domingo, 31 de enero de 2016

Gabo en Cartagena y Barranquilla

Año 1997. Gabriel García Márquez recorre Barranquilla en una furgoneta junto a su amigo Jaime Abello. Avanzan lentamente. El Nobel no se lo ha dicho, pero está refrescando recuerdos para sus futuras memorias, Vivir para contarla (2002). “Circulábamos en una van con aire acondicionado –cuenta Abello, en los pasillos del Teatro Amira de la Rosa, durante el Carnaval de las Artes– y casi todo estaba destruido”. De repente, mirando por la ventanilla, Gabo le comentó a su compañero: “¿Sabes? Barranquilla es Macondo cuando se volvió ciudad”.
Esta población caribeña, de más de un millón de habitantes, es puerta de todo lo bueno (y lo malo) que ha entrado a Colombia, como la salsa o la aviación. Está orgullosa de ser una de las ciudades más importantes en la vida del Nobel, además de cuna de la cantante Shakira. Aquí vivió de niño Gabito –todos le llaman así, con el diminutivo–; aquí volvió de joven, a principios de los cincuenta, y se forjó como escritor, bajo el tutelaje de un exiliado de Berga, Ramon Vinyes; y aquí viven aún dos hermanas del escritor.
Lo primero que llama la atención es que, a diferencia de lo que sucede en la cercana Cartagena de Indias –parque temático del turismo internacional–, no existe una ruta Gabo. Los lugares donde vivió, los que frecuentó o los que aparecen en sus obras no están ni siquiera señalizados con una placa. “Barranquilla es como los animales salvajes, que borran las huellas”, dice el profesor Ariel Castillo.
¿Por qué Macondo hecho ciudad? “En los dos últimos capítulos de Cien años de soledad –cuenta el escritor Joaquín Mattos Omar– los episodios y lugares corresponden a referentes reales de Barranquilla, justo cuando Macondo crece y deja de ser una aldea. Ahí aparecen los cuatro discutidores, que eran los del grupo de Barranquilla, los amigos literatos y juerguistas de Gabo, que conocen a Aureliano. Y la librería del sabio catalán”.
Jaime García Márquez se lleva 13 años con su hermano Gabo. “Fui muy prematuro, me improvisaron una incubadora casera en la cesta de costura de mi mamá. Yo decía que era sietemesino, pero Gabito me hizo decir que seismesino, ya que, según una contabilidad que él manejaba, ‘de lo contrario, no eres hijo de papá’ y acepté eso para salvar el honor de mi madre”.
Jaime es un pozo de anécdotas: cuando su hermano se lo llevó a cenar con Woody Allen, cuando él se fue de la lengua al revelar la enfermedad senil de Gabo... “Su esposa se enfadó conmigo hasta el punto de que vinieron a Cartagena, donde yo vivo, sin decírmelo... pero su chófer me lo trajo sin decir nada para que lo viera, paseamos por la ciudad los dos hermanos a escondidas, como unos enamorados, y le di un enorme abrazo”. Estamos almorzando con él en casa de Patricio García Caro, primo de Gabo y psiquiatra, que cuenta que el trastorno neurocognitivo del Nobel –que acabó con su memoria– “no fue tratado precozmente, como se debía: acudió a uno de los mejores institutos médicos, en Cuba, y el director científico le dijo: ‘Más enfermo de la cabeza está quien le ha dicho que venga, después del gran libro que acaba usted de publicar, maestro’”.
García Caro muestra unos dibujos inéditos que Gabo hizo para estampar en la ropa de Jaime cuando nació. “Mire, ya entonces dibujaba la flor que hasta el final usó en las dedicatorias”. Gabito se sacaba un dinero con su habilidad con los lápices: pintaba rótulos, por ejemplo, en las paradas de autobuses y en las tiendas del Barrio Bajo, donde vivía, en una casa de azotea almenada que visitamos más tarde, con el permiso de la familia de origen cubano que ahora la habita. “Hace unos 20 años –cuenta, divertido, el primo psiquiatra– entré junto a la madre nonagenaria de Gabito, Luisa Santiaga, y había dentro unos treinta muchachos consumiendo marihuana. Luisa Santiaga se paseaba por ahí, apartando la densa humareda”.
El padre de los García Márquez , homeópata, se instaló en Barranquilla y tuvo farmacia propia, en la actual calle 41. “Cuando sacaba a pasear a Luisa Santiaga en mi coche –rememora García Caro–, cada vez que pasaba por esa esquina decía: ‘Aquí cuando llueve, la humedad permite ver el aviso que Gabito pintó hace muchos años’”.
Al día siguiente, en su piso, otra hermana del Nobel, Aída García Márquez, tres años más joven, maestra jubilada y monja durante veinte años, exclama: “¡Estoy harta de esos biógrafos que dicen que nuestro papá nos trató mal! En aquella época era normal dejar a los hijos al cuidado de los abuelos, estábamos más cuidados que nadie, nos llevaban al circo, a bañarnos en el río...”. Ella llegó con Gabito a vivir aquí, a esa casa donde nació Rita. “Papá tampoco era un bohemio –precisa–, murió en casa junto a su esposa, y si tuvo un hijo fuera del matrimonio fue algo puntual, en un viaje largo que hizo”.
Jaime relata con orgullo hazañas paternas como la reposición de toda la piel de la cara de un hombre tras el ataque de un tigre. Pero el profesor Castillo dice que “propuso practicarle una trepanación a su propio hijo, Gabo, por problemas de salud, suerte que la madre se opuso, lo habría matado”. Otros, como el veterano periodista Edgar García Ochoa, más conocido como Flash, recuerda que “al padre de Gabito lo llamaban el dulce 20 porque prestaba dinero a los viejitos, les adelantaba la paga y luego, cuando cobraban la pensión, debían darle el 20%”.
El centro de todos los lugares gabianos en Barranquilla es La Cueva, citada en Los funerales de la Mamá Grande, donde se habla de “los mamadores de gallo de La Cueva”. Mamar gallo es una expresión intraducible, que vendría a ser algo así como vacilar a alguien con comenta-rios verbales ingeniosos. La actual Cueva tiene poco que ver con la original –mucho más modesta– y es un gran restaurante, bar y centro cultural, en el que Heriberto Fiorillo es el patriarca, y organiza el Carnaval de las Artes, un festival cultural –libros, música, arte, cine, teatro– que anima la ciudad unos días antes del carnaval oficial. Un palacio del gabismo, lejos del ambiente desprovisto de glamour de, por ejemplo, el café Roma, uno de los pocos que se conservan de aquellos años cincuenta, aunque en un emplazamiento distinto, y que sirve menús populares, con salchichas, chuletas, arroz y espaguetis boloñesa.
Un personaje clave es Ramon Vinyes –aquí todo el mundo lo pronuncia ‘Vin-yes’, con ‘y’ griega y ‘e’–, el sabio catalán citado en Cien años de soledad que ejerció un gran magisterio sobre Gabito. El profesor Ramón Illán Bacca –el actual sabio del lugar– cuenta que Vinyes llegó a Barranquilla en 1914 “y puso una librería junto a otro catalán, la llamaron Vinyes y Auqué”. Vinyes “era homosexual pero se casó con una señora. Se enfrentó al gobernador escribiendo artículos en la prensa y casualmente se le quemó el almacén de libros. Germán Vargas, que conversó mucho con él, me explicó que le gustaba ir por lugares de la intendencia fluvial, cuando los vapores estaban anclados, porque alquilaban los camarotes a gente que quería follar. Y el gobernador le tendió una trampa, con un mocetón. Vinyes cayó, llegó la policía y fue expulsado del país como ‘extranjero indeseable’ en 1925. Al irse el gobernador en 1929, Vinyes regresó pero en 1931, ilusionado por la República, se volvió a España. Tras la guerra civil, se instaló en Barranquilla en 1940” y volvió a Barcelona en 1950.
Más tarde, paseamos frente a las antiguas Residencias Nueva York, donde García Márquez vivió, compartiendo edificio con las prostitutas que allí ejercían sus labores. “En broma, Alfonso Fuenmayor lo bautizó como el Rascacielos, por lo neoyorquino, pero tenía solo dos pisos”, aclara Mattos. Justo detrás, estaba la redacción de El Heraldo.
“No quedan ya los burdeles de las llamadas putas francesas, que era la razón que hacía a los miembros del grupo frecuentar el barrio chino –prosigue Mattos–. Se trataba de un grupo de prostitutas que llegaron huyendo de la II Guerra Mundial, las bautizaron así pero eran de varias nacionalidades: polacas, etc. Aparecen en el barco en la parte final de Cien años... Gabito y los otros también iban al burdel de la Negra Eufemia, que regentaba una señora del interior del país. En Cien años... lo llama el burdel zoológico, porque era un patio con las habitaciones alrededor, un jardín lleno de animales de todo tipo. Ahora es un colegio porque así lo estableció la propia Eufemia en su testamento”.
Memoria de mis putas tristes (2004) es la única novela en que la acción se sitúa en una Barranquilla con nombre propio, aunque hay detalles clave en El otoño del patriarca (1975), obra durante cuya escritura abandonó siete meses Barcelona para instalarse aquí. Además de los lugares reconocibles, explica Mattos, “aparece la típica labia caribeña. Habla, por ejemplo, del salchichón de hoyito –el miembro viril–, de la manta de bandera –papel de fumar–, cosas que solo se entienden aquí. Él decía que El otoño... es una novela que entienden perfectamente los taxistas de Barranquilla”, pero no los intelectuales europeos.
En el barrio de Boston, se alza imponente la Iglesia del Perpetuo Socorro, donde Gabo se casó con Mercedes Barcha en 1958. Bellamente iluminada, resuenan cánticos en su interior. “Él se quería casar con Tachia Quintanar –dice su hermana Aída–, la novia que tuvo en París, pero mi madre le dijo: ‘¡Pobre Mercedes, que ha estado aquí esperándote!’”. Al señor Barcha no le gustaba ese posible yerno: “En los bailes matinales del Hotel del Prado –sonríe Aída– bailaba yo con el padre de Mercedes, que no estaba tan mayor, y así ellos tenían su espacio”.

sábado, 30 de enero de 2016

Julian Marias Aguilera 1914-2005

El autor: Biografía

Marías Aguilera, Julián*. Valladolid, 17.VI.1914 - Madrid, 15.XII.2005. Filósofo y ensayista.
Hijo de una familia acomodada, su padre, Julián, aragonés, era alto empleado de banca (Banca Jover, en Valladolid), y la madre, María, andaluza, es para el hijo modelo de talento natural. Él mismo ha reconocido deberle a su padre un minucioso conocimiento y familiaridad con la España del siglo XIX y sus personajes. En su vida, ha dejado honda huella la relación con un hermano mayor, Adolfo, con quien haría el compromiso de «no mentir nunca», y a cuya muerte asistió siendo aún un muchacho.
La familia se trasladó a Madrid en 1919; tras la Guerra Mundial, el padre, honesto y nada aventurero, vio perder sus ahorros, y la familia se vio en una difícil situación económica. El muchacho se formó en un colegio privado, cuyos profesores ha recordado con gran afecto, y luego en el Instituto Cardenal Cisneros, donde cursa el bachillerato con gran brillantez. A su término, inicia estudios de Filosofía y de Ciencias, en 1931; pronto descubre que su vocación se halla en la filosofía, y a ella dedica sus esfuerzos, en el marco de una Facultad regida por el filósofo Manuel García Morente como decano, y con un grupo de profesores entre los que se cuentan en filosofía José Ortega y Gasset, Xavier Zubiri, José Gaos o Julián Besteiro, y figuras como Ramón Menéndez Pidal, Américo Castro o Claudio Sánchez Albornoz, entre otros.
Tras descubrir el pensamiento de Ortega -iniciado con la lectura de su libro Notas, en 1928, y ya personalmente, como alumno suyo, en 1932-, Marías entiende que la filosofía de su maestro contiene el modo adecuado de mirar la realidad, al tiempo que hace sus propios ensayos de aplicación, en ensayos juveniles, luego reunidos en San Anselmo y el insensato (Madrid, 1944). Mantiene una estrecha amistad con Xavier Zubiri, quien dirigirá su tesis doctoral y prologará su Historia de la Filosofía (1941). Toma parte en el crucero a Oriente organizado por la Facultad en 1933, y su diario, al obtener uno de los premios creados a tal fin, fue parcialmente publicado (Juventud en el mundo antiguo, 1934); en esas páginas se muestra ya formado su estilo literario. En junio de 1936, se licenció en Filosofía mediante el examen establecido al efecto.
Persona de mente religiosa y liberal, siempre consideró que la Guerra Civil fue una tremenda catástrofe, que habría debido ser evitada. Discrepando de los dos bandos enfrentados en ella, colabora en Madrid con Julián Besteiro y el Comité Nacional de Defensa de Madrid (marzo de 1939) en sus esfuerzos por acabar la contienda, y escribe artículos sin firma en ABC (Madrid) apoyando los planes de aquel. A su término, denunciado por un antiguo compañero, pasó detenido unos meses, y fue puesto en libertad, forzado a encontrar su camino en la nueva situación.
En 1941 se casa con una antigua compañera de facultad, Dolores Franco, persona con quien compartirá la vida y el pensamiento. Animado por ella, incapaz de admitir las actitudes y valores dominantes en la España del general Franco, Marías empieza a desarrollar las ideas de Ortega y de la tradición liberal española, depreciadas y en ocasiones perseguidas por los nuevos gobernantes. Así, publica su ya mencionada Historia de la filosofía relacionándola con la desaparecida Facultad de los tiempos de García Morente, libro que se cierra con un capítulo sobre Ortega, entonces exilado y acusado de «irreligiosidad, republicanismo y antiespañolismo».
Inicia así una vida de escritor y ensayista liberal e independiente, impedido de publicar en diarios, forzado a escribir libros y a ejercer un magisterio privado. Son años difíciles económicamente, pero muy productivos intelectualmente. Establece una amistad personal con Ortega, exiliado en Portugal; organiza una academia, «Aula Nueva», donde inicia cursos de filosofía; presenta su tesis doctoral sobre la filosofía del P. Gratry -que fue suspendida en 1941, por un tribunal adicto al régimen con el voto en contra de Manuel García Morente, entonces ya sacerdote y con quien Marías mantuvo una inquebrantable amistad hasta su muerte. Frente a la desvalorización oficial a que se sometió a la generación del 98, Marías escribe y logra publicar, tras un año de espera, su Miguel de Unamuno (1943), en que interpreta este pensamiento desde la filosofía orteguiana de la vida o existencia, y califica sus novelas de «novela personal».
Tras el regreso de Ortega a España en 1946, mantiene con él en Madrid un trato cotidiano; fundan ambos un «Instituto de Humanidades» privado (1948), activo durante dos cursos, que contó con colaboraciones de Emilio García Gómez, Benito Gaya y Valentín de Sambricio, entre otros. También promueve estudios sobre la obra orteguiana -«El Estado de la Cuestión»-, y publica una Introducción a la filosofía (1947), tratado sistemático escrito desde la doctrina orteguiana de la «razón vital». También, en 1950, sale en defensa del pensamiento de Ortega, sometido a tergiversaciones por representantes de la corriente más integrista del sector católico, con un libro no autorizado en España y editado en Argentina, Ortega y tres antípodas (1950) donde se muestra la manipulación a que esos autores han sometido los textos orteguianos. De esta suerte, se significa su figura crecientemente como un pensador católico y liberal, enérgicamente enfrentado a los grupos católicos integristas que combaten a Unamuno y Ortega como figuras heterodoxas. Como tal, tomará parte activa en ciertos movimientos religioso-culturales de oposición al régimen, como las Conversaciones Católicas (San Sebastián), o los Encuentros católicos de Gredos (1951-1969), estos últimos promovidos por el sacerdote Alfonso Querejazu, figura influyente en medios intelectuales.
Su figura adquirió nuevas proporciones desde el momento en que se abren para él las puertas de las universidades norteamericanas. Durante años, ha sido «escritor español y profesor americano», enseñando literatura y filosofía en Wellesley College (1951), Bryn Mawr College, Yale, Indiana, entre otros centros; su obra se traduce progresivamente al inglés, al alemán, al portugués, y participa en reuniones internacionales de gran prestigio. Merece recordarse aquí su activa participación en un encuentro con M. Heidegger, G. Marcel y otros filósofos de máximo prestigio celebrado en Cerisy (Francia) en 1954. En 1953, fue el primer español elegido miembro del Institut International de Philosophie, sociedad de gran prestigio.
Al compás de una cierta apertura cultural del régimen español a comienzos de la década de 1950, Marías lee por fin su tesis doctoral en la Universidad de Madrid en 1951, y su firma empieza a aparecer en los periódicos nacionales, al tiempo que colabora en otros extranjeros -por ejemplo, La Nación, de Buenos Aires-. Con todo, en 1955 muere Ortega, y tras una serie de actos en su honor, se produce una fuerte reacción gubernativa ante los movimientos de agitación universitaria, y se inicia una nueva reacción integrista con el cese de un grupo de figuras -Pedro Laín, Antonio Tovar, Joaquín Pérez Villanueva...- que habían protagonizado la apertura en educación en torno a Joaquín Ruiz Giménez. Vacante la cátedra de Ortega en la Universidad, hubo públicas advertencias hechas por gentes próximas al gobierno de que no era admisible que aquella fuera ocupada por alguno de sus discípulos, en clara referencia a Marías. Se perpetuaba, así, su alejamiento de la universidad de la época franquista.
También al final de la década de 1960 hubo un nuevo intento de lograr la condenación religiosa del pensamiento orteguiano, en que cupo un singular protagonismo al P. Santiago Ramírez, OP, enfrentado con Ortega y con el «orteguismo católico» -Marías, Aranguren, Laín, etc.-, y cuyo ataque fue finalmente neutralizado y disuelto.
Como profesor de universidades americanas, imparte cursos sobre pensamiento y literatura españoles. Sin duda, en relación con dichos cursos, va creciendo una obra que reivindica los valores de la tradición liberal española -Feijoo, Jovellanos, Moratín, Valera...-, y en que se plantea la realidad peculiar de la sociedad española, que ha hecho posible la tragedia de la guerra civil. Entre 1960 y 1969 dirige un Seminario de Humanidades, con el apoyo de la Fundación Rockefeller (Estados Unidos), donde colaboran notables intelectuales (Fernández Almagro, Lafuente Ferrari, Rafael Lapesa, Laín Entralgo, José Luis L. Aranguren) junto a jóvenes investigadores (G. Anes, E. Martínez de Pisón, M. Martínez Cuadrado, J. Campos, C. Martín Gaite, J. M. López Piñero, E. Díaz o H. Carpintero, entre otros); su tema de estudio: la sociedad española de la modernidad.
Con este proyecto guardan estrecha relación sus varios estudios sobre el siglo XVIII español (incluso edita un manuscrito desconocido, claramente europeísta, probablemente de A. de Capmany), así como sus trabajos teóricos sobre sociología (La estructura social, 1964). En 1964, fue elegido miembro de la Real Academia Española, de la que durante años será un activo miembro, y en la que ingresó con un discurso sobre el uso lingüístico.
Además, dedica amplias temporadas a enseñar en la Universidad de Puerto Rico, regida por el rector Jaime Benítez, que aspira a hacer de aquel centro una universidad de inspiración orteguiana y con fuertes raíces hispánicas -en que pasa sus últimos años Juan Ramón Jiménez, Premio Nobel de Literatura.
Desaparecido Ortega y cuestionado su magisterio desde la derecha y la izquierda, Marías inicia un amplio proyecto de presentación sistemática de los hallazgos filosóficos de Ortega, mediante un amplísimo comentario a las Meditaciones del Quijote (1957) y una monumental biografía (Ortega. I. Circunstancia y vocación, 1960; Ortega. Las trayectorias, 1983). Desarrolla, al mismo tiempo, aspectos no explorados por su maestro. Aquí se sitúa su doctrina de «estructura empírica de la vida humana», conjunto de dimensiones mediante las cuales cobra realidad la tensión yo-circunstancia que constituye «mi vida», pero que podrían variar, por ejemplo, de haber vidas análogas a la nuestra en otros mundos, con distinta corporeidad, sexualidad, etc. Esta línea de estudio ha generado algunos libros clave de su madurez: Antropología metafísica (1970), oLa mujer y su sombra (1986), al tiempo que mantenía una mirada crítica sobre el mundo del cine, mediante una columna periódica que le ha permitido crear una importante «antropología cinematográfica» (Visto y no visto, 1970).
Siempre interesado por el porvenir de la sociedad española, sus estudios sobre el pasado impulsan una nueva mirada atenta hacia el presente y el futuro. De ahí nacen obras dedicadas a examinar la realidad profunda de las regiones españolas (por ejemplo, Consideración de CataluñaNuestra Andalucía) que han resultado previas al posterior estallido de nacionalismos, así como una permanente reflexión realizada en la prensa diaria sobre las posibilidades y peligros que corría una futura democracia que pudiera constituirse al término del franquismo. Esa reflexión (La España real, 1975-1998) se prolonga en los años de la transición y se enriquece con su experiencia del mundo político al ser nombrado senador por designación real en las primeras cortes constituyentes de la Transición. Su defensa de la libertad y la democracia se conjuga con el máximo aprecio a la historia española, y sus empresas históricas. Ofrece una visión de esa historia en España inteligible (1985), y en obras complementarias como Cervantes, clave española (1990) o Ser español (2000).
En 1977, falleció su mujer, Lolita; la huella de su ausencia le acompañó desde entonces. Con todo, su actividad no cesó. Filosóficamente, desarrolló sus reflexiones sobre la «persona», cuya índole fluente, futuriza e irreductible a la cosa ha destacado; éste es posiblemente el concepto central en su doctrina de madurez. Socialmente, multiplicó la presencia de la tradición liberal de pensamiento a través de su acción como presidente de la Fundación «Fundes» (Madrid), como director de unos estudios de verano en Soria (1972-1977), o colaborando en grupos como el Colegio Libre de Eméritos, fundado en la década de 1980. Entre 1980 y 1984, fue uno de los intelectuales marginados por el régimen anterior que fue nombrado catedrático universitario en atención a sus méritos -al igual que Cela, Castilla del Pino y algunos más-. Marías ocupó una cátedra en la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Ello dio origen a unos cursos anuales, que desde la década de 1980 mantuvo en Madrid, con enorme éxito de público, en el marco del Instituto de España.
Marías ha sido siempre, declaradamente, un pensador cristiano. Su tesis juvenil estuvo dedicada al pensamiento del filósofo francés P. Alfonso Gratry. De entonces nace su aprecio por los hallazgos filosóficos de X. Zubiri sobre el ser fundamental. En esta línea, cabe mencionar su presencia como invitado, durante algunas sesiones, al Concilio Vaticano II. En años más próximos, ha publicado importantes reflexiones comoSobre el cristianismo (1997) o La perspectiva cristiana (1999). Entiende que en la filosofía de la razón vital se reformula, filosóficamente, muchas de las intuiciones que inspiran la cosmovisión cristiana.
Por su obra sobre cine fue elegido miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1990; en 1996, recibió el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Fue miembro de la Academia Pontificia de Cultura (por designación de Juan Pablo II) (1982-1992). También le fue otorgado el premio internacional «Menéndez Pelayo» de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, el premio a las Letras de la Comunidad de Castilla-León (1988), y, en el mundo académico, ha recibido varios doctorados honoris causa y muchas otras distinciones.
Profesionalmente, se definió a sí mismo como «escritor» desde los primeros años de su actividad pública. Figura muy destacada de una filosófica Escuela de Madrid, ha entendido la filosofía como «mirada responsable» y la ha desarrollado desde un temple liberal que ha caracterizado en ocasiones como de «melancolía entusiasta». Con frecuencia ha repetido como leyenda o motto de su vida estas palabras: «Por mí, que no quede», lo que le ha llevado a una continua defensa de los valores históricos y creativos de la realidad española, y a una incansable exigencia de veracidad en su vida y en su obra.

martes, 12 de enero de 2016

Socrates el Primer Coach y Luego Platon y Aristoteles

Fue alrededor del año 450 A.C. cuando Sócrates inventó el Coaching. El filósofo griego fue el primero en emplear y promover el Diálogo como el mejor medio para motivar a sus discípulos a “alcanzar el conocimiento y la verdad”. Él lo llamo “El Arte de la Mayéutica” y básicamente consistía en hacer preguntas a sus discípulos para que fueran ellos mismos los que llegarán a sus propias conclusiones. Es decir, que Sócrates confiaba en que cada uno de nosotros tiene y conoce la verdad, y que tan sólo necesita el diálogo, el debate, la motivación, para alcanzarla.
Una vez que ya conocemos a grandes rasgos las diversas definiciones de coaching, vamos a exponer a continuación cuáles son sus orígenes. A principios del siglo XV, en un pequeño pueblo de Hungría llamado Kocs, por el que pasaban muchos viajeros, se estableció un servicio de carruajes que permitía su comunicación con otros pueblos cercanos a horas y días determinados. El servicio se hizo famoso ya que consiguió llevar a los pasajeros de un punto a otro de una forma muy eficaz y eficiente en todos los sentidos, en tiempo, confortabilidad, costes, etc., lo que deriva en el denominado “Carruaje de Kocs”.

    En francés la palabra kocs se tradujo como Coach, o vehículo para transportar personas de un sitio a otro.  En inglés la palabra coach está muy unida a todo lo relacionado con el transporte, que a su vez tiene un vínculo con el deporte practicado por la alta sociedad del siglo XVIII, en el que una serie de carruajes eran tirados por caballos, denominado coaching.



El origen filosófico
El origen filosófico del coaching se ha relacionado estrechamente con Sócrates y con su método de la Mayéutica.
    Sócrates lo asemeja directamente con el parto, indicando que no se le podía enseñar nada a nadie, ya que todos tenemos el conocimiento dentro de nosotros mismos, y mediante este método se conseguía extraer del interior la esencia de cada uno de nosotros.
    El nexo de unión entre la Mayéutica y el coaching es que Sócrates no buscaba exponer a sus pupilos objetivos, indicando sus fortalezas y debilidades, sino que su finalidad era que la propia persona fuera la que indicara todo eso, respondiendo a una de las cuestiones principales: ¿Qué quiero hacer? Centrada en la verdad interior de cada uno.
    Esto parte de la idea de que no es posible enseñar, sino que lo importante es aprender desde nuestro propio conocimiento. Como vemos, las ideas de Sócrates han sido recogidas por el coaching y tenidas muy en cuenta.
 Pero Sócrates no es la única influencia filosófica e importante en el coaching, ya que su principal pupilo, Platón, convertido igualmente en uno de los filósofos más importantes de la historia, escribió los denominados “Diálogos de Platón”, considerados por algunos como las primeras sesiones de coaching de la historia.
    Cabe destacar que en estas conversaciones lo principal era el poder de las preguntas como fuente de conocimiento.
    La Escucha Activa Forma de comunicación que demuestra al hablante que el oyente le ha entendido. tiene en las preguntas uno de sus puntos esenciales, que el coaching ha tomado de Platón, lo que ha facilitado el camino hacia el propio conocimiento de las personas, una visión más clara de la realidad de cada uno y de su futuro.
No podíamos dejar pasar la oportunidad de referirnos a otro de los mitos filosóficos de la antigua Grecia, Aristóteles, quien también aportó su pequeño grano de arena al coaching, mediante su denominada "Tábula Rasa", que tiene como idea clave que el hombre puede conseguir todo lo que se proponga. Esta teoría plantea que el hombre se divide en dos tipos de naturalezas diferentes:
  • Por un lado, el “Ser”, lo que nos viene dado, dónde estamos.
  • Por otro lado, el “Deber ser”, a dónde quiero llegar. La única forma de llegar de un punto a otro es la acción, considerándose el coaching el medio para conseguir este tránsito.
 Para terminar, nos gustaría hacer referencia a la influencia que la filosofía existencialista ha tenido en el coaching, ya que mientras Aristóteles planteó la acción, los existencialistas tendían más hacia la reflexión, cuestionando ¿qué es lo que queremos ser y cómo?, constituyendo así las dos partes de una misma moneda que, siendo independientes, se complementan.

    Como vemos, la esencia del coaching viene de muchos siglos atrás, lo que ha permitido su perfeccionamiento y actualización hasta nuestros días, buscando en todo momento la mejora del individuo.
El origen psicológico
Después de haber conocido el origen filosófico del coaching, llega el momento de tener nociones sobre la parte psicológica.
En este punto tiene una especial relevancia Viktor Franki, neuró Logo Especialista y psiquiatra, creador de la Logoterapia (modalidad de psicoterapia que propone que la voluntad de sentido es una motivación primaria del ser humano), como contraposición a las escuelas imperantes a mediados del siglo XX, la del psicoanálisis de Freud y de la psicología individual de Adler.
Logo”: “Persona versada” o “especialista”.
" Terapia Tratamiento ": Tratamiento.
Una definición similar podría ser: "Una modalidad de psicoterapia que propone que la voluntad de sentido es una motivación primaria del ser humano, una dimensión psicológica inexplorada por paradigmas psicoterapéuticos anteriores, y que la atención clínica hacia ella es esencial para la recuperación integral del paciente".
Voluntad de Sentido: Expresa la preocupación de Víctor Frankl ante los métodos psicológicos enfocados en la percepción del “componente exterior”, desvirtuando la idea del animatismo presente en el ser humano que lo hace único ante el reino vegetal y animal. (psicologismo).

Esta teoría se centra principalmente en el ámbito existencial, en dar un sentido a la existencia de cada uno de nosotros, utilizando para ello una comunicación activa y personal para que cada uno identifique y conozca qué es lo que realmente da sentido a su vida. Para conseguirlo, se suelen utilizar una serie de técnicas que vemos en el cuadro posterior.
Esta idea a cerca de la fuerza del diálogo fue continuada por Platón, su discípulo, al que también el Coaching le debe gran parte de su principios básicos. Fue este filósofo, discípulo de Sócrates, el que decidió dejar por escritos Los Diálogos, basados en una secuencia de preguntas y respuestas entre el maestro y él alumno, que bien podrían pasar por una sesión de Coaching de hoy en día.
Por otro lado, gran parte de la filosofía platónica se basaba en la idea de que la educación es formadora de carácter. Es decir, que el conocimiento de uno mismo es la clave fundamental para “alcanzar la verdad” que está dentro de nosotros.
El Coaching tal y como lo conocemos ahora se basa en el mismo principio: nuestra capacidad para mejorar, para desbloquearnos, para superar obstáculos, está en nosotros mismos.
La ayuda de un especialista que, como Sócrates, nos guíe con las preguntas adecuadas, nos hará darnos cuenta de que tenemos las respuestas.
Ya sabes que mi coach favorito es Aristóteles de Estagira (y en el terreno deportivo, Phil Jackson). Aristóteles (372-322 a. c.), que con su maestro Platón y el maestro de sus maestro, Sócrates, forman lo más granado del pensamiento clásico griego, se hizo cargo de un joven de 13 años, Alejandro de Macedonia, que falleció a los 32 y que a los 19 había conquistado el 90% de las tierras conocidas. Todo un logro.
Estoy haciendo la colección ‘Descubrir la Filosofía’ dirigida por Manuel Cruz (los domingos, con El País) y me he traído a la capital del Ebro ‘Aristóteles. De la potencia al acto’, de P. Ruiz Trujillo. 130 páginas que son pura ambrosía.
Aristóteles también era macedonio. Nació en Estagira, junto al Montes Athos, en el reino de Macedonia. Su padre, Telémaco, era médico en la corte de Amintas III, padre de Filipo II, y de ahí su interés por las ciencias. A los 17 años marchó a la Academia de Platón, en Atenas, y allí estuvo dos décadas (10.000 + 10.000 horas de “práctica deliberada”). Era, con mucho, el alumno más aventajado y el previsible sucesor. Sin embargo, cuando falleció Platón en el 347 a.C., había elegido a su sobrino, Espeusipo (un filósofo carente de “marca profesional”). Además, el rey Filipo iniciaba la conquista de Grecia, por lo que el sentimiento antimacedonio cundió en Atenas y Aristóteles marchó de la ciudad. Estagira estaba destruida (y sus habitantes se convirtieron en esclavos), por lo que fue a Atarneo y posteriormente a Asos, frente a la isla de Lesbos. En esos tres años escribió una interesante ‘Historia de los animales’.
En el 343 a.C. Filipo le propuso a Aristóteles convertirse en el tutor de Alejandro Magno. Fueron tres años muy intensos, hasta que el hijo de Filipo se convirtió en Emperador. Pero la relación entre coach y pupilo no acabó ahí. Durante casi 20 décadas se estuvieron “carteando” (el equivalente en la época al coaching por skype), de forma que Alejandro le recriminó que lo que le había enseñado (lo “acroamático”) lo publicara en los libros, y Aristóteles le respondiera que ese conocimiento solo era válido para la mente preparada, para “quien supiera escuchar”.
¿En qué le pudo entrenar Aristóteles a Alejandro Magno? Tanto en el método (eminentemente práctico, a diferencia de la teoría de las ideas platónica) y en el contenido. Según Diógenes Laercio (‘Vidas de los filósofos ilustres’), el de Estagira escribió 445.270 líneas, recogidas en muchos tratados. Nos ha llegado, principalmente gracias a los árabes, apenas una quinta parte (el paretiano 20%), en dos grandes bloques: los “esotéricos” (para iniciados) y los “exotéricos”, para divulgación. Un “Corpus Aristotélicus” en cinco grandes partes:
- Lógica. Clasifica las ciencias en teóricas, prácticas (praxis) y productivas. “El ser se dice de muchas maneras”. En su método científico, lógica y lenguaje guardan una relación. Se trata de atender a las causas (nada es casual) y utilizar la lógica como un instrumento. Enunciados y silogismos.
- Física o Filosofía Natural. Parte del concepto de “substancia” (los seres que componen el mundo), que es “hilemórfica” (de hylé, materia; y morphé, forma). Dos en uno. La esencia es la naturaleza especifica de una cosa, y por tanto hay atributos esenciales y cualidades accidentales. Y hay cuatro tipos de movimiento: generación y corrupción (por la substancia), alteración (por la cualidad), aumento/disminución (por la cantidad) y traslación (cambio de lugar).
- Filosofía primera o Metafísica. “Todos los hombres por naturaleza desean saber” (así inicia su ‘Metafísica’). Las cuatro causas del cambio son causa formal, causa material, causa eficiente y causa final.  Las dos primeras (forma y materia) constituyen la estructura de la substancia. Hay un primer motor, primer principio del movimiento. La finalidad es la causa suprema que mueve las cosas del mundo.
- Ética y Política. El ser humano es un “zoos politikon”, un animal social. Para Aristóteles, la Política es la ciencia práctica suprema, el bien de la polis. La Ética se ocupa de la persona como individuo. No cabe una sin la otra. Todo tiene un fin (teleología), y el del ser humano es la Felicidad (eudaimonia), que no son los bienes externos (honores, riqueza), ni los del cuerpo (placeres), sino “una vida buena” (el bien-estar). La noción central de la Ética aristotélica es la Virtud (areté), que es alcanzar el fin que te es propio. La virtud debe estar vinculada a una actividad del alma, y se sitúa en el término medio (por ejemplo, la Valentía, Coraje o Audacia está entre la Cobardía y la Temeridad). La más importante de las virtudes es la justicia (libro V de la ‘Ética a Nicómaco’); la prudencia (phronesis) es la virtud de la razón práctica; la sabiduría (comprensión de los principios) es la virtud más elevada, de la razón teorética. Para Aristóteles, hacer el bien y ser feliz es la misma cosa. 
- Estética. Incluye la ‘Retórica’ (el arte de convencer con la palabra) y la ‘Poética’: el arte como imitación de la naturaleza.
Cuando murió Filipo y Alejandro se convirtió en Rey, Aristóteles se retiró a Estagira, ya reconstruida (al parecer, fue una petición del coach a su pupilo a cambio de sus servicios). Fallecida su primera esposa, Herpilis, se unió a Pitias, con quien tuvo un hijo, Nicómaco. Y regresó a Atenas para fundar el Liceo o Perípato (le gustaba enseñar mientras caminaba). El Liceo era un gimnasio (de “gymnós”, desnudez, porque el ejercicio físico se hacía desnudo) junto a un bosque con un templo dedicado a Apolo Licio. Cuando Aristóteles estaba muy mayor (para la época, con 60 años), había dos candidatos a sucederle, Teofrasto de Lesbos y Eudemo de Rodas. Pidió que le sirvieran vino de Rodas y de Lesbos. Alabó ambos y declaró preferir el de Lesbos (porque era más dulce). En el 323 a.C. fallecieron Alejandro Magno y Demóstenes (gran agitador de los atenienses contra los macedonios). Acusado de no respetar los ritos de la polis, marchó de Atenas por segunda vez (“No permitiré que esta ciudad peque dos veces contra la filosofía”, dijo, en alusión a Sócrates). Se fue a Calcis, en la isla de Eubea, de donde era su madre, y allí falleció a los pocos meses. El Liceo, una institución abierta, tuvo la mejor biblioteca de la época (gracias a la generosidad de Alejandro Magno) y fue modelo de Alejandría y Pérgamo. 
Mi gratitud a P. Ruiz Trujillo, que ha sabido condensar maravillosamente el contenido aristotélico. El potencial no es Talento. El Talento es acto, es “el buen uso de la inteligencia” (José Antonio Marina). Te deseo que encuentres un/a coach que te sirva de espejo y ayude a potenciar tu talento, como hizo Aristóteles con Alejandro. 
Hoy en día el Coaching ha logrado demostrar su eficacia en terrenos como el deporte, la salud, la empresa y la vida personal. Incluso en nuestros cursos de Kleinson hemos comprobado que es un recurso clave para motivar y ayudar a nuestros alumnos a alcanzar sus objetivos en el área de idiomas.
Y aunque en realidad no sea un método tan novedoso e innovador como creíamos, lo cierto es que sí se ajusta a la perfección a las necesidades de casi cualquier individuo del Siglo XXI. Después de todo, si hay algo que hemos perdido desde los tiempos de la Grecia Clásica es esa capacidad de preguntarnos sobre nosotros mismos y sobre nuestra realidad. Por suerte, poco a poco, la vamos recuperando.

viernes, 8 de enero de 2016

En “La desprestigiada herencia de Cervantes”, Milan Kundera recogió la famosa tesis de Husserl sobre la crisis de la humanidad europea. Esta crisis se habría iniciado entre los siglos XVI y XVII,

En “La desprestigiada herencia de Cervantes”, Milan Kundera recogió la famosa tesis de Husserl sobre la crisis de la humanidad europea. Esta crisis se habría iniciado entre los siglos XVI y XVII, cuando el progreso científico-técnico provocó que la filosofía abandonase como objeto de estudio “el mundo concreto de la vida humana”. Sin embargo, Kundera señalaba también que esa crisis había coincidido con el nacimiento de la novela moderna de la mano de Rabelais y Cervantes. Este nuevo género de ficción habría asumido la tarea de reflexionar holísticamente sobre el ser humano y su vida. Desde entonces, todas las grandes novelas (El Quijote, La Comedia humana, Madame Bovary, En busca del tiempo perdido, Ulises, etc.) habrían abordado la exploración de un “territorio humano” hasta ese momento desconocido. En paralelo a ese proceso histórico señalado por Kundera, podemos observar que la novela ha ido desplazando del centro del canon a los demás géneros. Se trata de un fenómeno sin precedentes, porque ni la novela antigua ni la medieval ocupaban ese lugar privilegiado. De hecho, se consideraban géneros menores, lectura más para el delectare que el prodesse1. Pero la novela, en los últimos cuatro siglos, ha sabido incorporar los elementos que garantizaban su canonización. ¿Cuáles son estos elementos según Bloom? Uno solo irrumpe en el canon por fuerza estética, que se compone primordialmente de la siguiente amalgama: dominio del lenguaje metafórico, originalidad, poder cognitivo, sabiduría y exuberancia en la dicción (Bloom, 2001: 39). Supongo que alguien lo habrá señalado ya, aunque yo no lo he leído. Esos cinco componentes de Bloom se inspiran llamativamente en los factores de sublimidad enunciados por el autor anónimo del tratado Sobre lo sublime diecinueve siglos antes: Son, pues, cinco las fuentes, como uno las podría llamar, más productivas de la grandeza de estilo. […]. La primera y más importante es el talento para concebir grandes 1 A pesar de novelas como el Tristán e Isolda de Gottfried de Estrasburgo, o la imagen que podemos hacernos del Satiricón de Petronio. Cf. García Gual (2008). II CONGRESO DE ASETEL PECADOS CAPITALES DE LA NOVELA 2 pensamientos […]. La segunda es la pasión vehemente y entusiasta. Pero estos dos elementos de lo sublime son, en la mayoría de los casos, disposiciones innatas; las restantes, por el contrario, son productos de un arte: cierta clase de formación de figuras […] y, junto a éstas, la noble expresión, a la que pertenecen la elección de palabras y la dicción metafórica y artística. La quinta causa de la grandeza de estilo y que encierra todas las anteriores, es la composición digna y elevada (De sublime 8.1). La novela actual parece querer alejarse a marcha forzada de la trayectoria histórica que inauguró El Quijote de dos maneras: a) renunciando a la exigencia moral de un conocimiento novedoso sobre el ser humano, y b) desechando los rasgos distintivos de la literatura canónica. La decadencia del arte de la prosa, la banalidad, la pobreza metafórica, los caminos narrativos trillados… son los pecados capitales de la novela, y no solo de la novela de consumo masivo. 1. DESCOMPOSICIÓN En la historia de la literatura, nunca han faltado novelistas que perpetraran –como diría Borges– un estilo descompuesto, pero hoy su abundancia resulta abrumadora entre los autores de best-sellers, pero también entre quienes reciben elogiosas críticas y prestigiosos premios. Aunque se tenía conciencia desde tiempos de Tucídides2, fue Dionisio de Halicarnaso el primero que sistematizó los conocimientos antiguos sobre la composición literaria, un teoría del arte de la prosa que comprende la melodía, la eufonía y el ritmo. Hoy casi nadie conoce esa teoría. Muchos novelistas profesionales ni siquiera parecen comprender la naturaleza de la prosa, que se compone siempre de miembros (cola), y que se organiza alternando el estilo simple y el estilo periódico3. La 2 Tucídides dice de su obra: “Se trata de un logro para siempre más que de una obra de concurso para una audición de un momento” (Historia de la guerra del Peloponeso I, 22). 3 “Pero la prosa tiene toda la libertad y licencia para diversificar con variaciones la composición como quiera. El mejor estilo de todos es el que tenga el mayor número de pausas y variaciones de composición. Cuando se diga una cosa en estilo periódico, otra, sin período; cuando un período se componga de más cola, otro, de menos; cuando un colon sea más corto, otro, más largo; cuando uno sea más rápido, otro, más lento; y los ritmos sean cada vez II CONGRESO DE ASETEL PECADOS CAPITALES DE LA NOVELA 3 consecuencia de esta ignorancia o de este descuido, es una prosa mal compuesta, es decir, una prosa que suena mal. Sin embargo, no ha pasado tanto tiempo desde que Amado Alonso (1986) analizó la prosa de Valle-Inclán con su particular teoría del período. Al margen de la pátina del tiempo y de los gustos personales, nadie podría recriminar a Valle-Inclán una prosa descompuesta. Tampoco a Borges, ni a García Márquez: La obra visible que ha dejado este novelista es de fácil y breve enumeración. Son, por lo tanto, imperdonables las omisiones y adiciones perpetradas por madame Henri Bachelier en un catálogo falaz que cierto diario cuya tendencia protestante no es un secreto ha tenido la desconsideración de inferir a sus deplorables lectores –si bien éstos son pocos y calvinistas, cuando no masones y circuncisos. Los amigos auténticos de Menard han visto con alarma ese catálogo y aun con cierta tristeza. Diríase que ayer nos reunimos ante el mármol final y entre los cipreses infaustos y ya el Error trata de empañar su Memoria… Decididamente, una breve rectificación es inevitable (Borges, “Pierre Menard, autor del Quijote”, Ficciones, p. 108) Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo (García Márquez, Cien años de soledad, p. 9). Borges se permite además un patente tono autoirónico sobre su estilo. Pero no toda la prosa suena así. El defecto menos disimulable contra la composición es quizá la asonancia, que se produce cuando dos o más miembros consecutivos acaban con las mismas vocales tras el último acento. En algunas ocasiones, la asonancia puede ser un recurso voluntario con una función específica (por ejemplo, establecer vínculos metafóricos entre las palabras que asuenan, como a veces ocurre en la prosa de García Márquez), pero la mayoría de las veces es un defecto que revela que el autor no tiene conciencia de los límites entre los miembros del período. distintos y haya toda clase de figuras, los tonos de voz (los llamados acentos) sean diferentes y oculten el hartazgo con la diversificación” (Dionisio de Halicarnaso, Sobre la composición literaria 19.9-11). II CONGRESO DE ASETEL PECADOS CAPITALES DE LA NOVELA 4 ¿Te das cuenta, Gal, del día que elegiste para morir? Conociéndote, dudo mucho que sea casualidad. Es el tipo de bromas que te gustaba gastar, convencido como estabas de que nadie se iba a dar cuenta, pero a mí no me la juegas. […]. Tú, que tanto hablabas de la muerte, que tanto escribías sobre ella, por fin estás también del otro lado. Nunca había perdido a nadie tan cercano. Para mí es algo nuevo y no lo acabo de entender. Solías decir que los muertos no se van del todo, que de alguna manera siguen estando entre nosotros. Para mí la única verdad es que no estás. Te has ido para siempre, Gal, lo demás no cuenta. Ya lo sé. Te conozco demasiado bien, no hace falta que me digas nada. Las novelas actuales están plagadas de asonancias sin complejos, pero creo que el párrafo anterior habrá logrado remover a Flaubert en su tumba. Flaubert, cazador de asonancias en el boulevard del vocerío. 2. BANALIDAD En la última novela que escribió Saul Bellow (Ravelstein, 2000), el protagonista, Ravelstein, brillante y excéntrico profesor de Filosofía Política en una universidad del Midwest, se hacía millonario con las superventas de un libro en el que paradójicamente expresaba sus verdaderas opiniones y pensamientos. Los genios tutelares del protagonista son Tucídides, Platón, Maquiavelo, etc. Los genios tutelares de Bellow en esa novela son esos mismos autores, y El Banquete y La guerra del Peloponeso su horizonte referencial. –Hay una clase de mujeres que se sienten atraídas de forma natural por los viejos – decía. Como ya he dicho, tenía debilidad por las conductas anómalas. De manera especial cuando estaban motivadas por amor. Tenía en mucho al deseo. Buscar el amor, enamorarse, era añorar la mitad perdida, como había dicho Aristófanes. Solo que no lo había dicho Aristófanes, sino Platón en una charla atribuida a Aristófanes (Bellow, Ravelstein, p. 35). La apreciación que hacía Ravelstein de la gente que trataba a diario tenía este antecedente de amor inmenso o rabia incontenible. Él me recordaría que la ‘cólera’ estaba en la primera línea de la Ilíada: menin Achileos. Aquí es donde ve uno las principales vigas que sustentan la profunda sinceridad de las creencias de Ravelstein. Los héroes más grandes de todos, los filósofos, habían sido y serían siempre ateos. Después de los filósofos, en la procesión de Ravelstein, venía los poetas y estadistas. Tremendos historiadores como Tucídides. […]. Ravelstein valoraba la Antigüedad clásica. Prefería Atenas, pero tenía un gran respeto por Jerusalén (Bellow, Ravelstein, p. 65) II CONGRESO DE ASETEL PECADOS CAPITALES DE LA NOVELA 5 El Pseudo-Longino aconseja al joven escritor primero que imite a los grandes autores, después que se imagine cómo leerían su obra esos mismos autores (es decir, en nuestra jerigonza crítica, que utilice a esos autores como lectores implícitos): También es bueno que nosotros, cuando estemos trabajando en un pasaje que exija sublimidad en la expresión y grandeza en los pensamientos, nos representemos en nuestras almas, si fuera necesario, cómo hubiera dicho eso mismo Homero, cómo lo hubieran hecho sublime Platón o Demóstenes o en su historia Tucídides. […]. Y, aún más, si damos a nuestra imaginación esta sugerencia: ¿Cómo habrían escuchado este pasaje mío Homero y Demóstenes si hubieran estado presente? ¿Cuál habría sido su actitud ante él? supone un gran esfuerzo, en realidad, imaginar tal tribunal y una audiencia tal de nuestras propias palabras, y el pensar que tenemos que rendir cuentas ante tales héroes como jueces y testigos de nuestros escritos (De sublime 14). Durante siglos, los escritores occidentales han seguido el consejo del PseudoLongino, al parecer incluso hasta Bellow al principio del tercer milenio. Quizá por eso sus obras son profundas y difíciles4. Pero el auge de la ‘cultura popular’ en el siglo XX ha terminado por desplazar la cultura, la verdadera y única cultura, arrinconándola como ‘alta cultura’. Desde hace décadas, en la sección de cultura de todos los periódicos, se mezclan la moda y el diseño, la música pop y la gastronomía, el cine comercial y los bestsellers, creo que incluso la tauromaquia aparece en esta sección, aunque quizá aparezca en Deportes, no lo sé. La banalidad no es una tentación que sufran autores, agentes, editores y críticos. Es un pecado capital que han cometido muchas veces. Quedan hoy muy pocos lectores como Tucídides y Platón, poquísimos, y, por lo tanto, publicar para ellos resultaría muy poco lucrativo. 3. AGELASTÍA En sus ensayos críticos, M. Kundera utiliza una y otra vez el término agélastos (sic), que designa en griego al que no sabe reír. Para Kundera, la agelastía (sic) es un concepto estético fundamental que remite a Rabelais y a sus seguidores (por ejemplo, L. Sterne en Tristram Shandy). Los agélastoi hubieran quemado los escritos de Rabelais y 4 “Los poemas más poderosos son demasiado difíciles cognitiva e imaginativamente para ser leídos a fondo por más de unos pocos” (Bloom, 2001: xxx). II CONGRESO DE ASETEL PECADOS CAPITALES DE LA NOVELA 6 lo hubieran quemado a él mismo, más por desacuerdo estético que por fidelidad a un dogma: El desacuerdo visceral con lo no serio; la indignación contra el escándalo de una risa desplazada. Y es que, si lo agélastoi tienden a ver un sacrilegio en cada broma, es porque, en efecto, cada broma es un sacrilegio. Hay una incompatibilidad infranqueable entre lo cómico y lo sagrado (Kundera, 2003). El vínculo entre risa y novela quedó fijado para siempre en la definición del género que propuso Fielding: un texto en prosa cómico-épico (Fielding, 2001). Sin embargo, no debemos suponer que la ironía y el humor novelescos nacieron con la Modernidad. También en la novela Antigua, la sonrisa, la risa y la carcajada desempeñaban un papel preferente: en el Satiricón y en El asno de oro, incluso en la sentimental novela griega de aventuras. ¿Quién no ha sonreído leyendo la frustrada iniciación sexual de Dafnis y Cloe (3.13), que acaba con Dafnis llorando a lágrima viva porque es incapaz de imitar a los machos cabríos de su rebaño? Petronio, Longo y Cervantes deberían ser objeto de imitación. Provocar la risa en el lector es una meta difícil. La ineptitud para alcanzarla se disfraza frecuentemente de seriedad ideológica o sentimental, pero ese tipo de sermones arruina el relato. Por favor, novelistas, hacednos reír, o al menos, arrancadnos una sonrisa. 4. ATROPÍA Aceptemos ahora el neologismo “atropía” para designar la carencia de tropos. Los tropos (metáfora, metonimia, pero también hipálage, etc.) constituyen el lenguaje metafórico, que es, de hecho, una poderosa herramienta cognitiva y la piedra angular de toda la literatura, incluida la novela moderna. No hay, ni ha habido, ni habrá buena literatura sin metáforas nuevas, felices, estremecedoras. Cuando el novelista incurre en la atropía comete un pecado mortal. Despreciar la metáfora por pura ideología literaria, rechazarla como si fuera solo un mero ornato lírico, empobrece cognitivamente el relato hasta la miseria. Pero también puede ocurrir que la atropía sea una enfermedad que el novelista padece involuntariamente: su talento es incapaz de crear una metáfora original que funcione. II CONGRESO DE ASETEL PECADOS CAPITALES DE LA NOVELA 7 Si la atropía pudiera curarse (es decir, si pudiera enseñarse a crear metáforas5), la medicina se encontraría en las obras de autores como Ismail Kadaré o García Márquez. Veamos el inicio de Abril quebrado de Kadaré: Cada vez que sentía frío en los pies sacudía ligeramente las rodillas y entonces, bajos su plantas, oía crujir quejumbrosamente los guijarros. En verdad, el lamento venía de su interior. Nunca en su vida había permanecido tanto tiempo inmóvil, al acecho tras un talud al borde del camino grande. La tarde agonizaba. Asustado, aterrado casi, se echó el fusil a la cara para alinear el punto de mira. En breve oscurecería y no podría afinar la puntería (Kadaré, Abril quebrado, p. 13). La traducción es fiel en las primeras frases, acertada con las metáforas, inspirada con los recursos onomatopéyicos (“crujir quejumbrosamente los guijarros”), pero desgraciadamente termina por caer en las asonancias. La única disculpa es que es un traductor el lo que lo ha hecho, no un autor profesional. Otro ejemplo de Abril quebrado, en la oscuridad del insomnio el joven protagonista recuerda la mirada de Diana: En sus noches (que los intervalos de sueño trataban caóticamente de llenar, como tratan de llenar un oscuro cielo de otoño las estrellas escasas), aquella mirada era lo único que no se enturbiaba en el duermevela. Permanecía ante él, como un brillante extraviado, en cuya creación se hubiera consumido toda la luz del universo (Kadaré, Abril quebrado, p. 157). Las metáforas de García Márquez también nos deslumbran, sobre todo porque se organizan en sistemas coherentes dentro de cada episodio. Por ejemplo, el sistema metafórico seísmo-volcán-dragón en el episodio de la masacre de Cien años de soledad, que he desarrollado en otra publicación que está en prensa. 5. CONCLUSIÓN PROVISIONAL La limitación de tiempo no me permite desarrollar los pecados que faltan, pero todos aparecerán en edición de las Actas. Ahora a modo de conclusión, me propongo ejemplificar las virtudes contrarias a esos pecados capitales con la más reciente novela de Julian Barnes, Niveles de vida. 5 Aristóteles niega sin paliativos la posibilidad de enseñar a hacer metáforas; sin embargo, pero el Pseudo- II CONGRESO DE ASETEL PECADOS CAPITALES DE LA NOVELA 8 En una crítica precisa y profunda, Darío Villanueva la calificaba como “una pequeña –solo por su extensión– obra maestra”, “un texto de insólita profundidad para los tiempos que corren”. También decía: “la hondura del sentimiento, y de la reflexión sobre él, hacen de esta breve narración un texto trascendente”. La novela trata del duelo del narrador por la pérdida de la esposa. Julian Barnes es un escritor británico devoto de Flaubert, y su estilo se caracteriza por unas metáforas incontestables. No debe extrañarnos, pues, esta combinación de profundidad de pensamiento y fuerza metafórica. Tampoco debe extrañarnos que ese conmovedor tratamiento del duelo señalado por Darío Villanueva sea compatible con la sonrisa, incluso con la risa entre lágrimas. Nació [Nadar, uno de los pioneros de los vuelos en globo] en 1820 y murió en 1910. Era un hombre alto y desgarbado, con una melena pelirroja y de natural apasionado e inquieto. Baudelaire dijo de él que era «una asombrosa expresión de vitalidad»; sus arranques de energía y su pelo llameante parecían capaces de elevar el globo por sí solos. Nadie lo acusó nunca de ser sensato (p. 25). Me propusieron otras distracciones, me dieron otros consejos. Algunos reaccionaron como si la muerte del ser querido fuese únicamente una forma extrema de divorcio. Me aconsejaron que me comprase un perro. Yo respondí sarcásticamente que no me parecía un buen sustituto de una esposa (p. 94). Miro mi llavero (que era el de ella): sólo tiene dos llaves, una para la puerta de casa y otra para la entrada trasera del cementerio. Esto es mi vida, pienso. Advierto continuidades extrañas: yo solía frotarle aceite en la espalda porque su piel se secaba fácilmente; ahora froto con aceite el roble reseco del letrero que indica dónde está su tumba (p. 104). Hacia el final del Año Cuatro [del duelo], una noche volvía en taxi a casa, poco después de las once. Siempre la añoro en ocasiones así: ya no había un amigable recuento del día, no había una somnolienta presencia silenciosa, ni su mano en la mía. Cuando ya estábamos cerca de mi casa, el taxista empezó a hablar. Un diálogo agradable y trivial hasta la pregunta jocosa: «¿Qué? Su mujer, ya dormida, ¿no?» Tras un silencio atragantado, le respondí lo único que se me ocurrió: «Eso espero» (p. 128). Creo que estos ejemplos bastan para mostrar qué es en la literatura el poder cognitivo, el dominio del lenguaje metafórico, el humor y la ironía, el estilo singular, y todo eso que deberían aprender los pecadores de la novela de hoy. Muchas gracias.

Etica de Compasión de Joan Carles Melich

En una entrevista con Efe, Joan Carles Mèlich (Barcelona, 1961), dijo que Auschwitz, como símbolo del horror más allá del acontecimiento histórico, marca “la necesidad de pensar la ética de otra manera, de abandonar la idea de que hay deberes universales válidos para cualquier tiempo y espacio”.
“¿Cómo relacionarnos con el que hemos excluido en nuestra definición de ‘humano’ o ‘digno’?”, plantea el autor. Es la pregunta ética a la que no es posible responder “a priori”, sino sólo “en situación”.
“No es cómo te comportas con los que son como tú -puntualiza el autor-, sino con los que no lo son, ni nunca lo podrán ser; también los nazis se portaban bien con los que eran como ellos”.
Frente al concepto del “Bien”, Mèlich propone una ética de la experiencia del mal -pensar desde las enseñanzas de los infiernos vividos en el siglo XX-; frente al “Deber”, aboga por una ética de “la respuesta adecuada que nunca lo es del todo”, y frente a la “Dignidad”, plantea una ética “de la sensibilidad hacia los excluidos de esa dignidad”.
“Lo que nos hace ‘humanos’ -declara- no es la obediencia a un orden moral, a un código universal, sino el reconocimiento de nuestra condición de vulnerabilidad”.
“Ser ético es responder en una situación única que el otro te plantea y ante la cual la moral hace crisis, porque no hay regulación posible, la decisión es sólo tuya y no puedes apelar a principios, derechos o deberes universales”.
Es “La decisión de Sophie” (“Sophie’s choice”), aquella polaca deportada (Meryl Streep en la película de Alan J.Pakula, de 1982) forzada por un médico de las SS a elegir cuál de sus dos hijos irá a la cámara de gas. “Ninguna moral sirve en esa situación, ¿qué respuesta ‘a priori’ hay para esa madre?”.
En ética “nunca hay respuestas correctas”. “Ser ético es saber que uno nunca es lo bastante bueno”. “No es actuar según tu conciencia, educada moralmente como ha de ser y es necesario que lo sea -recalca Mèlich-, sino que a veces ser ético es ir contra tu propia conciencia moral”.
Por más códigos deontológicos y normativas que proclamemos “nada sustituye a la ética”, sostiene este autor que reivindica la ética de Schopenhauer, y a otros filósofos postestructuralistas (Foucault, Levinás, Derrida) o la estadounidense Judith Butler que le ayudó a desmontar la idea de dignidad.
Mèlich es profesor de Filosofía de la Educación en la Universidad Autónoma de Barcelona, noreste de España, y piensa “contra dogmatismos y totalitarismos, cuyo drama -dice- es que sólo tienen moral y no permiten la respuesta ética”.
“El fanático de Al Qaeda tiene tanta moral que obedecer que es incapaz de ser sensible al sufrimiento del niño que está delante suyo cuando va a explotar su cinturón”.
Y es que “la vida humana implica una tensión irresoluble entre ética y moral”, sentencia, y constata que “vivimos tiempos de auge de la moral y declive de lo ético”.
“Los nazis se comportaron ‘dignamente’ con quienes juzgaron dignos -explica el autor-, pero veían indignos a los judíos, a los deficientes mentales, homosexuales o gitanos”.
“¿Qué significa tener dignidad?, ¿dónde empieza y acaba ese concepto?, ¿es digno el feto?, ¿y un anciano desprovisto de sus facultades?, ahora se habla de la ‘dignidad’ del toro… se mezclan los términos generando confusión”, dice Mèlich que opta por descartar la palabra “dignidad” por difícil de delimitar.
El autor considera que la piedad “acrecienta el sentimiento de poder en la relación”, pero no así la compasión, que “es sensibilidad ante el sufrimiento ajeno”.
“Compadecerse es ponerse al lado del que sufre, acompañarlo en su dolor que es sólo suyo -matiza-, y no es ponerse en su lugar, ni pretender dar ejemplo”.
“Ser ético es saber que nunca estamos totalmente a la altura de las circunstancias”, expresa para situar la ética en la zona “sombría” de la moral.
“¡Cuidado con el demasiado obediente, con el de ‘buena conciencia’ que te dice que hizo ‘lo que debía hacer’, puede ser el más peligroso!”.