Eckhart Tolle. Por aquel entonces "vivía en un estado de ansiedad casi constante, salpicado por periodos de depresión suicida". Desquiciado por una "desgarradora angustia existencial", finalmente tocó fondo. Aquella saturación de malestar fue lo que le hizo comprometerse con su "trabajo interior".
Tres décadas más tarde, Tolle se ha convertido en un referente del desarrollo personal. Sus libros El poder del ahora y Un nuevo mundo ahora recogen sus experiencias de aprendizaje y transformación, mostrando a los lectores el camino para conocer el funcionamiento de la mente y el manejo constructivo de los pensamientos. A pesar de ser considerado un gran experto, Tolle afirma con humildad: "Soy un ser humano que a raíz de una insoportable insatisfacción emprendí una búsqueda para comprender la causa última de mi sufrimiento".
Pero ¿qué es el sufrimiento? "Es tensión, vacío, ansiedad, estrés, negatividad, miedo, ira, tristeza y, en definitiva, cualquier emoción y sensación que nos deja un poso de malestar e insatisfacción", explica Tolle. Y según sus investigaciones, el origen de todas estas desagradables experiencias no se encuentra en nuestras circunstancias, sino en nuestros pensamientos.
A juicio de Tolle, "nuestras emociones, sentimientos y estados de ánimo no tienen tanto que ver con lo que nos pasa, sino con la interpretación que hacemos de lo que nos pasa".
La mala noticia es que "no es fácil abandonar el hábito mecánico de ver e interpretar lo que nos sucede de forma egocéntrica y reactiva". La buena es que "cuando aceptamos que somos los únicos responsables de nuestro sufrimiento, nos damos cuenta de que podemos dejar de herirnos, cambiando nuestra manera de pensar y de relacionarnos con nuestras circunstancias".
Eso sí, cabe diferenciar entre el dolor y el sufrimiento. Por ejemplo, si de pronto nos empieza a doler la cabeza, podemos quejarnos o incluso luchar contra él, lo que nos acarreará una dosis de sufrimiento. Por el contrario, podemos aceptar que nos duele la cabeza tumbándonos un rato o tomarnos una aspirina. Así, el dolor es físico, y el sufrimiento, emocional: lo creamos en nuestra mente en función de lo que pensamos acerca de lo que nos pasa. De ahí que el dolor sea inevitable, y el sufrimiento, opcional.
El quid de la cuestión radica en que "no somos dueños de nuestra mente, sino que esta suele operar automáticamente". Y aquí es donde se revela la función biológica y psicológica del sufrimiento: "Hacernos tomar consciencia de que nuestra manera de autogestionarnos es ineficiente y disfuncional". De ahí que, tal y como le sucedió a Alberto Pérez Buj, el malestar nos motive a cambiar. Y "esta necesidad de cambio es lo que generalmente nos lleva a crecer, evolucionar y madurar como seres humanos, alcanzando niveles de mayor bienestar y satisfacción", concluye Tolle.
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