Puede estar durmiendo con usted en su cama, trabajar a pocos metros en su oficina, ser el instructor de tenis del club al que asiste todos los sábados o, incluso, ser su propio padre o hijo. Los psicópatas cotidianos representan el 3 por ciento de la población, y el 75 por ciento de ellos son hombres. En la Argentina hay, por tanto, unos 900.000 hombres psicópatas que pueden convivir con nosotros sin que siquiera nos demos cuenta. Aunque, a la larga, nos terminen enfermando.
Los psicópatas cotidianos son, por caso, lo suficientemente hábiles para que las personas no se den cuenta, y sin embargo eligen a sus víctimas, las seducen, las envuelven, las convencen, las manipulan, para lograr algún objetivo que, por lo general, tiene que ver con alcanzar el poder. “Los psicópatas son generalmente líderes, aman el poder, y ven a los demás (sus víctimas) como objetos, como herramientas útiles para alcanzar un beneficio”, explica a Perfil.com el psiquiatra Hugo Marietan, docente de la Facultad de Medicina de la UBA y miembro de la Asociación Argentina de Psiquiatras (AAP).
Y explica que la psicopatía no es una enfermedad, sino “una forma de ser en el mundo”. Por esa razón, destaca, no hay tratamiento para combatirla. “No son enfermos. La que sí tiene problemas y puede hacer tratamiento es la complementaria”, destaca el especialista. Cuando habla de complementaria habla de su víctima, y explica que no cualquier mujer puede ser “complementaria” de un psicópata.
“Las víctimas son personas que, por alguna razón, dejan envolverse y no pueden zafar fácilmente del psicópata. Por lo general, tienen carencias afectivas de base. Muchas veces, son profesionales o empresarias; es decir, no tiene nada que ver el incremento intelectual en su vida ni la posición social, el psicópata puede captar como presa a cualquiera”, especifica Marietan.
Según el especialista, los psicópatas dañan sin sentir culpa, es decir, con impunidad, y por lo general son personas “encantadoras, simpáticas, con un gran poder de seducción”. Son, en definitiva, y según las palabras de Marietan, “ grandes actores”. Así es como seducen a sus parejas y las terminan sometiendo, o ascienden en su trabajo (por lo general son jefes), o mantienen el dominio en su familia. Incluso, “suelen no tener problemas a la hora de hacer deportes de riesgo, o de hacer trabajos de riesgo o que le repugnan a la gran mayoría de las personas”, especifica el psiquiatra especialista en psicopatía.
Durmiendo con el enemigo. “El psicópata no se enamora, no le queda amor para dar porque está muy enamorado de sí mismo. Busca a la mujer sólo para conseguir cosas. Por supuesto que se muestra muy enamorado, le hace sentir a su pareja que es la mujer de su. La primera etapa es de generar fascinación en la víctima. Pero de a poco va minando la autoestima de la persona, haciendo que se aleje de sus amigos, de sus familiares, hasta convertirla en un despojo. En ese estado la persona “es” en función del psicópata”, explica Marietan.
Sin embargo, explica el especialista, a la larga se produce un “desgaste” por parte de la víctima. “Es una etapa de sufrimiento porque lo que demanda el psicópata es más amplio que lo que ella puede hacer para satisfacerlo”. Es el momento que, por lo general, piden ayuda, si es que pueden hacerlo.
Jefe psicópata. “Este es el que genera acoso laboral”, destaca Marietan. Y explica que, aunque aparenta ser simpático, “siempre se la agarra con una o dos personas a las hostiga y descalifica constantemente, hasta producirles un estrés que puede llegar hasta provocar ataques de pánico en sus víctimas”.
Los psicópatas en las empresas, por caso, suelen ser “exitosos, simpáticos, agradables”, pero, aunque parece que trabaja en función de un bien común, “trabaja sólo para él mismo, para conseguir sus propios beneficios”.
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