sábado, 28 de enero de 2012

Martin Vigil Pederasta

Martín Vigil, una muerte en el olvido
El novelista y ex jesuita asturiano, que llegó a ser uno de los escritores más populares del pasado siglo, falleció en febrero en Alcobendas, postergado por su supuesta condición de cura pederasta
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José Luis Martín Vigil, en la playa de Salinas. lne
Oviedo, P. R.
El novelista y ex jesuita asturiano José Luis Martín Vigil, autor de títulos de gran éxito popular entre los años cincuenta y setenta del pasado siglo como «La vida sale al encuentro», «Sexta galería» o «Un sexo llamado débil», falleció en febrero del pasado año en una residencia en Alcobendas (Madrid), a los 91 años. Su muerte apenas trascendió. La noticia también fue recogida por el «Boletín Oficial del Arzobispado de Oviedo». Su supuesta condición de cura pederasta lo persiguió en los últimos años.

José Luis Martín Vigil nació en Oviedo en octubre de 1919. Estudió en los jesuitas y más tarde comenzó Ingeniería Naval, que tuvo que interrumpir a causa de la Guerra Civil, en la que peleó en el lado de los vencedores. En la contienda perdió a numerosos amigos de la infancia y del colegio.

En 1948 ingresó en la Compañía de Jesús y se ordenó sacerdote en 1953. En 1955 se publica «La vida sale al encuentro», una novela de iniciación juvenil que retrata la adolescencia de un grupo de burgueses de su tiempo en Salinas, localidad de veraneo del autor, y que han leído cientos de miles de españoles. Martín Vigil, en aquel tiempo profesor del Colegio Apóstol Santiago de Vigo, era, como lo fue más tarde en otros centros educativos, el cura más popular. Simpático, de gran personalidad y buena facha, resultaba muy atractivo para los alumnos. Capellán en varios colegios mayores universitarios y director de organizaciones católicas en la Universidad de Comillas, en 1958 abandonó la Compañía, al parecer, por su condición de homosexual.

Martín Vigil se convierte entonces en un escritor popular y de gran éxito. Títulos como «Sexta galería» (1966), sobre unos jóvenes de buena familia que van durante el verano a trabajar en una mina o «Los curas comunistas» (1968), en el que defendía el trabajo de los sacerdotes en los barrios obreros de las afueras de las grandes ciudades, lo encaramaron a las listas de ventas. Recordaba ayer Luis Antonio de Villena, en un artículo sobre el escritor publicado en «El Mundo», que este último libro tuvo 18 ediciones sólo en España, más otra especial de 350.000 ejemplares en el Círculo de Lectores.

Suyos son también títulos como «Réquiem a cinco voces», «Muerte a los curas», «Cierto olor a podrido», «Tres primos entre sí» o «Iba para figura», entre otros. Reunió asimismo sus homilías salmantinas en forma de ensayo en tres volúmenes: «Destino: Dios», «¡En marcha, cristianos!» y «Listos para resucitar».

Las sospechas de su supuesta pederastia y su inclinación hacia los chicos más jóvenes fue alejando a Martín Vigil de los círculos sociales que había frecuentado en otras épocas. A propósito de los casos de pederastia de sacerdotes católicos surgidos en Bélgica, el eurodiputado socialista Antonio Masip, muy vinculado familiarmente a los veraneos de Salinas, como el propio Martín Vigil, publicó el pasado mes de septiembre de 2010 en LA NUEVA ESPAÑA un artículo en el que denunciaba el único caso que él conocía en Asturias. Y era el del escritor. Decía Masip: «En Asturias el caso más sonado y vergonzoso, del que yo haya oído, aunque, dada la época, no llegó a los medios, fue el del novelista José Luis Martín Vigil. Creo que vive aún, desterrado canónicamente de Asturias desde mediados de los sesenta. Antes fue excluido de la Compañía de Jesús pero acogido en la diócesis ovetense y en la parroquia de San Juan el Real, respetables instituciones que sin duda no contaron con suficiente información».

Y añadía: «El citado sacerdote asediaba a muchos jóvenes, algunos, de mi pandilla de Salinas, curiosamente solar dulzón de sus creaciones de infraliteratura, por llamarlas de alguna manera. En el padre Emilio González Alfonso, de la Orden de Predicadores, y en Manuel Álvarez-Buylla, luego alcalde, tuvo Martín Vigil dos personalidades que, entre otros, le hicieron frente en Oviedo. Cuando el rumor se hizo clamor, por fin fue denunciado frontalmente a don Vicente Enrique y Tarancón, arzobispo de Oviedo, que lo echó de Asturias en un intento de evitar la propagación del escándalo».

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