Asegura José Antonio Marina (Toledo, 1939) que, antes de sentarse a dar forma a «Las arquitecturas del deseo. Una investigación sobre los placeres del alma» (Anagrama), su intención no era otra que adentrarse en la historia del deseo para tratar de construir una radiografía que ilustrase por qué las cosas han cambiado tanto en los últimos tiempos. «Todas las culturas han visto el deseo como una fuente de esclavitud, pero en las últimas décadas ha habido una glorificación del deseo, que se ha convertido en la esencia de la libertad. La ausencia de deseo es, pues, la ausencia de libertad», explicó ayer el filósofo.
La idea inicial, sin embargo, fue rápidamente desechada en cuanto Marina se percató de que nadie se ha molestado en elaborar una teoría del deseo. «Carecemos de ella. La piscología no estudia el deseo y, aunque el psicoanálisis sí que lo hizo, aún no está aceptado por las disciplinas académicas serias», señaló el escritor. De ahí que en «Las arquitecturas del deseo», Marina cambie el proyecto de análisis por la propuesta metafísica para trazar las líneas maestras de una teoría general del deseo que, asegura, permite elaborar una genealogía de la cultura.
Para el autor de «Anatomía del miedo», todo lo relacionado con el ser humano gira en relación a tres deseos básicos: el deseo de bienestar, el de relacionarnos con los demás y el de ampliar nuestras posibilidades de acción. «Todo lo que ha hecho la cultura está destinado a colmar estos tres deseos», explicó.En el fondo, viene a decir Marina, todo se reduce a un intento del ser humano por fijarse como especie. «Hasta ahora hemos estado buscando todas las posibilidades de ser animales listos. Ahora, además, queremos ser animales dignos, y eso sí que es un gran salto. Es un intento de definirnos como otra cosa a través de esos tres deseos básicos», aseguró.
La hibridación y expansión de estos tres deseos es, según Marina, lo que da forma a esas arquitecturas a las que hace referencia el título y que lo mismo engloban las relaciones humanas que las dinámicas económicas. De hecho, para Marina parte de la «asimilación y aceptación» del deseo tiene que ver con el funcionamiento del sistema productivo. «Se ha llegado a un punto en el que primero se produce y luego se intenta convencer al consumidor de que compre eso -señaló-. Por debajo del consumidor lo que hay es un sujeto deseante. El problema de esto es que hay que estar estimulando constantemente el deseo y la insatisfacción».
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