La 'vendetta' de la 'amante' de Juan Antonio Samaranch
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Alberto Lázaro - Sígueme en Twitter - 12/11/2011
Luisa Sallent y Samaranch. IC
Doce días después de la muerte de Juan Antonio Samaranch, el hijo del expresidente del COI citaba a Luisa Sallent en su despacho. Allí su heredero le contó la verdad: Él se había opuesto taxativamente a que su padre se casase con ella a pesar de que ese parecía haber sido el deseo en vida de Samaranch.
En esos últimos años, Sallent había pasado de ser la amante, a convertirse en la pareja formal a ojos del gran público, para terminar siendo la viuda en la sombra de Samaranch. Un reconocimiento que le ha hecho desligarse casi por completo de la vida social, y que le ha inducido a escribir, con gran honestidad, Vidas y apariencias, un compendio de vivencias y memorias donde ha querido romper su silencio, y responder mediante su historia a todos aquellos que vivieron con extrañeza su relación con el expresidente del COI.
Luisa Sallent conoció a Samaranch con 21 años, justo antes de casarse con Enrique Martorell, uno de los mejores amigos del que luego sería su amante. “Era virgen pero necesitaba ser amada”, cuenta sobre Martorell, un hombre 14 años mayor que ella que había pedido la nulidad de su primera mujer para poder casarse con Sallent en pleno fervor de los años sesenta.
Después de varias infidelidades y de malos tratos que incluso tuvieron repercusión mediática en El Diario de Barcelona, Sallent se separó de él y del subyugo al que la tenía sometida.
Maniquí de moda con diecinueve años en los salones del hotel Ritz, donde acudiría del brazo de su primer marido años después, pasó a tener como afición, primero, y como oficio, después, el mundo de la pintura y escultura, gracias a su amistad con el famoso pintor Pedro Puna.
No sería hasta 1991, veinte años después de separarse de Martorell, y en un momento de máxima soledad, cuando el reencuentro entre Sallent y Samaranch cobrase significado en sus vidas. Entonces él estaba casado con María Teresa Salisachs, pero no supuso un obstáculo a su imprudente idilio. “Creo que yo me alejaba del estereotipo de mujer con el que estaba acostumbrado a relacionarse”, cuenta Sallent minuciosamente.
La puesta de largo de Sallent
Tras nueve años de silencio, un cáncer se llevó por delante la vida de Salisachs, que significó la liberación en sociedad de esa relación que se había forjado en la sombra. Era así como comenzaba su puesta de largo oficial, completándose en junio de 2003, momento en el que la prensa se haría eco de este noviazgo.
Fueron años de viajes, de idas, de venidas, de abrazos en el sofá y de crucigramas en la intimidad. “Al hacerse pública nuestra relación, me repitió que aquel tono gris de mi cabello no encajaba con él. (…) En esto no le complací”, narra como anécdota Sallent en su polémico libro.
Con la muerte repentina de Samaranch, y ante la antipatía que, según narra, sentían los hijos del expresidente del COI hacia ella, Sallent decidió alejarse de los focos y salvaguardar la soledad que le afligía. Meses después de ese entierro, al que asistieron importantes representantes de la sociedad española, entre ellos la Casa Real, Luisa Sallent se pronuncia como mejor sabe: desde la escritura. Un símil bien avenido ya que lo mismo ocurría con la elocuencia de Samaranch.
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