Para Hartmann cada plano de la realidad tiene su modo propio de determinación. Lo inferior está sujeto a determinación causal, pero el plano superior, el del espíritu, es libre. La libertad es entendida como modo de determinación propio del espíritu, lo que significa una posibilidad de determinación sobreañadida, por encima de la meramente causal-física. Además, la libertad exige toda ausencia de orden ontológico, ya que sólo cabe libertad si la naturaleza está determinada causalmente, pero no sí lo está también finalmente, pues en este caso la libertad, en cuanto determinación de fines, queda sin campo alguno. La determinación final no puede ser constitutiva de la naturaleza – tampoco de la naturaleza humana –; sólo puede ser consecuencia de la acción rectora de la libertad.
En cuanto al espíritu distingue el espíritu infinito, el espíritu objetivo y el espíritu objetivado. El primero es consciente, individual y libre; el espíritu objetivo es el espíritu común de colectividades humanas, encarnado en el derecho, en las costumbres, en las creencias, etc. En cuanto al espíritu objetivado este corresponde a las producciones del espíritu personal que actúa inmerso en el espíritu objetivo. El espíritu personal y el objetivo se afectan y determinan mutuamente, aunque siempre sólo de modo parcial.
La ética de Hartmann guarda semejanza con la ética de Max Scheler, ya que mantiene la objetividad, el carácter de a priori y de ‘en sí’ de los valores, y su diferencia respecto del deber y de los bienes. Los valores so objetos ideales, independientes en su objetividad ideal, pero son en sí mismos irreales e impotentes: sólo cobran realidad y actúan por el sujeto que los percibe y obra según ellos. Esta impotencia de los valores hace que el hombre, en su obrar moral, en la realización de los valores, sea libre y autónomo, es decir, se determine a sí mismo y no sea determinado por los valores. La diferencia con Scheler es que Hartmann rechaza el teísmo, ya que considera inconcebibles la libertad y la Providencia divina, ya que esta limitaría la capacidad de autodeterminación del hombre.
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