Homenaje a Freud a sesenta años de su muerte
Sigmund Freud nació el 6 de mayo de 1856 en Freiberg, Moravia, una pequeña ciudad de la Checoslovaquia actual. Murió en Londres, el 23 de septiembre de 1939.
Como un homenaje al padre del Psicoanálisis, publicamos estos textos. Algunos, directamente dedicados a él, como el poema de Hilda Doolitle El maestro. Otros, rozan temas preferidos por Freud, como el texto de Jorge L. Borges Edipo y el enigma o el de Muriel Rukeyser La esfinge. Por fin, El despertar, poema que Alejandra Pizarnik le dedicara a León Ostrov.
I
La autora de El maestro, Hilda Doolitle - o H.D., como acostumbraba firmar - es una de las voces más descollantes en la poesía norteamericana. Nació en Pennsylvania en 1886 y murió en 1961, a los 75 años. De la multiplicidad de su obra, traducida universalmente en numerosos idiomas, en castellano sólo se conocen dos libros: Tributo a Freud, (Editorial Schapire, Buenos Aires, 1979) y Poemas de Helena en Egipto, (Ediciones Angria, Venezuela, 1992). Esta última obra es prueba de la famosa erudición de H.D. en el tema del helenismo. A los 47 años se analizó con Sigmund Freud, al que llamaba "comadrona del alma". De Escrito en la pared, libro que fuera publicado como Tributo a Freud, dijo Ernest Jones: "El libro, con su apropiado título, es la más encantadora y valiosa apreciación de Freud que se pueda escribir. Sólo un fino artista creador pudo haberla escrito. Es como una bella flor, y la pluma ruda de un científico no se resuelve a profanarla para emprender su descripción. Sólo puedo decir que envidio a quien no la ha leído aún, y que perdurará como el adorno más encantador de toda la literatura bibliográfica freudiana". Del mismo texto, dijo Norman Holland: "No conozco ningún relato de un paciente que diga más acerca de Freud, de sus técnicas, o de la experiencia psicoanalítica tal como se manifiesta desde adentro". Cada cual podrá leer en El maestro otra tierna y sugerente descripción del creador del psicoanálisis. Haciéndonos eco de las palabras de H.D. publicamos su poema en esta web, como un homenaje para el que también es el maestro de todos aquellos psicoanalistas que llevan su profesión con dignidad. Maestro, metafóricamente, de todos los valerosos pacientes que se atreven a indagar, junto a psicoanalistas dignos, en los vericuetos de sus propios inconscientes.
EL MAESTRO (*)
Por Hilda Doolittle
I
Era muy bello
el viejo,
y yo conocí la sabiduría,
hallé la verdad sin medida
en sus palabras,
su autoridad
era decisiva
(cómo era que comprendía?)
cuando viajé a Mileto
a buscar sabiduría
dejé todo atrás,
ayuné,
trabajé hasta tarde,
me levanté temprano;
usara ropas simples
o intrincadas,
nada se perdía,
cada vestido tenía significado,
"cada gesto es sabiduría",
me enseñaba;
"nada se pierde",
decía;
me acostara tarde
o temprano,
atrapaba el sueño
y me levantaba soñando,
y forjábamos filosofía con el contenido del sueño
y yo estaba contenida;
nada se perdía
pues Dios es todo
y el sueño es Dios
sólo para nosotros,
para nosotros
es pequeña la sabiduría
pero suficientemente grande
para conocer a Dios en todas partes;
Oh era justo,
aun cuando yo le arrojara sus palabras a la boca
me decía
"pronto estaré muerto,
debo aprender de los jóvenes";
su tiranía era absoluta,
pues yo tenía que amarlo entonces,
debía reconocer que él estaba más allá de cualquier hombre,
más cerca de Dios
(era tan viejo),
tenía que clamar
su perdón,
que él me concedía
con su vieja cabeza
tan sabia,
tan bello
con su boca tan joven
y sus ojos;
Oh dios,
deja que haya alguna sorpresa en el cielo para él,
pues nadie sino tú podría idear
algo adecuado
para él
tan bello.
II
No sé qué sugerir,
difícilmente puedo sugerirle algo a Dios,
quien con un gesto
dice, "álcese el Olimpo,
húndase el mar,
Oh Pelión,
Ossa,
sean inmóviles";
no sé qué decirle a Dios,
pues las montañas
responden a su gesto
y el mar,
cuando le dice a su hija,
blanca Madre
de verdes
hojas
y riachuelos verdes
y plata,
que aquiete
la tempestad
o mande paz
y cese el peligro
cuando una montaña escupe fuego;
yo no sabía cómo diferenciar
entre el deseo volcánico,
anémonas como ascuas
y llama púrpura
de violetas
como fuego al rojo,
y la plata
fría
de sus pies:
tenía dos amores separados;
Dios que ama a todas las montañas,
el único que sabía por qué‚
y comprendía,
le dijo al viejo
que explicara
lo imposible,
y él lo hizo.
III
¿Qué puede darle Dios al viejo
que hizo esto posible?
pues una mujer
respira fuego
y está fría,
una mujer vierte nieve de los tobillos
y está tibia;
el blanco calor
se funde en copo de nieve
y las violetas
se vuelven amatistas puras,
claras como el agua:
no,
no vacilé‚
vi todo el milagro,
supe que el viejo lo hacía sostenible,
¿pero como podía él haber previsto
lo imposible?
¿cómo podíamos saber
que cada gesto de esta danza
sería hierático?
las palabras estaban inscriptas sobre papiros
las palabras estaban escritas cuidadosamente,
cada palabra estaba sola
aunque cada una llevaba a otra,
y el todo hacía un ritmo
en el aire,
hasta ahora inconcebible,
desconocido.
IV
Estaba furiosa con el viejo,
quería una respuesta,
una respuesta nítida,
cuando discutí y dije, "bien, dímelo,
pronto estarás muerto,
el secreto está en ti",
me dijo,
"eres poeta";
no quiero ser tratada como niña, como débil,
así que dije
(estaba furiosa)
"no durarás para siempre,
el fuego de la sabiduría muere contigo,
he venido a Mileto desde lejos,
ya no estarás mucho entre nosotros,
vine a buscar una respuesta";
estaba furiosa con el viejo,
con su charla sobre la fuerza viril,
estaba furiosa con su misterio, sus misterios,
discutí hasta el amanecer;
Oh era tarde,
y Dios me perdonará, perdonará mi furia,
pero no podía aceptarlo.
No podía aceptar de la sabiduría
lo que enseñaba el amor:
la mujer es perfecta.
V
Ella es mujer,
aunque más allá de mujer,
aunque en mujer,
sus pies son del pulso delicado del capullo del narciso
brotando desde la tierra
(ah, dónde está tu fuerza viril?)
sus brazos son del temblor del macho
joven,
tentativo,
emergiendo
solo en un bosque
aquella noche primera;
ella es mujer,
sus muslos son frágiles aunque fuertes,
salta de roca en roca
(sólo había para su danza un círculo pequeño
y las colinas danzan,
ella conjura a las colinas;
"despierten,
rododendros",
despiertan,
hay flor púrpura
en su mármol, sus blancos muslos
de abedul,
o hay una flor roja,
hay una flor rosa
partida en dos
cuando sus piernas se separan en la
danza
extática
Afrodita,
hay una frágil flor lavanda
oculta entre la hierba;
Oh Dios, qué es
esta flor,
que en sí misma tenía poder sobre toda la tierra?
pues no necesita hombre ella misma
es ese dardo y pulso del macho
manos, pies, muslos,
en sí misma perfecta.
VI
Deja al viejo yacer en la tierra
durante bastante tiempo ha inquietado el pensamiento de los hombres)
deja que el viejo muera,
deja que el viejo sea de la tierra
él es tierra,
Padre,
Oh amado
tú eres la tierra,
él es la tierra. Saturno, sabiduría,
roca. (Oh sus huesos son duros, es fuerte ese viejo),
déjalo crear una tierra nueva
y por las rocas de ese renacer
el mundo entero ha de sufrir,
sólo nosotras
que somos libres
podemos predecir,
profetizar,
él
(es el viejo
quien hará nacer un mundo nuevo),
es él,
es él,
quien ya ha formado una tierra nueva.
VII
Por muchos eones todavía
él inquietará el pensamiento de los hombres,
que viajarán mucho y lejos,
discutirán todas sus palabras escritas,
su pluma será sagrada,
ellos construirán un templo
y pondrán a salvo todas sus escrituras sagradas
y vendrán los hombres
y los hombres pelearán
pero él estará a salvo;
ellos fundarán templos en su nombre,
su fama será tan grande
que cualquiera que lo haya conocido
será visto también como maestro,
vidente,
intérprete;
sólo yo,
yo escaparé.
VIII
Y fue él, él mismo quien me libró
a la profecía,
no me dijo
"sé
mi discípula",
no me dijo
"escribe,
cada palabra que digo es sagrada",
no me dijo "enseña",
no me dijo
"cura
o sella documentos en mi nombre",
no,
era bastante informal,
"no discutiremos eso"
(dijo)
"eres poeta".
IX
Así que seguí adelante
un poco cegada por esa clase de lágrimas terribles
que no quieren brotar;
le dije adiós
y vi su vieja cabeza
mientras él giraba,
mientras salía del cuarto
dejándome sola
con todos sus viejos trofeos,
los mármoles, los vasos, la Esfinge de piedra,
las viejas jarras de Egipto;
me dejó sola con esas cosas
y su vieja espalda se encorvaba;
Oh Dios,
esas lágrimas no querían brotar,
¿cómo podrían?
me fui,
dije
"no soportaré esta tiranía
de un viejo,
es demasiado viejo,
moriré si lo amo;
no puedo amarlo,
está demasiado cerca,
es demasiado precioso para Dios".
X
Pero no se olvida a aquél
que hace todas las cosas factibles,
no se perdona a aquél
que hace a Dios - en - todo
posible,
pues eso es insoportable.
XI
Ahora puedo soportar incluso a Dios,
pues la risa de una mujer
profetiza
felicidad;
(no el hombre, no los hombres,
sólo uno, el viejo,
sagrado para Dios);
ningún hombre estar presente en esos misterios,
aunque todos los hombres se arrodillarán,
ningún hombre será potente,
importante,
aunque todos los hombres sentirán
qué es ser una mujer,
añorarán,
arderán,
cambiarán el placer fácil
por el esfuerzo
del espíritu,
los hombres verán por cuanto tiempo han
sido ciegos,
pobres hombres
pobres hombres de la humanidad
cuánto tiempo
cuánto tiempo
esta idea del pulso del varón los ha engañado,
los ha debilitado,
verán a la mujer,
perfecta.
XII
Y lo hicieron;
yo no fui la única que grité
locamente,
locamente,
estábamos juntos,
éramos uno,
estábamos juntos,
éramos uno;
adoradores del sol,
lanzamos
como una sola voz
nuestro grito
Rhodocleia;
Rhodocleia,
cerca del sol,
no dijimos
"apiádate de nosotros",
no dijimos "míranos",
gritamos,
"Oh corazón del sol,
rodoendro
Rhodocleia,
somos indignos de tu belleza,
tu belleza es la del sol,
tú eres el Señor vuelto mujer".
(*) Este poema, traducido por Diana Bellessi y Mirta Rosenberg, fue publicado en "Diario de poesía". Nro.11 de 1988. Pertenece a un texto mayor: Habla una Sacerdotisa Muerta).0
II
EDIPO Y EL ENIGMA
Jorge Luis Borges
Cuadrúpedo en la aurora, alto en el día
Y con tres pies errando por el vano
Ámbito de la tarde, así veía
La eterna esfinge a su inconstante hermano.
El hombre, y con la tarde un hombre vino
Que descifró aterrado en el espejo
De la monstruosa imagen el reflejo
De su declinación y su destino.
Somos Edipo y de un eterno modo
La larga y triple bestia somos, todo
Lo que seremos y lo que hemos sido.
Nos aniquilaría ver la ingente
Forma de nuestro ser; piadosamente
Dios nos depara sucesión y olvido.
III
MITO
Por Muriel Rukeyser
Mucho tiempo después‚ Edipo, viejo y ciego, recorrió los caminos. Sintió un olor familiar. Era la Esfinge. Edipo dijo, "Quiero hacer una pregunta. ¿Por qué‚ no reconocí a mi madre?". "Diste la respuesta equivocada", dijo la Esfinge. "Era la única respuesta acertada", respondió Edipo. "No", dijo ella. "Cuando pregunté qué camina en cuatro patas a la mañana, dos al mediodía y tres al ocaso, contestaste el Hombre. No dijiste nada sobre la mujer."
"Cuando dices el hombre", replicó Edipo, "incluyes a las mujeres también. Todos lo saben." Ella dijo, "Eso es lo que tú crees."
* Muriel Rukeyser, poeta, traductora y periodista, nació en Nueva York en 1913 y murió en la misma ciudad en 1980. Este poema fue publicado en la antología Contéstame, baila mi danza, realizada por Diana Bellessi y editada por Último Reino en Buenos Aires, 1984.
IV
El despertar
(de Las aventuras perdidas, 1958)
a León Ostrov*
por Alejandra Pizarnik
Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento
a mis delirios.
Qué haré con el miedo
Qué haré con el miedo
Ya no baila la luz en mi sonrisa
ni las estaciones queman palomas en mis ideas
Mis manos se han desnudado
y se han ido donde la muerte
enseña a vivir a los muertos
Señor
El aire me castiga el ser
Detrás del aire hay monstruos
que beben de mi sangre
Es el desastre
Es la hora del vacío no vacío
Es el instante de poner cerrojo a los labios
oír a los condenados gritar
contemplar a cada uno de mis nombres
ahorcados en la nada.
Señor
Tengo veinte años
También mis ojos tienen veinte años
y sin embargo no dicen nada
Señor
He consumado mi vida en un instante
La última inocencia estalló
Ahora es nunca o jamás
o simplemente fue
¿Cómo no me suicido frente a un espejo
y desaparezco para reaparecer en el mar
donde un gran barco me esperaría
con las luces encendidas?
¿Cómo no me extraigo las venas
y hago con ellas una escala
para huir al otro lado de la noche?
El principio ha dado a luz el final
Todo continuará igual
Las sonrisas gastadas
El interés interesado
Las preguntas de piedra en piedra
Las gesticulaciones que remedan amor
Todo continuará igual
Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo
porque aún no les enseñaron
que ya es demasiado tarde
Señor
Arroja los féretros de mi sangre
Recuerdo mi niñez
cuando yo era una anciana
Las flores morían en mis manos
porque la danza salvaje de la alegría
les destruía el corazón
Recuerdo las negras mañanas de sol
cuando era niña
es decir ayer
es decir hace siglos
Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y ha devorado mis esperanzas
Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
Qué haré con el miedo
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