De Eugenio d'Ors se aprendió lo importante que es glosar en la prensa, desde «La Veu de Catalunya» el 1 de enero de 1906 hasta el «Novísimo Glosario» publicado en «Arriba» prácticamente hasta su muerte. No sólo me enseñó cuestiones sobre Keynes, sino lo importante que es en el periodismo serlo de ideas, siempre atento al presente, dispuesto a oír «las palpitaciones del tiempo», como señala Xavier Pla, en «Eugenio d’Ors, narrador intelectualista» en la introducción a esa maravilla que son las «Historias lúcidas» de Eugenio d’Ors (Fundación Banco Santander, 2011).
Hoy intento imitarlo de muy lejos, en relación con dos inteligentes posiciones sobre lo que ahora sucede en la economía española. Una es la de Donges, un gran economista alemán que, además, tiene la virtud de conocer muy bien a España y, desde luego, a su economía. De algún modo, en un futuro estudio de los economistas estudiosos de nuestra vida económica, Donges no puede faltar de ningún modo. Los mensajes que envía son siempre muy dignos de tenerse en cuenta. Eso, exactamente, es lo que sucede con su conferencia «Eurozona: alta tensión con perspectivas inciertas», pronunciada en la Fundación Rafael del Pino el 24 de noviembre de 2011. De ella quiero extraer dos advertencias que se deben tener muy en cuenta. La primera es la necesidad de «que nadie caiga en la trampa extendida por los políticos para desviar la atención pública de sus errores. La grave crisis financiera que está padeciendo la Eurozona ha sido causada por los gobiernos, no por los mercados. Son políticos, no inversores financieros, los que han decidido aumentar el gasto público y financiarlo con deuda más allá de lo que era sostenible en el tiempo —una manera de comprar el voto de los electores—. Son gobiernos los que no han combatido con contundencia el fraude fiscal y la corrupción». Y esta alusión a las abundantes críticas a la proposición Arrow-Debreu: «Sabemos que los mercados financieros no son tan eficientes como se supone en los modelos técnicos. Pero eso no significa que la Eurozona sea la víctima de una falla de mercado… Los mercados simplemente han sentenciado que los gobiernos tienen que aprender a disciplinarse… y no hacer creer a la sociedad que se puede vivir eternamente sin ahorrar y con un consumo ostentoso y con unas prestaciones sociales por encima de las posibilidades reales del país». Y contra eso y no contra los mercados —en España debe tomar nota el profesor Sampedro— es contra lo que «deberían protestar los “indignados”».
La segunda es la crítica a la expresión también muy popularizada sobre la necesidad de castigar a los bancos por los errores cometidos en el pasado. Lo necesario es «fortalecer la capacidad de resistencia de las entidades financieras en tiempos de turbulencias y de insolvencia soberana, y evitar así que en los mercados vuelva a cundir el pánico a un eventual contagio financiero entre países… Una ampliación adecuada del capital de reserva bancaria es el instrumento más eficaz para crear los incentivos de responsabilidad deseados».
Y en este último sentido no puedo dejar de manifestar mi elogio a las palabras de Miguel Fernández Ordóñez, gobernador del Banco de España, por cierto, muy criticado recientemente. Es difícil no compartir prácticamente todos sus puntos de vista en el acto de presentación estudio de la Fundación de Estudios Financieros, «Mecanismos de prevención y gestión de futuras crisis bancarias», el 1 de diciembre de 2011, y en relación con este último punto de Donges, cuando indicó que «es importante subrayar también que la clase de toda reestructuración es el saneamiento de los balances. No es justo que nos hayan obligado primero a sanearnos y luego se nos exija recapitalizarnos decía alguna de las críticas… en el proceso de reestructuración de las cajas de ahorros. Pues bien; visto en perspectiva, hoy creo que ya nadie entendería que no se hubiera empezado, por cómo se hizo, por el saneamiento de activos, y que después se abordara la recapitalización». Todo esto, naturalmente, conduce a Fernández Ordóñez a concluir «que es tal la velocidad a la que está cambiando el contexto económico en España, en Europa y en el mundo durante estos últimos meses —incluso en estas semanas—, que sería un grave error fijar criterios de manera rígida y cerrar las puertas (al)… objetivo final que este sí, no puede ser otro que contar con entidades de crédito sólidas y dispuestas a atender eficazmente la demanda solvente de financiación que soliciten las familias y empresas españolas».
Dos aportaciones que, en el fondo, critican la política económica desarrollada hasta ahora y que proporcionan puntos de apoyo a la nueva que se espera.
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