“A diferencia de las relaciones, el parentesco, la pareja e ideas semejantes que resaltan el compromiso mutuo, la red representa una matriz que conecta y desconecta a la vez: las redes sólo son imaginables si ambas actividades no están habilitadas al mismo tiempo. En una red, conectarse y desconectarse son elecciones igualmente legítima, gozan del mismo estatus y de igual importancia. Red sugiere momentos de estar en contacto intercalados con períodos de libre merodeo. A diferencia de las verdaderas relaciones, las relaciones virtuales son de fácil acceso y salida. La facilidad que ofrecen el descompromiso y la ruptura a voluntad no reducen los riesgos, sino que tan sólo los distribuyen, junto con las angustias que generan, de manera diferente”. Esta magnífica reflexión de Zygmunt Bauman en su obra “Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos” me lleva a preguntarme si en nuestra vida en red, igual que en el resto de nuestra trayectoria personal, gozamos o no de real libertad para tomar nuestras decisiones.
Dice Francesc Torralba en su último libro “La Llibertat que necessites” (La Libertad que necesitas) que llegar a ser libre es un aprendizaje largo y doloroso, un ejercicio esforzado que exige audacia. Sólo quien es capaz de identificar sus servitudes y de comprender el asedio que sufre está en camino hacia la libertad. La libertad no es un estado. Es una lucha.
La educación es el camino hacia la libertad, sigue Torralba. Educar no es dirigir, ni encaminar el discípulo hacia el molino del maestro. No es transmitir informaciones diversas del mundo. Es construir personas libres, crear seres con capacidad de tomar decisiones autónomas y responsables, con voluntad de hacer de sus vidas obras de arte.
La libertad presupone un ejercicio de autodeterminación, un ritual que tiene como objetivo alcanzar la autonomía y el espíritu crítico. La educación se frustra cuando pretende convertir al alumno en una copia del maestro, mientras que triunfa cuando el maestro le da las llaves para tomar decisiones libres.
Ser libre es vivir conforme al proyecto vital de uno mismo, ser coherente con la propia identidad y salir de todas las jaulas que fabrica la mente y atrevirse a vivir a la intemperie. Renunciar al propio proyecto es dejar de vivir, es morir en vida. Mientras se lucha, se sufre; pero cuando se deja de luchar, la única existencia que queda es una permanente fuga.
Sin embargo, dice el mismo Torralba, que cuando tras muchos esfuerzos nos hemos creado una imagen, nos damos cuenta que ya no representa lo que somos, lo que pensamos, lo que sentimos, porque desde el principio hemos evolucionado, hemos experimentado cambios. Entonces empieza una nueva lucha: es necesario desmontar aquella imagen para crear una nueva. Una nueva tesis de que una marca personal no es para siempre.
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