La praxis del psicoanálisis frente a las propuestas de las ciencias de la salud
Si bien fue una larga y sinuosa travesía por la que Freud tuvo que pasar para dar cuenta de la naturaleza subjetiva de los sujetos, la misma se encuentra desde el origen del psicoanálisis y se radicalizó en el texto “El análisis profano” (1926) escrito por Freud, con el afán de defender a practicantes no-médicos, específicamente a su alumno T. Reik y su hija Anna, (Jones, 1997 y Lowenthal, 1990).
Freud va a decir:
"Coloco el acento en la exigencia de que no pueda ejercer el análisis nadie que no haya adquirido títulos para ello mediante una determinada formación. Me parece accesorio que esa persona sea o no un médico" (p. 230).
A esto añade:
"Si algún día se fundara una escuela superior psicoanalítica (….), debería enseñarse en ella mucho de lo que también se aprende en la facultad de medicina: junto a la psicología de lo profundo, que siempre sería lo esencial, una introducción a la biología, los conocimientos de la vida sexual con la máxima extensión posible, una familiarización con los cuadros clínicos de la psiquiatría. Pero, por otro lado, la enseñanza analítica abarcaría disciplinas ajenas al médico y con las que él no tiene trato en su actividad: historia de la cultura, mitología, psicología de la religión y ciencia de la literatura. Sin una buena orientación en estos campos, el analista quedaría inerme frente a gran parte de su material"(ibid).
De dichos textos nos interesa poner en realce cómo Freud anuncia la problemática relación del psicoanálisis no sólo con la medicina y la psiquiatría sino con la ciencia en general. La cuestión de lo objetivo-subjetivo se encuentra jugada de inicio en los orígenes del psicoanálisis.
Dilucidar el origen y desarrollo del saberpsicoanalítico implica un análisis del discurso en el cuál se manifiestan ciertas regularidades, éstas incluyen: discontinuidades, cortes, umbrales y límites. La invención freudiana partió de modelos mecanicistas para explicar el psiquismo, así como de explicaciones brindadas según una perspectiva neurológica. Lacan (1965) afirmaba que el sujeto del psicoanálisis es el sujeto de la ciencia:
“…es impensable que el psicoanálisis como práctica, que el inconsciente, el de Freud, como descubrimiento, hubiesen tenido lugar antes del nacimiento, del siglo que ha sido llamado el siglo del genio, el XVII, de la ciencia, tomando esto en el sentido absoluto indicado en su momento… (…).
...Una cosa es segura: si el sujeto está efectivamente allí, a nivel de esta diferencia, toda referencia humanista se hace superflua, puesto que es a ella a la que corta en seco.”.
Lacan evoca el avance que el psicoanálisis hace al dar un paso más allá de los modelos objetivistas existentes, pues Freud desbordó los modelos científicos de su época al plantear la noción de sujeto escindido, al tomar a los chistes, los sueños, los actos fallidos como objetos de estudios, al determinar el devenir pulsional a partir de la sexualidad, y al prestar escucha a los cuerpos que hablan y que dicen más que síntomas y signos concretos, observables.
Cabe aquí acotar que Freud no sólo retomó cuestiones de la medicina, y de las ciencias modernas de su época, sino que también utilizó lecturas de los griegos, de grandes literatos como Goethe o Cervantes, de poetas como Heine, y cuestiones fundamentales de la filosofía, la antropología y la sociología de su época.
El método de trabajo freudiano por un lado nos plantea cierto análisis epistemológico entre lo que podría denominarse subjetivo y objetivo en su práctica, pues ciertamente la noción de singularidad y de ir caso por caso, no excluye que también se apunte a cierto objetivismo que busque encontrar ciertas “regularidades nomotéticas” en ello, que permitan dilucidar el aparato psíquico.
En el centro de esta problemática se encuentra lo que también Lévi-Strauss estableció: la primacía del lenguaje, de un mundo simbólico que nos hace humanos frente a lo real como lo biológico, lo natural:
“Las condiciones naturales... no tienen existencia propia, pues son función de las técnicas y del género de vida de la población que las define y que les da un sentido, aprovechándolas en una dirección determinada. La naturaleza no es contradictoria en sí misma; puede serlo, solamente, en los términos de la actividad humana particular que se inscribe en ella; y las propiedades del medio adquieren significaciones diferentes, según la forma histórica y técnica que cobra tal o cual genero de actividad. Por otra parte, y aun promovidas a este nivel humano, que es el único que puede conferirles inteligibilidad, las relaciones del hombre con el medio natural desempeñan el papel de objetos de pensamiento: el hombre no las percibe pasivamente, las tritura después de haberlas reducido a conceptos, para desprender de ellas un sistema que nunca está predeterminado: suponiendo que la situación sea la misma, se presta siempre a varias sistematizaciones” (1998, p. 142).
En la actualidad, todavía mantenemos conceptos, saberes y verdades propias de la modernidad, que mantienen su influencia hegemónica en el campo de las ciencias de la salud. Al plantearse una dilucidación de los discursos acerca del cuerpo, aun se puede rastrear la herencia de Descartes, en cuanto a la concepción hegemónica de la materia o de la mente sobre la corporeidad, baste abrir un manual de psicopatología, de psiquiatría o artículos publicados en renombradas revista de salud.
Como se dijo con anterioridad, el sujeto de la ciencia es el sujeto del psicoanálisis, haciendo la precisión de que el psicoanálisis trabaja con lo que la primera desaloja de sí: el inconsciente.
Desde esta perspectiva la praxis del psicoanálisis establece una ruptura con la ingenuidad de partir de la veracidad del dato empírico, de la metodología descriptiva que desemboca en una semiología de los síntomas, como si ello fuera garantía de veracidad. No obstante, ello no implica que la praxis sea concebida como puro subjetivismo, puesto que el registro de lo inconsciente se establece a partir de sus efectos que son susceptibles de aparecer en lo concreto y por lo tanto pueden observarse, registrarse, etc. La importancia de lo que aparece, va a ubicarse en su dilucidación a partir de una referencia a lo inconsciente, y además se va a partir de un discurso concreto y particular: el de cada sujeto de la clínica que se dirige a Otro bajo transferencia.
La invención freudiana desde su praxis muestra un saber acerca de lo inconsciente. La condición para que este saber emergiera fue dada por Freud que llevó al saber médico y neurológico de su época a los límites en donde se volvía inoperante para dar cuenta de lo síntomas en donde la expresión del deseo y el goce de los sujetos emergen. Para dar cuenta de esto, elegimos en este texto retomar el trabajo pionero con las histéricas.
En la actualidad el discurso de las ciencias de la salud retoma las modernas tesis preponderantes de la episteme del siglo XIX, con la salvedad que la euforia hacia el saber absoluto amarrado a la idea de ciencia perfecta (en el sentido de que el saber es perfectible, pero el método nos promete perfección) ahora se encuentra ligada hacia los avances de la tecnología y su uso discriminado.
El debate actual entre psicoanálisis y ciencias de la salud requiere de un diálogo epistémico. Los opuestos entre datos observacionales y teoría, o subjetivismo y objetivismo, o lo genético sobre lo aprendido, requiere de una problematización más seria, en donde existan convergencias y divergencias parciales, de lo contrario se estaría pensado de nuevo en categorías cerradas, y no en atributos de un fenómeno que han de ser repensadas y reflexionadas, desde diversas perspectivas y disciplinas. La realidad excede nuestros modelos de pensar las cosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario