¿Saben Economía los economistas?
Haría mal el lector, sobre todo el lector perteneciente a la profesión económica (de entre los miles que nos leen a Demócrito y a mi…) en considerar esta pregunta como una (mera) provocación.
La pregunta pretende ser retórica, puesto que el que escribe estas líneas está convencido de que si alguien sabe economía, son los economistas, o al menos algunos de ellos.
El drama es que, lamentablemente, la pregunta no es retórica, o al menos no para gran parte de la profesión, a juzgar por lo que nos cuenta Citoyen en esta entrada, y lo que se extrae de la nota de Paul Krugman que en ella se enlaza.
Lo podemos resumir en una frase: “la profesión tiene un problema” (la profesión económica, se entiende). Y es un problema muy gordo.
Es cierto que la profesión es vilipendiada por propios y extraños que a menudo no conocen lo más elemental de sus fundamentos, pero yo sobrevolaría ese punto sin darle más importancia que la que tiene (es lógico que todo el mundo opine de economía, puesto que trata de temas muy cercanos al bienestar de la gente: dinero, salarios, paro, inflación, etc).
El auténtico problema, en mi opinión, viene de dentro. Porque si, como se afirma, un gran número de economistas no entienden los modelos en los que se basa su disciplina, entonces se está cuestionando los fundamentos mismos de la profesión: ¿qué confianza podemos tener, no ya en las opiniones, sino incluso en los trabajos de los propios economistas?
Como el anterior párrafo suena un poco radical, conviene aclarar algo: mi objetivo con esta entrada no es añadir un ataque más a la profesión económica: mi propia postura al respecto ha ido mejorando a medida que conozco un poco más del mundillo, desde posiciones bastante escépticas y críticas hasta otras mucho más matizadas. Mi objetivo es sencillamente añadir alguna reflexión a cuál puede ser el problema que hace a la profesión económica tan controvertida, bajo la tesis de que tiene que haber algo bastante profundo en el asunto.
Seamos sensatos: es obvio que un gran número de economistas sí entiende los modelos económicos. Por lo tanto, aquí puede haber un doble problema:
a) Un problema de “divulgación”, en el sentido de saber explicar al gran público los fundamentos de la disciplina, siguiendo la tradición de la divulgación científica por ejemplo en Física o Biología.
b) Un problema de “enseñanza académica”, que va más allá de la mera confección de los programas académicos.
Un caso personal a modo de ilustración
Os voy a contar mi caso personal: en la Escuela de Industriales de la UPM hay un curso de Economía en 3º de carrera (del plan de 6 años que yo estudié). Para un alumno al que se le supone cierta pericia matemática, que ha pasado ya por las abstracciones del Álgebra, se ha enfrentado al Cálculo Infinitesimal y las Ecuaciones Diferenciales y con un par de cursos con asignaturas de Física y de Química en la chepa… comprender las sutilezas de esos modelitos aparentemente simples que el profe de Economía pintaba en la pizarra, con dos sencillas curvas que se cortan… bueno, debería ser fácil, ¿no? Pues no. Para mi sorpresa y disgusto, me vi bastante incapaz de entender a la primera cada par de curvas que el profesor explicaba en la pizarra. Bien, esto puede ser un problema mío, bien sabe dios y el diablo que no soy el tipo más listo ni de mi barrio… pero no lo creo, mirad, no me creo tan especial ni como para detentar en exclusiva la bandera de la estulticia… estoy seguro de que allí en la Escuela la podíamos levantar muchos, y también en las Facultades de Economía, claro.
Lo cierto es que cada par de curvas que se me pintaban (oferta, demanda, precios, tasas de interés…) encerraban detrás toda una serie de asunciones y suposiciones que para mi no eran nada obvias, y que me obligaban a pensar y a intentar ver exactamente qué demonios quería decir esa curva… porque siempre tuve la impresión de que las curvas eran una manera gráfica y simple de explicar un teoría establecida a priori, y cuyos fundamentos son los que yo quería conocer, y desde luego las curvas no me los explicaban.
Supongo que parte del problema es no estar familiarizado con los métodos de las ciencias sociales. O mejor, estar demasiado familiarizado con las ciencias empíricas: para mí, una curva que describe el comportamiento de “algo” tiene una ley, una ecuación, detrás, y uno puede reflexionar sobre el “sentido físico” de esa ecuación, utilizar la intuición para entender cómo la ecuación describe un determinado aspecto de la realidad (esto del sentido físico valió hasta que llegué a la mecánica cuántica, claro, donde la visión intuitiva sirve para poco… pero eso es otra historia, que contaremos en otro lugar).
Pues bien, nunca logré discernir con claridad “el sentido físico” de lo que allí se me contaba. ¿Es un problema de cómo se explica la Economía? Sí, sin ninguna duda esto es parte del problema. También me pasó con asignaturas como la Electrotecnia, no os creáis… siempre he tenido dificultades para aprehender asignaturas en las que te enseñan un conjunto de técnicas de resolución de problemas y casos-tipo, pero en las que no era capaz de ver los fundamentos.
Pero aquí la cuestión clave no soy yo, sino que seguramente yo no soy el único con este “problema”: ¿es descabellado pensar que muchos estudiantes de Economía aprenden las técnicas, manejan la parafernalia matemática, conocen los modelos… sin de verdad entender en profundidad lo que éstos representan?
El problema, entonces, es que la mayoría sabrán tanta Economía como yo Electrotecnia.
Las matemáticas: ¿la herramienta es el problema?
Las matemáticas son sólo una herramienta, y es una herramienta poderosa. Es como el sable láser de los caballeros Jedi: su manejo además no está al alcance de todo el mundo, por lo que se convierte en símbolo de prestigio.
Nota friki al margen, su prestigio está bien ganado como medio de representar la realidad física, y dicho prestigio trasciende el de su mera utilización por la ciencia: es un prestigio social.
Es bien conocida la costumbre de muchos magufos, chamanes, buscadores de ovnis y de fantasmas, echadores de cartas, cienciólogos, astrólogos, parapsicólogos y demás charlatanes, de rodearse de parafernalia con apariencia matemática pero sin sentido, con el fin de dar una apariencia de profundidad y verosimilitud a su actividad.
Pero no estamos aquí para hablar de pseudociencias: el uso de las matemáticas es reivindicado por muchas disciplinas: por sus características intrínsecas, porque forma parte de nuestro propio esquema mental como especie, porque no conocemos otro modo más preciso, coherente y explotable de modelizar la realidad… y también porque da prestigio a la actividad, por qué no decirlo, muchas disciplinas tratan de incorporar la matemática a su metodología, incluidas las ciencias sociales. Y la Economía es la que más éxito ha obtenido en el empeño. Tanto, que puede morir de éxito.
¿Qué quiero decir con esto? Una vez que Samuelson estableció las bases matemáticas de la Economía, y de algún modo estableció al mismo tiempo la base de los programas académicos clásicos de enseñanza de la Economía, es obvio que los economistas están obligados a saber manejarse con las matemáticas. Ningún problema con esto, siempre que no se olvide que conocer la herramienta no es conocer la disciplina: saber manejar el yunque y la maza es condición necesaria, pero no suficiente, para hacer buenas espadas. Es necesario ver más allá de las curvas y las ecuaciones, y entender (y cuestionar, si ha lugar) lo que se te está enseñando. Aprehender lo que es “conocimiento establecido” en Economía. Porque si no, el riesgo que se corre es que los modelos sean patrimonio exclusivo de cuatro académicos que los entienden, y el resto de la profesión simplemente maneje una parafernalia cada vez más enrevesada y en la que es cada vez más difícil discernir su capacidad para representar la realidad. El riesgo es que todos estos trabajos queden en simples divertimentos académicos. O peor aún, que una vez obtenida “la gran ecuación” que aparentemente nos resuelve el problema, todos a usarla indiscriminadamente sin cuestionarse sus fundamentos, lo cual puede conducir al desastre.
En resumen, para mi no debería existir ningún problema con la herramienta matemática, siempre que quede claro que es sólo una herramienta (que puede ser utilizada para cualquier cosa, que puede ser utilizada bien o mal, y que por tanto no es por sí sola garantía de nada). Y que el prestigio no lo puede dar el cómo usas la herramienta, sino el resultado último de tu trabajo, sea cual sea la herramienta.
Si la herramienta no es el problema, ¿cuál es el problema?
Aquí, voy a hacer una CONJETURA.
Para mi, el problema puede estar en el “conocimiento establecido” por la Economía. ¿Cuál es el verdadero conocimiento establecido? Aquél que conocen y comparten todos los economistas, aquél que está fuera de la discusión, aquél en el que la profesión se asienta para poder avanzar, para adentrarse en nuevas líneas de investigación necesariamente más especulativas…
Por “conocimiento establecido” no hablo de una verdad absoluta e inamovible, puesto que esta noción es incompatible con cualquier ciencia. Para la ciencia, todo conocimiento está en permanente revisión, si queréis, en “permanente estado transitorio”, sujeto a la revisión por pares y a que nuevos experimentos puedan derribarlo, matizarlo o confirmarlo (por n-ésima vez en un ciclo sin fin).
Pero mirad, en Física, por ejemplo, se da un proceso que yo no veo en Economía: cada avance, cada nuevo descubrimiento, cada modelo que sustituye a uno anterior… se basa en el anterior y lo complementa… cuando el modelo anterior es “conocimiento establecido”, el nuevo modelo raramente lo invalida, en el sentido de descartarlo por incorrecto (aunque los más puristas dirán que sí)… generalmente lo que hace es complementar con nuevos conocimientos aquello a lo que el modelo anterior no llegaba, permaneciendo el modelo anterior como válido para casos simplificados, a menudo suficiente para la mayoría de casos y aplicaciones (ejemplo: la mecánica newtoniana queda sustituida por la relativista, mucho más general y mejor descriptora de la realidad… sin embargo, la newtoniana sigue siendo suficiente buena para la mayoría de aplicaciones de la vida diaria. No es concebible una “escuela newtoniana” en lucha a lo largo del tiempo con una “escuela relativista”).
¿Por qué en Economía este proceso no se da? Como decía un amigo mío: “la Economía es la única disciplina en que alguien es capaz de recibir el Nobel por un trabajo en que se defiende una cosa, y años después alguien puede recibir otro Nobel por un trabajo en que se defiende la contraria”.
Cuando los fundamentos de la disciplina económica son cuestionados desde dentro, cuando persisten distintas “escuelas económicas” enfrentadas, cuando los economistas no se ponen de acuerdo sobre cuestiones básicas, cuando se duda de que los economistas entiendan sus propios modelos… lo primero que se me ocurre es que no hay un conocimiento establecido.
Disclaimer:
Bien, yo no creo realmente que NO EXISTA en absoluto un conocimiento establecido en Economía. Lo que creo, con muchas dudas y sujeto a la refutación de quien me quiera iluminar (recordad que esto es sólo una conjetura), es que:
1) O bien el conocimiento establecido debe de ser muy limitado, de corto alcance, mucho más limitado de lo que piensan la mayoría de los economistas (incluso los que entienden los modelos).
2) O bien este conocimiento existe pero se enseña muy mal en las facultades, que si lo pensáis nos lleva casi necesariamente al primer punto, después de un par de generaciones.
Esta es una conjetura muy osada, para ser planteada desde fuera de la profesión. Insisto: esto es sólo un blog, se trata de debatir: que nadie vea aquí un ataque a la Economía per se. Únicamente pretendo buscar una explicación para un conjunto de problemas relativos a la disciplina, a los que también se refiere Citoyen en su entrada, y es la explicación que yo le doy. Sólo pretendo que alguien quiera recoger el guante: no ya darme a mi un curso acelerado de “conocimientos establecidos” por la Economía (aunque no estaría mal, je, je), sino de dar una hipótesis alternativa que explique mejor que la mía los problemas antes referidos.
Finalizaré con varios ejemplos:
a) En el recientemente célebre “Manifiesto de los 100”, en que 100 economistas académicos hacían recomendaciones al gobierno español para salir de la crisis, y que he leído con interés y con cuyas tesis estoy en general bastante de acuerdo, uno puede encontrar algunas propuestas (eso sí, no muchas) de algunos de los ponentes que son contradictorias entre sí. O un economista que recomienda bajar IRPF y subir cotizaciones a la SS mientras que otro colega, varias páginas más adelante, recomienda precisamente lo contrario. A esto, que puede ser más o menos explicable, se suma de repente el “Manifiesto de los 700”, en que otros tantos economistas, supongo que igual de “académicos”, tratan de rebatir, a veces de forma furibunda, las propuestas de sus colegas.
b) La teoría clásica del comercio internacional viene a afirmar que éste beneficia siempre a los países que intercambian productos, independientemente de su nivel de desarrollo y productividad, pues cada uno crecerá en base a su ventaja comparativa relativa. Yo mismo he utilizado este argumento en mi anterior entrada sobre el modelo productivo. Sin embargo, se pueden encontrar trabajos, basados en evidencias empíricas (por ejemplo en países latinoamericanos) que cuestionan este modelo, y que afirman que países con una gran diferencia en su nivel de desarrollo y su acceso a la tecnología, la mera ventaja comparativa no servirá para garantizar su crecimiento, e incluso el proceso comercial puede incrementar aún más la distancia con los países más desarrollados.
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Hay un problema con el conocimiento establecido. Es sólo una conjetura, que es difícil de confirmar para mi desde fuera de la profesión, pero es la mejor explicación que le encuentro a lo que ocurre con la profesión. Y, creedme, quiero estar equivocado.
Vuelvo a la Física: cada nuevo modelo avanza y sustituye al anterior, y en cada momento está razonablemente claro lo que es conocimiento establecido. Newton describió el proceso en una frase: “…si he visto más lejos es porque estoy sentado sobre los hombros de gigantes…”
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