jueves, 7 de julio de 2011

El Juego dela Vida: La Importancia de hacerlo bien

A menudo, la vida se ha comparado con un juego. Pero por desgracia nadie nos ha dicho cuáles son las reglas, ni las instrucciones. Comenzamos en cuanto se nos dice «Adelante» con la confianza de estar haciéndolo bien. Ignoramos cuál es exactamente el objetivo del juego y también qué significa ganar.
Ese es el tema fundamental de El juego de la vida. Este libro te proporcionará las líneas maestras para intervenir en ese juego que llamamos vida, pero es algo más, pues estas reglas te proporcionarán un fundamento espiritual para que sepas qué significa ser humano. Son verdades que todo el mundo conoce sobradamente pero que, por una u otra razón, a lo largo del camino de la vida, se han olvidado casi por completo, a pesar de ser una base sólida para lograr una existencia satisfactoria y llena de sentido.
Cada regla presenta su propio desafío, que a su vez se convierte en una lección útil para todos. Podremos dar por aprendidas estas lecciones cuando resolvamos por fin un problema o demos por zanjado un tema que nos acuciaba. Cada persona tiene su propio temario particular y esas lecciones, según observarás en la cuarta regla, reaparecerán una y otra vez hasta que las aprendas.
«Las diez reglas para ser humano» no son pociones mágicas, ni ofrecen una vía rápida hacia la serenidad. Tampoco proporcionan soluciones inmediatas que nos curen del aislamiento emocional o espiritual, ni son una clave instantánea para descubrir secretos esclarecedores. Su único objetivo es ofrecerte un mapa para que puedas seguirlo en tu viaje a través de la senda del crecimiento espiritual.
También quisiera insistir, querido lector, en que estas reglas no son de carácter estricto, y no se proponen dictarnos qué debemos hacer, pensar o decir. No son órdenes, sino consejos básicos para poder seguir el juego. No hay nada que sea obligatorio.
Espero que este libro te ayude. Si aprendes esas valiosas enseñanzas y haces tuya la sabiduría que te ofrecen, tu existencia puede ser más llevadera.














Primera regla

TIENES UN CUERPO

Puedes odiarlo o amarlo, pero será tuyo
mientras vivas sobre la Tierra.


En el momento en que llegas a la Tierra, recibes un cuerpo que alberga tu esencia espiritual. Tu verdadero «yo» reside en ese cuerpo: todas las esperanzas, los sueños, los miedos, los pensamientos, las expectativas y las creencias que te convierten en un ser humano único. Aunque vuestro viaje juntos dure toda la vida, siempre seréis dos entidades distintas y separadas.
La finalidad de este cuerpo consiste en actuar como intermediario entre tú y el mundo exterior, y en conducirte a través del juego de la vida. También actúa como profesor de algunas lecciones básicas acerca del ser humano. Si te muestras receptivo a las lecciones y dones que tu cuerpo tiene para ofrecerte, éste te concederá destellos de sabiduría y gracia que podrán guiarte a lo largo del sendero de tu evolución espiritual. Del mismo modo puede proveerte del conocimiento y la comprensión necesarios para sentirte a gusto con él, y en consecuencia ir progresando en tu camino.
Tu cuerpo te pertenecerá mientras vivas. Lo ames o lo odies, lo aceptes o lo rechaces, será el único que tendrás en esta vida. Estará contigo desde el primer aliento hasta que suene el último latido de tu corazón. No hay posibilidad de devolverlo ni de cambiarlo; por consiguiente es preciso que aprendas a apreciarlo como a un compañero y aliado en este viaje, ya que la relación entre ambos es la más importante de tu existencia. Es el anteproyecto de lo que serán el resto de tus relaciones.
Cada uno de nosotros establece una relación diferente con su cuerpo. Quizá pienses que el tuyo es como un hogar hecho a medida, con el diseño ideal para tu espíritu. O, por el contrario, puedes sentir que no encaja bien con tu esencia, y hallarte atrapado en una jaula que te oprime. O tal vez hayas establecido una alianza con tu cuerpo y te sientas unido a él por vínculos entrañables y satisfactorios. También puede ser que te sientas incómodo y desees que fuera diferente: más fuerte, esbelto, saludable o atractivo. Quizá te sientas a disgusto, como si hubiera cometido un profundo error en el momento de asignártelo. Da igual lo que sientas, lo importante es que te pertenece y que la relación que establezcas con él tendrá mucho que ver con la calidad de tu experiencia vital.
El desafío de la primera regla es hacer las paces con tu cuerpo para que éste te permita compartir sus valiosas lecciones de la aceptación, la autoestima, el respeto y el placer. Es imprescindible aprender estos principios básicos antes de viajar con éxito a través de la vida.






Aceptación

Creo que cuando logramos aceptarnos
tal como somos
todo en la vida funciona

Louise Hay


Si tú eres una de esas escasas personas afortunadas que aceptan su cuerpo tal como es, con sus virtudes y defectos, entonces puedes dar por asimilada la lección de la aceptación y pasar a la siguiente lección. Ahora bien, si una pequeña parte de ti cree que serías más feliz si fueras más delgado, más alto, más fuerte, más rubio, o piensa que cualquier otra alteración física mejoraría mágicamente tu vida, quizá no estaría de más que dedicaras algún tiempo a aprender el valor exacto de la auténtica aceptación.
La aceptación consiste en el acto de tomas una actitud positiva ante lo que la vida te ofrece. El cuerpo es uno de los profesores más sabios y mejor preparados para esta lección. A no ser que dediques gran parte de tu tiempo a experiencias extracorporales, tu cuerpo siempre se manifestará donde quiera que estés. Puedes tomarlo como una guía inseparable o como una pesada cruz que hayas de soportar de por vida. La decisión es tuya, y dependerá de lo bien que aprendas esta lección.
Para muchas personas, su cuerpo es el blanco de sus más duras críticas y el barómetro con el que miden su propia valía. En ocasiones, se proponen metas inalcanzables y se censuran sin piedad por su falta de perfección. Mediante tu físico te muestras tal como eres ante los demás, te defines a ti mismo y es también el modo como te definen los otros. El aprecio que sientas por tu propio cuerpo se relaciona directamente con la lección de la aceptación.
Censurar con dureza tu cuerpo sólo sirve para limitar el deleite que pueda ofrecerte. ¿Cuántas veces se ha ensombrecido un maravilloso día de playa por sentirte a disgusto en traje de baño? Imagínate lo liberador que sería caminar felizmente en la arena caliente sin estar tan pendiente de ti mismo. Piensa en todas las actividades que has pospuesto hasta que tu aspecto sea diferente, mejor, o incluso perfecto. Tengo una amiga que sueña con aprender a bucear, pero se niega siquiera a intentarlo porque le preocupa mucho la imagen que ofrece embutida en el ceñido traje de goma. Una completa autoaceptación le permitiría, y a ti también, participar sin reservas en todas las actividades por las que te sientas atraído.
Como tantas mujeres que conozco, me pasé muchos años preocupada por mis muslos. No sólo quería que fuesen más estilizados, sino que había iniciado una guerra privada contra ellos. Llevaba las bermudas más largas que podía encontrar, incluso en los días más calurosos del verano, porque me daba mucha vergüenza mostrarlos públicamente. Estaba convencida de que mi vida mejoraría si mis muslos fueran más firmes y dejaran de moverse como dos flanes. Quería que mis muslos cooperasen con mi programa de cómo se suponía que debía ser mi aspecto. Yo los había repudiado y ellos, a su vez, se habían negado de forma testaruda a transformarse mágicamente en dos alambres prietos y flexibles. No es necesario decir que mis muslos y yo no coexistíamos en paz.
Al final decidí acabar con esa guerra fría jurándome que aprendería a querer mis muslos. Pero eso es más fácil decirlo que hacerlo. Es fácil querer esas partes de ti mismo que ya percibes como susceptibles de ser queridas; pero es bastante más difícil renunciar a la imagen que tienes de tu físico. No obstante, decidí prestarle unos minutos de atención diaria a mi reconocido enemigo. Cada día masajeaba mis muslos con una loción perfumada a base de vainilla.
Mientras lo hacía me concentraba en enviarles mensajes de aceptación, primero parcial y luego completa. Durante las primeras semanas me sentía ridícula, pero pronto lo superé. Aún seguían sin gustarme, sobre todo por la mañana, bajo la cruda luz del cuarto de baño, pero al menos ya no me veía obligada a cubrirlos con una toalla para no verlos.
Con el paso del tiempo he llegado a apreciarlos por la fuerza y por la seguridad que me proporcionan. Gracias a ellos puedo correr diariamente cinco kilómetros. Fue una deliciosa sorpresa observar que poco a poco respondían a mi cariño y comenzaban a ponerse más firmes. La clave no residía en que el cambio se produjera para que yo los aceptara, sino que fue a partir de mi aceptación cuando ellos se pusieron de parte de mis deseos.
Hay muchas pruebas documentales que sostienen la existencia de una conexión entre la mente y el cuerpo, por lo que la aceptación de éste no es sólo esencial de cara a tu bienestar emocional, sino también para tu salud física. Negarle a tu cuerpo la total aceptación puede conducirte a la enfermedad. Por el contrario, aceptarlo con naturalidad puede ayudarte a superar ciertas dolencias. Incluso la comunidad médica reconoce hoy en día el valor y el poder de la autoaceptación para mantener u a mente y un cuerpo sanos.
Sabrás que vas por el buen camino cuando aceptes tu cuerpo tal como es. La verdadera aceptación se produce cuando eres capaz de apreciar tu cuerpo tal cual es en el momento presente y ya no lo sientes como un impedimento para ser merecedor del amor de otra persona, empezando por ti mismo.
¿Significa esto que no hayas de procurar mejorar tu cuerpo? ¿O que te hayas de resignar irremediablemente? Por supuesto que no. Es perfectamente natural, y muy humano, querer tener el mejor físico posible. Sin embargo, no debes obsesionarte ni condenarte por no ser el más atractivo ni el más saludable. El deseo de mejorar es absolutamente válido si procede de la autoestima , y no de un sentimiento de inadecuación entre la realidad y lo que se desea. La pregunta que has de formularte cuando quieras estar seguro de tu deseo de cambiar de peinado o de tener unos bíceps más definidos es la siguiente: «¿Siento, de verdad, la necesidad de cambiar mi aspecto ( color del cabello, crema para las arrugas, vestuario…, la lista es larga) para ser feliz?». Si la respuesta es «si» - y has de ser sincero contigo mismo - , tal vez necesites pasar cierto trabajando interiormente la lección de la autoaceptación antes de invertir tiempo y dinero buscando una solución externa.
A mis clientes y estudiantes suelo decirles esto: «Amad cada parte de vosotros mismos, y si no podéis, cambiadlas. Si no lo conseguís, entonces aceptadlas tal como son». A medida que creces y envejeces, tu cuerpo te mostrará algunos aspectos irritantes que no lograrás cambiar. En un caso extremo es posible que sufras una discapacidad física, una enfermedad degenerativa o cualquier otro tipo de dolencia que te haga mucho más difícil aceptar tu cuerpo. Aun así, debes aceptarlo, sin importar la aparente dificultad de la tarea. Los Juegos Paralímpicos está llenos de personas que han aceptado sus cuerpos, a pesar de sus evidentes discapacidades.
¿Cómo puedes comenzar a aprender la lección de la aceptación? Pues reconociendo que lo que es, sencillamente es, y que la llave para salir de la prisión de los autorreproches está en tu mente. Así que puedes continuar luchando contra tu cuerpo, quejándote amargamente y sumergiéndote cada vez más en el autodesprecio; o iniciar los pasos mentales, sutiles pero poderosos, que te conducen a la aceptación. Hagas lo que hagas, la realidad sigue siendo la misma. La aceptación o el rechazo de tu físico es una carga mental; tu percepción de él en modo alguno afecta el aspecto que presenta, entonces ¿por qué no escoger la tranquilidad de la aceptación en lugar del dolor del rechazo? La decisión es tuya.
¿Qué es lo que no aceptas de tu cuerpo?



Autoestima
Nadie puede hacerte sentir inferior
sin tu consentimiento

Eleanor Roosevelt


La autoestima consiste en sentir tu propia valía y ser capaz de afrontar los desafíos de la vida. Es un sentimiento tan esencial como el aire que respiramos, e igual de intangible. Nace en lo más profundo del corazón y se refleja en cada una de las manifestaciones externas, ya sean grandes o pequeñas. Constituye la esencia que nos permite medir nuestra valía y la piedra fundamental de los cimientos de nuestra psique.
Si la autoestima es una lección que necesitas aprender, serás puesto a prueba una y otra vez hasta que te sientas seguro de quién eres y consigas entender y creer en tu valor intrínseco. Tu cuerpo te puede proporcionar variadas oportunidades para trabajar en esa lección a lo largo de toda tu vida.
Tu físico puede ayudarte a valorar la autoestima poniendo a prueba tu deseo de verte como alguien preciado, independientemente de tu aspecto o de cómo actúe tu cuerpo. Tengo un amigo que es conferenciante, y que ha tenido dos graves accidentes en su vida: uno de moto, en el que sufrió quemaduras en el noventa por ciento del cuerpo, y otro de aviación unos años después, que lo dejó postrado en una silla de ruedas para el resto de su vida. Tras muchos años de duro trabajo interior, acabó dándose cuenta de que, a pesar de sus dramáticas circunstancias, podía llevar una vida satisfactoria era capaz de adoptar ante ella la actitud correcta. En vez de hundirse en el pozo de las lamentaciones atormentándose por todo lo que no puede hacer, logró concentrarse en todo aquello que sí podía hacer. Ha dedicado su vida a inspirar a muchas personas a través de una conferencia cuyo título es «No se trata de qué te ocurre, sino de cómo lo afrontas». En ella da testimonio de lo que es capaz de hacer frente a los desafíos de la existencia y demuestra que él también se merece la felicidad, a pesar de sus graves limitaciones físicas.
El proceso de construcción de la autoestima es triple. El primer paso consiste en identificar qué obstáculos hay en tu camino. Una vez hayas reconocido que tu opinión sobre ti es limitada, puedes dar el siguiente paso: hacer que tu alma avance hacia el verdadero conocimiento de ti mismo. El tercer paso consiste en pasar a la acción, tanto si eso significa aceptarte tal como eres, como si implica la necesidad de emprender algún camino positivo.
Durante toda su vida, mi amiga Helen ha sido una mujer extraordinariamente activa. Solía lucir una espléndida cabellera rubia platino que contrastaba con su piel bronceada. Conseguía, al entrar en una sala, que la gente se girara para mirarla. La identidad externa de Helen se basaba en ese bronceado permanente, y para mantenerlo a lo largo de todo el año se pasaba muchas horas tomando el sol.
Cuando estaba cerca de cumplir los cincuenta, le diagnosticaron un cáncer de piel. Tuvo que someterse a una operación de cirugía facial que le dejó una pequeña cicatriz, y además le prohibieron toda exposición al sol. Para Helen la cicatriz era un asunto de poca relevancia, si lo comparaba con el hecho de que ya no podría seguir siendo la belleza bronceada con la que se identificaba. Sin su bronceado distintivo, Helen tendría que teñirse el pelo del color castaño original para evitar un tono de piel blanquecino. La autoestima de Helen se tambaleó cuando tuvo que luchar para aceptar la pérdida de lo que había sido «su imagen» durante muchísimos años. Necesitaba desprenderse de esa imagen que tenía de sí misma.
Recuperar la autoestima dañada le costó casi un año. Tuvo que reconocer que había estado midiendo su valía personal en función de su aspecto externo, es decir, el de una rubia bronceada. Después de muchos meses de duro trabajo, fue capaz de comunicarse de nuevo con su verdadero interior, y se dio cuenta de que esa creencia anclada en el pasado le impedía sentirse bien consigo misma.
Ahora, después de varios años, la cicatriz de Helen apenas se nota. Ha vuelto a su color natural y luce un magnífico cabello castaño y tiene una bella piel de color marfil. A veces, cuando se mira al espejo, necesita recordar su propia valía conectando con su fuerza interior, su esencia espiritual. Se da cuenta de que ésta permanecerá inalterable a lo largo de su vida, mientras que el aspecto exterior va cambiando y marchitándose , y por lo tanto constituye una efímera fuente de autoestima.
Acuérdate a menudo de que la autoestima es perecedera. La tendrás, la perderás, la cultivarás, la alimentarás y te verás forzado a reconstruirla una y otra vez. No es algo que se consiga y se guarde,
sino un proceso vital que ha de ser explorado y cultivado.
¿De dónde mana el sentimiento de tu propia valía? Intenta descubrir el camino que te conduzca hacia esa fuente, pues necesitarás volver a ella una y otra vez a lo largo de tu vida. Cuando te sea fácil descubrir el camino hacia el centro de tus valores esenciales, sabrás que has aprendido esta lección.


Respeto
El cuerpo es el vehículo de tu vida.
Mientras estés aquí, vive en él.
Ámalo, respétalo, hónralo, mímalo,
trátalo bien y él te pagará
con la misma moneda

Susy Prudden

Respetar tu cuerpo significa tenerlo en alta estima y rendirle honores. El respeto consiste en tratarlo con el mismo cuidado con que manejarías otro objeto valioso e irreemplazable. Aprender a respetar tu cuerpo es, por lo tanto, algo vital.
Cuando sientas este aprecio, te convertirás en su compañero. Te asentarás firmemente en él y serás capaz de beneficiarte de todo lo que pueda ofrecerte. La consideración conlleva una energía recíproca. Tu cuerpo te honrará cuando tú lo respetes. Trátalo como a una estructura merecedora de respeto y él te pagará con la misma moneda. Si abusas de él o no le haces caso, se irá deteriorando hasta que aprendas la lección del respeto.
Conozco a un hombre llamado Gordon que ve su cuerpo como un templo sagrado. Al margen de tratarlo de una forma extraordinaria, mediante el ejercicio regular y sistemático, lo mantiene también saludable cuidándolo con absoluta dedicación. Sólo come alimentos sanos, nunca se expone al mal tiempo sin el abrigo adecuado y, en términos generales, lo trata como un valioso tesoro. El resultado de tanta dedicación es que su cuerpo nunca le falla, siempre está dispuesto a rendir al máximo y de forma óptima. Es su fiel e inseparable compañero, siempre a punto de cumplir sus necesidades.
Es obvio que el cuerpo de cada persona es diferente. Para cualquier otra persona que no sea Gordon, resultaría imposible llegar a ese nivel de dedicación. El cuerpo de cada persona tiene una fórmula particular. Es responsabilidad tuya adquirir un conocimiento exacto de las necesidades particulares de tu cuerpo. No hay una dieta ideal, ni tampoco una cura de sueño o de ejercicio. El verdadero respeto consiste en el aprendizaje de aquello que tu cuerpo necesita para rendir al máximo, para luego asumir el compromiso de satisfacer esas necesidades.
En el extremo opuesto del respeto al cuerpo se halla Travis, un diabético de veintinueve años que se negó a tomarse en serio su enfermedad. Travis es un hombre rico, un apuesto miembro de la jet-set al que le encanta vivir al límite. Disfrutaba bebiendo martinis con vodka, salía muchas noches, comía carne roja y postres ricos en azúcar, y al final se convirtió en adicto a la cocaína. A pesar de las advertencias de los doctores, Travis se negó a cambiar estos hábitos nada saludables. Se negaba a aceptar que su enfermedad supusiera que las necesidades de su cuerpo habían de ser distintas de las de los cuerpos de sus amigos.
La perversa espiral siguió creciendo durante meses, alternando aquí y allá con pequeños ataques hasta que un día Travis se derrumbó. Un amigo suyo lo encontró desmayado en el cuarto de baño e intervino justo a tiempo para salvarle la vida. Travis pagó un alto y doloroso precio por haber menospreciado la lección del respeto, pero finalmente dejó atrás la negativa, la negligencia y el abuso de su cuerpo, y aprendió a vivir respetando sus necesidades específicas y únicas.
El ejemplo de Travis ilustra claramente que aprender a respetar el cuerpo de uno mismo es un desafío tremendo en un mundo lleno de excesos y tentaciones. Dejarte llevar por tus apetencias es mucho más fácil que respetar tus propias fronteras. Darse un gusto de vez en cuando resulta agradable - e incluso en ocasiones saludable -, pero siempre y cuando no se arriesgue demasiado. Si te gustan las comidas condimentadas y picantes, pero te hacen daño, ¿cuántas veces necesitas poner tu cuerpo al borde de la enfermedad antes de aprender a respetar sus límites? Por tu propio bien, espero que no demasiadas.
Trata tu cuerpo con deferencia y respeto para que éste pueda responder de manera recíproca. Escucha a tu cuerpo y a la sabiduría que almacena en él; te dirá lo que necesita si se lo preguntas, le escuchas y le haces caso.







Placer
No es pecado alegrarse de estar vivo.
Bruce Springteen

El placer es la manifestación física de la alegría. Tu cuerpo te ofrece el deleite a través de tus cinco sentidos. Cuando gozas con cualquier acto espontáneo o sensación física que aflora en ti, desatas la alegría y consigues crear un espacio en tu conciencia para el goce.
Tu cuerpo puede convertirse en la mayor fuente de placer cuando das rienda suelta a tus cinco sentidos y experimentas la maravilla física de estar vivo. El placer puede venirnos a través de la vista, como cuando contemplamos una magnífica puesta de sol; o del gusto, por ejemplo, al saborear nuestra comida favorita. Puede llegarnos también en forma de melodía sublime o de la suave caricia de un amante. El único secreto para aprender la lección de la dicha es reservarle un tiempo y un lugar en tu vida.
¿Qué posición ocupa en tu vida el placer? Muchas personas tienen cuota invisible en su mente para la cantidad de alegría que se permiten disfrutar. Están tan ocupados siguiendo el ritmo que marca la vida que ven el deleite como un lujo para el que simplemente no tienen tiempo. Placeres como jugar o hacer el amor ceden su puesto a las actividades cotidianas.
Sin embargo, tu vida no funcionará igual si te privas del placer. Hay un proverbio que dice: «Demasiado trabajo y poco juego te vuelven aburrido», y es absolutamente cierto; tal vez acabes llevando una vida monótona, gris y sin atractivo sin no te tomas un respiro de vez en cuando para gozar a través de tus sentidos. El placer es como el aceite que mantiene la máquina de tu vida en perfecto funcionamiento. Sin él, la máquina se atasca y es probable que acabe parándose.
A veces me olvido de la importancia del goce cuando me dejo llevar por las exigencias y los compromisos de la vida. Renuncio a un día de playa con mi marido para poder acabar un proyecto o anulo mi hora de masaje para poder hacer algunos recados. Inevitablemente, acabo sintiéndome irritable y tensa, señal inequívoca de que debo tomarme las cosas con calma y dejar que me invada un poco de alegría.
Un uno de mis seminarios tuve a un hombre llamado Bill que necesitaba desesperadamente aprender la lección del placer. Era un brillante asesor financiero en un gran banco. Tenía esposa, tres niños, una hipoteca, una madre anciana, dos coches y muchísimas facturas. Siendo una persona seria por naturaleza, fue reduciendo su disponibilidad para disfrutar de los placeres que nos ofrece la vida. Su posición laboral se lo impedía. Como decía él mismo: «Simplemente no tengo tiempo para perderlo divirtiéndome».
Sin embargo, la vida de Bill no funcionaba. Una profunda insatisfacción le asaltaba diariamente, y no sabía cómo liberarse de ella. Vino al seminario para encontrar una salida a la rutina en la que se había sumido. En el seminario reconoció que, durante años, no se había permitido tener ni siquiera un solo momento de placer. Bill recordó el día en que su padre murió, cuando él tenía once años. Su tío le dijo que tendría que actuar como el cabeza de familia. Desde ese día, Bill, un chico despreocupado, se metamorfoseó en Bill, un pequeño adulto, serio y responsable.
Cuando hicimos en el seminario un ejercicio que consistía en que todo el mundo había de actuar siguiendo un fuerte impulso interior, Bill se levantó, se aflojó la corbata y, para sorpresa y deleite de todos, comenzó a correr por la habitación. Comenzó lentamente y después siguió cada vez más rápido hasta convertirse en un auténtico torbellino. Cuando acabó, estaba jadeando y sonriendo, emocionado por haber liberado la alegría que guardaba en lo más íntimo de su memoria.
¿Qué es lo que te produce placer? Hazlo, y hazlo a menudo, ya que este hecho alegrará tu corazón y obrará maravillas en tu alma.

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