Francisco J. Ayala: “En España hay mucho nepotismo intelectual”
02-11-2011 | Amparo Ledo. Madrid
El investigador ha donado siete millones de euros a la Universidad de Irvine. “Aquí se produce mucho talento, pero no hay sitio para él”, asegura.
Francisco J. Ayala (Madrid, 1934) transmite un aura de tranquilidad y sosiego que responde a su filosofía de vida. “Cuando puedes hacer cosas buenas, tienes que hacerlas”. Dicho y hecho. El biólogo y ex sacerdote dominico ha donado siete millones de euros a la Escuela de Ciencias Biológicas de la Universidad de Irvine (California, EE UU), donde trabaja desde hace 25 años.
Es la mayor donación realizada por un científico español. No obstante, el regalo es posible no por los múltiples reconocimientos de Ayala en el campo de la genética y la evolución, sino por los beneficios obtenidos de unos viñedos que compró hace décadas en el Valle Central de California. “En el año 1980, después de llevar varios años en la Universidad de Davis (al Norte del estado de California), mi mujer y yo buscábamos un sitio bonito para los fines de semana que no estuviera a más de una hora de casa. Nos presentaron un viñedo de 160 hectáreas bordeado por dos kilómetros de río, que delimitaba unas preciosas colinas. Era muy grande, pero cuando fuimos nos enamoramos. Lo compré a un precio muy razonable –aunque con una gran hipoteca– y empecé a aprender de uvas y vino. Los anteriores propietarios, gente adinerada de la bahía, lo habían hecho muy mal, y tuve que replantar todas las vides. Al cabo de unos 15 años empecé a ganar dinero y a invertir más. Compré otras cuatro fincas y ahora tenemos cinco, con una extensión de unas 800 hectáreas”.
Sus viñedos abastecen de uva a las principales bodegas del estado. “Producimos uvas de todo tipo: cabernet sauvignon, pinot noir, zinfandel, petit verdot, en tinto, y chardonnay, en blanco. Suficientes para hacer 14 millones de botellas de vino”.
Un nuevo Da Vinci
Amante de la pinot noir “porque va muy bien con todo”, el investigador es un devorador de libros, coleccionista de arte e incluso en una ocasión se dedicó a la cría de caballos. Múltiples facetas que llevaron al New York Times a nombrarle en una ocasión “el hombre del Renacimiento”.
¿Es el Leonardo da Vinci de este siglo? “Me interesan muchas cosas”, dice con toda naturalidad, “entre ellas, la música y el arte figurativo”, del que tiene una buena colección de pintores españoles de la primera mitad del siglo XX, como Joaquín Pacheco, “al que conozco desde que éramos adolescentes y veraneábamos juntos en El Escorial”, Joaquín Vaquero Turcios y Juan Giralt. “Mi colección de escultura es, principalmente, de artistas iberoamericanos”.
“Hay que hacer algo con el tiempo libre e invertirlo bien, como en hablar con periodistas” (risas). Y en eso estamos. Había que aprovechar su paso por Madrid, a donde regresa habitualmente después de que se marchara a Estados Unidos en 1961 y fijara allí su residencia para siempre.
Cerebro fugado
No puedo creer que no hayan intentado repatriar su talento. “Lo han tratado alguna vez, pero nunca muy en serio. Además, venir a España con menos posibilidades y medios y, sobre todo, cortando las relaciones profesionales y personales no era algo muy atrayente”.
Sin embargo, sí hubo una persona que le dijo que volviera a España, aunque de “manera informal”. “En una visita a California, en San Francisco, había una recepción con el Rey Juan Carlos. Me cogió del brazo y me dijo ‘¿por qué no te vuelves a España?”, recuerda, al tiempo que subraya, “evidentemente, no era una oferta seria”.
“España produce mucho talento, pero no tiene sitios para él”, lamenta. Buena prueba de ello son algunos profesores españoles que han pasado por su universidad y han tenido que quedarse por no tener oportunidades aquí. “Una vez que se van fuera pierden los privilegios. El proceso de selección de profesores en EE UU es mucho más sencillo y eficaz. Aquí todo está anquilosado y existe cierto nepotismo intelectual”.
Una situación de la que no cabe culpar a la crisis, sino a que “España no ha sido capaz de absorber el talento que había en Ciencia”. En Estados Unidos, el Gobierno invierte un 3% del PIB en investigación y le rinde el 50%. Una excelente inversión que otros Gobiernos no ven.
La gratitud de Ayala a su país de adopción es evidente. Todo su trabajo como genetista y evolucionista se ha desarrollado allí. Una tarea que pasa por importantes avances en la cura de la malaria y otras devastadoras enfermedades.
¿Qué opinión le merece la vacuna recientemente anunciada sobre la malaria? “Es muy interesante y prometedora, pero soy todavía escéptico. Las pruebas son aún muy tentativas y son necesarias muchas más para que no vuelva a ocurrir lo mismo que hace 15 años”. Pero “esta es más seria”.
También se muestra prudente con los test de ADN que tratan de identificar propensiones a enfermedades como el cáncer. “Esta manera simplista de identificar enfermedades no sirve de mucho en términos prácticos”. Entonces, ¿se están dando falsas esperanzas a la población? “Sí”, afirma rotundo. “Al igual que en el caso de almacenar en nitrógeno líquido células del cordón umbilical. Hay compañías que están ganando dinero con esto, pero no creo que vaya a tener aplicaciones prácticas en el futuro”.
En lo que confía Ayala es en que se consigan órganos a partir de células madre, por ejemplo un riñón o un hígado para alguien que necesite un trasplante. “Ahí sí se están haciendo investigaciones importantes”.
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