sábado, 22 de septiembre de 2012

Las Leyes de la Frontera de Javier Cercas


Cercas, un paseo por el lado salvaje

Texto de Sergio Vila-Sanjuan
Fotos de Roser Vilallonga
La próxima semana se pone a la venta Las leyes de la frontera, última novela de Javier Cercas, sobre los quinquis de los años 70. El autor explica las claves de su obra a lo largo de un recorrido por Girona, la ciudad donde está ambientada
Javier Cercas, en el bar Jose y Juan de la Font de La Pòlvora, en Girona
Cuando vi las fotos de aquellos quinquis muertos, algunos de los cuales podían haber sido mis vecinos, me pregunté: ‘¿Por qué ellos y no yo?’”. La cuestión se la plantea el escritor Javier Cercas una mañana de final de agosto en el Café Royal de Girona, mientras llueve copiosamente tras los vidrios del local de la plaza de la Independència. 

La reflexión viene a cuento de su nueva novela, Las leyes de la frontera, que llega a las librerías el 26 de septiembre con un sonado lanzamiento de Editorial Mondadori. Una historia absorbente, a ratos dura y a ratos muy romántica, centrada en las relaciones de tres personajes: el Zarco, un quinqui atracador de bancos que tiene su momento de esplendor en los años 70 y primeros 80 y luego entra en un declive de cárcel y toxicomanías; el Gafitas, un estudiante que se acerca al Zarco en su adolescencia y luego, cuarentones ambos, vuelve a reencontrarlo como abogado, y Tere, la joven que bascula entre uno y otro, independiente, guapa y ceñuda, misteriosa hasta el final. El escenario es Girona, hoy pequeña joya urbana impecablemente restaurada que recibe cada año cientos de miles de turistas, pero que cuando arranca la acción de la novela es una destartalada ciudad de provincias que intenta sacar cabeza en el primer posfranquismo.

“¿Cómo surge la idea de Las leyes de la frontera? En primer lugar, porque yo vivía muy cerca de donde vive en la novela el Zarco, mi madre aún reside allí, ahora vengo de verla, y el paraguas que llevo es el que usaba mi padre”, explica el escritor. “Yo llegué a Girona desde Extremadura con mi familia cuando era muy pequeño, por razones económicos, como todos entonces, y nos instalamos en un barrio de inmigrantes de clase media, ya que mi padre era veterinario y teníamos un cierto estatus. Jugaba al baloncesto con los chicos del barrio, y un amigo me llevó un día a los albergues provisionales, creados en los 60 para acoger a inmigrantes sin recursos. Me impresionó la miseria que existía tan sólo a cien metros de donde nosotros vivíamos, simplemente cruzando el río Ter. De allí salieron muchachos como los quinquis de mi novela”.
Javier Cercas cruza el puente sobre el río Onyar. Las fachadas del fondo, pintadas, muestran la transformación de Girona
Javier Cercas, nacido en Ibahernando (Cáceres) en 1962, es una de las figuras de primera línea de la literatura española actual. Su vida ha transcurrido entre la Girona de infancia y adolescencia, donde volvió más tarde como profesor; Barcelona, donde cursó estudios universitarios y reside actualmente, y EE.UU., donde dio clases durante un tiempo. Su novela del año 2001, Soldados de Salamina, inspirada en una peripecia del falangista Rafael Sánchez Mazas durante la guerra civil española, le cosechó incontables premios, fue elogiada por autores como Vargas Llosa, Coetzee o Susan Sontag y, traducida a los principales idiomas, le consagró internacionalmente. Tras otra novela, La velocidad de la luz(2005), que abordaba un episodio de la guerra de Vietnam, publicó en el año 2009 Anatomía de un instante, revisión narrativa del intento de golpe de Estado del 23-F de 1981. También ha sido muy traducida, galardonada y positivamente comentada por publicaciones de referencia como The New Yorker.

Para escribir Anatomía de un instante, Javier Cercas se había sumergido a fondo en los años de la transición. “Y me sorprendió constatar que, al otro lado de la política, tan predominante en aquella época, siempre aparecían los quinquis. Cogías la revista Interviú, por ejemplo, y al lado de los debates de la Constitución te surgía una historia de sus atracos. Los quinquis salían en la prensa y en el cine, parecía que estaban en todos lados, lo suyo fue un boom. Un tema que se explotó hasta la saciedad y luego se agotó instantáneamente”.

“Poco después de la publicación de Anatomía de un instante –continúa– apareció el libro de Carles Monguilod Vint-i-cinc anys i un dia. Monguilod es un abogado a quien yo conocía, y en la obra rememora sus vivencias como abogado de Juan Moreno Cuenca, el Vaquilla, que de joven había pasado una temporada en los albergues, y ya de mayor en la cárcel de Girona. Me impactó mucho”.

La lectura coincidió con su visita a la exposición del CCCB barcelonésQuinquis de los 80. En ella se revisaba la producción cultural que acompañó a esta explosión de delincuencia lumpen, protagonizada a menudo por menores de edad (el Jaro, el Trompetilla, el Fittipaldi, el Mini) que realizaban golpes audaces. A ellos se consagraron las películas de José Antonio de la Loma (Perros callejeros I, II y III), Eloy de la Iglesia o Carlos Saura… “Por primera vez en mi vida encontré en un museo una exposición que hablaba de mí mismo, de mi propia experiencia. Allí vi maquinas del millón, carteles de películas, carátulas de discos de Los Chichos o Los Chunguitos que formaban parte de mi adolescencia. Al final había una sala con grandes retratos en blanco y negro de muchachos de aquella época. Todos estaban muertos. Y me pregunté: ‘¿Cómo es que yo no soy uno de ellos?’. Esta es la verdadera pregunta que está en el origen de mi novela”.
Javier Cercas visita el barrio de la Font de la Pòlvora, donde ubica a algunos de los protagonistas de su novela. Allí se instalaron parte de los habitantes de los albergues que se habían habilitado para los inmigrantes en los años 60 
Se dice que la palabra quinqui arranca de la época del Lute, quien trabajaba como quincallero antes de dedicarse a la apropiación de lo ajeno. Cercas relata que, una vez identificado el tema, lo abordó por el lado teórico. “Lo primero que escribí fue una especie de ensayo que de momento no he utilizado y a lo mejor algún día publico. Anatomía de un instante acababa con la reflexión de que la violencia es la cantera de la historia. En este sentido, la transición fue un proceso casi contra natura, ya que consiguió cambiar una dictadura por una democracia de forma casi completamente pacífica. 

La aportación de violencia a la transición la hizo el 23-F. Y a su lado hubo una guerra, mucho menos conocida, que fue la de la heroína. En España se había vivido un baby boom y existía un excedente demográfico de jóvenes, muchos de ellos sin trabajo, lo que constituye el caldo de cultivo ideal para la revolución o la violencia, como se ha visto ahora en los países árabes. En aquellos años fueron muchos los quinquis muertos por la heroína, o por el sida, su consecuencia inmediata, aunque no se sabe cuántos, y es asombroso que el tema no haya sido más estudiado”. 

El novelista recuerda que entre 1978 y 1979 el consumo de la heroína se extendió por todo el país de forma fulminante. Un profesor que había trabajado en aquella época le dijo: “De los treinta muchachos de mi clase, no ha quedado ni uno vivo”. “Hay gente, amantes de las teorías de la conspiración, que creen que fue el propio Estado el que difundió la droga dura para acabar con movimientos antisistema de entonces –señala–, como los libertarios. En cualquier caso, los quinquis fueron sus principales víctimas, y todo este drama constituyó la cara B de la transición”. 

Aunque muchos de los quinquis de los 70 eran gitanos, Cercas no ha querido que los protagonistas de su libro lo fueran, “porque los gitanos tienen unas características distintas y especiales y no me interesaba ir por ahí. Tampoco responden a personajes reales: el Vaquilla fue una referencia cuando empecé a construir el personaje del Zarco, pero luego desaparece, hay cosas suyas, pero también de mucha otra gente”. En su adolescencia, el escritor coincidió a menudo con quinquis como los de su obra, “aunque no puedo decir que los haya conocido. Las fronteras en aquellas épocas eran muy porosas, y los encontrábamos por todas partes, en el Bistró, en la Feria o en el centro de la ciudad, por lo que no los constatábamos como un peligro”.

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