El amor a todo
El amor a todo se manifiesta en algo muy sencillo.
En que nosotros miramos a todos y les damos un lugar en nuestro corazón.
Hay para ello una actitud interior. Una vez Jesús lo dijo en una frase.
Es una frase muy bella: “Sed misericordiosos como mi padre en el cielo,
que deja brillar el sol sobre buenos y malos y de la misma manera deja
llover sobre justos e injustos”. ¿Por qué? Él está en sintonía con
todos.
El amor en círculos crecientes
De Rainer María Rilke hay en el Libro de las horas una bella poesía:
Vivo mi vida en círculos crecientes,
que se dibujan sobre las cosas.
Quizás no complete el último,
pero lo quiero intentar.
que se dibujan sobre las cosas.
Quizás no complete el último,
pero lo quiero intentar.
Yo la cambié un poco para mí.
Vivo mi amor en círculos crecientes,
que se dibujan sobre las cosas.
Quizás no complete el último,
en el que realmente amo a todos,
pero lo quiero intentar.
que se dibujan sobre las cosas.
Quizás no complete el último,
en el que realmente amo a todos,
pero lo quiero intentar.
Cada paso en esa dirección es un logro en el cual crecemos y nos enriquecemos.
El corazón puro
Cuando entramos en sintonía con excluidos,
rechazados, olvidados, por ejemplo con víctimas o también con aquellos
que fueron responsables de su muerte, y los miramos sin pretender nada,
cuando simplemente los miramos con respeto, también con respeto por su
destino, entonces ellos podrán tranquilizarse, sin que los incorporemos a
nosotros. Por eso al final, en el amor a todo, la mirada se desvía y se
dirige a algo que está por encima de todo. Recién en esa mirada
conjunta todos son iguales, nosotros somos iguales a todos y al mismo
tiempo estamos libres para nuestro propio destino y nuestra satisfacción
personal.
Esto que dije sobre el amor de ninguna manera es el final. Simultáneamente continúa aún más allá a un plano superior. En la mirada a ese plano superior estaremos serenos y seremos libres.
Les leo otro texto que resume lo que acabo de decir y nos ayuda a identificarnos con ese amor. Se llama “El corazón puro”.
“¿Cómo se vuelve puro nuestro corazón?” Liberando de él a las personas con quienes tenemos contacto, sobre todo a aquellas de quienes estamos más cerca. A cada uno lo dejamos ir con otra persona: con sus padres, con su pareja, con sus hijos, con su destino.
¿Qué repercusión tiene? La persona será libre de nosotros. Libre de nuestros deseos y expectativas, libre de nuestras preocupaciones, libre de nuestros pensamientos, libre de nuestro juicio y de nuestro destino.
También nosotros mismos seremos libres de ella. Libres de sus deseos y expectativas, libres de sus preocupaciones, libres de sus pensamientos, libres de su juicio y su destino. También seremos libres de su culpa, de aquello que ella tal vez nos haya hecho.
A la inversa, ella también será libre de nuestra culpa y de aquello que nosotros tal vez le hayamos hecho y le hayamos causado. Y nosotros seremos libres de nuestras exigencias con el otro, él de las mías y yo de las de él.
¿Seremos entonces insensibles? ¿Careceremos entonces de amor? Al contrario. El corazón puro siente pureza. El corazón puro ama con pureza.
Pureza significa aquí estar en sintonía con nuestro último origen, con el suyo y con el mío. Ser puro como el amor de origen, si es que aquí podemos hablar de amor. Ese amor significa querer al otro como es, significa el amor a su comienzo y también a su fin.
Este es el amor puro y también la alegría pura. Une sin unir y separa sin separar. Simplemente está.
El corazón puro sabe de su dependencia de otros y le da su consentimiento. Ël sabe de la dependencia que otros tienen de él y le da su consentimiento. También en esto es el corazón puro.
Esto que dije sobre el amor de ninguna manera es el final. Simultáneamente continúa aún más allá a un plano superior. En la mirada a ese plano superior estaremos serenos y seremos libres.
Les leo otro texto que resume lo que acabo de decir y nos ayuda a identificarnos con ese amor. Se llama “El corazón puro”.
“¿Cómo se vuelve puro nuestro corazón?” Liberando de él a las personas con quienes tenemos contacto, sobre todo a aquellas de quienes estamos más cerca. A cada uno lo dejamos ir con otra persona: con sus padres, con su pareja, con sus hijos, con su destino.
¿Qué repercusión tiene? La persona será libre de nosotros. Libre de nuestros deseos y expectativas, libre de nuestras preocupaciones, libre de nuestros pensamientos, libre de nuestro juicio y de nuestro destino.
También nosotros mismos seremos libres de ella. Libres de sus deseos y expectativas, libres de sus preocupaciones, libres de sus pensamientos, libres de su juicio y su destino. También seremos libres de su culpa, de aquello que ella tal vez nos haya hecho.
A la inversa, ella también será libre de nuestra culpa y de aquello que nosotros tal vez le hayamos hecho y le hayamos causado. Y nosotros seremos libres de nuestras exigencias con el otro, él de las mías y yo de las de él.
¿Seremos entonces insensibles? ¿Careceremos entonces de amor? Al contrario. El corazón puro siente pureza. El corazón puro ama con pureza.
Pureza significa aquí estar en sintonía con nuestro último origen, con el suyo y con el mío. Ser puro como el amor de origen, si es que aquí podemos hablar de amor. Ese amor significa querer al otro como es, significa el amor a su comienzo y también a su fin.
Este es el amor puro y también la alegría pura. Une sin unir y separa sin separar. Simplemente está.
El corazón puro sabe de su dependencia de otros y le da su consentimiento. Ël sabe de la dependencia que otros tienen de él y le da su consentimiento. También en esto es el corazón puro.
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