mis colaboradores, si quiere: yo enfadado, no hablo. No creo que le haya chillado nunca a ningún colaborador, ni siquiera abroncado. Tampoco he dado físicamente ningún puñetazo en la mesa. Hay quien dice que hay que hacerlo de vez en cuando, pero cada uno es como es.


XL. ¿Tanta contención no le da reflujo gástrico?
M.R. No, en absoluto. Lo bueno que tiene la contención es que, luego, no tienes que arrepentirte de algunas cosas. Y eso, se lo aseguro, es muy bueno.


XL. ¿No se ha arrepentido nunca de no haber hecho algo a tiempo?
M.R. Pues, francamente... Supongo que habré hecho muchas cosas mal en mi vida, pero no tengo conciencia de errores mayúsculos ni, sobre todo, de qué podía haber hecho distinto, aunque en la vida se aprende constantemente. Cada uno tiene el carácter que tiene. Le voy a decir otro refrán: «No hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti». Si todo el mundo actuara de acuerdo con esa máxima, cuánto mejor sería la sociedad en que vivimos,
¿no le parece? Tenga usted la total certeza de que yo intento practicarla.


XL. ¿Hay alguna cosa que le saque de quicio?
M.R. Hay una cosa que no soporto: el maltrato a las personas y, sobre todo, a los niños, porque están indefensos. Me saca de mis casillas. Tampoco me gusta
nada la gente que pelotea al de encima y es inmisericorde con el que tiene por debajo. Esa gente no me gusta na-da, na-da [rotundo].


XL. Por cierto, lleva a sus hijos al British Council. ¿La elección por la enseñanza bilingüe tiene algo que ver con su asignatura pendiente: el inglés?
M.R. Oiga, estas son circunstancias de la vida. Cuando yo era pequeño vivía en Galicia y allí nadie estudiaba inglés, estudiábamos francés y nadie se iba a aprenderlo al extranjero. Mis hijos hablan inglés y me alegro. Le diré una cosa sobre este asunto: yo me he puesto a estudiar y otros, no. Hay una persona que viene a casa a darme clase tres horas a la semana. Además, lo hablo con mi hijo pequeño, que tiene seis años, a la hora de desayunar, porque el mayor me dice que lo hablo muy mal [sonríe]. También Viri lo habla mucho mejor que yo, por suerte para ella. Me he puesto a estudiar inglés porque creo que es importante manejarse razonablemente, y ya me defiendo para saludar y mantener conversaciones sencillas. Pero, siendo importante saber idiomas, a mis efectos es más importante ser buen gobernante; y le voy a decir una cosa, que he leído en algún sitio: se puede ser idiota en cuatro idiomas.


XL. ¿Sabe que lo veo más suelto y risueño que nunca en esta entrevista?
M.R. Esto empieza a disgustarme, ¿es para preocuparse?


XL. Todo lo contrario [risas], otras veces sus respuestas más personales han sido mucho más lacónicas y previsibles.
M.R. Es que ser previsible es una virtud para alguien que pretende ser un gobernante. Lo peor de un gobernante es que sea imprevisible [se pone


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serio].


XL. Dígame con sinceridad, ¿qué tanto por ciento de responsabilidad cree que tiene el señor Zapatero en su último triunfo electoral? Me explico mejor...
M.R. No hace falta, la he entendido perfectamente: «Ustedes ganan porque los otros son muy malos». Le diré que el señor Rodríguez Zapatero no tiene la culpa de que todo el mundo piense que el Partido Popular es más capaz de hacer una buena gestión de la economía española, el señor Rodríguez Zapatero no tiene la culpa de que el Partido Popular haga una buena campaña electoral y el señor Rodríguez Zapatero no tiene la culpa de que al Partido Popular le haya votado gente que antes no le había votado. Y, dicho esto, es verdad que, si el que está en el Gobierno hace las cosas muy bien, para la oposición todo resulta más difícil. Pero en muchos aspectos referidos al éxito del Partido Popular, el señor Rodríguez Zapatero no tiene la culpa.


XL. Sabe que se le reprocha estar sentado debajo del árbol esperando que caiga la manzana madura. Se dice que el señor Rajoy es vago.
M.R. Que el señor Rajoy es vago es una de las cosas que puso en circulación el Partido Socialista. Y, bueno, mientras no tengan otras... alguna tienen que sacarse de la manga. No me preocupa en absoluto. El señor Rajoy ha visitado muchísimos más pueblos de España que todo el Comité Ejecutivo del PSOE junto. Opinar es fácil, es libre y es gratis y, además, no genera ninguna responsabilidad; pero decidir es un poco más complicado y genera responsabilidades. Yo tomo las decisiones cuando creo que hay que tomarlas y puedo equivocarme o no, pero nunca actúo a la ligera o con frivolidad. Le voy a contar una anécdota que refleja muy bien esto que le estoy diciendo. Cuando se produjo el tema del Perejil, hubo que tomar la decisión de si se actuaba o no. Esa decisión la tuvo que tomar quien la tenía que tomar. Y esa persona nos citó a cuatro o cinco y todos nos quedamos muy satisfechos dando nuestras opiniones. Luego, miré hacia el que estaba sentado en la cabecera de la mesa y pensé: «Acabo de dar mi opinión y estoy muy feliz, pero el que tiene que tomar la decisión es él». Y él necesitó manejar los tiempos sabiendo que hay veces que las cosas hay que resolverlas en un segundo, que a veces hay que esperar un mes y que otras, la mejor decisión es no tomar ninguna decisión.


XL. Los tiempos del señor Rajoy a veces desesperan, ¿tiene la tensión tan baja como los buenos ciclistas?
M.R. Le diré que, a veces, cuando muchos piensan que me he tomado demasiado tiempo, yo he pensado que me he tomado demasiado poco. Yo no creo que el tiempo lo cure todo pero, a veces, cura muchas cosas. Y respecto a la tensión, por las mañanas tengo muy pocas pulsaciones, pero me voy recuperando durante el día y puedo llegar a 60 o 70.


XL. ¿Teme llegar a padecer el famoso síndrome de La Moncloa?
M.R. Mire, ¡qué quiere que le diga! Donde mejor se está es en la casa de uno. Ni siquiera cuando fui ministro del Interior me fui a vivir al Ministerio; fui el único ministro del Interior que se quedó en casa y no me arrepiento, estuve muy cómodo, y no pasó nada y toco madera; aunque me parece muy bien que los demás se fueran a vivir allí.


XL. Hay quien asegura que ya tiene elegido medio equipo de Gobierno. Se escuchan rumores que apuntan a Gallardón como ministro de Justicia e, incluso, a Esperanza Aguirre como ministra de Exteriores... ¿se le ha insinuado ya alguno?
M.R. Si aparecen nombres por ahí es que la gente está muy bien informada. ¡Qué suerte tienen de estarlo!, porque yo, desgraciadamente, no lo estoy, qué le vamos a hacer [se ríe]. Dicho esto, nadie me ha planteado nada sobre este asunto.


XL. Y si se lo hubieran planteado, ¿me lodiría?
M.R. Es que si me lo hubiera planteado alguien y nosotros mereciéramos la confianza de los españoles, no sería ministro. Yo nunca le pedí a Aznar ser ministro de nada, ni se me pasó por la cabeza.


XL. Y ya para terminar, ¿hay plan B si no gana las elecciones?
M.R. ¡No!


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