sábado, 2 de julio de 2011

Emily Dickinson: la poeta reclusa

Emily Dickinson: la poeta reclusa

Podemos imaginarnos en Amherst, una aldea de Massachussets, en el siglo XIX. Una mujer vestida de blanco hace quince años que no sale de su casa. En el pueblo la llaman “el mito”, “la poeta reclusa”, “la bella de Amherst”, “la mujer de blanco”, “la loca”.
Esta mujer que viste de blanco es Emily Dickinson, quien nació en Amherst en 1830, en el seno de una familia próspera, puritana. Tuvo dos hermanos, Austin y Lavinia. A los veinte años empezó a escribir, pero es a partir de la Guerra Civil cuando decide vestir siempre de blanco y recluirse en la casa, donde vive con su hermana.
Mantiene pocos contactos con el mundo exterior, entre ellos una larga correspondencia con Thomas W. Higginson, a quien ella considera su “mentor”. Su poesía innovadora (uso de guiones y mayúsculas, rima asonante, metros rotos, formas nuevas) fue severamente criticada por Higginson, quien le aconsejó no publicarla., ya que escribía versos “cuya marcha era espasmódica”, y le aconsejó abandonar “las campanas cuyo rintintín aliviaban su camino”.
¿Por qué Higginson le aconsejó no publicar? Porque no sería comprendida por el público. Podemos pensar entonces en una escritura ilegible. Para Denis Ferrraris, “decir que un texto es ilegible es renegar de su existencia”. ¿Qué se le reprocha a un texto ilegible? Su “pretensión de autonomía frente a alguien exterior” (un lector ausente) “No más referente, no más destinatario”.

Fue contemporánea de Walt Whitman, Edgar Allan Poe, Nathaniel Hawthorn, y considerada una gran poeta tras su muerte en el año 1864. Su poesía puede ser vista como una irrupción, en el sentido de un quiebre de la continuidad, opuesta a ésta. Es lo que Michel Foucault denomina “acontecimiento”, como emergencia de la singularidad, opuesta a la regularidad discursiva.
Sandra Gilbert considera a E. Dickinson como una parodia de lo femenino, “probándose el talle de cada posible rol femenino como si fuera un vestido blanco diferente”. Frente a la imagen estereotipada del siglo XIX, ella es “una doncella virginal (…) Una niña cansada o un diablillo sin arreglo”. Para Gilbert ella escribió algo que considera “no poesía”, “poesía rota desde las raíces”, según Higginson.

Los múltiples “yoes” y destinatarios

“El autor es lo que se ha llamado “autor-función” (…), la forma, la complejidad e incluso la existencia de esta función se encuentran muy lejos de ser inmutables” (M. Foucault).
En la poesía de Dickinson encontramos tanto un destinatario como un yo lírico permeables. En una de sus cartas a Higginson expresa: “Yo no es representativo de mi persona, es una creación ficticia”, una adelantada para la época.
En el poema 670 dice:
“No es necesario ser un cuarto- para estar embrujado-
Ni una casa-
El cerebro tiene corredores- que superan
Los lugares materiales-
(…)
Ese uno mismo- detrás de uno mismo oculto-
Debe sobrecogernos más-
El asesino escondido en nuestro apartamento
Será sólo un menor horror-
El cuerpo-busca un revólver-
Pone cerrojo a la puerta-
Presintiendo un fantasma superior-
O más-“

642
“Yo de mí misma –expulsarme-
Si tuviera ese arte-
Invencible mi fortaleza
Dentro del corazón-
Mas ya que a mí misma- me asalto-
¿Qué paz tener
Excepto subyugando
Mi conciencia?
Mas ya que somos mutuales monarcas
¿Cómo podría hacerlo
Excepto por abdicación-
Yo-de mí?

Para este escrito utilicé la traducción de los poemas al castellano de Silvina Ocampo, de quien dice Jorge Luis Borges en el Prólogo; “He sospechado que el concepto de versión literal, desconocido a los antiguos, procede de los fieles que no se atrevían a cambiar una palabra dictada por el Espíritu. Emily Dickinson parece haber inspirado a Silvina Ocampo un respeto análogo”.

Si bien el tema del yo poético (a veces hombre, a veces mujer, a veces indeterminado) recorre su poesía (“El océano-sonríe-a su pretensión-pero ella olvidando a Anfitrite-ruega ¿Yo?”), el problema de la recepción es el que más ha desvelado a la crítica y lectores de esta poeta norteamericana.
¿Quiénes son los destinatarios de los poemas eróticos de Emily? Se habla de un ministro de la iglesia del padre, se habla de una mujer, de hombres casados, de ser dirigidos a hombres y mujeres al mismo tiempo… Lo cierto es que esta indeterminación provoca cierta frustración en el lector, una incertidumbre, que no sabe de donde asirse frente a esta poeta cuya poesía despierta desconcierto. Provoca miedo en el lector, está “demasiado lleno de su propio imaginario como para admitir otro” (D. Ferraris).

190
“Él era débil, yo era fuerte- después-
Él dejó que yo lo hiciera pasar-
Yo era débil y él era fuerte entonces-
Yo lo dejé que me guiara a mí- a casa.
No era lejos-la puerta estaba cerca-
No estaba oscuro-él avanzaba-yo también-
No había ruido-él no dijo nada-
Eso era lo que yo más deseaba saber.
El día irrumpió-tuvimos que separarnos-
Ninguno-era más fuerte- ahora-
Él luchó- yo luché- también-
¡No lo hicimos-a pesar de todo!

La crítica feminista gusta de resaltar las relaciones homoeróticas de algunos poemas. Sylvia Henneberg en su artículo “Neither Lesbian nor Straight” parte de la tesis de que su poesía es al mismo tiempo homo y heterosexual, e inclusive “entre las dos”, como un continum, algo intercambiable. Esta descentralización es a la vez sexual y textual, ya que abarca al tratamiento mismo de la escritura. Dejar la retórica adentro-afuera, homo y hétero, fracturar los modelos de división binaria.


Cartas de amor

Si acaso su reclusión se debió a sus amores imposibles con hombres casados o con Susan Gilbert Huntington, su cuñada, esposa de su hermano Austin, no es una cuestión que interese develar. Lo cierto es que sus cartas a Sue, que fueron editadas por Martha Dickinson, hija de Austin y Susan, reflejan la pasión que Emily sentía por esta mujer a quien conoció en el año 1850.
Fechada el 11 de junio de 1852 escribe:”Están limpiando mi casa hoy, Susie, y yo aproveché para hacer un vuelo rasante hasta el escritorio donde con afecto, y contigo, voy a gastar las más preciosas de mis horas para pensar, suspirando, en ti(…) Aquellas uniones, mi querida Susie, por las cuales vivíamos, era dulce y extraña certeza en la que caíamos y que nadie admitía, ¿cómo no habría de llenar mi corazón y golpearme salvajemente, cómo no habría de hacerme tuya y hacerte mía y hacerme sentir hoy feliz porque te tuve, aunque parezca mentira?”
“Ahora adiós, Susie (…) No permitirás que nadie vea esta carta, ¿Lo harás, Susie?”

Sin embargo, fue su propia sobrina quien las publicó.
Dos meses después de su muerte, su hermana Lavinia (Vinnie), limpiando su cuarto, encontró en un cajón casi dos mil poemas. En 1886, editó la primera selección de sus poesías. Años después su sobrina publicó otros poemas suyos. Finalmente, en 1955, fueron editadas sus obras completas por Thomas H. Jonson.

Cuesta imaginar una obra plena de pasión y erotismo en esta mujercita de blanco que debía preservar su “nieve” “su virginidad literaria con especial cuidado”, de acuerdo con Gilbert. En sus cartas dice que su padre le compraba libros “pero me rogaba que no los leyera-porque temía que sacudieran mi mente”. Su sobrina Helen Wyman recuerda su pelo suave leonado y su moda recatada. Bishop Huntington la piensa “apenas más terrestre que angelical”.

En el poema 673, a través de la enumeración, dice qué es el amor:
“es esto-que invita-consterna-entrega-
Vuela-relumbra-prueba-disuelve-
Vuelve-persuade-condena-encanta-
Luego-precipita en el Paraíso”

Otros ejemplos:

“Noches salvajes-Noches salvajes
¡Cuando estoy contigo
Las noches salvajes
Son nuestra lujuria!”

“Para remar en el Paraíso-
¡Ah, el Mar!
¡Esta noche debo
Anclar en ti!”

Sólo preguntas

En todos los textos puede leerse una segunda voz, lo cual dificulta la lectura. Voces camufladas en múltiples “yoes”. Textos poéticos que encierran una multiplicidad connotativa, infinitos, imposibles de ser totalizados por una lectura.
¿Cuál es el lugar de la enunciación para Emily Dickinson? ¿Desde dónde habla, con quienes, con qué otros textos? ¿Qué es ese ruido que nos dificulta su lectura?

Más allá de la irregularidad métrica, sus poesías sin títulos, versos de tres o cuatro acentos con irregularidades, una poesía cercana a la lengua hablada, la poca diferenciación entre prosa y poesía, el uso de la ironía y del humor negro, la obra de esta poeta del siglo XIX despierta en los lectores una curiosidad insaciable por la imposibilidad de asirnos a algo certero.
¿Cómo establecer una evolución temática o estilística de sus textos? Ella cosía sus versos, no los fechaba, sólo por la correspondencia se puede dar cuenta algo sobre algunos poemas. Corregía mucho sus versos, los cambiaba de acuerdo al destinatario, lo que da una idea de texto provisorio, que se va haciendo, propio de la literatura posterior.

Podemos seguir sumando: muchos poemas transcurren en Presente, con lo cual la idea del tiempo queda abolida. Hay ausencia de contexto. Escribe yuxtaponiendo frases, de manera telegráfica, muy próxima a la oralidad. Elimina la fluidez de los nexos.

Emily Dickinson” no sólo experimentó con formas y metros extraños, sino también con roles sexuales atípicos” dice S. Gilbert. Gilbert sugiere que es probable que “las subversiones de sexualidad estereotipada” sean una consecuencia del desapego con la poesía estereotipada. El imaginario nos devuelve una idea de mujer frágil, etérea, pálida, pero con un universo interno en explosión.
¿Qué sueño de libertad puede haberle inspirado su rebeldía?
661
“Si pudiera por lo menos andar indefinidamente
Como la abeja de la pradera
Y visitar solo lo que quiero
Y que nadie me visite a mí.
Coquetear todo el día con los botones de oro
Y casarme con quien quiera
Y morar un poco en todas partes
O mejor, escaparme
Sin que me persiga un policía
Echarlo si lo hace, hasta que tuviera que atravesar penínsulas
Para alejarse de mí-

¡Qué libertad!...

Para finalizar, me gustaría quedarme con la imagen que Emily Dickinson pidió para su funeral. Su hermana Lavinia siguió sus órdenes: “un cajón blanco, un vestido blanco, lilas sobre el pecho, y que nadie, nadie en este mundo, tuviera la oportunidad de verla, ni siquiera muerta. Y que sacaran el cajón por la puerta trasera de la casa…”


“No hay, que yo sepa, una vida más apasionada y más solitaria que la de esa mujer. Prefirió soñar el amor y acaso imaginarlo y temerlo. En su recluida aldea de Amherst buscó la reclusión de su casa y, en su casa, la reclusión del color blanco y la de no dejarse ver por los pocos amigos que recibía”.
Jorge Luis Borges, 3 de mayo de 1985

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