Emily Dickinson nació en 1830 en Ainherst, una aldea de Connecticut, en Nueva Inglaterra. A los 32 años decidió enclaustrarse en su casa y ya no abandonaría su encierro hasta su muerte, en 1886. No consiguió publicar nada en toda su vida. Su primera selección de poemas fue editada cuatro años después de su muerte, aunque su obra no sería reconocida hasta después de la segunda guerra mundial, y entonces se la comparó a Rimbaud, Mallarmé o Blake. Su valoración y reconocimiento posterior ha sido superior, quizá, a Poe o Whitman.
Siempre vestida de blanco
La pieza teatral que hoy se estrena ha sido realizada a partir de sus poemas y de las numerosas cartas que escribió. Durante los años de su voluntario encierro, de los que ella siempre se mostró satisfecha, fue una mujer dedicada a su casa, que ocupaba su tiempo en hacer pasteles que enviaba a sus vecinos, a reflexionar, a escribir y a amar. Siempre vestida de blanco (color que para Lorca significaba lo inexistente), esta mujer se enamoró dos veces en su vida, sin que en ninguna ocasión fuera correspondida: de su primer editor y de un pastor presbiteriano del que sólo conocía la voz. El primero le dijo que no le gustaba su métrica y el segundo la rechazó.Analía Gadé, a quien antes se la ha visto casi siempre en papeles de señora estupenda en innumerables películas y comedias, está fascinada con este personaje que ahora interpreta, Emily, y con esta obra, que ella misma produce y de la que adquirió los derechos de representación nada más verla en Buenos Aires. "Según he ido investigando en la vida de Emily Dickinson me he ido enamorando más y más del personaje. Fue un ser tímido y extraño, que después de decidir conscientemente su encierro se dedicó fundamentalmente a escribir y cocinar. Enviaba notas muy divertidas a sus vecinos. Normalmente no dejaba que la vieran la cara porque se creía fea, y cuando en alguna ocasión tuvo que entrevistarse con alguien (recibió a Juan Ramón Jiménez), les recibía cubriéndose al cara con flores".
"Me atrae mucho de ella su vitalidad", prosigue, entusiasmada, Analía, "y me divierte la forma en que conseguía escandalizar a las gentes de Amherst, a las que enviaba notitas con textos que les hacían llegar al convencimiento de que estaba totalmente chiflada".
Analía Gadé destaca una importante vertiente feminista en Emily Dickinson, porque en plena época romántica fue capaz de romper con el romanticismo y hacer una poesía nada dulzona "En la década de los sesenta, las feministas americanas la promocionaron muchísimo y mantenían que sus poemas de amor no iban, en realidad, dirigidos al pastor o al editor, sino a la mujer".
Para la actriz, el duro esfuerzo realizado para poder representa el monólogo le satisface profesional y personalmente, "porque he descubierto unos textos bellísimos y a una mujer excepcional".
El director, Miguel Narros, se muestra en la misma línea de optimismo que Analía Gadé. Tras mes y medio de ensayo, y ala vista de los resultados, afirma que el mundo reducido y maravilloso de Emily Dickinson, a la que considera una poetisa genial, puede despertar un interés mayoritarío entre el público.
Cuenta que cuando Analía Gadé le propuso la dirección de la obra, dio muchas largas, hasta que finalmente aceptó hacerse cargo del trabajo. Sus mayores reparos estribaban precisamente en la estructura de la obra: el monólogo. Luego vio que la vitalidad del personaje facilitaba su inicial aridez estructural.
"Ha sido un trabajo doblemente interesante", explica Narros, "porque, por una parte, me fascina el tema de la obra y el desafío de trabajar con un monólogo. Además, me ha gustdo mucho la labor que he hecho con Analía Gadé. Es una mujer que durante mucho tiempo ha tenido una imagen artística diferente a la que muestra con esta representación; en realidad, es una persona interesada en todo tipo de manifestaciones vitales, muy inteligente y preparada para hacer todo tipo de cosas".
La escenografía de Andrea d'Odorico consiste en dar una imagen totalmente blanca del mundo en el que voluntariamente se encerró la escritora. Solamente sus objetos personales destacan, en un inmaculado enmarque en el que Analía-Emily pasea, corre, ríe, llora y reflexiona sobre su voluntario alejamiento del mundo.
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