No dejaría de ser una casa normal vienesa del siglo XIX si no fuera porque en su interior se gestó una de las teorías más revolucionarias del pensamiento moderno: la teoría del psicoanálisis. Del número 19 de la calle Berggase salieron las ideas que iban a agujerear la racionalidad de la época al tratar de descifrar el laberíntico subconsciente humano. Por eso esta casa de la capital austríaca es hoy el museo de su artífice, ya saben, de Sigmud Freud.
Ahora que el cine ha vuelto a rescatar su figura en la película de David Cronemberg Un método peligroso, volvemos a pisar esos suelos donde el empecinado doctor escribía, escuchaba a sus pacientes recostados sobre el diván y experimentaba con sus hipótesis acerca del funcionamiento psíquico del hombre, del poso que dejan los sueños y de la importancia de la sexualidad desde los tempranos años de la infancia. Unas ideas que sacudieron los cimientos de esa Viena de 1900 que, harta de la tradición imperante, alumbró una cosecha irrepetible de artistas, escritores e intelectuales.
Freud vivió en el entresuelo de esta casa desde el otoño de 1891 hasta el 4 de junio de 1938, cuando la persecución nazi le obligó a trasladarse a Londres con muchas de sus pertenencias. Allí, en la sala de espera que se mantiene intacta -un enorme ventanal, un sofá rojo, una mesa y tres sillas tapizadas en terciopelo- tenían lugar las famosas reuniones de los miércoles por la noche, donde se debatía sobre la práctica del psicoanálisis y su novedosa función como terapia. Antes había que pasar por el recibidor, donde hoy vemos un bastón, un sombrero y uno de los baúles que lo acompañaron en su huida y que probablemente llegó cargado de aquellos muñecos antiguos que coleccionaba -egipcios, griegos, orientales...- a los que llamaba «amigos» y con los que aseguraba compartir sus ideas en la intimidad.
El resto del museo -lo que se correspondería con el consultorio y las habitaciones privadas- son hoy salas desprovistas de muebles, desnudas para acoger exposiciones temporales. Pero no importa. Porque sólo con respirar este entorno y contemplar la cantidad de fotos y archivos que cuelgan de sus paredes uno puede apreciar el universo del autor de La interpretación de los sueños.
Cuando Freud escribió en su diario «Finis Austriae», pocos meses antes de partir hacia tierras inglesas, ya sabía que nunca volvería a Viena. Ante la universidad de Berlín habían quemado sus libros junto a los de Thomas Mann y otros autores judíos. Después llegó el horror. Pero nada pudo acabar con el psicoanálisis.
| Museo Sigmund Freud. Bergasse, 19. Viena. Horario: de 9.00 a 17.00 horas todos los días. Del 1 de julio al 31 de septiembre: hasta las 18.00 horas. Precio: 7 euros.
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