¿Qué nos falta para ser felices?
Miret Magdalena reflexiona en un libro sobre los nuevos modos de pensar y de vivir
JUAN G. BEDOYA | Madrid
Los filósofos llevan siglos preguntándose qué será la felicidad y no pocos sostienen que ni siquiera la felicidad hace feliz al hombre que cree poseerla. ¿Qué nos falta para ser felices?, se pregunta ahora el teólogo Enrique Miret Magdalena en su último libro. Miret, que tiene 88 años y es todavía un inagotable polígrafo, tantea múltiples respuestas en casi 300 páginas, con copiosas y sabrosas referencias a los más grandes humanistas de la historia.
De Sócrates, un tipo auténtico que murió de mala manera por serlo, hasta el cardenal Joseph Ratzinger, el actual inquisidor de Roma, el recuento bibliográfico con que Miret arropa su propio pensar deslumbra tanto como el hecho de que, finalmente, el autor deja abierta la puerta a todas las respuestas. Sólo descarta que la felicidad se halle escondida detrás de la moral de los inmorales, bajo la teología de los que dibujan a Dios violento e intransigente -Dios es bello y Cristo, alegre, según Miret-, o entre los hombres cabreados y sombríos que han gobernado el mundo en tantas épocas de la historia.
Sostiene Miret que la felicidad, como la risa, es contagiosa; que hay que pensar a fondo y sentir a fondo; que un modo seguro de hacernos la vida agradable es hacérsela a los demás -'ser moral para ser feliz'- y que, por tanto, la felicidad y la desgracia suelen depender más de lo que somos que de lo que nos ocurre. Sólo con nuevos modos de pensar y de vivir podrá la humanidad mejorar su desgraciada e injusta globalización, dice. Con citas de esos grandes mundanos que fueron Goethe y Oscar Wilde, añade que sólo estando a bien con uno mismo y con los demás podemos acercarnos a la felicidad, y eso sin garantías. 'Cuando soy feliz soy bueno, pero cuando sólo soy bueno no siempre soy feliz', dice Miret por boca de Wilde.
El nuevo libro de Miret Magdalena se presentó el viernes pasado en Madrid, editado por Espasa, y se cierra con un capítulo dedicado a la Iglesia católica para reivindicar un mundo secularizado, pero auténtico, guiado por quien ha prometido la resurrección, esa palabra misteriosa. Miret, presidente de la Asociación de Teólogos Juan XXIII, cree que esa esperanza alcanza, diga lo que diga Roma, a los seguidores del fundador cristiano y también a los no cristianos. 'La religión es muchas veces peligrosa, pero el mensaje sencillo y humano del Evangelio no lo es', reflexiona este teólogo seglar
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