Marta Torregrosa y Jaime Nubiola
1. El nacimiento de Eugenio d'Ors y el modernismo de finales de siglo.Universidad de Navarra Eugenio d'Ors y Rovira nació en Barcelona el día 28 de septiembre de 1881 y murió en Villanueva y la Geltrú (Barcelona) el 25 de septiembre de 1954. Su infancia y educación transcurrieron en Barcelona. En este final del siglo XIX, mientras en lo social se vivían unos años de preocupación e inseguridad surgía lentamente, pero con gran fuerza, el movimiento artístico y cultural conocido como Modernismo. El Modernismo fue el reflejo de un cambio que se produjo en los ciudadanos del fin de siglo. Su influencia se extendía desde la arquitectura, la pintura, la literatura y la escultura hasta la decoración, el pensamiento y la moda. Gracias a la cercanía de Cataluña con París, la capital cultural y artística por excelencia del momento, la cultura barcelonesa de finales de siglo se vio contagiada por la novedad de este movimiento. La preocupación estética, la vuelta a los planteamientos del romanticismo, la repulsa del positivismo de la generación anterior y el ideal de modernización de los pueblos definieron estos últimos años del ochocientos. Como hijo de su tiempo, Eugenio d'Ors se formó en los ambientes literarios modernistas y participó en sus años de juventud, entre los diecinueve y veinticinco años, en el ideario modernista de regeneración de la sociedad catalana. Eugenio d'Ors comenzó la carrera de Leyes en la Universidad de Barcelona en 1897, que simultaneó con la de Filosofía y Letras en la especialidad de estudios literarios que era la única allí existente entonces. Compaginó sus estudios con una amplia dedicación a la lectura de grandes obras del pensamiento y la literatura, y colaboró en las revistas literarias de la época como Quatre gats, La Creu del Montseny, Pèl y Ploma o Auba En sus escritos de crítica de arte en El Poble Català durante la segunda mitad de 1904 y la primera de 1905, comenzó a hacerse explícito un cambio en su percepción del arte y de la sociedad. Un profundo sentimiento de misión de regeneración cultural de Cataluña le hizo plantearse ante la ineficacia de los movimientos modernistas catalanes, un proyecto personal de renovación y educación del individuo y la sociedad. Desde el ámbito artístico y estético que frecuentaba en las tertulias del café de Els Quatre Gats, a las que asistían artistas de la talla de Picasso, pero con una profunda sintonía con los planteamientos estéticos del arte clásico de Grecia y Roma rompió con el Modernismo. Las razones de la ruptura con la generación anterior, manifiestas en los escritos de carácter filosófico y en los de crítica de arte fueron principalmente el rechazo hacia el individualismo y el naturalismo de la estética modernista, el rechazo del sentimentalismo y la espontaneidad en la creación artística, y la esterilidad del tradicionalismo catalanista anclado en el ruralismo y el folklore. 2. El Noucentisme: un proyecto para la modernización de Cataluña. Para Eugenio d'Ors la renovación efectiva de la sociedad catalana debía llevarse a cabo bajo una voluntad unitaria de transformación. El modernismo, que proclamaba como único criterio "el arte por el arte" carecía de un fin realmente unitario para sintetizar los distintos esfuerzos invertidos en la modernización. Para la realización de esta renovación de la sociedad propuso d'Ors un proyecto esencialmente educativo que denominó Noucentisme. El término, muy en la linea de la historiografía italiana, expresaba el proyecto de los espíritus del noucents, del nuevo-ciento. El Noucentisme, se convirtió así en el emblema para el siglo entrante y para los espíritus dispuestos a luchar en la batalla de la transformación. El proyecto noucentista se llevó a cabo principalmente en dos vertientes, la artística y la política. Para ellas también encontró d'Ors un término con el que identificarlas. Llamaría Arbitraria a la nueva estética eImperialista a la nueva política. En estas palabras del Glosari de 1906 resume d'Ors el ideal de modernización: "Los noucentistes han formulado, en la idealidad catalana, dos nombres nuevos: Imperialismo-Arbitrarismo. Estas dos palabras se concentran en una única palabra: Civilidad. La obra del noucentisme en Cataluña es, o mejor dicho será: la obra civilista" (E. d'Ors, Glosari de Xenius, II, 258). Así, el primer paso en esta reforma de la sociedad consistiría en elevar Barcelona a la categoría de ciudad, el sustrato que permitiría hacer efectivo el cambio. La interdependencia del proyecto estético con el proyecto político es propia del Noucentisme. La unión reflejaba el ideal de síntesis proclamado por d'Ors para la educación del individuo y de la sociedad. El esfuerzo por mejorar al individuo es un esfuerzo que pasa por mejorar la sociedad. El proyecto político está ligado al estético porque sólo son dos áreas de acción diferentes de una misma idea, la reforma del ser humano. En 1900 escribió el primer artículo que puede considerarse filosófico con el título Pera la síntesi. El texto escrito por Eugenio d'Ors era una defensa del tomismo y de sus "luchadores". La especialización de las ciencias, herencia del positivismo del siglo XIX, había hecho del conjunto de las ciencias un grupo inconexo de saberes que necesitaba de una integración para la efectiva modernización y progreso de Cataluña. Para lograr una articulación de los saberes proponía d'Ors una jerarquía en la que la metafísica se convirtiera en el tronco desde el que debían nacer las restantes ramas del saber. 3. Eugenio d'Ors periodista y científico: el Glosari y París. Al terminar en 1903 sus estudios en Leyes con el Premio Extraordinario de Licenciatura se matriculó en Madrid en los cursos de doctorado y continuó con la actividad periodística que fue haciéndole cada vez más famoso. En mayo 1906 se marchó a París como corresponsal del periódico La Veu de Catalunya, volvió en septiembre a Barcelona para contraer matrimonio con María Pérez Peix y regresó a París para instalarse allí hasta 1910. Desde 1906, la actividad de Eugenio d'Ors en los medios culturales barceloneses cuajó y encontró su mejor altavoz en elGlosari. Las glosas son unos breves comentarios diarios en la prensa, al hilo de la actualidad, pero con una inusitada hondura reflexiva. En ellas aspiraba a auscultar lo que d'Ors denominaba "las palpitaciones de los tiempos" para catalizar los afanes de renovación cultural y social que advertía en la Cataluña de su tiempo. Por medio de sus crónicas de prensa desde París desarrolló d'Ors su misión educativa para la reforma moral de Cataluña. El Glosari, a lo largo de dieciséis años en la prensa diaria catalana mediante cerca de cuatro mil glosas, se convertiría con el transcurso de los años en el medio de expresión más efectivo y público de sus pensamientos. La cotidianidad con la que podía leerse convirtió la diaria columna del Glosari de Xenius en una inyección de modernidad y cultura para todos aquellos catalanes que leían los diarios. Como ha escrito Josep Pla "la juventud de hoy no puede tener una idea de la repercusión sensacional que produjo en nuestro mundo intelectual el Glosari de La Veu de Catalunya" (J. Pla, Homenots, 283). El proyecto diario de las glosas continuaba la idea volteriana de construir una enciclopedia accesible y manejable que no quedase relegada a la soledad de la biblioteca sino que permitiese la flexibilidad y vitalidad cotidiana. Es más, la obra de d'Ors estaba escrita en respuesta al Dictionnaire philosophique portatif de Voltaire. Gracias a su trabajo como glosador y a una beca que recibió en 1908 de la Diputación de Barcelona para estudiar los órganos culturales de París y las nuevas tendencias científicas pudo dedicar su tiempo a familiarizarse con el pensamiento y la ciencia que se estaba desarrollando en aquellos años en Europa. En París descubrió las ciencias, asistió a numerosos cursos y seminarios de filosofía y de psicología experimental y recibió clases de Bergson, Boutroux y Madame Curie. En los años de París, d'Ors —ha escrito Jardí— experimentó la seducción de las doctrinas de los pragmatistas norteamericanos Peirce y James, que comenzaban a difundirse a principios de siglo (E. Jardí, Eugenio d'Ors, 344). En diciembre de 1907, en una glosa titulada "Pragmatisme", se definirá a sí mismo como un pragmatista, movido por los mismos afanes de los pensadores norteamericanos, a los que aspira a superar mediante el reconocimiento de una dimensión estética de la acción humana no reductible a la meramente utilitaria (E. d'Ors, Glosari de Xenius, II, 373-375). En su estancia en París comenzó a escribir sus pensamientos en forma de trabajos que presentó en 1908 en el III Congreso Internacional de Filosofía que se celebró en Heidelberg. La pretensión filosófica de estos trabajos fue la de intentar una síntesis armónica entre el método de la filosofía y el de la ciencia que diera lugar a una visión completa y unitaria del ser humano. Una visión que pretendía integrar la visión que proporcionaban las ciencias positivas con la experiencia personal y reflexión de cada ser humano en su ejercicio cotidiano. En este sentido d'Ors intentaba responder a lo que López Quintas ha definido como la pregunta típica del pensamiento de estos años: ¿Cómo se integran razón y vida? (A. López Quintas, El pensamiento filosófico de Ortega y d'Ors, 39). 4. D'Ors en el III Congreso Internacional de Filosofía, Heidelberg, 1908. Desde este punto de partida d'Ors elaboró con estos trabajos el germen del pensamiento que dio unidad y vertebró todo su pensamiento: La filosofía del hombre que trabaja y que juega. En el primer trabajo presentado en el congreso, El residuo en la medida de la ciencia por la acción, partía de la tesis estética de Schiller, que consiste en afirmar que la creación artística se produce en el sujeto por un sobrante de fuerza, juego, en el que la acción no está determinada por la necesidad sino que se actúa sin un interés, con un instinto de lujo; y de la idea pragmatista que definía el conocimiento científico exclusivamente por los resultados prácticos que proporcionaba, para pretender lograr una síntesis entre ambos modos de entender la acción humana. Porque para d'Ors no habría diferencia entre una actividad y otra, entre el conocimiento y la creación, más bien toda acción del ser humano podría considerarse invención, creación y, en este sentido, una acción contiene en sí misma, no sólo el instinto de lujo, el afán de juego, sino también la eficacia práctica y la necesidad que es resultado de las leyes científicas. "Si la teoría schilleriana es algún tanto injusta en relación con la noción de necesidad, que debería entrar también en la definición del Arte, ya que éste no deja de estar, a su manera, sometido a la ley de la economía, la epistemología, por su parte, lo es aún respecto del juego, que debe entrar igualmente en la noción de Ciencia, dotándola de su propio sentido de libertad" (E. d'Ors, "El residuo en la medida de la ciencia por la acción", 189). Entender así la acción humana le conducía a un residuo de naturaleza estética que la metodología científica era incapaz de analizar y que mostraba que la racionalidad científica no era el único modelo de racionalidad posible. El residuo era de naturaleza estética porque para d'Ors la Belleza es en última instancia la que permite descubrir el mundo con una racionalidad distinta y comprender de un modo más completo ser humano. Al entender la Belleza como residuo y ley de todo juego, Eugenio d'Ors, encontró las sugerencias de Schiller, justificadamente apropiadas para poner de manifiesto que el sentir bellamente, el saber estético, no tiene por qué ser mera ficción, sino descubrimiento observado y dado en y por la Naturaleza (L. Jiménez Moreno, "El saber estético lúdico de Eugenio d'Ors", 377-378). Junto a esta idea, definió en el segundo trabajo presentado en el congreso y que llevaba por título Religio est libertas la actividad del ser humano como una constante lucha entre una potencia y una resistencia. La comunicación presentada por Eugenio d'Ors pretendía resolver los problemas surgidos del estudio de la religión desde un punto de vista exclusivamente científico. Para refutar esta tesis era necesario desmentir por una parte, la afirmación de que la religión se agotaba únicamente en el sentimiento religioso y por otra, la reducción de los dogmas y preceptos religiosos a simples manifestaciones de éste. La crítica al psicologismo reduccionista de William James por la comprensión de la religión como sentimiento llevó a Eugenio d'Ors al estudio y aclaración de la verdadera naturaleza de la religión y de su relación con la ciencia. "Esta nota —escribía desde el Glosari— realizada con un espíritu de resistencia contra las ambiciones de ciertos trabajos contemporáneos, como los de William James y los de Harald Höffding, ha intentado demostrar la incapacidad esencial de la Psicología, como de cualquier instrumento científico, para comprender en toda su plenitud el hecho religioso" (E. d'Ors, Glosari de Xenius, III, 285). Para Eugenio d'Ors los sentimientos no son la única explicación de la religión, ni siquiera son lo más profundo e íntimo de la persona. Ellos son también símbolo o representación de algo todavía mas profundo y espiritual que escapa al análisis científico. Para la comprensión de esa realidad más profunda e íntima donde se encuentra el verdadero significado de la religión recurre d'Ors al estudio de la actividad humana y a su incondicional revelación. El esfuerzo de ordenación del ser humano sobre la naturaleza que nos rodea, y que posee un orden diferente al nuestro, nos revela una irreductibilidad experiencial entre una potencia y una resistencia. Entre el yo que soy y lo que quiero y lo otro que se me opone. Pertenece a la resistencia todo aquello que se me opone y que no es únicamente lo exterior a mí. La irreductibilidad experiencial le lleva a Eugenio d'Ors a encontrarse ante una dualidad donde todo lo que cae bajo el mundo de la resistencia se opone a mi deseo de ordenación de la naturaleza. En todo ser humano hay un sujeto de esfuerzo, que es la potencia y un objeto, que es lo otro que opone una resistencia. La pregunta que pretendía responder d'Ors es ¿quién o qué es ese sujeto del esfuerzo o potencia? Los sentimientos, afirmaba d'Ors, no agotan el puro deseo, también estos son en ocasiones una resistencia sobre nosotros. Si los hechos de sentimiento no agotan el puro deseo es porque el deseo proviene de algo aún más profundo que los sentimientos mismos, algo desde donde ellos nacen a su vez. Ese algo ya no es posible analizarlo científicamente, su única definición posible nos es dada por exclusión, por la negativa de toda condición. Se llega a ella en la medida en que se indaga en la realidad que escapa a toda condición o fatalidad. Indagar en esta línea aleja al ser humano de los métodos científicos y le acerca más bien a una investigación que requiere la vivencia de esa realidad. Reclama, más que el análisis, la experiencia. En una carta enviada a Francisco Giner de los Ríos en 1909 explicaba Eugenio d'Ors con estas palabras aquella tesis: "La esencia de la religión me parece consistir en la irreductible conciencia que tenemos de una libertad personal. Y, en este caso, ninguna materia científica, y, por lo tanto, sujeta a determinismo, ni siquiera la materia psicológica, ni siquiera lo sentimental, puede darnos la definición completa de lo religioso" (V. Cacho, Revisión de Eugenio d'Ors, 199). El sujeto del esfuerzo, el centro irreductible, el yo, es llamado por d'Ors libertad, porque la libertad es la ausencia de toda coerción. La libertad es la realidad que aparece al negar de toda condición, a ella se llega, no por un análisis científico, sino por vía experimental. Por la conciencia que cada ser humano posee en la consecución de sus actos de la oposición entre una potencia y una resistencia se llega a la libertad. En la experiencia vital, el ser humano siente la irreductible dualidad entre lo otro, la fatalidad que se me resiste, y yo, una libertad o potencia. Según Eugenio d'Ors, de aquí se concluye que de lo que cae bajo la resistencia puede hacerse ciencia, mientras que ninguna operación mental es capaz de contener lo espiritual, el hecho de la existencia de la libertad personal. La resistencia es materia de ciencia mientras que la potencia es materia de creencia. "La libertad no constituye materia de ciencia, sino un imperativo de creencia, es decir religión. Así el núcleo de la religión se identifica con el hecho irreductible de la libertad. La ciencia es el sistema representativo de la fatalidad. La religión es el mismo hecho de la libertad incognoscible" (E. d'Ors, Religio est Libertas, 31-32). 5. Regreso a Barcelona y dedicación a Cataluña. Volvió temporalmente a Barcelona a finales de 1908 y propuso para la primavera de 1909 una serie de lecciones que impartiría él mismo en el local de los Estudis Universitaris Catalans. Se celebraron en abril. El tema de las cuatro lecciones estaba dentro del curso Lógica y Metodología de las Ciencias y el título fue La lógica como fenómeno diastásico. En aquellos días explicó su concepción de la adquisición del conocimiento como un fenómeno semejante al que se produce en el fenómeno biológico de la digestión o de la curación de una enfermedad. La tesis propuesta por d'Ors en aquel curso partía de la idea de Avenarius de que la vida se caracteriza primordialmente por ser un equilibrio inestable de fuerzas. La inestabilidad diferencia la materia viva de la inerte. Esta inestabilidad podría resultar un problema si las excitaciones procedentes del medio que nos rodea fueran desproporcionadas en comparación con el ser vivo. Para evitar el desequilibrio o la muerte que podría producirse con una sobreexcitación, el sujeto adquiere una inmunidad a la toxicidad que puede suponer el acceso al mundo. Eugenio d'Ors comparaba la actividad de la lógica con el sistema inmunológico del organismo. La adquisición progresiva de los conceptos nos hace cada vez menos débiles. La progresiva comprensión del mundo actúa como defensa e inmunidad ante las agresiones del medio. La adquisición de conceptos es entendida como una digestión o curación. Así, llamadiastasa a la actividad racional que descompone el efecto tóxico que tienen para el organismo las excitaciones procedentes del medio. La interpretación de la lógica desde este punto de vista permitía adoptar las tesis de la filología idealista de Croce y Vossler. La acumulación de defensas mediante la adquisición progresiva de conceptos no sólo sirve como inmunidad sobre excitaciones particulares ya vividas, sino que actúa como conjunto de posibilidades futuras que se combinan ampliando la capacidad de acción del ser humano. El uso particular del lenguaje, en la infinita variedad que resulta de la conjunción y combinación de los pensamientos, mostraba que la explicación biológica y positivista de la capacidad lingüística podía resultar simplista. La tesis que concebía el lenguaje como un mero producto resultado de unas leyes quedaba superada por la variabilidad y variedad que resultaba del uso creativo del fondo que va configurándose en el ejercicio continuo que supone el acceso al mundo. En agosto de 1909 participaría en el VI Congreso de Psicología que se celebró en Ginebra con el trabajo La formula biológica de la lógica que había redactado a partir de las clases que había preparado para el seminario de Barcelona. Las lecciones que programó d'Ors para la primavera de 1909 en Barcelona continuaron en diciembre. Las clases de este segundo ciclo tuvieron como tema central el estudio de la atención. En 1910 se instala de nuevo en Barcelona. Allí procuró poner en práctica todas aquellas enseñanzas que le había brindado su estancia en el extranjero. En 1911 es nombrado secretario delInstitut d'Estudis Catalans. En 1912 se licenció en Filosofía en la Universidad de Barcelona y en 1913 se doctoró con una tesis todavía inédita titulada Los argumentos de Zenón de Elea y la noción moderna de Espacio-Tiempo. En enero de 1914 se presentó en Madrid a unas oposiciones para la Cátedra de Psicología Superior de la Universidad de Barcelona, pero sólo contó con el voto favorable de Ortega y Gasset. La decepción de aquella derrota la curó d'Ors con tres conferencias, De la amistad y el diálogo, Aprendizaje y heroísmo y Grandeza y servidumbre de la inteligencia, impartidas en la Residencia de Estudiantes de Madrid. En Cataluña el fracaso de Eugenio d'Ors en las oposiciones fue en cierto modo compensado por su nombramiento en abril de ese mismo año como Director de Educación Superior en el Consejo de Pedagogía de la Mancomunidad de Cataluña. En 1914 publicó su primer libro de filosofía: La filosofía del hombre que trabaja y que juega. Se trata de una antología de sus escritos filosóficos publicados hasta entonces en forma de glosas —artículos sueltos o series de artículos en su Glosario en la prensa— o de trabajos académicos, precedida de una introducción de Manuel García Morente, y que incluye a modo de epílogo unos breves comentarios de Federico Clascar, Diego Ruiz y Miguel de Unamuno sobre el pensamiento orsiano. Aquella antología reflejaba bien el notable fuste filosófico de Eugenio d'Ors y la amplitud y el alcance de sus intereses. El hombre que trabaja y que juega era la expresión verbal de la peculiar naturaleza del ser humano. Es decir, era la manifestación verbal de la idea de que en la actividad humana interviene por una parte la necesidad, la resistencia y por tanto el trabajo, y por otra, la libertad, la potencia y por tanto el juego. Como señaló Ferrater Mora ("Ors, Eugenio d'", Diccionario de Filosofía, II, 346), el empeño de d'Ors en aquel libro era la superación del pragmatismo mediante un intelectualismo de nuevo cuño en el que veía la característica principal del noucentisme: "El intelectualismo a que aspiramos —escribía d'Ors— es post-pragmático y tiene en cuenta el pragmatismo. Las verdaderas adquisiciones que el pragmatismo ha traído a la Filosofía, las juzgamos incontrovertibles: sabemos por él, ya de un modo definitivo, que la imagen que nuestra razón nos da de la realidad es menos rica y menos vasta que la realidad misma... Pero la filosofía del hombre que trabaja y que juega nos trae la noción de que aquella imagen, con no ser completa y rigurosamente fiel, es lo mejor de la realidad, lo mejor para nosotros" (E. d'Ors, La filosofía del hombre que trabaja y que juega, 62-63). Ese nuevo intelectualismo se oponía tanto a dejarse llevar por la pura intuición o el sentimiento como a ser dominado por la tiranía de la razón abstracta. Su órgano será la inteligencia —que viene a identificar con el seny catalán— equidistante tanto del romanticismo sentimental como de la fría lógica. Fue la segunda década del siglo años intensos de gran actividad que culminarán con su participación personal en la acción política entre 1917 y 1919 como Director de Instrucción Pública de la Mancomunidad de Cataluña. Sin embargo, su actuación en estos años generará tantas envidias, suspicacias y vanidades que finalmente se verá forzado a retirarse. En enero de 1920 su actuación política será sometida a debate en la Asamblea General de la Mancomunidad y globalmente censurada. Se trata verdaderamente de "la defenestración de Eugenio d'Ors", como tituló Díaz-Plaja su libro, en el que reproduce los principales documentos de este affaire (G. Díaz-Plaja, La defenestració de Xènius). 6. Un exilio voluntario de Cataluña. Eugenio d'Ors saldó aquella disputa en la Asamblea General con el exilio voluntario de Cataluña. En 1920 se trasladó a Madrid y fijó allí su residencia. Desde Madrid viajaría en 1921 hasta Argentina para impartir unos cursos sobre su Doctrina de la Inteligencia. En 1923 reanudó la empresa del Glosario, esta vez en castellano en el diario ABC. El cambio de lengua no afectó al núcleo básico de su filosofía pero sí acrecentó su proyección nacional e internacional. En estos años escribirá algunas de sus obras más conocidas: Tres horas en el Museo del Prado (1922), Guillermo Tell (1926), La vida de Goya (1928). En 1927 fue elegido miembro de la Real Academia Española, y en ese mismo año volvió temporalmente a París como representante de España en el Instituto Internacional de Cooperación Intelectual. Los años de Francia fueron también muy fecundos en publicaciones, en especial, sobre arte: Paul Cézanne (1930), Pablo Picasso (1930), Du Baroque (1935). En París le sorprendió la Guerra Civil española. Allí permaneció acongojado por el conflicto —sus tres hijos empuñaron las armas en el ejército de Franco— que asolaba España. A mediados de 1937 se trasladó a Pamplona, allí reanudó su Glosario en el diario Arriba España, y comenzó a colaborar en la reorganización de las instituciones culturales del bando nacional. En 1938, bajo el ministerio de Sáinz Rodríguez, participó en la creación del Instituto de España, del que fue nombrado Secretario Perpetuo, que era la unión de las Academias. Fue nombrado también Jefe Nacional de Bellas Artes. En esa condición consiguió reunir en Ginebra y recuperar para el nuevo Estado Español los tesoros del Museo del Prado que habían sido exportados por el gobierno de Madrid. Con la paz volvió a Madrid. Se instaló primero en un hotel de la Gran Vía y poco después en una casona de aire señorial en la calle Sacramento. A lo largo de la década de los cuarenta Eugenio d'Ors desarrollará una amplia y generosa tarea de difusión cultural dentro de España, y de representación de España en los foros culturales europeos, maltrechos por la Guerra Mundial. Resultó el gran animador cultural de una España que sólo tenía hambre e ignorancia. Y su cultura no era propaganda, como la de los ministerios, sino cultura europea universal (F. Umbral, Las palabras de la tribu, 90). En estos años Eugenio d'Ors prepara recopilaciones de sus escritos en castellano, pero —como ha escrito certeramente Jardí— "no obstante estar percatado de que el conjunto de su obra dispersa ofrecía una mayor coherencia de lo que parecía a simple vista, se daba cuenta de que todavía no había dado el «do de pecho», de que le faltaba aquel punto de culminación o redondeamiento de la propia labor" (E. Jardí, Eugenio d'Ors, 297). Su «do de pecho» será El secreto de la Filosofía, publicado en otoño de 1947 en el que aspiraba a presentar de modo sistemático "su filosofía", o incluso mejor, el secreto de su filosofía: se trata del "secreto según el cual la Filosofía, eliminadora de tantos falsos saberes, ha de pasar por tales saberes (...). Debe practicar los métodos de la ciencia y hasta adaptarse a ellos, interinamente siquiera, para justificar su derecho a distintos métodos. Pues cumple a la Filosofía hacer de vuelta los viajes que hace de ida el vivir" (E. d'Ors, El secreto de la filosofía, 27). 7. La filosofía de Eugenio d'Ors. La concepción filosófica de Eugenio d'Ors puede describirse a grandes trazos como una peculiar síntesis personal del vitalismo y el pragmatismo aprendidos en París en la primera década del siglo, sobre una base de pensamiento escolástico más tradicional, pero renovado éste en términos de un intelectualismo clasicista. En las primeras páginas de El secreto de la Filosofíad'Ors atribuye el ensanchamiento temático de sus intereses filosóficos a todo lo espiritual, lo social, la vida y la historia "a quienes, hace media centuria, propugnaron el que se llamó 'Pragmatismo', escuela teórica bastante endeble, pero de gran fertilidad humanística en el resultado" (E. d'Ors, El secreto de la filosofía, 22). Efectivamente ya en 1908 d'Ors había caracterizado el programa filosófico que preconizaba para la renovación cultural catalana como el "ideal científico de que la Acción es la prueba de la Verdad, es decir, una FilosofíaPragmática, en gran relación con la que, predicada por un Peirce, por un William James, por un Schiller, agita actualmente la conciencia del mundo sajón y tiene ya su representación latina en los esfuerzos aislados de algunos grandes pensadores franceses contemporáneos, como mi maestro Bergson, y en el pequeño grupo intelectual Leonardo de Florencia..." (E. d'Ors, "Habla Eugenio d'Ors", La Cataluña, 93). El escaso conocimiento de la filosofía pragmatista americana en España explican quizá la difícil aceptación del núcleo originario del pensamiento de Eugenio d'Ors. "No soy pragmatista, en el rigor de la palabra, como parece temer V. —escribe en julio de 1909 a Giner de los Ríos—, aunque como todo hombre que trabaja hoy en cosas de entendimiento, tenga que entendérmelas constantemente con el Pragmatismo" (V. Cacho, Revisión de Eugenio d'Ors, 199). Quizá el modo breve más preciso de caracterizar globalmente el pensamiento de Eugenio d'Ors sea el de un intelectualismo post-pragmático. Esta formulación se hace eco de su propia definición en La filosofía del hombre que trabaja y que juega y en El secreto de la Filosofía, y da cuenta de la efectiva matriz del pensamiento orsiano. Eugenio d'Ors pretendía una reforma de la filosofía que calificada como una verdadera revolución kepleriana de la filosofía, porque preconiza la sustitución de los principios de contradicción y de razón suficiente —instrumentos al servicio del racionalismo en su pretensión de encerrar la realidad en la estrecha cárcel del determinismo conceptual— por los principios de "participación" (cada realidad asume un significado que la trasciende) y de "función exigida" (cada realidad es función de otras realidades anteriores, concomitantes o subsiguientes). Los principios de contradicción y razón suficiente sólo serían válidos en un mundo lógico constituido por conceptos asépticamente racionales y mecánicamente determinados (E. Rojo Pérez, La ciencia de la cultura, 11). Pero, para Eugenio d'Ors, el secreto, celosamente guardado tanto por los filósofos como por los científicos, es el reconocimiento de que el pensamiento tiene siempre un carácter figurativo, síntesis de percepción y de concepto, que trasciende la lógica de la razón. La racionalidad es sólo una parte de nuestro saber y de nuestra vida. La razón es importante, pero no es capaz de conferir sentido a aquellas dimensiones de nuestro vivir que a fin de cuentas nos resultan más importantes: el lenguaje, el arte, la música, la religión, la cultura. La síntesis superadora de las dicotomías empobrecedoras que afectaban a la filosofías racionalistas y positivistas del siglo XIX se encuentra para d'Ors en su Doctrina de la Inteligencia, en la transformación de la razón en inteligencia al dar cuenta de la vida. Como en la reforma kepleriana de la revolución copernicana, el esquema del saber es ahora una elipse con dos centros, conjugados por la ironía: la Razón, que es determinación lógica, y la Vida. Para d'Ors, lo revolucionario es tratar de pensar con flexibilidad, intentar articular unitariamente razón y vida, para tratar de comprender las realidades históricas, la cultura, incluso la propia biografía. "La filosofía orsiana —escribió uno de sus hijos— es intuitiva, como casi todas las filosofías recientes, y es también humanista. Se propone la sustitución de la Razón por la Inteligencia, lo que supone que Intuición, Gusto y Experiencia la van a nutrir. Es una filosofía que persigue, sin descanso, su inscripción en la Vida. El filosofar y el vivir caminan juntos en abierto y constante diálogo" (J. P. d'Ors, "D'Ors, mi padre", Razón Española, 18). La articulación bipolar del saber confiere una singular importancia al diálogo que es la fuente filosófica por excelencia. Con una antigua tradición, para Eugenio d'Ors, el pensamiento es siempre diálogo, "pensar es siempre 'pensar con alguien'" (E. d'Ors, Diálogos, 28); "no es sólo que el pensamiento necesite del diálogo, sino que es, en esencia, el mismo diálogo" (E. d'Ors, El secreto de la filosofía, 50). La estructura conversacional del saber, junto con una gran valoración de los resultados y métodos de las ciencias experimentales, son las mejores lecciones aprendidas por Eugenio d'Ors del pragmatismo americano y de su representante francés Émile Boutroux en su estancia en París en la primera década del siglo XX. Esa tradición le llevó a reconocer abiertamente la falibilidad de las ciencias y saberes y la pobreza de los sistemas racionalistas, sean idealistas o materialistas, para dar razón de la vida real de los seres humanos y de los mejores productos de su libre creatividad. De ahí arrancó su persistente atención a todos los elementos de la vida humana —como el lenguaje, la expresión artística o la sexualidad— que tienen a la vez una dimensión biológica y una dimensión espiritual. El secreto de la filosofía estriba siempre en no tratar de reducir una dimensión a la otra, sino de articular ambas en torno a un fin superior capaz de dotar de pleno sentido a esas dimensiones particulares. El pensamiento de Eugenio d'Ors no es una filosofía racionalista, sino más bien —en expresión suya— "una filosofía de batalla" o una "metafísica de andar por casa" (E. d'Ors, "Filosofia de batalla", Glosari (Selecció), 80). Bajo estas expresiones, casi despectivas, lo que se encierra es una fecunda apelación a la experiencia ordinaria, de la que desde Sócrates se ha alimentado la genuina reflexión filosófica, y a la experiencia especializada de las ciencias, que ha nutrido el formidable progreso de la cultura y la sociedad de los últimos dos siglos. En esa feliz articulación radica la extraordinaria actualidad del pensamiento de Eugenio d'Ors: la "Filosofía no es contemplación pura, sino contemplación inscrita en la acción" (E. Jardí, "La filosofía de Eugenio d'Ors", La Lectura, 6). En Eugenio d'Ors, mientras su pretensión sistemática resulta más bien artificiosa y quizá en la práctica estéril, su honda comprensión de la articulación vital de tradición y creatividad, de libertad y necesidad en el lenguaje y en la creación artística, parece en contraste extraordinariamente fecunda. En esta dirección puede afirmarse de modo rotundo que d'Ors representa una forma hispánica del giro lingüístico de la filosofía que ha caracterizado típicamente a nuestro siglo. Que d'Ors se dio cuenta de la primacía del lenguaje lo atestiguan tanto una glosa de marzo de 1946: "Ando ahora estudiando unos textos de Guillermo de Humboldt; que ellos sí, me interesan mucho, para ciertos desarrollos posibles sobre filosofía del lenguaje —a la cual acaso cabría reducir la filosofía entera—..." ("De un tal Oyanguren", (Helvecia y los lobos. Último Glosario, 82), como un comentario incidental de El secreto de la Filosofía: "Pues bien, en la filosofía del lenguaje se ha encontrado, muy recientemente dentro de la historia de la Filosofía, el resorte de una rama de combate contra el racionalismo, preparada casi clandestinamente y dotada de una eficacia que ahora tan sólo se empieza a entrever" (E. d'Ors, El secreto de la filosofía, 293). Que Eugenio d'Ors se diera cuenta de esto, en la España de 1947, muestra bien su excepcional clarividencia como oteador de las nuevas tendencias del pensamiento y la cultura. |
martes, 23 de febrero de 2016
Eugenio d'Ors y Rovira nació en Barcelona el día 28 de septiembre de 1881
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