domingo, 22 de abril de 2012
sábado, 21 de abril de 2012
El Poder del Tao de LOU MARINOFF
El Poder del TAO: Lou Marinoff
Subir el Rio hacia atras
viernes, 20 de abril de 2012
Jose Antonio Marina en La ETICA
Lynn Marie Sager : 14 pasos para mejorar
domingo, 15 de abril de 2012
Emily Dikinson la poetisa
Emily Dickinson, la poetisa que llegó a la plenitud a través del aislamiento
16 ABR 2012 | FÁTIMA URÍBARRI
Nórdica publica una edición ilustrada y bilingüe con 27 de sus mejores poemas. Es una de las grandes de la Literatura norteamericana. No salió de su casa en 30 años.
Emily Dickinson (Amherst, Massachusetts, 1830-1886) fue solitaria, sigilosa, introvertida y melancólica. Su enclaustramiento, su perenne vestimenta blanca, su voluntaria soledad dibujan a un personaje onírico con aires de fantasma inventado por Edgar Allan Poe.
Fue extraña su vida y son de una poderosa belleza mística sus poemas. Antes de cumplir los 30 años decidió no salir de casa; fue un encierro progresivo y cada vez más exigente. De niña se aficionó a las plantas y elaboró preciosos herbarios recorriendo jardines y los alrededores de su casa. De jovencita viajó con su padre, Edward Dickinson, una figura eminente en Amherst. Y siempre escribió, pero para sí misma. No publicó nada en vida; no sintió la necesidad de someterse al juicio de los otros; con el suyo, el más exigente, le bastaba.
Si sus más de 1.700 poemas y sus más de 1.000 cartas se han llegado a conocer es gracias al empeño de su hermana Vinnie, también soltera, también sempiterna habitante del hogar paterno, que cuando murió Emily encontró sus escritos, los fajos de folios cosidos, en cajones y armarios, y que decidió publicarlos.
Es Emily Dickinson una de las grandes poetisas del siglo XIX y un gigante de las letras norteamericanas. Para Nicole d’ Amonville Alegría, editora y traductora de sus Cartas (Lumen), es una creadora cercana a la mexicana sor Juana Inés de la Cruz y a la rusa Marina Tsvietáieva por lo apasionado y conciso de su escritura.
La editorial Nórdica hace que Emily Dickinson sea una bienvenida noticia con El viento comenzó a mecer la nieve, una preciosa edición bilingüe, e ilustrada por Kike de la Rubia, que contiene 27 de sus mejores poemas. Como señala Juan Marqués en la presentación, “además de ser escritos en principio exclusivamente para la inmensa minoría de sí misma, los de Emily Dickinson fueron a un tiempo poemas complicadísimos y simples, alegres y tristes, transparentes y enigmáticos.
Sus versos enseñan a observar mejor. No necesitó salir de su casa para disfrutar de una poderosa vida interior: “Cerrar los ojos es viajar” –escribe en una carta en 1870–, y añade: “Las estaciones lo entienden”.
La inmortalidad y la naturaleza son habituales en sus versos. La muerte, sobre todo, le preocupa; y le asusta sobremanera la pérdida de los suyos, pero se aferra al consuelo del recuerdo: “Muéstrame la eternidad y yo te mostraré la memoria”, escribe a su cuñada Susan.
sábado, 7 de abril de 2012
Para ser Feliz de Enrique Rojas en no te rindas
Decálogo de la felicidad
17,656 personas han leido este articulo :)
Decálogo de la felicidad – Enrique Rojas,
extraído del libro No te rindas
No te obsesiones con ser feliz. La tristeza y la felicidad son estados cíclicos naturales, ya que dependen de los acontecimientos, y no debemos tratar de retenerlos. Ten un proyecto de vida coherente y realista y estarás en la rampa de salida hacia la felicidad.
Concédete el perdón. Cuando creas que has hecho algo mal y has dañado a alguien, aplícate la importancia de perdonarte a ti mismo, además de perdonar a los demás, y aplica los cambios necesarios para que no vuelva a suceder.
Desactiva la depresión. Existen dos clases: la endógena, producida por un desorden químico, y la exógena, producida por un trauma. En el primer caso puede solucionarse con pastillas; en el segundo, es necesario afrontar el problema con terapia psicológica.
Aprende del fracaso y de las crisis. Cuando hemos conseguido avanzar, no recordamos el camino ni los momentos de crisis, pero son precisamente esos momentos los que nos ayudan a encontrarnos donde estamos, así como a conocer nuestros puntos fuertes y débiles. El fracaso enseña lo que el éxito oculta.
La felicidad depende de los ojos con que miremos el mundo. No importa tanto lo que ocurra como nuestra interpretación de lo que sucede. Una actitud positiva y relativizadota impedirá que nos ahoguemos en un vaso de agua. La felicidad no depende de la realidad, sino de la interpretación que uno hace de la realidad.
Apuesta por el optimismo. Un optimista tiene mas probabilidades de éxito que un pesimista no porque se cree a si mismo problemas, sino porque ve soluciones donde el otro solo encuentra obstáculos.
Levántate después de caer. La resiliencia es la capacidad de sacar fuerzas e inspiración de nuestras experiencias negativas. No dejarse condicionar por un pasado traumático nos permite convertirlo en enseñanzas vitales que nos ayuden a ser mejores. Aprende a luchar en lo concreto.
Rodéate de un buen círculo afectivo. Las personas que te quieren y te apoyan, como amigos y familiares, son tu mejor baza a la hora de superar las adversidades y aclarar las ideas de cara al futuro inmediato.
Traza tus objetivos. La vida es cambiante, nunca se detiene, y según se mueve también nos transformamos nosotros. Por ese motivo es necesario fluir con los acontecimientos y circunstancias. No andarse por las ramas: establecer pocos objetivos, que sean muy concretos, y lanzarse a por ellos.
Aprovecha tus oportunidades. Cunado tengas un proyecto claro, utiliza toda tu energía y creatividad para cumplir lo que te has propuesto con una planificación realista, basada en pequeños objetivos que conducen a los grandes.
17,656 personas han leido este articulo :)
Decálogo de la felicidad – Enrique Rojas,
extraído del libro No te rindas
No te obsesiones con ser feliz. La tristeza y la felicidad son estados cíclicos naturales, ya que dependen de los acontecimientos, y no debemos tratar de retenerlos. Ten un proyecto de vida coherente y realista y estarás en la rampa de salida hacia la felicidad.
Concédete el perdón. Cuando creas que has hecho algo mal y has dañado a alguien, aplícate la importancia de perdonarte a ti mismo, además de perdonar a los demás, y aplica los cambios necesarios para que no vuelva a suceder.
Desactiva la depresión. Existen dos clases: la endógena, producida por un desorden químico, y la exógena, producida por un trauma. En el primer caso puede solucionarse con pastillas; en el segundo, es necesario afrontar el problema con terapia psicológica.
Aprende del fracaso y de las crisis. Cuando hemos conseguido avanzar, no recordamos el camino ni los momentos de crisis, pero son precisamente esos momentos los que nos ayudan a encontrarnos donde estamos, así como a conocer nuestros puntos fuertes y débiles. El fracaso enseña lo que el éxito oculta.
La felicidad depende de los ojos con que miremos el mundo. No importa tanto lo que ocurra como nuestra interpretación de lo que sucede. Una actitud positiva y relativizadota impedirá que nos ahoguemos en un vaso de agua. La felicidad no depende de la realidad, sino de la interpretación que uno hace de la realidad.
Apuesta por el optimismo. Un optimista tiene mas probabilidades de éxito que un pesimista no porque se cree a si mismo problemas, sino porque ve soluciones donde el otro solo encuentra obstáculos.
Levántate después de caer. La resiliencia es la capacidad de sacar fuerzas e inspiración de nuestras experiencias negativas. No dejarse condicionar por un pasado traumático nos permite convertirlo en enseñanzas vitales que nos ayuden a ser mejores. Aprende a luchar en lo concreto.
Rodéate de un buen círculo afectivo. Las personas que te quieren y te apoyan, como amigos y familiares, son tu mejor baza a la hora de superar las adversidades y aclarar las ideas de cara al futuro inmediato.
Traza tus objetivos. La vida es cambiante, nunca se detiene, y según se mueve también nos transformamos nosotros. Por ese motivo es necesario fluir con los acontecimientos y circunstancias. No andarse por las ramas: establecer pocos objetivos, que sean muy concretos, y lanzarse a por ellos.
Aprovecha tus oportunidades. Cunado tengas un proyecto claro, utiliza toda tu energía y creatividad para cumplir lo que te has propuesto con una planificación realista, basada en pequeños objetivos que conducen a los grandes.
No te rindas nunca persigue tus propósitos
Este es el título del último libro que ha publicado el Dr. Enrique Rojas. Una guía para la realización personal que en doce meses enseña a ser optimista ante un estado depresivo. En 318 páginas, la editorial Temas de hoy, como un sello editorial de Ediciones Planeta Madrid, SA, 2011, ha publicado este libro a cuyas cuestiones de forma voy a referirme en primer término. El primer acierto del libro es haber utilizado un cicero claro, un 12 fundido al 12, que permite leer los textos de página entera sin esa sensación angustiosa que le causa al lector la lectura de veinte páginas seguidas, a veces más, sin ningún título ni subtítulo. En la lectura, el Índice y el Prólogo suelen ser los límites de la curiosidad del lector en estos casos que se rinde ante este obstáculo inicial, especialmente entre Personas Mayores, o con defectos visuales. Por el contrario, en este libro cuando el autor te invita a conocer, por ejemplo las cuatro notas de la felicidad: amor, trabajo, cultura y amistad, te dispones a buscar el mensaje que la didáctica del libro te ofrece. La infraestructura está diseñada para que el lector pueda conocer la comunicación que contiene desde la primera a la última página. El fondo presenta la originalidad en el enfoque al relacionar los meses con las estaciones del año, que permiten mostrar, en el periodo de un año, la capacidad prácticamente ilimitada del ser humano para superar los percances y contratiempos que la aventura vital de cada uno va a ofrecerle. Lo importante es no rendirse y hallar soluciones. El libro se convierte en un almanaque para aprender de los errores cometidos. Los ejercicios prácticos, los test de la crisis, en los que se invita al lector a participar contestando a las preguntas que el autor le plantea, con una V de verdadero y una F de falso, permite al lector aplicarse la calificación sobre la respuesta a estas ocho preguntas: ¿Se conoce a si mismo?; ¿Tiene seguridad en si mismo?; ¿Sabe escuchar?; ¿Sabe aceptar las criticas?; ¿Respeta a los demás?; ¿Es una persona egoísta?; ¿Le agrada conocer gente nueva?; ¿Cómo se desenvuelve en ambientes desconocidos?; ¿La soledad es su amiga o su enemiga? El texto está dividido en cuatro partes con sus capítulos correspondientes, que no puede ser más atractivos: Primavera. Del amor y la amistad. Capítulo 1. Abril. Del amor de alta velocidad al de larga duración. Capítulo 2. Mayo. Dejar de ser hijos para poder ser padres. Capítulo 3. Junio. Los amigos: nuestra familia espiritual. Verano. La Alegría de vivir. Capítulo 4. Julio. Todo lo que nos hace infelices. Capítulo 5. Agosto. La dicha se administra en pequeñas dosis. Capítulo 6. Septiembre: La alegría de un sol que sale todos los días. Otoño. El Arte de madurar. Capítulo 7. Octubre. Crecer más allá de nuestros límites. Capítulo 8. Noviembre. Nuestros maestros cotidianos. Capítulo 9 Diciembre. La cosecha de la sabiduría. Invierno. Fantasmas y miedos. Capítulo 10. Enero. Liberarnos del pasado. Capítulo 11. Febrero. Adiós a la amistad. Capítulo 12. Marzo. Superar el miedo a la muerte. El tema de cada mes del año se refiere al amor, la familia, el trabajo, la cultura y la amistad. Enrique Rojas nos trasmite sus sabios consejos de la forma cálida que su palabra lo hace con sus pacientes, en la cátedra de Psiquiatría y Psicología Médica, o como Director del Instituto Español de Investigaciones Psiquiátricas y Presidente de la Fundación Rojas – Estapé, que comparte con su esposa Isabel Estapé Tous, Notario de Madrid y Académica de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras. Sus cuatro hijas han heredado los genes paternales y en la presentación del libro Isabel Rojas Estapé, de 20 años, sustituyó brillantemente al marqués Vicente del Bosque, que no pudo asistir al acto por encontrarse fuera de Madrid. También participó en la presentación la directora del Programa de Televisión “Diario de la Noche”, de Telemadrid, Ana Sandoval, quién destacó que este libro “No te rindas”, te abre puertas de otros libros, que es fácil de leer, que habla del día a día, de las cosas pequeñas que son importantes. Es un libro que invita a ser leído varias veces, para tenerlo actualizado. Terminó recomendando su adquisición. Las más de cien personas asistentes, en el amplio salón del Hotel Palace formaron la cola para las dedicatorias. Todo un éxito. *Fernando De Salas López es doctor en Ciencias de la Información. Periodista
Enrique Rojas dice de sí mismo que es un médico que escribe, un psiquiatra al que le gusta transmitir su conocimiento y que en sus libros ha tenido la fortuna de acertar a tocar teclas sensibles de la sociedad contemporánea: la ansiedad, la depresión o el vacío existencial del «hombre light». En su consulta hay un airoso diván blanco, guiño al visitante con funciones meramente decorativas.
Enrique Rojas dice de sí mismo que es un médico que escribe, un psiquiatra al que le gusta transmitir su conocimiento y que en sus libros ha tenido la fortuna de acertar a tocar teclas sensibles de la sociedad contemporánea: la ansiedad, la depresión o el vacío existencial del «hombre light». En su consulta hay un airoso diván blanco, guiño al visitante con funciones meramente decorativas. No lo usa nunca porque él es de la escuela del tú a tú.
-«No te rindas» es un título con indiscutible gancho en estos tiempos.
-Es la leyenda que utilizó Tony Blair («Don't give up») cuando se puso al frente de los laboristas. Un grito de guerra para una circunstancia muy difícil. En el libro explico que lo que te hace crecer como persona son las derrotas. Lo que enseña la derrota no lo enseña el éxito, y esto es plenamente aplicable para el fracaso económico y profesional. Y también explico cómo puede encontrarse la felicidad en las circunstancias más adversas.
-Pues ya me dirá. No parece fácil.
-Recojo casos históricos. Tomás Moro muere decapitado en 1535 en Londres y por sus cartas desde la prisión sabemos que es feliz hasta el último momento porque muere por sus ideales. Y Boris Cyrulnik escapó de Auschwitz con seis años después de que mataran a sus padres y salió fortalecido de esa experiencia. Es el padre de la resiliencia.
-La famosa resiliencia.
-Sí, cuando en el ser humano se da esa propiedad de los metales de doblarse sin partirse...
-No todos lograríamos vernos reflejados en esas biografías ejemplares.
-Pero son aplicables a la realidad. Triunfar muy pronto es un gran desastre. La derrota te enseña a seguir luchando y a no creerte nada. No hay quien pueda con alguien que ha superado derrotas importantes.
-¿Con qué herramientas hemos de enfrentarnos al fracaso o al dolor?
-Hay tres fórmulas para no rendirse: la primera, distinguir entre metas y objetivos. Las metas son muy amplias y vagas, y los objetivos son medibles. Por ejemplo, una persona que sufra anorexia no avanza por la meta genérica de curarse de la enfermedad, sino con objetivos por etapas como «no pesarme cada día», «luchar por no vomitar», «comer en familia» o «no mirarme al espejo». La segunda cuestión importante es tener una buena educación de la voluntad, a la que la psicología moderna considera más importante que la inteligencia. Y, en tercer lugar, nunca hay que sentirse derrotado y hundido. Como dejó escrito Unamuno, «no darte por vencido ni aun vencido, no darte por esclavo ni aun esclavo». El mensaje de optimismo es que hay que entrenar a la persona no para el éxito, sino para el esfuerzo.
-No parece que eso case con la percepción más común de la felicidad.
-La gente cree que la felicidad es una especie de paraíso permanente en donde tú te instalas y «après moi, le déluge», que dirían los franceses. O sea, después de mí, el diluvio. Y la felicidad es para mí un estado de ánimo, un estar contento con uno mismo y comprobar que hay una buena relación entre lo que uno ha deseado y lo que ha conseguido. La felicidad es una vida lograda cuando haces balance de los cuatro grandes temas: amor, trabajo, cultura y amistad. Y no depende de la realidad, sino de la interpretación de la realidad que tú haces.
-Como psiquiatra observará la actualidad desde otra perspectiva. ¿Qué le sugiere el perfil de los acusados en el caso Marta del Castillo?
-En la sociedad actual se ha producido un cambio positivo en la familia, que es que hemos pasado del patriarcado al filiarcado: antes mandaban los padres, y ahora los hijos. Pero la nota negativa es que se ha producido una evidente desestructuración familiar. Hay mucha gente joven muy perdida, porque no tiene referencias ni modelos de identidad.
-Personaje digno de psicoanálisis por las pasiones de todo tipo que desata es Mourinho.
-Tiene una gran personalidad y además es un sujeto con unas coordenadas muy específicas. Yo creo que es una persona fuera de serie.
-¿Fuera de serie para bien o para mal?
-Para bien, lo que pasa es que como aparece tanto, su imagen se distorsiona inevitablemente. Aunque hay que admitir que a veces no tiene suficiente autocontrol.
-¿Y Guardiola?
-Es una persona muy interesante. Él venía de Segunda División B cuando le hicieron entrenador del Barcelona, lo que es como darle el Nobel a quien empieza a escribir. Y lo ha hecho muy bien. Un entrenador de fútbol, además de ser bastante psicólogo, ha de tener mucha autoridad entendida como «auctoritas», para hacer crecer como persona a los suyos y gestionar los impulsos aquellos que son muy agresivos.
-¿Intuye algún trastorno en el vilipendiado Pepe?
-Es una persona impulsiva y con mal autocontrol. Alguien equilibrado es más reflexivo y tiene un buen gobierno de sus reacciones.
-El fútbol no deja de ser una parábola de la vida.
-Con ejemplos como el del Mirandés. Un electricista, otro que trabaja en un banco y el de la serrería se juntan para jugar al fútbol y resulta que de pronto les ganan a unos profesionales de muchos millones de euros. Eso es grandeza.
-«No te rindas» es un título con indiscutible gancho en estos tiempos.
-Es la leyenda que utilizó Tony Blair («Don't give up») cuando se puso al frente de los laboristas. Un grito de guerra para una circunstancia muy difícil. En el libro explico que lo que te hace crecer como persona son las derrotas. Lo que enseña la derrota no lo enseña el éxito, y esto es plenamente aplicable para el fracaso económico y profesional. Y también explico cómo puede encontrarse la felicidad en las circunstancias más adversas.
-Pues ya me dirá. No parece fácil.
-Recojo casos históricos. Tomás Moro muere decapitado en 1535 en Londres y por sus cartas desde la prisión sabemos que es feliz hasta el último momento porque muere por sus ideales. Y Boris Cyrulnik escapó de Auschwitz con seis años después de que mataran a sus padres y salió fortalecido de esa experiencia. Es el padre de la resiliencia.
-La famosa resiliencia.
-Sí, cuando en el ser humano se da esa propiedad de los metales de doblarse sin partirse...
-No todos lograríamos vernos reflejados en esas biografías ejemplares.
-Pero son aplicables a la realidad. Triunfar muy pronto es un gran desastre. La derrota te enseña a seguir luchando y a no creerte nada. No hay quien pueda con alguien que ha superado derrotas importantes.
-¿Con qué herramientas hemos de enfrentarnos al fracaso o al dolor?
-Hay tres fórmulas para no rendirse: la primera, distinguir entre metas y objetivos. Las metas son muy amplias y vagas, y los objetivos son medibles. Por ejemplo, una persona que sufra anorexia no avanza por la meta genérica de curarse de la enfermedad, sino con objetivos por etapas como «no pesarme cada día», «luchar por no vomitar», «comer en familia» o «no mirarme al espejo». La segunda cuestión importante es tener una buena educación de la voluntad, a la que la psicología moderna considera más importante que la inteligencia. Y, en tercer lugar, nunca hay que sentirse derrotado y hundido. Como dejó escrito Unamuno, «no darte por vencido ni aun vencido, no darte por esclavo ni aun esclavo». El mensaje de optimismo es que hay que entrenar a la persona no para el éxito, sino para el esfuerzo.
-No parece que eso case con la percepción más común de la felicidad.
-La gente cree que la felicidad es una especie de paraíso permanente en donde tú te instalas y «après moi, le déluge», que dirían los franceses. O sea, después de mí, el diluvio. Y la felicidad es para mí un estado de ánimo, un estar contento con uno mismo y comprobar que hay una buena relación entre lo que uno ha deseado y lo que ha conseguido. La felicidad es una vida lograda cuando haces balance de los cuatro grandes temas: amor, trabajo, cultura y amistad. Y no depende de la realidad, sino de la interpretación de la realidad que tú haces.
-Como psiquiatra observará la actualidad desde otra perspectiva. ¿Qué le sugiere el perfil de los acusados en el caso Marta del Castillo?
-En la sociedad actual se ha producido un cambio positivo en la familia, que es que hemos pasado del patriarcado al filiarcado: antes mandaban los padres, y ahora los hijos. Pero la nota negativa es que se ha producido una evidente desestructuración familiar. Hay mucha gente joven muy perdida, porque no tiene referencias ni modelos de identidad.
-Personaje digno de psicoanálisis por las pasiones de todo tipo que desata es Mourinho.
-Tiene una gran personalidad y además es un sujeto con unas coordenadas muy específicas. Yo creo que es una persona fuera de serie.
-¿Fuera de serie para bien o para mal?
-Para bien, lo que pasa es que como aparece tanto, su imagen se distorsiona inevitablemente. Aunque hay que admitir que a veces no tiene suficiente autocontrol.
-¿Y Guardiola?
-Es una persona muy interesante. Él venía de Segunda División B cuando le hicieron entrenador del Barcelona, lo que es como darle el Nobel a quien empieza a escribir. Y lo ha hecho muy bien. Un entrenador de fútbol, además de ser bastante psicólogo, ha de tener mucha autoridad entendida como «auctoritas», para hacer crecer como persona a los suyos y gestionar los impulsos aquellos que son muy agresivos.
-¿Intuye algún trastorno en el vilipendiado Pepe?
-Es una persona impulsiva y con mal autocontrol. Alguien equilibrado es más reflexivo y tiene un buen gobierno de sus reacciones.
-El fútbol no deja de ser una parábola de la vida.
-Con ejemplos como el del Mirandés. Un electricista, otro que trabaja en un banco y el de la serrería se juntan para jugar al fútbol y resulta que de pronto les ganan a unos profesionales de muchos millones de euros. Eso es grandeza.
Enrique Rojas: No te rindas
Enrique Rojas dice de sí mismo que es un médico que escribe, un psiquiatra al que le gusta transmitir su conocimiento y que en sus libros ha tenido la fortuna de acertar a tocar teclas sensibles de la sociedad contemporánea: la ansiedad, la depresión o el vacío existencial del «hombre light». En su consulta hay un airoso diván blanco, guiño al visitante con funciones meramente decorativas. No lo usa nunca porque él es de la escuela del tú a tú.
-«No te rindas» es un título con indiscutible gancho en estos tiempos.
-Es la leyenda que utilizó Tony Blair («Don’t give up») cuando se puso al frente de los laboristas. Un grito de guerra para una circunstancia muy difícil. En el libro explico que lo que te hace crecer como persona son las derrotas. Lo que enseña la derrota no lo enseña el éxito, y esto es plenamente aplicable para el fracaso económico y profesional. Y también explico cómo puede encontrarse la felicidad en las circunstancias más adversas.
-Pues ya me dirá. No parece fácil.
-Recojo casos históricos. Tomás Moro muere decapitado en 1535 en Londres y por sus cartas desde la prisión sabemos que es feliz hasta el último momento porque muere por sus ideales. Y Boris Cyrulnik escapó de Auschwitz con seis años después de que mataran a sus padres y salió fortalecido de esa experiencia. Es el padre de la resiliencia.
-La famosa resiliencia.
-Sí, cuando en el ser humano se da esa propiedad de los metales de doblarse sin partirse…
-No todos lograríamos vernos reflejados en esas biografías ejemplares.
-Pero son aplicables a la realidad. Triunfar muy pronto es un gran desastre. La derrota te enseña a seguir luchando y a no creerte nada. No hay quien pueda con alguien que ha superado derrotas importantes.
-¿Con qué herramientas hemos de enfrentarnos al fracaso o al dolor?
-Hay tres fórmulas para no rendirse: la primera, distinguir entre metas y objetivos. Las metas son muy amplias y vagas, y los objetivos son medibles. Por ejemplo, una persona que sufra anorexia no avanza por la meta genérica de curarse de la enfermedad, sino con objetivos por etapas como «no pesarme cada día», «luchar por no vomitar», «comer en familia» o «no mirarme al espejo». La segunda cuestión importante es tener una buena educación de la voluntad, a la que la psicología moderna considera más importante que la inteligencia. Y, en tercer lugar, nunca hay que sentirse derrotado y hundido. Como dejó escrito Unamuno, «no darte por vencido ni aun vencido, no darte por esclavo ni aun esclavo». El mensaje de optimismo es que hay que entrenar a la persona no para el éxito, sino para el esfuerzo.
-No parece que eso case con la percepción más común de la felicidad.
-La gente cree que la felicidad es una especie de paraíso permanente en donde tú te instalas y «après moi, le déluge», que dirían los franceses. O sea, después de mí, el diluvio. Y la felicidad es para mí un estado de ánimo, un estar contento con uno mismo y comprobar que hay una buena relación entre lo que uno ha deseado y lo que ha conseguido. La felicidad es una vida lograda cuando haces balance de los cuatro grandes temas: amor, trabajo, cultura y amistad. Y no depende de la realidad, sino de la interpretación de la realidad que tú haces.
-Como psiquiatra observará la actualidad desde otra perspectiva. ¿Qué le sugiere el perfil de los acusados en el caso Marta del Castillo?
-En la sociedad actual se ha producido un cambio positivo en la familia, que es que hemos pasado del patriarcado al filiarcado: antes mandaban los padres, y ahora los hijos. Pero la nota negativa es que se ha producido una evidente desestructuración familiar. Hay mucha gente joven muy perdida, porque no tiene referencias ni modelos de identidad.
-Personaje digno de psicoanálisis por las pasiones de todo tipo que desata es Mourinho.
-Tiene una gran personalidad y además es un sujeto con unas coordenadas muy específicas. Yo creo que es una persona fuera de serie.
-¿Fuera de serie para bien o para mal?
-Para bien, lo que pasa es que como aparece tanto, su imagen se distorsiona inevitablemente. Aunque hay que admitir que a veces no tiene suficiente autocontrol.
-¿Y Guardiola?
-Es una persona muy interesante. Él venía de Segunda División B cuando le hicieron entrenador del Barcelona, lo que es como darle el Nobel a quien empieza a escribir. Y lo ha hecho muy bien. Un entrenador de fútbol, además de ser bastante psicólogo, ha de tener mucha autoridad entendida como «auctoritas», para hacer crecer como persona a los suyos y gestionar los impulsos aquellos que son muy agresivos.
-¿Intuye algún trastorno en el vilipendiado Pepe?
-Es una persona impulsiva y con mal autocontrol. Alguien equilibrado es más reflexivo y tiene un buen gobierno de sus reacciones.
-El fútbol no deja de ser una parábola de la vida.
-Con ejemplos como el del Mirandés. Un electricista, otro que trabaja en un banco y el de la serrería se juntan para jugar al fútbol y resulta que de pronto les ganan a unos profesionales de muchos millones de euros. Eso es grandeza.
-«No te rindas» es un título con indiscutible gancho en estos tiempos.
-Es la leyenda que utilizó Tony Blair («Don’t give up») cuando se puso al frente de los laboristas. Un grito de guerra para una circunstancia muy difícil. En el libro explico que lo que te hace crecer como persona son las derrotas. Lo que enseña la derrota no lo enseña el éxito, y esto es plenamente aplicable para el fracaso económico y profesional. Y también explico cómo puede encontrarse la felicidad en las circunstancias más adversas.
-Pues ya me dirá. No parece fácil.
-Recojo casos históricos. Tomás Moro muere decapitado en 1535 en Londres y por sus cartas desde la prisión sabemos que es feliz hasta el último momento porque muere por sus ideales. Y Boris Cyrulnik escapó de Auschwitz con seis años después de que mataran a sus padres y salió fortalecido de esa experiencia. Es el padre de la resiliencia.
-La famosa resiliencia.
-Sí, cuando en el ser humano se da esa propiedad de los metales de doblarse sin partirse…
-No todos lograríamos vernos reflejados en esas biografías ejemplares.
-Pero son aplicables a la realidad. Triunfar muy pronto es un gran desastre. La derrota te enseña a seguir luchando y a no creerte nada. No hay quien pueda con alguien que ha superado derrotas importantes.
-¿Con qué herramientas hemos de enfrentarnos al fracaso o al dolor?
-Hay tres fórmulas para no rendirse: la primera, distinguir entre metas y objetivos. Las metas son muy amplias y vagas, y los objetivos son medibles. Por ejemplo, una persona que sufra anorexia no avanza por la meta genérica de curarse de la enfermedad, sino con objetivos por etapas como «no pesarme cada día», «luchar por no vomitar», «comer en familia» o «no mirarme al espejo». La segunda cuestión importante es tener una buena educación de la voluntad, a la que la psicología moderna considera más importante que la inteligencia. Y, en tercer lugar, nunca hay que sentirse derrotado y hundido. Como dejó escrito Unamuno, «no darte por vencido ni aun vencido, no darte por esclavo ni aun esclavo». El mensaje de optimismo es que hay que entrenar a la persona no para el éxito, sino para el esfuerzo.
-No parece que eso case con la percepción más común de la felicidad.
-La gente cree que la felicidad es una especie de paraíso permanente en donde tú te instalas y «après moi, le déluge», que dirían los franceses. O sea, después de mí, el diluvio. Y la felicidad es para mí un estado de ánimo, un estar contento con uno mismo y comprobar que hay una buena relación entre lo que uno ha deseado y lo que ha conseguido. La felicidad es una vida lograda cuando haces balance de los cuatro grandes temas: amor, trabajo, cultura y amistad. Y no depende de la realidad, sino de la interpretación de la realidad que tú haces.
-Como psiquiatra observará la actualidad desde otra perspectiva. ¿Qué le sugiere el perfil de los acusados en el caso Marta del Castillo?
-En la sociedad actual se ha producido un cambio positivo en la familia, que es que hemos pasado del patriarcado al filiarcado: antes mandaban los padres, y ahora los hijos. Pero la nota negativa es que se ha producido una evidente desestructuración familiar. Hay mucha gente joven muy perdida, porque no tiene referencias ni modelos de identidad.
-Personaje digno de psicoanálisis por las pasiones de todo tipo que desata es Mourinho.
-Tiene una gran personalidad y además es un sujeto con unas coordenadas muy específicas. Yo creo que es una persona fuera de serie.
-¿Fuera de serie para bien o para mal?
-Para bien, lo que pasa es que como aparece tanto, su imagen se distorsiona inevitablemente. Aunque hay que admitir que a veces no tiene suficiente autocontrol.
-¿Y Guardiola?
-Es una persona muy interesante. Él venía de Segunda División B cuando le hicieron entrenador del Barcelona, lo que es como darle el Nobel a quien empieza a escribir. Y lo ha hecho muy bien. Un entrenador de fútbol, además de ser bastante psicólogo, ha de tener mucha autoridad entendida como «auctoritas», para hacer crecer como persona a los suyos y gestionar los impulsos aquellos que son muy agresivos.
-¿Intuye algún trastorno en el vilipendiado Pepe?
-Es una persona impulsiva y con mal autocontrol. Alguien equilibrado es más reflexivo y tiene un buen gobierno de sus reacciones.
-El fútbol no deja de ser una parábola de la vida.
-Con ejemplos como el del Mirandés. Un electricista, otro que trabaja en un banco y el de la serrería se juntan para jugar al fútbol y resulta que de pronto les ganan a unos profesionales de muchos millones de euros. Eso es grandeza.
No te rindas de Enrique Rojas: Luchar y pelear siempre
Psiquiatra humanista y hombre de una cultura enciclopédica, Enrique Rojas cree que la capacidad del hombre para superar el infortunio es asombrosa. Mandela o Solzhenitsyn sufrieron la cárcel y, pese a los momentos de desaliento, fueron felices entre rejas luchando por la libertad de los demás. Ello demuestra que el concepto de felicidad depende más de la interpretación de la realidad que de las circunstancias objetivas de la vida. Esta es una de las tesis que mantiene Rojas en su último libro, 'No te rindas' (Temas de hoy), en el que sostiene que uno de los secretos para ser dichoso radica en abrigar expectativas moderadas, también en el terreno afectivo. "Idealizar el amor es una de las grandes trampas y errores que ha cometido el ser humano en los últimos tiempos", asegura.
- Dice usted que es importante parar el reloj y disfrutar del hoy y el ahora. Sin embargo, ¿el hombre no se realiza proponiéndose retos que culminan en el futuro?
Decían los clásicos 'carpe diem' (aprovecha el momento). La felicidad consiste en la ilusión, en saber saborear los momentos, parar el reloj y ser conscientes de que la felicidad es una promesa que está por llegar.
- Habla de 'zapping' amoroso. ¿El donjuanismo está condenado al fracaso?
Don Juan era un personaje importante de su tiempo, un conquistador. Pero hoy se sabe que en don Juan, tanto el de Tirso como el de Zorrilla, hay más narcisismo que búsqueda del otro. Las relaciones interpersonales se parecen cada vez más a hacer 'zapping' en televisión. Vivimos en una sociedad líquida.
- ¿A qué se refiere?
Que es una sociedad muy movible, todo está cambiando, nada es estático ni fijo. Eso tiene una parte buena y es que se puede nacer pobre y morir millonario. La parte mala es que, en el terreno afectivo, todo ello ha producido la sociedad del espectáculo, en la que todo está cambiando y transitando. En lo que concierne a la afectividad, todo está preparado para la ruptura. Hemos forjado una sociedad sin vínculos.
Administración del deseo
- ¿Es más feliz la persona que tiene unas expectativas moderadas?
Exactamente. La felicidad consiste en la administración inteligente del deseo. En no equivocarse con las expectativas. Por ejemplo, en el amor. Aconsejo esperar de la relación afectiva un poco más de lo justo. Porque idealizar el amor es una de las grandes trampas y errores que ha cometido el ser humano en los últimos tiempos.
- Acuña el término de filiarcado, en contraste con el patriarcado. ¿Son muy abundantes los padres inmaduros?
Es un hecho que la familia se ha democratizado. A la vez, hay mucho padre ausente, que no participa, que no tiene voz ni voto en la educación de sus hijos. Antiguamente en las familias mandaban los padres y ahora mandan, dirigen y organizan los hijos.
- Cultivar la empatía quizá sea uno de los objetivos más difíciles que propone en su libro.
La empatía significa sintonizar con el otro. Vivimos un mundo en el que por una parte hay un individualismo atroz y por otro las redes sociales invitan permanentemente a hacer amigos, que muchas veces son meros conocidos. Estamos ante una sociedad técnicamente perfecta y al mismo tiempo muy perdida.
Cadena de montaje
- Concede gran importancia a la gratificación en el trabajo. Pero ¿qué pasa cuando se labora en una cadena de montaje?
En un trabajo muy monótono, en el que hay poca participación personal, hay que dar la vuelta al argumento y valorar la parte buena, que es tener un trabajo, unos compañeros. Mi lema y el título del libro es 'No te rindas', no te dejes hundir en la vida, aunque las circunstancias sean adversas.
- ¿Para ser feliz hay que saber sufrir?
La felicidad consiste, entre otras cosas, en el sufrimiento superado. La capacidad para superar las adversidades del pasado es buena para la salud mental.
- ¿Es bueno entonces no regodearse en la desdicha?
En el fondo todo está en la cabeza. La felicidad depende de la interpretación de la realidad que uno hace. En circunstancias históricamente adversas uno puede ser feliz. Nelson Mandela, en la cárcel de Robben Island, era feliz luchando por la libertad de Sudáfrica. Aleksandr Solzhenitsyn era feliz en el gulag pensando en cómo liberar al pueblo del atroz comunismo. Nguyên van Thuân, obispo coadjutor de Saigón, estuvo trece años en una cárcel de Hanoi, nueve de ellos en régimen de aislamiento, y escribió 'Testigos de esperanza'. Mutatis mutandis, gente que lo tiene todo para ser feliz, dinero, poder, no es feliz. La felicidad tiene mucho que ver con el proyecto de vida que uno ha elegido.
- ¿La inteligencia práctica es la más importante de todas?
No. Es preciso hablar de inteligencias, en plural. Dentro de esa cascada de inteligencias hay una que me parece decisiva: la instrumental, que consiste en las pequeñas herramientas que elevan la inteligencia de nivel. Está formada por cuatro elementos: el orden, la constancia, la voluntad y la motivación. Una persona con voluntad llegará más lejos que una inteligente.
- Dice usted que es importante parar el reloj y disfrutar del hoy y el ahora. Sin embargo, ¿el hombre no se realiza proponiéndose retos que culminan en el futuro?
Decían los clásicos 'carpe diem' (aprovecha el momento). La felicidad consiste en la ilusión, en saber saborear los momentos, parar el reloj y ser conscientes de que la felicidad es una promesa que está por llegar.
- Habla de 'zapping' amoroso. ¿El donjuanismo está condenado al fracaso?
Don Juan era un personaje importante de su tiempo, un conquistador. Pero hoy se sabe que en don Juan, tanto el de Tirso como el de Zorrilla, hay más narcisismo que búsqueda del otro. Las relaciones interpersonales se parecen cada vez más a hacer 'zapping' en televisión. Vivimos en una sociedad líquida.
- ¿A qué se refiere?
Que es una sociedad muy movible, todo está cambiando, nada es estático ni fijo. Eso tiene una parte buena y es que se puede nacer pobre y morir millonario. La parte mala es que, en el terreno afectivo, todo ello ha producido la sociedad del espectáculo, en la que todo está cambiando y transitando. En lo que concierne a la afectividad, todo está preparado para la ruptura. Hemos forjado una sociedad sin vínculos.
Administración del deseo
- ¿Es más feliz la persona que tiene unas expectativas moderadas?
Exactamente. La felicidad consiste en la administración inteligente del deseo. En no equivocarse con las expectativas. Por ejemplo, en el amor. Aconsejo esperar de la relación afectiva un poco más de lo justo. Porque idealizar el amor es una de las grandes trampas y errores que ha cometido el ser humano en los últimos tiempos.
- Acuña el término de filiarcado, en contraste con el patriarcado. ¿Son muy abundantes los padres inmaduros?
Es un hecho que la familia se ha democratizado. A la vez, hay mucho padre ausente, que no participa, que no tiene voz ni voto en la educación de sus hijos. Antiguamente en las familias mandaban los padres y ahora mandan, dirigen y organizan los hijos.
- Cultivar la empatía quizá sea uno de los objetivos más difíciles que propone en su libro.
La empatía significa sintonizar con el otro. Vivimos un mundo en el que por una parte hay un individualismo atroz y por otro las redes sociales invitan permanentemente a hacer amigos, que muchas veces son meros conocidos. Estamos ante una sociedad técnicamente perfecta y al mismo tiempo muy perdida.
Cadena de montaje
- Concede gran importancia a la gratificación en el trabajo. Pero ¿qué pasa cuando se labora en una cadena de montaje?
En un trabajo muy monótono, en el que hay poca participación personal, hay que dar la vuelta al argumento y valorar la parte buena, que es tener un trabajo, unos compañeros. Mi lema y el título del libro es 'No te rindas', no te dejes hundir en la vida, aunque las circunstancias sean adversas.
- ¿Para ser feliz hay que saber sufrir?
La felicidad consiste, entre otras cosas, en el sufrimiento superado. La capacidad para superar las adversidades del pasado es buena para la salud mental.
- ¿Es bueno entonces no regodearse en la desdicha?
En el fondo todo está en la cabeza. La felicidad depende de la interpretación de la realidad que uno hace. En circunstancias históricamente adversas uno puede ser feliz. Nelson Mandela, en la cárcel de Robben Island, era feliz luchando por la libertad de Sudáfrica. Aleksandr Solzhenitsyn era feliz en el gulag pensando en cómo liberar al pueblo del atroz comunismo. Nguyên van Thuân, obispo coadjutor de Saigón, estuvo trece años en una cárcel de Hanoi, nueve de ellos en régimen de aislamiento, y escribió 'Testigos de esperanza'. Mutatis mutandis, gente que lo tiene todo para ser feliz, dinero, poder, no es feliz. La felicidad tiene mucho que ver con el proyecto de vida que uno ha elegido.
- ¿La inteligencia práctica es la más importante de todas?
No. Es preciso hablar de inteligencias, en plural. Dentro de esa cascada de inteligencias hay una que me parece decisiva: la instrumental, que consiste en las pequeñas herramientas que elevan la inteligencia de nivel. Está formada por cuatro elementos: el orden, la constancia, la voluntad y la motivación. Una persona con voluntad llegará más lejos que una inteligente.
No te rindas, de Enrique Rojas en El Mundo
No te rindas, de Enrique Rojas en El Mundo
TRIBUNA: PSIQUIATRÍA
El autor reflexiona sobre la importancia que tiene no derrumbarse ante las eventualidades con las que nos topamos. Define conceptos como éxito, fracaso y felicidad, auténticas obsesiones humanas en la época en la que vivimos.
Quiero en este artículo animar a los lectores a luchar contra las adversidades, vengan de donde vengan y sean del signo que sean. Tony Blair, elegido primer ministro en el Reino Unido en 1997, utilizó el lema Never don´t give up -Nunca te rindas-. Y he tomado este eslogan como título del libro que acabo de publicar. Se trata de un calendario en el que dedico cada mes del año a un tema concreto. Pretendo adentrarme en los pasadizos de los principales temas de la vida humana, incentivando a los lectores para que no se den por vencidos y sigan luchando hacia adelante, a pesar de las dificultades, reveses y sinsabores. Se trata de un almanaque para crecerse ante las adversidades, para navegar en los rápidos de la vida sin hundirse.
Una de las cosas más importantes de esta vida es no derrumbarse ante las eventualidades de aquí y de allí que aparecen delante de nosotros. Porque cada obstáculo lleva consigo un aprendizaje. Aprender es tomar nota de lo que ha ocurrido y extraer de ello una pequeña lección: no es más sabio el que menos se equivoca, sino quien más aprende de los errores.
Insisto en la importancia de tener un proyecto de vida coherente y realista que ha de contar con cuatro grandes temas: amor, trabajo, cultura y amistad. Estos cuatro asuntos salen, suben, bajan y vuelven a aparecer y se cuelan por los entresijos del paisaje personal. Son esenciales para nuestro bien psicológico y, si los trabajamos de verdad, si actuamos sobre ellos con artesanía psicológica, alcanzaremos una vida lograda.
Además de estas cuatro notas, para mantener el rumbo hacia una felicidad razonable hay que saber que vivir es guerrear, como decía Séneca. Quiero destacar también que para no rendirse hay que tener una visión larga de la jugada que consiste en pasar por encima de las cosas negativas cercanas y lejanas y darle la vuelta a los argumentos que nos ayuden a crecer como personas. Hoy a menudo se tiene una visión corta de la jugada: es la inmediatez; el déficit que encontramos en nuestro día a día y son muchos los que se quedan ahí enganchados sin capacidad de proyectarse hacia adelante… Uno se puede perder por montes y collados y se extravía por las brumas de un pesimismo envolvente. No olvidemos que el pesimismo goza de un prestigio intelectual que no merece.
Abril lo dedico al amor: del de alta velocidad al de alta duración. El siglo XVIII es el de la Ilustración: se entronizan la razón y los instrumentos de ella. El XIX es el del Romanticismo: la exaltación de las emociones y el mundo de los sentimientos. Durante el siglo XX la razón y la afectividad han ido paralelos y el resultado no ha sido bueno. Para no rendirse, lo primero es trabajar el amor con dedicación, sabiendo que en la antesala del mismo, el enamoramiento, deben darse tres ingredientes: admiración, atracción (física y psicológica) y necesidad de compartir. En el amor conyugal muchas cumbres son borrascosas. El amor conyugal tiene un alto porcentaje de artesanía psicológica es un trabajo laborioso. El sociólogo polaco Zygmnt Bauman ha acuñado el término «amor líquido» para referirse a la pérdida de solidez de las relaciones humanas. Estamos en un mundo sin vínculos y esto ha producido una especie de zapping amoroso.
El mes de mayo lo dedico a dejar de ser hijos para ser padres. Hemos pasado del patriarcado al filiarcado. Antes, en la familia mandaban los padres; ahora la dirigen los hijos. La vida viene sin manual de instrucciones y la educación, en un mundo tan permisivo y relativo, no es tarea fácil. Educar es seducir con los valores. Es una tarea gradual, progresiva, lenta, sumativa, y también supone ir a contracorriente con frecuencia. Aquí debemos volver a hablar de la importancia de la autoridad -del latín autoritas-: significa aquél que te hace crecer como persona. Su ejercicio permite que uno progrese para encontrar lo mejor de sí mismo. El primer peldaño de la educación es la voluntad, así de claro.
Junio está dedicado a los amigos: nuestra familia espiritual. Uno se retrata en los amigos que elige. La amistad es uno de los platos fuertes en el banquete de la vida, y tiene tres arbotantes en su seno: afinidad, donación e intimidad. En una palabra, sintonía, capacidad para darnos y dejar que el otro entre en el cuadro de máquinas de nuestra conducta y vea lo que hemos sido y somos. La amistad puede ser representada en un pirámide, la mayoría de las amistades se mueven en la banda media o baja de la misma, pocas ascienden hasta la cima. La amistad íntima es un tesoro que hay que proteger, con delicadeza y discreción, con finura psicológica y siendo muy cuidadoso de lo que se dice del otro. La amistad se hace a base de confidencias y se deshace con indiscreciones.
Dedico un apartado a un tema de actualidad: la resilencia. Es un concepto que procede de la física y designa la capacidad de algunos materiales para doblarse sin partirse. Aborda cómo el ser humano puede doblarse sin saltar por los aires, es el equilibrio entre la personalidad y los factores de riesgo para mantener un cierto equilibrio. Es el arte de cambiar el dolor para dotarlo de sentido, tener un cierto grado de felicidad incluso cuando tienes abiertas las heridas del alma.
Quiero contar el caso del psiquiatra Boris Cyrulnik, uno de los que mejor ha desarrollado estas ideas. Nació en Burdeos en 1937, perdió a toda su familia en un campo de concentración nazi y logró escapar de allí con seis años, de manera insólita. Pasó su infancia moviéndose de un centro de acogida a otro, hasta llegar a una granja de beneficencia. Gracias a la influencia de unos campesinos vecinos que le dieron cariño y le enseñaron a vivir y a ser un apasionado de la literaria, él pudo cumplir su ilusión de estudiar medicina y terminar siendo psiquiatra. No le quedó ninguna herida sin cerrar de esos comienzos tan duros. Su teoría ha significado un revolución en la Psicología moderna. Viene a decir que el niño maltratado por las circunstancias, cuando crece no tiene por qué ser un maltratador, sino que es capaz de sacar fuerzas de esas vivencias traumáticas, crecer como persona y ser un adulto sano.
Hay muchos ejemplos de ello en la Historia, que quiero al menos dejar como telón de fondo. Tomás Moro murió en 1535 en la Torre de Londres, donde un verdugo le cortó la cabeza con un hacha. Sus últimos textos son extraordinarios y muestran a un hombre sólido, entero; un hombre de una pieza que se siente feliz y que termina diciendo: «Muero amigo del rey y fiel a mi Dios». Nelson Mandela estuvo 28 años en la cárcel de Robben, en Sudáfrica. Años más tarde contó que aquella experiencia le marcó en positivo porque luchaba por la libertad de su pueblo y no le quedó ningún rencor ni odio hacia los que le enviaron a prisión.
Del mismo modo, Solzcthenitzen, que pasó ocho años en una cárcel en Siberia privado de todo y tratado como un animal, escribió allí su primer gran libro Un día en la vida de Ivan Denisowicht, en el que cuenta lo que hacía un preso en aquellas estepas siberianas repletas de inhumanidad programada. En Archipiélago Gulag, pese al terror de aquellos años, habla de lucha, de esfuerzo, de felicidad, de alegría compartida.
Voy pasando por los grandes temas del estado de ánimo, hoy tan importantes en el mundo que nos ha tocado vivir: la depresión, la ansiedad, el estrés, los trastornos de la personalidad… Quiero detenerme especialmente en el arte de madurar. Madurez significa conocimiento de uno mismo y de la realidad. Y también saber darle a las cosas que nos pasan la importancia que realmente tienen. Y, a la larga, madurez es serenidad y benevolencia. Es haber sabido gestionar la propia trayectoria biográfica de la mejor manera posible, sorteando de errores, fallos e infortunios que asoman en los recodos del camino.
Y termino hablando del fracaso y de la felicidad. El fracaso enseña lo que el éxito oculta. He visto a mucha gente con éxitos tempranos que, al cabo de un cierto tiempo, se han convertido en fracasos estrepitosos, por no haber sabido digerir esos hechos de forma adecuada. Me gustan los perdedores que han sabido asumir su derrota y que vuelven a empezar, luchando contra corriente. Es emocionante ver a alguien cercano, partido por la mitad y tirado en la cuneta de la vida, que retoma el camino para crecer como persona.
Y la felicidad, ese mar sin orillas a donde apuntan todos los ríos de la naturaleza humana. Para Platón la felicidad consistía en el conocimiento; para Epicuro, lo más importante era el placer; para Séneca, la práctica de la virtud. La felicidad es una forma de mirar la realidad, polinomio de muchos factores en donde no pueden faltar los dos grandes temas de la vida: el amor y el trabajo. Amor y trabajo conjugan el verbo ser feliz. Y la cultura: la estética de la inteligencia. Si la cultura es la aristocracia del saber, la cultura es libertad.
La felicidad no se da en el superhombre, sino en el hombre verdadero; por eso la felicidad es suma y compendio de la vida auténtica.
Enrique Rojas es catedrático de Psiquiatría. Recientemente ha publicado el libro No te Rindas (Editorial Temas de Hoy).
TRIBUNA: PSIQUIATRÍA
El autor reflexiona sobre la importancia que tiene no derrumbarse ante las eventualidades con las que nos topamos. Define conceptos como éxito, fracaso y felicidad, auténticas obsesiones humanas en la época en la que vivimos.
Quiero en este artículo animar a los lectores a luchar contra las adversidades, vengan de donde vengan y sean del signo que sean. Tony Blair, elegido primer ministro en el Reino Unido en 1997, utilizó el lema Never don´t give up -Nunca te rindas-. Y he tomado este eslogan como título del libro que acabo de publicar. Se trata de un calendario en el que dedico cada mes del año a un tema concreto. Pretendo adentrarme en los pasadizos de los principales temas de la vida humana, incentivando a los lectores para que no se den por vencidos y sigan luchando hacia adelante, a pesar de las dificultades, reveses y sinsabores. Se trata de un almanaque para crecerse ante las adversidades, para navegar en los rápidos de la vida sin hundirse.
Una de las cosas más importantes de esta vida es no derrumbarse ante las eventualidades de aquí y de allí que aparecen delante de nosotros. Porque cada obstáculo lleva consigo un aprendizaje. Aprender es tomar nota de lo que ha ocurrido y extraer de ello una pequeña lección: no es más sabio el que menos se equivoca, sino quien más aprende de los errores.
Insisto en la importancia de tener un proyecto de vida coherente y realista que ha de contar con cuatro grandes temas: amor, trabajo, cultura y amistad. Estos cuatro asuntos salen, suben, bajan y vuelven a aparecer y se cuelan por los entresijos del paisaje personal. Son esenciales para nuestro bien psicológico y, si los trabajamos de verdad, si actuamos sobre ellos con artesanía psicológica, alcanzaremos una vida lograda.
Además de estas cuatro notas, para mantener el rumbo hacia una felicidad razonable hay que saber que vivir es guerrear, como decía Séneca. Quiero destacar también que para no rendirse hay que tener una visión larga de la jugada que consiste en pasar por encima de las cosas negativas cercanas y lejanas y darle la vuelta a los argumentos que nos ayuden a crecer como personas. Hoy a menudo se tiene una visión corta de la jugada: es la inmediatez; el déficit que encontramos en nuestro día a día y son muchos los que se quedan ahí enganchados sin capacidad de proyectarse hacia adelante… Uno se puede perder por montes y collados y se extravía por las brumas de un pesimismo envolvente. No olvidemos que el pesimismo goza de un prestigio intelectual que no merece.
Abril lo dedico al amor: del de alta velocidad al de alta duración. El siglo XVIII es el de la Ilustración: se entronizan la razón y los instrumentos de ella. El XIX es el del Romanticismo: la exaltación de las emociones y el mundo de los sentimientos. Durante el siglo XX la razón y la afectividad han ido paralelos y el resultado no ha sido bueno. Para no rendirse, lo primero es trabajar el amor con dedicación, sabiendo que en la antesala del mismo, el enamoramiento, deben darse tres ingredientes: admiración, atracción (física y psicológica) y necesidad de compartir. En el amor conyugal muchas cumbres son borrascosas. El amor conyugal tiene un alto porcentaje de artesanía psicológica es un trabajo laborioso. El sociólogo polaco Zygmnt Bauman ha acuñado el término «amor líquido» para referirse a la pérdida de solidez de las relaciones humanas. Estamos en un mundo sin vínculos y esto ha producido una especie de zapping amoroso.
El mes de mayo lo dedico a dejar de ser hijos para ser padres. Hemos pasado del patriarcado al filiarcado. Antes, en la familia mandaban los padres; ahora la dirigen los hijos. La vida viene sin manual de instrucciones y la educación, en un mundo tan permisivo y relativo, no es tarea fácil. Educar es seducir con los valores. Es una tarea gradual, progresiva, lenta, sumativa, y también supone ir a contracorriente con frecuencia. Aquí debemos volver a hablar de la importancia de la autoridad -del latín autoritas-: significa aquél que te hace crecer como persona. Su ejercicio permite que uno progrese para encontrar lo mejor de sí mismo. El primer peldaño de la educación es la voluntad, así de claro.
Junio está dedicado a los amigos: nuestra familia espiritual. Uno se retrata en los amigos que elige. La amistad es uno de los platos fuertes en el banquete de la vida, y tiene tres arbotantes en su seno: afinidad, donación e intimidad. En una palabra, sintonía, capacidad para darnos y dejar que el otro entre en el cuadro de máquinas de nuestra conducta y vea lo que hemos sido y somos. La amistad puede ser representada en un pirámide, la mayoría de las amistades se mueven en la banda media o baja de la misma, pocas ascienden hasta la cima. La amistad íntima es un tesoro que hay que proteger, con delicadeza y discreción, con finura psicológica y siendo muy cuidadoso de lo que se dice del otro. La amistad se hace a base de confidencias y se deshace con indiscreciones.
Dedico un apartado a un tema de actualidad: la resilencia. Es un concepto que procede de la física y designa la capacidad de algunos materiales para doblarse sin partirse. Aborda cómo el ser humano puede doblarse sin saltar por los aires, es el equilibrio entre la personalidad y los factores de riesgo para mantener un cierto equilibrio. Es el arte de cambiar el dolor para dotarlo de sentido, tener un cierto grado de felicidad incluso cuando tienes abiertas las heridas del alma.
Quiero contar el caso del psiquiatra Boris Cyrulnik, uno de los que mejor ha desarrollado estas ideas. Nació en Burdeos en 1937, perdió a toda su familia en un campo de concentración nazi y logró escapar de allí con seis años, de manera insólita. Pasó su infancia moviéndose de un centro de acogida a otro, hasta llegar a una granja de beneficencia. Gracias a la influencia de unos campesinos vecinos que le dieron cariño y le enseñaron a vivir y a ser un apasionado de la literaria, él pudo cumplir su ilusión de estudiar medicina y terminar siendo psiquiatra. No le quedó ninguna herida sin cerrar de esos comienzos tan duros. Su teoría ha significado un revolución en la Psicología moderna. Viene a decir que el niño maltratado por las circunstancias, cuando crece no tiene por qué ser un maltratador, sino que es capaz de sacar fuerzas de esas vivencias traumáticas, crecer como persona y ser un adulto sano.
Hay muchos ejemplos de ello en la Historia, que quiero al menos dejar como telón de fondo. Tomás Moro murió en 1535 en la Torre de Londres, donde un verdugo le cortó la cabeza con un hacha. Sus últimos textos son extraordinarios y muestran a un hombre sólido, entero; un hombre de una pieza que se siente feliz y que termina diciendo: «Muero amigo del rey y fiel a mi Dios». Nelson Mandela estuvo 28 años en la cárcel de Robben, en Sudáfrica. Años más tarde contó que aquella experiencia le marcó en positivo porque luchaba por la libertad de su pueblo y no le quedó ningún rencor ni odio hacia los que le enviaron a prisión.
Del mismo modo, Solzcthenitzen, que pasó ocho años en una cárcel en Siberia privado de todo y tratado como un animal, escribió allí su primer gran libro Un día en la vida de Ivan Denisowicht, en el que cuenta lo que hacía un preso en aquellas estepas siberianas repletas de inhumanidad programada. En Archipiélago Gulag, pese al terror de aquellos años, habla de lucha, de esfuerzo, de felicidad, de alegría compartida.
Voy pasando por los grandes temas del estado de ánimo, hoy tan importantes en el mundo que nos ha tocado vivir: la depresión, la ansiedad, el estrés, los trastornos de la personalidad… Quiero detenerme especialmente en el arte de madurar. Madurez significa conocimiento de uno mismo y de la realidad. Y también saber darle a las cosas que nos pasan la importancia que realmente tienen. Y, a la larga, madurez es serenidad y benevolencia. Es haber sabido gestionar la propia trayectoria biográfica de la mejor manera posible, sorteando de errores, fallos e infortunios que asoman en los recodos del camino.
Y termino hablando del fracaso y de la felicidad. El fracaso enseña lo que el éxito oculta. He visto a mucha gente con éxitos tempranos que, al cabo de un cierto tiempo, se han convertido en fracasos estrepitosos, por no haber sabido digerir esos hechos de forma adecuada. Me gustan los perdedores que han sabido asumir su derrota y que vuelven a empezar, luchando contra corriente. Es emocionante ver a alguien cercano, partido por la mitad y tirado en la cuneta de la vida, que retoma el camino para crecer como persona.
Y la felicidad, ese mar sin orillas a donde apuntan todos los ríos de la naturaleza humana. Para Platón la felicidad consistía en el conocimiento; para Epicuro, lo más importante era el placer; para Séneca, la práctica de la virtud. La felicidad es una forma de mirar la realidad, polinomio de muchos factores en donde no pueden faltar los dos grandes temas de la vida: el amor y el trabajo. Amor y trabajo conjugan el verbo ser feliz. Y la cultura: la estética de la inteligencia. Si la cultura es la aristocracia del saber, la cultura es libertad.
La felicidad no se da en el superhombre, sino en el hombre verdadero; por eso la felicidad es suma y compendio de la vida auténtica.
Enrique Rojas es catedrático de Psiquiatría. Recientemente ha publicado el libro No te Rindas (Editorial Temas de Hoy).
Pio Baroja por Jose Carlos Mainer: Una Biografia de un liberal
Pío Baroja desde su obra
La perspectiva que ha adoptado José-Carlos Mainer en su biografía del autor de 'César o nada' parte de sus escritos para llegar a desentrañar la intimidad del ser humano. Autor incómodo tanto para los demócratas como para el franquismo, requiere hoy una nueva valoración
JOSÉ MARÍA RIDAO 7 ABR 2012 - 10:55 CET
Archivado en: Pío Baroja José Carlos Mainer Libros Cultura
Manos del escritor Pío Baroja.
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La figura y la obra de Pío Baroja no han dejado nunca de despertar interés, tanto entre los lectores como entre los críticos literarios o los historiadores de las ideas. Más allá del valor de sus ficciones, objeto de una recepción tan desigual entre sus contemporáneos como entre quienes se asomaron y se siguen asomando a ellas después de su muerte en 1956, la razón tal vez haya que buscarla en su condición de narrador obsesivo y, al mismo tiempo, de atento testigo de la historia de España desde la pérdida de las colonias hasta los primeros años del franquismo. Sobre Baroja y sobre el tiempo crucial que le tocó vivir se ha acumulado durante más de medio siglo una abundante bibliografía que ha permitido incrementar el conocimiento pero que también ha acentuado el riesgo de la redundancia. En la nueva biografía del escritor, titulada, escuetamente, Pío Baroja, e incluida en una colección sobre “españoles eminentes”, José-Carlos Mainer ha conseguido conjurarlo al invertir la perspectiva habitual en este tipo de trabajos: no va de la vida a la obra sino de la obra a la vida, desarrollando hasta sus últimas consecuencias la idea de que los autores del 98 personalizan la escritura además de profesionalizarla.
Mainer comienza estableciendo un sugerente paralelismo entre la obra de Baroja y la del sudafricano Coetzee, quien, como el autor de La busca, se vale de su propia experiencia en sus novelas autobiográficas, Infancia, Juventud y Verano. Al igual que en Baroja, la ficción de Coetzee no recae tanto sobre los hechos como sobre el punto de vista desde el que se narran, como si el empeño de ambos escritores fuera imaginar una galería de personajes desde la que contemplarse a sí mismos. Mainer subraya el recurso a las técnicas del folletín y de la novela de aventuras y de viajes en el caso de Baroja, lo que, en principio, debería alejarlo de la personalización de la escritura. Pero, incluso en esa parte de su obra que más parece entregarse a la fantasía, Baroja se mantiene fiel a su experiencia y a su propósito de dar cuenta de ella: Mainer suscribe y hace suya la definición de “aventurero pasivo” con la que lo describe Miguel Sánchez-Ostiz. La indagación en el yo que Baroja comparte con otros autores de la generación del 98, además de con Coetzee, estará también en el origen de “un género a medio camino entre el reportaje y la ficción” que, señala Mainer, “estaba inventando” cuando se decide a escribir sobre el atentado contra Alfonso XIII perpetrado por Mateo Morral.
'Pío Baroja'
José-Carlos Mainer
Taurus. Madrid, 2012
462 páginas. 20 euros (electrónico: 10,99)
En el trayecto de la obra a la vida, Mainer no evita dar cuenta de las ideas de Baroja que autores como Giménez Caballero invocaron para incorporarlo a las filas del fascismo y que, desde otros ámbitos ideológicos, despertaron los recelos o el abierto rechazo de Ramón J. Sender, Luis Martín-Santos o Manuel Vázquez Montalbán en periodos sucesivos. A lo largo de Pío Baroja, Mainer no intenta ningún género de exculpación pero tampoco de condena, enfática de puro obvia: el autor de El árbol de la ciencia mantuvo una actitud favorable a la colonización de Marruecos basada en argumentos racistas, asumió con crudeza los tópicos antisemitas, se manifestó contra la democracia y a favor de las salidas dictatoriales, mostró su admiración por “la tendencia de la Alemania actual”, refiriéndose a la de 1933. En contrapartida, nunca dejó de proclamar un irreductible laicismo y un individualismo radical, en todo punto incompatible con el totalitarismo comunista, contra el que Baroja se pronunció de forma expresa en repetidas ocasiones, y con el fascista, que, en palabras de Mainer, “tardó en entender en los mismos términos de repudio”. Si una cara de su ideología resultaba grata al franquismo, la otra hacía de él un escritor incómodo. Y precisamente esta condición de escritor incómodo fue la que, en estricta simetría, lo avaló entre los opositores a la dictadura, lo mismo que sucedió con otras figuras relevantes que regresaron a España después de la Guerra Civil.
La rigurosa indagación de Mainer en la vida y la obra de Pío Baroja tiene, entre otras virtudes, la de reiterar una de las más importantes tareas que sigue pendiente en la historia de las ideas en España: filiar correctamente la tradición liberal. El indiscutible valor literario de la obra de algunos autores entre los que Baroja ocupa un lugar destacado nada dice de sus actitudes civiles y políticas. De la misma forma que sus actitudes civiles y políticas no sirven para negar el valor literario de sus obras. No es una paradoja que solo se produzca en la literatura española; lo que sí parece más característico de España es la inercia de seguir considerando como partidarios del liberalismo a unos escritores, incluso, a unos magníficos escritores, que poco o nada tuvieron que ver con él.
La perspectiva que ha adoptado José-Carlos Mainer en su biografía del autor de 'César o nada' parte de sus escritos para llegar a desentrañar la intimidad del ser humano. Autor incómodo tanto para los demócratas como para el franquismo, requiere hoy una nueva valoración
JOSÉ MARÍA RIDAO 7 ABR 2012 - 10:55 CET
Archivado en: Pío Baroja José Carlos Mainer Libros Cultura
Manos del escritor Pío Baroja.
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La figura y la obra de Pío Baroja no han dejado nunca de despertar interés, tanto entre los lectores como entre los críticos literarios o los historiadores de las ideas. Más allá del valor de sus ficciones, objeto de una recepción tan desigual entre sus contemporáneos como entre quienes se asomaron y se siguen asomando a ellas después de su muerte en 1956, la razón tal vez haya que buscarla en su condición de narrador obsesivo y, al mismo tiempo, de atento testigo de la historia de España desde la pérdida de las colonias hasta los primeros años del franquismo. Sobre Baroja y sobre el tiempo crucial que le tocó vivir se ha acumulado durante más de medio siglo una abundante bibliografía que ha permitido incrementar el conocimiento pero que también ha acentuado el riesgo de la redundancia. En la nueva biografía del escritor, titulada, escuetamente, Pío Baroja, e incluida en una colección sobre “españoles eminentes”, José-Carlos Mainer ha conseguido conjurarlo al invertir la perspectiva habitual en este tipo de trabajos: no va de la vida a la obra sino de la obra a la vida, desarrollando hasta sus últimas consecuencias la idea de que los autores del 98 personalizan la escritura además de profesionalizarla.
Mainer comienza estableciendo un sugerente paralelismo entre la obra de Baroja y la del sudafricano Coetzee, quien, como el autor de La busca, se vale de su propia experiencia en sus novelas autobiográficas, Infancia, Juventud y Verano. Al igual que en Baroja, la ficción de Coetzee no recae tanto sobre los hechos como sobre el punto de vista desde el que se narran, como si el empeño de ambos escritores fuera imaginar una galería de personajes desde la que contemplarse a sí mismos. Mainer subraya el recurso a las técnicas del folletín y de la novela de aventuras y de viajes en el caso de Baroja, lo que, en principio, debería alejarlo de la personalización de la escritura. Pero, incluso en esa parte de su obra que más parece entregarse a la fantasía, Baroja se mantiene fiel a su experiencia y a su propósito de dar cuenta de ella: Mainer suscribe y hace suya la definición de “aventurero pasivo” con la que lo describe Miguel Sánchez-Ostiz. La indagación en el yo que Baroja comparte con otros autores de la generación del 98, además de con Coetzee, estará también en el origen de “un género a medio camino entre el reportaje y la ficción” que, señala Mainer, “estaba inventando” cuando se decide a escribir sobre el atentado contra Alfonso XIII perpetrado por Mateo Morral.
'Pío Baroja'
José-Carlos Mainer
Taurus. Madrid, 2012
462 páginas. 20 euros (electrónico: 10,99)
En el trayecto de la obra a la vida, Mainer no evita dar cuenta de las ideas de Baroja que autores como Giménez Caballero invocaron para incorporarlo a las filas del fascismo y que, desde otros ámbitos ideológicos, despertaron los recelos o el abierto rechazo de Ramón J. Sender, Luis Martín-Santos o Manuel Vázquez Montalbán en periodos sucesivos. A lo largo de Pío Baroja, Mainer no intenta ningún género de exculpación pero tampoco de condena, enfática de puro obvia: el autor de El árbol de la ciencia mantuvo una actitud favorable a la colonización de Marruecos basada en argumentos racistas, asumió con crudeza los tópicos antisemitas, se manifestó contra la democracia y a favor de las salidas dictatoriales, mostró su admiración por “la tendencia de la Alemania actual”, refiriéndose a la de 1933. En contrapartida, nunca dejó de proclamar un irreductible laicismo y un individualismo radical, en todo punto incompatible con el totalitarismo comunista, contra el que Baroja se pronunció de forma expresa en repetidas ocasiones, y con el fascista, que, en palabras de Mainer, “tardó en entender en los mismos términos de repudio”. Si una cara de su ideología resultaba grata al franquismo, la otra hacía de él un escritor incómodo. Y precisamente esta condición de escritor incómodo fue la que, en estricta simetría, lo avaló entre los opositores a la dictadura, lo mismo que sucedió con otras figuras relevantes que regresaron a España después de la Guerra Civil.
La rigurosa indagación de Mainer en la vida y la obra de Pío Baroja tiene, entre otras virtudes, la de reiterar una de las más importantes tareas que sigue pendiente en la historia de las ideas en España: filiar correctamente la tradición liberal. El indiscutible valor literario de la obra de algunos autores entre los que Baroja ocupa un lugar destacado nada dice de sus actitudes civiles y políticas. De la misma forma que sus actitudes civiles y políticas no sirven para negar el valor literario de sus obras. No es una paradoja que solo se produzca en la literatura española; lo que sí parece más característico de España es la inercia de seguir considerando como partidarios del liberalismo a unos escritores, incluso, a unos magníficos escritores, que poco o nada tuvieron que ver con él.
La hora de las Biografias
En la hora de la biografía
El género biográfico no ha ocupado españa el lugar que tiene en otras tradiciones.
A los prejuicios contra la intimidad se le unía la desconfianza editorial.
Colecciones, premios y nuevos títulos —Baroja, Delibes o Terenci Moix— llenan hoy esa laguna
'Histrión pero escritor: Terenxi Moix' por JORDI GARCÍA
'Pío Baroja desde su obra' por JOSÉ MARÍA RIDAO
'Delibes y su sombra alargada' por JAVIER GOÑI
JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS 7 ABR 2012 - 10:52 CET1
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Un día de 1978 un hispanista irlandés de 39 años llamado Ian Gibson se presentó en las oficinas de la editorial Planeta acompañado de su agente literario. Gibson había publicado siete años antes un libro sobre el asesinato de Federico García Lorca y tenía otro proyecto: la gran biografía del autor de Romancero gitano. Según sus cálculos, necesitaba 10.000 libras para vivir durante los cinco años que durase la investigación y la redacción y ya tenía un contrato con la editorial británica Faber & Faber, que pagaba la mitad. “La otra mitad”, le había asegurado ufano su agente, “la pondrá sin problemas un editor español”. Casi cuatro décadas después, Gibson se ríe recordando su propia ingenuidad, la suficiencia de su acompañante y el sonoro “no” que cosecharon ambos.
Por mucho que su libro sobre la represión en Granada se hubiera traducido a 14 idiomas y su autor tuviera “un nombre”, una biografía del poeta español más famoso del siglo XX no interesaba. En el ascensor, recuerda Gibson, se le ocurrió una idea a la desesperada: “¿Y un ensayo histórico sobre José Antonio Primo de Rivera?”. La respuesta del editor fue inmediata: “Firmamos mañana”. Le pusieron un sueldo mensual y se compró un somier para el colchón en el que dormía: “Trabajaba en José Antonio de día y en Lorca, de noche”, cuenta Gibson, que había abandonado su puesto en la Universidad de Londres y se había instalado en Madrid para no ser un “hispanista a distancia”.
Aquel contrato, insiste, le salvó la vida. Y le valió el prestigioso Premio Espejo de España por En busca de José Antonio. Fue en 1980. La primera parte de la biografía de Lorca se publicó cinco años después, en Grijalbo. La segunda tardó dos más. Hace unos meses, Crítica la reeditó en un solo tomo. Fue la primera de la serie de biografías de referencia firmadas por el autor dublinés. Luego vendrían Salvador Dalí y Antonio Machado. Actualmente trabaja en la de Luis Buñuel. Acaba de terminar la primera parte: 500 páginas que llegan hasta el advenimiento de la República. Un tercio del total después de tres años de trabajo. Por supuesto, no le falta editor.
Hasta ahora, los grandes libros sobre Cervantes, Lorca o Picasso eran obra de extranjeros
Las cosas han cambiado mucho desde aquel chasco del 78 y las biografías de españoles empiezan a dejar de ser una anomalía en España. Si el último Premio Nacional de Historia recayó en el trabajo sobre la vida de Isabel II firmado por Isabel Burdiel (Taurus), en estos días aparecen la biografía —con un pie en el ensayo— de Miguel Delibes (Destino), firmada por Ramón Buckley, y la de Terenci Moix (RBA), con la que Juan Bonilla obtuvo el último Premio Gaziel de Biografías y Memorias. Sin olvidar aproximaciones recientes a figuras como Catalina de Aragón (Crítica), por Giles Tremlett; Calderón de la Barca (Gredos), por Don V. Cruickshank; María Moliner (Turner), por Inmaculada de la Fuente; o Blanco White (Renacimiento), por Martin Murphy. En mayo, además, verá la luz el trabajo de Shirley Mangini sobre Maruja Mallo (Circe). Incluso el polémico Diccionario Biográfico Español lanzado meses atrás por la Academia de la Historia hubiera marcado época con sus 43.000 entradas si la manipulación de algunas no hubiera adulterado el conjunto. Basta pensar que su equivalente británico vio la luz en 1885 para calibrar el retraso hispano.
Es posible, con todo, que la mayor iniciativa editorial reciente para impulsar el género sea la colección Españoles Eminentes que la editorial Taurus acaba de inaugurar con Pío Baroja, de José-Carlos Mainer. Le seguirán, entre otros, San Ignacio de Loyola, Bartolomé de las Casas, el Cardenal Cisneros o Larra, firmadas estas dos últimas por Joseph Pérez —biógrafo de Carlos V y Santa Teresa de Jesús— y Santos Juliá —que lo fue de Manuel Azaña—. En la explicación que abre el primero de los títulos publicados, Javier Gomá, director de la Fundación Juan March, impulsora del proyecto, recuerda que este nació de una evidencia: “Las biografías no han alcanzado en la historiografía española la maestría que es notoria en otros países, donde muchos son los aficionados a su lectura y abundante la oferta editorial”.
'Universo de la literatura española contemporánea'. Cartel realizado por Ernesto Giménez Caballero entre 1925 y 1927. / MARÍA GIMÉNEZ CABALLERO SEYNAVE
¿A qué se debe la anomalía española que ha provocado esa laguna editorial? Ian Gibson, que vive en el barrio madrileño de Lavapiés, llega a uno de los bares más concurridos del barrio con una fotocopia: cuatro páginas de la historia de la literatura española que Gerald Brenan publicó en 1951. El mítico historiador británico subraya allí la carencia en España de cartas, diarios, memorias y biografías. ¿La razón? “La fuerte convención española”, escribe Brenan, “que prohíbe la publicación de detalles íntimos acerca de las vidas de personas cuya descendencia hasta la quinta o sexta generación todavía vive”. Si se juzgara por lo publicado, añade, “se llegaría a la conclusión de que ningún español ha escrito jamás una carta de amor”. Y añade: “Aunque los españoles son muy dados a la murmuración y el escándalo, sus opiniones acerca de la personalidad humana carecen del pulimento y la sutileza que se dan por supuestos entre los intelectuales de otros países”.
Según Ian Gibson, nacionalizado español, una sociedad necesita dos cosas para que el género biográfico pueda asentarse: estabilidad y curiosidad. Si hay 25 biografías distintas de Lord Byron, dice, es porque en los países anglosajones se ha dado un ambiente político y social que favorecía la investigación y la apertura. En España “ha primado la amnesia y la falta de interés real por los demás. Es un país que no escucha; todo el mundo quiere hablar, por eso hay tanto ruido”, dice en el fragor de tazas y cucharillas. “¿Qué español dedica cinco años a otro español?”. Así, el trabajo que no hicieron los españoles sobre sí mismos durante décadas lo tuvieron que hacer los extranjeros, dando lugar a ese fenómeno único en el mundo que es el hispanismo. No es, por tanto, extraño que —Lorca, Dalí y Gibson aparte— hasta ahora las biografías de referencia de nombres tan señeros como Felipe II, Cervantes, Gaudí, Picasso, Franco o el Rey estuvieran firmadas, respectivamente, por Geoffrey Parker, Jean Canavaggio, Gijs van Hensbergen, John Richardson y Paul Preston.
“Una buena biografía requiere cinco años de trabajo”, dice Ian Gibson. ¿Quién paga eso?
Para José-Carlos Mainer, biógrafo de Baroja y director de la Historia de la literatura española que la editorial Crítica viene publicando en nueve tomos, entre los géneros literarios que han marcado el siglo XX, en España faltaba la biografía pese a que, recuerda, en los años veinte y treinta el género se puso de moda y se consolidó en toda Europa. En Francia con André Maurois, con Stefan Zweig en Alemania y en Inglaterra con Lynton Strachey: “Aquí hubo un intento parecido. Se hicieron unas vidas españolas e hispanoamericanas del siglo XIX que publicó Espasa Calpe. Ya en los años cuarenta hay autores que escriben biografías como Benjamín Jarnés en el exilio o Fernando Vela en España. Se leen muchas biografías pero no hay una producción importante”. Junto a “un concepto equivocado del pudor”, Mainer evoca el desprestigio que durante años arrastraron las dimensiones biográfica y psicológica de una obra: “En el fondo una biografía lo que hace es indagar en las motivaciones más íntimas de los actos”. Frente a lo psicológico, se consideraba más importante lo social y lo histórico: “La biografía parecía un género menor, de entrometidos, de gente que se complacía en conjeturas psicológicas. La historiografía ha ido perdiendo esos prejuicios. Y ahí estamos”.
Tres décadas de democracia parecen haber traído la estabilidad que reclama Gibson. En 1994 la Universidad de Barcelona creó la Unidad de Estudios Biográficos, que publica una revista y cuenta con un grupo de investigadores, una biblioteca y un archivo especializados. Su creadora y directora es Anna Caballé, biógrafa de Francisco Umbral y Carmen Laforet y pionera en España de una serie de estudios que han ido cubriendo lentamente el hueco de lo que Caballé llama la dejación biográfica. “La biografía es muchas cosas”, explica. “Es una forma de escritura, una metodología de investigación y un modo de comprender el pasado que toma como referencia no a la sociedad sino al individuo. En los últimos años, del rechazo intelectual y moral hemos pasado a abrazar el género sin grandes conocimientos sobre su tradición y menos sobre sus metodologías. ¿Por qué este cambio? Porque las condiciones de libertad moral en que vive la sociedad española ahora permiten abordarlo —como permitieron antes la escritura autobiográfica, que fue la primera en abrir pista en los años setenta— y por el éxito que lo rodea en la esfera internacional, lo que ha estimulado a las editoriales españolas”.
En 1988, un año después de que Ian Gibson culminase su obra magna sobre Lorca, se produjeron en España dos pequeños hitos editoriales en el ámbito de las biografías: por un lado, nació el sello Circe, especializado en el género; por otro, Tusquets falló el primer Premio Comillas de Historia Biografía y Memorias. Silvia Lluís, directora de Circe, cuenta que la editorial nació porque “aquí no había una colección dedicada a la biografía”. Fue un éxito. Eso sí, dos décadas después, entre las 90 biografías de su catálogo —de Frida Kahlo a Jackson Pollock pasando por Susan Sontag— solo una está firmada por un español: la que en 2004 Miguel Dalmau dedicó a Jaime Gil de Biedma. Polémico como libro, el trabajo de Dalmau —que ya había dedicado un estudio a los hermanos Goytisolo— inspiró en 2010 la no menos polémica película de Sigfrid Monleón El cónsul de Sodoma. “El estreno favoreció la segunda edición”, dice Silvia Lluís, que recuerda cómo firmó con Dalmau cuando este tenía ya el libro escrito. La propuesta fue del autor y no del editor. En mayo, el fondo español de Circe crecerá con una biografía de la pintora Maruja Mallo firmada por la hispanista estadounidense Shirley Mangini y en otoño verá la luz la de Dora Maar a cargo de Victoria Combalía. Este último será el primer encargo de la editorial en 24 años. Lo habitual es traducir una obra extranjera. ¿Por qué? “Porque no hay que esperar”, dice Lluís. “No es por el adelanto —el género se vende y tiene lectores muy fieles—, pero si encargas una biografía arriesgas una inversión, no sabes cuándo te la entregarán, puede salir otra del mismo personaje…”.
En los años veinte y treinta del siglo pasado, el género se puso de moda y se consolidó en toda Europa
Tampoco la editorial Tusquets ha encargado jamás una biografía para su colección Tiempo de Memoria, con 129 títulos. Allí se alojan los ganadores del Premio Comillas, en cuyo palmarés están las memorias de Carlos Barral, Castilla del Pino, Adolfo Marsillach, Isabel García Lorca, Alberto Oliart y Jaime Salinas —la autobiografía abre pista, recordaba Caballé—, pero que apenas cuenta con media docena de biografías, entre ellas las de Luis Cernuda, Luis Martín Santos, el general Rojo o el cineasta Ricardo Muñoz Suay. Según Josep Maria Ventosa, miembro del jurado y responsable actual de la colección, además de esa mezcla de rigor y claridad que los anglosajones manejan magistralmente, una buena biografía requiere “dedicación, viajes, inversión… algo que una editorial no se puede permitir y que no puede darse sin el apoyo de universidades o instituciones”. De ahí el proyecto de la Fundación Juan March o el que lleva años impulsando la Residencia de Estudiantes de Madrid para recuperar la dimensión biográfica de los autores de la Edad de Plata.
En opinión de Anna Caballé, es “grave” el problema que todavía subyace a la escasez de biógrafos españoles. “¿Qué pasa cuando una sociedad se muestra indiferente hacia ese deber moral que es la construcción y revisión incesante del propio pasado —y no solo de 1936 a 1975— y se desentiende por pereza, por falta de confianza o de recursos, por pura inconsciencia, por venganza, de su patrimonio biográfico?”, se pregunta Caballé, que echa de menos alguna mujer entre los primeros títulos de la colección Españoles Eminentes. Javier Gomá, impulsor de la serie, responde que esta sigue abierta y que si desecharon encargar obras sobre Santa Teresa o Emilia Pardo Bazán fue porque ya existían buenas biografías suyas: las de Joseph Pérez y Eva Acosta.
Ramón Gómez de la Serna (1925-1927). Cartel de Ernesto Giménez Caballero. Colección Gustavo Gili. / MARÍA GIMÉNEZ CABALLERO SEYNAVE
En lo que todo el mundo coincide es en el esfuerzo, de investigación y de escritura, que supone un estudio biográfico: “Una buena biografía requiere no menos de cinco años de dedicación”, subraya Ian Gibson, para el que, al redactar, “hay que luchar contra la tentación de ponerlo todo”. El estilo debe enganchar: “Una biografía no es una crónica donde incluir hasta el menú de cada día”. La suya sobre Dalí —La vida desaforada de Salvador Dalí (Anagrama, 1998)— la pagó, dice, la BBC. Él escribió el libro mientras trabajaba en un documental sobre el artista. Eso le permitió viajar y, entre otras cosas, dedicar cinco meses a leer en la hemeroteca de Madrid, página por página, El diario de Barcelona de 1882 buscando noticias sobre la muerte del abuelo del pintor: “Alguien en Cadaqués me había dicho que se había suicidado, pero nadie recordaba cuándo ni dónde estaba la tumba. ¡Cuando vi la esquela en el periódico! Se había tirado por una ventana víctima de la paranoia. Dalí siempre tuvo miedo de haber heredado la enfermedad. Eso marcó su vida y su obra. Era una clave nueva y yo era el primero en tenerla delante. ¿Te imaginas el subidón de adrenalina?”.
Gibson admite que la digitalización de documentos y su difusión por Internet han facilitado mucho las cosas. “Antes pasaba meses esperando a que los libreros de la Cuesta de Moyano me encontraran un libro. Ahora los pido a Tejas o a Torrelodones. Y llegan antes de Tejas…”, se ríe. Lo que no se arregla con Internet es la ausencia de material, la pérdida, por ejemplo, de las cartas de muchos autores, que contienen una verdad privada que muchas veces contradice su imagen pública. Si Anna Caballé reivindica a Carmen Bravo Villasante como avanzada a la hora de utilizar las correspondencias como base de sus trabajos, Ian Gibson afirma que sin sus cartas será muy difícil hacer la biografía definitiva de Valle-Inclán, que a los siete años de su muerte ya contaba con tres biografías: “Encargó una a Gómez de la Serna sabiendo que estaría llena de invenciones”. Ser biógrafo es ser un poco detective, sugiere. Para encontrar una esquela y para no dejarse engañar por el biografiado. Sobre todo cuando él mismo ha escrito unas memorias: “La memoria falla. Buñuel confunde a veces Un perro andaluz y La Edad de Oro: no las separa más que un año. Y si lees La arboleda perdida parece que Lorca y Alberti se veían a diario, pero este se lamenta por carta de lo poco que se ven. Incluso la mentira dice algo del biografiado. Pero hay que detectarla. La envidia, por ejemplo, nunca se declara: se camufla de odio o de desprecio”. “Yo no tengo la costumbre de mentir”, escribe al abrir sus memorias —2.000 páginas— Baroja, un autor que escribió tanto de sí mismo que, dice Mainer, “se corre el riesgo de pensar que tienes el trabajo hecho”.
La lenta consolidación de la biografía en España se ha beneficiado también de la superación del cliché de que la vida de un autor está en su obra: la vieja disputa entre Proust (la obra es autónoma) y Sainte-Beuve (la vida es clave para entender la obra). Los artistas no tienen biografía, decía Octavio Paz. “Tan prejuicio es decir que la obra de un escritor es la proyección de su biografía como decir que la obra es lo único que importa. En medio hay un proceso complicado. El escritor construye una imagen a través de la escritura, pero no construye una biografía, construye un personaje que coincide esencialmente con el autor. Se trata de una construcción imaginativa que no se puede tomar como un hecho notarial. Por eso mismo hay que tener en cuenta la vivencia de las cosas que un escritor traslada a la literatura”. Esa es la hora de la biografía.
El género biográfico no ha ocupado españa el lugar que tiene en otras tradiciones.
A los prejuicios contra la intimidad se le unía la desconfianza editorial.
Colecciones, premios y nuevos títulos —Baroja, Delibes o Terenci Moix— llenan hoy esa laguna
'Histrión pero escritor: Terenxi Moix' por JORDI GARCÍA
'Pío Baroja desde su obra' por JOSÉ MARÍA RIDAO
'Delibes y su sombra alargada' por JAVIER GOÑI
JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS 7 ABR 2012 - 10:52 CET1
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Un día de 1978 un hispanista irlandés de 39 años llamado Ian Gibson se presentó en las oficinas de la editorial Planeta acompañado de su agente literario. Gibson había publicado siete años antes un libro sobre el asesinato de Federico García Lorca y tenía otro proyecto: la gran biografía del autor de Romancero gitano. Según sus cálculos, necesitaba 10.000 libras para vivir durante los cinco años que durase la investigación y la redacción y ya tenía un contrato con la editorial británica Faber & Faber, que pagaba la mitad. “La otra mitad”, le había asegurado ufano su agente, “la pondrá sin problemas un editor español”. Casi cuatro décadas después, Gibson se ríe recordando su propia ingenuidad, la suficiencia de su acompañante y el sonoro “no” que cosecharon ambos.
Por mucho que su libro sobre la represión en Granada se hubiera traducido a 14 idiomas y su autor tuviera “un nombre”, una biografía del poeta español más famoso del siglo XX no interesaba. En el ascensor, recuerda Gibson, se le ocurrió una idea a la desesperada: “¿Y un ensayo histórico sobre José Antonio Primo de Rivera?”. La respuesta del editor fue inmediata: “Firmamos mañana”. Le pusieron un sueldo mensual y se compró un somier para el colchón en el que dormía: “Trabajaba en José Antonio de día y en Lorca, de noche”, cuenta Gibson, que había abandonado su puesto en la Universidad de Londres y se había instalado en Madrid para no ser un “hispanista a distancia”.
Aquel contrato, insiste, le salvó la vida. Y le valió el prestigioso Premio Espejo de España por En busca de José Antonio. Fue en 1980. La primera parte de la biografía de Lorca se publicó cinco años después, en Grijalbo. La segunda tardó dos más. Hace unos meses, Crítica la reeditó en un solo tomo. Fue la primera de la serie de biografías de referencia firmadas por el autor dublinés. Luego vendrían Salvador Dalí y Antonio Machado. Actualmente trabaja en la de Luis Buñuel. Acaba de terminar la primera parte: 500 páginas que llegan hasta el advenimiento de la República. Un tercio del total después de tres años de trabajo. Por supuesto, no le falta editor.
Hasta ahora, los grandes libros sobre Cervantes, Lorca o Picasso eran obra de extranjeros
Las cosas han cambiado mucho desde aquel chasco del 78 y las biografías de españoles empiezan a dejar de ser una anomalía en España. Si el último Premio Nacional de Historia recayó en el trabajo sobre la vida de Isabel II firmado por Isabel Burdiel (Taurus), en estos días aparecen la biografía —con un pie en el ensayo— de Miguel Delibes (Destino), firmada por Ramón Buckley, y la de Terenci Moix (RBA), con la que Juan Bonilla obtuvo el último Premio Gaziel de Biografías y Memorias. Sin olvidar aproximaciones recientes a figuras como Catalina de Aragón (Crítica), por Giles Tremlett; Calderón de la Barca (Gredos), por Don V. Cruickshank; María Moliner (Turner), por Inmaculada de la Fuente; o Blanco White (Renacimiento), por Martin Murphy. En mayo, además, verá la luz el trabajo de Shirley Mangini sobre Maruja Mallo (Circe). Incluso el polémico Diccionario Biográfico Español lanzado meses atrás por la Academia de la Historia hubiera marcado época con sus 43.000 entradas si la manipulación de algunas no hubiera adulterado el conjunto. Basta pensar que su equivalente británico vio la luz en 1885 para calibrar el retraso hispano.
Es posible, con todo, que la mayor iniciativa editorial reciente para impulsar el género sea la colección Españoles Eminentes que la editorial Taurus acaba de inaugurar con Pío Baroja, de José-Carlos Mainer. Le seguirán, entre otros, San Ignacio de Loyola, Bartolomé de las Casas, el Cardenal Cisneros o Larra, firmadas estas dos últimas por Joseph Pérez —biógrafo de Carlos V y Santa Teresa de Jesús— y Santos Juliá —que lo fue de Manuel Azaña—. En la explicación que abre el primero de los títulos publicados, Javier Gomá, director de la Fundación Juan March, impulsora del proyecto, recuerda que este nació de una evidencia: “Las biografías no han alcanzado en la historiografía española la maestría que es notoria en otros países, donde muchos son los aficionados a su lectura y abundante la oferta editorial”.
'Universo de la literatura española contemporánea'. Cartel realizado por Ernesto Giménez Caballero entre 1925 y 1927. / MARÍA GIMÉNEZ CABALLERO SEYNAVE
¿A qué se debe la anomalía española que ha provocado esa laguna editorial? Ian Gibson, que vive en el barrio madrileño de Lavapiés, llega a uno de los bares más concurridos del barrio con una fotocopia: cuatro páginas de la historia de la literatura española que Gerald Brenan publicó en 1951. El mítico historiador británico subraya allí la carencia en España de cartas, diarios, memorias y biografías. ¿La razón? “La fuerte convención española”, escribe Brenan, “que prohíbe la publicación de detalles íntimos acerca de las vidas de personas cuya descendencia hasta la quinta o sexta generación todavía vive”. Si se juzgara por lo publicado, añade, “se llegaría a la conclusión de que ningún español ha escrito jamás una carta de amor”. Y añade: “Aunque los españoles son muy dados a la murmuración y el escándalo, sus opiniones acerca de la personalidad humana carecen del pulimento y la sutileza que se dan por supuestos entre los intelectuales de otros países”.
Según Ian Gibson, nacionalizado español, una sociedad necesita dos cosas para que el género biográfico pueda asentarse: estabilidad y curiosidad. Si hay 25 biografías distintas de Lord Byron, dice, es porque en los países anglosajones se ha dado un ambiente político y social que favorecía la investigación y la apertura. En España “ha primado la amnesia y la falta de interés real por los demás. Es un país que no escucha; todo el mundo quiere hablar, por eso hay tanto ruido”, dice en el fragor de tazas y cucharillas. “¿Qué español dedica cinco años a otro español?”. Así, el trabajo que no hicieron los españoles sobre sí mismos durante décadas lo tuvieron que hacer los extranjeros, dando lugar a ese fenómeno único en el mundo que es el hispanismo. No es, por tanto, extraño que —Lorca, Dalí y Gibson aparte— hasta ahora las biografías de referencia de nombres tan señeros como Felipe II, Cervantes, Gaudí, Picasso, Franco o el Rey estuvieran firmadas, respectivamente, por Geoffrey Parker, Jean Canavaggio, Gijs van Hensbergen, John Richardson y Paul Preston.
“Una buena biografía requiere cinco años de trabajo”, dice Ian Gibson. ¿Quién paga eso?
Para José-Carlos Mainer, biógrafo de Baroja y director de la Historia de la literatura española que la editorial Crítica viene publicando en nueve tomos, entre los géneros literarios que han marcado el siglo XX, en España faltaba la biografía pese a que, recuerda, en los años veinte y treinta el género se puso de moda y se consolidó en toda Europa. En Francia con André Maurois, con Stefan Zweig en Alemania y en Inglaterra con Lynton Strachey: “Aquí hubo un intento parecido. Se hicieron unas vidas españolas e hispanoamericanas del siglo XIX que publicó Espasa Calpe. Ya en los años cuarenta hay autores que escriben biografías como Benjamín Jarnés en el exilio o Fernando Vela en España. Se leen muchas biografías pero no hay una producción importante”. Junto a “un concepto equivocado del pudor”, Mainer evoca el desprestigio que durante años arrastraron las dimensiones biográfica y psicológica de una obra: “En el fondo una biografía lo que hace es indagar en las motivaciones más íntimas de los actos”. Frente a lo psicológico, se consideraba más importante lo social y lo histórico: “La biografía parecía un género menor, de entrometidos, de gente que se complacía en conjeturas psicológicas. La historiografía ha ido perdiendo esos prejuicios. Y ahí estamos”.
Tres décadas de democracia parecen haber traído la estabilidad que reclama Gibson. En 1994 la Universidad de Barcelona creó la Unidad de Estudios Biográficos, que publica una revista y cuenta con un grupo de investigadores, una biblioteca y un archivo especializados. Su creadora y directora es Anna Caballé, biógrafa de Francisco Umbral y Carmen Laforet y pionera en España de una serie de estudios que han ido cubriendo lentamente el hueco de lo que Caballé llama la dejación biográfica. “La biografía es muchas cosas”, explica. “Es una forma de escritura, una metodología de investigación y un modo de comprender el pasado que toma como referencia no a la sociedad sino al individuo. En los últimos años, del rechazo intelectual y moral hemos pasado a abrazar el género sin grandes conocimientos sobre su tradición y menos sobre sus metodologías. ¿Por qué este cambio? Porque las condiciones de libertad moral en que vive la sociedad española ahora permiten abordarlo —como permitieron antes la escritura autobiográfica, que fue la primera en abrir pista en los años setenta— y por el éxito que lo rodea en la esfera internacional, lo que ha estimulado a las editoriales españolas”.
En 1988, un año después de que Ian Gibson culminase su obra magna sobre Lorca, se produjeron en España dos pequeños hitos editoriales en el ámbito de las biografías: por un lado, nació el sello Circe, especializado en el género; por otro, Tusquets falló el primer Premio Comillas de Historia Biografía y Memorias. Silvia Lluís, directora de Circe, cuenta que la editorial nació porque “aquí no había una colección dedicada a la biografía”. Fue un éxito. Eso sí, dos décadas después, entre las 90 biografías de su catálogo —de Frida Kahlo a Jackson Pollock pasando por Susan Sontag— solo una está firmada por un español: la que en 2004 Miguel Dalmau dedicó a Jaime Gil de Biedma. Polémico como libro, el trabajo de Dalmau —que ya había dedicado un estudio a los hermanos Goytisolo— inspiró en 2010 la no menos polémica película de Sigfrid Monleón El cónsul de Sodoma. “El estreno favoreció la segunda edición”, dice Silvia Lluís, que recuerda cómo firmó con Dalmau cuando este tenía ya el libro escrito. La propuesta fue del autor y no del editor. En mayo, el fondo español de Circe crecerá con una biografía de la pintora Maruja Mallo firmada por la hispanista estadounidense Shirley Mangini y en otoño verá la luz la de Dora Maar a cargo de Victoria Combalía. Este último será el primer encargo de la editorial en 24 años. Lo habitual es traducir una obra extranjera. ¿Por qué? “Porque no hay que esperar”, dice Lluís. “No es por el adelanto —el género se vende y tiene lectores muy fieles—, pero si encargas una biografía arriesgas una inversión, no sabes cuándo te la entregarán, puede salir otra del mismo personaje…”.
En los años veinte y treinta del siglo pasado, el género se puso de moda y se consolidó en toda Europa
Tampoco la editorial Tusquets ha encargado jamás una biografía para su colección Tiempo de Memoria, con 129 títulos. Allí se alojan los ganadores del Premio Comillas, en cuyo palmarés están las memorias de Carlos Barral, Castilla del Pino, Adolfo Marsillach, Isabel García Lorca, Alberto Oliart y Jaime Salinas —la autobiografía abre pista, recordaba Caballé—, pero que apenas cuenta con media docena de biografías, entre ellas las de Luis Cernuda, Luis Martín Santos, el general Rojo o el cineasta Ricardo Muñoz Suay. Según Josep Maria Ventosa, miembro del jurado y responsable actual de la colección, además de esa mezcla de rigor y claridad que los anglosajones manejan magistralmente, una buena biografía requiere “dedicación, viajes, inversión… algo que una editorial no se puede permitir y que no puede darse sin el apoyo de universidades o instituciones”. De ahí el proyecto de la Fundación Juan March o el que lleva años impulsando la Residencia de Estudiantes de Madrid para recuperar la dimensión biográfica de los autores de la Edad de Plata.
En opinión de Anna Caballé, es “grave” el problema que todavía subyace a la escasez de biógrafos españoles. “¿Qué pasa cuando una sociedad se muestra indiferente hacia ese deber moral que es la construcción y revisión incesante del propio pasado —y no solo de 1936 a 1975— y se desentiende por pereza, por falta de confianza o de recursos, por pura inconsciencia, por venganza, de su patrimonio biográfico?”, se pregunta Caballé, que echa de menos alguna mujer entre los primeros títulos de la colección Españoles Eminentes. Javier Gomá, impulsor de la serie, responde que esta sigue abierta y que si desecharon encargar obras sobre Santa Teresa o Emilia Pardo Bazán fue porque ya existían buenas biografías suyas: las de Joseph Pérez y Eva Acosta.
Ramón Gómez de la Serna (1925-1927). Cartel de Ernesto Giménez Caballero. Colección Gustavo Gili. / MARÍA GIMÉNEZ CABALLERO SEYNAVE
En lo que todo el mundo coincide es en el esfuerzo, de investigación y de escritura, que supone un estudio biográfico: “Una buena biografía requiere no menos de cinco años de dedicación”, subraya Ian Gibson, para el que, al redactar, “hay que luchar contra la tentación de ponerlo todo”. El estilo debe enganchar: “Una biografía no es una crónica donde incluir hasta el menú de cada día”. La suya sobre Dalí —La vida desaforada de Salvador Dalí (Anagrama, 1998)— la pagó, dice, la BBC. Él escribió el libro mientras trabajaba en un documental sobre el artista. Eso le permitió viajar y, entre otras cosas, dedicar cinco meses a leer en la hemeroteca de Madrid, página por página, El diario de Barcelona de 1882 buscando noticias sobre la muerte del abuelo del pintor: “Alguien en Cadaqués me había dicho que se había suicidado, pero nadie recordaba cuándo ni dónde estaba la tumba. ¡Cuando vi la esquela en el periódico! Se había tirado por una ventana víctima de la paranoia. Dalí siempre tuvo miedo de haber heredado la enfermedad. Eso marcó su vida y su obra. Era una clave nueva y yo era el primero en tenerla delante. ¿Te imaginas el subidón de adrenalina?”.
Gibson admite que la digitalización de documentos y su difusión por Internet han facilitado mucho las cosas. “Antes pasaba meses esperando a que los libreros de la Cuesta de Moyano me encontraran un libro. Ahora los pido a Tejas o a Torrelodones. Y llegan antes de Tejas…”, se ríe. Lo que no se arregla con Internet es la ausencia de material, la pérdida, por ejemplo, de las cartas de muchos autores, que contienen una verdad privada que muchas veces contradice su imagen pública. Si Anna Caballé reivindica a Carmen Bravo Villasante como avanzada a la hora de utilizar las correspondencias como base de sus trabajos, Ian Gibson afirma que sin sus cartas será muy difícil hacer la biografía definitiva de Valle-Inclán, que a los siete años de su muerte ya contaba con tres biografías: “Encargó una a Gómez de la Serna sabiendo que estaría llena de invenciones”. Ser biógrafo es ser un poco detective, sugiere. Para encontrar una esquela y para no dejarse engañar por el biografiado. Sobre todo cuando él mismo ha escrito unas memorias: “La memoria falla. Buñuel confunde a veces Un perro andaluz y La Edad de Oro: no las separa más que un año. Y si lees La arboleda perdida parece que Lorca y Alberti se veían a diario, pero este se lamenta por carta de lo poco que se ven. Incluso la mentira dice algo del biografiado. Pero hay que detectarla. La envidia, por ejemplo, nunca se declara: se camufla de odio o de desprecio”. “Yo no tengo la costumbre de mentir”, escribe al abrir sus memorias —2.000 páginas— Baroja, un autor que escribió tanto de sí mismo que, dice Mainer, “se corre el riesgo de pensar que tienes el trabajo hecho”.
La lenta consolidación de la biografía en España se ha beneficiado también de la superación del cliché de que la vida de un autor está en su obra: la vieja disputa entre Proust (la obra es autónoma) y Sainte-Beuve (la vida es clave para entender la obra). Los artistas no tienen biografía, decía Octavio Paz. “Tan prejuicio es decir que la obra de un escritor es la proyección de su biografía como decir que la obra es lo único que importa. En medio hay un proceso complicado. El escritor construye una imagen a través de la escritura, pero no construye una biografía, construye un personaje que coincide esencialmente con el autor. Se trata de una construcción imaginativa que no se puede tomar como un hecho notarial. Por eso mismo hay que tener en cuenta la vivencia de las cosas que un escritor traslada a la literatura”. Esa es la hora de la biografía.
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