sábado, 27 de diciembre de 2014

El Efecto Lucifer es “un intento por entender los procesos de transformación que actúan cuando unas personas buenas o normales hacen algo malvado o vil”

El Efecto Lucifer es “un intento por entender los procesos de transformación que actúan cuando unas personas buenas o normales hacen algo malvado o vil”. La cuestión central en torno a la cual gira la obra de Zimbardo es cómo es posible que gente buena y común pueda cometer hechos que sorprenden por su atrocidad, matanzas de Ruanda, violaciones en Nanking o el Holocausto nazi son tan solo algunos de los ejemplos analizados en el texto.
Tras analizar en profundidad por primera vez desde su conclusión el experimento de la prisión de Stanford (agosto de 1971), Zimbardo trata de aplicar lo allí descubierto a hechos recientes en los que la cuestión central vuelve a resurgir. En concreto analiza lo ocurrido en Irak en la prisión militar de Abu Ghraib.
Zimbardo trata de hacernos entender que, en la explicación de sucesos sorprendentemente “anormales” por su crueldad, no podemos centrarnos exclusivamente en factores disposicionales, creyendo que tras estas conductas se encuentran personas trastornadas, distintas a la mayoría y con alguna característica que los hace actuar así, de modo distinto al que lo haría la mayoría de nosotros. Lo más relevante, y así lo demuestra años de investigación en psicología social, son los factores situacionales que hacen que en determinados contextos, cuando concurren factores oportunos, actuemos en un sentido en que nunca hubiéramos imaginado.
En su análisis del poder de la situación Zimbardo repasa algunos de los procesos psicológicos que entran en funcionamiento y que han sido analizados en experimentos clásicos de la psicología.
La desconexión moral de Albert Bandura, explica el poder de las etiquetas deshumanizadoras para alimentar la agresividad hacia otras personas. En su experimento, los estudiantes castigaban en mayor medida a aquellos de quienes habían recibido información deshumanizadora, del mismo modo que las descargas eran mayores cuando se diluía la responsabilidad en el grupo que la administraba.
La conformidad con el grupo (Solomon Asch)demuestra cómo nuestras necesidades informativas y normativas hacen que seamos capaces de actuar en contra de nuestro criterio (en el estudio original juicio sobre líneas), por la fuerza que ejerce la opinión del grupo y nuestra voluntad de ser aceptados. La presión del grupo impulsa a hacer cualquier cosa para ser aceptados, dándose un terror a quedarse fuera. El grupo nos hace hacer lo que no haríamos por nuestra cuenta.
Estudios sobre la obediencia a la autoridad (Stanley Milgram) permiten entender mejor cómo se puede hacer que una persona buena acabe actuando mal. Su teoría procede del interés por entender cómo los nazis habían asesinado a judíos de forma obediente durante el Holocausto. El paradigma de Milgram demostró que la intuición sobre disposiciones, típica de psiquiatras y psicólogos, falló de manera estrepitosa al predecir que solamente el 1% sería capaz de alcanzar un nivel máximo de castigo hacia el sujeto al obedecer al instructor. Este error es el llamado por Zimbardo “error fundamental de atribución”. En realidad el 65% de los sujetos fue capaz de obedecer, llevando hasta el máximo el nivel de descarga-castigo.
Analizando otros estudios recientes, Zimbardo muestra cómo es posible crear una conciencia Nazi en estudiantes americanos (The Wave o Tercera Oleada, recientemente llevada al cine), apoyar una solución final en Hawai, etc. En el caso de torturadores profesionales, el depurar la técnica, ajustando la clase y medida de tortura, puede ser la forma de recibir recompensas por los superiores.
Algunos de los procesos psicológicos que explican conductas aberrantes son la desindividuación (por ejemplo con uniformes, pinturas de guerra, etc.) que hace que el sujeto sea anónimo y se reduzca su responsabilidad personal sobre el mal causado, actuando sin límites y ladehumanización (por ejemplo mediante propaganda sobre las víctimas) que despoja a las víctimas de su condición humana, hace verlos como animales, dignos del mal que se les va a causar. Otro factor que contribuye al mal es la observación pasiva por parte de los testigos de las atrocidades, la llamada maldad por inacción, que supone que los “malvados” crean que quienes saben lo que ocurre lo aprueban por su silencio.
Los prejuicios, creernos diferentes a los demás y ajenos a lo que a ellos les afecta, nos hacen ser aún más vulnerables a las presiones situacionales porque menospreciamos su poder tanto como sobreestimamos el nuestro.
En definitiva, torturadores, terroristas, milicianos que masacran pueblos enteros, seguidores del nazismo que mataron a miles de judíos, en la mayoría de los casos son personas normales, a las que el poder de la situación les ha llevado a actuar de determinada forma, a los que el anonimato del grupo les ha permitido seguir adelante con sus vidas y superar la disonancia entre su pensamiento y su conducta. Si algo quiere Zimbardo que recuerde el lector, es que no somos tan diferentes a aquellas personas que cometen estos actos tan deleznables. Del mismo modo que es relativamente sencillo que cualquiera de nosotros pueda cometer un acto de maldad, cualquiera de nosotros puede convertirse en héroe, sólo hace falta que las fuerzas situacionales dirijan nuestra conducta en un determinado sentido, en un momento concreto. La autoridad, el grupo, distorsiones, harán que actuemos como nunca habíamos imaginado que podríamos hacerlo.

Sobre Philip Zimbardo:
Autor: Philip Zimbardo. Doctorado en psicología por la Universidad de Yale en 1959, es Profesor de la Universidad de Stanford desde 1968. Cuenta con más de 300 publicaciones científicas y 50 libros. Su interés investigador se centra en la psicología social, en temas como la locura, el vandalismo, tortura, terrorismo, etc. Activista político contra las guerras de Vietnan y de Irak, así como contra el Sistema Correccional Americano, ha sido presidente de la American Psychological Association y es conocido mundialmente por haber dirigido el Experimento de la Prisión de Stanford.

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