La idea de una «ética de los valores».
Dice Hartmann que para superar tanto el formalismo como el subjetivismo es menester erradicar definitivamente el intelectualismo. La conciencia primaria del valor no es una conciencia explícita de la ley, ya que, sólo siéndolo, podría describírsela como una conciencia de la forma, con lo que, además, sería posible considerarla en lo esencial de la misma como función del sujeto. Empero hase demostrado ya que «en la conciencia del valor es exactamente la conciencia de la ley la que es secundaria y sin duda que de manera universal en la esencia del valor la estructura de la ley es simplemente una impresión posterior que se realiza sobre aquél».{17} Y, de otro lado, el sentimiento original del valor lo es, siempre, [18] de algo concreto, de un contenido no idéntico en los casos respectivos de aprobación o desaprobación en un mismo sentimiento de valor.
De esto se desprende –dice Hartmann– la indudable materialidad y objetividad de la conciencia valorante, lo cual no quiere decir que los valores carezcan del carácter de leyes y mandamientos, «sino que son concretos, materiales y objetivos, aun cuando no tengan una existencia arquetípica real». Y es precisamente esta naturaleza del valor la que le permite realizarse como tal en un sentido absoluto, tanto como determinar el contenido de las leyes que deben regir la vida moral presente. «Pues toda realización o exigencia tiene que referirse a algo concreto y nunca a formas vacías, a abstracciones». Y es esta precisamente, a juicio de Hartmann, la razón de ser de la ética material de los valores.
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