domingo, 11 de julio de 2010

La psicóloga Carolina García Gutiérrez descubre, en Más amor y menos química (Aguilar)

El consumo de fármacos aumenta en nuesro país de manera alarmante. Miles de personas acuden cada año a las consultas de profesionales de la medicina para atajar su ansiedad o su depresión.

La psicóloga Carolina García descubre, en Más amor y menos química (Aguilar), las propiedades terapéuticas de la afectividad y los sentimientos, así como las consecuencias de sus carencias. Este libro trata del “carácter innato y necesario de la afectividad, el afecto y la importancia de los sentimientos, las emociones y las pasiones”, hasta llegar a la inteligencia afectiva, entendida como la capacidad mental de controlar y administrar las emociones convenientemente.

“Las emociones y los sentimientos son la experiencia afectiva fundamental y la base que va a determinar la calidad de nuestra vida afectiva”, escribe Carolina. “Las emociones pueden ser básicas y secundarias. Las básicas son el estado de ánimo que todos poseemos desde que nacemos, son innatas e inherentes a todos los seres humanos: miedo, sorpresa, ira, alegría, tristeza y aversión. Las emociones secundarias son reacciones subjetivas propias de cada individuo ante un suceso o acontecimiento. Son las que más afectan a nuestra psique y, por ello, a nuestra conducta”.

Los sentimientos son las emociones más evolucionadas, porque “implican la intervención del pensamiento”. Son más duraderas y su máxima expresión son las pasiones, “estados efectivos que pueden dominar la razón y la voluntad”.La inteligencia afectiva o emocional es la capacidad del ser humano de reconocer emociones, pasiones y sentimientos, administrarlos y controlarlos adecuadamente. “Define las emociones como un arma y no como una debilidad”, anota Carolina García.

Para que una persona sea considerada emocionalmente inteligente “debe tener el suficiente grado de autoestima, ser una persona positiva, saber dar y recibir, manejar la empatía para comprender los sentimientos de los demás y actuar en función de ellos”.

A muchas personas les cuesta expresar lo que sienten con palabras, pero, casi sin darse cuenta, lo están haciendo con los ojos, la expresión, los gestos o con el tono de voz. “Cuando amamos nos conformamos con una sonrisa o con un gesto en la mejilla, y ésa es la comunicación que todos anhelamos, aquella que acompaña a cada latido, a cada soplo de aire fresco”.

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