'Guardianas nazis', la crueldad femenina del III Reich
Actualizada 07/12/2012 a las 16:52
Maquiavélicas, despiadadas, crueles y asesinas. Así describe Mónica G. Álvarez, autora del libro "Guardianas nazis", a las más de 3.500 mujeres que ejercieron como vigilantes en los campos de concentración del nazismo, y a quienes se atribuye "el 75 por ciento" de los crímenes del Holocausto.
La periodista e investigadora ha elegido a diecinueve de esas guardianas -siete responsables (arcángeles) y doce auxiliares (apóstoles)- por la "crueldad, sadismo y perversión de sus acciones malévolas", revela en una entrevista con Efe.
Ordenaban extirpar la piel humana para fabricar lámparas, flagelaban y propinaban patadas en la cara y en el abdomen, usaban la fusta, acuchillaban, inoculaban enfermedades a los reclusos, adiestraban e instigaban a perros para que devorasen a sus víctimas... mataron y vejaron a miles de prisioneros.
Estas guardianas que participaron en el horror de la maquinaria nazi, entre 1939 y 1945 en los campos de Birkenau, Buchenwald, Ravensbruck o Auschwitz, procedían de familias trabajadoras y humildes, y algunas católicas; no obstante, "tienen a sus espaldas el 75 por ciento de los crímenes" del Holocausto, apunta la autora.
Muchas de ellas, de procedencia alemana o austríaca, no tenían estudios y "esa falta de educación las hizo manipulables y que sintiesen fascinación por el Partido Nazi", afirma la autora de "Guardianas nazis. El lado femenino del mal", publicado por la editorial edaf y que alcanza su segunda edición.
Mónica G. Álvarez inició la investigación "por casualidad" indagando en la vida de Ilse Koch, conocida como "la zorra de Buchenwald", una sádica sin "límites", entre cuyas fechorías destaca "la extirpación de la piel humana tatuada para la creación de todo tipo de lámparas que "colgaban del salón de su casa".
Una crueldad en la que fue determinante su marido, Karl Koch, comandante de Buchenwald, donde se inyectaban enfermedades letales a las víctimas o se llevaban a cabo esterilizaciones sin anestesia.
Karl Koch "la enseñó a practicar diversos suplicios y vejaciones", puntualiza la autora, que destaca la apariencia seductora de una vigilante que llevó junto a su marido una vida de "lujos, excesos, orgías sexuales, depravaciones y asesinatos".
Los nazis disfrutaban con los placeres de la comida, de las ropas caras, de la música clásica y el sexo.
"Mezclaban violencia y sexo para aumentar su nivel de poder ante quienes consideraban su enemigos: los judíos, polacos, gitanos, todo aquel que fuera diferente a su raza", apunta la periodista.
La autora atribuye las conductas crueles a "una maldad innata, al gen del mal" sumado a la actuación de "Hitler y sus secuaces del III Reich,que fueron quienes manipularon a estas mujeres".
En la instrucción, principalmente en Ravensbrück, aprendieron a "practicar sacrificios y a comportarse como animales salvajes".
Prologado José Cabrera Forneiro, este psiquiatra y doctor en Medicina Legal mantiene que se trataba de personas sin "criterios morales" y que "simplemente por vanidad, egoísmo, celos, ambición y otras muchas razones 'no psiquiátricas', hicieron del mal una herramienta perversa de proyección de sus pobres vidas".
Las guardianas "llegaron a dirigir estos campos y ordenaban a cientos o miles de camaradas que hiciesen las selecciones para las cámaras de gas o cometiesen los asesinatos", precisa la autora, quien reitera que a pesar de las circunstancias tuvieron "la capacidad de elegir si perpetraban los crímenes o no".
Para sustentar su investigación, que le ocupó dos años, Mónica G. Alvarez acudió a archivos de Estados Unidos o Alemania, se entrevistó con historiadores europeos y estadounidenses y consultó las actas de los juicios contra estas vigilantes, muchas condenadas a cadena perpetua mientras que otras quedaron en libertad y se refugiaron en distintos países de Europa.
Mónica G. Álvarez subraya que ha contado con la ayuda desinteresada de muchas personas y que el apoyo de quienes la aprecian la impulsó a continuar en los momentos en que pensó en "tirar la toalla" por lo "duro" y "trágico" del trabajo.
Sin embargo, la principal razón que ha llevado a esta periodista, habitual colaborada en revistas como "Muy Interesante" o "Época" y en formato digital de "La Vanguardia", es que las barbaridades retratadas en "Guardianas nazis" no se vuelvan a permitir.
Mónica G. Álvarez desea que su investigación además de remover conciencias sea también "un homenaje a las personas que cayeron en pos de la libertad".
La periodista e investigadora ha elegido a diecinueve de esas guardianas -siete responsables (arcángeles) y doce auxiliares (apóstoles)- por la "crueldad, sadismo y perversión de sus acciones malévolas", revela en una entrevista con Efe.
Ordenaban extirpar la piel humana para fabricar lámparas, flagelaban y propinaban patadas en la cara y en el abdomen, usaban la fusta, acuchillaban, inoculaban enfermedades a los reclusos, adiestraban e instigaban a perros para que devorasen a sus víctimas... mataron y vejaron a miles de prisioneros.
Estas guardianas que participaron en el horror de la maquinaria nazi, entre 1939 y 1945 en los campos de Birkenau, Buchenwald, Ravensbruck o Auschwitz, procedían de familias trabajadoras y humildes, y algunas católicas; no obstante, "tienen a sus espaldas el 75 por ciento de los crímenes" del Holocausto, apunta la autora.
Muchas de ellas, de procedencia alemana o austríaca, no tenían estudios y "esa falta de educación las hizo manipulables y que sintiesen fascinación por el Partido Nazi", afirma la autora de "Guardianas nazis. El lado femenino del mal", publicado por la editorial edaf y que alcanza su segunda edición.
Mónica G. Álvarez inició la investigación "por casualidad" indagando en la vida de Ilse Koch, conocida como "la zorra de Buchenwald", una sádica sin "límites", entre cuyas fechorías destaca "la extirpación de la piel humana tatuada para la creación de todo tipo de lámparas que "colgaban del salón de su casa".
Una crueldad en la que fue determinante su marido, Karl Koch, comandante de Buchenwald, donde se inyectaban enfermedades letales a las víctimas o se llevaban a cabo esterilizaciones sin anestesia.
Karl Koch "la enseñó a practicar diversos suplicios y vejaciones", puntualiza la autora, que destaca la apariencia seductora de una vigilante que llevó junto a su marido una vida de "lujos, excesos, orgías sexuales, depravaciones y asesinatos".
Los nazis disfrutaban con los placeres de la comida, de las ropas caras, de la música clásica y el sexo.
"Mezclaban violencia y sexo para aumentar su nivel de poder ante quienes consideraban su enemigos: los judíos, polacos, gitanos, todo aquel que fuera diferente a su raza", apunta la periodista.
La autora atribuye las conductas crueles a "una maldad innata, al gen del mal" sumado a la actuación de "Hitler y sus secuaces del III Reich,que fueron quienes manipularon a estas mujeres".
En la instrucción, principalmente en Ravensbrück, aprendieron a "practicar sacrificios y a comportarse como animales salvajes".
Prologado José Cabrera Forneiro, este psiquiatra y doctor en Medicina Legal mantiene que se trataba de personas sin "criterios morales" y que "simplemente por vanidad, egoísmo, celos, ambición y otras muchas razones 'no psiquiátricas', hicieron del mal una herramienta perversa de proyección de sus pobres vidas".
Las guardianas "llegaron a dirigir estos campos y ordenaban a cientos o miles de camaradas que hiciesen las selecciones para las cámaras de gas o cometiesen los asesinatos", precisa la autora, quien reitera que a pesar de las circunstancias tuvieron "la capacidad de elegir si perpetraban los crímenes o no".
Para sustentar su investigación, que le ocupó dos años, Mónica G. Alvarez acudió a archivos de Estados Unidos o Alemania, se entrevistó con historiadores europeos y estadounidenses y consultó las actas de los juicios contra estas vigilantes, muchas condenadas a cadena perpetua mientras que otras quedaron en libertad y se refugiaron en distintos países de Europa.
Mónica G. Álvarez subraya que ha contado con la ayuda desinteresada de muchas personas y que el apoyo de quienes la aprecian la impulsó a continuar en los momentos en que pensó en "tirar la toalla" por lo "duro" y "trágico" del trabajo.
Sin embargo, la principal razón que ha llevado a esta periodista, habitual colaborada en revistas como "Muy Interesante" o "Época" y en formato digital de "La Vanguardia", es que las barbaridades retratadas en "Guardianas nazis" no se vuelvan a permitir.
Mónica G. Álvarez desea que su investigación además de remover conciencias sea también "un homenaje a las personas que cayeron en pos de la libertad".
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