La última lección del maestro Fuentes Quintana
Carlos H. Sanz - sábado, 02 de mayo de 2009
"La hora de la economía", su intervención tras ser nombrado ministro, cobra actualidad
La hora de la economía -así se llama este discurso- ha cobrado interés en las últimas semanas. Ha corrido por Internet convirtiendo a este ilustre palentino en el ejemplo de político que a muchos españoles les gustaría tener como gobernante en este momento de crisis.
La situación económica que afrontaba el Gobierno presidido por Adolfo Suárez era realmente complicada. Un país en pleno proceso de transformación democrática luchaba contra una inflación del 40% que parecía no tener techo, contra un incesante crecimiento en el número de parados y contra un déficit exterior que iba camino de los 5.000 millones de dólares.
Enrique Fuentes Quintana tomó la palabra esa noche para dirigirse a millones de hogares españoles, consciente de que ni él era político ni lo que tenía que decirles iba a ser agradable. No obstante, lo hizo y no le tembló la voz.
En 16 minutos y 29 segundos, con palabras que todos pudieron comprender, expuso la situación por la que atravesaba el país y pidió la colaboración de todos los españoles para superar el bache.
«Permítanme ustedes que les quite unos minutos de su tiempo en esta hora familiar. Y que se lo quite para hablarles de un tema siempre enojoso: la economía. Pero ustedes saben que a los temas enojosos hay que hacerles frente y cuanto antes mejor», comenzó su intervención.
Fuentes Quintana pasó a enumerar los «los graves problemas que tiene planteados nuestra economía», identificables -aseguró- por «cuestión de experiencia y de sentido común».
Habló de cómo «las amas de casa vuelven desanimadas cada día del mercado» al comprobar cómo «el coste de la vida sube». Describió cómo hombres y mujeres «ven frustrada la posibilidad de ejercer su más noble derecho, el derecho a trabajar» y que «una familia que insiste en gastar más de lo que ingresa acabará por agotar sus ahorros y su crédito».
O lo que es lo mismo, de cómo España, mientras la gran mayoría de los países industriales había conseguido en dos años con gran esfuerzo reducir a la mitad la velocidad a la que aumentaban sus precios, había doblado esa velocidad en el mismo tiempo.
De cómo el número de parados había superado el 5% de la población activa -cifra enmascarada por la emigración- y de que el déficit con el extranjero en mercancías y servicios rondaba los 4.200 millones de dólares. «Basta examinar estas cifras para comprender lo que es obvio, que la economía no puede seguir así si queremos un futuro bienestar para nosotros y para nuestros hijos», sentenció.
Causas. La crítica situación por la que atravesaba el país tenía una doble casuística. Una interna, heredada del «proceso de crecimiento económico rápido y desordenado del pasado», que desembocó «en una infraestructura social escasa», «un medio rural empobrecido» y unas ciudades «víctimas de la especulación y una urbanización defectuosa».
La otra causa venía del exterior y no era otra que la crisis del petróleo de 1973, que supuso «un empobrecimiento automático, instantáneo, súbito y brutal a este país que no hemos querido reconocer y aceptar».
El dibujo que traza Enrique Fuentes Quintana parece calcado al de la situación actual, aunque lógicamente las variables económicas descritas no pueden compararse a las de este siglo. «Lo único que esa familia no puede hacer es ignorar esa situación y seguir viviendo como si nada hubiera ocurrido. Pues bien, ese comportamiento ha sido el de nuestra economía y eso es lo que no puede seguirse haciendo», concluyó.
Soluciones. La pregunta es si valen las respuestas que el economista palentino ofreció en ese discurso. Hay que creer que sí. «Las soluciones de los problemas económicos nunca son económicas sino políticas», enunció Fuentes Quintana, que advirtió que «la situación no autoriza a nadie a proponer ni prometer soluciones fáciles; quien lo haga no construye democracia, practica la demagogia».
El primer paso hacia la solución según el palentino es «el compromiso con la claridad y la veracidad»; «que la información del Gobierno sea su información para que cada ciudadano forme su juicio personal y defina libremente su actitud y su conducta», argumentó.
«El Gobierno no puede ofrecerles sólo palabras complacientes porque está convencido de que la superación de nuestros difíciles problemas sólo será posible mediante un esfuerzo solidario de todos». Éste es el segundo ingrediente de su receta.
Bajo estas máximas y «sin milagros» y «con esfuerzo», Enrique Fuentes Quintana aboga por que «los intereses de las clases modestas y populares serán especialmente protegidos». Defiende «utilizar a fondo la política de ingresos y gastos públicos como verdadero instrumento de mejora de la distribución de la renta y la riqueza». Es decir, una reforma fiscal que suponga «un esfuerzo colectivo al que deberá contribuir cada grupo social de acuerdo con sus posibilidades económicas efectivas».
Y, finalmente, «la creencia firme en las ventajas de la libertad económica y de la economía de mercado; en la fuerza creadora de la libertad, buscando la eliminación de los intervencionismos ineficientes y estérilmente centralizadores».
Enrique Fuentes Quintana llamó a los españoles a no temer «las reformas e intervenciones adecuadas para cortar aberraciones del mercado tales como las que se expresan en esa lacra improductiva que es la especulación del suelo». Y se compromete a emprenderlas «negociando, buscando acuerdos y transacciones».
Ésta es la última lección del maestro Fuentes Quintana.
**Este vídeo se encontró a través de Meneamé (http://meneame.net), donde se enlazaba a una entrada de El blog de Marc Vidal (http://www.marcvidal.cat/espanol/2009/04/deja-vu.html) y que a su vez enlazaba el documento de vídeo alojado en Youtube, en el espacio de Libertad Digital (http://www.youtube.com/watch?v=zrWYWHtGhRY).
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