Martin Seligman y Claudio Naranjo: Por una Educación "Holística"
A continuación voy a compartir con ustedes dos enfoques, modelos, perspectivas, ópticas con respecto a la educación. Con un interés común entre ellos: Martin Seligman y Claudio Naranjo, que los jóvenes sean más creativos, tengan más bienestar y puedan desarrollar más la libertad desde el respeto a los demás, a la naturaleza y enamorarse de la vida. Espero que lo disfruten. Las citas las he escogido yo, me han parecido, claras y contundentes. Rodrigo Córdoba Sanz.
Aboutism y shouldism: 100.000 órdenes, mas ninguna consideración sobre el aguante que esta persona efectivamente tiene para acatarlas. Y más aún, la mayoría de la gente cree que este "tú debes hacer esto, tú debes cambiar, tú debes, etc,...", es una fórmula mágica que va a dar algún resultado. Fritz Perls.
“La responsabilidad no es un deber sino un hecho inevitable. Somos los actores responsables de cualquier cosa que hagamos. Nuestra única alternativa es reconocer tal responsabilidad o negarla. Y percatarse de la verdad, nos cura de nuestras mentiras.”
Claudio Naranjo
“No estoy en este mundo para llenar tus expectativas,
Ni tú estas en el mundo para llenar las mías,
Tú eres tú y yo soy yo,
Si causalmente nos encontramos será hermoso,
Si no, no importa.”
Fritz PerlsMartin Seligman: "La Vida que Florece". Capítulo V.
“La vida pone los mismos contratiempos y tragedias sobre los optimistas y sobre los pesimistas, pero los optimistas los enfrentan mejor.” (Martin Seligman)
"La escuela se usa para domesticar." (Claudio Naranjo)
Para empezar, un cuestionario:
Primera pregunta: en una o dos palabras, ¿qué es lo que más desea para sus hijos?
Si es usted como los miles de padres a los que he encuestado, habrá respondido:felicidad, seguridad en sí mismos, complacencia, realización personal, equilibrio, que sean buenas personas, bondad, salud, satisfacción, amor, que sean cívicos, que lleven una vida con sentido, y cosas así. Es decir, su máxima prioridad para sus hijos es el Bienestar.
Segunda pregunta: en una o dos palabras, ¿qué se enseña en los colegios?
Si es usted como otros padres, habrá respondido: rendimiento, habilidades mentales, éxito, conformidad, leer y escribir, matemáticas, trabajar, hacer exámenes, disciplina y similares. Es decir, lo que se enseña en los colegios es a tener éxito en el puesto de trabajo.
Vale la pena fijarse en que no hay coincidencias entre las dos listas.
Desde hace más de un siglo, la escolarización de los niños ha allanado el camino hacia el trabajo adulto. No tengo nada en contra del éxito, de saber leer y escribir, de la persverancia y la disciplina, pero quiero que se imagine que los colegios podrían enseñar tanto las capacidades del bienestar como las de los logros, sin poner en peligro a ninguna de las dos. Quiero que se imagine la educación positiva.
¿Debería enseñarse el bienestar en el colegio?
La prevalencia de la depresión entre los jóvenes resulta asombrosamente elevada en todo el mundo. Según ciertas estimaciones, la depresión es aproximadamente diez veces más habitual en la actualidad que hace cincuenta años. No se trata del producto de una mayor concienciación de la depresión como enfermedad mental, puesto que buena parte de los datos proceden de encuestas domiciliarias en las que se pregunta a decenas de miles de personas si han intentado suicidarse alguna vez o si han llorado alguna vez todos los días durante dos semanas, y preguntas similares sin ni siquiera mencionar la depresión. Hoy día la depresión se ceba en los adolescentes; hace cincuenta años, la media de edad de la primera crisis era alrededor de los treinta años. Ahora el primer episodio se produce antes de los quince años. Si bien hay controversia sobre si estas cifras ascienden hasta merecer la aterradora apelación de "epidemia", a todos los profesionales de este campo nos deja consternados la gran prevalencia de la depresión y el hecho de que en muchos casos ni siquiera se trate.
Resulta una paradoja, sobre todo si se considera que el buen bienestar deriva de un entorno propicio. Hay que estar muy cegado por la ideología para no darse cuenta de que casi todo es mejor en los países ricos que hace cincuenta años; en EEUU, por ejemplo, el poder adquisitivo se ha multiplicado por tres... El progreso no se ha limitado a lo material, hay más música, más derechos para la mujer, menos racismo, más entretenimiento y más libros. Si se lo hubieran dicho a mis padres, que vivían en una casa de 110 metros cuadrados conmigo y Beth, mi hermana mayor, que todo esto se conseguiría en tan solo cincuenta años, habrían dicho: "Eso sería el paraíso". (Nota de Rodrigo C.: una casa de ese tamaño es anhelada por la gran mayoría de los ciudadanos españoles, y, prácticamente, de todo el mundo).
Pero no es el paraíso.
Hay mucha más depresión, que afecta a muchas personas jóvenes, y la media de felicidad nacional, que se ha medido lo suficientemente bien durante medio siglo, ni por asomo está a la altura de la supuesta mejora que objetivamente se ha producido en el mundo. La felicidad solo ha ascendido de forma desigual, si acaso. El danés, el mexicano, el italiano medios están un poco satisfechos con la vida que hace cincuenta años, pero el estadounidense, el japonés y australiano medio no están más satisfechos con la vida que hace cincuenta años, y el británico y el alemán medios están menos satisfechos. El ruso medio es mucho más infeliz.
Nadie sabe a qué se debe todo esto...
Dos buenos motivos por los que el bienestar debería enseñarse en los colegios son el aluvión actual de casos de depresión y el aumento simbólico de la felicidad a lo largo de las dos últimas generaciones. Otra buena razón es que el mayor bienestar mejora el aprendizaje, el propósito tradicional de la educación. El talante positivo aumenta la capacidad de atención, el pensamiento creativo y el pensamiento holístico. Todo ello se contrapone al talante negativo, que limita la capacidad de atención y aumenta el pensamiento más crítico y analítico...
He llegado a la conclusión de que, en la medida de lo posible, el bienestar debería enseñarse en la escuela porque sería un antídoto contra la incidencia apabullante de depresión, una forma de aumentar la satisfacción con la vida y una ayuda para aprender mejor y practicar el pensamiento creativo.
CLAUDIO NARANJO
El sembrador de consciencia Claudio Naranjo lleva más de cuatro décadas formando a profesionales y buscadores mediante su brillante programa SAT, donde los participantes entran en contacto profundo con cuerpo, emociones, pensamientos y conciencia, bases también de la Terapia Gestalt.
Una herramienta de autoconocimiento, la más completa.
¿En qué consiste?
Es un mapa de las nueve pasiones que conforman tu personalidad: te ayuda a conocerlas, y así identificar cuál de ellas te domina.
¿Cuáles son esas nueve pasiones?
Ira, orgullo, vanidad, envidia, avaricia, cobardía, gula, lujuria y pereza.
Suenan a los pecados capitales.
Los griegos ya enumeraron casi todas esas pasiones, llamadas luego pecados por el cristianismo, y que son a su vez los nueve eneatipos del eneagrama.
¿Y una de esas pasiones me domina?
Siempre hay una dominante sobre las demás: identifica cuál es la tuya, y así podrás trabajarte para equilibrarla con las demás.
¿Con qué fin?
Dejar de actuar reactivamente, con automatismos, como una máquina: ante cada situación serás capaz de actuar con conciencia.
¿Cuál es su pasión dominante?
La avaricia.
¿Sí?
He temido siempre quedarme sin nada: temeroso de la precariedad de mis recursos, me ha costado invertir en mis capacidades, he desconfiado de mí… Y eso me ha dejado en el filo del vivir, una vida por vivir.
¿No ha podido dominar esa avaricia?
Ya sí, pero ha sido difícil. Ya lo dijo Churchill: “El hombre se tropieza con la verdad…, pero se levanta y sigue su camino”.
¿De dónde proviene el eneagrama?
De un esoterismo cristiano de Asia Central, que divulgó por Europa una especie de Sócrates ruso de principios del siglo XX, Gurdjieff. Y de él lo aprendió Óscar Ichazo, que me lo enseñó en el desierto de Arica.
¿Cómo fue usted a parar al desierto?
Era 1970, y yo pasaba el peor momento de mi vida… Y me retiré durante seis meses.
¿Qué le había sucedido?
Mi segunda esposa tuvo un accidente de automóvil y murió mi hijo de once años.
Sobreponerse debió de ser duro…
Yo tenía 37 años y me tendía en su camita y pasaba horas y horas llorando. Un día entendí que era llanto por lo que no había podido quererle. Sentí su presencia y dejé de llorar.
¿Y qué aprendió en el desierto?
Yo era médico psiquiatra. Vi que la medicina farmacológica abordaba síntomas, pero no la raíz del problema del paciente: la dejé para ejercer como psicoterapeuta.
¿Es muy malo que mande una pasión?
Lo malo es que en ese caso tu vida será más pequeña, automatizada, dilapidarás energías…, pudiendo vivir más plenamente.
¿Qué automatismo le hizo ser médico?
A los seis años vi la luna llena y le pregunté a mi madre qué era eso. Me dijo que era un cuerpo celeste, como lo eran las estrellas, los planetas…, y me habló de la gravedad… y experimenté un intenso placer ante ese vislumbre de conocimiento… Y ya busqué repetir ese gozo, y eso me llevó a la ciencia.
Pero luego dejó la ciencia.
Cuando sentí que la filosofía y la psicología afrontaban mejor el dolor de la infelicidad.
¿Cuál ha sido su momento más feliz?
A los 20 años tuve una relación erótica con una conocida de 40 años, y sentí tanta alegría… ¡El mundo era bello! Sentí la alegría normal del vivir, y ahí fui consciente de que yo no había estado vivo hasta entonces.
¿Ha llegado a conocerse perfectamente a sí mismo?
En el centro de la cebolla, si vas quitando capas y capas, no hay semilla, ¡no hay nada!
¿Qué significa esto?
Que lo único que hay son los demás. Antes yo me recluía en mi torre de marfil, pero hoy veo los problemas del mundo…
¿Cuáles son?
Todos derivan de una estructura patriarcal profunda, de modo que todos se diluirían si educásemos a los niños de otra manera.
¿Cómo, exactamente?
Integrando intelecto, cuerpo, emociones y espíritu, para ser más amorosos, más libres: más sabios. Pero para eso es decisivo primero que eduquemos a los educadores.
¿Tenemos una educación no amorosa?
Demasiado intelectual, institucional, individualista, patriarcal y poco humanística. Nuestra sociedad sigue siendo machista y depredadora. Ya decía Cicerón: “Cada senador es sabio…, pero el Senado es un idiota”.
¿Solución?
Integrar intelecto, amor e instinto, nuestros tres cerebros. Abrazarlos a los tres de verdad: por ahora, el intelecto ha eclipsado el amor y ha demonizado el instinto.
¿Debo dejarme llevar por mi instinto?
Si te arrastra, no eres libre: se trata de aliarte con tu instinto.
¿Qué pasión domina hoy al mundo?
La vanidad. Se expresa en la pulsión por el éxito económico, la supremacía tecnológica, la confusión entre valor y precio…
¿Hacia dónde se encamina el mundo?
Muchos son los llamados…, pero muchos son también los sordos. Hay una pulsión de transformación cierta, pero pasa por encender la luz y ver en tu propia oscuridad.
Y si lograse encenderla, ¿qué veré?
Sabrás que todo es pulsátil, que todo late… Si buscas el yo, acabarás topándote con la ausencia de yo: lo transformador es sentir el ser. Si eso sucede, tendrás días peores o mejores…, pero recordarás el sabor del ser.
¿Un consejo definitivo?
Ocúpate del reino del corazón, y el resto te llegará por añadidura.
Aboutism y shouldism: 100.000 órdenes, mas ninguna consideración sobre el aguante que esta persona efectivamente tiene para acatarlas. Y más aún, la mayoría de la gente cree que este "tú debes hacer esto, tú debes cambiar, tú debes, etc,...", es una fórmula mágica que va a dar algún resultado. Fritz Perls.
“La responsabilidad no es un deber sino un hecho inevitable. Somos los actores responsables de cualquier cosa que hagamos. Nuestra única alternativa es reconocer tal responsabilidad o negarla. Y percatarse de la verdad, nos cura de nuestras mentiras.”
Claudio Naranjo
“No estoy en este mundo para llenar tus expectativas,
Ni tú estas en el mundo para llenar las mías,
Tú eres tú y yo soy yo,
Si causalmente nos encontramos será hermoso,
Si no, no importa.”
Fritz PerlsMartin Seligman: "La Vida que Florece". Capítulo V.
“La vida pone los mismos contratiempos y tragedias sobre los optimistas y sobre los pesimistas, pero los optimistas los enfrentan mejor.” (Martin Seligman)
"La escuela se usa para domesticar." (Claudio Naranjo)
Para empezar, un cuestionario:
Primera pregunta: en una o dos palabras, ¿qué es lo que más desea para sus hijos?
Si es usted como los miles de padres a los que he encuestado, habrá respondido:felicidad, seguridad en sí mismos, complacencia, realización personal, equilibrio, que sean buenas personas, bondad, salud, satisfacción, amor, que sean cívicos, que lleven una vida con sentido, y cosas así. Es decir, su máxima prioridad para sus hijos es el Bienestar.
Segunda pregunta: en una o dos palabras, ¿qué se enseña en los colegios?
Si es usted como otros padres, habrá respondido: rendimiento, habilidades mentales, éxito, conformidad, leer y escribir, matemáticas, trabajar, hacer exámenes, disciplina y similares. Es decir, lo que se enseña en los colegios es a tener éxito en el puesto de trabajo.
Vale la pena fijarse en que no hay coincidencias entre las dos listas.
Desde hace más de un siglo, la escolarización de los niños ha allanado el camino hacia el trabajo adulto. No tengo nada en contra del éxito, de saber leer y escribir, de la persverancia y la disciplina, pero quiero que se imagine que los colegios podrían enseñar tanto las capacidades del bienestar como las de los logros, sin poner en peligro a ninguna de las dos. Quiero que se imagine la educación positiva.
¿Debería enseñarse el bienestar en el colegio?
La prevalencia de la depresión entre los jóvenes resulta asombrosamente elevada en todo el mundo. Según ciertas estimaciones, la depresión es aproximadamente diez veces más habitual en la actualidad que hace cincuenta años. No se trata del producto de una mayor concienciación de la depresión como enfermedad mental, puesto que buena parte de los datos proceden de encuestas domiciliarias en las que se pregunta a decenas de miles de personas si han intentado suicidarse alguna vez o si han llorado alguna vez todos los días durante dos semanas, y preguntas similares sin ni siquiera mencionar la depresión. Hoy día la depresión se ceba en los adolescentes; hace cincuenta años, la media de edad de la primera crisis era alrededor de los treinta años. Ahora el primer episodio se produce antes de los quince años. Si bien hay controversia sobre si estas cifras ascienden hasta merecer la aterradora apelación de "epidemia", a todos los profesionales de este campo nos deja consternados la gran prevalencia de la depresión y el hecho de que en muchos casos ni siquiera se trate.
Resulta una paradoja, sobre todo si se considera que el buen bienestar deriva de un entorno propicio. Hay que estar muy cegado por la ideología para no darse cuenta de que casi todo es mejor en los países ricos que hace cincuenta años; en EEUU, por ejemplo, el poder adquisitivo se ha multiplicado por tres... El progreso no se ha limitado a lo material, hay más música, más derechos para la mujer, menos racismo, más entretenimiento y más libros. Si se lo hubieran dicho a mis padres, que vivían en una casa de 110 metros cuadrados conmigo y Beth, mi hermana mayor, que todo esto se conseguiría en tan solo cincuenta años, habrían dicho: "Eso sería el paraíso". (Nota de Rodrigo C.: una casa de ese tamaño es anhelada por la gran mayoría de los ciudadanos españoles, y, prácticamente, de todo el mundo).
Pero no es el paraíso.
Hay mucha más depresión, que afecta a muchas personas jóvenes, y la media de felicidad nacional, que se ha medido lo suficientemente bien durante medio siglo, ni por asomo está a la altura de la supuesta mejora que objetivamente se ha producido en el mundo. La felicidad solo ha ascendido de forma desigual, si acaso. El danés, el mexicano, el italiano medios están un poco satisfechos con la vida que hace cincuenta años, pero el estadounidense, el japonés y australiano medio no están más satisfechos con la vida que hace cincuenta años, y el británico y el alemán medios están menos satisfechos. El ruso medio es mucho más infeliz.
Nadie sabe a qué se debe todo esto...
Dos buenos motivos por los que el bienestar debería enseñarse en los colegios son el aluvión actual de casos de depresión y el aumento simbólico de la felicidad a lo largo de las dos últimas generaciones. Otra buena razón es que el mayor bienestar mejora el aprendizaje, el propósito tradicional de la educación. El talante positivo aumenta la capacidad de atención, el pensamiento creativo y el pensamiento holístico. Todo ello se contrapone al talante negativo, que limita la capacidad de atención y aumenta el pensamiento más crítico y analítico...
He llegado a la conclusión de que, en la medida de lo posible, el bienestar debería enseñarse en la escuela porque sería un antídoto contra la incidencia apabullante de depresión, una forma de aumentar la satisfacción con la vida y una ayuda para aprender mejor y practicar el pensamiento creativo.
CLAUDIO NARANJO
El sembrador de consciencia Claudio Naranjo lleva más de cuatro décadas formando a profesionales y buscadores mediante su brillante programa SAT, donde los participantes entran en contacto profundo con cuerpo, emociones, pensamientos y conciencia, bases también de la Terapia Gestalt.
”Tenemos el mundo que tenemos porque tenemos la educación que tenemos.”
En apenas 13 minutos el maestro describe su visión de una educación que genere conciencia sobre todas las dimensiones humanas, y no un sistema robotizado en que los estudiantes son obligados a aprender cosas inútiles. Es necesario que los administradores de la educación, los educadores y los padres cambien profundamente los paradigmas con los que operan para recuperar el equilibrio individual, social y planetario.
Transcribimos también la genial entrevista realizada por La Contra de La Vanguardia el 17 de enero de 2012:
¿Qué es el eneagrama?Una herramienta de autoconocimiento, la más completa.
¿En qué consiste?
Es un mapa de las nueve pasiones que conforman tu personalidad: te ayuda a conocerlas, y así identificar cuál de ellas te domina.
¿Cuáles son esas nueve pasiones?
Ira, orgullo, vanidad, envidia, avaricia, cobardía, gula, lujuria y pereza.
Suenan a los pecados capitales.
Los griegos ya enumeraron casi todas esas pasiones, llamadas luego pecados por el cristianismo, y que son a su vez los nueve eneatipos del eneagrama.
¿Y una de esas pasiones me domina?
Siempre hay una dominante sobre las demás: identifica cuál es la tuya, y así podrás trabajarte para equilibrarla con las demás.
¿Con qué fin?
Dejar de actuar reactivamente, con automatismos, como una máquina: ante cada situación serás capaz de actuar con conciencia.
¿Cuál es su pasión dominante?
La avaricia.
¿Sí?
He temido siempre quedarme sin nada: temeroso de la precariedad de mis recursos, me ha costado invertir en mis capacidades, he desconfiado de mí… Y eso me ha dejado en el filo del vivir, una vida por vivir.
¿No ha podido dominar esa avaricia?
Ya sí, pero ha sido difícil. Ya lo dijo Churchill: “El hombre se tropieza con la verdad…, pero se levanta y sigue su camino”.
¿De dónde proviene el eneagrama?
De un esoterismo cristiano de Asia Central, que divulgó por Europa una especie de Sócrates ruso de principios del siglo XX, Gurdjieff. Y de él lo aprendió Óscar Ichazo, que me lo enseñó en el desierto de Arica.
¿Cómo fue usted a parar al desierto?
Era 1970, y yo pasaba el peor momento de mi vida… Y me retiré durante seis meses.
¿Qué le había sucedido?
Mi segunda esposa tuvo un accidente de automóvil y murió mi hijo de once años.
Sobreponerse debió de ser duro…
Yo tenía 37 años y me tendía en su camita y pasaba horas y horas llorando. Un día entendí que era llanto por lo que no había podido quererle. Sentí su presencia y dejé de llorar.
¿Y qué aprendió en el desierto?
Yo era médico psiquiatra. Vi que la medicina farmacológica abordaba síntomas, pero no la raíz del problema del paciente: la dejé para ejercer como psicoterapeuta.
¿Es muy malo que mande una pasión?
Lo malo es que en ese caso tu vida será más pequeña, automatizada, dilapidarás energías…, pudiendo vivir más plenamente.
¿Qué automatismo le hizo ser médico?
A los seis años vi la luna llena y le pregunté a mi madre qué era eso. Me dijo que era un cuerpo celeste, como lo eran las estrellas, los planetas…, y me habló de la gravedad… y experimenté un intenso placer ante ese vislumbre de conocimiento… Y ya busqué repetir ese gozo, y eso me llevó a la ciencia.
Pero luego dejó la ciencia.
Cuando sentí que la filosofía y la psicología afrontaban mejor el dolor de la infelicidad.
¿Cuál ha sido su momento más feliz?
A los 20 años tuve una relación erótica con una conocida de 40 años, y sentí tanta alegría… ¡El mundo era bello! Sentí la alegría normal del vivir, y ahí fui consciente de que yo no había estado vivo hasta entonces.
¿Ha llegado a conocerse perfectamente a sí mismo?
En el centro de la cebolla, si vas quitando capas y capas, no hay semilla, ¡no hay nada!
¿Qué significa esto?
Que lo único que hay son los demás. Antes yo me recluía en mi torre de marfil, pero hoy veo los problemas del mundo…
¿Cuáles son?
Todos derivan de una estructura patriarcal profunda, de modo que todos se diluirían si educásemos a los niños de otra manera.
¿Cómo, exactamente?
Integrando intelecto, cuerpo, emociones y espíritu, para ser más amorosos, más libres: más sabios. Pero para eso es decisivo primero que eduquemos a los educadores.
¿Tenemos una educación no amorosa?
Demasiado intelectual, institucional, individualista, patriarcal y poco humanística. Nuestra sociedad sigue siendo machista y depredadora. Ya decía Cicerón: “Cada senador es sabio…, pero el Senado es un idiota”.
¿Solución?
Integrar intelecto, amor e instinto, nuestros tres cerebros. Abrazarlos a los tres de verdad: por ahora, el intelecto ha eclipsado el amor y ha demonizado el instinto.
¿Debo dejarme llevar por mi instinto?
Si te arrastra, no eres libre: se trata de aliarte con tu instinto.
¿Qué pasión domina hoy al mundo?
La vanidad. Se expresa en la pulsión por el éxito económico, la supremacía tecnológica, la confusión entre valor y precio…
¿Hacia dónde se encamina el mundo?
Muchos son los llamados…, pero muchos son también los sordos. Hay una pulsión de transformación cierta, pero pasa por encender la luz y ver en tu propia oscuridad.
Y si lograse encenderla, ¿qué veré?
Sabrás que todo es pulsátil, que todo late… Si buscas el yo, acabarás topándote con la ausencia de yo: lo transformador es sentir el ser. Si eso sucede, tendrás días peores o mejores…, pero recordarás el sabor del ser.
¿Un consejo definitivo?
Ocúpate del reino del corazón, y el resto te llegará por añadidura.
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