Howard Gardner, Premio Príncipe de Asturias 2011 de Ciencias Sociales, reflexiona sobre la posibilidad de dotar de un nuevo sentido a los conceptos de verdad, belleza y bondad, erosionados por el escepticismo.
Desde que en los años 80 formulara la teoría de las inteligencias múltiples y comenzara a trabajar en su aplicación práctica en el campo de la educación, el destacado psicólogo y profesor de la Universidad de Harvard Howard Gardner (Scranton, EE.UU., 1943) ha cosechado un amplio reconocimiento a nivel mundial. El premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2011 viene así a sumarse a las numerosas distinciones y doctorados honoris causa obtenidos a lo largo de una prolífica carrera, en la que sus ideas sobre los procesos de aprendizaje y la formación del liderazgo han suscitado un vivo interés no sólo en el terreno científico, sino también en el de las instituciones de enseñanza.
Coincidiendo con la entrega del premio llega en estos días a las librerías españolas su último libro, en el que Gardner parece dispuesto a ir más allá de sus trabajos habituales, proponiéndose reflexionar sobre la posibilidad de dotar de un nuevo sentido a los conceptos de verdad, belleza y bondad, erosionados por el escepticismo y el relativismo posmodernos. En realidad, más que reformular estos valores -que no virtudes, como de forma un tanto equívoca los llama Gardner- el propósito de su obra consiste en convencernos de la necesidad de seguir contando con ellos como guías imprescindibles de nuestra vida y, una vez sentado esto, abordar la cuestión de cómo transmitirlos de la manera más adecuada a unas generaciones nacidas bajo el signo de Internet y la revolución digital. En este punto, el planteamiento del libro conecta con las líneas de investigación más fecundas desarrolladas por Gardner, que son las que dieron lugar a su celebrada teoría de la inteligencia, la cual supuso todo un revulsivo para el sistema de educación escolar en EE.UU. por su acerada crítica a la concepción psicométrica de la misma.
Para Gardner, en efecto, la inteligencia no es una destreza unidimensional, susceptible de ser medida de forma global por los test de inteligencia y cuantificable sin más mediante el indicador llamado cociente intelectual. Fueron sus trabajos empíricos con niños normales y superdotados, por una parte, y con pacientes con daño cerebral, por otro, los que lo convencieron de que la inteligencia es una capacidad mucho más plástica y polivalente, que se adapta en su modo de funcionamiento a los diversos ambientes en que se ve inmersa y a las distintas tareas que ha de afrontar. De ahí que Gardner siempre haya hablado de ella en plural, llegando a distinguir hasta nueve modalidades diferentes de inteligencia (tras añadir dos al listado inicialmente ofrecido en su obra de 1983 Estructuras de la mente): lingüística, lógico-matemática, corporal y cinética, visual y espacial, musical, interpersonal, intrapersonal, naturalista y existencial o filosófica. Y aunque hay una labor cooperativa entre todas ellas, se desarrollan con cierta independencia. Esto significa que los individuos pueden mostrar un nivel elevado de desarrollo intelectual en algunas facetas y, sin embargo, un nivel mucho menor en otras. También las diferentes culturas y los diferentes estratos sociales, al igual que las diversas etapas de maduración personal, pueden incidir en una mayor potenciación de una habilidad intelectual u otra.
La consecuencia directa de esta teoría ha sido la necesidad de diversificar las estrategias educativas en función del tipo de desarrollo cognitivo que se quiera favorecer en cada caso. A lo largo de más de veinte años, en diversos programas de investigación como el celebrado Proyecto Zero, en libros como La mente no escolarizada o La mente disciplinada, Gardner ha venido profundizando en los mecanismos del aprendizaje y sus ideas han ayudado de manera notable a revisar los principios estandarizados de enseñanza y evaluación a favor de otros más personalizados.
Trabajos como los de Gardner constituyen, sin duda, una sugestiva aportación en un momento en que la reflexión sobre los profundos cambios que han de experimentar los modelos educativos para responder a los retos del presente resulta tan necesaria. Una concepción estrecha del proceso de la formación intelectual, contaminada por el lenguaje economicista de la rentabilidad, y una insistente mentalidad de nuevo rico en buena parte de la pedagogía contemporánea, que ha disimulado su apoyo acrítico a estas recetas tras un aire de cientificidad, han contribuido perniciosamente al verdadero recorte que hoy sufre el ámbito de la enseñanza: el del sentido y la importancia decisiva de su tarea. Es precisa una crítica de las falsas promesas de excelencia educativa de este ideario. Como recordaba no hace mucho Martha Nussbaum, una mera educación para el empleo, la buena renta y la prosperidad económica no es una educación para la buena vida. Esta concepción sigue apegada en el fondo a viejos modelos de desarrollo, que descuidan el cultivo de cualidades esenciales para la forja de individuos ilustrados, capaces de argumentar críticamente y contribuir a la mejora de la vida democrática.
En ese sentido, resulta especialmente oportuna la dedicación de Gardner al problema de la enseñanza de las virtudes en el siglo XXI en su libro más reciente. Es verdad que el punto de partida del ensayo, la tesis de que desde hace varias décadas las ideas posmodernas y los medios digitales vienen socavando la solidez de nuestros conceptos de lo verdadero, lo bello y lo bueno, se argumenta de un modo esquemático, que poco añade a un diagnóstico de la época bastante extendido, y que los capítulos dedicados a reformular el sentido de esas nociones divagan sin alcanzar con claridad su objetivo; pero en los capítulos finales nos reencontramos con el mejor Gardner, el psicólogo del desarrollo ocupado en mostrarnos cómo se forma el sentido infantil de lo verdadero, lo bueno o lo estéticamente placentero, y en sostener cómo un aprendizaje bien orientado, que no se vea clausurado por el prejuicio piagetiano de que la cima cognitiva se alcanza a edad relativamente temprana, será capaz de disponer a los individuos a un amplio desarrollo del “pensamiento posformal”, en cuyas últimas fases pueden establecerse con mayor firmeza las verdades, individualizarse de manera más efectiva las experiencias de la belleza y desempeñarse las tareas con mayor sentido ético.
Precisamente porque ni la biología ni la economía aportan casi nunca la descripción definitiva de las acciones, decisiones y pensamientos humanos, nos recuerda Gardner, es por lo que debemos atender con especial cuidado a esos otros aspectos que mejor reflejan la flexibilidad y riqueza de nuestra condición, donde se localizan las cuestiones más desconcertantes de nuestra existencia, pero también las más fundamentales. De este modo, el enfoque del libro enlaza también con el planteamiento del proyecto Goodwork, en el que Gardner viene colaborando junto a otros eminentes psicólogos y en el que se subraya la idea de que el buen trabajo no es, sin más, aquél que resulta técnicamente excelente, sino el que tiene sentido para quienes lo realizan y se lleva a cabo con un compromiso ético de responsabilidad social. Gardner añade ahora a este principio su convicción de que sólo cabe realizar un buen trabajo educativo si no perdemos de vista que lo esencial es enseñar esas virtudes a lo largo de la vida, ya sea en el aula o fuera de ella. Es bueno ser inteligente, desarrollar múltiples inteligencias. Pero es más importante, concluye, utilizar nuestras capacidades para servir a la sociedad.
lunes, 30 de enero de 2012
Los Ensayos de Mario Vargas LLOSA
Para mi lo mejor de Mario son sus ensayos y articulos en la Prensa.
Es un valiente y un Crack
Ensayo
Bases para una interpretación de Rubén Darío (tesis universitaria, 1958)
Carta de batalla por Tirant lo Blanc, prólogo a la novela de Joanot Martorell (1969)
García Márquez: historia de un deicidio (1971)
Historia secreta de una novela (1971)
La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary (1975)
Entre Sartre y Camus, ensayos (1981)
Contra viento y marea. Volumen I (1962-1982) (1983)
La suntuosa abundancia, ensayo sobre Fernando Botero (1984)
Contra viento y marea. Volumen II (1972-1983) (1986)
Contra viento y marea. Volumen III (1964-1988) (1990)
La verdad de las mentiras: ensayos sobre la novela moderna (1990)
Carta de batalla por Tirant lo Blanc (1991)
Un hombre triste y feroz, ensayo sobre George Grosz (1992)
Desafíos a la libertad (1994)
La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del indigenismo (1996)
Cartas a un joven novelista (1997)
El lenguaje de la pasión (2001)
La tentación de lo imposible, ensayo sobre Los Miserables de Victor Hugo (2004)
El viaje a la ficción, ensayo sobre Juan Carlos Onetti (2008)
La civilización del espectáculo (2012)78
Es un valiente y un Crack
Ensayo
Bases para una interpretación de Rubén Darío (tesis universitaria, 1958)
Carta de batalla por Tirant lo Blanc, prólogo a la novela de Joanot Martorell (1969)
García Márquez: historia de un deicidio (1971)
Historia secreta de una novela (1971)
La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary (1975)
Entre Sartre y Camus, ensayos (1981)
Contra viento y marea. Volumen I (1962-1982) (1983)
La suntuosa abundancia, ensayo sobre Fernando Botero (1984)
Contra viento y marea. Volumen II (1972-1983) (1986)
Contra viento y marea. Volumen III (1964-1988) (1990)
La verdad de las mentiras: ensayos sobre la novela moderna (1990)
Carta de batalla por Tirant lo Blanc (1991)
Un hombre triste y feroz, ensayo sobre George Grosz (1992)
Desafíos a la libertad (1994)
La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del indigenismo (1996)
Cartas a un joven novelista (1997)
El lenguaje de la pasión (2001)
La tentación de lo imposible, ensayo sobre Los Miserables de Victor Hugo (2004)
El viaje a la ficción, ensayo sobre Juan Carlos Onetti (2008)
La civilización del espectáculo (2012)78
domingo, 29 de enero de 2012
Antonio D Olano: amigo de Pablo Picasso
ANTONIO D. OLANO es periodista de larga trayectoria en el ámbito cultural. Amigo personal de Pablo Picasso, es especialista en la figura del malagueño, de quien ha publicado una docena de libros.
Tiene nombre rotundo. Si, del latín rotundus, que en estos verbigracias nunca se ha de echar a faltar los latinajos, que hacen parecer al hombre o a la mujer de una cultura refinada. Define el diccionario que es semejante a redondo, uséase, lleno y sonoro… Añade: completo, preciso y terminante. Hay que buscarlo y pronunciarlo con rotundidad. Es preciso llenar los pulmones de aire, como te piden en los exámenes médicos, para no quedarse en el camino. Nada de esdrújulos ni agudos.
Solicito en la “Casa del libro”, escaparates casi tapados por la parada de de autobuses, remanso cultural de la Gran Vía por la que camino, unos libros científicos del doctor Juan José Rufilanchas Sánchez, entre otras cosas porque no hay aventura tan apasionante como la de la Ciencia y una amable empleada —los funcionarios de las librerías siempre extreman su cordialidad- y busca mi demanda en el ordenador.
“Quedan dos ejemplares…”.
Alguien repite el apellido de tirón. Si tropiezas en alguna sílaba has de volver a empezar como ocurre con los trabalenguas.
“Ese cirujano me operó a mi…bueno, antes a mi mujer. A mí me esperaba una muerte supitaña---bueno, debe decirse súbita. Y aquí nos tienes, nuestros corazones, como lo descritos por Jardiel, eran con freno y con marcha atrás”.
Y se me aparece, no hay seres humanos tan entrañables como los que, de pronto, se te aparecen, está a mi lado Pepe Asensi, el hombre que puso patitas arriba la entonces estática del papel impreso al que él aplicó su mágica estética. Estética periodística.
Después animan mi dejadez, uséase, miedo. A ellos y al matrimonio Pérez Puig debo la decisión de poner en las manos de Rufilanchas mi corazón entero, que ya no estaba para más aplazamientos y que jugaba sus últimos minutos de la prórroga.
“Levantarme mañanas o quemadme!
Recuerdo versos de Claudio Rodríguez (el emperador Claudio de la Poesía), junto a su mujer, la clara claridad de Clara. Me anima: ·”A una parienta mía, desahuciada, la operó Rufillanchas”.
Mi universo mundo de la Prosperidad, cuna, catapulta y refugio de los grandes de la Literatura universal, está en su casi totalidad operada por Rufilanchas.
Un apellido que puede parecer insólito, es coreado sin titubeos en todos los continentes del mundo. Eso te anima en los momentos, en circunstancias que solamente tú crees que has vivido. Sobre todo si recuerdas versos también rotundos:
“¡Que ahora de verdad , que va mi vida
En ello!
Mi aéreo corazón, ¿Dónde aldabea,
Con su sangre…”
Salgo a la Gran Vía, la cruzo y, con mis libros en la bolsa que les es propia, alcanzo la otra orilla, la que me conduce a los estudios de “Radio Madrid”. Allí me espera un matrimonio angelical: Paloma y Mariano Rivilla. Tienen la elegancia de no mirarme como a un resucitado. Enseño mis nuevos libros:
-Hombre, operado por Rufilanchas, así cualquiera…
Se me borró todo pensamiento al entrar en el quirófano. Volver o perderme entre la nada. Claudio de nuevo:
“De pronto estoy despierto y es de día”
Tiene nombre rotundo. Si, del latín rotundus, que en estos verbigracias nunca se ha de echar a faltar los latinajos, que hacen parecer al hombre o a la mujer de una cultura refinada. Define el diccionario que es semejante a redondo, uséase, lleno y sonoro… Añade: completo, preciso y terminante. Hay que buscarlo y pronunciarlo con rotundidad. Es preciso llenar los pulmones de aire, como te piden en los exámenes médicos, para no quedarse en el camino. Nada de esdrújulos ni agudos.
Solicito en la “Casa del libro”, escaparates casi tapados por la parada de de autobuses, remanso cultural de la Gran Vía por la que camino, unos libros científicos del doctor Juan José Rufilanchas Sánchez, entre otras cosas porque no hay aventura tan apasionante como la de la Ciencia y una amable empleada —los funcionarios de las librerías siempre extreman su cordialidad- y busca mi demanda en el ordenador.
“Quedan dos ejemplares…”.
Alguien repite el apellido de tirón. Si tropiezas en alguna sílaba has de volver a empezar como ocurre con los trabalenguas.
“Ese cirujano me operó a mi…bueno, antes a mi mujer. A mí me esperaba una muerte supitaña---bueno, debe decirse súbita. Y aquí nos tienes, nuestros corazones, como lo descritos por Jardiel, eran con freno y con marcha atrás”.
Y se me aparece, no hay seres humanos tan entrañables como los que, de pronto, se te aparecen, está a mi lado Pepe Asensi, el hombre que puso patitas arriba la entonces estática del papel impreso al que él aplicó su mágica estética. Estética periodística.
Después animan mi dejadez, uséase, miedo. A ellos y al matrimonio Pérez Puig debo la decisión de poner en las manos de Rufilanchas mi corazón entero, que ya no estaba para más aplazamientos y que jugaba sus últimos minutos de la prórroga.
“Levantarme mañanas o quemadme!
Recuerdo versos de Claudio Rodríguez (el emperador Claudio de la Poesía), junto a su mujer, la clara claridad de Clara. Me anima: ·”A una parienta mía, desahuciada, la operó Rufillanchas”.
Mi universo mundo de la Prosperidad, cuna, catapulta y refugio de los grandes de la Literatura universal, está en su casi totalidad operada por Rufilanchas.
Un apellido que puede parecer insólito, es coreado sin titubeos en todos los continentes del mundo. Eso te anima en los momentos, en circunstancias que solamente tú crees que has vivido. Sobre todo si recuerdas versos también rotundos:
“¡Que ahora de verdad , que va mi vida
En ello!
Mi aéreo corazón, ¿Dónde aldabea,
Con su sangre…”
Salgo a la Gran Vía, la cruzo y, con mis libros en la bolsa que les es propia, alcanzo la otra orilla, la que me conduce a los estudios de “Radio Madrid”. Allí me espera un matrimonio angelical: Paloma y Mariano Rivilla. Tienen la elegancia de no mirarme como a un resucitado. Enseño mis nuevos libros:
-Hombre, operado por Rufilanchas, así cualquiera…
Se me borró todo pensamiento al entrar en el quirófano. Volver o perderme entre la nada. Claudio de nuevo:
“De pronto estoy despierto y es de día”
Pablo Picasso y Malaga: Un andaluz de Barcelona
La infancia malagueña de Picasso (1881-1891)
Se ha llegado a escribir que Picasso guardaba resentimiento hacia Málaga, y que conscientemente había olvidado todo cuanto se refería a ella. A pesar de algunos puntos oscuros en la relación entre el artista y su ciudad natal, es difícil apoyar esta tesis cuando su hija Maya narra el cariño y la fuerza especial con que ambos hablaban de Málaga (1), o leemos los múltiples testimonios de personas cercanas que confirman cuánto le gustaba recordar su infancia. Cualquier comentario podía bastarle para desilvanar las anécdotas de aquélla época, muchas veces adornadas o exageradas, siempre vívidas y chispeantes. Reivindicaba su origen andaluz y protestaba cuando un periodista mal informado hablaba de “Picasso, el pintor catalán”. Ponderaba los gustos y aromas de la comida andaluza, era aficionado a los toros y al flamenco, sabía de memoria cantes antiguos y usaba expresiones de la tierra. Incluso se ha hablado de sus supersticiones como de un típico rasgo andaluz.
En 1957, un grupo de jóvenes pintores malagueños emprendió un viaje para visitarle en su casa de Cannes; el recibimiento fue emocionante y caluroso. Picasso preguntaba: “¿Cómo está la Plaza de la Merced?, ¿se conservan aún los bancos de mármol y las chinas del suelo?... ¡cuántas veces me desollé las rodillas, tratando de saltarlos!, ¿y las palomas...?, ¿se canta todavía aquello de “ adiós patio de la cárcel, rincón de la barbería...?”, acompañándolo con un canturreo al estilo del Piyayo. Y en el jardín de la villa organizó Picasso una improvisada exposición de “artistas malagueños”, considerándose como tal al incluir sus propias obras entre las de aquellos jóvenes (que adoptaron desde entonces el nombre de “Grupo Picasso”).
Cuenta Palau i Fabre (2) , que asistió a una conversación en la que Jacqueline –su última mujer- le recordaba a Picasso que él había dicho que “ le gustaría ser enterrado en la Plaza de la Merced de Málaga, junto a ella”. Cabe recordar, por fin, que en los días de la muerte del pintor, las únicas flores que aceptó su viuda fueron las entregadas por el cineasta Miguel Alcobendas en nombre de Málaga.
El nacimiento
Picasso nació el 25 de octubre de 1881, en primer piso del nº 36 de la Plaza de la Merced (actual nº 15). Hijo de José Ruiz Blasco y María Picasso López, el parto fue asistido por el doctor Salvador Ruiz, hermano del padre. En los primeros instantes, el niño apenas respiraba y parecía en peligro de muerte. Al parecer, el médico le salvó la vida gracias al humo de su cigarro puro.
Hubo especial alegría por la llegada de un varón en una familia en la que, a pesar de ser once hermanos, había habido pocos descendientes. Siguiendo la costumbre de la época de imponer una larga serie de nombres a los recién nacidos, para que estuviesen bajo la protección del santoral, constan siete en el acta de nacimiento: Pablo, Diego, José, Francisco de Paula, Juan Nepomuceno, Crispiniano y de la Santísima Trinidad. Casi todos correspondían a familiares y allegados; el principal de ellos, Pablo, fue en honor de un tío fallecido hacía dos años, el sacerdote Pablo Ruiz Blasco. El bautizo se celebró el 10 de noviembre en la parroquia de Santiago, siendo sus padrinos Juan Nepomuceno Blasco Barroso, primo del padre, y su mujer, María de los Remedios Alarcón, que habían sido también padrinos de boda de José Ruiz y María Picasso. El Acta de bautismo varía los nombres con respecto al Registro Civil: se le añadió uno (María de los Remedios, por su madrina) y se escribió, por error, Cipriano en lugar de Crispiniano.
Físicamente, el chico guardaba más parecido con la rama materna, aunque curiosamente, en su juventud se vio la herencia de su padre en la barba con tintes rojizos. Según el biógrafo Pierre Cabanne, desde pequeño Picasso se mostró inventivo, autoritario y muy independiente. Françoise Gilot cita estas palabras de su compañero: “Cuando yo era niño mi madre me decía: “Si llegas a ser soldado, serás general. Si cuando seas mayor eres monje, llegarás a ser Papa”. Pero en lugar de todo eso fui pintor y terminé siendo Picasso”.
El problema de las casas natales
A menudo, entre los biógrafos de Picasso ha habido cierta confusión acerca de la identificación del hogar donde nació; los recuerdos del artista apenas podían ayudar a ello. En 1972, a raíz del proyecto municipal de adquisición de la casa natal para convertirla en museo, la prensa pudo en duda la ubicación de la misma. Rafael León, entonces teniente-alcalde de Cultura del Ayuntamiento de Málaga, escribió una serie de artículos desentrañando la cuestión, siendo el primero en descubrir que hubo “dos casas de Picasso”, pues en diciembre 1883 o principios de 1884 la familia se mudó al cercano nº 32 (planta 3ª), actual nº 17, en la misma manzana de las Casas de Campos. De la construcción original del interior de la vivienda quedan pocas señas: el paso de diversas familias en alquiler y el acondicionamiento como sede de la Fundación Picasso desde 1988 han borrado los detalles.
Las hermanas y las tías de Picasso
Picasso tuvo dos hermanas. El nacimiento de la primera de ellas, Lola, casi coincidió con el gran terremoto del 25 de diciembre de 1884, que causó enormes estragos y un gran número de víctimas en las provincias de Málaga y Granada. La familia de Pablo se refugió en la casa del pintor Antonio Muñoz Degrain, en la cercana calle de la Victoria, que juzgaban más segura. Allí nació, el 28 de diciembre, María Dolores Ruiz Picasso, a quien, durante bastante tiempo, tanto por las circunstancias explicadas como por su carácter, llamaron “La Terremotica”.
El nacimiento de la segunda de sus hermanas acaeció el 30 de octubre de 1887. María de la Concepción, de cuya imagen sólo se conservan 2 bocetos hechos por Picasso (y quizá un tercero), murió tempranamente en 1895, en La Coruña, a causa de la difteria. Este hecho conmocionó lógicamente al adolescente Pablo, quien en 1935 daría el mismo nombre a su primera hija (más conocida como Maya).
En la segunda casa que habitó la familia desde 1883, vivían también su abuela Inés y sus tías maternas, Eladia y Heliodora. Estas mujeres ayudaron al cuidado de Picasso, que recordaría siempre las fantásticas historias que le narraba su abuela y que luego reinventaba. El único niño del hogar se verá rodeado de figuras femeninas, siendo el centro de atención y espectador atento de los acontecimientos diarios. Las tías trabajaban en el propio domicilio cosiendo los galones de los uniformes de ferrocarriles; al parecer, Picasso era capaz, ya adulto, de dibujar de memoria sus formas, arabescos y brillos. El chico cogía las tijeras de sus tías y jugaba a recortar con gran habilidad siluetas de animales, flores, guirnaldas, según las peticiones de sus hermanas o de sus primas: “y ahora, ¿qué?, ¿por dónde quieres que empiece?”.
La influencia del padre: pintura y pintores, las palomas, los toros...
José Ruiz Blasco era Ayudante de Dibujo en la Escuela de Bellas Artes de Málaga y conservador del Museo Municipal. Su influencia fue determinante para que Picasso se encaminara a la práctica de la pintura. Por él, conoció de cerca el ambiente artístico de la ciudad y a los mismos pintores: muchos eran amigos o compañeros de José Ruiz, en la misma Plaza de la Merced y sus aledaños se domiciliaban muchos artistas e intelectuales…
Picasso se convirtió en alumno de su padre, que se ocupó de enseñarle las técnicas de dibujo y, más tarde, en guiarle en su prometedora carrera. Lo citaba a menudo como ejemplo (“Mi padre hacía esto...”, “Mi padre decía aquello...”), y siempre conservó la paleta y los pinceles que un día le entregó en La Coruña. El artista decía a Brassaï, en 1943: “cada vez que dibujo un hombre, pienso, sin querer, en mi padre... [...] Todos los hombres que dibujo los veo más o menos con sus rasgos”. Sabartés transcribe los recuerdos que Picasso tenía del taller de su padre en el Museo Municipal: “una pieza como cualquier otra, sin condiciones especiales; un poco más sucia, si acaso, que la que tenía en casa; pero allí estaba más tranquilo...”. El niño acompañaría al padre en ocasiones, y aprendería las rutinas y secretos del oficio. “Mi padre pintaba cuadros de “comedor”, de aquéllos que tienen perdices o pichones, liebres y conejos. Su especialidad eran las aves y las flores. Sobre todo palomas y lilas. Lilas y palomas. También pintaba otros animales; por ejemplo, una zorra. Aún la recuerdo”. Las palomas, que el niño solía copiar también, irán siempre unidas al recuerdo paterno; cuando en 1961, Picasso remita a Málaga una tarjeta postal para Juan Temboury, dibujará una paloma, y la firmará como “Dibujo hecho por el hijo de Don José Ruiz Blasco”. “Una vez hizo un cuadro enorme que representaba un palomar abarrotado de palomas... Figúrate tú una jaula con centenares de palomas. Con miles y millones de palomas... Estaban puestas en filas como en un palomar: un palomar enorme. Este cuadro estaba en el Museo de Málaga. No lo he vuelto a ver más [...]”. El cuadro, pintado en 1878, antes del nacimiento de Picasso, fue comprado inmediatamente por el Ayuntamiento, gracias al alcalde José de Alarcón y Luján, pariente de José Ruiz Blasco. En diciembre de 1971, el Consistorio se lo envió a Picasso a Mougins, con motivo de su 90 cumpleaños, pero él nunca fue a recogerlo, y finalmente la alcaldía de la localidad francesa lo devolvió en abril de 1973, tras la muerte del artista. Desde 2002, se expone en la Fundación Picasso.
Otra pieza que se expone en la Casa Natal es la curiosa imagen de una Virgen Dolorosa: en su origen, se trataba del vaciado en yeso de un busto clásico griego, que José Ruiz reconvirtió pintando el rostro, pegándole cejas y lágrimas, envolviéndolo con un paño encolado y colocándolo finalmente sobre una mesita del siglo XVIII.
Debemos citar de nuevo los recortes de siluetas que gustaba de hacer para exhibirse y jugar con sus primas y hermanas. Aprendió esa forma de hacer de José Ruiz, que la usaba para colocar las figuras sobre el lienzo y calcular el espacio que ocuparían. Según una anotación de Dora Maar –c ompañera de Pablo en los años 30- en su diario, Picasso le había contado que había inventado el collage basándose en la técnica aprendida de su padre.
Influencias indudables del padre de Picasso fueron su afición al flamenco y a los toros. De pequeño, asistía con él a las corridas en la plaza de La Malagueta. Contó a alguna ocasión que vio torear a Lagartijo, y que se sentó en las rodillas de Cara Ancha. Recordaba cómo los caballos, que en aquel entonces no tenían peto protector, eran embestidos cruelmente y muchas veces morían destripados. Así los representaría muchas veces en su obra.
“Es mi pasión”, confesaba al fotógrafo Brassaï. Refiriéndose a las corridas en el sur de Francia a las que asistía el artista en compañía de Paul, escribe Christine Ruiz-Picasso: “La plaza de toros era, para el padre y el hijo, un lugar privilegiado en el que sentían correr en sus venas su sangre española” (Picasso. Primera Mirada. Málaga, 1994).
Las primeras obras
Lo que más le gustaba hacer a Picasso de niño era dibujar, podía pasarse horas haciéndolo. Contó muchas veces a los amigos que sus primeros dibujos los hacía en la arena de la Plaza de la Merced, haciendo garabatos que representaban «torruelas » de azúcar.
El primer óleo que se conoce de Pablo pudo ser pintado hacia 1888: Vista del puerto de Málaga, versión de la copia que hizo su padre en 1887 del óleo original de Emilio Ocón y Rivas (fechado en 1878). Parece ser -según cuenta Maya Picasso (3) - que lo pintó de memoria (el cuadro del padre estaba en el salón), a la luz de una pequeña vela, escondido debajo de la cama de su hermana Lola, que le había suministrado pintura rascada de la paleta de don José.
El picador amarillo sería realizado hacia 1889, y ya muestra uno de sus temas más recurrentes en el futuro, el de la fiesta taurina. Tres de los personajes tenían los ojos agujereados: “Lo hizo mi hermana con un clavo; era pequeñita, cinco o seis años tendría... Cosas de críos” (Picasso a Cabanne). Otras dos obras significativas son unos dibujos de 1890, Palomar, que sigue el ejemplo temático de su padre, y Hércules con una maza, que prefigura el uso persistente de los mitos clásicos en su producción.
Aunque presentan muchas y lógicas imperfecciones por la edad del autor, no se trata de trabajos “infantiles”, sino con aplicación y voluntad de perfección. Varios biógrafos recogen palabras de Picasso en el sentido de que nunca había hecho dibujos “de niño”: “a los doce años yo dibujaba como Rafael”; « Hacía dibujos académicos. Su minucia, su exactitud, me horrorizan. Mi padre era profesor de dibujo y fue él probablemente quien me empujó desde muy pronto en aquellla dirección”.
Por otro lado, hay que insistir en los recortes de siluetas de papel citados en apartados anteriores. El Museu Picasso de Barcelona conserva los dos únicos ejemplos que han quedado: Paloma y Perro, que podemos datar hacia 1890. Este modo de hacer lo repetiría después: algunas figuritas dedicó a sus hijos, otras las conservó Dora Maar, existe un retrato de Françoise Gilot hecho con diversos recortes ensamblados... Y si es cierto que Picasso desarrolló la idea del collage a partir de esta técnica, aprendida de su padre, estos juegos infantiles cobran una importancia singular; desde luego, podemos convenir en que su influencia podría apreciarse, no sólo en los collages, sino también en las esculturas de hojalata de 1954.
Reflejos de Málaga en la obra y los escritos de Picasso
Así pues, puede rastrearse el origen de muchas claves de la obra de Picasso en los años de su infancia. Por un lado, esa sorprendente relación de algunas de sus técnicas con las siluetas recortadas en papel. Por otro, la evidencia de la temprana aparición de determinados temas: la mitología, los toros, las palomas.
Aunque el medio familiar en que creció era hondamente católico, en contadas ocasiones abordó temas religiosos en sus obras. Pero vale la pena apuntar que las “mujeres que lloran” de 1937-1938 pueden estar emparentadas con la imaginería barroca andaluza, e incluso cabría recordar aquel busto manipulado por su padre (antes reseñado), que contempló tantas veces en su casa.
La obra de juventud de Picasso refleja con frecuencia temas tópicos como bailaoras y bailaores, toreros, escenas costumbristas... Específicamente malagueños son las figuras de 1899 del cenachero y de Lola, “la Chata” (conocida prostituta y madame local), así como el bosquejo del escudo de la ciudad en dos dibujos de bailaoras datados entre 1900 y 1901. Pero son especialmente destacables dos referencias explícitas en su obra de madurez: los óleos cubistas Bodegón español con botella de Ojén (1912) y Naturaleza muerta con botella de Málaga (1919).
Por otro lado, es en la escritura de Picasso, faceta a la que se entregó desde los años 30, donde pueden rastrearse multitud de citas malagueñas, que Rafael Inglada ha recopilado en su antología “La llave de su ojo malagueño”. Abundan las comidas (dulces, frutas, hortalizas, sopas, almejas, boquerones...) y utensilios de cocina, pero hallamos también expresiones populares andaluzas, recuerdos de la playa y la pesca, gentes y reuniones familiares... Quizá el más emocionante de todos sus escritos sea aquel que firmó el 4 de mayo de 1936: “yo he nacido de un padre blanco y de un pequeño vaso de agua de vida andaluza yo he nacido de una madre hija de una hija de quince años nacida en Málaga en los Percheles el hermoso toro que me engendra la frente coronada de jazmines”.
Recuerdos infantiles
Ya hemos comentado que Picasso gustaba de contar anécdotas de su niñez. Muchas las hemos referido ya. Entre sus recuerdos más antiguos, están las nanas que le cantaban y sus primeros pasos empujando una sillita o una caja de lata de galletas “Olibert” (guardó sus zapatos de entonces y los regaló a su hija Maya). La madre de Picasso comentaba que sus primeros sonidos fueron “piz, piz”, pidiendo un lápiz.
Rememoraba sucesos y personas que conoció en la Plaza de la Merced, escenario de sus juegos (como “el hombre de la nieve”, que en verano la vendía en pequeñas porciones, tras anunciar su mercancía por las calles al son del clarín o de la trompeta). Habló de un conductor que acompasaba la marcha del tranvía al ritmo de las coplas que cantaba, de un gorrión que llevaba en la pechera durante un paseo por la Alameda (que pudo escapar gracias a la impaciencia de sus primas por mirarlo), o de una ocasión en que, bañándose con su madre en los antiguos baños de la Estrella, una ola levantó el sayal de otra señora “y como yo era muy chico miraba de abajo arriba y sólo vi pelos [...] por eso hasta mayorcito he creído que las mujeres eran como las cabras, con pelos de cintura para abajo”.
Los colegios
A Picasso no le gustaba ir al colegio. Primero estuvo en una “Miga” (de la palabra “Amiga”), especie de guardería instalada en una casa particular, de la que apenas recordaba nada. Probablemente, estuvo en la calle San Agustín, cerca de donde trabajaba su padre como conservador municipal. Tuvo que abandonarla porque era tan húmeda y sombría que amenazaba su salud. Hacia 1888, empiezó sus estudios primarios en el colegio de San Rafael, situado en el número 20 de la calle Comedias. Era éste el gran colegio laico de la ciudad, moderno, claro, bien aireado, dirigido además por un amigo de la familia. Pero Picasso seguía aferrándose a sus indisposiciones –v erdaderas o exageradas- para faltar a clase; en el aula, se distraía, dibujaba, se levantaba inquieto. A veces, se llevaba objetos personales de su padre (un bastón, un pincel, dice la leyenda que alguna paloma) para asegurarse de que vendría a por él.
El traslado a La Coruña
La situación profesional de don José en la Escuela de Bellas Artes no era muy halagüeña, ya que el puesto de ayudante no estaba contemplado oficialmente, y tenía muy pocas posibilidades de ascender por la dura competencia de otros profesores; a esto podríamos añadir la modestia de los salarios y los frecuentes atrasos en su cobro. Ruiz Blasco complementaba sus ingresos con el cargo de conservador del Museo Municipal desde 1879, pero con una enorme inestabilidad, hasta el punto de que en varias ocasiones había desempeñado sus funciones de forma gratuita.
En 1884, 1887 y 1890, solicitó una vacante existente en la Escuela de Bellas Artes de La Coruña. Admitido al concurso junto a otros cuatro aspirantes, por fin consiguió que el 4 de abril de 1891 se publicara oficialmente su nombramiento como profesor numerario de la Cátedra de Dibujo de Adorno y Figura en la ciudad gallega.
Antes de salir de Málaga, Picasso debía aprobar su examen de ingreso en la Segunda Enseñanza. El examen se celebró el 25 de junio de 1891 en el Instituto sito en la calle Gaona, y sólo consistió en un breve dictado y una división. Picasso, “presumiendo” de su dificultad con los números, le contó a Sabartés que el profesor prácticamente le dio el resultado de la misma. El 20 de septiembre fue inscrito en las dos asignaturas del primer curso (Latín y Castellano y Geografía) y el 6 de octubre pagó los derechos académicos correspondientes y efectuó el traslado de matrícula. No es seguro que asistiera a clase, pero bien pudo hacerlo durante unos días, desde el 1 de octubre, en que empezaba el curso.
Hacia mediados de octubre (probablemente el día 20) parte la familia por vía marítima; con la ayuda de Salvador Ruiz, médico en el Instituto de Sanidad Marítima, pudieron tomar un pasaje barato. Tuvieron que desembarcar en Vigo, antes de tiempo por las adversas condiciones climatológicas, el día 25; Picasso se incorporaría al Instituto el 26 ó 27 de octubre. No volverían a ver Málaga, ni a sus familiares, hasta el verano de 1895.
Se ha llegado a escribir que Picasso guardaba resentimiento hacia Málaga, y que conscientemente había olvidado todo cuanto se refería a ella. A pesar de algunos puntos oscuros en la relación entre el artista y su ciudad natal, es difícil apoyar esta tesis cuando su hija Maya narra el cariño y la fuerza especial con que ambos hablaban de Málaga (1), o leemos los múltiples testimonios de personas cercanas que confirman cuánto le gustaba recordar su infancia. Cualquier comentario podía bastarle para desilvanar las anécdotas de aquélla época, muchas veces adornadas o exageradas, siempre vívidas y chispeantes. Reivindicaba su origen andaluz y protestaba cuando un periodista mal informado hablaba de “Picasso, el pintor catalán”. Ponderaba los gustos y aromas de la comida andaluza, era aficionado a los toros y al flamenco, sabía de memoria cantes antiguos y usaba expresiones de la tierra. Incluso se ha hablado de sus supersticiones como de un típico rasgo andaluz.
En 1957, un grupo de jóvenes pintores malagueños emprendió un viaje para visitarle en su casa de Cannes; el recibimiento fue emocionante y caluroso. Picasso preguntaba: “¿Cómo está la Plaza de la Merced?, ¿se conservan aún los bancos de mármol y las chinas del suelo?... ¡cuántas veces me desollé las rodillas, tratando de saltarlos!, ¿y las palomas...?, ¿se canta todavía aquello de “ adiós patio de la cárcel, rincón de la barbería...?”, acompañándolo con un canturreo al estilo del Piyayo. Y en el jardín de la villa organizó Picasso una improvisada exposición de “artistas malagueños”, considerándose como tal al incluir sus propias obras entre las de aquellos jóvenes (que adoptaron desde entonces el nombre de “Grupo Picasso”).
Cuenta Palau i Fabre (2) , que asistió a una conversación en la que Jacqueline –su última mujer- le recordaba a Picasso que él había dicho que “ le gustaría ser enterrado en la Plaza de la Merced de Málaga, junto a ella”. Cabe recordar, por fin, que en los días de la muerte del pintor, las únicas flores que aceptó su viuda fueron las entregadas por el cineasta Miguel Alcobendas en nombre de Málaga.
El nacimiento
Picasso nació el 25 de octubre de 1881, en primer piso del nº 36 de la Plaza de la Merced (actual nº 15). Hijo de José Ruiz Blasco y María Picasso López, el parto fue asistido por el doctor Salvador Ruiz, hermano del padre. En los primeros instantes, el niño apenas respiraba y parecía en peligro de muerte. Al parecer, el médico le salvó la vida gracias al humo de su cigarro puro.
Hubo especial alegría por la llegada de un varón en una familia en la que, a pesar de ser once hermanos, había habido pocos descendientes. Siguiendo la costumbre de la época de imponer una larga serie de nombres a los recién nacidos, para que estuviesen bajo la protección del santoral, constan siete en el acta de nacimiento: Pablo, Diego, José, Francisco de Paula, Juan Nepomuceno, Crispiniano y de la Santísima Trinidad. Casi todos correspondían a familiares y allegados; el principal de ellos, Pablo, fue en honor de un tío fallecido hacía dos años, el sacerdote Pablo Ruiz Blasco. El bautizo se celebró el 10 de noviembre en la parroquia de Santiago, siendo sus padrinos Juan Nepomuceno Blasco Barroso, primo del padre, y su mujer, María de los Remedios Alarcón, que habían sido también padrinos de boda de José Ruiz y María Picasso. El Acta de bautismo varía los nombres con respecto al Registro Civil: se le añadió uno (María de los Remedios, por su madrina) y se escribió, por error, Cipriano en lugar de Crispiniano.
Físicamente, el chico guardaba más parecido con la rama materna, aunque curiosamente, en su juventud se vio la herencia de su padre en la barba con tintes rojizos. Según el biógrafo Pierre Cabanne, desde pequeño Picasso se mostró inventivo, autoritario y muy independiente. Françoise Gilot cita estas palabras de su compañero: “Cuando yo era niño mi madre me decía: “Si llegas a ser soldado, serás general. Si cuando seas mayor eres monje, llegarás a ser Papa”. Pero en lugar de todo eso fui pintor y terminé siendo Picasso”.
El problema de las casas natales
A menudo, entre los biógrafos de Picasso ha habido cierta confusión acerca de la identificación del hogar donde nació; los recuerdos del artista apenas podían ayudar a ello. En 1972, a raíz del proyecto municipal de adquisición de la casa natal para convertirla en museo, la prensa pudo en duda la ubicación de la misma. Rafael León, entonces teniente-alcalde de Cultura del Ayuntamiento de Málaga, escribió una serie de artículos desentrañando la cuestión, siendo el primero en descubrir que hubo “dos casas de Picasso”, pues en diciembre 1883 o principios de 1884 la familia se mudó al cercano nº 32 (planta 3ª), actual nº 17, en la misma manzana de las Casas de Campos. De la construcción original del interior de la vivienda quedan pocas señas: el paso de diversas familias en alquiler y el acondicionamiento como sede de la Fundación Picasso desde 1988 han borrado los detalles.
Las hermanas y las tías de Picasso
Picasso tuvo dos hermanas. El nacimiento de la primera de ellas, Lola, casi coincidió con el gran terremoto del 25 de diciembre de 1884, que causó enormes estragos y un gran número de víctimas en las provincias de Málaga y Granada. La familia de Pablo se refugió en la casa del pintor Antonio Muñoz Degrain, en la cercana calle de la Victoria, que juzgaban más segura. Allí nació, el 28 de diciembre, María Dolores Ruiz Picasso, a quien, durante bastante tiempo, tanto por las circunstancias explicadas como por su carácter, llamaron “La Terremotica”.
El nacimiento de la segunda de sus hermanas acaeció el 30 de octubre de 1887. María de la Concepción, de cuya imagen sólo se conservan 2 bocetos hechos por Picasso (y quizá un tercero), murió tempranamente en 1895, en La Coruña, a causa de la difteria. Este hecho conmocionó lógicamente al adolescente Pablo, quien en 1935 daría el mismo nombre a su primera hija (más conocida como Maya).
En la segunda casa que habitó la familia desde 1883, vivían también su abuela Inés y sus tías maternas, Eladia y Heliodora. Estas mujeres ayudaron al cuidado de Picasso, que recordaría siempre las fantásticas historias que le narraba su abuela y que luego reinventaba. El único niño del hogar se verá rodeado de figuras femeninas, siendo el centro de atención y espectador atento de los acontecimientos diarios. Las tías trabajaban en el propio domicilio cosiendo los galones de los uniformes de ferrocarriles; al parecer, Picasso era capaz, ya adulto, de dibujar de memoria sus formas, arabescos y brillos. El chico cogía las tijeras de sus tías y jugaba a recortar con gran habilidad siluetas de animales, flores, guirnaldas, según las peticiones de sus hermanas o de sus primas: “y ahora, ¿qué?, ¿por dónde quieres que empiece?”.
La influencia del padre: pintura y pintores, las palomas, los toros...
José Ruiz Blasco era Ayudante de Dibujo en la Escuela de Bellas Artes de Málaga y conservador del Museo Municipal. Su influencia fue determinante para que Picasso se encaminara a la práctica de la pintura. Por él, conoció de cerca el ambiente artístico de la ciudad y a los mismos pintores: muchos eran amigos o compañeros de José Ruiz, en la misma Plaza de la Merced y sus aledaños se domiciliaban muchos artistas e intelectuales…
Picasso se convirtió en alumno de su padre, que se ocupó de enseñarle las técnicas de dibujo y, más tarde, en guiarle en su prometedora carrera. Lo citaba a menudo como ejemplo (“Mi padre hacía esto...”, “Mi padre decía aquello...”), y siempre conservó la paleta y los pinceles que un día le entregó en La Coruña. El artista decía a Brassaï, en 1943: “cada vez que dibujo un hombre, pienso, sin querer, en mi padre... [...] Todos los hombres que dibujo los veo más o menos con sus rasgos”. Sabartés transcribe los recuerdos que Picasso tenía del taller de su padre en el Museo Municipal: “una pieza como cualquier otra, sin condiciones especiales; un poco más sucia, si acaso, que la que tenía en casa; pero allí estaba más tranquilo...”. El niño acompañaría al padre en ocasiones, y aprendería las rutinas y secretos del oficio. “Mi padre pintaba cuadros de “comedor”, de aquéllos que tienen perdices o pichones, liebres y conejos. Su especialidad eran las aves y las flores. Sobre todo palomas y lilas. Lilas y palomas. También pintaba otros animales; por ejemplo, una zorra. Aún la recuerdo”. Las palomas, que el niño solía copiar también, irán siempre unidas al recuerdo paterno; cuando en 1961, Picasso remita a Málaga una tarjeta postal para Juan Temboury, dibujará una paloma, y la firmará como “Dibujo hecho por el hijo de Don José Ruiz Blasco”. “Una vez hizo un cuadro enorme que representaba un palomar abarrotado de palomas... Figúrate tú una jaula con centenares de palomas. Con miles y millones de palomas... Estaban puestas en filas como en un palomar: un palomar enorme. Este cuadro estaba en el Museo de Málaga. No lo he vuelto a ver más [...]”. El cuadro, pintado en 1878, antes del nacimiento de Picasso, fue comprado inmediatamente por el Ayuntamiento, gracias al alcalde José de Alarcón y Luján, pariente de José Ruiz Blasco. En diciembre de 1971, el Consistorio se lo envió a Picasso a Mougins, con motivo de su 90 cumpleaños, pero él nunca fue a recogerlo, y finalmente la alcaldía de la localidad francesa lo devolvió en abril de 1973, tras la muerte del artista. Desde 2002, se expone en la Fundación Picasso.
Otra pieza que se expone en la Casa Natal es la curiosa imagen de una Virgen Dolorosa: en su origen, se trataba del vaciado en yeso de un busto clásico griego, que José Ruiz reconvirtió pintando el rostro, pegándole cejas y lágrimas, envolviéndolo con un paño encolado y colocándolo finalmente sobre una mesita del siglo XVIII.
Debemos citar de nuevo los recortes de siluetas que gustaba de hacer para exhibirse y jugar con sus primas y hermanas. Aprendió esa forma de hacer de José Ruiz, que la usaba para colocar las figuras sobre el lienzo y calcular el espacio que ocuparían. Según una anotación de Dora Maar –c ompañera de Pablo en los años 30- en su diario, Picasso le había contado que había inventado el collage basándose en la técnica aprendida de su padre.
Influencias indudables del padre de Picasso fueron su afición al flamenco y a los toros. De pequeño, asistía con él a las corridas en la plaza de La Malagueta. Contó a alguna ocasión que vio torear a Lagartijo, y que se sentó en las rodillas de Cara Ancha. Recordaba cómo los caballos, que en aquel entonces no tenían peto protector, eran embestidos cruelmente y muchas veces morían destripados. Así los representaría muchas veces en su obra.
“Es mi pasión”, confesaba al fotógrafo Brassaï. Refiriéndose a las corridas en el sur de Francia a las que asistía el artista en compañía de Paul, escribe Christine Ruiz-Picasso: “La plaza de toros era, para el padre y el hijo, un lugar privilegiado en el que sentían correr en sus venas su sangre española” (Picasso. Primera Mirada. Málaga, 1994).
Las primeras obras
Lo que más le gustaba hacer a Picasso de niño era dibujar, podía pasarse horas haciéndolo. Contó muchas veces a los amigos que sus primeros dibujos los hacía en la arena de la Plaza de la Merced, haciendo garabatos que representaban «torruelas » de azúcar.
El primer óleo que se conoce de Pablo pudo ser pintado hacia 1888: Vista del puerto de Málaga, versión de la copia que hizo su padre en 1887 del óleo original de Emilio Ocón y Rivas (fechado en 1878). Parece ser -según cuenta Maya Picasso (3) - que lo pintó de memoria (el cuadro del padre estaba en el salón), a la luz de una pequeña vela, escondido debajo de la cama de su hermana Lola, que le había suministrado pintura rascada de la paleta de don José.
El picador amarillo sería realizado hacia 1889, y ya muestra uno de sus temas más recurrentes en el futuro, el de la fiesta taurina. Tres de los personajes tenían los ojos agujereados: “Lo hizo mi hermana con un clavo; era pequeñita, cinco o seis años tendría... Cosas de críos” (Picasso a Cabanne). Otras dos obras significativas son unos dibujos de 1890, Palomar, que sigue el ejemplo temático de su padre, y Hércules con una maza, que prefigura el uso persistente de los mitos clásicos en su producción.
Aunque presentan muchas y lógicas imperfecciones por la edad del autor, no se trata de trabajos “infantiles”, sino con aplicación y voluntad de perfección. Varios biógrafos recogen palabras de Picasso en el sentido de que nunca había hecho dibujos “de niño”: “a los doce años yo dibujaba como Rafael”; « Hacía dibujos académicos. Su minucia, su exactitud, me horrorizan. Mi padre era profesor de dibujo y fue él probablemente quien me empujó desde muy pronto en aquellla dirección”.
Por otro lado, hay que insistir en los recortes de siluetas de papel citados en apartados anteriores. El Museu Picasso de Barcelona conserva los dos únicos ejemplos que han quedado: Paloma y Perro, que podemos datar hacia 1890. Este modo de hacer lo repetiría después: algunas figuritas dedicó a sus hijos, otras las conservó Dora Maar, existe un retrato de Françoise Gilot hecho con diversos recortes ensamblados... Y si es cierto que Picasso desarrolló la idea del collage a partir de esta técnica, aprendida de su padre, estos juegos infantiles cobran una importancia singular; desde luego, podemos convenir en que su influencia podría apreciarse, no sólo en los collages, sino también en las esculturas de hojalata de 1954.
Reflejos de Málaga en la obra y los escritos de Picasso
Así pues, puede rastrearse el origen de muchas claves de la obra de Picasso en los años de su infancia. Por un lado, esa sorprendente relación de algunas de sus técnicas con las siluetas recortadas en papel. Por otro, la evidencia de la temprana aparición de determinados temas: la mitología, los toros, las palomas.
Aunque el medio familiar en que creció era hondamente católico, en contadas ocasiones abordó temas religiosos en sus obras. Pero vale la pena apuntar que las “mujeres que lloran” de 1937-1938 pueden estar emparentadas con la imaginería barroca andaluza, e incluso cabría recordar aquel busto manipulado por su padre (antes reseñado), que contempló tantas veces en su casa.
La obra de juventud de Picasso refleja con frecuencia temas tópicos como bailaoras y bailaores, toreros, escenas costumbristas... Específicamente malagueños son las figuras de 1899 del cenachero y de Lola, “la Chata” (conocida prostituta y madame local), así como el bosquejo del escudo de la ciudad en dos dibujos de bailaoras datados entre 1900 y 1901. Pero son especialmente destacables dos referencias explícitas en su obra de madurez: los óleos cubistas Bodegón español con botella de Ojén (1912) y Naturaleza muerta con botella de Málaga (1919).
Por otro lado, es en la escritura de Picasso, faceta a la que se entregó desde los años 30, donde pueden rastrearse multitud de citas malagueñas, que Rafael Inglada ha recopilado en su antología “La llave de su ojo malagueño”. Abundan las comidas (dulces, frutas, hortalizas, sopas, almejas, boquerones...) y utensilios de cocina, pero hallamos también expresiones populares andaluzas, recuerdos de la playa y la pesca, gentes y reuniones familiares... Quizá el más emocionante de todos sus escritos sea aquel que firmó el 4 de mayo de 1936: “yo he nacido de un padre blanco y de un pequeño vaso de agua de vida andaluza yo he nacido de una madre hija de una hija de quince años nacida en Málaga en los Percheles el hermoso toro que me engendra la frente coronada de jazmines”.
Recuerdos infantiles
Ya hemos comentado que Picasso gustaba de contar anécdotas de su niñez. Muchas las hemos referido ya. Entre sus recuerdos más antiguos, están las nanas que le cantaban y sus primeros pasos empujando una sillita o una caja de lata de galletas “Olibert” (guardó sus zapatos de entonces y los regaló a su hija Maya). La madre de Picasso comentaba que sus primeros sonidos fueron “piz, piz”, pidiendo un lápiz.
Rememoraba sucesos y personas que conoció en la Plaza de la Merced, escenario de sus juegos (como “el hombre de la nieve”, que en verano la vendía en pequeñas porciones, tras anunciar su mercancía por las calles al son del clarín o de la trompeta). Habló de un conductor que acompasaba la marcha del tranvía al ritmo de las coplas que cantaba, de un gorrión que llevaba en la pechera durante un paseo por la Alameda (que pudo escapar gracias a la impaciencia de sus primas por mirarlo), o de una ocasión en que, bañándose con su madre en los antiguos baños de la Estrella, una ola levantó el sayal de otra señora “y como yo era muy chico miraba de abajo arriba y sólo vi pelos [...] por eso hasta mayorcito he creído que las mujeres eran como las cabras, con pelos de cintura para abajo”.
Los colegios
A Picasso no le gustaba ir al colegio. Primero estuvo en una “Miga” (de la palabra “Amiga”), especie de guardería instalada en una casa particular, de la que apenas recordaba nada. Probablemente, estuvo en la calle San Agustín, cerca de donde trabajaba su padre como conservador municipal. Tuvo que abandonarla porque era tan húmeda y sombría que amenazaba su salud. Hacia 1888, empiezó sus estudios primarios en el colegio de San Rafael, situado en el número 20 de la calle Comedias. Era éste el gran colegio laico de la ciudad, moderno, claro, bien aireado, dirigido además por un amigo de la familia. Pero Picasso seguía aferrándose a sus indisposiciones –v erdaderas o exageradas- para faltar a clase; en el aula, se distraía, dibujaba, se levantaba inquieto. A veces, se llevaba objetos personales de su padre (un bastón, un pincel, dice la leyenda que alguna paloma) para asegurarse de que vendría a por él.
El traslado a La Coruña
La situación profesional de don José en la Escuela de Bellas Artes no era muy halagüeña, ya que el puesto de ayudante no estaba contemplado oficialmente, y tenía muy pocas posibilidades de ascender por la dura competencia de otros profesores; a esto podríamos añadir la modestia de los salarios y los frecuentes atrasos en su cobro. Ruiz Blasco complementaba sus ingresos con el cargo de conservador del Museo Municipal desde 1879, pero con una enorme inestabilidad, hasta el punto de que en varias ocasiones había desempeñado sus funciones de forma gratuita.
En 1884, 1887 y 1890, solicitó una vacante existente en la Escuela de Bellas Artes de La Coruña. Admitido al concurso junto a otros cuatro aspirantes, por fin consiguió que el 4 de abril de 1891 se publicara oficialmente su nombramiento como profesor numerario de la Cátedra de Dibujo de Adorno y Figura en la ciudad gallega.
Antes de salir de Málaga, Picasso debía aprobar su examen de ingreso en la Segunda Enseñanza. El examen se celebró el 25 de junio de 1891 en el Instituto sito en la calle Gaona, y sólo consistió en un breve dictado y una división. Picasso, “presumiendo” de su dificultad con los números, le contó a Sabartés que el profesor prácticamente le dio el resultado de la misma. El 20 de septiembre fue inscrito en las dos asignaturas del primer curso (Latín y Castellano y Geografía) y el 6 de octubre pagó los derechos académicos correspondientes y efectuó el traslado de matrícula. No es seguro que asistiera a clase, pero bien pudo hacerlo durante unos días, desde el 1 de octubre, en que empezaba el curso.
Hacia mediados de octubre (probablemente el día 20) parte la familia por vía marítima; con la ayuda de Salvador Ruiz, médico en el Instituto de Sanidad Marítima, pudieron tomar un pasaje barato. Tuvieron que desembarcar en Vigo, antes de tiempo por las adversas condiciones climatológicas, el día 25; Picasso se incorporaría al Instituto el 26 ó 27 de octubre. No volverían a ver Málaga, ni a sus familiares, hasta el verano de 1895.
sábado, 28 de enero de 2012
Martin Vigil Pederasta
Martín Vigil, una muerte en el olvido
El novelista y ex jesuita asturiano, que llegó a ser uno de los escritores más populares del pasado siglo, falleció en febrero en Alcobendas, postergado por su supuesta condición de cura pederasta
03:06
José Luis Martín Vigil, en la playa de Salinas. lne
Oviedo, P. R.
El novelista y ex jesuita asturiano José Luis Martín Vigil, autor de títulos de gran éxito popular entre los años cincuenta y setenta del pasado siglo como «La vida sale al encuentro», «Sexta galería» o «Un sexo llamado débil», falleció en febrero del pasado año en una residencia en Alcobendas (Madrid), a los 91 años. Su muerte apenas trascendió. La noticia también fue recogida por el «Boletín Oficial del Arzobispado de Oviedo». Su supuesta condición de cura pederasta lo persiguió en los últimos años.
José Luis Martín Vigil nació en Oviedo en octubre de 1919. Estudió en los jesuitas y más tarde comenzó Ingeniería Naval, que tuvo que interrumpir a causa de la Guerra Civil, en la que peleó en el lado de los vencedores. En la contienda perdió a numerosos amigos de la infancia y del colegio.
En 1948 ingresó en la Compañía de Jesús y se ordenó sacerdote en 1953. En 1955 se publica «La vida sale al encuentro», una novela de iniciación juvenil que retrata la adolescencia de un grupo de burgueses de su tiempo en Salinas, localidad de veraneo del autor, y que han leído cientos de miles de españoles. Martín Vigil, en aquel tiempo profesor del Colegio Apóstol Santiago de Vigo, era, como lo fue más tarde en otros centros educativos, el cura más popular. Simpático, de gran personalidad y buena facha, resultaba muy atractivo para los alumnos. Capellán en varios colegios mayores universitarios y director de organizaciones católicas en la Universidad de Comillas, en 1958 abandonó la Compañía, al parecer, por su condición de homosexual.
Martín Vigil se convierte entonces en un escritor popular y de gran éxito. Títulos como «Sexta galería» (1966), sobre unos jóvenes de buena familia que van durante el verano a trabajar en una mina o «Los curas comunistas» (1968), en el que defendía el trabajo de los sacerdotes en los barrios obreros de las afueras de las grandes ciudades, lo encaramaron a las listas de ventas. Recordaba ayer Luis Antonio de Villena, en un artículo sobre el escritor publicado en «El Mundo», que este último libro tuvo 18 ediciones sólo en España, más otra especial de 350.000 ejemplares en el Círculo de Lectores.
Suyos son también títulos como «Réquiem a cinco voces», «Muerte a los curas», «Cierto olor a podrido», «Tres primos entre sí» o «Iba para figura», entre otros. Reunió asimismo sus homilías salmantinas en forma de ensayo en tres volúmenes: «Destino: Dios», «¡En marcha, cristianos!» y «Listos para resucitar».
Las sospechas de su supuesta pederastia y su inclinación hacia los chicos más jóvenes fue alejando a Martín Vigil de los círculos sociales que había frecuentado en otras épocas. A propósito de los casos de pederastia de sacerdotes católicos surgidos en Bélgica, el eurodiputado socialista Antonio Masip, muy vinculado familiarmente a los veraneos de Salinas, como el propio Martín Vigil, publicó el pasado mes de septiembre de 2010 en LA NUEVA ESPAÑA un artículo en el que denunciaba el único caso que él conocía en Asturias. Y era el del escritor. Decía Masip: «En Asturias el caso más sonado y vergonzoso, del que yo haya oído, aunque, dada la época, no llegó a los medios, fue el del novelista José Luis Martín Vigil. Creo que vive aún, desterrado canónicamente de Asturias desde mediados de los sesenta. Antes fue excluido de la Compañía de Jesús pero acogido en la diócesis ovetense y en la parroquia de San Juan el Real, respetables instituciones que sin duda no contaron con suficiente información».
Y añadía: «El citado sacerdote asediaba a muchos jóvenes, algunos, de mi pandilla de Salinas, curiosamente solar dulzón de sus creaciones de infraliteratura, por llamarlas de alguna manera. En el padre Emilio González Alfonso, de la Orden de Predicadores, y en Manuel Álvarez-Buylla, luego alcalde, tuvo Martín Vigil dos personalidades que, entre otros, le hicieron frente en Oviedo. Cuando el rumor se hizo clamor, por fin fue denunciado frontalmente a don Vicente Enrique y Tarancón, arzobispo de Oviedo, que lo echó de Asturias en un intento de evitar la propagación del escándalo».
El novelista y ex jesuita asturiano, que llegó a ser uno de los escritores más populares del pasado siglo, falleció en febrero en Alcobendas, postergado por su supuesta condición de cura pederasta
03:06
José Luis Martín Vigil, en la playa de Salinas. lne
Oviedo, P. R.
El novelista y ex jesuita asturiano José Luis Martín Vigil, autor de títulos de gran éxito popular entre los años cincuenta y setenta del pasado siglo como «La vida sale al encuentro», «Sexta galería» o «Un sexo llamado débil», falleció en febrero del pasado año en una residencia en Alcobendas (Madrid), a los 91 años. Su muerte apenas trascendió. La noticia también fue recogida por el «Boletín Oficial del Arzobispado de Oviedo». Su supuesta condición de cura pederasta lo persiguió en los últimos años.
José Luis Martín Vigil nació en Oviedo en octubre de 1919. Estudió en los jesuitas y más tarde comenzó Ingeniería Naval, que tuvo que interrumpir a causa de la Guerra Civil, en la que peleó en el lado de los vencedores. En la contienda perdió a numerosos amigos de la infancia y del colegio.
En 1948 ingresó en la Compañía de Jesús y se ordenó sacerdote en 1953. En 1955 se publica «La vida sale al encuentro», una novela de iniciación juvenil que retrata la adolescencia de un grupo de burgueses de su tiempo en Salinas, localidad de veraneo del autor, y que han leído cientos de miles de españoles. Martín Vigil, en aquel tiempo profesor del Colegio Apóstol Santiago de Vigo, era, como lo fue más tarde en otros centros educativos, el cura más popular. Simpático, de gran personalidad y buena facha, resultaba muy atractivo para los alumnos. Capellán en varios colegios mayores universitarios y director de organizaciones católicas en la Universidad de Comillas, en 1958 abandonó la Compañía, al parecer, por su condición de homosexual.
Martín Vigil se convierte entonces en un escritor popular y de gran éxito. Títulos como «Sexta galería» (1966), sobre unos jóvenes de buena familia que van durante el verano a trabajar en una mina o «Los curas comunistas» (1968), en el que defendía el trabajo de los sacerdotes en los barrios obreros de las afueras de las grandes ciudades, lo encaramaron a las listas de ventas. Recordaba ayer Luis Antonio de Villena, en un artículo sobre el escritor publicado en «El Mundo», que este último libro tuvo 18 ediciones sólo en España, más otra especial de 350.000 ejemplares en el Círculo de Lectores.
Suyos son también títulos como «Réquiem a cinco voces», «Muerte a los curas», «Cierto olor a podrido», «Tres primos entre sí» o «Iba para figura», entre otros. Reunió asimismo sus homilías salmantinas en forma de ensayo en tres volúmenes: «Destino: Dios», «¡En marcha, cristianos!» y «Listos para resucitar».
Las sospechas de su supuesta pederastia y su inclinación hacia los chicos más jóvenes fue alejando a Martín Vigil de los círculos sociales que había frecuentado en otras épocas. A propósito de los casos de pederastia de sacerdotes católicos surgidos en Bélgica, el eurodiputado socialista Antonio Masip, muy vinculado familiarmente a los veraneos de Salinas, como el propio Martín Vigil, publicó el pasado mes de septiembre de 2010 en LA NUEVA ESPAÑA un artículo en el que denunciaba el único caso que él conocía en Asturias. Y era el del escritor. Decía Masip: «En Asturias el caso más sonado y vergonzoso, del que yo haya oído, aunque, dada la época, no llegó a los medios, fue el del novelista José Luis Martín Vigil. Creo que vive aún, desterrado canónicamente de Asturias desde mediados de los sesenta. Antes fue excluido de la Compañía de Jesús pero acogido en la diócesis ovetense y en la parroquia de San Juan el Real, respetables instituciones que sin duda no contaron con suficiente información».
Y añadía: «El citado sacerdote asediaba a muchos jóvenes, algunos, de mi pandilla de Salinas, curiosamente solar dulzón de sus creaciones de infraliteratura, por llamarlas de alguna manera. En el padre Emilio González Alfonso, de la Orden de Predicadores, y en Manuel Álvarez-Buylla, luego alcalde, tuvo Martín Vigil dos personalidades que, entre otros, le hicieron frente en Oviedo. Cuando el rumor se hizo clamor, por fin fue denunciado frontalmente a don Vicente Enrique y Tarancón, arzobispo de Oviedo, que lo echó de Asturias en un intento de evitar la propagación del escándalo».
jueves, 26 de enero de 2012
Joanna Bourke reducir el miedo a la Muerte
Joanna Bourke (Nueva Zelanda, 1963), profesora de Historia en el Birbeck College de la Universidad de Londres y autora de un estremecedor estudio sobre los hombres en combate, An intimate history of killing (Granta, 1999), participa en un ciclo en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona sobre el mundo después del 11-S, en cuyo marco habló ayer de El miedo: una historia cultural, título de su último libro (Virago Press, 2005). Extrovertida y brillante, Bourke, cuya inmersión en temas de historia militar desde una insólita perspectiva antropológica (La II Guerra Mundial, una historia de las víctimas, Paidós y Empuries) le ha granjeado las suspicacias de los militares, investiga en su obra sobre el miedo y las transformaciones a lo largo de los últimos 150 años de la, con el amor, más básica de las emociones humanas.
La noticia en otros webs
webs en español
en otros idiomas
"El miedo es, de todas las emociones, la más fácil de estimular. Es más fácil hacer sentir a la gente miedo que odio"
"Entre 1870 y 1910 se tenía un pánico absoluto al entierro prematuro, a que te sepultaran vivo. Eso era lo peor de todo"
Pregunta. ¿Por qué el miedo?
Respuesta. Inicialmente quería hablar sobre todas las emociones, la ira, el odio, los celos, el amor... pero el miedo era la que aparecía con más fuerza a través de la historia, la más poderosa. El miedo ha guiado el siglo XX, acompañado por la ira.
P. Dice que el miedo ha ido variando en intensidad.
R. En ciertos periodos se incrementa y en otros desciende. También cambia aquello a lo que tenemos miedo, y cómo respondemos. Tomemos por ejemplo el miedo a morir. En el siglo XIX el miedo dominante era el miedo a la muerte súbita, a morir de manera inesperada, sin preparación. Ahora es al contrario: el miedo mayor es a permanecer mucho tiempo en tránsito. En el XIX no se temía, como en nuestra época, al dolor que antecede a la muerte, el dolor al morir era incluso algo positivo, era algo expiatorio. Hay otros miedos pasados que nos sorprenden: entre 1870 y 1910 se tenía un pánico absoluto al entierro prematuro, a que te sepultaran vivo. Eso era lo peor de todo. Hasta el punto de que para conjurar ese miedo se inventaron nuevos métodos y hasta aparecieron nuevos profesionales que te garantizaban que al morir estarías indiscutiblemente muerto. Los miedos son en buena parte invenciones sociales. Cuando se producen cambios aparecen nuevos miedos. Por ejemplo, con la tecnología. Y son manipulados por los Gobiernos y los grupos de poder.
P. Usted diferencia entre miedo interno y externo.
R. Sí, el estado de miedo, en el que el miedo es algo externo a ti, identificable, y el de inquietud (anxiety), en el que ese miedo está dentro, no se concreta, fluye. Eso tiene un aspecto político, porque en el miedo externo puedes combatir la causa, o huir, pero en la inquietud no puedes identificar al enemigo. Ese miedo, entonces, es fácilmente manipulable con chivos expiatorios: los musulmanes, los inmigrantes. El chivo expiatorio permite convertir la inquietud en miedo externo.
P. Eso conecta con el 11-S.
R. Está claro cómo los Gobiernos, principalmente de EE UU y Gran Bretaña, han usado el miedo difuso generado por el 11-S para recortar las libertades civiles. Han podido hacer cosas que eran inconcebibles antes: leyes antiterroristas, medidas de urgencia, la propia guerra... o el revival de la tortura, una práctica abandonada formalmente desde el siglo XIX. El miedo es la emoción más fácil de estimular. Es un juego de niños hacerlo, al contrario que el amor. Incluso es más fácil hacer a la gente sentir miedo que odio.
P. ¿Estamos en una sociedad miedosa?
R. La gente tiene mucho miedo, vivimos en un mundo sobrecargado de peligros: la alimentación, el cáncer, el cambio climático... estamos sobreexpuestos a información que produce miedo. El 11-S sin duda ha provocado un aumento de la sensación de riesgo. De repente el peligro está en todas partes, es el vecino, el Gobierno... Esta sociedad es más miedosa tras el 11-S.
P. Pero, ¿tenemos más miedo que en la Edad Media?
R. Bueno, entonces estaban las brujas, el diablo, la peste... Tenemos la misma cantidad de miedo. En cambio, somos más miedosos que en el siglo XIX. La sociedad de la información nos bombardea contínuamente con horrores. En el XIX podías vivir muy ajeno a ese conocimiento.
P. Pero uno creería que el miedo es menor que en la guerra fría, con la posibilidad de la devastación nuclear mundial.
R. No, esa amenaza aún existe hoy. Y además las reacciones a ella son radicalmente diferentes. Durante la guerra fría, la gente no era complaciente como ahora con los miedos, la gente respondía positivamente a ellos, con protestas y tomas de posición políticas.
P. ¿Cómo se articulan los miedos personales y los sociales?
R. Incluso los miedos más personales tienen una dimensión social, interactúan con la familia, el grupo. Siempre hay una dimensión social, se proyectan en la sociedad y eso permite gestionarlos y manipularlos.
P. ¿El miedo se puede reducir en última instancia a miedo a la muerte?
R. No, no lo creo. El miedo a la muerte ha cambiado, y de hecho ha habido y hay gente que no lo tiene en absoluto. A menudo, encuentras una notable falta de miedo a la muerte en gente que está muriendo. Personas con fuertes creencias no lo tienen o tienen menos. Cualquier padre le dirá que teme más a la muerte de un hijo que a la suya propia. Hay cosas peores que la muerte.
P. ¿Hay algo positivo en el miedo?
R. Sí, puede ser positivo sentir miedo por los demás, y es una fuente de creatividad; también puede resultar excitante, igual que el riesgo. Depende de a qué tengas miedo y cuánto. Podemos elegir cómo responder al miedo. Lo peor es cuando te abandonas ante él y lo afrontas sin esperanza.
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"El miedo es, de todas las emociones, la más fácil de estimular. Es más fácil hacer sentir a la gente miedo que odio"
"Entre 1870 y 1910 se tenía un pánico absoluto al entierro prematuro, a que te sepultaran vivo. Eso era lo peor de todo"
Pregunta. ¿Por qué el miedo?
Respuesta. Inicialmente quería hablar sobre todas las emociones, la ira, el odio, los celos, el amor... pero el miedo era la que aparecía con más fuerza a través de la historia, la más poderosa. El miedo ha guiado el siglo XX, acompañado por la ira.
P. Dice que el miedo ha ido variando en intensidad.
R. En ciertos periodos se incrementa y en otros desciende. También cambia aquello a lo que tenemos miedo, y cómo respondemos. Tomemos por ejemplo el miedo a morir. En el siglo XIX el miedo dominante era el miedo a la muerte súbita, a morir de manera inesperada, sin preparación. Ahora es al contrario: el miedo mayor es a permanecer mucho tiempo en tránsito. En el XIX no se temía, como en nuestra época, al dolor que antecede a la muerte, el dolor al morir era incluso algo positivo, era algo expiatorio. Hay otros miedos pasados que nos sorprenden: entre 1870 y 1910 se tenía un pánico absoluto al entierro prematuro, a que te sepultaran vivo. Eso era lo peor de todo. Hasta el punto de que para conjurar ese miedo se inventaron nuevos métodos y hasta aparecieron nuevos profesionales que te garantizaban que al morir estarías indiscutiblemente muerto. Los miedos son en buena parte invenciones sociales. Cuando se producen cambios aparecen nuevos miedos. Por ejemplo, con la tecnología. Y son manipulados por los Gobiernos y los grupos de poder.
P. Usted diferencia entre miedo interno y externo.
R. Sí, el estado de miedo, en el que el miedo es algo externo a ti, identificable, y el de inquietud (anxiety), en el que ese miedo está dentro, no se concreta, fluye. Eso tiene un aspecto político, porque en el miedo externo puedes combatir la causa, o huir, pero en la inquietud no puedes identificar al enemigo. Ese miedo, entonces, es fácilmente manipulable con chivos expiatorios: los musulmanes, los inmigrantes. El chivo expiatorio permite convertir la inquietud en miedo externo.
P. Eso conecta con el 11-S.
R. Está claro cómo los Gobiernos, principalmente de EE UU y Gran Bretaña, han usado el miedo difuso generado por el 11-S para recortar las libertades civiles. Han podido hacer cosas que eran inconcebibles antes: leyes antiterroristas, medidas de urgencia, la propia guerra... o el revival de la tortura, una práctica abandonada formalmente desde el siglo XIX. El miedo es la emoción más fácil de estimular. Es un juego de niños hacerlo, al contrario que el amor. Incluso es más fácil hacer a la gente sentir miedo que odio.
P. ¿Estamos en una sociedad miedosa?
R. La gente tiene mucho miedo, vivimos en un mundo sobrecargado de peligros: la alimentación, el cáncer, el cambio climático... estamos sobreexpuestos a información que produce miedo. El 11-S sin duda ha provocado un aumento de la sensación de riesgo. De repente el peligro está en todas partes, es el vecino, el Gobierno... Esta sociedad es más miedosa tras el 11-S.
P. Pero, ¿tenemos más miedo que en la Edad Media?
R. Bueno, entonces estaban las brujas, el diablo, la peste... Tenemos la misma cantidad de miedo. En cambio, somos más miedosos que en el siglo XIX. La sociedad de la información nos bombardea contínuamente con horrores. En el XIX podías vivir muy ajeno a ese conocimiento.
P. Pero uno creería que el miedo es menor que en la guerra fría, con la posibilidad de la devastación nuclear mundial.
R. No, esa amenaza aún existe hoy. Y además las reacciones a ella son radicalmente diferentes. Durante la guerra fría, la gente no era complaciente como ahora con los miedos, la gente respondía positivamente a ellos, con protestas y tomas de posición políticas.
P. ¿Cómo se articulan los miedos personales y los sociales?
R. Incluso los miedos más personales tienen una dimensión social, interactúan con la familia, el grupo. Siempre hay una dimensión social, se proyectan en la sociedad y eso permite gestionarlos y manipularlos.
P. ¿El miedo se puede reducir en última instancia a miedo a la muerte?
R. No, no lo creo. El miedo a la muerte ha cambiado, y de hecho ha habido y hay gente que no lo tiene en absoluto. A menudo, encuentras una notable falta de miedo a la muerte en gente que está muriendo. Personas con fuertes creencias no lo tienen o tienen menos. Cualquier padre le dirá que teme más a la muerte de un hijo que a la suya propia. Hay cosas peores que la muerte.
P. ¿Hay algo positivo en el miedo?
R. Sí, puede ser positivo sentir miedo por los demás, y es una fuente de creatividad; también puede resultar excitante, igual que el riesgo. Depende de a qué tengas miedo y cuánto. Podemos elegir cómo responder al miedo. Lo peor es cuando te abandonas ante él y lo afrontas sin esperanza.
Joanna Bourke Historiadora de la Violencia
Joanna Bourke, historiadora de la violencia, la guerra, la violación y el dolorVictor-M Amela, Ima Sanchís, Lluís Amiguet
"Sea más femenino y será menos violento y más feliz"
26/01/2012 - 02:55
Foto: Ana Jiménez
LLUÍS AMIGUET
25
Mujeres guerreras
Acepto el consejo de la brillante ensayista Joanna Burke para evitar las agresiones sexistas: "Sea más femenino", pero no comparto su tesis de que serlo me haría menos violento. No hace falta evocar, como Sarkozy, a Juana de Arco, para entender que el poder no tiene sexo. Por eso, feminizarnos no nos hará mejores si ello comporta concentrar la autoridad en hembras alfa. No es el sexo sino la existencia de contrapoderes lo que evita el abuso de autoridad. Por eso me temo que, cuando ellas tienen el poder de iniciar una guerra –vean la película sobre Thatcher–, no se niegan por su sexo a declararla. Y las líneas que la propia Bourke dedica a las violaciones perpetradas por señoras dan fe.
Miramos ahora el vídeo de soldados de EE.UU. orinando sobre los cadáveres de iraquíes abatidos?
No es necesario.
Todos podemos verlo cada día a todas horas: ¿eso nos hace mejores?
Es que no lo vemos: lo consumimos. No es una mirada responsable sobre una salvajada que pasa de la indignación a la acción...
Ojalá.
... Sino un consumo banal de imágenes para satisfacer nuestra curiosidad e instintos.
¿Vemos ese vídeo como un videojuego?
A fuerza de consumir imágenes reales de salvajadas, convertimos cualquier atisbo de indignación en indiferencia. Al final, contemplar la canallada nos hace canallas.
Pues cada vez es más fácil filmarlas.
Eso temo: ¿qué soldado no querrá filmar la degollina con su móvil? Será una exhibición de miserias que nos volverá miserables.
¿Por qué lo dice tan segura?
Soy historiadora del dolor, la guerra, el abuso, la violación...¿Recuerda Abu Graib?
Imágenes de tortura en Iraq.
Pero la mayoría no las vio para juzgar, sino que las consumió banalmente. No nos interesaba defender la dignidad humana, porque si hubiera sido así, la segunda entrega de fotos nos habría interesado también. Y, en cambio, casi nadie la publicó, porque la noticia ya se había consumido.
Algunos periodistas creen que mostrar la barbarie ayuda a impedirla.
La historia muestra que no es cierto. Y he dedicado mi vida a la historia de la guerra, la violencia y el dolor.
¿Por qué?
Mi padre era médico y construimos un hospital en Haití, donde crecí presenciando atrocidades. Pero no sólo las veíamos, las combatíamos. Estudié la violencia por eso y también porque no había ninguna mujer historiadora bélica y creí que aportaría algo.
Lo ha hecho.
Después me apasioné al leer las cartas de soldados anónimos a sus mujeres, a sus hijos, a sus madres. Era la historia de los sin historia: más interesante que la oficial.
Por ejemplo...
Recuerdo al dueño de una tiendecita de barrio de Londres reclutado para el frente, donde comete atrocidades horrendas y después escribe con ternura unas cartas dulces y profundas a su mujer y a sus hijos.
Los humanos somos capaces de eso.
Le daría la razón si todos los soldados siempre se comportaran como bestias sin escrúpulos, pero ¿por qué en las mismas circunstancias unos son personas y otros actúan como torturadores o ultrajan cadáveres?
¿...?
Me niego a aceptar –como los candidatos republicanos a la Casa Blanca– que orinarse sobre un cadáver forme parte de las inevitables cosas de la guerra. Es una cobardía y una falta de disciplina: en primer lugar de los ultrajadores de cadáveres y después de unos mandos incapaces de imponerla.
¿Exhibir la violación también nos hace indiferentes a su vileza?
Me temo que se repite la anterior paradoja de los vídeos: ha habido campañas masivas de concienciación y la legislación ha avanzado enormemente, pero no todos nosotros.
¿Por qué no?
Las leyes han progresado más que las personas: hasta los años setenta en el Reino Unido era legal que un marido violara a su esposa. Y hoy la mayoría de las violaciones siguen produciéndose en el matrimonio, en la familia y entre amigos y conocidos. Sólo una pequeña parte las cometen extraños.
¿Por qué cree que es así?
Porque la víctima que denuncia sigue arruinando su vida. Una encuesta del 2010 revelaba que una de cada tres británicas creía que en una violación la violada siempre tenía al menos alguna parte de la culpa.
¿Qué propone usted?
Las leyes han mejorado, pero no las conciencias. Ya sólo avanzaremos con una revolución de las conciencias. Por eso pido la complicidad de los varones para asumir una parte de los valores femeninos. Sea usted más femenino y será menos violento y más feliz.
Escribe usted una historia universal del dolor: ¿qué le duele más de ella?
Celebro los avances de la ciencia y los analgésicos, pero también observo que hemos reducido el dolor a síntoma localizable y liquidable: a puras moléculas.
¿Y qué hay de malo?
El dolor durante siglos fue también una voz que te revelaba cosas de ti mismo. El dolor hablaba de todo el ser enfermo y tenía sentido y a veces trascendencia. Para algunos era un modo de hablar con Dios o incluso un pasaporte a la eternidad.
Francamente: no lo echo de menos.
Yo lamento la pérdida de esa parte del dolor revelador. El doctor escuchaba a todo el ser del paciente y no se limitaba a diagnosticar qué parte de su cuerpo está enferma.
Como el dolor no tenía remedio, se le buscaba un significado...
Yo creo que aún lo tiene. Pero se silencia con la despersonalización de la medicina. El médico ya no quiere oír al paciente quejarse; la queja estorba la diagnosis, porque ya no le interesa todo el paciente como persona, sólo su fragmento enfermo. Y nosotros no somos fragmentos, sino seres únicos.
¿No es mejor hoy, que se sufre menos?
El dolor en conjunto no ha disminuido, porque hoy se hacen intervenciones que antaño ni se habrían intentado.
·······················
Compra algunos de sus libros en Amazon.es:
La Segunda Guerra Mundial: Una historia de las víctimas
Sed de sangre: Historia íntima del combate cuerpo a cuerpo en las guerras del siglo XX
Los violadores: Historia del estupro de 1860 a nuestros días
"Sea más femenino y será menos violento y más feliz"
26/01/2012 - 02:55
Foto: Ana Jiménez
LLUÍS AMIGUET
25
Mujeres guerreras
Acepto el consejo de la brillante ensayista Joanna Burke para evitar las agresiones sexistas: "Sea más femenino", pero no comparto su tesis de que serlo me haría menos violento. No hace falta evocar, como Sarkozy, a Juana de Arco, para entender que el poder no tiene sexo. Por eso, feminizarnos no nos hará mejores si ello comporta concentrar la autoridad en hembras alfa. No es el sexo sino la existencia de contrapoderes lo que evita el abuso de autoridad. Por eso me temo que, cuando ellas tienen el poder de iniciar una guerra –vean la película sobre Thatcher–, no se niegan por su sexo a declararla. Y las líneas que la propia Bourke dedica a las violaciones perpetradas por señoras dan fe.
Miramos ahora el vídeo de soldados de EE.UU. orinando sobre los cadáveres de iraquíes abatidos?
No es necesario.
Todos podemos verlo cada día a todas horas: ¿eso nos hace mejores?
Es que no lo vemos: lo consumimos. No es una mirada responsable sobre una salvajada que pasa de la indignación a la acción...
Ojalá.
... Sino un consumo banal de imágenes para satisfacer nuestra curiosidad e instintos.
¿Vemos ese vídeo como un videojuego?
A fuerza de consumir imágenes reales de salvajadas, convertimos cualquier atisbo de indignación en indiferencia. Al final, contemplar la canallada nos hace canallas.
Pues cada vez es más fácil filmarlas.
Eso temo: ¿qué soldado no querrá filmar la degollina con su móvil? Será una exhibición de miserias que nos volverá miserables.
¿Por qué lo dice tan segura?
Soy historiadora del dolor, la guerra, el abuso, la violación...¿Recuerda Abu Graib?
Imágenes de tortura en Iraq.
Pero la mayoría no las vio para juzgar, sino que las consumió banalmente. No nos interesaba defender la dignidad humana, porque si hubiera sido así, la segunda entrega de fotos nos habría interesado también. Y, en cambio, casi nadie la publicó, porque la noticia ya se había consumido.
Algunos periodistas creen que mostrar la barbarie ayuda a impedirla.
La historia muestra que no es cierto. Y he dedicado mi vida a la historia de la guerra, la violencia y el dolor.
¿Por qué?
Mi padre era médico y construimos un hospital en Haití, donde crecí presenciando atrocidades. Pero no sólo las veíamos, las combatíamos. Estudié la violencia por eso y también porque no había ninguna mujer historiadora bélica y creí que aportaría algo.
Lo ha hecho.
Después me apasioné al leer las cartas de soldados anónimos a sus mujeres, a sus hijos, a sus madres. Era la historia de los sin historia: más interesante que la oficial.
Por ejemplo...
Recuerdo al dueño de una tiendecita de barrio de Londres reclutado para el frente, donde comete atrocidades horrendas y después escribe con ternura unas cartas dulces y profundas a su mujer y a sus hijos.
Los humanos somos capaces de eso.
Le daría la razón si todos los soldados siempre se comportaran como bestias sin escrúpulos, pero ¿por qué en las mismas circunstancias unos son personas y otros actúan como torturadores o ultrajan cadáveres?
¿...?
Me niego a aceptar –como los candidatos republicanos a la Casa Blanca– que orinarse sobre un cadáver forme parte de las inevitables cosas de la guerra. Es una cobardía y una falta de disciplina: en primer lugar de los ultrajadores de cadáveres y después de unos mandos incapaces de imponerla.
¿Exhibir la violación también nos hace indiferentes a su vileza?
Me temo que se repite la anterior paradoja de los vídeos: ha habido campañas masivas de concienciación y la legislación ha avanzado enormemente, pero no todos nosotros.
¿Por qué no?
Las leyes han progresado más que las personas: hasta los años setenta en el Reino Unido era legal que un marido violara a su esposa. Y hoy la mayoría de las violaciones siguen produciéndose en el matrimonio, en la familia y entre amigos y conocidos. Sólo una pequeña parte las cometen extraños.
¿Por qué cree que es así?
Porque la víctima que denuncia sigue arruinando su vida. Una encuesta del 2010 revelaba que una de cada tres británicas creía que en una violación la violada siempre tenía al menos alguna parte de la culpa.
¿Qué propone usted?
Las leyes han mejorado, pero no las conciencias. Ya sólo avanzaremos con una revolución de las conciencias. Por eso pido la complicidad de los varones para asumir una parte de los valores femeninos. Sea usted más femenino y será menos violento y más feliz.
Escribe usted una historia universal del dolor: ¿qué le duele más de ella?
Celebro los avances de la ciencia y los analgésicos, pero también observo que hemos reducido el dolor a síntoma localizable y liquidable: a puras moléculas.
¿Y qué hay de malo?
El dolor durante siglos fue también una voz que te revelaba cosas de ti mismo. El dolor hablaba de todo el ser enfermo y tenía sentido y a veces trascendencia. Para algunos era un modo de hablar con Dios o incluso un pasaporte a la eternidad.
Francamente: no lo echo de menos.
Yo lamento la pérdida de esa parte del dolor revelador. El doctor escuchaba a todo el ser del paciente y no se limitaba a diagnosticar qué parte de su cuerpo está enferma.
Como el dolor no tenía remedio, se le buscaba un significado...
Yo creo que aún lo tiene. Pero se silencia con la despersonalización de la medicina. El médico ya no quiere oír al paciente quejarse; la queja estorba la diagnosis, porque ya no le interesa todo el paciente como persona, sólo su fragmento enfermo. Y nosotros no somos fragmentos, sino seres únicos.
¿No es mejor hoy, que se sufre menos?
El dolor en conjunto no ha disminuido, porque hoy se hacen intervenciones que antaño ni se habrían intentado.
·······················
Compra algunos de sus libros en Amazon.es:
La Segunda Guerra Mundial: Una historia de las víctimas
Sed de sangre: Historia íntima del combate cuerpo a cuerpo en las guerras del siglo XX
Los violadores: Historia del estupro de 1860 a nuestros días
domingo, 22 de enero de 2012
Francesc Miralles: Conversaciones de Felicidad
Francesc Miralles
Francesc Miralles Contijoch, escritor, ensayista, traductor y músico español, nació en Barcelona el 27 de agosto de 1968.
Es autor de numerosos libros de autoayuda y de varias novelas, entre ellas Perdut a Bombai (2001), Un haiku per a l'Alicia (2002), ganadora del premio Gran Angular, El somni d'Occident (2002), Café balcanic (2004), Jet Lag (2006), Barcelona blues (2004), Amor en minúscula (2006), Interrail (2007), con la que ganaría el premio Columna Jove, El viaje de Índigo (2007), El cuarto reino (2008), La profecía 2013 (2008) y Retrum: cuando estabamos muertos (2009).
Entre sus obras de no ficción figuran Barcelona romántica (2004), La barcelona insólita (2005), L'autoajuda al descobert (2006), Conversaciones sobre la felicidad (2007) y El laberinto de la felicidad (2007), en co-autoría con Álex Rovira, que ya ha sido traducido a 10 idiomas.
Como músico ha publicado un disco, Hotel Guru, en 2007.
Como traductor, ha traducido obras de Henning Mankell destinadas a un público juvenil, como Viatge a la fi del món (2007) o El noi que dormia a la neu (2007), ambas en catalán.
En 2009 gana la octava edición del Premio de Novela Ciudad de Torrevieja, junto a Álex Rovira, con la obra La última respuesta.
[editar]Referencias
«Retrum - El Autor» (2010).
http://www.francescmiralles.com/Biografia.asp?Id=1 biografia
Francesc Miralles Contijoch, escritor, ensayista, traductor y músico español, nació en Barcelona el 27 de agosto de 1968.
Es autor de numerosos libros de autoayuda y de varias novelas, entre ellas Perdut a Bombai (2001), Un haiku per a l'Alicia (2002), ganadora del premio Gran Angular, El somni d'Occident (2002), Café balcanic (2004), Jet Lag (2006), Barcelona blues (2004), Amor en minúscula (2006), Interrail (2007), con la que ganaría el premio Columna Jove, El viaje de Índigo (2007), El cuarto reino (2008), La profecía 2013 (2008) y Retrum: cuando estabamos muertos (2009).
Entre sus obras de no ficción figuran Barcelona romántica (2004), La barcelona insólita (2005), L'autoajuda al descobert (2006), Conversaciones sobre la felicidad (2007) y El laberinto de la felicidad (2007), en co-autoría con Álex Rovira, que ya ha sido traducido a 10 idiomas.
Como músico ha publicado un disco, Hotel Guru, en 2007.
Como traductor, ha traducido obras de Henning Mankell destinadas a un público juvenil, como Viatge a la fi del món (2007) o El noi que dormia a la neu (2007), ambas en catalán.
En 2009 gana la octava edición del Premio de Novela Ciudad de Torrevieja, junto a Álex Rovira, con la obra La última respuesta.
[editar]Referencias
«Retrum - El Autor» (2010).
http://www.francescmiralles.com/Biografia.asp?Id=1 biografia
sábado, 21 de enero de 2012
Charles Dickens empezó a trabajar a los 12 años
Fueron solo unos meses, pero cambiaron la historia de la literatura. Acababa de cumplir 12 años cuando, el lunes 9 de febrero de 1824, empezó a trabajar en la fábrica de betún Warren, en el número 30 de Hungerford Stairs, en una zona industrial de Londres, insalubre e infestada de ratas. Las jornadas se prolongaban durante 10 horas, con una pequeña pausa para comer. El salario era de seis o siete chelines a la semana (unos 30 euros en la actualidad). "Fue el acontecimiento más importante de la vida de Charles Dickens", explica el escritor Peter Ackroyd, cuya sólida biografía del novelista, Dickens. El observador solitario, acaba de editar Edhasa en España. "Es algo que siempre tuvo presente. Creo que gran parte de su energía creadora nace en esa infancia y su visión del mundo se forja en aquellos momentos". "Todo mi ser se sentía tan imbuido de pesar y humillación al pensar en lo que había perdido que incluso ahora, famoso, satisfecho y contento, en mis ensoñaciones, cuando rememoro con tristeza aquella época de mi vida, muchas veces me olvido de que tengo una mujer y unos hijos, incluso de que soy un hombre", le confesó a su amigo John Forster, autor de la primera biografía del escritor (The live of Charles Dickens). Forster ya señaló que el germen de David Copperfield surgió entre tarros de betún en aquellos talleres junto al Támesis. En el clásico ensayo de 1940, Dickens, The Two Scrooge, Edmund Wilson apuntaba también que aquel periodo de trabajo infantil, con su padre encarcelado a causa de las deudas, fue crucial en la formación literaria y humana del escritor.
Un relato paso a paso
Dickens contra la piratería
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"Fue muy popular y convocaba a multitudes. En ese sentido, podemos decir que fue la primera celebridad global", afirma Ackroyd
Los 200 años del nacimiento de Dickens, que se conmemoran el próximo 7 de febrero, se han convertido en el acontecimiento literario de la temporada. Exposiciones, nuevas versiones en cine y televisión de sus libros, biografías, ensayos, representaciones. El mastodóntico Waterstone's de Bloomsbury, una de las librerías más grandes de Londres, situada en el barrio literario y universitario por antonomasia -y en el que residió Dickens gran parte de su vida-, recibe al visitante con un escaparate lleno de títulos sobre el narrador, algunos tan contemporáneos como Charles Dickens in Cyberspace, de Jay Clayton, y otros tan sugerentes por sus ramificaciones políticas como La situación de la clase obrera en Inglaterra, de Friedrich Engels (Marx escribió sobre el autor de Grandes esperanzas que "había proclamado más verdades de calado social y político que todos los discursos de profesionales de la política, agitadores y moralistas juntos").
Sin embargo, todo este despliegue tiene algo de innecesario, porque Dickens jamás se ha ido. "Siempre ha estado presente, nunca ha dejado de ser una fuerza viva de la cultura británica", señala Ackroyd, autor de numerosas biografías, de Shakespeare y de Londres (ambas en Edhasa), entre otras. "Sus novelas han sido llevadas al cine de manera constante, se han rodado series de televisión desde que tengo memoria, sus libros son reeditados y leídos una y otra vez. No creo que haya habido ningún periodo desde su muerte en que no haya sido admirado universalmente". "Dickens está en todos los ámbitos de la cultura británica", asegura el historiador Alex Werner, conservador del Museo de Londres, comisario de la exposición Dickens y Londres, que puede verse hasta el 10 de junio, y coautor junto a Tony Williams del libro que acompaña la muestra, Dickens's victorian London (1831- 1901). Desde su muerte en 1870, se han publicado cerca de cien biografías, empezando por la de Forster en 1872. Estas últimas semanas han aparecido reseñas en casi todos los grandes diarios anglosajones de las dos últimas, Charles Dickens, A life, de Claire Tomalin -que ya había publicado un relato de la vida de la esposa del novelista, Catherine-, y Becoming Dickens. The invention of a novelist, un ensayo literario de Robert Douglas-Fairhurst.
Una forma de explicar la vigencia de Dickens es su presencia en una de las grandes series de televisión de la década. En la quinta temporada de The Wire, el director adjunto del Baltimore Sun pide a sus reporteros que busquen el "aspecto dickensiano" de la ciudad. De hecho, los blogueros Joy Delyria y Sean Michael Robinson lograron un considerable éxito en las redes sociales con una reconstrucción de la serie de David Simon al modo de un folletín victoriano. Recientemente, la BBC publicó en su página web un reportaje titulado Las seis cosas que Charles Dickens dio al mundo moderno: la celebración de las navidades gracias al impacto que tuvo Canción de Navidad, la denuncia de la pobreza, los personajes de la comedia moderna, el cine (no, no le confunden con los hermanos Lumière, Eisenstein dijo que los cimientos del séptimo arte fueron edificados por Griffith basándose en ideas de Dickens como el montaje paralelo o los primeros planos), los nombres de los personajes llenos de simbolismo y nuestra visión de la ley y el derecho. A esto podríamos añadir que Dickens fue un precursor de la defensa a ultranza de los derechos de autor, harto de que en Estados Unidos pirateasen sin contemplaciones sus obras, y la primera estrella de la cultura global, como explica Peter Ackroyd. "Fue muy popular entre públicos muy amplios y convocaba a multitudes cuando realizaba las giras de lectura de sus libros. En la época en que nacía la fotografía, ya era muy reconocido popularmente, y cuando realizaba sus giras por América era seguido por multitudes en la calle y se concentraban masas frente a los hoteles en los que se alojaba. En ese sentido, podemos decir que fue la primera celebridad global".
Una búsqueda en el ISBN revela 420 títulos de Dickens vivos en todas las lenguas nacionales, publicados por editoriales tan diversas como Gadir, Nocturna, Alba, Periférica, Alianza, Planeta, Impedimenta, Ediciones B, Cátedra, Valdemar, Belaqva, Edhasa, Destino, RBA, Alfaguara, Espasa Calpe, Cátedra o Círculo de Lectores, por solo citar unas cuantas. "Su habilidad para crear personajes creíbles es una de sus grandes virtudes, junto a su enorme habilidad como narrador, su capacidad para contar historias", explica Ackroyd. "Su talento para inventar es increíble: publicaba cada semana, cada mes, historias, esperando siempre hasta el momento mismo del cierre. Y siempre lograba mantener el interés de sus lectores". Según su biografía, llegó a crear 2.000 personajes en sus 14 novelas (15 si contamos la inacabada El misterio de Edwin Drood), sin tener en cuenta sus numerosos relatos, ni toda su producción periodística; aunque el Diccionario de Personajes Literarios Británicos recoge solo 989 nombres. Como destaca el historiador Alex Werner, su retrato más famoso, El sueño de Dickens, firmado por su contemporáneo Robert Williams Buss, muestra al escritor, en su estudio, dormido, rodeado por sus creaciones. Oliver Twist, Ebenezer Scrooge, David Copperfield, Jacob Marley, Bill Sikes, Fagin, Pip, Miss Havisham y su mugriento vestido de novia, el señor Pickwick, la pequeña Nell, Florence Dombey, Uriah Heep, Joe Gargery, Sydney Carton, Mister Gradgrind forman parte de un gigantesco legado que vive mucho más allá de la literatura. Su herencia incluye tramas, historias e imágenes, fantasmas de las navidades pasadas, futuras y presentes, principios como: "Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría y de la tontería, la época de fe y la época de la incredulidad, la estación de la luz y de las tinieblas, era la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación". Según sus biógrafos, todo ese mundo ficticio tiene dos anclajes reales: su propia vida y la ciudad de Londres.
"Su genialidad no puede separarse de su vida. Es imposible estudiar a Dickens de forma aislada, tiene que ser observado en el contexto de su época y de su vida en Londres. De hecho, su casa estaba a unos pocos metros de aquí", señala Peter Ackroyd, que recibe en su despacho de Bloomsbury, con su mesa de trabajo llena de libros sobre Chaplin y sobre la historia de Inglaterra, los dos temas en los que este inagotable investigador y novelista de 62 años está trabajando actualmente. Su biografía de Dickens se publicó en inglés en 1990, en dos volúmenes, con casi 1.400 páginas. Edhasa ha editado una versión posterior, acortada (700 páginas).
En su libro de viajes por Australia, Bill Bryson relata una visita al museo dedicado al más famoso de los bandidos del outback, Ned Kelly, situado en una polvorienta localidad perdida. Y escribe: "Era tan malo que era bueno". Siendo un poco exagerados, podríamos decir algo parecido del Museo de Charles Dickens en Londres. Es cierto que alberga la mejor colección de manuscritos y objetos del escritor y que, además, vivió allí con su familia durante dos años (entre 1837, una fecha muy simbólica porque es cuando empezó también la era victoriana, y 1839, época durante la que terminó de escribir Los papeles del Club Pickwick y comenzó Oliver Twist), lo que no se puede decir siempre de las casas-museo de los artistas. Pero no es lo que un visitante espera de un creador de la magnitud de Dickens. En su descargo se puede decir que esta vivienda, situada en una clásica calle de edificios georgianos, es museo desde 1925, lo que explicaría en parte su aire vetusto, y que las otras dos casas de Dickens en Londres, en Marylebone y en el cercano Tavistock Square, han desaparecido. En abril el museo se someterá a una ambiciosa reforma. El hecho de que cierre durante la celebración del segundo centenario del escritor y durante los Juegos Olímpicos ha provocado una cierta polémica en el Reino Unido, pero sus responsables han señalado que, si retrasan las obras, perderían los dos millones de libras concedidos por el fondo de la lotería para el mantenimiento de bienes culturales. Aparte de algunos momentos de una intensidad kitsch muy divertida -la cocina con sus quesos y pasteles falsos no tiene precio- y bastantes recuerdos y piezas interesantes, además de contribuir a la Dickens Fellowship, la casa del 48 de Doughty Street merece una visita porque permite un rápido recorrido por la vida del autor. Nació en 1812, su familia se mudó a Londres en 1820, trabajó durante un periodo de entre seis meses y un año cuando su padre se encontraba en prisión por sus deudas -"es una cosa muy desagradable el sentirse avergonzado del propio hogar", escribe en Grandes esperanzas-, comenzó a ejercer como periodista en 1828 (un oficio que nunca abandonaría). El éxito de Los papeles del Club Pickwick le permitió dedicarse a la literatura desde 1836. Su fama alcanzó su cénit en 1843 con Cuento de Navidad. Los viajes -dos a América, además de a Italia y Francia bastante a menudo-, la participación en diferentes causas filantrópicas, la afición al teatro, las lecturas públicas que le convirtieron en un hombre muy rico -ganar dinero fue una de las grandes obsesiones de su vida-, un divorcio tardío de Catherine, con la que tuvo diez hijos, y una relación nunca aclarada con la joven actriz Nelly Ternan -Ackroyd cree que nunca llegó a consumarse sexualmente mientras que otros biógrafos consideran que sí-, sus maratonianos paseos nocturnos -caminaba durante horas y horas, a veces hasta 30 kilómetros seguidos, como quedó reflejado en uno de sus ensayos más conocidos, Night walks-, las charlas y las complicidades con amigos como Wilkie Collins y el periodismo ocuparon gran parte de su tiempo. Además, claro, de la literatura: compuso por entregas 14 novelas que desde su publicación entraron a formar parte de la conciencia colectiva de Occidente. Falleció, tras una extenuante gira de lecturas, en la tarde del 9 de junio de 1870, a los 58 años, en su casa de Kent. Como escribió recientemente en The New York Times el ensayista Verlyn Klinkenborg, "doscientos años después de su muerte, Charles Dickens sigue guardando su mayor secreto: la esencia de su energía".
Una parte muy importante de esa fuerza se la dio la ciudad en la que vivió y en la que situó la inmensa mayoría de su obra. "Londres y Dickens van juntos", afirma Alex Werner. "Londres influyó tanto a Dickens que se puede decir que su genio dependió del entorno londinense, fue un gran visionario que vio en las calles de Londres un universo entero, de alegría, de sufrimiento. Los dos estaban profundamente conectados y entre los dos crearon el más maravilloso retrato de la humanidad en el siglo XIX", explica Ackroyd. Pero Dickens no se limitó a describir y a captar la esencia de esa transformación: luchó por cambiar las condiciones de vida. Y en cierta medida lo logró. Como explica Steven Pinker en su magnífico e influyente ensayo The better angels of our nature, una investigación sobre el descenso de la violencia en Occidente, "Oliver Twist y Nicholas Nickleby abrieron los ojos de la sociedad sobre los malos tratos a los niños en los albergues y orfanatos". La exposición del Museo de Londres permite percibir la ciudad en la que Dickens vivió y escribió: a principios del XIX tenía apenas un millón de habitantes, en los años setenta de ese siglo alcanzaba los 3,5. Como relata Werner, era la capital del mundo -con 1851, el año de la exposición universal, como epicentro-. Justo en esa época, la población urbana se convirtió en mayoritaria en el Reino Unido, con miles de personas llegando cada día a la megalópolis para vivir en condiciones muchas veces de una pobreza atroz (no es ninguna casualidad que Dickens, Marx y Engels escribiesen lo que escribieron en aquellos años en Londres). Ackroyd, autor de la más conocida historia de la capital británica (Londres, Edhasa, 2002), señala: "Durante su vida Londres cambió más que en ningún otro momento de su historia". En Dickens's victorian London, Alex Werner y Tony Williams escriben: "Supo captar todos los cambios que ocurrían a su alrededor y cuando leemos sus obras somos testigos del crecimiento y desarrollo de la ciudad moderna, con todos sus problemas asociados".
En esa ciudad de las grandes esperanzas de Pip, la miseria infantil de Oliver Twist y David Copperfield, un joven se vio obligado a trabajar en una fábrica de betún en una sociedad que cambiaba a toda velocidad y un escritor trató de construir todo su mundo sobre ese vértigo. Como escribe Ackroyd: "En su obra lo real y lo irreal, lo material y lo espiritual, lo concreto y lo fantástico, lo mundano y lo trascendente conviven en precario equilibrio, solo resuelto por el vigor de la palabra creada. En eso consiste la magia de Charles Dickens".
Dickens. El observador solitario. Peter Ackroyd. Edhasa. Dickens's victorian London. Alex Werner y Tony Williams. Ebury Press, 2011. 288 páginas. Dickens and London. Museo de Londres. Lunes a domingo. 10.00 a 18.00. Hasta el 10 de junio. www.museumoflondon.org.uk/london-wall. Charles Dickens Museum. 48 Doughty Street. Londres. Lunes a domingo, 10.00 a 17.00. Cerrado a partir del 10 de abril. www.dickensmuseum.com.
Un relato paso a paso
Dickens contra la piratería
La noticia en otros webs
webs en español
en otros idiomas
"Fue muy popular y convocaba a multitudes. En ese sentido, podemos decir que fue la primera celebridad global", afirma Ackroyd
Los 200 años del nacimiento de Dickens, que se conmemoran el próximo 7 de febrero, se han convertido en el acontecimiento literario de la temporada. Exposiciones, nuevas versiones en cine y televisión de sus libros, biografías, ensayos, representaciones. El mastodóntico Waterstone's de Bloomsbury, una de las librerías más grandes de Londres, situada en el barrio literario y universitario por antonomasia -y en el que residió Dickens gran parte de su vida-, recibe al visitante con un escaparate lleno de títulos sobre el narrador, algunos tan contemporáneos como Charles Dickens in Cyberspace, de Jay Clayton, y otros tan sugerentes por sus ramificaciones políticas como La situación de la clase obrera en Inglaterra, de Friedrich Engels (Marx escribió sobre el autor de Grandes esperanzas que "había proclamado más verdades de calado social y político que todos los discursos de profesionales de la política, agitadores y moralistas juntos").
Sin embargo, todo este despliegue tiene algo de innecesario, porque Dickens jamás se ha ido. "Siempre ha estado presente, nunca ha dejado de ser una fuerza viva de la cultura británica", señala Ackroyd, autor de numerosas biografías, de Shakespeare y de Londres (ambas en Edhasa), entre otras. "Sus novelas han sido llevadas al cine de manera constante, se han rodado series de televisión desde que tengo memoria, sus libros son reeditados y leídos una y otra vez. No creo que haya habido ningún periodo desde su muerte en que no haya sido admirado universalmente". "Dickens está en todos los ámbitos de la cultura británica", asegura el historiador Alex Werner, conservador del Museo de Londres, comisario de la exposición Dickens y Londres, que puede verse hasta el 10 de junio, y coautor junto a Tony Williams del libro que acompaña la muestra, Dickens's victorian London (1831- 1901). Desde su muerte en 1870, se han publicado cerca de cien biografías, empezando por la de Forster en 1872. Estas últimas semanas han aparecido reseñas en casi todos los grandes diarios anglosajones de las dos últimas, Charles Dickens, A life, de Claire Tomalin -que ya había publicado un relato de la vida de la esposa del novelista, Catherine-, y Becoming Dickens. The invention of a novelist, un ensayo literario de Robert Douglas-Fairhurst.
Una forma de explicar la vigencia de Dickens es su presencia en una de las grandes series de televisión de la década. En la quinta temporada de The Wire, el director adjunto del Baltimore Sun pide a sus reporteros que busquen el "aspecto dickensiano" de la ciudad. De hecho, los blogueros Joy Delyria y Sean Michael Robinson lograron un considerable éxito en las redes sociales con una reconstrucción de la serie de David Simon al modo de un folletín victoriano. Recientemente, la BBC publicó en su página web un reportaje titulado Las seis cosas que Charles Dickens dio al mundo moderno: la celebración de las navidades gracias al impacto que tuvo Canción de Navidad, la denuncia de la pobreza, los personajes de la comedia moderna, el cine (no, no le confunden con los hermanos Lumière, Eisenstein dijo que los cimientos del séptimo arte fueron edificados por Griffith basándose en ideas de Dickens como el montaje paralelo o los primeros planos), los nombres de los personajes llenos de simbolismo y nuestra visión de la ley y el derecho. A esto podríamos añadir que Dickens fue un precursor de la defensa a ultranza de los derechos de autor, harto de que en Estados Unidos pirateasen sin contemplaciones sus obras, y la primera estrella de la cultura global, como explica Peter Ackroyd. "Fue muy popular entre públicos muy amplios y convocaba a multitudes cuando realizaba las giras de lectura de sus libros. En la época en que nacía la fotografía, ya era muy reconocido popularmente, y cuando realizaba sus giras por América era seguido por multitudes en la calle y se concentraban masas frente a los hoteles en los que se alojaba. En ese sentido, podemos decir que fue la primera celebridad global".
Una búsqueda en el ISBN revela 420 títulos de Dickens vivos en todas las lenguas nacionales, publicados por editoriales tan diversas como Gadir, Nocturna, Alba, Periférica, Alianza, Planeta, Impedimenta, Ediciones B, Cátedra, Valdemar, Belaqva, Edhasa, Destino, RBA, Alfaguara, Espasa Calpe, Cátedra o Círculo de Lectores, por solo citar unas cuantas. "Su habilidad para crear personajes creíbles es una de sus grandes virtudes, junto a su enorme habilidad como narrador, su capacidad para contar historias", explica Ackroyd. "Su talento para inventar es increíble: publicaba cada semana, cada mes, historias, esperando siempre hasta el momento mismo del cierre. Y siempre lograba mantener el interés de sus lectores". Según su biografía, llegó a crear 2.000 personajes en sus 14 novelas (15 si contamos la inacabada El misterio de Edwin Drood), sin tener en cuenta sus numerosos relatos, ni toda su producción periodística; aunque el Diccionario de Personajes Literarios Británicos recoge solo 989 nombres. Como destaca el historiador Alex Werner, su retrato más famoso, El sueño de Dickens, firmado por su contemporáneo Robert Williams Buss, muestra al escritor, en su estudio, dormido, rodeado por sus creaciones. Oliver Twist, Ebenezer Scrooge, David Copperfield, Jacob Marley, Bill Sikes, Fagin, Pip, Miss Havisham y su mugriento vestido de novia, el señor Pickwick, la pequeña Nell, Florence Dombey, Uriah Heep, Joe Gargery, Sydney Carton, Mister Gradgrind forman parte de un gigantesco legado que vive mucho más allá de la literatura. Su herencia incluye tramas, historias e imágenes, fantasmas de las navidades pasadas, futuras y presentes, principios como: "Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría y de la tontería, la época de fe y la época de la incredulidad, la estación de la luz y de las tinieblas, era la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación". Según sus biógrafos, todo ese mundo ficticio tiene dos anclajes reales: su propia vida y la ciudad de Londres.
"Su genialidad no puede separarse de su vida. Es imposible estudiar a Dickens de forma aislada, tiene que ser observado en el contexto de su época y de su vida en Londres. De hecho, su casa estaba a unos pocos metros de aquí", señala Peter Ackroyd, que recibe en su despacho de Bloomsbury, con su mesa de trabajo llena de libros sobre Chaplin y sobre la historia de Inglaterra, los dos temas en los que este inagotable investigador y novelista de 62 años está trabajando actualmente. Su biografía de Dickens se publicó en inglés en 1990, en dos volúmenes, con casi 1.400 páginas. Edhasa ha editado una versión posterior, acortada (700 páginas).
En su libro de viajes por Australia, Bill Bryson relata una visita al museo dedicado al más famoso de los bandidos del outback, Ned Kelly, situado en una polvorienta localidad perdida. Y escribe: "Era tan malo que era bueno". Siendo un poco exagerados, podríamos decir algo parecido del Museo de Charles Dickens en Londres. Es cierto que alberga la mejor colección de manuscritos y objetos del escritor y que, además, vivió allí con su familia durante dos años (entre 1837, una fecha muy simbólica porque es cuando empezó también la era victoriana, y 1839, época durante la que terminó de escribir Los papeles del Club Pickwick y comenzó Oliver Twist), lo que no se puede decir siempre de las casas-museo de los artistas. Pero no es lo que un visitante espera de un creador de la magnitud de Dickens. En su descargo se puede decir que esta vivienda, situada en una clásica calle de edificios georgianos, es museo desde 1925, lo que explicaría en parte su aire vetusto, y que las otras dos casas de Dickens en Londres, en Marylebone y en el cercano Tavistock Square, han desaparecido. En abril el museo se someterá a una ambiciosa reforma. El hecho de que cierre durante la celebración del segundo centenario del escritor y durante los Juegos Olímpicos ha provocado una cierta polémica en el Reino Unido, pero sus responsables han señalado que, si retrasan las obras, perderían los dos millones de libras concedidos por el fondo de la lotería para el mantenimiento de bienes culturales. Aparte de algunos momentos de una intensidad kitsch muy divertida -la cocina con sus quesos y pasteles falsos no tiene precio- y bastantes recuerdos y piezas interesantes, además de contribuir a la Dickens Fellowship, la casa del 48 de Doughty Street merece una visita porque permite un rápido recorrido por la vida del autor. Nació en 1812, su familia se mudó a Londres en 1820, trabajó durante un periodo de entre seis meses y un año cuando su padre se encontraba en prisión por sus deudas -"es una cosa muy desagradable el sentirse avergonzado del propio hogar", escribe en Grandes esperanzas-, comenzó a ejercer como periodista en 1828 (un oficio que nunca abandonaría). El éxito de Los papeles del Club Pickwick le permitió dedicarse a la literatura desde 1836. Su fama alcanzó su cénit en 1843 con Cuento de Navidad. Los viajes -dos a América, además de a Italia y Francia bastante a menudo-, la participación en diferentes causas filantrópicas, la afición al teatro, las lecturas públicas que le convirtieron en un hombre muy rico -ganar dinero fue una de las grandes obsesiones de su vida-, un divorcio tardío de Catherine, con la que tuvo diez hijos, y una relación nunca aclarada con la joven actriz Nelly Ternan -Ackroyd cree que nunca llegó a consumarse sexualmente mientras que otros biógrafos consideran que sí-, sus maratonianos paseos nocturnos -caminaba durante horas y horas, a veces hasta 30 kilómetros seguidos, como quedó reflejado en uno de sus ensayos más conocidos, Night walks-, las charlas y las complicidades con amigos como Wilkie Collins y el periodismo ocuparon gran parte de su tiempo. Además, claro, de la literatura: compuso por entregas 14 novelas que desde su publicación entraron a formar parte de la conciencia colectiva de Occidente. Falleció, tras una extenuante gira de lecturas, en la tarde del 9 de junio de 1870, a los 58 años, en su casa de Kent. Como escribió recientemente en The New York Times el ensayista Verlyn Klinkenborg, "doscientos años después de su muerte, Charles Dickens sigue guardando su mayor secreto: la esencia de su energía".
Una parte muy importante de esa fuerza se la dio la ciudad en la que vivió y en la que situó la inmensa mayoría de su obra. "Londres y Dickens van juntos", afirma Alex Werner. "Londres influyó tanto a Dickens que se puede decir que su genio dependió del entorno londinense, fue un gran visionario que vio en las calles de Londres un universo entero, de alegría, de sufrimiento. Los dos estaban profundamente conectados y entre los dos crearon el más maravilloso retrato de la humanidad en el siglo XIX", explica Ackroyd. Pero Dickens no se limitó a describir y a captar la esencia de esa transformación: luchó por cambiar las condiciones de vida. Y en cierta medida lo logró. Como explica Steven Pinker en su magnífico e influyente ensayo The better angels of our nature, una investigación sobre el descenso de la violencia en Occidente, "Oliver Twist y Nicholas Nickleby abrieron los ojos de la sociedad sobre los malos tratos a los niños en los albergues y orfanatos". La exposición del Museo de Londres permite percibir la ciudad en la que Dickens vivió y escribió: a principios del XIX tenía apenas un millón de habitantes, en los años setenta de ese siglo alcanzaba los 3,5. Como relata Werner, era la capital del mundo -con 1851, el año de la exposición universal, como epicentro-. Justo en esa época, la población urbana se convirtió en mayoritaria en el Reino Unido, con miles de personas llegando cada día a la megalópolis para vivir en condiciones muchas veces de una pobreza atroz (no es ninguna casualidad que Dickens, Marx y Engels escribiesen lo que escribieron en aquellos años en Londres). Ackroyd, autor de la más conocida historia de la capital británica (Londres, Edhasa, 2002), señala: "Durante su vida Londres cambió más que en ningún otro momento de su historia". En Dickens's victorian London, Alex Werner y Tony Williams escriben: "Supo captar todos los cambios que ocurrían a su alrededor y cuando leemos sus obras somos testigos del crecimiento y desarrollo de la ciudad moderna, con todos sus problemas asociados".
En esa ciudad de las grandes esperanzas de Pip, la miseria infantil de Oliver Twist y David Copperfield, un joven se vio obligado a trabajar en una fábrica de betún en una sociedad que cambiaba a toda velocidad y un escritor trató de construir todo su mundo sobre ese vértigo. Como escribe Ackroyd: "En su obra lo real y lo irreal, lo material y lo espiritual, lo concreto y lo fantástico, lo mundano y lo trascendente conviven en precario equilibrio, solo resuelto por el vigor de la palabra creada. En eso consiste la magia de Charles Dickens".
Dickens. El observador solitario. Peter Ackroyd. Edhasa. Dickens's victorian London. Alex Werner y Tony Williams. Ebury Press, 2011. 288 páginas. Dickens and London. Museo de Londres. Lunes a domingo. 10.00 a 18.00. Hasta el 10 de junio. www.museumoflondon.org.uk/london-wall. Charles Dickens Museum. 48 Doughty Street. Londres. Lunes a domingo, 10.00 a 17.00. Cerrado a partir del 10 de abril. www.dickensmuseum.com.
Charles Dickens empezó a trabajar a los 12 años
Fueron solo unos meses, pero cambiaron la historia de la literatura. Acababa de cumplir 12 años cuando, el lunes 9 de febrero de 1824, empezó a trabajar en la fábrica de betún Warren, en el número 30 de Hungerford Stairs, en una zona industrial de Londres, insalubre e infestada de ratas. Las jornadas se prolongaban durante 10 horas, con una pequeña pausa para comer. El salario era de seis o siete chelines a la semana (unos 30 euros en la actualidad). "Fue el acontecimiento más importante de la vida de Charles Dickens", explica el escritor Peter Ackroyd, cuya sólida biografía del novelista, Dickens. El observador solitario, acaba de editar Edhasa en España. "Es algo que siempre tuvo presente. Creo que gran parte de su energía creadora nace en esa infancia y su visión del mundo se forja en aquellos momentos". "Todo mi ser se sentía tan imbuido de pesar y humillación al pensar en lo que había perdido que incluso ahora, famoso, satisfecho y contento, en mis ensoñaciones, cuando rememoro con tristeza aquella época de mi vida, muchas veces me olvido de que tengo una mujer y unos hijos, incluso de que soy un hombre", le confesó a su amigo John Forster, autor de la primera biografía del escritor (The live of Charles Dickens). Forster ya señaló que el germen de David Copperfield surgió entre tarros de betún en aquellos talleres junto al Támesis. En el clásico ensayo de 1940, Dickens, The Two Scrooge, Edmund Wilson apuntaba también que aquel periodo de trabajo infantil, con su padre encarcelado a causa de las deudas, fue crucial en la formación literaria y humana del escritor.
Un relato paso a paso
Dickens contra la piratería
La noticia en otros webs
webs en español
en otros idiomas
"Fue muy popular y convocaba a multitudes. En ese sentido, podemos decir que fue la primera celebridad global", afirma Ackroyd
Los 200 años del nacimiento de Dickens, que se conmemoran el próximo 7 de febrero, se han convertido en el acontecimiento literario de la temporada. Exposiciones, nuevas versiones en cine y televisión de sus libros, biografías, ensayos, representaciones. El mastodóntico Waterstone's de Bloomsbury, una de las librerías más grandes de Londres, situada en el barrio literario y universitario por antonomasia -y en el que residió Dickens gran parte de su vida-, recibe al visitante con un escaparate lleno de títulos sobre el narrador, algunos tan contemporáneos como Charles Dickens in Cyberspace, de Jay Clayton, y otros tan sugerentes por sus ramificaciones políticas como La situación de la clase obrera en Inglaterra, de Friedrich Engels (Marx escribió sobre el autor de Grandes esperanzas que "había proclamado más verdades de calado social y político que todos los discursos de profesionales de la política, agitadores y moralistas juntos").
Sin embargo, todo este despliegue tiene algo de innecesario, porque Dickens jamás se ha ido. "Siempre ha estado presente, nunca ha dejado de ser una fuerza viva de la cultura británica", señala Ackroyd, autor de numerosas biografías, de Shakespeare y de Londres (ambas en Edhasa), entre otras. "Sus novelas han sido llevadas al cine de manera constante, se han rodado series de televisión desde que tengo memoria, sus libros son reeditados y leídos una y otra vez. No creo que haya habido ningún periodo desde su muerte en que no haya sido admirado universalmente". "Dickens está en todos los ámbitos de la cultura británica", asegura el historiador Alex Werner, conservador del Museo de Londres, comisario de la exposición Dickens y Londres, que puede verse hasta el 10 de junio, y coautor junto a Tony Williams del libro que acompaña la muestra, Dickens's victorian London (1831- 1901). Desde su muerte en 1870, se han publicado cerca de cien biografías, empezando por la de Forster en 1872. Estas últimas semanas han aparecido reseñas en casi todos los grandes diarios anglosajones de las dos últimas, Charles Dickens, A life, de Claire Tomalin -que ya había publicado un relato de la vida de la esposa del novelista, Catherine-, y Becoming Dickens. The invention of a novelist, un ensayo literario de Robert Douglas-Fairhurst.
Una forma de explicar la vigencia de Dickens es su presencia en una de las grandes series de televisión de la década. En la quinta temporada de The Wire, el director adjunto del Baltimore Sun pide a sus reporteros que busquen el "aspecto dickensiano" de la ciudad. De hecho, los blogueros Joy Delyria y Sean Michael Robinson lograron un considerable éxito en las redes sociales con una reconstrucción de la serie de David Simon al modo de un folletín victoriano. Recientemente, la BBC publicó en su página web un reportaje titulado Las seis cosas que Charles Dickens dio al mundo moderno: la celebración de las navidades gracias al impacto que tuvo Canción de Navidad, la denuncia de la pobreza, los personajes de la comedia moderna, el cine (no, no le confunden con los hermanos Lumière, Eisenstein dijo que los cimientos del séptimo arte fueron edificados por Griffith basándose en ideas de Dickens como el montaje paralelo o los primeros planos), los nombres de los personajes llenos de simbolismo y nuestra visión de la ley y el derecho. A esto podríamos añadir que Dickens fue un precursor de la defensa a ultranza de los derechos de autor, harto de que en Estados Unidos pirateasen sin contemplaciones sus obras, y la primera estrella de la cultura global, como explica Peter Ackroyd. "Fue muy popular entre públicos muy amplios y convocaba a multitudes cuando realizaba las giras de lectura de sus libros. En la época en que nacía la fotografía, ya era muy reconocido popularmente, y cuando realizaba sus giras por América era seguido por multitudes en la calle y se concentraban masas frente a los hoteles en los que se alojaba. En ese sentido, podemos decir que fue la primera celebridad global".
Una búsqueda en el ISBN revela 420 títulos de Dickens vivos en todas las lenguas nacionales, publicados por editoriales tan diversas como Gadir, Nocturna, Alba, Periférica, Alianza, Planeta, Impedimenta, Ediciones B, Cátedra, Valdemar, Belaqva, Edhasa, Destino, RBA, Alfaguara, Espasa Calpe, Cátedra o Círculo de Lectores, por solo citar unas cuantas. "Su habilidad para crear personajes creíbles es una de sus grandes virtudes, junto a su enorme habilidad como narrador, su capacidad para contar historias", explica Ackroyd. "Su talento para inventar es increíble: publicaba cada semana, cada mes, historias, esperando siempre hasta el momento mismo del cierre. Y siempre lograba mantener el interés de sus lectores". Según su biografía, llegó a crear 2.000 personajes en sus 14 novelas (15 si contamos la inacabada El misterio de Edwin Drood), sin tener en cuenta sus numerosos relatos, ni toda su producción periodística; aunque el Diccionario de Personajes Literarios Británicos recoge solo 989 nombres. Como destaca el historiador Alex Werner, su retrato más famoso, El sueño de Dickens, firmado por su contemporáneo Robert Williams Buss, muestra al escritor, en su estudio, dormido, rodeado por sus creaciones. Oliver Twist, Ebenezer Scrooge, David Copperfield, Jacob Marley, Bill Sikes, Fagin, Pip, Miss Havisham y su mugriento vestido de novia, el señor Pickwick, la pequeña Nell, Florence Dombey, Uriah Heep, Joe Gargery, Sydney Carton, Mister Gradgrind forman parte de un gigantesco legado que vive mucho más allá de la literatura. Su herencia incluye tramas, historias e imágenes, fantasmas de las navidades pasadas, futuras y presentes, principios como: "Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría y de la tontería, la época de fe y la época de la incredulidad, la estación de la luz y de las tinieblas, era la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación". Según sus biógrafos, todo ese mundo ficticio tiene dos anclajes reales: su propia vida y la ciudad de Londres.
"Su genialidad no puede separarse de su vida. Es imposible estudiar a Dickens de forma aislada, tiene que ser observado en el contexto de su época y de su vida en Londres. De hecho, su casa estaba a unos pocos metros de aquí", señala Peter Ackroyd, que recibe en su despacho de Bloomsbury, con su mesa de trabajo llena de libros sobre Chaplin y sobre la historia de Inglaterra, los dos temas en los que este inagotable investigador y novelista de 62 años está trabajando actualmente. Su biografía de Dickens se publicó en inglés en 1990, en dos volúmenes, con casi 1.400 páginas. Edhasa ha editado una versión posterior, acortada (700 páginas).
En su libro de viajes por Australia, Bill Bryson relata una visita al museo dedicado al más famoso de los bandidos del outback, Ned Kelly, situado en una polvorienta localidad perdida. Y escribe: "Era tan malo que era bueno". Siendo un poco exagerados, podríamos decir algo parecido del Museo de Charles Dickens en Londres. Es cierto que alberga la mejor colección de manuscritos y objetos del escritor y que, además, vivió allí con su familia durante dos años (entre 1837, una fecha muy simbólica porque es cuando empezó también la era victoriana, y 1839, época durante la que terminó de escribir Los papeles del Club Pickwick y comenzó Oliver Twist), lo que no se puede decir siempre de las casas-museo de los artistas. Pero no es lo que un visitante espera de un creador de la magnitud de Dickens. En su descargo se puede decir que esta vivienda, situada en una clásica calle de edificios georgianos, es museo desde 1925, lo que explicaría en parte su aire vetusto, y que las otras dos casas de Dickens en Londres, en Marylebone y en el cercano Tavistock Square, han desaparecido. En abril el museo se someterá a una ambiciosa reforma. El hecho de que cierre durante la celebración del segundo centenario del escritor y durante los Juegos Olímpicos ha provocado una cierta polémica en el Reino Unido, pero sus responsables han señalado que, si retrasan las obras, perderían los dos millones de libras concedidos por el fondo de la lotería para el mantenimiento de bienes culturales. Aparte de algunos momentos de una intensidad kitsch muy divertida -la cocina con sus quesos y pasteles falsos no tiene precio- y bastantes recuerdos y piezas interesantes, además de contribuir a la Dickens Fellowship, la casa del 48 de Doughty Street merece una visita porque permite un rápido recorrido por la vida del autor. Nació en 1812, su familia se mudó a Londres en 1820, trabajó durante un periodo de entre seis meses y un año cuando su padre se encontraba en prisión por sus deudas -"es una cosa muy desagradable el sentirse avergonzado del propio hogar", escribe en Grandes esperanzas-, comenzó a ejercer como periodista en 1828 (un oficio que nunca abandonaría). El éxito de Los papeles del Club Pickwick le permitió dedicarse a la literatura desde 1836. Su fama alcanzó su cénit en 1843 con Cuento de Navidad. Los viajes -dos a América, además de a Italia y Francia bastante a menudo-, la participación en diferentes causas filantrópicas, la afición al teatro, las lecturas públicas que le convirtieron en un hombre muy rico -ganar dinero fue una de las grandes obsesiones de su vida-, un divorcio tardío de Catherine, con la que tuvo diez hijos, y una relación nunca aclarada con la joven actriz Nelly Ternan -Ackroyd cree que nunca llegó a consumarse sexualmente mientras que otros biógrafos consideran que sí-, sus maratonianos paseos nocturnos -caminaba durante horas y horas, a veces hasta 30 kilómetros seguidos, como quedó reflejado en uno de sus ensayos más conocidos, Night walks-, las charlas y las complicidades con amigos como Wilkie Collins y el periodismo ocuparon gran parte de su tiempo. Además, claro, de la literatura: compuso por entregas 14 novelas que desde su publicación entraron a formar parte de la conciencia colectiva de Occidente. Falleció, tras una extenuante gira de lecturas, en la tarde del 9 de junio de 1870, a los 58 años, en su casa de Kent. Como escribió recientemente en The New York Times el ensayista Verlyn Klinkenborg, "doscientos años después de su muerte, Charles Dickens sigue guardando su mayor secreto: la esencia de su energía".
Una parte muy importante de esa fuerza se la dio la ciudad en la que vivió y en la que situó la inmensa mayoría de su obra. "Londres y Dickens van juntos", afirma Alex Werner. "Londres influyó tanto a Dickens que se puede decir que su genio dependió del entorno londinense, fue un gran visionario que vio en las calles de Londres un universo entero, de alegría, de sufrimiento. Los dos estaban profundamente conectados y entre los dos crearon el más maravilloso retrato de la humanidad en el siglo XIX", explica Ackroyd. Pero Dickens no se limitó a describir y a captar la esencia de esa transformación: luchó por cambiar las condiciones de vida. Y en cierta medida lo logró. Como explica Steven Pinker en su magnífico e influyente ensayo The better angels of our nature, una investigación sobre el descenso de la violencia en Occidente, "Oliver Twist y Nicholas Nickleby abrieron los ojos de la sociedad sobre los malos tratos a los niños en los albergues y orfanatos". La exposición del Museo de Londres permite percibir la ciudad en la que Dickens vivió y escribió: a principios del XIX tenía apenas un millón de habitantes, en los años setenta de ese siglo alcanzaba los 3,5. Como relata Werner, era la capital del mundo -con 1851, el año de la exposición universal, como epicentro-. Justo en esa época, la población urbana se convirtió en mayoritaria en el Reino Unido, con miles de personas llegando cada día a la megalópolis para vivir en condiciones muchas veces de una pobreza atroz (no es ninguna casualidad que Dickens, Marx y Engels escribiesen lo que escribieron en aquellos años en Londres). Ackroyd, autor de la más conocida historia de la capital británica (Londres, Edhasa, 2002), señala: "Durante su vida Londres cambió más que en ningún otro momento de su historia". En Dickens's victorian London, Alex Werner y Tony Williams escriben: "Supo captar todos los cambios que ocurrían a su alrededor y cuando leemos sus obras somos testigos del crecimiento y desarrollo de la ciudad moderna, con todos sus problemas asociados".
En esa ciudad de las grandes esperanzas de Pip, la miseria infantil de Oliver Twist y David Copperfield, un joven se vio obligado a trabajar en una fábrica de betún en una sociedad que cambiaba a toda velocidad y un escritor trató de construir todo su mundo sobre ese vértigo. Como escribe Ackroyd: "En su obra lo real y lo irreal, lo material y lo espiritual, lo concreto y lo fantástico, lo mundano y lo trascendente conviven en precario equilibrio, solo resuelto por el vigor de la palabra creada. En eso consiste la magia de Charles Dickens".
Dickens. El observador solitario. Peter Ackroyd. Edhasa. Dickens's victorian London. Alex Werner y Tony Williams. Ebury Press, 2011. 288 páginas. Dickens and London. Museo de Londres. Lunes a domingo. 10.00 a 18.00. Hasta el 10 de junio. www.museumoflondon.org.uk/london-wall. Charles Dickens Museum. 48 Doughty Street. Londres. Lunes a domingo, 10.00 a 17.00. Cerrado a partir del 10 de abril. www.dickensmuseum.com.
Un relato paso a paso
Dickens contra la piratería
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"Fue muy popular y convocaba a multitudes. En ese sentido, podemos decir que fue la primera celebridad global", afirma Ackroyd
Los 200 años del nacimiento de Dickens, que se conmemoran el próximo 7 de febrero, se han convertido en el acontecimiento literario de la temporada. Exposiciones, nuevas versiones en cine y televisión de sus libros, biografías, ensayos, representaciones. El mastodóntico Waterstone's de Bloomsbury, una de las librerías más grandes de Londres, situada en el barrio literario y universitario por antonomasia -y en el que residió Dickens gran parte de su vida-, recibe al visitante con un escaparate lleno de títulos sobre el narrador, algunos tan contemporáneos como Charles Dickens in Cyberspace, de Jay Clayton, y otros tan sugerentes por sus ramificaciones políticas como La situación de la clase obrera en Inglaterra, de Friedrich Engels (Marx escribió sobre el autor de Grandes esperanzas que "había proclamado más verdades de calado social y político que todos los discursos de profesionales de la política, agitadores y moralistas juntos").
Sin embargo, todo este despliegue tiene algo de innecesario, porque Dickens jamás se ha ido. "Siempre ha estado presente, nunca ha dejado de ser una fuerza viva de la cultura británica", señala Ackroyd, autor de numerosas biografías, de Shakespeare y de Londres (ambas en Edhasa), entre otras. "Sus novelas han sido llevadas al cine de manera constante, se han rodado series de televisión desde que tengo memoria, sus libros son reeditados y leídos una y otra vez. No creo que haya habido ningún periodo desde su muerte en que no haya sido admirado universalmente". "Dickens está en todos los ámbitos de la cultura británica", asegura el historiador Alex Werner, conservador del Museo de Londres, comisario de la exposición Dickens y Londres, que puede verse hasta el 10 de junio, y coautor junto a Tony Williams del libro que acompaña la muestra, Dickens's victorian London (1831- 1901). Desde su muerte en 1870, se han publicado cerca de cien biografías, empezando por la de Forster en 1872. Estas últimas semanas han aparecido reseñas en casi todos los grandes diarios anglosajones de las dos últimas, Charles Dickens, A life, de Claire Tomalin -que ya había publicado un relato de la vida de la esposa del novelista, Catherine-, y Becoming Dickens. The invention of a novelist, un ensayo literario de Robert Douglas-Fairhurst.
Una forma de explicar la vigencia de Dickens es su presencia en una de las grandes series de televisión de la década. En la quinta temporada de The Wire, el director adjunto del Baltimore Sun pide a sus reporteros que busquen el "aspecto dickensiano" de la ciudad. De hecho, los blogueros Joy Delyria y Sean Michael Robinson lograron un considerable éxito en las redes sociales con una reconstrucción de la serie de David Simon al modo de un folletín victoriano. Recientemente, la BBC publicó en su página web un reportaje titulado Las seis cosas que Charles Dickens dio al mundo moderno: la celebración de las navidades gracias al impacto que tuvo Canción de Navidad, la denuncia de la pobreza, los personajes de la comedia moderna, el cine (no, no le confunden con los hermanos Lumière, Eisenstein dijo que los cimientos del séptimo arte fueron edificados por Griffith basándose en ideas de Dickens como el montaje paralelo o los primeros planos), los nombres de los personajes llenos de simbolismo y nuestra visión de la ley y el derecho. A esto podríamos añadir que Dickens fue un precursor de la defensa a ultranza de los derechos de autor, harto de que en Estados Unidos pirateasen sin contemplaciones sus obras, y la primera estrella de la cultura global, como explica Peter Ackroyd. "Fue muy popular entre públicos muy amplios y convocaba a multitudes cuando realizaba las giras de lectura de sus libros. En la época en que nacía la fotografía, ya era muy reconocido popularmente, y cuando realizaba sus giras por América era seguido por multitudes en la calle y se concentraban masas frente a los hoteles en los que se alojaba. En ese sentido, podemos decir que fue la primera celebridad global".
Una búsqueda en el ISBN revela 420 títulos de Dickens vivos en todas las lenguas nacionales, publicados por editoriales tan diversas como Gadir, Nocturna, Alba, Periférica, Alianza, Planeta, Impedimenta, Ediciones B, Cátedra, Valdemar, Belaqva, Edhasa, Destino, RBA, Alfaguara, Espasa Calpe, Cátedra o Círculo de Lectores, por solo citar unas cuantas. "Su habilidad para crear personajes creíbles es una de sus grandes virtudes, junto a su enorme habilidad como narrador, su capacidad para contar historias", explica Ackroyd. "Su talento para inventar es increíble: publicaba cada semana, cada mes, historias, esperando siempre hasta el momento mismo del cierre. Y siempre lograba mantener el interés de sus lectores". Según su biografía, llegó a crear 2.000 personajes en sus 14 novelas (15 si contamos la inacabada El misterio de Edwin Drood), sin tener en cuenta sus numerosos relatos, ni toda su producción periodística; aunque el Diccionario de Personajes Literarios Británicos recoge solo 989 nombres. Como destaca el historiador Alex Werner, su retrato más famoso, El sueño de Dickens, firmado por su contemporáneo Robert Williams Buss, muestra al escritor, en su estudio, dormido, rodeado por sus creaciones. Oliver Twist, Ebenezer Scrooge, David Copperfield, Jacob Marley, Bill Sikes, Fagin, Pip, Miss Havisham y su mugriento vestido de novia, el señor Pickwick, la pequeña Nell, Florence Dombey, Uriah Heep, Joe Gargery, Sydney Carton, Mister Gradgrind forman parte de un gigantesco legado que vive mucho más allá de la literatura. Su herencia incluye tramas, historias e imágenes, fantasmas de las navidades pasadas, futuras y presentes, principios como: "Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría y de la tontería, la época de fe y la época de la incredulidad, la estación de la luz y de las tinieblas, era la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación". Según sus biógrafos, todo ese mundo ficticio tiene dos anclajes reales: su propia vida y la ciudad de Londres.
"Su genialidad no puede separarse de su vida. Es imposible estudiar a Dickens de forma aislada, tiene que ser observado en el contexto de su época y de su vida en Londres. De hecho, su casa estaba a unos pocos metros de aquí", señala Peter Ackroyd, que recibe en su despacho de Bloomsbury, con su mesa de trabajo llena de libros sobre Chaplin y sobre la historia de Inglaterra, los dos temas en los que este inagotable investigador y novelista de 62 años está trabajando actualmente. Su biografía de Dickens se publicó en inglés en 1990, en dos volúmenes, con casi 1.400 páginas. Edhasa ha editado una versión posterior, acortada (700 páginas).
En su libro de viajes por Australia, Bill Bryson relata una visita al museo dedicado al más famoso de los bandidos del outback, Ned Kelly, situado en una polvorienta localidad perdida. Y escribe: "Era tan malo que era bueno". Siendo un poco exagerados, podríamos decir algo parecido del Museo de Charles Dickens en Londres. Es cierto que alberga la mejor colección de manuscritos y objetos del escritor y que, además, vivió allí con su familia durante dos años (entre 1837, una fecha muy simbólica porque es cuando empezó también la era victoriana, y 1839, época durante la que terminó de escribir Los papeles del Club Pickwick y comenzó Oliver Twist), lo que no se puede decir siempre de las casas-museo de los artistas. Pero no es lo que un visitante espera de un creador de la magnitud de Dickens. En su descargo se puede decir que esta vivienda, situada en una clásica calle de edificios georgianos, es museo desde 1925, lo que explicaría en parte su aire vetusto, y que las otras dos casas de Dickens en Londres, en Marylebone y en el cercano Tavistock Square, han desaparecido. En abril el museo se someterá a una ambiciosa reforma. El hecho de que cierre durante la celebración del segundo centenario del escritor y durante los Juegos Olímpicos ha provocado una cierta polémica en el Reino Unido, pero sus responsables han señalado que, si retrasan las obras, perderían los dos millones de libras concedidos por el fondo de la lotería para el mantenimiento de bienes culturales. Aparte de algunos momentos de una intensidad kitsch muy divertida -la cocina con sus quesos y pasteles falsos no tiene precio- y bastantes recuerdos y piezas interesantes, además de contribuir a la Dickens Fellowship, la casa del 48 de Doughty Street merece una visita porque permite un rápido recorrido por la vida del autor. Nació en 1812, su familia se mudó a Londres en 1820, trabajó durante un periodo de entre seis meses y un año cuando su padre se encontraba en prisión por sus deudas -"es una cosa muy desagradable el sentirse avergonzado del propio hogar", escribe en Grandes esperanzas-, comenzó a ejercer como periodista en 1828 (un oficio que nunca abandonaría). El éxito de Los papeles del Club Pickwick le permitió dedicarse a la literatura desde 1836. Su fama alcanzó su cénit en 1843 con Cuento de Navidad. Los viajes -dos a América, además de a Italia y Francia bastante a menudo-, la participación en diferentes causas filantrópicas, la afición al teatro, las lecturas públicas que le convirtieron en un hombre muy rico -ganar dinero fue una de las grandes obsesiones de su vida-, un divorcio tardío de Catherine, con la que tuvo diez hijos, y una relación nunca aclarada con la joven actriz Nelly Ternan -Ackroyd cree que nunca llegó a consumarse sexualmente mientras que otros biógrafos consideran que sí-, sus maratonianos paseos nocturnos -caminaba durante horas y horas, a veces hasta 30 kilómetros seguidos, como quedó reflejado en uno de sus ensayos más conocidos, Night walks-, las charlas y las complicidades con amigos como Wilkie Collins y el periodismo ocuparon gran parte de su tiempo. Además, claro, de la literatura: compuso por entregas 14 novelas que desde su publicación entraron a formar parte de la conciencia colectiva de Occidente. Falleció, tras una extenuante gira de lecturas, en la tarde del 9 de junio de 1870, a los 58 años, en su casa de Kent. Como escribió recientemente en The New York Times el ensayista Verlyn Klinkenborg, "doscientos años después de su muerte, Charles Dickens sigue guardando su mayor secreto: la esencia de su energía".
Una parte muy importante de esa fuerza se la dio la ciudad en la que vivió y en la que situó la inmensa mayoría de su obra. "Londres y Dickens van juntos", afirma Alex Werner. "Londres influyó tanto a Dickens que se puede decir que su genio dependió del entorno londinense, fue un gran visionario que vio en las calles de Londres un universo entero, de alegría, de sufrimiento. Los dos estaban profundamente conectados y entre los dos crearon el más maravilloso retrato de la humanidad en el siglo XIX", explica Ackroyd. Pero Dickens no se limitó a describir y a captar la esencia de esa transformación: luchó por cambiar las condiciones de vida. Y en cierta medida lo logró. Como explica Steven Pinker en su magnífico e influyente ensayo The better angels of our nature, una investigación sobre el descenso de la violencia en Occidente, "Oliver Twist y Nicholas Nickleby abrieron los ojos de la sociedad sobre los malos tratos a los niños en los albergues y orfanatos". La exposición del Museo de Londres permite percibir la ciudad en la que Dickens vivió y escribió: a principios del XIX tenía apenas un millón de habitantes, en los años setenta de ese siglo alcanzaba los 3,5. Como relata Werner, era la capital del mundo -con 1851, el año de la exposición universal, como epicentro-. Justo en esa época, la población urbana se convirtió en mayoritaria en el Reino Unido, con miles de personas llegando cada día a la megalópolis para vivir en condiciones muchas veces de una pobreza atroz (no es ninguna casualidad que Dickens, Marx y Engels escribiesen lo que escribieron en aquellos años en Londres). Ackroyd, autor de la más conocida historia de la capital británica (Londres, Edhasa, 2002), señala: "Durante su vida Londres cambió más que en ningún otro momento de su historia". En Dickens's victorian London, Alex Werner y Tony Williams escriben: "Supo captar todos los cambios que ocurrían a su alrededor y cuando leemos sus obras somos testigos del crecimiento y desarrollo de la ciudad moderna, con todos sus problemas asociados".
En esa ciudad de las grandes esperanzas de Pip, la miseria infantil de Oliver Twist y David Copperfield, un joven se vio obligado a trabajar en una fábrica de betún en una sociedad que cambiaba a toda velocidad y un escritor trató de construir todo su mundo sobre ese vértigo. Como escribe Ackroyd: "En su obra lo real y lo irreal, lo material y lo espiritual, lo concreto y lo fantástico, lo mundano y lo trascendente conviven en precario equilibrio, solo resuelto por el vigor de la palabra creada. En eso consiste la magia de Charles Dickens".
Dickens. El observador solitario. Peter Ackroyd. Edhasa. Dickens's victorian London. Alex Werner y Tony Williams. Ebury Press, 2011. 288 páginas. Dickens and London. Museo de Londres. Lunes a domingo. 10.00 a 18.00. Hasta el 10 de junio. www.museumoflondon.org.uk/london-wall. Charles Dickens Museum. 48 Doughty Street. Londres. Lunes a domingo, 10.00 a 17.00. Cerrado a partir del 10 de abril. www.dickensmuseum.com.
viernes, 20 de enero de 2012
Las Biblias de los Campeones
1- Un campeón acepta las consecuencias de sus actos.
2- Un campeón nunca desea mal a nadie.
3- Un campeón valora a sus hermanos.
4- Un campeón respeta la intimidad ajena.
5- Un campeón elige bien a sus amigos.
6- Un campeón alimente a sus soldados.
7- Un campeón tiene capital de autoestima.
8- Un campeón no se queda postrado.
9- Un campeón nunca dice mentiras.
10- Un campeón no es interesado.
11- Un campeón comprende a sus padres.
12- Un campeón se esfuerza por ser feliz.
13- Un campeón se define pronto.
14- Un campeón observa y analiza.
15- Un campeón tiene integridad.
16- Un campeón está unido a su familia.
17- Un campeón suele ser deportista.
18- Un campeón sabe pedir ayuda a tiempo.
19- Un campeón busca el equilibrio perfecto.
20- Un campeón es capaz de dar su vida por amor.
21- Un campeón reconoce que sus poderes provienen de Dios.
22- Un campeón está en el equipo correcto.
23- Un campeón es siempre niño en su corazón.
24- Un campeón pone manos a la obra.
25.-Se compromete con su propósito
2- Un campeón nunca desea mal a nadie.
3- Un campeón valora a sus hermanos.
4- Un campeón respeta la intimidad ajena.
5- Un campeón elige bien a sus amigos.
6- Un campeón alimente a sus soldados.
7- Un campeón tiene capital de autoestima.
8- Un campeón no se queda postrado.
9- Un campeón nunca dice mentiras.
10- Un campeón no es interesado.
11- Un campeón comprende a sus padres.
12- Un campeón se esfuerza por ser feliz.
13- Un campeón se define pronto.
14- Un campeón observa y analiza.
15- Un campeón tiene integridad.
16- Un campeón está unido a su familia.
17- Un campeón suele ser deportista.
18- Un campeón sabe pedir ayuda a tiempo.
19- Un campeón busca el equilibrio perfecto.
20- Un campeón es capaz de dar su vida por amor.
21- Un campeón reconoce que sus poderes provienen de Dios.
22- Un campeón está en el equipo correcto.
23- Un campeón es siempre niño en su corazón.
24- Un campeón pone manos a la obra.
25.-Se compromete con su propósito
Carmen Guaita: La flor de la Esperanza
Dos autores de éxito en SAN PABLO entablan en este libro un fecundo diálogo sobre la esperanza. Como en una medalla de dos caras, descubrimos en una la esperanza según Carmen Guaita, mujer, profesional cualificada, trabajadora, comprometida en lo social, madre de familia y residente en la gran ciudad, y encontramos en su reverso inseparable el punto de vista de Paco Castro, sacerdote franciscano enamorado de Cristo y del Hermano Francisco, comprometido con los pobres y con los peregrinos y jóvenes que alcanzan en Santiago de Compostela la meta de su Camino. Desde la observación de la realidad cotidiana, y tamizada por sus propias experiencias, ambos autores nos ofrecen un magnífico retrato de la más pequeña, la más humilde y la más necesaria de las virtudes: la flor de la esperanza.
Michelle Borba: Construye la Inteligencia de tus Hijos
The Step-By-Step Plan to Building Moral Intelligence
by Michele Borba, Ed.D.
Author of Building Moral Intelligence: The Seven Essential Virtues that Teach Kids to Do the Right Thing
Moral intelligence is the capacity to understand right from wrong; it means to have strong ethical convictions and to act on them so that one behaves in the right and honorable way. It consists of seven essential virtues. Building Moral Intelligence by Dr. Michele Borba (Jossey-Bass Publishers, 2001) provides a complete step-by-step plan for teaching kids these critical virtues they'll need to do what's right and resist any pressures that may defy the habits of good character.
The Seven Essential Virtues of Moral Intelligence
1. EMPATHY: Identifying with and feeling other people's concerns.
Step 1. Foster awareness and an emotional vocabulary.
Step 2. Enhance sensitivity to the feelings of others.
Step 3. Develop empathy for another person’s point of view.
2. CONSCIENCE: Knowing the right and decent way to act and acting in that way.
Step 1. Create the context for moral growth.
Step 2. Teach virtues to strengthen conscience and guide behavior.
Step 3. Foster moral discipline to help kids learn right from wrong.
3. SELF-CONTROL: Regulating your thoughts and actions so that you stop any pressures from within or without and act the way you know and feel is right.
Step 1. Model and prioritize self-control to your child.
Step 2. Encourage your child to become his own self motivator.
Step 3. Teach your child ways to deal with temptations and think before acting.
4. RESPECT: Showing you value others by treating them in a courteous and considerate way.
Step 1. Convey the meaning of respect by modeling and teaching it.
Step 2. Enhance respect for authority and squelch rudeness.
Step 3. Emphasize good manners and courtesy--they do count!
5. KINDNESS: Demonstrating concern about the welfare and feelings of others.
Step 1. Teach the meaning and value of kindness.
Step 2. Establish a zero tolerance for meanness and nastiness.
Step 3. Encourage kindness and point out its positive effect.
6. TOLERANCE: Respecting the dignity and rights of all persons, even those beliefs and behaviors we may disagree with.
Step 1. Model and nurture tolerance from an early age.
Step 2. Instill an appreciation for diversity.
Step 3. Counter stereotypes and do not tolerate prejudice.
7. FAIRNESS: Choosing to be open-minded and to act in a just and fair way.
Step 1. Treat your kids fairly.
Step 2. Help your child learn to behave fairly.
Step 3. Teach your child ways to stand up against unfairness and injustice.
by Michele Borba, Ed.D.
Author of Building Moral Intelligence: The Seven Essential Virtues that Teach Kids to Do the Right Thing
Moral intelligence is the capacity to understand right from wrong; it means to have strong ethical convictions and to act on them so that one behaves in the right and honorable way. It consists of seven essential virtues. Building Moral Intelligence by Dr. Michele Borba (Jossey-Bass Publishers, 2001) provides a complete step-by-step plan for teaching kids these critical virtues they'll need to do what's right and resist any pressures that may defy the habits of good character.
The Seven Essential Virtues of Moral Intelligence
1. EMPATHY: Identifying with and feeling other people's concerns.
Step 1. Foster awareness and an emotional vocabulary.
Step 2. Enhance sensitivity to the feelings of others.
Step 3. Develop empathy for another person’s point of view.
2. CONSCIENCE: Knowing the right and decent way to act and acting in that way.
Step 1. Create the context for moral growth.
Step 2. Teach virtues to strengthen conscience and guide behavior.
Step 3. Foster moral discipline to help kids learn right from wrong.
3. SELF-CONTROL: Regulating your thoughts and actions so that you stop any pressures from within or without and act the way you know and feel is right.
Step 1. Model and prioritize self-control to your child.
Step 2. Encourage your child to become his own self motivator.
Step 3. Teach your child ways to deal with temptations and think before acting.
4. RESPECT: Showing you value others by treating them in a courteous and considerate way.
Step 1. Convey the meaning of respect by modeling and teaching it.
Step 2. Enhance respect for authority and squelch rudeness.
Step 3. Emphasize good manners and courtesy--they do count!
5. KINDNESS: Demonstrating concern about the welfare and feelings of others.
Step 1. Teach the meaning and value of kindness.
Step 2. Establish a zero tolerance for meanness and nastiness.
Step 3. Encourage kindness and point out its positive effect.
6. TOLERANCE: Respecting the dignity and rights of all persons, even those beliefs and behaviors we may disagree with.
Step 1. Model and nurture tolerance from an early age.
Step 2. Instill an appreciation for diversity.
Step 3. Counter stereotypes and do not tolerate prejudice.
7. FAIRNESS: Choosing to be open-minded and to act in a just and fair way.
Step 1. Treat your kids fairly.
Step 2. Help your child learn to behave fairly.
Step 3. Teach your child ways to stand up against unfairness and injustice.
El Lado Oscuro
Todas las personas tenemos
Nuestro lado Oscuro
Es muy importante tener esto en cuenta
Y reconocer el lado oscuro de cada persona!!!
Nuestro lado Oscuro
Es muy importante tener esto en cuenta
Y reconocer el lado oscuro de cada persona!!!
miércoles, 18 de enero de 2012
Claudio Naranjo: Eneagrama Social
Eneagrama social
Es un señor plácido de cándidas barbas y verbo cálido que ha dedicado su vida a estudiar la anatomía de la psique. Eso lo llevó a ser el pionero de la integración psicoespiritual mediante el Instituto SAT, que aplica el eneagrama para profundizar en el autoconocimiento de la personalidad. Lo que, a su vez, le ha llevado a promover una educación transformadora desde la Fundación Claudio Naranjo (fundacionclaudionaranjo.com), con propuestas convergentes con las que formula el filósofo y profesor José Antonio Marina. También publica libros como El eneagrama de la sociedad.Males del mundo, males del alma (La Llave) y da charlas (como este jueves en Granollers: www.espaipertu.com).
Qué es el eneagrama?
Una herramienta de autoconocimiento, la más completa.
¿En qué consiste?
Es un mapa de las nueve pasiones que conforman tu personalidad: te ayuda a conocerlas, y así identificar cuál de ellas te domina.
¿Cuáles son esas nueve pasiones?
Ira, orgullo, vanidad, envidia, avaricia, cobardía, gula, lujuria y pereza.
Suenan a los pecados capitales.
Los griegos ya enumeraron casi todas esas pasiones, llamadas luego pecados por el cristianismo, y que son a su vez los nueve eneatipos del eneagrama.
¿Y una de esas pasiones me domina?
Siempre hay una dominante sobre las demás: identifica cuál es la tuya, y así podrás trabajarte para equilibrarla con las demás.
¿Con qué fin?
Dejar de actuar reactivamente, con automatismos, como una máquina: ante cada situación serás capaz de actuar con conciencia.
¿Cuál es su pasión dominante?
La avaricia.
¿Sí?
He temido siempre quedarme sin nada: temeroso de la precariedad de mis recursos, me ha costado invertir en mis capacidades, he desconfiado de mí... Y eso me ha dejado en el filo del vivir, una vida por vivir.
¿No ha podido dominar esa avaricia?
Ya sí, pero ha sido difícil. Ya lo dijo Churchill: "El hombre se tropieza con la verdad..., pero se levanta y sigue su camino".
¿De dónde proviene el eneagrama?
De un esoterismo cristiano de Asia Central, que divulgó por Europa una especie de Sócrates ruso de principios del siglo XX, Gurdjieff. Y de él lo aprendió Óscar Ichazo, que me lo enseñó en el desierto de Arica.
¿Cómo fue usted a parar al desierto?
Era 1970, y yo pasaba el peor momento de mi vida... Y me retiré durante seis meses.
¿Qué le había sucedido?
Mi segunda esposa tuvo un accidente de automóvil y murió mi hijo de once años.
Sobreponerse debió de ser duro...
Yo tenía 37 años y me tendía en su camita y pasaba horas y horas llorando. Un día entendí que era llanto por lo que no había podido quererle. Sentí su presencia y dejé de llorar.
¿Y qué aprendió en el desierto?
Yo era médico psiquiatra. Vi que la medicina farmacológica abordaba síntomas, pero no la raíz del problema del paciente: la dejé para ejercer como psicoterapeuta.
¿Es muy malo que mande una pasión?
Lo malo es que en ese caso tu vida será más pequeña, automatizada, dilapidarás energías..., pudiendo vivir más plenamente.
¿Qué automatismo le hizo ser médico?
A los seis años vi la luna llena y le pregunté a mi madre qué era eso. Me dijo que era un cuerpo celeste, como lo eran las estrellas, los planetas..., y me habló de la gravedad... y experimenté un intenso placer ante ese vislumbre de conocimiento... Y ya busqué repetir ese gozo, y eso me llevó a la ciencia.
Pero luego dejó la ciencia.
Cuando sentí que la filosofía y la psicología afrontaban mejor el dolor de la infelicidad.
¿Cuál ha sido su momento más feliz?
A los 20 años tuve una relación erótica con una conocida de 40 años, y sentí tanta alegría... ¡El mundo era bello! Sentí la alegría normal del vivir, y ahí fui consciente de que yo no había estado vivo hasta entonces.
¿Ha llegado a conocerse perfectamente a sí mismo?
En el centro de la cebolla, si vas quitando capas y capas, no hay semilla, ¡no hay nada!
¿Qué significa esto?
Que lo único que hay son los demás. Antes yo me recluía en mi torre de marfil, pero hoy veo los problemas del mundo...
¿Cuáles son?
Todos derivan de una estructura patriarcal profunda, de modo que todos se diluirían si educásemos a los niños de otra manera.
¿Cómo, exactamente?
Integrando intelecto, cuerpo, emociones y espíritu, para ser más amorosos, más libres: más sabios. Pero para eso es decisivo primero que eduquemos a los educadores.
¿Tenemos una educación no amorosa?
Demasiado intelectual, institucional, individualista, patriarcal y poco humanística. Nuestra sociedad sigue siendo machista y depredadora. Ya decía Cicerón: "Cada senador es sabio..., pero el Senado es un idiota".
¿Solución?
Integrar intelecto, amor e instinto, nuestros tres cerebros. Abrazarlos a los tres de verdad: por ahora, el intelecto ha eclipsado el amor y ha demonizado el instinto.
¿Debo dejarme llevar por mi instinto?
Si te arrastra, no eres libre: se trata de aliarte con tu instinto.
¿Qué pasión domina hoy al mundo?
La vanidad. Se expresa en la pulsión por el éxito económico, la supremacía tecnológica, la confusión entre valor y precio...
¿Hacia dónde se encamina el mundo?
Muchos son los llamados..., pero muchos son también los sordos. Hay una pulsión de transformación cierta, pero pasa por encender la luz y ver en tu propia oscuridad.
Y si lograse encenderla, ¿qué veré?
Sabrás que todo es pulsátil, que todo late... Si buscas el yo, acabarás topándote con la ausencia de yo: lo transformador es sentir el ser. Si eso sucede, tendrás días peores o mejores..., pero recordarás el sabor del ser.
¿Un consejo definitivo?
Ocúpate del reino del corazón, y el resto te llegará por añadidura.
Es un señor plácido de cándidas barbas y verbo cálido que ha dedicado su vida a estudiar la anatomía de la psique. Eso lo llevó a ser el pionero de la integración psicoespiritual mediante el Instituto SAT, que aplica el eneagrama para profundizar en el autoconocimiento de la personalidad. Lo que, a su vez, le ha llevado a promover una educación transformadora desde la Fundación Claudio Naranjo (fundacionclaudionaranjo.com), con propuestas convergentes con las que formula el filósofo y profesor José Antonio Marina. También publica libros como El eneagrama de la sociedad.Males del mundo, males del alma (La Llave) y da charlas (como este jueves en Granollers: www.espaipertu.com).
Qué es el eneagrama?
Una herramienta de autoconocimiento, la más completa.
¿En qué consiste?
Es un mapa de las nueve pasiones que conforman tu personalidad: te ayuda a conocerlas, y así identificar cuál de ellas te domina.
¿Cuáles son esas nueve pasiones?
Ira, orgullo, vanidad, envidia, avaricia, cobardía, gula, lujuria y pereza.
Suenan a los pecados capitales.
Los griegos ya enumeraron casi todas esas pasiones, llamadas luego pecados por el cristianismo, y que son a su vez los nueve eneatipos del eneagrama.
¿Y una de esas pasiones me domina?
Siempre hay una dominante sobre las demás: identifica cuál es la tuya, y así podrás trabajarte para equilibrarla con las demás.
¿Con qué fin?
Dejar de actuar reactivamente, con automatismos, como una máquina: ante cada situación serás capaz de actuar con conciencia.
¿Cuál es su pasión dominante?
La avaricia.
¿Sí?
He temido siempre quedarme sin nada: temeroso de la precariedad de mis recursos, me ha costado invertir en mis capacidades, he desconfiado de mí... Y eso me ha dejado en el filo del vivir, una vida por vivir.
¿No ha podido dominar esa avaricia?
Ya sí, pero ha sido difícil. Ya lo dijo Churchill: "El hombre se tropieza con la verdad..., pero se levanta y sigue su camino".
¿De dónde proviene el eneagrama?
De un esoterismo cristiano de Asia Central, que divulgó por Europa una especie de Sócrates ruso de principios del siglo XX, Gurdjieff. Y de él lo aprendió Óscar Ichazo, que me lo enseñó en el desierto de Arica.
¿Cómo fue usted a parar al desierto?
Era 1970, y yo pasaba el peor momento de mi vida... Y me retiré durante seis meses.
¿Qué le había sucedido?
Mi segunda esposa tuvo un accidente de automóvil y murió mi hijo de once años.
Sobreponerse debió de ser duro...
Yo tenía 37 años y me tendía en su camita y pasaba horas y horas llorando. Un día entendí que era llanto por lo que no había podido quererle. Sentí su presencia y dejé de llorar.
¿Y qué aprendió en el desierto?
Yo era médico psiquiatra. Vi que la medicina farmacológica abordaba síntomas, pero no la raíz del problema del paciente: la dejé para ejercer como psicoterapeuta.
¿Es muy malo que mande una pasión?
Lo malo es que en ese caso tu vida será más pequeña, automatizada, dilapidarás energías..., pudiendo vivir más plenamente.
¿Qué automatismo le hizo ser médico?
A los seis años vi la luna llena y le pregunté a mi madre qué era eso. Me dijo que era un cuerpo celeste, como lo eran las estrellas, los planetas..., y me habló de la gravedad... y experimenté un intenso placer ante ese vislumbre de conocimiento... Y ya busqué repetir ese gozo, y eso me llevó a la ciencia.
Pero luego dejó la ciencia.
Cuando sentí que la filosofía y la psicología afrontaban mejor el dolor de la infelicidad.
¿Cuál ha sido su momento más feliz?
A los 20 años tuve una relación erótica con una conocida de 40 años, y sentí tanta alegría... ¡El mundo era bello! Sentí la alegría normal del vivir, y ahí fui consciente de que yo no había estado vivo hasta entonces.
¿Ha llegado a conocerse perfectamente a sí mismo?
En el centro de la cebolla, si vas quitando capas y capas, no hay semilla, ¡no hay nada!
¿Qué significa esto?
Que lo único que hay son los demás. Antes yo me recluía en mi torre de marfil, pero hoy veo los problemas del mundo...
¿Cuáles son?
Todos derivan de una estructura patriarcal profunda, de modo que todos se diluirían si educásemos a los niños de otra manera.
¿Cómo, exactamente?
Integrando intelecto, cuerpo, emociones y espíritu, para ser más amorosos, más libres: más sabios. Pero para eso es decisivo primero que eduquemos a los educadores.
¿Tenemos una educación no amorosa?
Demasiado intelectual, institucional, individualista, patriarcal y poco humanística. Nuestra sociedad sigue siendo machista y depredadora. Ya decía Cicerón: "Cada senador es sabio..., pero el Senado es un idiota".
¿Solución?
Integrar intelecto, amor e instinto, nuestros tres cerebros. Abrazarlos a los tres de verdad: por ahora, el intelecto ha eclipsado el amor y ha demonizado el instinto.
¿Debo dejarme llevar por mi instinto?
Si te arrastra, no eres libre: se trata de aliarte con tu instinto.
¿Qué pasión domina hoy al mundo?
La vanidad. Se expresa en la pulsión por el éxito económico, la supremacía tecnológica, la confusión entre valor y precio...
¿Hacia dónde se encamina el mundo?
Muchos son los llamados..., pero muchos son también los sordos. Hay una pulsión de transformación cierta, pero pasa por encender la luz y ver en tu propia oscuridad.
Y si lograse encenderla, ¿qué veré?
Sabrás que todo es pulsátil, que todo late... Si buscas el yo, acabarás topándote con la ausencia de yo: lo transformador es sentir el ser. Si eso sucede, tendrás días peores o mejores..., pero recordarás el sabor del ser.
¿Un consejo definitivo?
Ocúpate del reino del corazón, y el resto te llegará por añadidura.
lunes, 16 de enero de 2012
Amistad entre Luis Rosales y Pablo Neruda
Neruda, Rosales y la autocensura preventiva
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GABRIELE MORELLI | Publicado el 13/01/2012
La amistad entre Luis Rosales y Pablo Neruda fue cuento largo. Se conocieron en el Madrid de los años 30, donde el poeta granadino, íntimo amigo de Lorca, comenzó a colaborar en la revista “Cruz y Raya”, que dirigía el chileno. Las diferencias ideológicas y las sospechas les alejaron después del 36, pero en 1971 volvieron a encontrarse, pues Neruda pasó por Madrid tras recibir el premio Nobel. Dos años después, Rosales preparaba una edición de la poesía del chileno pero los editores exigían que no aparecieran los poemas sobre la guerra civil. Y Neruda aceptó autocensurarse. El profesor Gabriele Morelli nos descubre la historia y presenta esta correspondencia inédita, ahora que Visor publica El libro de las baladas, una antología de Luis Rosales con versos de juventud, muchos de ellos inéditos, en edición crítica y notas de Xelo Candel. El lector puede disfrutar las mejores baladas inéditas en www.elcultural.es
Contra quienes sostienen una cosmovisión ideologizada a ultranza, que divide el mundo en dos bandos, los buenos y los malos, y para quienes resulta difícil, por ejemplo, conciliar la figura de Pablo Neruda con la de Luis Rosales, como representantes de una dicotomía imposible de armonizar, conviene afirmar que ambos poetas, que se frecuentaron con asiduidad en los años treinta durante la residencia madrileña de Pablo, fueron buenos amigos y se estimaron recíprocamente hasta el final. Así lo muestra el texto autógrafo que Neruda envió para el homenaje que la revista Cuadernos Hispanoamericanos (mayo-junio de 1971) dedicó a Rosales:
“Qué decir de Luis Rosales a quien yo conocí naranjo, recién florido en aquellos años treinta, y que ahora es gran poeta, exacto definidor, señor de idioma. Ahora lo tenemos lleno de frutos, exigente y fecundo. Atravesó este mortal antipolítico el momento desgarrador en Andalucía y se ha recuperado en silencio y en palabra. Salud! Buen compañero!”
Anteriormente, durante y después de la contienda civil, la relación humana y literaria entre los dos poetas se había enfriado un tanto. Sin embargo, hacia 1971, año de la concesión a Neruda del Nobel de Literatura, vuelven a estrecharse vínculos entre los dos amigos. No se conoce ninguna declaración oficial de Rosales, aunque ¡bien podemos imaginarlo! la noticia constituyera para él motivo de gran alegría, como lo fue para su amigo Luis Felipe Vivanco, quien, con satisfacción personal (no exenta de una sutil vena crítica contra el régimen), comenta de este modo el acontecimiento en su Diario (1946-1975):
"¡Qué triunfo para la España de Franco! Le han dado el Nobel a Pablo Neruda. Mañana, Pablo Casals, a sus noventa y cinco años, estrena la música del himno de la ONU, y pasado mañana Pablo Picasso cumple noventa años."
Tras recoger Neruda el premio en diciembre, su avión de regreso hace escala en el aeropuerto de Barajas. Vivanco y Rosales fueron a saludarle. El primero anota en su Diario: "Me alegro de haber bajado a Barajas y haberle dado un abrazo, a su paso por Madrid". Gonzalo Menéndez Pidal, hijo del gran filólogo, inmortaliza el encuentro en una fotografía en que se ve a Neruda sonriendo satisfecho entre los dos antiguos amigos españoles. Poco después, Rosales empieza a escribir el libro La poesía de Neruda -en parte anticipado en el Prólogo de su selección-, publicado por la Editora Nacional en 1978, donde analiza las coordenadas esenciales que caracterizan la producción del chileno. Se trata, apunta, de “una poesía con argumento, una poesía total que asume en su expresión los contenidos propios de la expresión lírica y la expresión narrativa”. Ninguna formulación más adecuada para definir su propia experiencia poética. El proceso de acercamiento, cada uno con su singularidad, entre los dos poetas es evidente, como también lo es la gran deuda -reconocida por el propio Rosales- que este, renovador de la poesía española de posguerra, tiene contraída con su amigo y maestro chileno.
A partir de 1973, Rosales prepara una gran antología de la poesía nerudiana -que vería la luz en 1974 en la editorial Noguer-, en torno a la cual se cruzan tres cartas entre los dos poetas, que tienen como punto de discusión la exclusión de poemas de asunto político, propuesta por el propio Neruda, como consecuencia de las numerosas dificultades encontradas para publicar su obra en España. Se imponía así el chileno una especie de autocensura preventiva, que provenía de las exigencias editoriales ante el temor a la intervención de la censura franquista.
La reciente celebración del centenario del nacimiento de Rosales, buena parte de cuyo éxito se debe a la generosa colaboración prestada por Luis Rosales Fouz, hijo del poeta, nos ha permitido reexaminar la gran cosecha de documentación dejada por aquel, conservada en el Archivo Histórico Nacional, de donde procede esta correspondencia inédita que presento. Se trata de un tríptico epistolar que empieza con una misiva urgente del granadino (13 febrero de 1973), quien pide a Pablo confirmación de su autorización para eliminar “toda la poesía que tenga un carácter definitivamente político”. La respuesta de Neruda, residente en Isla Negra, lleva fecha del 15 de febrero, e ilustra las variadas dificultades encontradas hasta ahora para publicar su Obra Completa en España por la presencia de poemas políticos nacionales, por lo cual ha decidido quitar todos “aquellos textos o fragmentos que contengan temas de la Guerra Civil que imposibilitarían la edición”; pero, declara terminantemente, no quiere eliminar los demás de contenido ideológico. La carta se cierra con la alusión, entre otras, a las obras del conde de Villamediana, autor por el cual, como es sabido, se interesan ambos. Ya en julio de 1935, Neruda presentaba en la revista Cruz y Raya su entrega Poesías de Villamediana (En manos del silencio), y Rosales, en 1969, su libro Pasión y muerte del conde de Villamediana. Precisamente, la predilección de Neruda por Villamediana había sido criticada por Juan Ramón Jiménez, quien a este propósito escribe: “Y ya en los años 30, y esto es lo más peregrino, ¿no cayó Neruda, casi, en el goloseo gongorino de Villamediana, según moda del momento en cierta España otramente barroca?”.
Con la misiva de contestación de Rosales se cierra el breve epistolario: Luis expresa a su amigo su satisfacción por la aclaración recibida, mostrándose perfectamente de acuerdo con sus indicaciones; ya que, comenta, “eliminar de una selección muy completa de tu obra los poemas políticos carecería de sentido”. En efecto, entraron a formar parte de la antología nerudiana varios poemas del Canto General en que se exalta esa América de los “ríos arteriales” frente a “la peluca y la casaca· impuestas por los colonizadores; de igual modo están presentes textos de Las uvas y el viento, como la composición “El viento en Asia”, un himno a la nueva sociedad comunista china de Mao Tse-Tung. En fin, Rosales fue fiel al compromiso contraído con su amigo Pablo, respetando en todo su voluntad; es decir, expurgando los textos “políticos” de referencia española, pero incluyendo al tiempo los otros poemas de tema ideológico que, según Neruda (y la alusión a la particular situación del país sujeto a Franco es evidente), “pueden publicarse entre vosotros”.
"Estoy muy acostumbrado a las artimañas de los editores"
Madrid, 13 de febrero de 1973
INSTITUTO DE CULTURA HISPÁNICA. LR/PA.
Querido Pablo:
Te escribo unas letras de urgencia y no la carta que desearía escribirte. Ya hace muchos años que no hago nunca lo que quiero.
Como recordarás, pues en alguna ocasión he hablado contigo de ello, me han encargado que haga una selección de tu obra y la prologue. Tengo la ilusión, disposición y casi necesidad de escribir sobre tu poesía, pero quisiera aclarar contigo estas palabras con las cuales termina su carta José Pardo, Director de la Editorial Noguer, al invitarme a hacer esta edición:
“A todo lo expuesto debo añadir, querido Luis, que por deseo expreso de Neruda se eliminará de esta selección de su obra toda la poesía que tenga un carácter definidamente político”.
No puedo ponerme a hacer una antología tuya sin aclarar contigo este punto, pues ya estoy muy acostumbrado a las artimañas de los editores. Si estás de acuerdo con ello, pondré manos a la obra inmediata y alegremente.
Un abrazo para Matilde, y deseando verte pronto aquí o allí, se despide tu buen amigo.
Luis Rosales
"Estuve de acuerdo en eliminar fragmentos de la guerra civil"
Isla Negra, Febrero 15 de 1973
Señor Luis Rosales
Instituto de Cultura Hispana [sic]
Madrid
Querido Luis:
Contesto tu carta recién llegada. No sé si ella se refiere a Ediciones autorizadas por Carmen Balcells, de Barcelona, que es mi Agente Literario.
Suponiendo que así sea, tengo algunos antecedentes que darte: mi obra para publicarse en España encontró variadas dificultades y acuerdos que estaban a punto de cumplirse se echaron atrás a última hora por temores políticos de varios Editores.
Por último se llegó a acuerdo con una Editorial para que publicara una especie de Obras Completas en dos tomos. No recuerdo quién fué el Editor. Para evitar los inconvenientes referidos estuve de acuerdo para que partes que harían peligrar la Edición se eliminaran de estas obras. Naturalmente que se trata de aquellos textos o fragmentos que contengan temas de la Guerra Civil que imposibilitarían la edición. De ninguna manera puedo eliminar mis poemas políticos que no guarden relación con tales temas, y que por lo demás, por lo que veo, puede publicarse entre vosotros. Eliminar mis Poemas políticos en general sería un disparate.
También en la Edición de Obras Completas de Losada no están tomados en cuenta Obras políticas como Canción de Gesta. Mi punto de vista es que estas Obras que por un motivo u otro encuentran obstáculos insalvables, pueden publicarse en otro sitio y en otras condiciones. Mi Obra es demasiado espaciosa para que todo el mundo pueda encontrar allí lo que quiera y no me importa que tal o cual cosa no el guste a la gente, la objete o no la encuentre: siempre se contentarán con alguna parte de lo que he hecho. No tengo gran amor propio ni he sido nunca un intransigente político.
Que esta carta quede entre nosotros y tú procederás de acuerdo con lo que creas mejor bastándome ya el placer de que te hayas encargado a tí esta Antología. Me he quedado esperando las obras de Villamediana impresas que publicaste así como las copias de Códices que también me prometiste.
Te abraza fraternalmente
Pablo Neruda
“Eliminar los poemas políticos de tu obra carecería de sentido”
Madrid, 13 de febrero de 1973
Sr. D. Pablo Neruda
ISLA NEGRA (Chile). INSTITUTO DE CULTURA HISPÁNICA LR/PA.
Querido Pablo:
Me alegra haberte comunicado mis temores y que me hayas aclarado tu posición en el asunto. Te daré los detalles que conozco de esta edición.
Coincide efectivamente con las indicaciones que tú me das de publicar dos tomos de mil páginas cada uno. La editorial es Clásicos Noguer, S.A., y la edición está autorizada por Carmen Balcells, con la que me puse en contacto y con quien teno buena amistad-. A mí me han encargado que haga una selección de dos mil páginas. Te acompaño fotocopia de la carta de Noguer.
Desde luego, creo como tú, que eliminar de una selección muy completa de tu obra los poemas políticos carecería de sentido, por eso te escribí. Aclararé este punto con la editorial antes de comprometerme a nada. Por lo demás, querido Pablo, te repito que estoy encantado de hacer este trabajo de selección y estudio de tu obra.
En caso de aceptar el encargo, te tendré puntualmente al corriente del desarrollo del trabajo. Como de todas formas habrá que suprimir unas mil páginas, en su momento te haré las consultas necesarias:
Recuerdos a Matilde y un cordial abrazo de
Luis Rosales
De El libro de las baladas, de Luis Rosales que publicará próximamente Visor
Verde
Dedicado a Esperancita
El cielo muestra la comba
espaciosa de su frente,
las nubes ponen el blanco
de la vejez en sus sienes.
¡Verde mar, verde esperanza,
verde amargura del verde!
Tarde estival, los arroyos
bajo el sol desaparecen.
La brisa pone vendajes
húmedos a nuestra fiebre.
Tarde que lleva en sus venas
sangre excitada y ardiente.
Loca de ternuras hondas
y de ansiedades de nieve.
Sensualidad tonos sepia
de intimidad en el ambiente,
Ensueños que en lejanías
de perfección palidecen.
¡Verde mar, verde esperanza,
verde amargura del verde!
¡El corazón de la tarde
como una antorcha se enciende!
En el balcón de la casa
la niña espera al ausente.
Suaves esmeraldas húmedas,
llaves del sueño y la muerte.
El silencio se liquida
igual que una mar celeste
en sus órbitas, abismos
donde la ansiedad florece
su latir de corazones,
ebrios de sol y de fiebre.
Suaves esmeraldas húmedas,
llaves del sueño y la muerte.
Varal de nardos, las manos
su línea grácil extienden
toda expresión que el crepúsculo
ligeramente enrojece.
¡Oh, las manos extendidas
en la angustia del ambiente!
Simbolismo de oraciones
y castidades que mueren.
El paisaje le ha prestado
una claridad celeste
que corta sus ilusiones
como un agudo estilete.
“Me besará en las pupilas
esperanzadas de verde.”
Sus ensueños bordan, bordan
lirios e en campos de nieves.
La vida el telar deshace
como una nueva Penélope.
Vendrá por aquel sendero
cuando las luces se duermen.
En el balcón de la casa,
la niña espera al ausente.
Blancura de eternidades
la ha idealizado dos veces.
La Noche prende sus sombras
con millares de alfileres
en la pauta azul del cielo.
La luna es como un paréntesis
de blanca melancolía
que en su caricia la envuelve.
La Vida es el tiempo ¿sabes?
ella espera y no comprende.
Verde esperanza del mar
ha envenenado sus sienes.
¡Verde mar, verde esperanza,
verde amargura del verde!
La vida tiene un balcón
abierto siempre al poniente.
Baladas del desencanto 2ª
Carmen En el canto de los gallos
sueñan los ojos del alba.
Lirios de blanca alegría,
mi novia eterna es el agua.
Tu boca, como el pecado
original, no tuvo hermanas.
Fuente próxima de sol
y lejana de esmeraldas
cristal que bañan cristales,
cristales de turbias aguas
donde remansa la vida
con un temblor de esperanza
y sueñan fuentes y estrellas
sueños que lavan el alma.
Un silencio prolongado
como una larga distancia
como un cortar de tijeras
(desilusiones aladas)
como un chocar de diamantes
falsos en nuestra garganta.
Frialdades de obra perfecta
y de femeninas gracias.
Las caricias de tan lentas
se fueron tornando amargas.
Soledad, madre de madres,
principio y fin, culpa y gracia.
Yo he de abrir en carne viva
para tus besos el alma.
Lirios, espuma de rezos.
¡Mi novia eterna es el agua!
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GABRIELE MORELLI | Publicado el 13/01/2012
La amistad entre Luis Rosales y Pablo Neruda fue cuento largo. Se conocieron en el Madrid de los años 30, donde el poeta granadino, íntimo amigo de Lorca, comenzó a colaborar en la revista “Cruz y Raya”, que dirigía el chileno. Las diferencias ideológicas y las sospechas les alejaron después del 36, pero en 1971 volvieron a encontrarse, pues Neruda pasó por Madrid tras recibir el premio Nobel. Dos años después, Rosales preparaba una edición de la poesía del chileno pero los editores exigían que no aparecieran los poemas sobre la guerra civil. Y Neruda aceptó autocensurarse. El profesor Gabriele Morelli nos descubre la historia y presenta esta correspondencia inédita, ahora que Visor publica El libro de las baladas, una antología de Luis Rosales con versos de juventud, muchos de ellos inéditos, en edición crítica y notas de Xelo Candel. El lector puede disfrutar las mejores baladas inéditas en www.elcultural.es
Contra quienes sostienen una cosmovisión ideologizada a ultranza, que divide el mundo en dos bandos, los buenos y los malos, y para quienes resulta difícil, por ejemplo, conciliar la figura de Pablo Neruda con la de Luis Rosales, como representantes de una dicotomía imposible de armonizar, conviene afirmar que ambos poetas, que se frecuentaron con asiduidad en los años treinta durante la residencia madrileña de Pablo, fueron buenos amigos y se estimaron recíprocamente hasta el final. Así lo muestra el texto autógrafo que Neruda envió para el homenaje que la revista Cuadernos Hispanoamericanos (mayo-junio de 1971) dedicó a Rosales:
“Qué decir de Luis Rosales a quien yo conocí naranjo, recién florido en aquellos años treinta, y que ahora es gran poeta, exacto definidor, señor de idioma. Ahora lo tenemos lleno de frutos, exigente y fecundo. Atravesó este mortal antipolítico el momento desgarrador en Andalucía y se ha recuperado en silencio y en palabra. Salud! Buen compañero!”
Anteriormente, durante y después de la contienda civil, la relación humana y literaria entre los dos poetas se había enfriado un tanto. Sin embargo, hacia 1971, año de la concesión a Neruda del Nobel de Literatura, vuelven a estrecharse vínculos entre los dos amigos. No se conoce ninguna declaración oficial de Rosales, aunque ¡bien podemos imaginarlo! la noticia constituyera para él motivo de gran alegría, como lo fue para su amigo Luis Felipe Vivanco, quien, con satisfacción personal (no exenta de una sutil vena crítica contra el régimen), comenta de este modo el acontecimiento en su Diario (1946-1975):
"¡Qué triunfo para la España de Franco! Le han dado el Nobel a Pablo Neruda. Mañana, Pablo Casals, a sus noventa y cinco años, estrena la música del himno de la ONU, y pasado mañana Pablo Picasso cumple noventa años."
Tras recoger Neruda el premio en diciembre, su avión de regreso hace escala en el aeropuerto de Barajas. Vivanco y Rosales fueron a saludarle. El primero anota en su Diario: "Me alegro de haber bajado a Barajas y haberle dado un abrazo, a su paso por Madrid". Gonzalo Menéndez Pidal, hijo del gran filólogo, inmortaliza el encuentro en una fotografía en que se ve a Neruda sonriendo satisfecho entre los dos antiguos amigos españoles. Poco después, Rosales empieza a escribir el libro La poesía de Neruda -en parte anticipado en el Prólogo de su selección-, publicado por la Editora Nacional en 1978, donde analiza las coordenadas esenciales que caracterizan la producción del chileno. Se trata, apunta, de “una poesía con argumento, una poesía total que asume en su expresión los contenidos propios de la expresión lírica y la expresión narrativa”. Ninguna formulación más adecuada para definir su propia experiencia poética. El proceso de acercamiento, cada uno con su singularidad, entre los dos poetas es evidente, como también lo es la gran deuda -reconocida por el propio Rosales- que este, renovador de la poesía española de posguerra, tiene contraída con su amigo y maestro chileno.
A partir de 1973, Rosales prepara una gran antología de la poesía nerudiana -que vería la luz en 1974 en la editorial Noguer-, en torno a la cual se cruzan tres cartas entre los dos poetas, que tienen como punto de discusión la exclusión de poemas de asunto político, propuesta por el propio Neruda, como consecuencia de las numerosas dificultades encontradas para publicar su obra en España. Se imponía así el chileno una especie de autocensura preventiva, que provenía de las exigencias editoriales ante el temor a la intervención de la censura franquista.
La reciente celebración del centenario del nacimiento de Rosales, buena parte de cuyo éxito se debe a la generosa colaboración prestada por Luis Rosales Fouz, hijo del poeta, nos ha permitido reexaminar la gran cosecha de documentación dejada por aquel, conservada en el Archivo Histórico Nacional, de donde procede esta correspondencia inédita que presento. Se trata de un tríptico epistolar que empieza con una misiva urgente del granadino (13 febrero de 1973), quien pide a Pablo confirmación de su autorización para eliminar “toda la poesía que tenga un carácter definitivamente político”. La respuesta de Neruda, residente en Isla Negra, lleva fecha del 15 de febrero, e ilustra las variadas dificultades encontradas hasta ahora para publicar su Obra Completa en España por la presencia de poemas políticos nacionales, por lo cual ha decidido quitar todos “aquellos textos o fragmentos que contengan temas de la Guerra Civil que imposibilitarían la edición”; pero, declara terminantemente, no quiere eliminar los demás de contenido ideológico. La carta se cierra con la alusión, entre otras, a las obras del conde de Villamediana, autor por el cual, como es sabido, se interesan ambos. Ya en julio de 1935, Neruda presentaba en la revista Cruz y Raya su entrega Poesías de Villamediana (En manos del silencio), y Rosales, en 1969, su libro Pasión y muerte del conde de Villamediana. Precisamente, la predilección de Neruda por Villamediana había sido criticada por Juan Ramón Jiménez, quien a este propósito escribe: “Y ya en los años 30, y esto es lo más peregrino, ¿no cayó Neruda, casi, en el goloseo gongorino de Villamediana, según moda del momento en cierta España otramente barroca?”.
Con la misiva de contestación de Rosales se cierra el breve epistolario: Luis expresa a su amigo su satisfacción por la aclaración recibida, mostrándose perfectamente de acuerdo con sus indicaciones; ya que, comenta, “eliminar de una selección muy completa de tu obra los poemas políticos carecería de sentido”. En efecto, entraron a formar parte de la antología nerudiana varios poemas del Canto General en que se exalta esa América de los “ríos arteriales” frente a “la peluca y la casaca· impuestas por los colonizadores; de igual modo están presentes textos de Las uvas y el viento, como la composición “El viento en Asia”, un himno a la nueva sociedad comunista china de Mao Tse-Tung. En fin, Rosales fue fiel al compromiso contraído con su amigo Pablo, respetando en todo su voluntad; es decir, expurgando los textos “políticos” de referencia española, pero incluyendo al tiempo los otros poemas de tema ideológico que, según Neruda (y la alusión a la particular situación del país sujeto a Franco es evidente), “pueden publicarse entre vosotros”.
"Estoy muy acostumbrado a las artimañas de los editores"
Madrid, 13 de febrero de 1973
INSTITUTO DE CULTURA HISPÁNICA. LR/PA.
Querido Pablo:
Te escribo unas letras de urgencia y no la carta que desearía escribirte. Ya hace muchos años que no hago nunca lo que quiero.
Como recordarás, pues en alguna ocasión he hablado contigo de ello, me han encargado que haga una selección de tu obra y la prologue. Tengo la ilusión, disposición y casi necesidad de escribir sobre tu poesía, pero quisiera aclarar contigo estas palabras con las cuales termina su carta José Pardo, Director de la Editorial Noguer, al invitarme a hacer esta edición:
“A todo lo expuesto debo añadir, querido Luis, que por deseo expreso de Neruda se eliminará de esta selección de su obra toda la poesía que tenga un carácter definidamente político”.
No puedo ponerme a hacer una antología tuya sin aclarar contigo este punto, pues ya estoy muy acostumbrado a las artimañas de los editores. Si estás de acuerdo con ello, pondré manos a la obra inmediata y alegremente.
Un abrazo para Matilde, y deseando verte pronto aquí o allí, se despide tu buen amigo.
Luis Rosales
"Estuve de acuerdo en eliminar fragmentos de la guerra civil"
Isla Negra, Febrero 15 de 1973
Señor Luis Rosales
Instituto de Cultura Hispana [sic]
Madrid
Querido Luis:
Contesto tu carta recién llegada. No sé si ella se refiere a Ediciones autorizadas por Carmen Balcells, de Barcelona, que es mi Agente Literario.
Suponiendo que así sea, tengo algunos antecedentes que darte: mi obra para publicarse en España encontró variadas dificultades y acuerdos que estaban a punto de cumplirse se echaron atrás a última hora por temores políticos de varios Editores.
Por último se llegó a acuerdo con una Editorial para que publicara una especie de Obras Completas en dos tomos. No recuerdo quién fué el Editor. Para evitar los inconvenientes referidos estuve de acuerdo para que partes que harían peligrar la Edición se eliminaran de estas obras. Naturalmente que se trata de aquellos textos o fragmentos que contengan temas de la Guerra Civil que imposibilitarían la edición. De ninguna manera puedo eliminar mis poemas políticos que no guarden relación con tales temas, y que por lo demás, por lo que veo, puede publicarse entre vosotros. Eliminar mis Poemas políticos en general sería un disparate.
También en la Edición de Obras Completas de Losada no están tomados en cuenta Obras políticas como Canción de Gesta. Mi punto de vista es que estas Obras que por un motivo u otro encuentran obstáculos insalvables, pueden publicarse en otro sitio y en otras condiciones. Mi Obra es demasiado espaciosa para que todo el mundo pueda encontrar allí lo que quiera y no me importa que tal o cual cosa no el guste a la gente, la objete o no la encuentre: siempre se contentarán con alguna parte de lo que he hecho. No tengo gran amor propio ni he sido nunca un intransigente político.
Que esta carta quede entre nosotros y tú procederás de acuerdo con lo que creas mejor bastándome ya el placer de que te hayas encargado a tí esta Antología. Me he quedado esperando las obras de Villamediana impresas que publicaste así como las copias de Códices que también me prometiste.
Te abraza fraternalmente
Pablo Neruda
“Eliminar los poemas políticos de tu obra carecería de sentido”
Madrid, 13 de febrero de 1973
Sr. D. Pablo Neruda
ISLA NEGRA (Chile). INSTITUTO DE CULTURA HISPÁNICA LR/PA.
Querido Pablo:
Me alegra haberte comunicado mis temores y que me hayas aclarado tu posición en el asunto. Te daré los detalles que conozco de esta edición.
Coincide efectivamente con las indicaciones que tú me das de publicar dos tomos de mil páginas cada uno. La editorial es Clásicos Noguer, S.A., y la edición está autorizada por Carmen Balcells, con la que me puse en contacto y con quien teno buena amistad-. A mí me han encargado que haga una selección de dos mil páginas. Te acompaño fotocopia de la carta de Noguer.
Desde luego, creo como tú, que eliminar de una selección muy completa de tu obra los poemas políticos carecería de sentido, por eso te escribí. Aclararé este punto con la editorial antes de comprometerme a nada. Por lo demás, querido Pablo, te repito que estoy encantado de hacer este trabajo de selección y estudio de tu obra.
En caso de aceptar el encargo, te tendré puntualmente al corriente del desarrollo del trabajo. Como de todas formas habrá que suprimir unas mil páginas, en su momento te haré las consultas necesarias:
Recuerdos a Matilde y un cordial abrazo de
Luis Rosales
De El libro de las baladas, de Luis Rosales que publicará próximamente Visor
Verde
Dedicado a Esperancita
El cielo muestra la comba
espaciosa de su frente,
las nubes ponen el blanco
de la vejez en sus sienes.
¡Verde mar, verde esperanza,
verde amargura del verde!
Tarde estival, los arroyos
bajo el sol desaparecen.
La brisa pone vendajes
húmedos a nuestra fiebre.
Tarde que lleva en sus venas
sangre excitada y ardiente.
Loca de ternuras hondas
y de ansiedades de nieve.
Sensualidad tonos sepia
de intimidad en el ambiente,
Ensueños que en lejanías
de perfección palidecen.
¡Verde mar, verde esperanza,
verde amargura del verde!
¡El corazón de la tarde
como una antorcha se enciende!
En el balcón de la casa
la niña espera al ausente.
Suaves esmeraldas húmedas,
llaves del sueño y la muerte.
El silencio se liquida
igual que una mar celeste
en sus órbitas, abismos
donde la ansiedad florece
su latir de corazones,
ebrios de sol y de fiebre.
Suaves esmeraldas húmedas,
llaves del sueño y la muerte.
Varal de nardos, las manos
su línea grácil extienden
toda expresión que el crepúsculo
ligeramente enrojece.
¡Oh, las manos extendidas
en la angustia del ambiente!
Simbolismo de oraciones
y castidades que mueren.
El paisaje le ha prestado
una claridad celeste
que corta sus ilusiones
como un agudo estilete.
“Me besará en las pupilas
esperanzadas de verde.”
Sus ensueños bordan, bordan
lirios e en campos de nieves.
La vida el telar deshace
como una nueva Penélope.
Vendrá por aquel sendero
cuando las luces se duermen.
En el balcón de la casa,
la niña espera al ausente.
Blancura de eternidades
la ha idealizado dos veces.
La Noche prende sus sombras
con millares de alfileres
en la pauta azul del cielo.
La luna es como un paréntesis
de blanca melancolía
que en su caricia la envuelve.
La Vida es el tiempo ¿sabes?
ella espera y no comprende.
Verde esperanza del mar
ha envenenado sus sienes.
¡Verde mar, verde esperanza,
verde amargura del verde!
La vida tiene un balcón
abierto siempre al poniente.
Baladas del desencanto 2ª
Carmen En el canto de los gallos
sueñan los ojos del alba.
Lirios de blanca alegría,
mi novia eterna es el agua.
Tu boca, como el pecado
original, no tuvo hermanas.
Fuente próxima de sol
y lejana de esmeraldas
cristal que bañan cristales,
cristales de turbias aguas
donde remansa la vida
con un temblor de esperanza
y sueñan fuentes y estrellas
sueños que lavan el alma.
Un silencio prolongado
como una larga distancia
como un cortar de tijeras
(desilusiones aladas)
como un chocar de diamantes
falsos en nuestra garganta.
Frialdades de obra perfecta
y de femeninas gracias.
Las caricias de tan lentas
se fueron tornando amargas.
Soledad, madre de madres,
principio y fin, culpa y gracia.
Yo he de abrir en carne viva
para tus besos el alma.
Lirios, espuma de rezos.
¡Mi novia eterna es el agua!
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